2008/01/26 06:15:00 GMT+1
Lo que Israel está haciendo con la población de Gaza, sometiéndola a un auténtico estado de sitio, constituye una flagrante violación de la legislación internacional. Todo el mundo lo sabe y buena parte del mundo, incluyendo muchos gobiernos, lo han dicho. Pero ¿qué más da lo que digan, si no hacen nada? Al Estado de Israel se le critica, se le reconviene, eventualmente se le condena… Pero jamás se le sanciona, ni se le corta ningún grifo. Faltaría más.
Israel fue producto de una gestación artificial. Jamás en la Historia moderna se había visto nacer un Estado cuya población no estuviera previamente unificada y asentada en un territorio concreto. En la Israel originaria había casi de todo, salvo oriundos. En la Palestina de 1880, apenas había 24.000 judíos. Y en 1919 no llegaban a los 90.000, pese a haberse iniciado ya la campaña de «retorno a la tierra prometida». En 1946, a dos años de la proclamación del Estado de Israel, ni siquiera eran aún medio millón. Pero la ONU acudió presta en su ayuda, elaboró un plan de partición (es decir, expropió tierras para regalárselas) y le dio vía libre. ¿Excusa? La fiereza del antisemitismo mundial aconsejaba dar al pueblo judío un espacio de asentamiento pacífico. Mala explicación. Primero, porque los palestinos musulmanes y cristianos son también semitas, y segundo, porque aquello fue desde sus orígenes cualquier cosa menos un espacio pacífico.
Washington ha proporcionado a Israel toda la protección, todo el dinero y todos los juguetes bélicos que ha necesitado. El poderosísimo lobby judío norteamericano, capaz de poner y quitar presidentes, le ha servido de constante aval. Gracias a ello, ha podido expandirse a su antojo y llegar a extremos tan aberrantes como el de sitiar a una población de millón y medio de personas, desabasteciéndola hasta de lo más elemental.
La UE murmura y no hace nada, pero la ciudadanía europea parece que empieza a despertar. Compruebo que hay bastantes documentos circulando, informaciones, denuncias, recogida de firmas, una convocatoria de manifestación para el lunes próximo ante la Embajada de Israel en Madrid…
Es aún muy poco. Pero es algo, al menos.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (26 de enero de 2008). También publicó apunte ese día: Euroconectores.
Escrito por: ortiz.2008/01/26 06:15:00 GMT+1
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2008/01/25 07:45:00 GMT+1
Ya sabemos que los islamistas detenidos en Barcelona iban a cometer un atentado en el metro de la capital catalana. Lo dice la Policía, lo respalda el ministro del Interior y lo ratifican los medios de información.
En realidad, rara es la vez que no conocemos de inmediato todos los crímenes que han cometido cuantos son detenidos: la Policía acusa, ellos lo admiten (es de agradecer la propensión que tienen en los últimos tiempos los detenidos a sincerarse con sus interrogadores), Interior y los jueces, modelos de transparencia, se lo cuentan todo a la Prensa (dándole incluso la versión que debe ser difundida, para ahorrarle trabajo) y ésta lo reproduce y certifica. Y a por la siguiente.
¿Quién se queja de la lentitud de la justicia? En España los juicios no son rápidos: son casi instantáneos. Los detenidos son condenados y puestos en la picota en cosa de nada.
Yo estudié periodismo en otro tiempo y en otras latitudes. En los setenta y en Francia. Nos enseñaban un oficio diferente. Se suponía que lo nuestro era informar. Los juicios y las sentencias quedaban para los tribunales. Recuerdo la indignación que nos produjo allí que un periódico español, Informaciones, que pasaba por ser de lo menos malo del franquismo, pusiera un mal día de 1975 como gran titular de portada: “Hoy se juzga a los asesinos del teniente Pose”. Nos dijimos: “¿Cómo pueden calificarlos de ‘asesinos’ si todavía ni siquiera han sido juzgados?”.
