2008/06/24 06:00:00 GMT+2
Antonio L. fue a hacer la mili en los primeros setenta del pasado siglo, cuando era todavía casi un crío. Había sido educado en una familia castellana de sólida tradición roja y republicana, y su padre temía que, ingenuo como era el mozo, cometiera alguna indiscreción política que le acarreara problemas con los militares franquistas.
“Tú, Antoñito –le recomendó encarecidamente cuando lo acompañó al cuartel–, no sueltes prenda. Esconde lo que piensas”.
Pasados los años y residiendo ya en Madrid, me contó entre risas que tuvo la mala suerte de que, pocos días después de su ingreso en el Ejército, en el curso de lo que llamaban por allí “una clase teórica”, su capitán le preguntó: “Vamos a ver, Antonio. Para ti, ¿qué es la Patria?”. Y él, acordándose del consejo de su padre, decidió mostrarse lo más cauto posible.
“Pues no sé, mi capitán. ¡Se dicen tantas cosas!” –le respondió.
Era una cómica evasiva improvisada. Pero acertó.
En efecto, se dicen muchas cosas. Unos creen que su patria es ésta, otros que es la otra. Y algunos más consideran que carecen de eso.
En España los hay que piensan que su Patria puede incluso ser ultrajada, como si fuera una persona. España, ideologías al margen, es una entidad jurídica, que no puede sentirse ofendida, porque carece de neuronas y, por lo tanto, de sentimientos. Cabe ultrajar a alguien; no a algo.
Sin embargo, el actor Pepe Rubianes, que está retirado por culpa de un cáncer tirando a jodidillo, va a ser enjuiciado por “ultraje a España”.
Es curioso. En Francia, tenida como campeona mundial de la patriotería y el chovinismo, ha habido no pocos artistas prestigiosos (Georges Brassens, Boris Vian, Marc Ogéret, Léo Ferré, Maxime Le Forestier…) que han dicho pestes de su supuesta Patria, e incluso la han mandado directamente a la mierda, sin que nadie los haya llevado ante ningún juez. Los franceses, en general, se resignan a aceptar que la libertad de expresión abarca tales desahogos.
Está feo insultar a las personas, pero las abstracciones –las patrias, por ejemplo– no tienen honor. Salvo España, que se ve que es capaz de sentirse ultrajada.
España siempre ha sido diferente.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: La paz cercana.
Escrito por: ortiz.2008/06/24 06:00:00 GMT+2
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2008/06/23 06:00:00 GMT+2
El Rey de España, con su proverbial gracejo, es muy dado a servirse de nombres de parentesco para referirse a los cabecillas de algunas otras monarquías, particularmente árabes: que si “mi hermano”, que si “mi primo”, etc. No deja de ser curioso, porque las árabes deben de ser de las pocas monarquías con las que los Borbones no tienen lazos familiares reales, dicho sea en los dos principales sentidos del término.
Hace escasos días –ya lo comenté– el jefe del Estado español se deshizo en halagos, cumplidos y agasajos dirigidos al heredero de la Casa Real saudí, sin importarle gran cosa que se trate de un personaje que se dedica a violar derechos humanos como quien colecciona sellos.
Suma y sigue. La pasada semana salieron a la luz datos que demuestran que el más prototípico “hermano” de Juan Carlos de Borbón, el difunto Hassan II de Marruecos, amparó la comisión de crímenes de guerra sistemáticos. Según lo establecido por una comisión de investigación marroquí, creada por no muy prudente iniciativa de Mohamed VI (que ya se ha arrepentido de ello), se sabe que, bajo la magnánima protección de su padre, muchos opositores a la ocupación militar del Sáhara ex español fueron lanzados al vacío desde helicópteros o enterrados vivos. Entre otras iniciativas del mismo género humanitario.
