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2008/11/29 06:00:00 GMT+1

El taller de cristos

La polémica sobre los crucifijos en las escuelas me ha traído al recuerdo una curiosa experiencia infantil. Resulta que un amigo de mi padre, que residía como nosotros en el barrio de Gros, en Donostia, tenía un taller de fabricación de crucifijos. (Y es que, aunque casi nadie se pare a pensar en ello, los crucifijos no caen del cielo: hay que producirlos, como cualquier otra mercancía.)

A mí, aquel taller me provocaba una extraña curiosidad morbosa. Cuando podía, me colaba dentro y pasaba un buen rato viendo el proceso de producción de cristos en cadena. Como los trabajadores sabían que era hijo de un amigo del patrón (republicano y de izquierdas, por cierto), me dejaban merodear, siempre que no estorbara.

El puesto de trabajo que más me fascinaba era el del obrero al que le llegaban por un lado las cruces de madera y por el otro las figuras de Cristo. Su labor consistía en clavar las figuras en las cruces: primero una mano, luego la otra, luego los pies. Y así cientos de veces al día, día tras día.

No me cabía en la cabeza que aquel hombretón de aire bonachón pudiera dedicar ocho horas diarias a una actividad tan macabra.

No quiero fantasear sobre el tanto de virtud que mis visitas al taller de cristos pudo tener en mi muy temprana desafección por la Iglesia Católica, de la  que me desentendí por completo en la pubertad. Más debió de influirme, supongo, el paquete que fui cogiendo a algunos curas de mi colegio, tan falsos como pederastas, y la admiración que sentía por mis hermanos mayores, que se declaraban ateos y comunistas, sabían de poesía, teatro y pintura y, además, eran divertidísimos.

Pero tampoco creo que sea casual que, medio siglo después, conserve tan fresco el recuerdo de aquel taller de fabricación de cristos al por mayor.

Qué cosas.

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Tres breves añadidos

Uno.– Enrique Múgica, que tiene el título de Defensor del Pueblo, nos ha llamado "tontos" a quienes criticamos la tauromaquia. Proclama que él tiene la "sensibilidad especial" que se requiere para apreciar la belleza del que llaman "arte de Cúchares". Múgica tiene también la sensibilidad especial que se precisa para apoyar incondicionalmente las acciones del Estado de Israel. Y la preparación necesaria para haberse hecho famoso en un debate televisivo afirmando reiteradamente: "Yo no me contradizco".

Él dice que estamos en contra de los toros. Yo no tengo nada en contra de los toros. A lo que me opongo es a que se convierta en espectáculo ese atávico ritual toricida. Quien está en contra de los toros es él, que disfruta viéndolos morir.

Dos.– He llegado a la conclusión de que, en contra de lo que me indican cada día la vista y el oído, Madrid debe de ser la capital más despoblada de Europa. Leo en los periódicos de hoy que ayer "Madrid [sic] se echó a la calle para protestar contra los secuestros de las FARC" pero, cuando desciendo a la letra pequeña, descubro que "Madrid" fueron unos pocos cientos de personas. ¡Qué Madrid más escaso!

Tres.– Me piden opinión sobre los últimos cambios de maqueta de Público. Lo único que puedo comentar es que, desde que el diario salió a la calle, dije que hay ciertos hábitos de los lectores de prensa en España que son muy difíciles de alterar. Uno es que todo el mundo busca la programación de televisión en la penúltima página. Otro es que espera que la última página tenga algo de chicha, porque es la que puede leer más fácilmente cuando va en un transporte público atiborrado.

Escrito por: ortiz.2008/11/29 06:00:00 GMT+1
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2008/11/28 06:00:00 GMT+1

Esperanza Aguirre, entre gallito y gallina

Así que se apercibió de que el hotel de Bombay en el que iba a recalar estaba siendo atacado a tiros, Esperanza Aguirre cogió el petate y salió a escape hacia el aeropuerto más cercano, para que la devolvieran a Madrid cuanto antes, así fuera a cobro revertido. Se desentendió por completo de la situación de sus compañeros de expedición.