Ahora un titular así no escandalizaría a nadie. Tampoco a mí. (Por cierto que dos de los jóvenes a los que juzgaron aquel día resultaron condenados a muerte y fueron ejecutados.)
Me viene al recuerdo otro caso curioso: una joven vasca, Ainara Gorostiaga, fue detenida en 2002 en Navarra y acusada del asesinato de un concejal de UPN, José Javier Múgica. De entrada, nadie vio ningún problema: ella misma había confesado su crimen ante la Policía.
El problema vino en 2004, cuando se aclaró que Gorostiaga no había tenido ninguna relación con el asesinato de Múgica. Ni la más mínima. Tuvieron que ponerla en libertad sin cargos.
¿Por qué se había confesado culpable? ¿Por vicio?
Qué más da. Pelillos a la mar.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (25 de enero de 2008). También publicó apunte ese día: Haciéndose perdonar.
Escrito por: ortiz.2008/01/25 07:45:00 GMT+1
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2008/01/24 06:50:00 GMT+1
He leído los resultados de un sondeo que, según especifica su ficha técnica, ha sido realizado mediante entrevistas telefónicas. Y me he sulfurado. No porque su grado de fiabilidad sea mayor o menor –el rigor de los sondeos no entra en el apartado de mis principales preocupaciones: me sé demasiado bien cómo funcionan–, sino por la técnica misma.
Dicho por la brava: estoy hasta las narices de las entrevistas telefónicas. Se refieran a lo que se refieran. Me da igual que quien me llame lo haga por cuenta de Orange, de MoviStar, de Canal Satélite, de Demoscopia, de Metroscopia o del sursum corda.
Yo trabajo en mi casa y lo hago en un tipo de labor que requiere cierta concentración mental (que luego dé mejores o peores frutos es ya otra cosa). Cada vez que suena el teléfono, corro el riesgo de perder el hilo del pensamiento que estaba desarrollando. Y una vez que cuelgo, pierdo otro rato en recuperarlo.
“Déjalo descolgado”, me aconsejan algunos. Pero es que no: necesito que la línea esté disponible, porque recibo llamadas profesionales o de amistad que me interesan y me importan. Cuando las llamadas son de ese tipo, pago a gusto el precio de la desconcentración mental pasajera. Pero que me incomoden cada media hora para preguntarme si conozco las ventajas del abono múltiple ADSL + llamadas gratis, o las posibilidades del nuevo descodificador de Canal Satélite, o qué opino de la que han montado entre Esperanza Aguirre y Ruiz Gallardón, me saca de quicio. Representa una intolerable intromisión en mi intimidad y un abuso indignante de mi tiempo.
Debería haber una ley que penalizara esas prácticas. Lo he comentado con algunos amigos y he comprobado que somos cada vez más quienes optamos por colgar el teléfono ipso facto, tras disculparnos ante el trabajador o trabajadora que se gana la vida haciendo tales llamadas (que, por cierto, casi siempre son inmigrantes). Yo tengo ya automatizada una respuesta estándar: “Perdone usted, pero en esta casa no respondemos a ningún tipo de cuestionario”.
Otros tienen respuestas mucho más hirientes. Me apuntaría a ellas si fueran sus jefes los que estuvieran al otro lado de la línea.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de enero de 2008). También publicó apunte ese día: Zaplana, el brazo incorrupto del PP.
Escrito por: ortiz.2008/01/24 06:50:00 GMT+1
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2008/01/23 07:55:00 GMT+1
Dándomelas de listillo, hice hace meses irrisión –cariñosa, pero irrisión– de la buena gente que invirtió sus ahorros en la cosa filatélica y se quedó con un palmo de narices al saltar el tinglado por los aires. Les evoqué el viejo dicho castellano que recuerda que, por pura lógica, nadie da duros a cuatro pesetas. Ni siquiera en los tiempos del euro. Afirmé entonces, con mucho aplomo –con demasiado aplomo, me parece–, que los ahorradores más sensatos y prudentes se apuntan a inversiones de rentabilidad más discreta, pero más segura.