La novedad de estas denuncias de la barbarie patrocinada por Hassan II reside en que provienen de fuentes marroquíes vinculadas al propio régimen alauí. Su contenido, en cambio, no tiene nada de sorprendente. Hace años que quien quisiera informarse sobre las sevicias del difunto rey de Marruecos tenía a su alcance una muy amplia documentación. Desde el asesinato de Ben Barka (1965), que dio origen a una afamada película de Yves Boisset (El atentado, 1972), hasta los múltiples episodios repulsivos narrados con pelos y señales en el abrumador libro de Gilles Perrault Notre ami, le Roi (1991), nadie que haya querido saber qué clase de individuo era Hassan II se ha quedado sin saberlo.
Así que “mi hermano”. Y venga abrazos, y venga piropos, y venga regalos, y venga venta de armas, y venga negocios… y venga condenas hipócritas del terrorismo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (23 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: Deseos imposibles.
Escrito por: ortiz.2008/06/23 06:00:00 GMT+2
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2008/06/22 06:00:00 GMT+2
La experiencia demuestra que muchos protagonistas de las más altas esferas de la política son reacios a retirarse por completo. O sea, a retirarse. Tratan de seguir controlando su viejo predio, por activa o por pasiva. Es una querencia que no tiene que ver con su bienestar material, porque suelen quedar en posición económica más que desahogada y lo único que consiguen volviendo al proscenio es complicarse la vida, pero se ve que no aguantan que sus sucesores les enmienden la plana, sobre todo cuando fueron designados por ellos.
De los exjefes del Gobierno de España, el único que escapó a esa norma fue el efímero Calvo-Sotelo, cuya mayor muestra de inteligencia fue comprender que, si no había tenido nada que decir como presidente, era improbable que mejorara su biografía dándose ínfulas como ex.
En el extremo opuesto se sitúa José María Aznar. El espectáculo que ha ofrecido en el Congreso valenciano del PP, ejerciendo de Júpiter tonante (¿o es tunante?) para poner en aprietos a Mariano Rajoy tratándolo con abierto desdén, ha resultado antológico. Sus allegados no sabían ni como justificarlo ante la prensa: “Bueno, ya se sabe que es de Valladolid…”, balbució una azorada Celia Villalobos, haciendo como si no supiera que Aznar es madrileño.
Aznar pretende estar en misa y repicando, o sea, haciendo negocios privados y marcando el paso en la vida pública. Es llamativa la desproporción que hay entre su categoría intelectual real y la que él se atribuye. Se ve que es uno de ésos que, como diría Machado, confunden valor y precio.
Ahora desdeña el intento de Rajoy de retornar al llamado “centro” (a la derecha moderada) y jalea al sector más ultra del PP. Se ha olvidado de que, cuando luchó para desalojar a Felipe González de la Moncloa, él también se disfrazó de centrista y moderado, cultivó la amistad de Xabier Arzalluz y hasta habló catalán en la intimidad (lo cantó, más bien: sólo se sabía la Cançó de matinada, de Serrat).
Se ve que ahora piensa que Rajoy, el sucesor que eligió a dedo, está a punto de arruinar su obra histórica. Ha olvidado que fue él quien condujo al PP a la derrota. Eso sí: con mano muy firme.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (22 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: El fútbol y el azar.
Escrito por: ortiz.2008/06/22 06:00:00 GMT+2
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2008/06/21 06:00:00 GMT+2
Se instala entre las elites de la UE la idea de que, haya dicho el electorado irlandés sobre el Tratado de Lisboa lo que se le haya puesto, el proyecto ha de seguir adelante. Y debe hacerlo con Irlanda, les guste más o menos a los irlandeses. El plan parece que consiste en convocar en la República del Eire todos los referendos que hagan falta, hasta que la población diga que sí, aunque sea por aburrimiento.
