2007/12/27 05:30:00 GMT+1
Una de las pocas tradiciones navideñas de las que no me aparto, suceda lo que suceda, es la de no tragarme el mensaje protocolario del Rey. En casa de la familia de mi mujer, igual que en tiempos en la de mi madre, tenemos asumido con plena naturalidad que, cuando llega esa hora de la Nochebuena, se apaga la televisión y ya está.
Este año pasamos por un momento de debilidad y zapeamos a ver qué capítulo de los Simpson estaban dando a esa hora (siempre están poniendo algún capítulo de los Simpson en algún canal), pero en cosa de nada comprobamos que los circunstanciales rivales de Juan Carlos de Borbón también se estaban repitiendo.
Al día siguiente pude comprobar lo que compruebo todos los días de Navidad, a saber: en primer lugar, que los medios de comunicación hablaban a coro del mensaje del Rey como si fuera un mensaje del Rey, y, en segundo término, que apenas ninguno se privaba de referirse a la “Monarquía democrática”.
Punto primero: no hay mensajes del Rey. El Rey lee los textos que otros le escriben. Se los ponen en una pantallita y él los recita. El texto de lo que balbucea no lo ha escrito él, que es ágrafo. Se trata de una suma de tópicos que pactan sus amanuenses y los de La Moncloa. Resulta de coña que haya gente dispuesta a hacer año tras año la exégesis solemne de los lugares comunes acordados por los especialistas de la Casa Real y de Presidencia de Gobierno como si fueran ideas de gran trascendencia.
Segundo bobada: lo de la “Monarquía democrática”. ¿Qué diablos es eso? Una Monarquía no puede ser democrática. Por definición. ¿Qué tiene de democrático que alguien ocupe un puesto porque es hijo o nieto de otro señor al que tampoco eligió nadie? Un Rey podrá coexistir con un régimen parlamentario, y hasta llevarse bien con sus administradores (hay gente para todo), pero la única manera que tiene de ser él mismo demócrata pasa forzosamente por abdicar y favorecer que la titularidad de la Jefatura del Estado se decida en las urnas. Aunque resulte elegido otro papanatas.
Ya sé que todo esto es elemental. Pero, como tanta gente se empeña en negarse a admitir hasta lo más elemental, es forzoso insistir.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (27 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Tales para cuales.
Escrito por: ortiz.2007/12/27 05:30:00 GMT+1
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2007/12/26 05:30:00 GMT+1
Ayer me quedé dormido con la radio encendida, como siempre, pero olvidé presionar el botoncito de sleep, ése que sirve para que el aparato se apague al cabo de un tiempo.
Avanzada la madrugada, me desperté justo a tiempo de oír a un radiopredicador contar la historia del portal de Belén, María y José, los pastorcillos, la estrella, los Reyes Magos y todo lo demás.
Por supuesto que ya me la sabía, pero hacía mucho que no se la oía a alguien que la pormenorizara con tanta fe y tanto entusiasmo.
No es mi deseo ofender a nadie en sus creencias, pero la verdad es que se trata de un relato que presenta grandes lagunas lógicas.
Teniendo en cuenta la duración de la Historia, en la que 20 siglos no es nada, la decisión de Dios de presentarse en la Tierra precisamente en Palestina y precisamente en aquel tiempo no revela una lucidez demasiado divina. Si lo que quería era dar un mensaje a la raza humana, le habría salido más a cuenta esperarse a nuestros días: lo habría podido transmitir por la CNN y su difusión urbi et orbi habría estado garantizada. O, en todo caso, una vez tomada la decisión de bajarse de los cielos para intervenir en nuestros asuntos, ¿por qué hacerlo sólo una vez? Nada le impediría hacerlo cada tantos años, para tenernos firmes. Un Cristo cada década, dedicado a multiplicar los panes y los peces y a fabricar vino en las bodas, resucitando muertos por aquí y por allá, aseguraría nuestra fe hasta el límite de lo imposible. Es como lo de su madre, empeñada en aparecerse a pastorcillos europeos cada tanto, pero siempre hace mucho y siempre en rincones rarísimos.
Hace falta tener ganas de creer para creerse todo eso.
Lo cual nos remite al asunto fundamental: las ganas de creer.
Como suelo decir a mis amigos cristianos, admito humildemente que creen en cosas bastante menos improbables que algunas en las que creo yo. La justicia social, por ejemplo.