Veo ahora cómo están los mercados financieros y empiezo a preguntarme si hay alguna inversión que sea realmente segura.
Por supuesto que descarto la Bolsa, de la que tampoco me he fiado nunca. Es un negocio de fulleros. Se pasan el día adquiriendo y vendiendo expectativas, es decir, humo. “Esta empresa parece que va a subir como un cohete”, corre el rumor. Y todos se ponen a comprar acciones como posesos. Menos los que venden, claro. Lo constatamos en la época del gran boom de los sitios web más aireados. De repente, un chiringo con cuatro empleados y una oficina en Nueva York valía diez mil millones, porque iba a ser la de Dios. Y cuatro meses después, lo podías comprar en el Rastro por veinte céntimos.
En eso no me dejé engañar (no habría podido, aunque quisiera).
A cambio, lo que sí he hecho, como muchos cientos de miles de conciudadanos, es ir metiendo algunos dinerines, año tras año y con no poco sacrificio, en un plan de pensiones, por el aquel de poner un colchón suplementario a mi ya inminente vejez. Pero descubro ahora, con horror, que tampoco eso tiene nada de seguro. En medio de la crisis financiera que se ha desatado estos días a escala mundial, nada asegura que las aseguradoras (toma paradoja) sean capaces de asegurar nada.
Lo mismo me creía yo que estaba ahorrando en un modesto y prudente plan de pensiones y en realidad estaba comprándole sellos a cualquier Fórum Filatélico.
Estoy pensando en retomar la vieja práctica del calcetín y del colchón. Guardar los escasos ahorros en casa y no fiárselos a nadie, a la vista de que no hay nadie en el mundo financiero que sea de fiar.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (23 de enero de 2008). También publicó apunte ese día: Respuestas multiusos.
Escrito por: ortiz.2008/01/23 07:55:00 GMT+1
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2008/01/22 05:30:00 GMT+1
Reprochan a Ruiz Gallardón haber intentado servirse de la alcaldía de Madrid como trampolín para impulsarse a cotas más altas de poder.
Para que algo así escandalice, hace falta saber bastante poco sobre los usos y costumbres de la política profesional. En Francia es casi un sobreentendido: todo el mundo da por hecho que la mayoría de los que se postulan para alcaldes de las principales capitales (empezando por París, bien sûr) lo hacen con la vista puesta en los más altos cargos del Estado. Chaban-Delmas saltó de la alcaldía de Burdeos a la Jefatura del Gobierno. Chirac pasó del Ayuntamiento de París a la Presidencia de la República. Son muchos los que han sacado partido de otros cargos de poder local con idéntico fin: ahí están Ségolène Royal, presidenta del Consejo de Poitou-Charentes, y el propio Nicolas Sarkozy, quien, antes que ministro, fue presidente de Consejo departamental de los Altos del Sena.
En general, la ventaja que presentan los puestos de ámbito local, empezando por las alcaldías, es que lucen mucho y, a nada que quienes los ejercen no sean demasiado corruptos (o no se les note que lo son), desgastan muy poco. Basta con adecentar los cascos antiguos, inaugurar unos cuantos museos, peatonalizar las calles más garbosas, plantar unos cientos de árboles, construir varios pasos subterráneos para descongestionar el tránsito urbano… y ya está: a partir de eso, a visitar residencias de ancianos, a dar la mano a los transeúntes y a besar a los niños.
Esa técnica, tan cara a Gallardón, es necesaria, pero no suficiente. Puede bastar para ser reelegido alcalde, como los Pacheco, Vázquez y demás Elorza han demostrado repetidamente, cada uno en su momento. Pero para saltar a las cumbres del poder estatal se requiere, además, tener el respaldo de un partido con una estructura orgánica y financiera muy poderosa, y apoyos internacionales, y el visto bueno de la Banca, y la labor machacona de algunos grupos mediáticos comprometidos a fondo con el proyecto...
Él creyó que podía lanzarse al vacío sin red, apelando a sí mismo, sin más. Ahora ya sabe qué amargas facturas pueden pasar la petulancia y el engreimiento.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (22 de enero de 2008). También publicó apunte ese día: Cuatro vientos fuertes.