“El voto irlandés ha sido conservador, reaccionario e impropio de la Europa moderna”, alegan muchos políticos y comentaristas para justificar su defensa de una pronta repetición del referéndum. ¿Sí? No lo tengo tan claro. Yo creo que los irlandeses ha votado –los que han votado–pensando en sus intereses particulares y en su especial fiscalidad, que han visto en peligro. Lo cual no es tan irrazonable, si bien se mira. Pero pongamos que fuera como dicen y que el voto irlandés haya sido conservador, reaccionario e impropio de la Europa moderna. ¿Y qué? ¿Vamos a reclamar que se repitan las elecciones en Italia hasta que el primer ministro electo sea menos conservador, menos reaccionario, menos bribón y menos machista que Berlusconi? ¿Reclamaremos lo mismo a la Francia de Sarkozy, él tan moderno, tan progre y tan multirracial?
Cada cual es libre de juzgar el voto de los demás como le parezca, pero la democracia no se caracteriza por enjuiciar los votos, sino por contarlos. Y por aceptar el resultado del recuento, nos guste más o menos a los unos o a los otros.
La construcción europea se está convirtiendo en el tinglado de la nueva farsa. Todo el mundo hace retórica con lo estupenda que es, pero todo el mundo sabe que, tal como está concebida, es una pura entelequia y que, si el Tratado de Lisboa –la Constitución Europea camuflada– sale adelante, es porque sus promotores se las han arreglado para que ni franceses, ni alemanes, ni daneses, ni suecos, ni holandeses, ni británicos, ni checos… en fin, para que ninguna población (salvo la española, que lo respalda todo, porque se ve que sabe muy bien de qué va todo, aunque luego rezongue por todo) haya tenido derecho a decir esta boca es mía.
¡Democracia pura!
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (21 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: «Je m'en fous de la France».
Escrito por: ortiz.2008/06/21 06:00:00 GMT+2
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2008/06/20 06:00:00 GMT+2
El Estado de Derecho es, en teoría, un sistema regulador de la desconfianza generalizada. A cada uno de los tres poderes clásicos (el ejecutivo, el legislativo y el judicial) le corresponde vigilar a los otros dos para asegurar que ninguno incumple su función, sea por exceso o por defecto. La misión del llamado cuarto poder, constituido por los medios de comunicación, es (debería ser) la de vigilar desde fuera al conjunto.
Se trata de un sistema ideado a partir del principio –desagradable, pero prudente– de que quienes ejercen el poder tienden a abusar de él, razón por la cual han de tener bien acotada su función y estar sometidos a constante inspección pública.
Así debería ser, pero así no es. Nunca ha sido así, en realidad, pero cada vez lo es menos. Entre los poderes del Estado (en todas sus variantes, incluida la local) reina hoy en día el compadreo y la falta de vigilancia, en plan “hoy por ti mañana por mí”, y los grandes medios de comunicación, integrados en grandes consorcios político-empresariales, se suman a la complicidad, denunciando sólo lo que conviene a su bandería privada.
Den ustedes por seguro que si no se corrompen muchos alcaldes o concejales de los de ahora es porque su ética no se lo permite, pero no porque el sistema lo tenga bajo estricta vigilancia. La legalidad española, a todos los niveles, tiene más escapatorias que un colador. Y, sin pasarme de suspicaz, aliento la sospecha de que no es así por casualidad.
Cuantos hemos trabajado de uno u otro modo relacionándonos con administraciones locales de zonas turísticas mediterráneas e insulares sabemos que el chanchullo campa a sus anchas en los más variados terrenos, casi todos edificables.
A mí lo de Estepona no me ha sorprendido nada. Precisaré: me ha sorprendido que haya salido a la luz, porque eso indica que hay mar de fondo. Pero rara es la población de por esas zonas cuyo vecindario no sepa que todo es un perfecto cachondeo.
No hace falta ser Sherlock Holmes. Si ves a un concejal que hace cuatro días era un muerto de hambre y ahora tiene una finca enorme y conduce un lujoso descapotable, sumas dos y dos.
Y te salen cuatro. Fijo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (20 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: Hillary y el jamón de Avilés.