Quienes tenemos un cierta cultura marítima, sabemos que el capitán de cualquier nave está obligado, tanto por razones de ética como de estética, a ser el último en abandonarla cuando hace agua. Por decirlo a lo bruto, va en el sueldo.

De modo parejo, quienes tenemos una determinada cultura política (no digo una cualquiera, sino una determinada) siempre lo hemos visto igual: llegado el caso, quien está al mando de un grupo debe asumir la representación física y simbólica de cuantos se hallan a sus órdenes y de todos aquellos de los que se ha hecho cargo. Para lo bueno y para lo malo. En ese caso, si no va en el sueldo, va en la dignidad. No puede salir huyendo y dejarlos en la estacada arguyendo que ha perdido una zapatilla y que sintió miedo.

No todo el mundo vale para el mando, ni tiene por qué; es obvio. Pero quienes carecen de dotes para el mando –el de verdad, el que hay que demostrar en los momentos decisivos– sería preferible que se dedicaran a cualquier otra cosa. Aunque fuera a gestionar subestaciones del AVE, hoteles y centros residenciales en Guadalajara. Lo que resulta grotesco es ver a una gallina dándoselas de gallito y a un gallito ejerciendo de gallina.

Y cuidado que me caen mejor las gallinas que los gallos.

Escrito por: ortiz.2008/11/28 06:00:00 GMT+1
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2008/11/23 07:25:00 GMT+1

Fuegos artificiales

Acabo de escribir una columna sobre Quantum of Solace, la vigésimo segunda entrega (creo) de la serie de James Bond, que vi ayer. Supongo que la pondré en circulación cualquier día de la semana que viene.

Como las columnas son tan breves, me he quedado con las ganas de citar una respuesta que Luis Buñuel, según me contaron, dio a un colaborador que tuvo durante la realización de Robinson Crusoe, una de las pocas películas que el aragonés rodó en Hollywood. El hombre le dijo que podían tomar una imagen de Crusoe (del actor que interpretaba a Crusoe, claro) situando la cámara en el techo de la cabaña, en vertical, lo cual resultaría de mucho efecto. Y Buñuel le respondió: “¿Para qué? ¿Qué añadiríamos con eso a la historia?”.

Eso no es sólo una respuesta: es toda una concepción del arte cinematográfico. Un buen director, como lo fue Buñuel, no filma imágenes ni pone frases en boca de los actores con la finalidad de pasmar, de deslumbrar, de demostrar lo ingenioso que puede ser, de dejar boquiabierto al público. Tiene una historia en la cabeza y concentra todos los recursos en función del relato. Y si el relato reclama réplicas divertidas, les da rienda suelta. Y si una toma de cámara desde el suelo a través de una mesa de cristal, al modo de Hitchcock, puede producir el efecto inquietante deseado, la hace. Pero si no, no.

Lo irritante es que cada vez hay más cine –incluso grandísimas producciones– que se filman no en función de la historia que tratan de contar, que a menudo apenas existe, sino tan sólo con el ánimo de suscitar la admiración del público papanatas, que va al cine como quien acude a ver un castillo de fuegos artificiales.

Si se trata de ver fuegos artificiales, yo prefiero los fuegos artificiales, que los hay buenísimos y tienen el encanto añadido de ser evanescentes, fugaces e irrepetibles.

Escrito por: ortiz.2008/11/23 07:25:00 GMT+1
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2008/11/20 07:00:00 GMT+1

De diarios y nostalgias

Me confieso comprador de periódicos. Soy suscriptor de algunos diarios en su variante electrónica (los leo en pdf, para hacer como si leyera la edición en papel, que es la que aporta más pistas), pero a veces también los compro en quiosco, sobre todo cuando tienen alguna promoción que me interesa.