Escrito por: ortiz.2008/01/22 05:30:00 GMT+1
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2008/01/21 06:55:00 GMT+1
Varios tribunales de diversos países están dirimiendo litigios entre empresas que pleitean por la coincidencia de nombre de sus respectivas marcas comerciales. Las que tienen registrado un nombre se enfadan porque aparezcan otras que se hacen llamar igual o parecido.
En esto, como en casi todo, debería reinar el sentido común. Si yo instalo una fábrica de ordenadores y le pongo por nombre IBM, digamos, o Apple Macintosh, es lógico que las autoridades me exijan que me busque un nombre diferente. Como si lanzo un periódico y lo titulo L’Osservatore Romano.
Cosa bien distinta es cuando una empresa elige como marca un nombre propio, o el de una localidad. Debe ser consciente de los riesgos que corre. Por ejemplo, hay ahora una fábrica de prendas de vestir que se llama Leonardo, que se ha topado con que una financiera francesa le conmina a que deje de utilizar ese nombre, porque lo tiene registrado. Leonardo es un nombre de pila bastante común y, por mucho que unos financieros franceses hayan decidido servirse de él para sus cosas, no parece lógico que reclamen la exclusiva universal. De insistir en esa vía, lo mismo le exigen a Di Caprio que se rebautice.
Lo cual tampoco me extrañaría demasiado. Hace años, un escritor me reclamó de manera airada que un dibujante que colaboraba conmigo utilizara otra firma, porque el nombre y primer apellido de ambos coincidían. “Cambia tú de firma, si tanto te molesta”, le respondí.
He leído que la empresa textil española Zara pleitea y pleitea contra todo comerciante de la ciudad turca de Zara que osa utilizar el nombre milenario de su población para cualquier actividad, aunque no tenga la más mínima relación con la venta de ropa. Estamos ante el mismo disparate que se produjo en 1942, cuando la Warner Brothers pretendió que Casablanca era un nombre que le pertenecía. Groucho Marx, en una memorable carta, le respondió reclamándoles que renunciaran ellos al nombre de Warner Brothers, porque los Marx Brothers eran “brothers” bastante antes que los Warner.
Si la Zara textil tomó prestado el bello nombre de la Zara turca, que acepte ahora el coste de su deuda, y que se deje de mandangas.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (21 de enero de 2008). También publicó apunte ese día: Entrevistas telefónicas.
Escrito por: ortiz.2008/01/21 06:55:00 GMT+1
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2008/01/20 05:55:00 GMT+1
Quienes quieran enterarse de la clase de defensor de la economía del Estado que puede ser Manuel Pizarro deberían releer lo que afirmó en una conferencia que pronunció en el Club Siglo XXI hace apenas un año. La frase que más llamó la atención de los medios de comunicación entonces fue: ”Me hace gracia que algunos quieran mezclar con la patria algo tan importante como el dinero”. ¿Bonita, verdad?
La tesis que de manera tan burda defendió entonces el desenvuelto y dicharachero Pizarro es que a cualquier persona sensata, trabaje para el Estado o para un negocio privado, lo único que debe preocuparle es hacer caja, vendiendo lo que sea. Él dio ejemplo, poniendo muy oportunamente en el mercado sus propias acciones de Endesa, aprovechándose –dicen las malas lenguas– de la información privilegiada que poseía.
Propugnó que el Estado debía vender a E.on su paquete de acciones de la eléctrica para obtener un buen mordisco. ¿Intereses estratégicos? ¿Mantener un cierto control público sobre la industria energética local? ¡Paparruchas! Money, money, money!
Este señor sabe de especular en Bolsa. Es posible incluso que sepa cómo se gestiona (desde el punto de vista financiero, sobre todo) una gran compañía eléctrica. Lo que es evidente es que ni sabe ni le importa saber cómo deben organizarse los presupuestos del Estado pensando en la mayoría y en el mañana. Y que tampoco tiene ni idea de cómo pueden (o no pueden) organizar sus economías las familias (o las personas que viven solas) con recursos mínimos.