Escrito por: ortiz.2008/06/20 06:00:00 GMT+2
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2008/06/19 05:30:00 GMT+2
De las ideas más peregrinas que he oído en los últimos tiempos, para mí que la palma se la lleva una iniciativa que están discutiendo en la UE que plantea permitir a las compañías de teléfonos cobrar a sus abonados por llamada recibida.
De aceptarse la propuesta, si te telefonean y optas por descolgar, tendrás que pagar. Genial.
Tengo comprobado que una proporción no pequeña de las llamadas telefónicas que recibo al cabo de la semana proviene de los departamentos de promoción de operadoras telefónicas que desean contarme las enormes ventajas que podría obtener si decidiera hacerme cliente de su empresa o suscribir este o el otro servicio adicional. Mi terminal identifica el origen de las llamadas, pero sólo cuando provienen de personas cuyos números de teléfono están incluidos en mi agenda. De lo contrario, me proporciona el número de quien llama, sin más, o ni eso siquiera, porque se limita a indicar “número privado”. O sea, que sólo te enteras de quién te telefonea cuando ya has descolgado. De aprobarse la nueva norma, dará igual cuánta prisa te des en cortar: pagarás. Con lo cual las operadoras estarán en condiciones de matar dos pájaros de un tiro. Podrán hacer propaganda empresarial… ¡y cobrársela a sus víctimas!
Imaginemos que se generalizara ese sistema. Que te cobraran por abrir la puerta de casa cuando alguien toca el timbre, o por descolgar el telefonillo del portal cuando el cartero quiere que le franquees el acceso a los buzones. Es lo mismo. ¡Pretenden obligarte a pagar por tener la cortesía de atender un requerimiento! Se trata, de hecho, de una invitación a la descortesía: si hay que pagar por atender a los demás, no los atiendes y sanseacabó.
No sé qué planes tendrán con respecto a los buzones de voz. No descarto que también, ya puestos, planeen cobrarte por los recados que te dejan en ellos. De no ser así, supongo que seremos muchos los que grabemos un mensaje de acogida que diga: “Estoy en casa, pero no respondo, porque mi sentido común me desaconseja ese dispendio absurdo. Si quieres algo de mí, mándame un SMS.”
Puede valer, hasta que decidan empezar a cobrar por SMS recibido.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (19 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: Círculo vicioso.
Escrito por: ortiz.2008/06/19 05:30:00 GMT+2
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2008/06/18 05:00:00 GMT+2
El lunes vi en televisión un reportaje sobre un entrenamiento de la selección española de fútbol. Había por allí un grupo de hinchas que llevaban una pancarta en la que se leía: “Gracias Dios por ser español”.
Como la habían escrito tan mal, era imposible saber a qué españolidad se referían, si a la suya propia, en exclusiva, o también a la de Dios.
Esta segunda hipótesis puede parecer absurda a primera vista, pero no tiene nada de imposible. Mi buen amigo Gervasio Guzmán me comentó horas después, tras leer mis ironías sobre los equipos de fútbol que ofrecen sus trofeos a la Virgen del lugar: “Bueno, tampoco estaría tan mal, si acudieran también en peregrinación al santuario de la Virgen para pedirle explicaciones cuando pierden”. Resulta surrealista, pero tiene su lógica. Si le agradecen los éxitos, ¿por qué no reprocharle los fracasos?
Los ultrapatriotas de los Estados Unidos de América acostumbran a pretender que Dios está siempre de su lado. En todo, incluyendo las guerras. La pregunta es elemental: si Dios está de su lado, ¿quién está con los de enfrente? ¿O hay que suponer que Dios desea que los otros salgan derrotados siempre? Otrosí: cuando son los contrarios los que vencen, ¿se imponen no sólo a las Fuerzas Armadas de los EEUU, sino también a Dios?
