En 1966, en San Sebastián, en la calle Zabaleta, en el barrio de Gros, había una cafetería que tenía una especie de reservado en la planta baja. El dueño cedía aquel local para que cada martes, todas las semanas, se reuniera una quincena de jóvenes que habían montado un círculo de estudios clandestino. Si la Policía franquista hubiera podido espiarles, habría comprobado que desarrollaban actividades subversivas peligrosísimas. Por ejemplo, analizar detenidamente, capítulo por capítulo, la Crítica de la razón Dialéctica, de Jean Paul Sartre.
En el grupo había gente muy joven -éste que suscribe tenía entonces 18 años- y otra algo más crecidita. El mayor de todos tenía 34 años. Era un profesor de la Universidad llamado José Ramón Recalde. Los reunidos sabíamos que José Ramón Recalde era el jefe de ESBA, la rama vasca del FLP (del Felipe, que se decía), grupo político del que se conocían sólo cuatro o cinco integrantes más en la capital guipuzcoana.
A decir verdad, la intelligentsia izquierdista donostiarra de la época no daba para muchas alegrías. Éramos pocos y nos conocíamos todos. En aquel círculo de estudios, unos eran del PCE, otros de ESBA, otros de ETA -de la rama que sería expulsada en diciembre de 1966, antes de que sonara el primer tiro, acusada de «nihilismo nacional» y de españolismo- y otros de ninguna organización concreta. Pero todos nos considerábamos de lo mismo, del bando antifranquista único, y nos ayudábamos en lo que podíamos. Si unos pasaban a estar en el punto de mira de la policía franquista, los otros los refugiaban, o les guardaban los papeles comprometedores. Y al revés.
En aquel grupo tuvimos incluso una esporádica representación del PSOE. Recuerdo que el difunto hermano de Enrique Múgica, Poto (Fernando Múgica), llegó una noche a la reunión y dijo con sorna: «¡Aquí llega el 50 por ciento del PSOE!». Lo más curioso es que era cierto.
De ese partido entonces no era casi nadie. Para qué. Ni hacía nada ni pintaba nada.
Los asistentes a aquellas reuniones donostiarras de los martes sabíamos que Recalde y otro de los integrantes del grupo, Pablo Bordonaba, habían estado más de un año en la cárcel. Alguien me contó que habían sido víctimas de una trampa de la policía política. Dos agentes provocadores se habían presentado en casa de Recalde diciendo que eran mineros asturianos que escapaban de la represión y que necesitaban pasar a Francia. Recalde y sus amigos quisieron ayudarles a cruzar la frontera y acabaron en prisión. ¿Por qué les montaron esa trampa repugnante? Que yo sepa, lo único que hacían era hablar. Y escribir.
Ayer, casi 40 años después, José Ramón Recalde recibió en la puerta de su casa la visita de otro heraldo negro.
A éste también parece que le molestaba lo que el ya viejo profesor decía: le disparó en la boca.
Escuché anteayer a Arnaldo Otegi. Dijo: «El Estado ha elegido el camino de la represión». ¿Y qué camino han elegido los tuyos, Arnaldo? ¿El de la concordia, tal vez? Explícamelo, que no lo entiendo: ¿qué delito ha cometido José Ramón Recalde que le haga merecedor de la pena de muerte y obligue a ejecutarlo sumarísimamente?
Supongo que la muchacha de la capucha negra que disparó contra José Ramón es demasiado joven como para saber que, hace décadas, ese viejo profesor se lo jugó todo para que algún día ella o cualquier Otegi pudieran decir libremente ante los micrófonos de las radios y las televisiones lo que le viniera en gana.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (15 de septiembre de 2000) y El Mundo (16 de septiembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de agosto de 2009.
Comentarios
"De ese partido entonces no era casi nadie. Para qué. Ni hacía nada ni pintaba nada." No había leido nada tan cierto, pero que curioso, parece que es el único que ha trabajado por este pais.
Y ciertamente ¿cuantos viejos profesores han trabajado sin que se les recuerde?
Escrito por: aurora.2009/08/03 18:21:45.773000 GMT+2