Él ha decretado el dogma: “El buen padre de familia –dice, dando al asunto un revelador toque patriarcal– debe ahorrar más y gastar menos”.
¿En qué mundo vive este personaje? ¿No sabe que en España hay la tira de gente que, afinando al céntimo, no llega a fin de mes? ¿Que su único modo de gastar menos sería declararse en huelga de hambre? ¡Ahorrar! ¿Pero de qué va?
Pizarro es el típico personaje del establishment para el que, desde tiempo inmemorial, “la calle” es ese espacio que uno recorre desde que baja del coche cuando el chófer le abre la puerta hasta que le franquean la entrada en el restaurante de lujo.
Anda y que le den.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (20 de enero de 2008). También publicó apunte ese día: Abominación del ruido.
Escrito por: ortiz.2008/01/20 05:55:00 GMT+1
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2008/01/19 08:40:00 GMT+1
Es curioso con qué naturalidad se acepta que haya ingresado directamente en la cúspide del PP Manuel Pizarro, un empresario que jamás ha ejercido de militante político, menos aún de dirigente, y que, en consecuencia, desconoce cómo funciona por dentro la maquinaria del tinglado en el que está abocado a desenvolverse. Ejercer una labor de dirección política, por más que no sea desde un puesto orgánico, requiere un cierto aprendizaje, que lleva su tiempo. No forzosamente demasiado, pero sí alguno, y Pizarro aún no puede saber ni lo que le tocará hacer.
Sin embargo, un trasvase tan fulminante del ámbito empresarial al político, por chocante que pueda parecer en abstracto, no lo es tanto si consideramos cómo funcionan las elites de poder en nuestras sociedades actuales.
Las fronteras que teóricamente separan los distintos cometidos (política, economía, finanzas, judicatura, medios de comunicación) están cada vez más desdibujadas, cuando no borradas del todo. Los principales protagonistas de todas las diversas especialidades de relumbrón tienen entre sí relaciones mucho más fluidas de lo que cualquier amago de separación de poderes aconsejaría. Sólo se ven obstaculizadas de manera ocasional por las luchas de banderías, resultantes de diferentes intereses, que cada uno de ellos defiende con su propio ejército de políticos, empresarios, financieros, jueces, medios de comunicación, etcétera.
Tan vaporosos son ya los límites de sus respectivas ocupaciones que, para estas alturas, a nadie sorprende que un empresario se pase a la política profesional, que un político se haga empresario, que un periodista se dedique a banquero o que un juez acepte un cargo ministerial.
Una subespecie aún más singular es la constituida por los personajes que cabría llamar “transversales”, porque integran en su actividad varias ocupaciones a la vez. Como están en un montón de salsas, es imposible definir su verdadero oficio, aunque al uno se le identifique públicamente como político, al otro como juez, al otro como periodista y al de más allá como empresario. Eso son puros convencionalismos. Para ellos, lo de ser uno y trino no tiene secretos.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (19 de enero de 2008). También publicó apunte ese día: Ahorrar y gastar menos.
Escrito por: ortiz.2008/01/19 08:40:00 GMT+1
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2008/01/18 05:35:00 GMT+1
Insinúa Alberto Ruiz Gallardón que tras las próximas elecciones generales abandonará la actividad política. Sus cercanos aseguran que ésa es, en principio, su intención, pero que prefiere no comprometerse todavía a nada en firme, porque cualquiera sabe qué pasará el 9 de marzo. En efecto, el panorama puede variar mucho –y con él sus propias expectativas personales– según el PP salga mejor o peor librado de las urnas.
Lo único que no me creo es que vaya a apartarse de la política. Podría ser que se decidiera a abandonar el PP, pero no es lo mismo. Podría ser incluso que prefiriera dimitir como alcalde de Madrid, para tomar distancias y preparar su siguiente jugada.