Volviendo al fútbol y al pasado domingo: ¿debemos suponer que en el Campeonato Nacional de Liga de Segunda División se impuso la Virgen de Covadonga, patrona del Sporting de Gijón, que logró el ascenso a Primera, venciendo a la Virgen de Arantzazu, que dejó en Segunda a la Real Sociedad de San Sebastián? ¿Estuvieron las dos vírgenes durante dos horas en dura competencia? ¿Y a qué se dedicaron durante ese tiempo las vírgenes de los lugares cuyos equipos descendieron a Segunda B?
Por preguntarlo claramente: ¿cuántas madres tuvo Jesucristo?
Los nacionalismos (los localismos, en general) tienen muchas facetas odiosas, pero algunas resultan, además, cómicamente ridículas. ¡Dioses y vírgenes pegándose entre sí en la Eurocopa, el uno con la selección de Turquía, el otro con la de Croacia, el de más allá con la de España! Los forofos son panteístas, y no lo saben.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (18 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: Alberto y Elena.
Escrito por: ortiz.2008/06/18 05:00:00 GMT+2
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2008/06/17 05:00:00 GMT+2
En tiempos pretéritos, lo que ahora se titula Ministerio de Defensa se llamaba Ministerio de la Guerra. No es que eso lo volviera mejor, pero sí más sincero.
Los ejércitos están para hacer la guerra, y de aquí que se pertrechen con tantas armas e instrumentos mortíferos. Tienen cazas, tienen bombarderos, tienen helicópteros artillados, tienen carros de combate… La denominación de sus artilugios no sugiere misiones de paz, precisamente.
Cuando uno va en son de paz, enarbola una bandera blanca y no porta armas. Sin embargo, el Gobierno español, haciendo un permanente ejercicio de doble lenguaje, se empeña en pretender que dispersa tropas por medio mundo para contribuir a la paz. ¿Por las buenas o por las malas?
El pasado sábado las Fuerzas Armadas españolas –españolas de título, porque buena parte de sus integrantes son mercenarios extranjeros– crearon una porción de paz en Afganistán matando a seis personas e hiriendo a otras seis, según propia confesión. Repasé la nota de Defensa con la esperanza de que, atendiendo a su retórica misión, dijera al final, refiriéndose a los baleados: “Descansen en paz”.
¿Qué hacen las tropas españolas en Afganistán? ¿Por qué dan la cara y matan en defensa de un Gobierno de señores de la guerra que tiene la misma relación con los Derechos Humanos que yo con las Cofradías de la Semana Santa sevillana? “Son igual que los talibanes, sólo que con la barba más corta”, me dijo una feminista afgana, y me quedé con la frase, pero no porque fuera ingeniosa, sino porque a continuación me demostró cuan fundamentada estaba. El Gobierno de Kabul, baboso títere de Washington, merece tanta ayuda como la que dispensó Giscard d’Estaing al emperador Jean-Bédel Bokassa, que cuando no regalaba diamantes a su expatrón francés cocinaba a sus opositores para comérselos con patatas.
La defensa de la paz en el mundo no requiere de tropas de exportación, sino de una política exterior de principios que se niegue a acudir en socorro del imperialismo, y que lo critique sin empacho, y que defienda el derecho de todos los pueblos a decidir por sí mismos lo que hacen o dejan de hacer, para su bien o para su mal.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (17 de junio de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/06/17 05:00:00 GMT+2
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2008/06/16 06:00:00 GMT+2
El cardenal de Toledo, Antonio Cañizares, se queja de que “el laicismo radical e ideológico” (sic) pretende “recluir la fe a la esfera de lo privado”.
Se deduce de ello que el cardenal considera que la fe (obsérvese que él da por hecho que su fe particular es “la fe”, por antonomasia) debería ser de dominio público.
Pero, ¿en qué sentido? Porque lo público es lo que se exhibe a la vista de todos, pero también cuanto gestiona el Estado.
