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2023/01/18 07:45:00 GMT+1

Un libro que internet ha hecho posible

Bueno, pues hoy estamos de despedida.

Hoy acaba la vida de este blog en la web de Javier, porque ha llegado el momento de cerrar una larga etapa que comienza, más o menos, en enero de 2006 (si contamos la relación epistolar y lectora con Ortiz nos vamos a julio-agosto de 2000: más de 22 años). Creo que seguiré escribiendo en Harrikadak y, probablemente, también lo haga en castellano. Pero todavía no lo sé.

Este es el texto que escribí como prólogo de la antología Javier Ortiz, talento y oficio de un periodista. Podéis pedir el libro en vuestra librería de confianza, así como a través de la web de la editorial Akal en el enlace del título que he puesto anteriormente.

Por cierto, todos los textos de ese libro están disponibles aquí: Desde Jamaica, Apuntes y El dedo en la llaga.

Pensé que ya lo había publicado en el blog, pero lo he buscado y no ha aparecido.

Es un resumen de todos estos años, así como una lista de agradecimientos.

Como no me gustan las despedidas, os dejo con él.

Eskerrik asko eta agur!

Un libro que Internet ha hecho posible

«No combatí contra el franquismo para que hubiera democracia, sino para conseguir que existiera libertad»
Javier Ortiz. 3 de enero de 1998
«Carpinteros, cerrajeros, estucadores, albañiles; a veces los oigo discutir de su trabajo en el bar (...) Entre tanto, me veo a mí mismo braceando entre sombras, incapaz de nada, vacío un día tras otro. Echo de menos esas certezas artesanas (...) Ya sé que un libro no tiene la solidez de una casa, pero en Moscú quedan pocas casas de las que se construyeron cuando Tolstói vivía, y, de la vieja Alexanderplatz berlinesa, qué quedaría de no ser por el libro de Döblin»
Rafael Chirbes. De su texto «Trabajo», recogido en el libro Por cuenta propia. Leer y escribir
«Aquí hay mucha fatiga y muchos sofocones. Pero juramentos, ni uno. Un voluntario no tiene derecho a decir juramentos. Si no quiere trabajar, que lo deje»
Josetxo Mayor. Reportaje de Ander Izagirre titulado «Los caminos de Josetxo» que apareció en el libro Cuidadores de mundos. Josetxo limpió el monte Ulia (Donostia) durante 27 años de modo altruista.

La Patera

Fue la Patera, una lista de correo en internet, la que hizo posible este libro.

He contado en numerosas ocasiones que conocí a Javier cuando abandonó la redacción de El Mundo en julio del año 2000. Dejó su despacho, pero continuó colaborando con el periódico dirigido por Pedro J. Ramírez.

Para no perder contacto con sus lectores, puso en marcha una web bastante rudimentaria que alimentaba diariamente con apuntes bajo el título Diario de un resentido social. Yo era un recién llegado a Internet y, aunque por aquel entonces no se usaba tal nombre, fue de los primeros blogs que seguí habitualmente.

Un buen día de aquel verano decidí escribirle un correo electrónico que encabecé con un «¡Ortiz, eres el puto amo!» Seguramente no lo habría hecho si él hubiera continuado en El Mundo, ya que me daba reparo escribir una carta al subdirector de Opinión de un periódico como aquel; tenía menos carga enviarle un correo electrónico a alguien cuyo e-mail acababa en mundofree.com.

La cosa es que Javier me contestó con rapidez y, a partir de ahí, trabamos una relación que duró hasta su muerte.

Sabiendo que había una comunidad de lectores y de lectoras que teníamos relación directa con nuestro amigo, pero no entre nosotros, a comienzos de septiembre pusimos en marcha una lista de correo que bautizamos con el nombre de la Patera. Varios nos vimos por vez primera a comienzos de noviembre de 2000 en una cervecería de la plaza de Santa Ana de Madrid. A los pocos días, Javier se fue de viaje a Indonesia. Después de beber y de cenar algo, nos fuimos a ver un concierto de Ruper Ordorika, residente aquella semana en el Café Central.

Gracias a las reflexiones diarias de Ortiz y a los mensajes que nos enviábamos en la lista, hice una especie de máster que duró tres años y medio.

Para mí, y creo que también para muchas de las personas que nos juntamos en aquella comunidad lectora, fue una época ilusionante, a pesar de que los tiempos eran tan oscuros como los de ahora. Quizás es que simplemente era más joven. Coincidió con la segunda legislatura de José María Aznar, un periodo de mayoría absoluta en la que el líder del Partido Popular se soltó el cinturón, se zafó de las fajas nacionalistas vasca y catalana y puso los pies encima de la mesa de Bush para acabar sacándose la foto del trío de las Azores (cuarteto con Durão Barroso) a las puertas de la Guerra de Iraq de 2003.