En el caso de que estuviera rumiando esa última idea, me veo en la obligación ciudadana de ponerle al tanto de que existe en este momento un movimiento de auténtico pánico en sectores importantes de la ciudadanía capitalina, que han sido informados de que, si él se va, quien se haría cargo del bastón de mando del municipio sería Ana Botella.
A mí, en principio, esa posibilidad no me disgusta, y hasta le encuentro un morboso atractivo, pero comprendo que mi inclinación por el dadaísmo puede tener mucho que ver en ello.
Hay izquierdistas que sostienen que la designación de Ana Botella como alcaldesa es posible que tuviera incluso efectos políticos positivos, en la medida en que podría labrar la ruina electoral del PP por la vía del esperpento. A esos optimistas les recuerdo que Madrid tuvo durante años como alcalde a Álvarez del Manzano, con Ángel Matanzo como concejal adherido. (¿Podría rivalizar Ana Botella con declaraciones tan perfectas como aquella de Matanzo: “Tengo la conciencia tranquila y reto a quien sea a demostrar lo contrario”?).
Antes de tomar decisiones irreparables, quizá le conviniera a Gallardón pensar en la posibilidad de remodelar su equipo de gobierno municipal. Poner en los puestos clave a responsables que, en el peor de los casos, pudieran bandearse por sí mismos. En particular al frente de la alcaldía.
Se lo digo por su propio bien. Para que no haga cosas que dejen una imagen pésima de él y lastren para siempre su currículo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (18 de enero de 2008). También publicó apunte ese día: Tanto va el cántaro a la fuente.
Escrito por: ortiz.2008/01/18 05:35:00 GMT+1
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2008/01/17 05:30:00 GMT+1
Esperanza Aguirre tiene muchos apoyos en el aparato del Partido Popular, en particular en el sector más derechista de su dirección central: los Acebes, Zaplana y compañía. Cuenta también con un amplio respaldo electoral en la muy nutrida derecha madrileña, como quedó sobradamente demostrado en las últimas elecciones.
Sin embargo, los expertos en análisis demoscópicos aseguran que la actual presidenta de la Comunidad de Madrid jamás podría encabezar una candidatura victoriosa a la Presidencia del Gobierno de España, porque cae bastante mal fuera de su feudo. Dicen que en la mayor parte de las demás comunidades autónomas –y muy en particular en las dos más decisivas por razones demográficas: Andalucía y Cataluña–, su prestigio es tirando a escaso. Según ellos, el estilo de Ruiz Gallardón da mucho más el tipo de alguien que puede aspirar a gobernar “sin sobresaltos”, en un Estado en el que las clases medias, electoralmente decisivas, no simpatizan demasiado con los exabruptos.
A mí estas cosas se me escapan, porque no me hago una idea precisa de las motivaciones que animan a la mayoría de los electores, pero lo que sí me parece evidente es que Rajoy ha cedido a las presiones del ala más radicalmente derechista de su partido: ha descartado a Ruiz Gallardón, expulsándolo de la vida política (precisemos: de la del PP, que todo en la vida da muchas vueltas); asistió impotente a la fuga de Piqué y de Matas, que daban un aire de relativa templanza a su entorno; ha elegido de número dos a Manuel Pizarro, mirado con la peor cara por los partidos catalanes, habida cuenta de su trayectoria cerradamente hostil (la peor pieza posible para una política de alianzas); ha rescatado para la lista electoral madrileña a un Zaplana incapaz de ser aceptado incluso por su partido de origen… Es eso y es mucho más. Es todo.
Puede ser que tengan algo de bueno estas sucesivas imposiciones del ala ultra del PP: el 9 de marzo cabrá recontar qué apoyos electorales tiene aquí la derecha pura y dura, y si es verdad o mentira el tópico que pretende que “la mayoría en España prefiere siempre la moderación y el centro”. Porque éstos, de moderados nada.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (17 de enero de 2008). También publicó apunte ese día: Ilegalizaciones.
Escrito por: ortiz.2008/01/17 05:30:00 GMT+1
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