Las hay a montones. ¿Han visto ustedes alguna vez la lista de ceros y unos de una fotografía digital? Impresionante.
Que eso se pueda transmitir por el aire resulta mucho más increíble que el misterio de la Santísima Trinidad.
Pues resulta que es verdad.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (25 de diciembre de 2007 en la edición catalana y 26 de diciembre en las restantes). También publicó apunte el 26: Un cuestionario.
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2007/12/25 12:15:00 GMT+1
El 25 de diciembre es uno de esos días en los que la prensa de Madrid no sale. En realidad, sólo sale la de Barcelona, que hace lo propio el 26. En consecuencia, no hay “Dedo en la llaga”, salvo en la edición catalana de “Público”. Mañana lo pondré.
Tampoco he escrito “Apunte del Natural”, primero porque me he levantado a las 12 y con un cierto dolor de cabeza, que algún malintencionado podría confundir con algo de resaca; segundo porque tengo que salir de nuevo de viaje, y tercero, porque me imagino que hoy esta página recibirá bastantes menos visitas que de diario.
Así que Feliz Navidad y todo eso, y mañana será otro día.
Escrito por: ortiz.2007/12/25 12:15:00 GMT+1
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2007/12/24 05:30:00 GMT+1
Si Tele 5, La Cuatro, La Sexta o La Duodécima quieren montar un debate cara a cara entre Rodríguez Zapatero y Rajoy, allá ellas. Son negocios privados y tienen derecho a programar lo que les dé la gana. Es una lástima que sea así, pero es así.
Quien no tiene derecho a actuar de ese modo es TVE. Porque la televisión pública se nutre de los impuestos del conjunto de los ciudadanos, razón por la cual se debe al conjunto de la ciudadanía, vote cada cual lo que vote. O lo que no vote.
Si los directivos del mal llamado ente público se tomaran el trabajo de consultar los resultados de las últimas elecciones, verían que hay un taco de gente que tiene opciones políticas distintas de la de los dos señores a los que invita a debatir entre sí como si eso fuera el acabose. Yo no soy un votante compulsivo –más bien todo lo contrario–, pero, si tuviera una opción predilecta, me gustaría que la representación de mi candidatura pudiera debatir en igualdad de condiciones con esos dos señores, para que los potenciales electores supieran que mi gente tiene alternativas mucho más brillantes, estupendas y convenientes. Y hasta más divertidas, incluso (cosa nada difícil, dicho sea de paso).
La oferta de TVE constituye una completa arbitrariedad, destinada a atizar el bipartidismo, y la Junta Electoral Central debería impedir que tal cosa se materializara (aunque supongo que no lo hará, porque es como es, y ya lo ha demostrado demasiadas veces).
Lo que me deja del todo estupefacto es que Rodríguez Zapatero se avenga a ese plan de promoción bipartidista. Alguien que ha conseguido sacar adelante la legislatura –así haya sido a trancas y barrancas– gracias al apoyo de las minorías parlamentarias, debería darse cuenta de que su fuerza está en el pluralismo. No sólo porque es lo que más le ayuda, sino también porque es lo que más lacera a su adversario.
Pon a Mariano Rajoy en un plató en el que estén también representantes de los demás grupos políticos y escenificarás de la manera más gráfica su perfecto aislamiento.
Con un poco de suerte, podrás incluso abstenerte de hablar tú. Los demás te harán el trabajo. Gratis. Y encantados.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Un huevo.
Escrito por: ortiz.2007/12/24 05:30:00 GMT+1
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2007/12/23 06:20:00 GMT+1
“Una tirada de dados jamás abolirá el azar”, escribió Stéphane Mallarmé en uno de sus poemas más célebres, tenido por pieza inaugural de la poesía moderna.
Es discutible que el azar exista, salvo como convención del lenguaje. Un filósofo, también francés, Roger Garaudy, sostuvo hace más de medio siglo que lo que llamamos “azar” es tan sólo el modo en que se manifiesta la necesidad: el resultado de la tirada de dados viene determinado por la posición que ocupan los propios dados en nuestra mano o en el cubilete, por la manera y por la fuerza con que los lanzamos y por otros condicionantes, tales como su peso, su temperatura, etc. Que seamos incapaces de diseccionar todos los factores que intervienen en cada suceso, y todavía más de controlarlos o predecirlos, no quiere decir que ocurran porque sí.