Recuerdo especialmente las elecciones al Parlamento de Vitoria de mayo de 2001, aquellas que ganó Ibarretxe frente al tándem Mayor Oreja-Redondo Terreros. No había redes sociales, pero teníamos una lista de correo para cambiar impresiones, debatir, pelearnos y seguir la noche electoral.

Renovación de la vieja PWJO (Página Web de Javier Ortiz)

En abril de 2004 amarramos la Patera a una isla. Tocaba cambio de rasante. Perdían fuerza las listas de correo y entrábamos de lleno en la época de los blogs.

Yo era miembro de una asociación de internautas llamada Eibar.org. Uno de los socios fundadores se llamaba Luistxo Fernández y fue él quien se empeñó en que debíamos montar una comunidad de blogs al calor de la web de la asociación. Fernández nos dio un curso una mañana de sábado en julio de 2004 y me sumé a la iniciativa con Harrikadak.

Metidos ya en el año 2005, el propio Luistxo y Gari Araolaza nos propusieron renovar la artesanal y vieja web de Ortiz. Ofrecieron los servicios de su empresa (CodeSyntax), convencieron al mestre y acabaron el lavado de cara para presentarlo en sociedad el 24 de enero de 2006, cumpleaños de nuestro periodista de cabecera. Alrededor de ella, pusimos en marcha la comunidad de blogs Voces amigas y fue ahí donde creció la versión en castellano, mis Pedradas.

Por el camino sucedieron bastantes cosas, algunas de ellas buenas, otras no tanto. Javier dejó su colaboración bisemanal en El Mundo y pasó a escribir diariamente en Público. Fue Nacho Escolar, primer director del periódico, quien lo fichó. Aquella aventura acabó como acabó, pero Javier tuvo la mala idea de morirse antes de ver lo que Isaac Rosa en estas mismas páginas define como «lamentable final [...] cerrado por su propietario, Jaume Roures, aplicando a los trabajadores la misma reforma laboral contra la que había editorializado y dejando una deuda impagada a los colaboradores».

La muerte de Ortiz sucedió la madrugada del 28 de abril de 2009. A los pocos días, comencé a coordinar su web y la dinamicé durante varios años: primero, dando visibilidad a columnas, artículos y otros textos de Javier; luego, abriendo un apartado con todas aquellas personas que escribieron mensajes públicos en recuerdo de nuestro añorado amigo; más tarde, gracias al material que nos facilitó Pedro Cuartango, publicando todas las columnas y demás artículos que Javier escribió en El Mundo y, finalmente, traspasando la mayoría del material de la vieja PWJO a la renovada en enero de 2006.

No lo hice yo solo: me ayudaron varias personas que cito más adelante.

¿Un libro?

Una vez finalizado el trabajo más laborioso, el segundo semestre de 2017 tomó cuerpo una idea que llevaba mascando varios años.

Creo que la chispa fue una lejana conversación en Twitter con Beñat Irasuegi y Gorka Bereziartua. Uno de ellos dijo que los textos de Javier pedían a gritos una antología en papel, el otro secundó la moción y esa idea quedó para siempre revoloteando alrededor de mi cabeza. Porque tal y como le sucede a David Fernàndez, hay textos de Javier que pueden ocupar la cabecera de cualquier tablón de corcho de toda casa que se precie.

Durante mucho tiempo, siempre pensé que la selección debería hacerla otra persona. Pero nadie se animó y, a lo largo del 2017, llegué a la conclusión de que me tocaba mover pieza. Tengo apuntado el día en el que comencé: 18 de diciembre de 2017.

A finales de ese año, le escribí a Pascual Serrano (pensé que él era el editor de Foca Ediciones), pero me sacó de mi error y me puso en contacto con Jesús Espino. Le planteé la idea y le gustó. Básicamente consistía en lo que tenéis entre manos: un centenar de textos de Javier y el acompañamiento de tres personas que nos dieran su visión de nuestro amigo.

Javier reconoció en algún momento la paternidad de unos 5.000 artículos y columnas (había muchos textos suyos que no tenían su firma, ya que aparte de su labor como negro para varios autores, escribió un buen número de editoriales). Pronto caí en la cuenta de que era impensable que yo pudiera leerme con la calma debida toda su obra durante el 2018. Y es que el libro debía estar en las librerías en abril de 2019 para conmemorar el décimo aniversario de su muerte.

