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2009/11/24 18:06:45.171000 GMT+1

La complicidad española (2)

A principios de noviembre la secretario de Estado norteamericana Hillary Clinton, de visita en Marruecos, elogió a Mohamed VI y defendió tanto su política de derechos humanos como su plan de autonomía para el Sáhara. Seguro del apoyo estadounidense, el régimen marroquí ya había detenido en octubre a ocho saharauis miembros de organizaciones sociales que venían de visitar los campos de refugiados en Tinduf (Argelia), continuando la escalada represiva que comenzara en 2005. Poco más tarde, y con motivo del trigésimo cuarto aniversario de la invasión marroquí del Sáhara Occidental, Mohamed VI pronunció un combativo discurso en el que, por si quedaba alguna duda, excluye cualquier tipo de negociación con los representantes de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) sobre la descolonización:

"Con toda responsabilidad, afirmamos que ya no hay lugar para la ambigüedad y la duplicidad: o el ciudadano es marroquí, o no lo es. Se acabó el tiempo del doble juego y del escapismo. Llegó la hora de la claridad y el deber asumido. O se es patriota o se es un traidor. No se puede disfrutar de los derechos de la ciudadanía y al mismo tiempo renegar de los mismos conspirando con los enemigos de la patria".

Sustitúyase la palabra marroquí por español y podremos apreciar mejor una interesante genealogía, la de la España franquista que hermanó a las monarquías alauí y borbónica. El franquismo dejó huella en los territorios de Marruecos y, lógicamente, del Sáhara Occidental. Antes de que la emprendieran contra "los rojos", los rebeldes rifeños pudieron comprobar en sus propias carnes el sentido de la patria de los generales africanistas españoles y una doctrina del enemigo que en los últimos años ha renacido bajo otros hábitos. Otra genealogía pasa también por el Rif: la del petainismo francés. No hay que olvidar que fueron tropas franco-españolas, comandadas respectivamente, por el mariscal Pétain y un joven general Franco, las que en 1925-26 gasearon a los rifeños, y fue Pétain el primer embajador francés que presentó credenciales al gobierno de Franco el 20 de marzo de 1939, poco antes de que finalizara la guerra civil. Formalmente, el petainismo acabó con el final de la Segunda Guerra Mundial y el franquismo con una ley sobre el destino del Sáhara. Formalmente, insisto. Sabemos cómo se metamorfosearon después. 

En esta tradición reaccionaria, los derechos ciudadanos no son sino una emanación de la soberanía nacional que encarna el monarca (o el Estado, en general). Una concesión del soberano, que tanto puede ser otorgada como retirada si es necesario. Y el vínculo con el soberano se establece mediante la nacionalidad. "Marroquí, patriota, ciudadano" se opone de este modo a "extranjero, traidor/enemigo, no ciudadano/sin derechos". En España el razonamiento opera de manera similar: el enemigo, encarnado principalmente por la figura del "terrorista" -aunque no sólo por ella-, se considera un cuerpo extraño, extranjero, o por lo menos no español, o no lo suficientemente español, en el caso del País Vasco. En estos casos, el reconocimiento de derechos se puede cuestionar con mayor facilidad, en una jerarquía que ya no es explícitamente racial aunque en ocasiones lo parezca: en la polémica acerca del secuestro del Alakrana no faltaron quienes rechazaron la intervención del gobierno español por el hecho de que el barco ondeaba supuestamente una ikurriña en lugar de una bandera rojigualda, mientras que a la mayoría de los tripulantes -que carecían de nacionalidad española- apenas si se les prestó atención alguna.