Es una reflexión sugestiva, pero tirando a ociosa. Más a ras de suelo que Garaudy (ventajas que tiene ser bajito), mi filosofía personal me dicta que, para abolir el azar, lo más práctico es trucar los dados. Como decía Al Capone: cuatro reyes y un revólver ganan a cuatro ases.
El azar y la suerte van cada uno a su aire, y conviene no confundirlos. El azar es lo que hace que a alguien le toque la lotería. La suerte es lo que hace que sea para bien o para mal.
Ayer tocó la lotería a bastante gente, que seguro que estará encantada con sus millones.
Hasta ahí, el azar. A partir de ahora, la suerte.
Hace bastantes años, cayeron un montón de millones en el pueblo que está justo debajo de mi casa, en la costa alicantina. Hechas las cuentas, hay que decir que aquella fortuna fue de lo más desafortunada. Hubo gente que se peleó hasta extremos de agresión física (“Me habías prometido un décimo y al final no me lo diste”, etc.), amigos que dejaron de serlo para siempre, familias que se escindieron… No faltaron tampoco los que aprovecharon el dineral para comprarse coches potentísimos, con los que se estrellaron en cosa de nada, convirtiéndose a toda velocidad en venturosos vecinos del otro barrio.
La suerte no depende en exclusiva del azar. En muy buena medida, hay que trabajársela.
Pero luego, claro, también hay que tenerla.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (23 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Las ganas de creer.
Escrito por: ortiz.2007/12/23 06:20:00 GMT+1
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2007/12/22 05:30:00 GMT+1
Me parece bien que se penalicen los malos tratos, pero no creo que se esté haciendo el debido esfuerzo para definir con precisión en qué consisten.
Se habla de la necesidad de penalizar los malos tratos a los niños y niñas. Hay algunos casos que son tan claros que están fuera de toda duda, pero otros resultan de difícil catalogación. Le oí decir a la hija de un amigo que, cuando era cría, más de una vez hubiera preferido que su padre le diera un tastás en el culo a que le echara algunas miradas fulminantes, de despectiva reprobación, en plan Júpiter tonante. Esas miradas de desdén, provenientes de alguien a quien ella admiraba, la herían y la humillaban. ¿Debería tipificarse penalmente ese tipo de mal trato? ¿Era mal trato?
Los adalides del pensamiento blando pretenden que es un crimen levantar la mano a un niño o una niña. Me niego a convertir eso en un dogma. Cada caso merece un examen específico. Depende de qué edad tenga la criatura, de cuáles sean las circunstancias, de qué lazos afectivos existan entre ella y quien la castiga… Una cosa es que repudiemos la disciplina de las viejas escuelas inglesas, con sus varazos en el patio, y otra que nos neguemos a que a veces haya que cortar con un cachete la reacción histérica de un crío. Todo socorrista marítimo sabe que, cuando va a salvar a alguien que se está ahogando, a veces debe adoptar métodos expeditivos para que el accidentado no se aferre alocadamente a él y se deje salvar. Algo semejante pasa con las personas que sufren ataques de vértigo en abismos de montaña. Se ponen fuera de sí y hay que sacarlas momentáneamente de la realidad para devolverlas debidamente a la realidad. No toda violencia es criminal.
Por supuesto que deben ser castigados los malos tratos. Pero, ¿dónde empiezan y dónde acaban? ¿Hay que perseguir la violencia machista en las relaciones de pareja pero tolerar los malos tratos a las mujeres en el resto de las relaciones humanas? ¿No es mal trato pagar menos a una mujer que a un hombre por el mismo trabajo? ¿No es mal trato obligar a una mujer a mentir para acceder al derecho al aborto?
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (22 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: La Lotería.
Escrito por: ortiz.2007/12/22 05:30:00 GMT+1
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2007/12/21 05:30:00 GMT+1
La sentencia referida al sumario 18/98 es tan amplia, abarca tantos asuntos –y a tantas personas– y se refiere a un espacio de tiempo tan dilatado, que resulta muy difícil emitir una opinión unificada sobre su totalidad.
Cabe decir, sí, un par de cosas.
La primera es que el procedimiento judicial ha sido lentísimo, y es de sobra sabido que la justicia lenta es siempre mala justicia.
La segunda, que el meollo doctrinal de la sentencia se apoya en imágenes y términos alegóricos y figurados (algunos muy mentados por los medios de comunicación: que si corazones, que si entrañas) que son ajenos al rigor jurídico y, por ello mismo, difícilmente debatibles.