Hace unos cuantos días, después de un viaje en el que me fue imposible comprar prensa, me acerqué a uno de los quioscos de mi barrio de Madrid para ver si tenía suerte y el quiosquero guardaba la entrega semanal de un producto de promoción al que le sigo la pista. Ya en ésas, nos pusimos a charlar. Doy por descontado que un solo quiosquero no constituye una muestra  representativa del conjunto de su gremio, pero también me consta que hablan entre ellos sobre la marcha del sector, de modo que su opinión no es sólo suya.

El hombre me trazó un retrato francamente negativo de la demanda de prensa escrita diaria: “Cada vez se compran menos periódicos”, se lamentó.

Tampoco me extrañó demasiado, porque bastantes amigos que trabajan para diferentes medios me vienen contando que casi todos, si es que no todos, están inmersos en “planes de austeridad”, lo que se traduce en despidos y en drásticos ajustes salariales. Hace poco me referí a los serios problemas por los que atraviesa Prisa, la editora de El País. Hoy he leído que también Unedisa, la editora de El Mundo, pasa por apuros económicos de consideración. Y si los principales diarios de difusión estatal van así, imaginemos cómo les irá a los que tienen alcance meramente autonómico o local.

¿Causas? Supongo que bastantes. Cito algunas bastante obvias: la crisis económica ha retraído de manera muy considerable la facturación de publicidad (hay menos anuncios y las tarifas han bajado); los periódicos gratuitos –que, por cierto, también atraviesan una crisis considerable– han robado bastantes lectores a la prensa de pago; Internet también ha restado demanda a la prensa de papel; la gente cada vez lee menos... Bien, todo eso es cierto. Pero añado un factor más: los grandes diarios cada vez se parecen más a folletos propagandísticos de los grandes emporios empresariales a los que sirven y de las opciones políticas en las que fían para promocionarse y obtener mayores beneficios. Su credibilidad es mínima, es obvio que manejan la información como arma arrojadiza contra sus rivales político-económicos y además, para colmo, cada vez están peor hechos.

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Hace un año, tal día como hoy, dejé volar al viento en la cumbre de Aritxulegi, junto al monumento al musicólogo Aita Donostia, obra de Jorge Oteiza, las cenizas de mi hermano Josemari. Le acompañaron unos cuantos amigos y amigas. Allí quedaron sus restos, entre Gipuzkoa y Nafarroa.

“¿Sigues sin superarlo?”, me preguntó ayer un amigo. Sí; sigo sin superarlo.

Escrito por: ortiz.2008/11/20 07:00:00 GMT+1
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2008/11/18 06:00:00 GMT+1

El deterioro

Completo aquí lo que se me ha quedado en el tintero (en el teclado) tras escribir la columna que aparece hoy en Público.

Hace ya algunos años (como cinco, calculo) una persona que suele contar con muy buena información sobre los avatares de ETA me dijo en Bilbao: “Si ETA no hace más, no es porque le falte gente, ni armas, ni explosivos. Es, sobre todo, porque sus dirigentes están acojonados por el control que las policías española y francesa tienen de sus movimientos. Están convencidos de que en la organización tienen topos a diversos niveles y de que, además, bastantes colaboradores, e incluso militantes, están sometidos a vigilancia, a la espera de que den un paso en falso para echárseles encima”.

Sería probablemente cierto, y supongo que lo seguirá siendo, pero para mí que hay bastante más que eso. Las policías han aumentado considerablemente su capacitación y sus medios, en tanto que ETA ha bajado muchos peldaños en ambos terrenos.

En el de la capacitación muy obviamente. Sus dirigentes actuales están poco curtidos. Tienen poquísima experiencia organizativa. Algunos dicen: “Es que son muy jóvenes”. El problema no es la juventud. Si hubieran empezado a organizarse en la más estricta clandestinidad a los 17 o 18 años, como lo hicieron algunos de sus antecesores bajo el franquismo, habrían llegado a la treintena bastante más baqueteados. Y si se hubieran tomado el trabajo de estudiar a conciencia tácticas ad hoc, antiguas y modernas (incluyendo las policiales), se moverían con más conocimiento de causa. Pero han crecido en un ambiente muy poco exigente, que no les ha obligado a ejercitar gran cosa su sagacidad. Y mientras ellos se relajaban, los de la trinchera de enfrente no paraban de ejercitarse. (A modo de ejemplo de lo más arrastrado: ¿a quién se le ocurre poner unas matrículas de hace diez años a un coche nuevo?)