Nuestro periodista de guardia distinguía también dos etapas de su vida: una como periodista militante y otra como periodista comercial. Digamos que esta comenzó, con matices, cuando fue contratado por Pedro J. Ramírez en El Mundo.

Como he señalado anteriormente, esa época la teníamos ya en la web y, además, considero que es su mejor etapa, la más madura. Había también una buena ristra de conferencias, presentaciones y otros textos más extensos que una columna de 2.700 caracteres. Su Diario de un resentido social y su continuación, los Apuntes del Natural, sin olvidarnos de sus Dedos en la llaga ya en Público. Si mis cuentas no me fallan, debo de haber consultado unos 3.000 textos.

El libro arranca con una conferencia y acaba con otra: la primera habla de periodismo, fue escrita en 1991 y actualizada en sucesivas ocasiones; la segunda sirvió para inaugurar en el 2001 el local del colectivo Liberación en Madrid y la elegí como cierre porque tiene un punto de esperanza. Exceptuando el lugar que ocupa esta última conferencia, el orden seguido es cronológico.

La mayoría de los textos elegidos son columnas de El Mundo, aunque aparecen varias escritas en Público y apuntes varios de su web. Javier ponía especial interés en los textos publicados en los periódicos porque, tal y como dijo en reiteradas ocasiones, era su principal fuente de ingresos y la forma más fácil de llegar a un público masivo. Pero es obvio que su refugio en internet le permitía hacer confesiones que no podía en plazas más concurridas. Es interesante ese contraste.

Quienes hayáis leído a Ortiz a lo largo del tiempo no os vais a sorprender con el contenido del libro. Espero y deseo que quienes no lo conocíais (por ser demasiado jóvenes, por ejemplo) os acerquéis a una pluma que sigue poniendo el dedo en la llaga, porque como dice Garbiñe Biurrun «es cada día más necesario y [...] cada vez escribe mejor».

Hay muchas referencias a Euskadi (a mí me gusta más Euskal Herria) y sus escritos contra ETA (Miguel Ángel Blanco, Carlos Herrera, Jesús María Pedrosa, José Ramón Recalde, Isaías Carrasco, entre otros), Cataluña (Girona, su música, su cultura, pero también la política de Maragall, Pujol y Cía), sobre la cárcel (su paso por ella, el momiviento insumiso y las muertes en prisión, así como el caso de Sebastián Rodríguez) y con su voz en defensa de los derechos humanos y contra la tortura y la pena de muerte, así como en favor de la libertad de expresión (Egin, Euskaldunon Egunkaria) y de la inmigración.

Aparecen muchos dirigentes a quienes hemos padecido: la última época de Felipe González en el gobierno con los GAL (José Barrionuevo, Rafael Vera y Enrique Rodríguez Galindo) y la corrupción a la cabeza; las dos legislaturas de Aznar como presidente (Mayor Oreja intentando llegar a Ajuria-Enea); varios políticos de la Transición a los que Javier echa en cara actuaciones nada ejemplares (en especial, Manuel Fraga y Rodolfo Martín Villa...) como los sucesos de Vitoria el 3 de marzo de 1976 y los de Montejurra el 9 de mayo del mismo año, la ejecución de Puig Antich el 2 de marzo de 1974, los incidentes de los sanfermines de 1978...

Casi olvidaba citar aquí a Juan Carlos I (el 23F, sus negocios millonarios), pero tampoco quiero pasar por alto algunos topetazos con el poder (Botín y el Banco Santander), los políticos internacionales de talla sinvergüenza XXL (Mitterand, Bush, Hasán II, Berlusconi...); otras personalidades con un ego tan descomunal como los destrozos que causaron (por ejemplo, Baltasar Garzón) y el espacio para el Sáhara y para la afgana Malalai Joya.

El libro refleja su odio por los linchamientos públicos y su gusto siempre por el lenguaje, escribiendo a la pata la llana. Muestra la Iglesia como poder, pero también hace un guiño al trabajo de los curas de Entrevías. ¡Y qué decir de Santiago Calatrava!