Una semana después del discurso de Mohamed VI, el 13 de noviembre la activista Aminatu -o Aminetu- Haidar fue expulsada de Marruecos con la colaboración del gobierno español, tras la retirada de su pasaporte. Desde entonces se encuentra en el aeropuerto de Lanzarote, donde continúa una huelga de hambre, pese a su precario estado de salud. Mientras, los gobiernos español y marroquí tratan de despolitizar el asunto reduciéndolo a una mera cuestión administrativa en la que Haidar -como los rebeldes saharauis, como los palestinos- es quien no quiere atender a razones. La todavía Comisaria de Relaciones Exteriores Benita Ferrero-Waldner comparte la misma opinión. Y, teniendo en cuenta las declaraciones precedentes de Hillary Clinton, no hace falta indagar más acerca de la posición del gobierno estadounidense. Consenso euroatlántico, pues, en torno a las dos principales asignaturas pendientes de la descolonización, Palestina y el Sáhara Occidental: el problema es quien resiste.

Por su parte, el gobierno canario no ha tardado en quitarse el problema de encima remitiéndose a la responsabilidad del gobierno central. Pero antes del "incidente Haidar", parece que la plana mayor del establishment político-cultural canario tenía previsto reunirse la semana que viene en la ciudad marroquí de Tarfaya, a dos pasos del Sáhara Occidental, en un gran Festival sobre el diálogo de culturas (sic) organizado por empresarios canarios con la colaboración de las autoridades marroquíes y la lamentable participación de las dos universidades canarias con cientos de estudiantes. La lista de invitados canarios que han confirmado asistencia, según el sitio web del evento, es extensísima, e incluye a ex presidentes autonómicos, alcaldes, jueces, catedráticos, pintores, ingenieros, rectores, y Juan Fernández López Aguilar, que pertenece a una categoría aparte. ¿Se atreverán a asistir mientras Aminatu Haidar agoniza?

Mientras, Aminatu espera, y recibe a quien quiera escucharla en el aeropuerto de Lanzarote, ante la mirada perpleja de los turistas. Afortunadamente, son muchas las personas y organizaciones que en Canarias y en otras partes están recordando que la espera de Aminatu es la de un pueblo. Y que no necesitamos al soberano o a la administración para ser humanos y ciudadanos.

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Pueden firmar una carta de apoyo a Aminetu Haidar en este enlace.

Esta carta se le enviará periódicamente con las firmas recogidas mientras dure su situación actual.

Escrito por: Samuel.2009/11/24 18:06:45.171000 GMT+1
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2009/11/16 09:38:36.492000 GMT+1

La complicidad española

Tras haber sido expulsada de El Aaiun por el gobierno de Marruecos, la activista saharaui Aminatu Haidar inició ayer una huelga de hambre en Lanzarote para forzar su regreso al Sáhara Occidental ocupado. De paso, ha denunciado al gobierno español por complicidad en la operación. Hace tiempo que para el Estado español los saharauis son, como los palestinos, los perdedores de un juego en el que deben ser sacrificados ante intereses más elevados.

Denuncia de Aminatu Haidar del acuerdo pesquero entre la Unión Europea y Marruecos. Nunca recibirá el premio Sajarov. Fuente:Western Sahara Resources Watch.

La simpatía explícita hacia la monarquía alauí por parte de los sucesivos gobiernos socialistas contrasta con la actitud más hostil del Partido Popular, bajo cuyo gobierno se buscó un acercamiento con Argelia (Agag mediante). Pero el oportunismo del PP en la cuestión saharaui  no debería engañar a nadie: durante ocho años de aznarismo el referéndum amparado por Naciones Unidas languideció sin que en ningún momento el gobierno español apostara de manera decisiva por la defensa de los saharauis, a los que nunca recibió.

En Coalición Canaria, partido que en Canarias gobierna con el PP, tampoco faltan los oportunistas. La presidenta de dicho partido, Claudia Morales, se dejó ver en Lanzarote para hacerse la foto con Haidar y reclamar explicaciones al gobierno español, cuando políticos y empresarios de su partido mantienen excelentes relaciones con las autoridades marroquíes.

