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2008/06/14 08:08:00 GMT+2

Qué desastre de UE

Es patético: se han interesado pocos y a disgusto. El único Gobierno de la Unión Europea que ha consultado a su ciudadanía sobre el Tratado de Lisboa ha recibido un “no”. Pero ni siquiera un “no” entusiasta, ruidoso. Ha sido un “no” desdeñoso, como un bostezo. Lo cual se entiende, porque los votantes irlandeses eran conscientes de que les estaban preguntando no porque tuvieran verdadero interés en conocer su opinión, sino porque la ley no dejaba más remedio. Sabían que, si su Gobierno hubiera podido hacer como los del resto de la UE, habría prescindido de la consulta y ratificado el Tratado por vía parlamentaria, limpiándose el pompis con el libre albedrío de la plebe, que es lo distintivo de nuestras actuales democracias.

El Tratado de Lisboa no es un Tratado. Es una estafa. Es la misma Constitución Europa que en su día rechazaron los electorados de Francia y Holanda, sólo que ligeramente maquillada y provista de un título menos rimbombante para fintar la obligación de las urnas. Pero no ha podido escaparse de las irlandesas, y contra ellas se ha estrellado.

Suele decirse de algunas cosas que serían cómicas, si no fueran trágicas. De ésta podría decirse que sería trágica, si no fuera cómica. Quienes manejan las riendas del poder en Europa tratan una y otra vez de imponer un sistema de gobierno continental independiente de la voluntad ciudadana, que deje casi todo en sus exclusivas manos. Pero sus planes no sólo chocan con la desconfianza de la gente del común, que a veces no se chupa el dedo, sino también entre sí, porque fingen ser europeístas devotos, pero siguen constituyendo una congregación de chovinistas circunstancialmente coincidentes. “Bruselas” y “el libre mercado” les vienen bien para lavarse las manos cuando los problemas arden, como ahora con el encarecimiento del precio de los combustibles (“Lo siento, pero no depende de mí”), pero Bruselas no es un poder, sino una ciudad: el poder lo forman ellos y otros como ellos, que se lo guisan y se lo comen en comandita.

Así que Irlanda les ha echado abajo sus retorcidos planes de última generación. Sus burócratas van a tener que inventarse algo nuevo.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (14 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: Alfonso Guerra.

Escrito por: ortiz.2008/06/14 08:08:00 GMT+2
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2008/06/13 05:00:00 GMT+2

De parranda con el sultán

Algunos medios de comunicación reflejaron la pasada semana –bien es cierto que la gran mayoría de manera muy discreta, como de puntillas– la magnífica acogida que las más altas autoridades del Estado español dispensaron al príncipe heredero de Arabia Saudí,  el sultán Ben Abdulaziz Al Saud. Fue agasajado cual dilecto amigo por el jefe del Estado, Juan Carlos de Borbón, y luego por el príncipe de Asturias, el jefe del Gobierno, los ministros de Exteriores y Justicia y el presidente del Congreso de los Diputados, todos los cuales lo sentaron a su mesa.

Sin embargo, el tal sultán es un impresentable de tomo y lomo. Es pieza esencial de una dictadura regida por las doctrinas islámicas más reaccionarias, que discrimina y veja de manera insultante y agresiva a las mujeres (por más que las coleccione), que practica sistemáticamente la tortura, de lo cual alardea, y que defiende y se sirve no sólo de la pena de muerte, sino también de castigos como la flagelación y la amputación de miembros de los súbditos que le caen mal.

Habrá quien argumente que España aplica la llamada “doctrina Estrada”: mantenemos relaciones con los estados, al margen de los gobiernos que rijan en ellos en cada momento. Pero una cosa es tener relaciones de coexistencia con estados de regímenes distintos, sin injerirse en sus asuntos internos (cosa que, por cierto, no siempre hace nuestro Borbón), y otra festejar a los sátrapas que los dominan, concediéndoles el trato de compadreo, risas cómplices y palmaditas en la espalda que el Rey de España concedió a este personaje.

La pregunta es: ¿por qué? ¿Tal vez porque la dictadura saudita es archimillonaria y el sultán puede propiciar la entrada en su país de muchas empresas españolas prestas a hacer negocios estupendos? Si la riqueza del país concernido y las posibilidades de intercambio comercial fueran tan claves, nuestro monarca se habría cuidado muy mucho de decirle al venezolano Hugo Chávez su famoso “¿Por qué no te callas?”

Insisto: ¿por qué el Rey de España se muestra siempre tan obsequioso con la familia real saudita? Ésa no es la pregunta del millón. Es la pregunta del montón de millones.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (13 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: El síndrome del desabastecido.