Los medios de ETA también se han deteriorado. No hablo de armas y  explosivos, que no sé los que tendrá, sino de los recursos en los que puede apoyarse a modo de infraestructura. Cada vez cuenta con menos gente dispuesta a dar cobijo a sus militantes o a esconderlos, a llevarlos de aquí para allá en coche, a hacerles de recaderos, a servirles de buzón, etc. El deterioro es llamativo: dirigentes que se mueven sin escolta, como el propio Txeroki, otros que duermen a la intemperie en un bosque, militantes que son abandonados a su suerte y vagan por la campiña francesa hasta que la policía los pilla…

No es que ETA no haya cometido pifias de calibre a lo largo de su historia –me sé de algunas espectaculares–, pero jamás había acumulado tantas, de tanto calibre y en tan poco tiempo.

Mi impresión, basada en estas pinceladas y en algunos otros elementos de información que sería prolijo detallar, es que ETA está en una pendiente de decadencia muy pronunciada, camino de un descalabro que me sorprende por su velocidad. Preveía que iba a decaer, pero más lentamente. Ha cogido carrerilla.

Escrito por: ortiz.2008/11/18 06:00:00 GMT+1
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2008/11/14 07:40:00 GMT+1

Localia, otro solar

He leído en El País una nota, lacónica y distante, en la que informa del cierre de Localia, cadena de emisoras locales de televisión perteneciente a su grupo empresarial. No me permitiré juzgar la calidad de Localia porque no le he seguido el rastro, ni poco ni mucho –para empezar, la señal me llegaba fatal–, pero me ha parecido tirando a extravagante que las razones esgrimidas por Prisa para dar el cerrojazo se refieran todas a terceros, y ninguna a su propia gestión: que si la TDT, que si la crisis de la publicidad, que si la desregulación imperante en las emisoras de TV locales…  Por esa regla del tres, todas las emisoras locales de televisión deberían estar bajando la persiana y echando el candado, y no es el caso. Más probable me parece que, aparte de los problemas que menciona El País, haya habido otros. Por ejemplo: cuando apareció Localia, yo les telefoneé para decirles que veía muy mal su cadena y me respondieron que debía poner una antena específica para ver sus emisiones. ¿Una antena específica? Tengo ya cinco antenas: una para ver los canales de Astra, otra para los de Canal Satélite, otra para las emisiones de radio de FM, otra para la cosa del TDT y, en fin, otra más para lo de siempre, en plan analógico-terrestre. ¿Quieren que coloque otra más, para ver una programación que bastaba con echarle un vistazo en la parrilla del periódico para perder el interés?

Prisa entró en el mercado de las televisiones locales convencida de que haría en él de su capa un sayo, como lo hizo en el de las digitales. Pero no, porque ni ha sabido qué narices hacer con sus emisoras, ni cómo lograr que la gente las viera, ni pudo meterse en la oferta de las satélites, ni se ha hecho un hueco en las de TDT, ni ha logrado una potencia de señal suficiente para hacerse ver como las de siempre.

La razón por la que lamento el cierre de Localia es que varios cientos de periodistas (todo lo mal pagados que se quiera, pero con un empleo) se van a quedar en la calle. A algunos los he conocido. Unos más majos, otros menos; qué más da. Todos con derecho a ganarse la vida.

Esta profesión tiene cada vez más el aspecto de un solar.