Tanta hipocresía se explica por el fuerte apoyo popular que en España y en Canarias continúa teniendo el movimiento saharaui, pese al apagón informativo que la irrupción de la insumisa Aminatu ha desbaratado. Dejo un comunicado de la plataforma ciudadana Asamblea por Tenerife:

"Asamblea por Tenerife exige la inmediata liberación de Aminatou Haidar y que se le permita regresar a su casa en El Aaiún. Así mismo quiere dejar patente su más enérgica repulsa a la represión que ejercen  las autoridades marroquíes en los territorios ocupados del Sahara Occidental y a la más que  evidente complicidad de los gobiernos español y canario, y el lobby pro marroquí en el Archipiélago, por lo que hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que ponga fin a estos crímenes de lesa Humanidad.
 
     La justa lucha del pueblo saharaui por la autodeterminación de su territorio, derecho  garantizado por la Carta de las Naciones Unidas y recogido en el Plan Baker, ha sido respondida desde la firma del Acuerdo Tripartito en 1974 con crueles episodios de represión y muerte por el ejército y la policía de Marruecos, país que ocupa ilegalmente   los territorios de Saguia al Hamra y Río de Oro.

          La vergonzosa abstención del gobierno de Zapatero en una resolución de la 61 sesión  de la Asamblea General de Naciones Unidas que reafirma que "el Sáhara Occidental es un asunto de descolonización" y que requiere la aplicación de la resolución 1514 , es decir, que la solución pase inexcusablemente porque el pueblo saharaui ejerza su derecho inalienable a la autodeterminación, confirma no ya  la   pasividad de anteriores gobiernos, sino la apuesta decidida de los socialistas españoles por apoyar a la "monarquía hermana" de Marruecos. El secuestro de Aminatou Haidar, como ha calificado su abogada la acción de la  Guardia Civil que la retiene en el Aeropuerto de Lanzarote impidiéndole regresar a su tierra, no es sino un ejemplo más de la íntima relación de las monarquía borbónicas y alauita. Queremos pensar que esta antidemocrática respuesta del gobierno español no sea una represalia por las declaraciones de la activista saharaui en las que afirmaba que el ejecutivo del presidente José Luis Rodríguez Zapatero la ha "decepcionado" porque, según Haidar, hay una "diferencia abismal entre lo que piensa el pueblo español y la actuación  del gobierno".

          Por otro lado, a pesar de que Claudina Morales, presidenta de Coalición  Canaria (CC), intente culpabilizar al gobierno de Zapatero en exclusiva, la obscena relación de la monarquía alauita con el gobierno y la oligarquía canaria no ha hecho sino intensificarse en los últimos  años. Ya no sólo fomentan el silencio cómplice, sino que defienden abiertamente los intereses de esa sanguinaria "mafia real" con la que hacen negocios en los territorios ocupados: Binter, una compañía aérea canaria, vuela hasta El Aaiún; las cámaras de comercio canarias operan financiadas por el gobierno de Canarias; empresas canarias pertenecientes a los sectores de hostelería y comercio, especialmente de pescado, operan en la zona; algunas constructoras trabajan en el sur de Marruecos y los territorios ocupados; la Naviera Armas ha abierto una línea entre Puerto del Rosario (Fuerteventura) y el saharaui de Tarfaya…

         José M. Soria, vicepresidente del Gobierno de Canarias y presidente del Partido  Popular, además de agente del lobby pro marroquí, en el que prestan sus servicios los ex presidentes Felipe González y Adán Martín y al que también pertenecen, entre otros, el alcalde de Las Palmas, Jerónimo Saavedra o el periodista Ángel Tristán Pimienta, ex director de La Provincia,  anunciaba este verano que el gobierno de Canarias invertiría 4,3 millones de euros de fondos Feder de la UE en suelo saharaui. A pesar de que el  Frente Polisario le recordó que "ninguna zona ocupada del Sáhara Occidental es susceptible de invertir ni un sólo céntimo para hacer negocios sin el consentimiento de los representantes del territorio", Soria, en un ejercicio de cinismo y de manifiesto rechazo al Derecho Internacional, afirmó que el Sahara Occidental forma parte del reino marroquí. "Yo no le llamo zona ocupada -dijo-, le llamo: en todo Marruecos". Esta es una muestra al más alto nivel de cuál es la actitud del gobierno autónomo y coloca en su verdadero lugar actos para la galería como las declaraciones de la presidenta de Coalición Canaria.