Escrito por: ortiz.2008/06/13 05:00:00 GMT+2
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2008/06/12 06:00:00 GMT+2

El campo al revés

Me fascinan las retransmisiones deportivas de las emisoras de radio y las cadenas de televisión. Los comentaristas utilizan lenguajes y códigos realmente singulares.

Acabado el Roland Garros, puedo certificar que el adjetivo que más se lleva hoy en día en la cosa del tenis, no sé por qué, es “increíble”. Todo es “increíble”. Según los especialistas que se ponen ante los micrófonos, apenas ha habido tenista que no haya dado en el torneo de París varias decenas de raquetazos “increíbles”. Me digo yo que, si los dan tantos y con tanta frecuencia, deberían empezar a considerarlos creíbles.

Pero los comentaristas que más me divierten son los de fútbol. Ahora, con lo de la Eurocopa, están que se salen.

Los hay, bastante numerosos, que cultivan el género que podríamos llamar garrulo. Se les distingue rápidamente porque empiezan siempre sus comentarios diciendo que cuando oyen los himnos nacionales se les pone “la carne de gallina”.

Luego están los innovadores de la lengua castellana. Ésos son los que, cuando un jugador se prepara para dar un pelotazo, dicen que “arma la pierna”, y los que han decidido que anticiparse no merece ser pronominal y afirman con total naturalidad que Fulano “anticipa” a Mengano. Eso sin contar con los que ejercen de pedantes sin razón aparente y repiten sin parar que el uno “encima” al otro, o que “el golpeo” del de más allá es mejor o peor.

De todos modos, lo que me tiene más perplejo es el intercambio de funciones que se ha producido entre los locutores de radio y de televisión. Los de televisión se dedican a relatar a velocidad de vértigo todo lo que ya estás viendo: que éste retrasa, que el otro pasa... Los de radio, en cambio, dan por hecho que estás delante del televisor y entonces se dedican a contar anécdotas, hacer gracietas y recrearse en la publicidad, sin molestarse en informar de lo que está sucediendo en el partido. Salvo cuando hay un gol. Entonces tienen montado un concurso, a ver quién es capaz de gritar “goooooooooool” durante más tiempo (antes de decirte quién ha conseguido el tanto, que en realidad es lo único que importa).

Es gente muy singular. Ya digo que me fascina.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (12 de junio de 2008).

Escrito por: ortiz.2008/06/12 06:00:00 GMT+2
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2008/06/11 06:00:00 GMT+2

De lo que presumen

El refrán no es científico (ninguno suele serlo), pero sí bastante certero (muchos lo son): “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Es común toparse con gente que trata de disimular sus carencias alardeando de que corre como Carl Lewis con el pie del que cojea.

¿Se han fijado ustedes en que no hay ahora mismo en España ni una sola industria contaminante que no llene su publicidad de referencias a su absoluta devoción por el ecologismo? De creerles, ya no quedaría en el mercado ni un solo automóvil que no haya sido expresamente construido para mejorar el medio ambiente. Al parecer, lo que sus tubos de escape liberan sin parar es oxígeno puro.

Tampoco hay traza de que exista por estos pagos ni una sola central nuclear que haya tenido problemas causados por emisiones radiactivas susceptibles de afear la imagen de la empresa propietaria.

¿Alguien les ha hablado de lluvias ácidas? Mal hecho. Nuestras industrias no generan de eso. Faltaría más.

A los bancos les sucede lo mismo. Nuestro interés es su interés. Lo que a nosotros no nos conviene, no les conviene a ellos. Nuestra felicidad es su razón de ser. No cobran intereses o, si los cobran, son mínimos y por nuestro bien. Ellos están ahí para servir, porque les pirria el altruismo.

Pasa lo mismo con las empresas de telefonía. Todas compiten para ofrecernos ADSL potentísimo y dejarnos telefonear por calderilla, si es que no gratis. ¿Por qué? La pregunta está de más: porque sólo piensan en nosotros. Quieren hacernos felices. Hasta el éxtasis.

Contemplando la publicidad, está claro que toda la industria patria está controlada por un consorcio formado mano a mano por Greenpeace y las Hermanitas de los Pobres.

A la vista de ello, he empezado a avergonzarme por la manía que tengo de cobrar por mi trabajo. Me digo: “Caramba, Javier: si la flor y nata del capitalismo lo hace todo pensando sólo en los demás, ¿cómo se te ocurre reivindicar tus mezquinos intereses?”

Prometo que, en cuanto el nivel de mis ingresos se parezca algo al suyo, empezaré a escribir por devoción, para mero recreo de mis semejantes, por puro amor al arte.