Escrito por: ortiz.2008/11/14 07:40:00 GMT+1
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2008/11/13 05:00:00 GMT+1

De Juana y el ensañamiento

Es difícil encontrar un disparate jurídico tan magnífico como el que ha llevado al juez Eloy Velasco, integrante de la Audiencia Nacional, a dictar una orden de captura internacional contra Iñaki de Juana Chaos. El magistrado reclama su detención y traslado a Madrid para interrogarlo sobre… veamos: 1º) Sobre un escrito que no obra en autos, es decir, del que el instructor habla de oídas; 2º) Sobre un escrito del que las referencias que tiene el juez Velasco proceden del diario Gara, periódico al que la Audiencia Nacional ha negado credibilidad de manera sistemática y que ahora, cualquiera sabe por qué, es tomado por tan fiable como un acta notarial; 3º) Sobre un escrito que, según esas referencias indirectas, fue leído por una persona que el juez ni siquiera sabe quién es, ni quién se lo dio, ni nada de nada.

No se puede obrar con menos soporte material. En teoría, a De Juana le habría bastado con presentarse ante el juez y pedirle que le enseñe el documento en cuestión para poder reconocer o negar su autoría, y el magistrado Velasco sólo habría podido mostrarle un recorte de prensa, carente del menor valor probatorio. Pero parece que el exrecluso de ETA no quiere pasar por esa eventualidad, porque teme que el juez, amparado en el amplio crédito social que le otorga el hecho de que buena parte de la población española odia a muerte (sí, a muerte) al fugitivo, decida encarcelarlo de nuevo, sea por esto, por lo otro o porque sí.

Hay otro aspecto de la iniciativa judicial contra De Juana que me deja perplejo. Parece que el magistrado de la Audiencia Nacional considera que puede constituir un delito de enaltecimiento del terrorismo el hecho de que el escrito leído en el acto de homenaje a De Juana el pasado 2 de agosto en la Parte Vieja de Donostia alabara a Txomin Iturbe. Cualquiera con un mínimo conocimiento de la historia de ETA sabe que Iturbe se distinguió en el último tramo de su vida, antes de su muerte en Argelia en circunstancias nunca del todo aclaradas, por su defensa a machamartillo de una salida negociada a la violencia, que implicaría la desaparición de la organización armada. La iniciativa de Iturbe fue respaldada, discreta pero resueltamente, por los gobiernos de España y Francia, que lo excarcelaron y permitieron que se refugiara en Argel para encabezar las negociaciones con el Gobierno de Felipe González. ¿Ensalzar a Txomin Iturbe es enaltecer el terrorismo o enviar un mensaje de apoyo al fin negociado de la violencia?

Escrito por: ortiz.2008/11/13 05:00:00 GMT+1
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2008/11/11 07:00:00 GMT+1

Dos soldados muertos

No sé si será necesario que deje claro que lamento la muerte de los dos militares españoles que cayeron anteayer en Afganistán víctimas de la acción de un combatiente suicida. Por si acaso, lo hago. No soy tan falsamente cínico como el sentimental Leonard Cohen, que masculló ante el cadáver de Janis Joplin, dándoselas de duro: “I can't keep track of each fallen robin” (En traducción libre: “No puedo ocuparme de cada pajarillo que fenece”).

Me duele la muerte de esos dos soldados, pero me lavo las manos de su mala suerte: nunca apoyé que fueran allí.

También lamento –ni más ni menos: igual– la muerte de los muchos hombres y mujeres afganos, de todas las edades (viejos, adultos, niños), que han perdido la vida en la zona en la que las tropas españolas están ejerciendo su labor supuestamente humanitaria.

Lo que no acepto es que los medios de comunicación de por estos andurriales digan que la muerte de los dos soldados ha sido un asesinato. Se ha tratado del resultado de una acción de guerra. Un trágico resultado, como suelen serlo casi todos los ligados a las guerras. ¿Las muertes de los soldados franceses causadas por nuestros ahora tan festejados guerrilleros durante la llamada Guerra de la Independencia fueron asesinatos? Si invades un país, solo o en compañía de otros, corres el riesgo de que los aborígenes se cabreen y se pongan a resistirse. ¿Hizo el Estado español un referéndum en Afganistán para saber si el pueblo afgano deseaba la presencia de sus tropas?