La Laguna, 15 de noviembre de 2009"

Escrito por: Samuel.2009/11/16 09:38:36.492000 GMT+1
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2009/11/12 09:36:25.011000 GMT+1

Respetable racismo

El viernes pasado se difundió que una joven marroquí había sido agredida en la localidad de Socuéllamos, Ciudad Real, por su marido y otra mujer, que supuestamente la acusaban de no cubrirse la cabeza con un pañuelo. Como consecuencia de la paliza, poco después la joven habría sufrido un aborto.

Algunos personajes que se hacen pasar por periodistas y escritores, y muchos lectores, no tardaron en verter su bilis en los periódicos para proclamar que el Islam -religión de los implicados en el caso- es sinónimo de barbarie y sus adeptos, unos salvajes. La ocasión era propicia para sacar del baúl todos los tópicos y prejuicios racistas al uso, bajo los ropajes de una indignación selectiva. Cuanta más afectación, mayor cantidad de estupideces.

Martín Prieto
en El Mundo (09/11/09): "No se merecen un juicio penal por violencia de género sino una expulsión inmediata de España. No han entendido qué significa pertenecer a la cultura española, que no admite el velo como símbolo de decencia de las mujeres." (...) "El Corán es sangriento, y en lo que respecta a la mujer es miserable por más que estas indigentes genéricas lo asuman. El Corán reduce a las féminas a esclavas asumidas". Se ve que la Biblia no es nada sangrienta, de ahí que no se emplee como explicación de las decenas de mujeres asesinadas en España por maridos cristianos.

Rosa Montero en El País (09/11/09): "Que el islam de hoy está lleno de energúmenos es una trágica realidad imposible de tapar con eufemismos políticamente correctos. El fanatismo criminal forma parte de la oscuridad del ser humano y cualquier persona, cristiana o musulmana, sintoísta o atea, puede caer en ese abismo." Pero (y el pero siempre es lo importante) "Pero sin duda hay circunstancias históricas y sociales que lo fomentan." Entre los cristianos "esos bárbaros son un porcentaje ínfimo y residual. En el mundo cristiano, la sociedad civil lleva las riendas." Semejante majadería se comenta por sí sola.  "En el mundo islámico, en cambio, por complejas razones que no caben en este artículo, se está librando en estos momentos una durísima batalla entre la civilización y la barbarie." ¿Complejas razones que no caben en ese artículo, o en su ilustre cabecita? Montero se lamenta que "ahora, por desgracia, el islam [así, en general, sin más explicaciones que compliquen el discurso] está siendo abrasado por la fiebre integrista", y no duda en mezclar sudaneses y somalíes con los marroquíes de Ciudad Real. Y termina, a modo de amenaza: "Los energúmenos musulmanes, en fin, son un peligro para todos, pero especialmente, no lo olvidemos, para los propios musulmanes, que son sus primeras víctimas. Habrá que defenderse: no se puede transigir con los intransigentes." ¿Por qué no milicias de autodefensa, como en Italia? Podríamos mirar tambien al Reino Unido y aprender de ciertos defensores de Occidente. O a Alemania.

Pero antes de que Martín Prieto y Rosa Montero apoyaran la limpieza étnica y el linchamiento en sus respectivos diarios la versión inicial de lo acontecido ya había cambiado sustancialmente: "Ni recibió una “brutal” paliza, ni fue agredida por no llevar el velo islámico y ni siquiera sufrió un aborto como consecuencia de los golpes. Lo que al principio parecía un caso con tintes integristas, con el paso de las horas se ha convertido en una discusión que podría acabar calificada tan sólo como una simple falta." (El Día de Ciudad Real, 08/11/09). Si hubo agresión o no, y si fue grave o no, se podrá constatar en los tribunales, como sucede con cualquier otro crimen, sea de violencia de género o no. Pero algunos, como Miguel Molina en La Vanguardia, se resisten a que la realidad pueda estropearles la propaganda, e insisten con el espantajo comunitario.