Vuestra felicidad es mi razón de ser.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (11 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: Patxi Ibarrondo.

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2008/06/10 06:30:00 GMT+2

Una España poco apetecible

Hay un modo de polemizar verdaderamente antipático que no es un invento español, pero que cuenta con muchos adeptos en España. Consiste en atribuir al oponente afirmaciones que no ha hecho y pretensiones que no ha formulado para facilitar su ridiculización y refutarlo con más comodidad. Se fabrica un espantajo y se le zurra a placer para regocijo de los que ya estaban previamente convencidos.

María Teresa Fernández de la Vega ha declarado ya varias veces que el Gobierno que vicepreside no permitirá que se realice en Euskadi ningún referéndum ilegal. Su declaración da por sobreentendido que el lehendakari vasco está pretendiendo celebrar en Euskadi un referéndum ilegal. Pero lo que el Gobierno de Vitoria está promoviendo, como ya se ha explicado varias veces aquí mismo, no es un referéndum, sino una consulta sin valor vinculante. Consulta que, además, trata de que sea todo lo legal que quepa, hasta el punto de que se está tramitando en el Parlamento autónomo una ley ad hoc que la regule. Si ese proyecto de ley recibe apoyo mayoritario en la Cámara vasca y se promulga, no habrá ningún intento de perpetrar nada ilegal. Otra cosa es que algún órgano de poder del Estado más relevante que el Parlamento vasco –desde luego no el Gobierno de Madrid, que carece de atribuciones para ello– decida anular o dejar en suspenso esa ley autonómica.

Muy en la línea de la vicepresidenta, Rajoy y sus no muy disciplinados acólitos insisten en denunciar “el referéndum independentista” de Ibarretxe, que pretende, según ellos, “la separación del País Vasco de España”. Pero en lo planteado por el lehendakari (¡léanlo, por favor!) no hay nada que hable de crear un Estado vasco independiente. Reclama tan sólo que se reconozca al pueblo vasco su derecho a decidir. ¿Por qué dan por supuesto que los vascos ejerceríamos ese derecho para independizarnos? ¿Tan poco apetecible creen que es España?

Uno puede defender el derecho al divorcio por razones de principio, aunque no tenga el menor deseo de divorciarse. Lo que es impresentable es asegurarte de que tu mujer no te abandona porque has bloqueado la puerta de la casa con diez cerraduras.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (10 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: Pues porque no.

Escrito por: ortiz.2008/06/10 06:30:00 GMT+2
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2008/06/09 06:00:00 GMT+2

La huelga del petróleo

Hoy me toca viajar por carretera, lo que puede convertirme en víctima de varias de las modalidades de protesta convocadas por el encarecimiento del precio de los combustibles. Lo peor para mí sería que las gasolineras quedaran desabastecidas, porque el lugar en el que he de estar durante varios días sólo es accesible en coche, así que o consigo llenar el depósito del mío o voy de cráneo. También puedo verme seriamente perjudicado por las protestas de los camioneros en las carreteras, que suelen manifestarse bloqueando el tránsito, con las consiguientes retenciones.

Supongo que se entenderá mi inquietud, que seguro que comparto con bastantes cientos de miles de conciudadanos que tendrán esta semana obligaciones o planes que pueden verse en el alero.

Sin embargo, lo asumo. Acepto que es imposible montar una huelga que no moleste. Las huelgas en el gremio del transporte, sea público o privado, deben hacerse de modo que fastidien, para que se hable mucho de ellas y las empresas (o el Estado, en su caso) se sientan en la obligación de hacer algo. “¡Qué ocurrencia! ¡Montar una huelga de trenes en el puente de Semana Santa!”, se oye cuando eso ocurre. Pues no; no es ninguna extravagancia. Es que si se monta una huelga de ferroviarios en la madrugada del 31 de diciembre se enteran cuatro y el del tambor. Como diría un buen capitalista, hay que esforzarse por maximizar los beneficios.

Dicho lo cual, no se me oculta el escaso esfuerzo que se ha hecho en España por favorecer el transporte de mercancías por vía férrea, lo que provoca que haya una constante camionada en las carreteras. Es sin duda una pena que la actividad de los camioneros esté en crisis, pero lo que tiene que hacer el Estado no es dedicarse a poner parches a situaciones imposibles –aunque algunos remedios de urgencia sean de justicia–, sino reconsiderar el conjunto del problema. Y cada vez es más de cajón, a la vista del alza disparatada del precio de los combustibles fósiles, que las soluciones a medio y largo plazo pasan por la promoción de transportes públicos eficientes y bien organizados. Más y mejores trenes de mercancías, para empezar.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (9 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: Hillary Clinton.