Es cierto que el Código Penal español deja muy poco acotado el terreno de lo que los jueces pueden considerar delitos de terrorismo y lo que no. Pero no menos cierto es que, según lo que se ha dado en llamar “doctrina Garzón”, refrendada por esta sentencia, los círculos concéntricos de la pertenencia o la colaboración con ETA pueden extenderse hasta el absurdo.
Resulta particularmente llamativa la condena de los miembros de la Fundación Joxemi Zumalabe, basada en el argumento de que propugnan la desobediencia civil y, como eso coincide con los objetivos de ETA, merecen la cárcel. No hay ninguna prueba de que la Fundación en cuestión (integrada, hasta donde sé, por gente pacifista) haya tenido nunca lazos orgánicos con ETA. Pero da igual.
Conforme a la doctrina de “todo es ETA”, la siguiente podría ser procesar y condenar a las direcciones del PNV, EA y Aralar, porque sus objetivos coinciden, al menos en parte, con los de la organización terrorista.
Es un disparate. Imaginemos que los jueces de la Audiencia Nacional se hubieran decidido a aplicar esa misma lógica a los GAL. ¿Cuánta gente no coincidió con los objetivos de los que secuestraron, torturaron y asesinaron (a veces, según ellos mismos, “por error”) a decenas de personas? ¿Cuántos no les facilitaron las cosas, proporcionándoles infraestructura, o escribiendo y hablando en su defensa, justificándolos?
Si hubieran procesado al entorno de los GAL, el juicio tendría que haberse celebrado en el Bernabéu.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (21 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Dios proveerá.
Escrito por: ortiz.2007/12/21 05:30:00 GMT+1
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2007/12/20 05:30:00 GMT+1
Las guerras de independencia latinoamericanas en contra del dominio colonial español fueron, en lo esencial, guerras entre españoles, recién llegados al Nuevo Continente o asentados en él desde un par de generaciones, a lo sumo. Como muestra, baste decir que la familia de Simón Bolívar, El Libertador, procedía de Vizcaya, y que el padre del general San Martín, el de La Cruzada de los Andes, nació en Palencia.
Por vía de consecuencia, las clases dirigentes de los nuevos estados independientes fueron cosa de cachupines, es decir, de españoles de origen. Las poblaciones autóctonas no participaron en las batallas independentistas, salvo como carne de cañón.
La herencia de esa realidad es visible en la mayor parte de los gobiernos actuales de América Latina. Apenas hay dirigentes de extracción indígena. Tampoco mestizos. Cuando hablan de “la Madre Patria”, la retórica es sólo temporal: tal vez no estén hablando de su madre, pero sí de su bisabuela. El 99% llevan en la tez la prueba evidente de su origen europeo. Por eso resulta tan cómico que algunos de ellos nos dirijan a veces reproches sobre las tropelías cometidas por los colonizadores. Te ponen la respuesta en bandeja: “Esas barbaridades pudieron cometerlas tus antepasados, que fueron allí; no los míos, que se quedaron aquí”.
Cuando leo y oigo cómo se refieren muchos políticos y periodistas españoles a Evo Morales y a Hugo Chávez (con qué displicencia, con qué superioridad, con qué tono burlesco), se me hace inevitable pensar que sigue en marcha y bien engrasado el mismo espíritu fundacional de las independencias latinoamericanas: disputemos entre nosotros, pero que los indios patanes se queden en su selva.
¿Alguien se imagina a Juan Carlos de Borbón dirigiéndose a Vladimir Putin, cuyas impertinencias y salidas de tono son proverbiales, exclamándole en público “¿Por qué no te callas?”, tuteo incluido? No sólo sería incapaz de tratar así a Putin. Tampoco a Mohamed VI, o a Gadafi, por mucho que le monten numeritos, que se los montan, en público y en privado.
No cerremos los ojos a la evidencia: la España eterna sigue llevando muy mal que haya indígenas protestones.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (20 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Aceite en el Metro.
Escrito por: ortiz.2007/12/20 05:30:00 GMT+1
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2007/12/19 05:40:00 GMT+1
No sé si se sabrán ustedes la gracia aquella del buen hombre que se dirige a un vecino y le dice que, por favor, le devuelva el libro que le prestó hace un año cuando estuvo en su casa. Y el otro le responde: “En primer lugar, no te conozco de nada. En segundo lugar, nunca me has recibido en tu casa. En tercer lugar, cuando estuve en tu casa no me prestaste ningún libro. Y en cuarto lugar, el libro te lo devolví hace tiempo”.