De nuevo una supuesta crítica a la intolerancia religiosa o el machismo enmascara en realidad postulados esencialistas y trascendentalistas, típicamente coloniales, que apelan a la España eterna. Nada que ver con una crítica genuina a la religión y los trascendentalismos monoteístas. Así, cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó a Italia por la presencia de crucifijos en las aulas, pronto se alzaron las voces señalando con el dedo la presencia en las aulas de musulmanes que llevan hiyab. La sentencia, en cambio, hace referencia a la presencia de símbolos religiosos en las instalaciones de los colegios públicos, que no deben hacer proselitismo religioso contra la convicción de los padres de los alumnos. Es decir, lo que antes se entendía por laicismo, que sólo puede aplicarse al Estado, no a los ciudadanos. Cuando se cambió de objetivo y comenzó a exigirse que los alumnos no pudieran llevar uno u otro símbolo, religioso o cultural, so pena de exclusión, no cabe hablar de laicismo sino de discriminación. Hablando de tribunales, esta versión integrista del canon occidental está tan aceptada que hace unos días el juez Javier Gómez Bermúdez se permitió hacer algo difícilmente imaginable hace unos años: expulsar a una abogada de la sala de la Audiencia Nacional por el mero hecho de llevar puesto el hiyab.

Este es el ambiente en el que se inicia hoy en la misma Audiencia Nacional el juicio contra 11 vecinos paquistaníes e indios del Raval, Barcelona, a los que se le acusa de preparar un atentado contra el metro de Barcelona, de momento sin más pruebas que la denuncia de un testigo protegido. Ya se sabe que uno es terrorista no por lo que hace sino por lo que es. En el blog Rastros de Dixan podrá hacerse el seguimiento de este juicio y descargarse el libro que sobre este caso acaba de publicar la editorial Virus.

Escrito por: Samuel.2009/11/12 09:36:25.011000 GMT+1
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2009/11/10 13:20:24.822000 GMT+1

El éxodo de 1989


Vaya tropa. Foto: Spiegel online.

Con el espectáculo de ayer en Berlín culminan unas conmemoraciones que han funcionado sobre todo como una gran operación ideológica. Compárese todo lo que se ha dicho y escrito acerca de 1989 con lo que se dijo y escribió el año pasado sobre 1968. Si con respecto a este último evento -que no fue festejado de manera oficial- predominaron el autoflagelo progresista sobre la ingenuidad revolucionaria juvenil y las críticas conservadoras acerca del relativismo moral y la pérdida de los valores occidentales, de 1989 se destaca, por un lado, la "fiesta de la libertad", la consagración del capitalismo y la unificación europea, con una breve digresión sobre el desencanto ante las expectativas no cumplidas; y, por otro, una denuncia amarga de la degradación social, a menudo aderezada de Ostalgie, de nostalgia por el mundo perdido.

Sin embargo, el hilo conductor que une 1968 y 1989 es el mismo. En la Europa del Este y en la URSS las ondas del mar de fondo de los años sesenta se extendieron de manera más lenta e imperceptible, pero obedecieron también a transformaciones profundas en la composición material del proletariado y la socialización de la producción y a similares deseos de libertad. Las estructuras políticas del socialismo burocrático lo más que pudieron hacer fue ocultar estos cambios, ya que no controlarlos ni adaptarse a los mismos. 