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2008/06/08 06:00:00 GMT+2

Un poder no compartido

Dejémonos de hipocresías: todo el mundo sabe que es aberrante cuanto ha ocurrido en Guantánamo desde que fue convertido en campo de concentración independizado del Derecho internacional y de cualquier cosa que evoque la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Es aberrante lo que el Gobierno estadounidense ha hecho, pero lo es más, incluso, la chulería con la que lo ha asumido, en una especie de permanente “Bueno, sí, vale, ¿y qué?”. Asume con perfecto cinismo que ha privado a los detenidos de derechos y garantías, que los ha sometido a torturas, que no les ha permitido designar su propia defensa, que se reserva el derecho a mantenerlos internados sine die, sin concretar ninguna acusación contra ellosAhora se dispone a juzgar a unos cuantos en una especie de apoteosis de la antijuridicidad, y pasa olímpicamente de las críticas, entre otras cosas porque ningún gobierno occidental se las dirige sino en forma de vagas objeciones o timidísimos reproches, nunca acompañados de la menor advertencia de condena, y menos aún de represalia.

En realidad, Guantánamo es sólo una representación, caricaturesca pero fiel, del estilo exhibido por las autoridades de los EE.UU. en todo cuanto se refiere a su santa voluntad en la arena mundial. Ellas fabrican y utilizan las armas que se les pone, digan los convenios internacionales lo que digan. Ellas contaminan lo que les da la gana, acuerden los demás lo que acuerden. Ellas violan espacios aéreos e integridades territoriales cuando les peta, poniendo a la ONU ante el constante bochorno de sancionar los hechos consumados o ver sus resoluciones convertidas en papel higiénico. Para ellas no hay tribunales internacionales que valgan, salvo cuando ellas deciden que valen. Su prepotencia es tan obvia, tan ostentosamente insultante, que parece destinada a poner constantemente a prueba la capacidad de servilismo de sus teóricos aliados, en ejercicio de lacayos.

Lenin definió su ideal del gobierno de la clase obrera como “un poder no compartido con nadie”. No deja de resultar irónico que al final haya sido la Casa Blanca la primera en conseguir un poder no compartido con nadie.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (8 de junio de 2008).

Escrito por: ortiz.2008/06/08 06:00:00 GMT+2
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2008/06/07 09:00:00 GMT+2

«Aquí no somos racistas»

Es creencia general que la Guerra de Secesión norteamericana se libró para poner fin a la esclavitud. La realidad fue bastante más compleja: aquello fue el enfrentamiento entre dos modelos de sociedad basados en dos tipos de economía. Los nordistas rechazaban el racismo, es cierto, pero en buena medida porque en el Norte apenas había negros. En cuanto los esclavos emancipados empezaron a emigrar en masa a su terreno, surgieron también allí el racismo y la discriminación. Y los guetos.

Durante mucho tiempo, en España se oyó mucho esa misma cantinela: “Nosotros no somos racistas”. ¿Con quién lo íbamos a ser, si no había más inmigración que la interna? Como en el caso de los yanquis, aquí el racismo y la xenofobia sólo han cristalizado cuando nuestras ciudades y pueblos han empezado a vestirse de colores exóticos. Las culturas, las costumbres y las voces distintas se superponen a las locales, y ya se sabe que la diferencia es la contradicción.

En España siempre ha sido llamativo el rechazo étnico dirigido contra las gentes gitanas y las mercheras, mal llamadas quinquis. La hostilidad hacia ellas no era racismo, porque no son de otra raza, ni xenofobia, porque son tan aborígenes como cualquier español de pro, sino más bien culturofobia, dirigida contra sus costumbres y sus códigos de conducta, peculiares y endogámicos.

Pues en ésas estábamos cuando llegaron en tropel los rumanos, muchos de ellos gitanos, y se instalaron por media España.

Con lo cual ya la tenemos montada.

Nos alarmamos –con razón– viendo cómo se las gasta Berlusconi, dispuesto a expulsar de su país incluso a los gitanos que tienen nacionalidad italiana. Pero haríamos mal en pensar que il cavaliere representa un fenómeno extraño.

En Utrera (Sevilla), 603 vecinos han pedido que los rumanos sean expulsados de la localidad. Sostienen que muchos tienen comportamientos incívicos. ¿Sí? Pues que los localicen y los sancionen, pero individualmente, incívico por incívico. Pretender la expulsión indiscriminada de colectivos étnicos enteros evoca episodios históricos muy inquietantes. Algo muy semejante hicieron por allí hace siglos con los judíos.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (7 de junio de 2008).

