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2008/01/20 05:50:00 GMT+1

Abominación del ruido

Hoy es la fiesta mayor de Donostia: el día de San Sebastián, que es mi pueblo. Según he podido ver en Internet, hay San Sebastianes por medio mundo, y todos están hoy de fiesta. Pero Donostia sólo hay una.

Supongo que luego me animaré, después de participar en el Más que palabras de Javier Vizcaíno en Radio Euskadi, y pondré en el tocadiscos, aquí, en mi casa de Madrid, el viejo vinilo que conservo con las piezas tradicionales de esta fiesta. La más vieja quizá sea la marcha zortziko del maestro Santesteban, que se acompañaba tan sólo con redoble de barriles, pero las más populares son desde hace mucho las del maestro Sarriegi. Ellas forman el repertorio de las tamborradas, que no paran de montar bulla por toda la ciudad de noche y de día.

Yo nací muy pocos días después –me dio por esperar a que se celebrara la fiesta patronal de los periodistas: también tiene narices–, pero el año en el que vi la luz no hubo tamborrada. Se suspendió porque cayó una nevada impresionante.

No sé si eso habrá condicionado mi escasísima afición por toda suerte de fiestas y desfiles. He asistido a poquísimos en mi vida, siempre para agradar a mis acompañantes, pero rara ha sido la vez en la que no me he aburrido soberanamente. Llegué incluso a dormirme durante un ruidosísimo desfile de moros y cristianos en La Vila Joiosa (tuve suerte y conseguí hacerme con una silla).

Sólo hay una noche de 20 de enero donostiarra de la que guardo un particular recuerdo. Fue la de 1967 y la pasé en casa, aprovechando el estruendo de la calle para que no se oyera a qué estábamos dedicándonos. Unos cuantos allegados nos afanamos desde medianoche hasta el alba dándole por turnos al manubrio de una multicopista Roneo Vickers –muy buena, pero bastante ruidosa–, imprimiendo octavillas en las que se convocaba una manifestación obrera. Felizmente fue un éxito.

Si alguna vez salí en San Sebastián a la calle en la noche del 20 de enero, no me acuerdo. Se ve que no debió de resultarme demasiado interesante.

De todo lo cual quizá saquéis como conclusión que soy un muermo. Y acertaréis. Puedo pasármelo bien, y hasta ser medianamente divertido –sin excesos, discretamente–, dentro de un grupo reducido. Pero, en cuanto se junta mucha gente, me aturdo. Es algo que tiene mal arreglo, porque cada vez oigo peor, con lo que me pierdo buena parte de lo que se dice en las conversaciones en las que participa bastante gente, con lo que me aburro todavía más.

Hay en todo ello un cierto trasfondo de misantropía, que reconozco. No es que me apunte a la diatriba de Brassens contra el plural («Junta a más de cuatro y ya tienes una banda de gilipollas», cantaba el viejo Georges, que tocó en alguna ocasión con más de cuatro, por cierto), pero sí he de admitir que me desagrada cómo se transforma el comportamiento de las personas cuando se apiñan en manada.

Por resumir: que hoy es el día de San Sebastián, pero que, lejos de sufrir el mal de las ausencias, reconozco que, de haber estado en mi pueblo, lo más probable es que hubiera puesto pies en polvorosa.

Escrito por: ortiz.2008/01/20 05:50:00 GMT+1
Etiquetas: donostia 2008 preantología fiesta apuntes | Permalink | Comentarios (3) | Referencias (1)

Comentarios

Tengo copiadas en una casette varias bandas sonoras de la música que hoy atronará Donostia. Pondré la de la tamborrada...

Comparto mucho de lo que describes hoy como características tuyas: huyo de las multitudes, no me verán en las fallas de Valencia, y solo he presenciado los desfiles en los que he intervenido (!).

La pérdida auditiva es un problema serio. Pero, Javier, tiene arreglo: desde que uso audífonos mi sociabilidad ha mejorado. Mira por dónde la técnica también influye en las relaciones sociales: es casi como usar gafas... para los oídos.

Escrito por: Alberto.2008/01/20 09:28:49.126000 GMT+1

Pues yo coincido en algunas cosas con el comentario. Lo de Alcoy me ha recordado una noche de 1986 en el Tropicana de la Habana, "el cabaret bajo las estrellas", estaba con varios amigos y amigas, hacía buena noche y estaban en el local juntos Fidel Castro - quien me caía y me cae muy bien - y Felipe Gonzalez - que me caía ya horrible tras la jugarreta de la Otan y hoy me cae peor aún - que andaba de visita. En fin ni ellos ni las mulatas ni la música pudieron con mi abulia por el charangueo en grandes grupos: me dormí.

Igual me ocurre con las conversaciones entre demasiados y con ruido de fondo. Yo quizá oigo menos que los demás, pero tengo comprobado que somos demasiados los que asentimos sonrientes sin enterarnos de la mitad de las cosas que se están diciendo.

Escrito por: Luis.2008/01/20 10:15:18.060000 GMT+1

Alberto, tu recomendación sobre el uso de audífonos es muy loable siempre y cuando el objetivo sea recuperar además de la audición la sociabilidad, pero no siempre es así.  Tengo un amigo que vivía felizmente abducido por su sordera (bastante selectiva)  hasta que le dio por ponerse el sonotone de marras. Ahora nos reímos imaginando tácticas para desconectar oportunamente el aparatejo y recuperar la "paz".

Escrito por: .2008/01/20 10:47:29.435000 GMT+1

Referencias

...encias, reconozco que, de haber estado en mi pueblo, lo más probable es que hubiera puesto pies en polvorosa. Javier Ortiz. Abominación del ruido. Apuntes del natural. 20 de enero de 2008. Remitente: 

Referenciado por: Abominación del ruido - Desde Jamaica 2010/01/17 11:07:42.861000 GMT+1

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