Hay también homenajes a gente a la que le guardaba un cariño especial: César Vallejo y Ángel González, «Sin esperanza, con convencimiento»; Fernando Salas que «tenía puesto su despacho de abogado y de hombre en la esquina de la calle 26 con Broadway»; Lola Gaos, actriz que pagó «el elevado precio que sigue teniendo la integridad»; la Real Sociedad y el viejo Atotxa; sus recuerdos de San Sebastián y de su barrio de Gros, pero también Santander, Madrid y Aigües; el subcomandante Marcos; un homenaje a Marcelino Camacho en el que Javier cantaba quedo «¡Disidente, disidente!»; José Saramago y su rumor de memorias al recibir el Premio Nobel; Chicho Sánchez Ferlosio, a quien conoció personalmente trabajando ambos en el diario Liberación; la memoria de tres reporteros de guerra como José Couso, Julio Fuentes y Julio Anguita Parrado; Vázquez Montalbán cual Baroja de finales del siglo XX; Koro Erdozia allá a finales de los sesenta; Pilar Manjón, quien nos conmovió por su razón, no por sus lágrimas; el exilio de Bergamín y el no-exilio de Joaquín Navarro Estevan; su entrevista adolescente con Jorge Oteiza; Lacasta-Zabalza y Pablo Muñoz; la mirada distinta a sucesos que no ocupan titulares (una pintada en un muro, el comienzo de la primavera, un accidente de coche, un muerto el 11S, las chuches de Pepe...) Muchos son recuerdos escritos en el momento de la muerte, algo que no sé si dice más de la fijación del autor o de la del selector de los textos, si bien en mi defensa diré que Javier dejó escrito su obituario.

He destacado también algunos textos que dejan ver sus gustos musicales: Joe Hill, Bob Dylan, Lluís Llach, Paul Simon, Emmylou Harris, Bruce Springsteen, John Denver... sin olvidarnos de un desencuentro con la SGAE a cuenta de un amigo melómano que regentaba una tienda de discos.

Además, hemos recuperado algunas viñetas que Ortiz «dibujaba durante tantas tarde en Pásalo», como nos dijo una de las presentadoras de aquel programa de ETB, Adela González, cuando envió a la familia una recopilación de las mismas.

Agradecimientos y otras hierbas

Esto es posible en primer lugar por toda la comunidad de lectores y lectoras de Ortiz, especialmente por la gente de la Patera. Sólo voy a nombrar a dos personas que, desafortunadamente, murieron hace unos años: Fleya Ugalde y Alfonso Alargaor Martín.

Tienen también que aparecer por aquí las personas que han tenido o siguen teniendo algún tipo de relación con la web javierortiz.net: Juanjo Talavante, Jesús Cutillas, Luistxo Fernández, Gari Araolaza y la gente de CodeSyntax, Maria Zaloña, Pako Belmonte, Alberto Piris, Ángel Ferrero, Samuel Simón Pulido, Luis de la Cruz, Belén Martos, José de Lamo, Marcos Fernández, Iván Ortiz, Pablo Susinos, Manuel Couceiro, Pablo Fernández, Sorkunde Artetxe, Charo Díaz y Ane Ortiz.

A la pequeña comunidad que se ha mantenido activa en las redes sociales, eskerrik asko.

Lo mismo vale para Adela González, Ricardo y Nacho por las viñetas y para Jesús Espino por la edición. Además de agradecerles su aportación, quiero mencionar el motivo de la elección de quienes cierran este libro.

Echamos mano de Garbiñe Biurrun porque queríamos que estuviera una persona que participó en los homenajes que se hicieron cuando Ortiz murió. Garbiñe estuvo, concretamente, en el homenaje de finales de abril de 2010 (primer aniversario) celebrado en Koldo Mitxelena Kulturunea de Donostia y organizado por las Juntas Generales a iniciativa de Alternatiba.

Pensamos en Isaac Rosa porque él tomó el relevo de su columna en el diario Público.
El último libro que Javier presentó era uno de David Fernàndez: Crónicas del 6 y otros trapos sucios de la cloaca policial. La presentación tuvo lugar en la librería libertaria Malatesta de Madrid en febrero de 2009.

Haber dedicado tiempo, trabajo y cariño a una obra no la hace buena per se. En este caso yo no soy el autor y el mérito es de Ortiz. Yo he tratado de hacer lo mismo que Alfredo Di Stéfano le pedía a sus porteros: «Las que vayan para fuera, déjalas y no las metas en tu propia puerta; basta con que detengas alguna que vaya para dentro».

Sólo espero que lo que os encontréis a partir de aquí os guste tanto como a mí y que seáis parte de lo que Ortiz dejó por escrito el 22 de marzo de 2008: «lo importante es razonar, es decir, animar a razonar. Vas tú y dices cómo ves las cosas, para que los demás hagan lo mismo, y así tratamos de ir aclarándonos».

Escrito por: iturri.2023/01/18 07:45:00 GMT+1
Etiquetas: foca_ediciones jor_periodista libro agur | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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