“La ONU lo refrendó”, argumentan. Sí, y también la Guerra de Corea. Y tantas otras barbaridades. Cuando quieran, hablamos del funcionamiento de las Naciones Unidas, y de cómo EE.UU. hace con ellas lo que se le pone, y los demás chitón.

Escrito por: ortiz.2008/11/11 07:00:00 GMT+1
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2008/11/06 06:00:00 GMT+1

Con Obama vienen los cambios

Aunque algunos sean mera coincidencia, como éste que comento aquí: a partir de mañana, mis columnas en Público serán más cortas. Un tercio menos extensas que las actuales. Van a introducir un rediseño en las páginas de Opinión. No me preguntéis nada, porque lo ignoro todo, salvo el asunto éste de la extensión, que me han comunicado por razones obvias, puesto que escribo a la medida. Desconozco las razones que han movido a la dirección del diario a efectuar el cambio –seguro que las tendrá– e ignoro si el nuevo diseño afectará también a otras secciones. Lo veré a la vez que vosotros, cuando baje por la mañana a comprar el periódico.

No me importa demasiado, salvo por una razón: tendré que rehacer todas las columnas de adelanto que tenía escritas. Algunos columnistas contamos con lo que en la jerga del periodismo escrito se conoce como nevera: un puñado de artículos congelados, referidos a temas más o menos intemporales, a los que la sección puede recurrir en caso de emergencia. Pongamos que el columnista sufre un súbito ataque de apendicitis y es operado: durante los días en que se halla fuera de juego, se echa mano de la nevera y se sale del paso.

También puede ocurrirle que se halle en un lugar en el que, para su sorpresa, no encuentre modo de enviar su columna por correo electrónico. Habrá quien considere que es muy raro que algo así pueda suceder en estos días de ahora, y raro sí que es, pero posible también: a mí me ha sucedido. En tal caso, lo mismo: se recurre a la nevera.

Pero la nevera contiene columnas de un determinado tamaño. La que yo tengo en Público contiene una docena de columnas de 2.200 caracteres (a veces algunos menos; nunca más), que es el tamaño que tenían hasta ahora. A partir de mañana habré de jibarizarlas para dejarlas en los 1.700 caracteres (a veces algunos menos; nunca más) que van a tener.

La extensión de las columnas es otro asunto digno de mención. A mí me ha tocado escribirlas de todo tipo: cortísimas, cortas, algo más largas y tirando a largas. Las que escribí hasta septiembre de 2007 en El Mundo tenían unos 2.800 caracteres (eran de las tirando a largas), pero en los comienzos de ese periódico publiqué a diario un billete cortísimo, de unos 400 caracteres, que firmaba como “Landrú”.

En algún punto intermedio entre ambos extremos se hallan las columnas que he escrito hasta hoy en Público, que ya han tenido dos tamaños distintos y van a por un tercero.

Cada extensión exige un estilo diferente. Un billete de 400 o 500 caracteres, como los que escribió a diario durante años Robert Escarpit en la primera página de Le Monde, exige una capacidad de síntesis y una brillantez excepcionales. De hecho, casi todos los imitadores de Escarpit han fracasado, algunos de manera lastimosa, por más que haya diarios que los mantengan a hoz y coz. En realidad, es más difícil hacer una columna de 10 líneas que otra de 90.

Mis columnas en Público se habían instalado hasta ahora en un terreno intermedio. El espacio disponible no me permitía ser tan detallado y explicativo como lo era en mis columnas de El Mundo y dificultaba mi tendencia natural a adornarme, que diría un taurino, pero tampoco me constreñía en exceso. A partir de mañana, habré de ser más sintético (espero que no más superficial) y dejarme de perifollos literarios y de digresiones, por bien traídas que me parezcan.