Hay gente especializada en defender posiciones que se dan de patadas entre sí. Invocar los sacrosantos principios del neoliberalismo para exigir al Gobierno que no se meta, ni regule, ni tome la menor iniciativa en los asuntos de la economía y, a la vez, echarle en cara el incremento del IPC, también llamado inflación, es de aurora boreal. O el Gobierno está obligado a intervenir para que las cosas no se salgan de madre o debe laisser faire, laisser passer. Lo que excede el ámbito de sus posibilidades es intervenir y no intervenir a la vez.
En mi criterio, debería intervenir mucho más de lo que lo hace. Muchísimo más. Porque un Gobierno se supone que está (hablo en teoría) para defender el interés de la mayoría de los ciudadanos, interés que puede –y suele– verse perjudicado por las ambiciones desmedidas de los negociantes, cuya lógica apunta en exclusiva a la obtención de su máximo beneficio particular.
Sostienen los neoliberales que para poner freno a ese peligro ya está la libre competencia, pero el argumento es más falso que un billete de tres euros, como comprobamos a diario todos los consumidores, viendo cómo no sólo las grandes multinacionales, sino incluso las empresas de medio pelo, como las que regentan los aparcamientos públicos, se ponen de acuerdo para concertar los precios de sus productos y servicios.
El Gobierno debería meter baza para rectificar esas tendencias insanas. Pero el problema es que él también adora el becerro de oro del capitalismo neoliberal, con lo que reclamarle algo así es perder el tiempo tontamente.
El Gobierno debería intervenir mucho más en la economía, pero para que quisiera hacerlo debería ser otro Gobierno. Un Gobierno socialista, por ejemplo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (19 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Racistas y clasistas.
Escrito por: ortiz.2007/12/19 05:40:00 GMT+1
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2007/12/18 06:18:00 GMT+1
No lo puedo afirmar rotundamente, porque no tengo prueba fehaciente de ello, pero es muy probable que algunos de los aviones que está utilizando ahora mismo el ejército turco para ametrallar a la población kurda sean de fabricación española. Así fue en anteriores ocasiones.
Es lo que tiene dedicarse a vender ingenios de guerra. Una vez vendidos, el comprador hace con ellos lo que le viene en gana. Y si los utiliza para atacar y matar a civiles, incluso aunque estén asentados en territorio de otro Estado, como es el caso, mala suerte. Sobre todo para los civiles.
Lo más singular del asunto es que Turquía, que es miembro de la OTAN, aspirante a integrante de la UE y aliado (y cliente, como digo) de España, actúa en aplicación unilateral de los mismos supuestos principios de integridad territorial que la OTAN, la UE y España le niegan a Serbia cuando se trata de Kosovo. O formulado al revés, si ustedes lo prefieren: la OTAN, la UE y España reconocen a la comunidad albano-kosovar los mismos derechos que niegan al pueblo del Kurdistán. Según ellos, los kosovares tienen derecho a su autodeterminación, como lo tuvieron antes los croatas, y los bálticos, y los eslovacos y unos cuantos más; pero, a los kurdos, que los zurzan. O que los bombardeen con las armas que nosotros mismos proporcionamos a los masacradores.
A los socios de la denominada “comunidad internacional” (que es como se llama ahora a los gobiernos de los Estados Unidos de América y de la Unión Europea) les tiene sin cuidado ser incoherentes, probablemente porque a quienes habitamos en sus latitudes no da igual que lo sean. O miramos para otro lado cuando lo son.
Aunque, de todos modos, hay que admitir que su incoherencia es sólo jurídica y de principios. En cambio, la lógica de fondo a la que se atienen es implacable. Los gobernantes de Washington quieren una ex Yugoslavia atomizada –neutralizada– y una Turquía fuerte. Ambas cosas por idénticas razones de geoestrategia, que la OTAN secunda fielmente. Se trata de tener lo más controlada la zona y lo más aislada a Rusia, que no les parece de fiar.
Y es que no lo es.
Lo mismo que ellos, que tampoco lo son.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (18 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Opiniones y gustos.
Escrito por: ortiz.2007/12/18 06:18:00 GMT+1
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