En las Alemanias de 1989 el acontecimiento revolucionario se precipitó no mediante una toma del palacio de invierno sino por medio de un éxodo masivo, una versión espectacular y acelerada de la lenta fuga de los mecanismos de control estatal sobre el trabajo, los movimientos y, en suma, la vida, que ya se había venido produciendo de diferentes maneras en otros países del bloque soviético (con especial gravedad en la URSS). En el caso alemán, estos mecanismos que se extendían más allá de la propia RDA, mediante unos acuerdos migratorios con Hungría o la propia RFA que entonces se vinieron abajo. La fuga descolocó a todos. Para Helmut Kohl, antes de que afinara su oportunismo político -ante la desconfianza de Miterrand y Margaret Thatcher, garantes del equilibrio de Yalta-, el desafío de los ossies representó primero una amenaza, y todavía en septiembre declaraba apurado: "No es nuestra intención que todos los ciudadanos de la RDA vengan aquí, sino que puedan disfrutar de las libertades en su propio país".

Una fuga que también lo fue de los mecanismos de representación. No hay que olvidar que los regímenes del Este europeo se consideraban democracias populares en las que el Partido sustituía los mecanismos de representación parlamentaria, aunque finalmente acabara consolidando, no aboliendo, la distancia entre el poder soberano y las multitudes. El grito de Leipzig, "Wir sind das Volk" ("Nosotros somos el pueblo") simbolizó esta ruptura con la representación política socialista. Kohl acabó aceptando y forzando la anexión de la RDA para transformar ese grito en un significativo "Wir sind ein Volk" ("Nosotros somos un pueblo") y contener por la vía nacionalista y liberal su potencial desestabilizador.

Así que cuando los gobernantes europeos posan para la foto y se cuelgan medallas que no les corresponden (como un patético Nicolas Sarkozy) la escena es realmente grotesca. La libertad de la que hablan ahora, mientras desarrollan dispositivos de vigilancia que convierten a la Stasi en unos entrañables amateurs, construyen muros y criminalizan otros éxodos, no tiene nada que ver con la que reclamaban los alemanes en 1989, que es la misma que se buscaba en 1968. Ningún lamento, pues, por el socialismo real. ¿Y el comunismo? El comunismo es otra cosa.

Escrito por: Samuel.2009/11/10 13:20:24.822000 GMT+1
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2009/11/08 12:46:43.100000 GMT+1

Rebelión en Yemen

Hace veinte años que se unificó Alemania pero también Yemen, en un proceso complicado que tardó en asentarse, lo que no se logró hasta que finalizó el conflicto civil de 1994-1995, que consolidó el predominio de las élites del norte a costa de la clase dirigente del sur que provenía de la burocracia socialista. Si la unificación alemana simboliza principalmente el fin de una era, la unificación yemení, cuya suerte vendrá ligada a la primera Guerra del Golfo, bien podría representar el inicio de otra época, más confusa, que se precipitará tras el 11 de septiembre de 2001.

Yemen es la rara avis de la península arábiga: es el país más pobre, el más poblado, con un Estado muy dependiente de la financiación externa (FMI y Banco Mundial), la única república en medio de monarquías petroleras, donde los islamistas han participado en el sistema político en diversos momentos, cuyo sur costero vivió el colonialismo británico y una experiencia socialista única, y en cuyas planicies el norte buena parte de la población profesa el zaidismo, una variante del chiísmo que estuvo en la base del imamato milenario de Yemen, que desapareció con el advenimiento de la república en 1962 bajo la tutela del Egipto de Nasser. Estas peculiaridades convierten a Yemen en un caso fascinante donde la discusión entre modernidad y antimodernidad, entre occidentalización y acervo islámico se sale de los parámetros habituales.

Para intentar comprender la complejidad política de Yemen, viene muy bien un interesante artículo de François Burgat y Laurent Bonnefoy que publicó en julio la Casa Árabe. Burgat vivió varios años en Yemen, que ocupa un lugar especial en su libro "El islamismo en tiempos de al Qaeda". Burgat y Bonnefoy destacan que "desde los años sesenta, el régimen se ha ido construyendo basándose esencialmente en la inclusión y en la voluntad de superar los dualismos históricos y sociales", lo que le diferencia de otros regímenes árabes más represivos. Sin embargo, el equilibrio imperfecto entre estructuras tribales, islamistas y otros actores se ha visto amenazado por el autoritarismo creciente el poder y por presiones externas relacionadas con la "guerra contra el terrorismo" llevada a cabo por los Estados Unidos y sus aliados.