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Y ya que habéis aguantado este rollo hasta aquí, os premiaré contándoos una pata de banco genial que oí ayer en la radio. Declaraciones de Zapatero: dice que el accidente de avión en el que ha muerto Mouriño, mano derecha del presidente mexicano, ha sido “un duro golpe”. ¡Y tan duro! ¡Seguido de incendio, incluso!

Escrito por: ortiz.2008/11/06 06:00:00 GMT+1
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2008/11/03 06:00:00 GMT+1

Cosas de traca

Quienes me leen con cierta frecuencia saben del mucho apego que le tengo al País Valenciano,  en uno de cuyos pueblecitos, en la comarca del Alacantí, cuento con una casa  –cuya hipoteca acabé de pagar hace años, por fortuna– a la que espero poder retirarme cuando me llegue la jubilación, si no me quedo antes por el camino.

Me gusta el País Valenciano. Cuando empecé a ir por allí con cierta frecuencia, a comienzos de los 80, me echaba algo para atrás la sequedad de la tierra –los vascos le tenemos apego a los pastos verdes, por razones comprensibles–, pero con el tiempo le he cogido el punto. Ahora me gustan esos campos ocres en los que crecen almendros, limoneros y naranjos, a veces en laboriosas terrazas. Aparte de que quien algo quiere algo le cuesta: un clima tan estupendo como el de mi segunda tierra es incompatible con un régimen de lluvias como el del Cantábrico.

Que me guste el País Valenciano no quiere decir que me guste todo lo del País Valenciano (como tampoco me gusta todo lo de Euskadi, ni mucho menos). Hay costumbres locales valencianas que no trago; en particular, su afición desbordada por la pólvora y el ruido. No hay fiesta popular que no resulte estruendosa, llena de tracas, petardos y otros artilugios similares, algunos, además, peligrosos.

Detesto también el trajín que se traen a medias entre la elite política y los especuladores inmobiliarios, que está dejando la costa hecha unos zorros. La crisis ha atemperado algo la desbocada codicia de los unos y los otros, pero buena parte del mal ya está hecho, y a buen seguro que en cuanto puedan volverán a la carga.

Pero hay otras muchas cosas que me gustan. Aparte de algunas delicias gastronómicas –por la zona donde yo paro hay bastantes sitios donde preparan arroces que son de auténtico campeonato– y del mar Mediterráneo ya cercano de África, en el que puedes estar  nadando o buceando todo lo que quieras sin coger una tiritona, está el pueblo y la expresividad de su lenguaje, con el que a menudo me lo paso en grande.

Es directo a más no poder. Algunos de sus dichos los he incorporado a mi habla propia, porque me parecen geniales. Un ejemplo: para describir lo que en castellano suele decirse “ir como puta por rastrojo” (expresión bastante desagradable, por cierto) o, más finamente, “ir volado”, por allí suelen decir “ir como cagallón por acequia” (en valenciano, claro).

Tampoco es que sea muy fino, desde luego, pero cualquiera que haya visto circular a toda velocidad un buen pedazo de excremento por una acequia, de las que hay tantas en sus huertas, lo entiende a la primera.

Se me ha ocurrido todo este rollo porque hace unos días leí un reportaje en el diario Información, de Alicante, en el que se relataba cómo reaccionó Trinidad Martínez, alcaldesa de San Fulgencio. San Fulgencio es un pueblo de proyección turística situado en la Vega Baja en el que ha habido un sainete de corrupción que si Almodóvar lo mete en una película le dicen que se ha pasado diez kilómetros. El periodista pregunta a la alcaldesa, socialista ella, sobre su estado de ánimo y la señora Martínez, que veía cómo la policía la tenía sometida a vigilancia, ofreció una muestra de ese lenguaje popular y desinhibido que tanto me divierte. Le respondió: “Estoy cagá”.

Con razón. Pocas horas después fue detenida.

Escrito por: ortiz.2008/11/03 06:00:00 GMT+1
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