Me extrañaría que Antonio Cañizares tema que el catolicismo desaparezca en España de la vista pública. Nadie ha dificultado hasta ahora por aquí, que yo sepa, que quienes alientan la fe católica alardeen de sus creencias, e incluso alteren la vida de los demás con sus fiestas confesionales, sus procesiones y sus ritos. Si la Semana Santa, el Corpus, los Reyes Magos, la Inmaculada, San Isidro y la ofrenda al Apóstol Matamoros están en vías de formar parte de “la esfera de lo privado”, que venga Visnú y lo vea. Yo, que no creo en ningún Dios porque, como Pierre Simon de Laplace, no tengo necesidad de esa hipótesis, me topo con su fe hasta en la sopa. A diario. ¡Pero si hasta los equipos de fútbol de este país supuestamente laico ofrecen a la Virgen que les pilla más a mano los trofeos que consiguen!
Pongámonos en la otra acepción de lo público: la referente al Estado. ¿Será ésta la que más preocupa al cardenal Cañizares? ¿Temerá que el Estado corte el grifo a la Conferencia Episcopal y le obligue a rascarse el bolsillo? Tampoco hay síntomas de nada parecido. Sigue disfrutando de todos sus privilegios, incluida su inclusión en las declaraciones del IRPF, que Dios sabe a qué viene, teniendo en cuenta el fortunón que atesora gracias a su inmenso patrimonio en terrenos, en edificios y en obras de arte. No se trata de que se lo den a los pobres: basta con que se lo den a sí mismos. Y que dejen de mendigar.
Redes Cristianas, plataforma que agrupa a 150 asociaciones católicas de base, está recogiendo firmas para reclamar que el Estado español se comporte como realmente laico.
Al final van a tener que ser los cristianos de verdad los que se hagan cargo de esa causa elemental.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (16 de junio de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/06/16 06:00:00 GMT+2
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2008/06/15 06:00:00 GMT+2
España constituye una potencia mundial en producción y venta de armas. Es un sector de nuestra economía que no sabe de crisis. Sólo sus víctimas están en crisis. El pasado año creció en un 50% la cifra de negocios de la industria armamentista española, lo que resulta más espectacular si se tiene en cuenta que en 2006 ya había alcanzado un máximo histórico.
O sea, que estamos que nos salimos. Si se me permite la triste humorada: la hemos armado buena.
No soy tan utópico como para defender que los estados no tengan armas. Me resulta más sencillo imaginar que no haya estados. En todo caso, si han de tenerlas –no veo como un Estado podría subsistir desarmado–, alguien habrá de fabricarlas. No es ése el problema principal. El problema más peliagudo es qué armas se fabrican y a quiénes se venden.
España ha producido durante años armas especialmente repugnantes, por estar destinadas a causar víctimas en las poblaciones civiles. Las minas antipersonas, por ejemplo. También ha producido y vendido mucho material antidisturbios, particularmente indicado para reprimir a la gente que se manifiesta por las calles de su país en contra de esto o de lo otro.
Mírenlo ustedes como quieran. A mí me da asco.
Pero, como apuntaba antes, no es sólo qué se fabrica. También a quién se vende. En tiempos, el Gobierno de Pinochet reprimió en Chile las manifestaciones populares con artilugios policiales comprados a la España de Felipe González. Del mismo modo que el Gobierno turco sigue masacrando a la población kurda con aviones comprados a la CASA de José María Aznar. Colombia y Marruecos también se hallan entre nuestros principales clientes.
Muchas veces nuestras industrias ni siquiera saben a quién venden. Ni les importa. Compra Fulano, pero a cuenta de Mengano. Fulano paga, transfiere la mercancía a Mengano, cobra... y a morir, que son dos días. África está llena de guerras en las que no hay un puñetero mendrugo, pero sobran las balas de fabricación europea.
Tal vez sea un modo astuto de prevenir la inmigración ilegal y de evitar el constante y acuciante drama de las pateras. Hacemos lo posible para matar a los subsaharianos en origen.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (15 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: Correspondencia.
Escrito por: ortiz.2008/06/15 06:00:00 GMT+2
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