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2008/06/06 06:00:00 GMT+2

El hambre interesada

La cumbre de la FAO que se clausuró ayer en Roma sólo habrá servido para que un puñado de gobernantes de medio mundo pasen unos días en la ciudad eterna y se luzcan pronunciando discursos tan solemnes como hueros.

En los foros de ese tipo siempre se oye lo mismo: que es intolerable que haya miles y miles de personas que mueren a diario por culpa de la mala o nula alimentación y que es escandaloso que los gobiernos de las zonas ricas del planeta dediquen una parte sustancial de sus presupuestos a sobreproteger la producción alimentaria propia mientras asignan auténticas miserias para ayudar al progreso agrícola de los países pobres. Eso dicho, les llega el momento de subrayar que el mundo es capaz de producir alimentos para todos y que lo que hay que hacer es organizarlo mejor. Tras de lo cual, disuelven la reunión y quedan para la siguiente.

Se plantea todo como si la Humanidad sufriera esos gravísimos males por una triste mezcla de torpeza y falta de bondad solidaria. No se tienen en cuenta las implacables lógicas de intereses que los explican.

Hay países –sobre todo en África– cuyas economías de subsistencia fueron desarticuladas por el colonialismo y que ahora ya tienen difícil remedio. ¿De qué les valdría a estas alturas que Europa y EE.UU. abrieran sus fronteras a las exportaciones agrícolas, si no tienen nada que exportar? Su crisis no es sólo alimentaria: es total.

En otros casos, referirse a “los intereses de los países del Tercer Mundo” es manejar una entelequia. Hay producciones que son competitivas en el mercado internacional sólo porque los trabajadores de esos países se desloman por cuatro ochavos.  Quienes las rentabilizan al máximo son las oligarquías locales, a menudo asociadas con multinacionales del Primer Mundo. Los supuestos intereses de los países no son tales, porque dentro de cada país hay intereses no sólo distintos, sino contrapuestos, que las ayudas del Primer Mundo –salvo enternecedoras excepciones, casi siempre ligadas a proyectos de cooperación altruistas– ni saben ni quieren discernir.

No es que el mundo esté mal organizado. Es que está bien organizado para beneficio de unos pocos.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (6 de junio de 2008).

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2008/06/05 06:00:00 GMT+2

Obama for president

Supongo que Hillary Clinton acabará resignándose a ir como candidata a la Vicepresidencia de los EEUU, a la sombra de Barack Obama. Y lo supongo porque se ha entrampado hasta tal punto con los muchos consorcios económicos que han financiado su larga y carísima campaña que de algún modo tendrá que compensarlos por su fracaso. De llegar a ser vicepresidenta, podrá devolverles una parte de sus favores. Si se retira, sin más, quedará para siempre en su punto de mira.

Supongo también que Obama la aceptará como segunda de a bordo, porque está obligado a recomponer las muy divididas filas del Partido Demócrata y porque le conviene añadir a su imagen afroamericana, inquietante para no pocos estadounidenses de la vieja escuela (o sea, racistas), el necesario complemento wasp, que lava más blanco.

De todos modos, la mejor baza que tiene en sus manos Obama es el aspirante republicano, John McCain, aburrido y decadente. Un candidato que se ve obligado a presentar certificados de que no está ni gagá ni mal enterrado es cualquier cosa menos ilusionante. Si es cierto, como dicen algunos –otros lo niegan–, que la mayoría de la población de EE.UU. desea dar carpetazo a su pasado reciente y emprender un nuevo camino, doy por hecho que la opción no será McCain. Parece menos estúpido que Bush Jr. (cosa nada difícil, desde luego), pero tan capaz como Gerald Ford o como Juan Carlos de Borbón de quedarse traspuesto en cualquier recepción, a nada que sea después de comer y se prolongue. Vamos, que tampoco está para muchos trotes.

En todo caso, las elecciones presidenciales de los EE.UU. –no sólo éstas de ahora: también las de ayer, y supongo que lo mismo que las de pasado mañana– tienen todo el aspecto de ser un rompecabezas que no hay ninguna necesidad de esforzarse en componer, porque se compone solo, por su cuenta. Cada pieza se mueve por sí misma para situarse en el sitio adecuado, encajando sin problemas donde mejor le corresponde, porque para eso ha sido concebida.

Es gente de diseño. Al modo de los diseños de estos tiempos, ya se dediquen a los electrodomésticos o a la política: vistosos, pero poco consistentes.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (5 de junio de 2008).

Escrito por: ortiz.2008/06/05 06:00:00 GMT+2
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