El artículo precede la última ofensiva del gobierno yemenita contra la rebelión hutista, en la que determinados clanes zaidíes de la región norteña de Sa'da se enfrentan al gobierno de Alí Abdulá Saleh desde 2004, y que en los últimos días se ha agravado con el intervencionismo militar de Arabia Saudí. Esto es lo que ambos autores explicaban al respecto en un extracto (los subrayados son míos):

"la fractura política más grave se ha producido en otro ámbito: en los cimientos del acuerdo histórico esencial, alcanzado a finales de los años sesenta al cabo de la larga guerra civil, entre los fundadores de la República y el bando de los monárquicos zaidíes, herederos del régimen milenario del desaparecido imamato, que se convirtieron, desde la instauración de la República, en los «perdedores» de la historia contemporánea del país. El lamentable «asunto al-Huthi» y sus millares de muertos, ocultados durante demasiado tiempo, representan indudablemente, a día de hoy, la revelación más cruda del reverso más oscuro del régimen político yemení y de la imposición unilateral de las exigencias represivas estadounidenses en el Yemen.

En el contexto post-11 de septiembre, y ante las crecientes exigencias de Washington, el régimen se ha mostrado ansioso por ofrecer a sus «aliados» pruebas de su implicación en la lucha antiterrorista. De hecho, la obsesión por las cuestiones de seguridad ha favorecido un endurecimiento, que se materializó de forma un tanto estrafalaria a partir de junio de 2004 en una campaña militar de enormes proporciones llevada a cabo en el norte del país contra un grupo que no se podía plantear, con un mínimo de seriedad, que estuviera realmente amenazando a la estabilidad del régimen republicano: la Juventud Creyente (al-Shabab al-Mu’min), liderado sucesivamente por Husayn Badr al-Din al-Huthi, hasta su eliminación física en septiembre de 2004, y después por su padre Badr al-Din y su hermano ‘Abd al-Malik. 

Descendiente de una familia aristocrática de Yemen del Norte, Husayn Badr al-Din al-Huthi fue uno de los fundadores del Partido de la Verdad (Hizb al-Haqq) en 1990, reminiscencia en plena era republicana de la expresión política del rito zaidí en el que se apoyó el imamato. De 1993 a 1997 fue diputado del partido, cuyas alianzas oscilaban entre la oposición (antes de la guerra civil de 1994) y el partido en el poder, el CPG, del cual uno de sus hermanos, Yahya, era diputado en el parlamento en 2004. En 1997, al no lograr renovar su mandato parlamentario, Husayn creó, animado por el jefe de Estado, una asociación religiosa llamada Juventud Creyente, cuyo objetivo consistía en reavivar el zaidismo. Tras el 11 de septiembre de 2001, al-Huthi, considerándose tal vez menos atado que los líderes electos a las consignas de moderación del régimen, comenzó a expresar sin ambages el resentimiento popular antiestadounidense y antiisraelí. Su asociación utilizaba sobre todo un eslogan que llamaba a la «muerte de Israel» y «de los Estados Unidos» y a la «victoria del islam», fórmulas por lo demás muy poco «zaidíes» y relativamente banales en el ambiente religioso y político suscitado por la campaña estadounidense contra Afganistán primero y contra Iraq después. A partir de finales de 2002, el jefe de Estado decidió acusar explícitamente a al-Huthi de estar dañando las relaciones con los Estados Unidos con la virulencia de sus palabras. Ante las quejas al respecto expresadas por el embajador estadounidense Edmund Hull, poco después el presidente aprovechó un alto realizado en una mezquita de Sa‘da, en su ruta de peregrinaje hacia la Meca, para fingirse escandalizado por los eslóganes radicales lanzados en su presencia.

Tomando como excusa una escaramuza entre miembros de la Juventud Creyente y unos soldados, el gobierno lanzó el 18 de junio de 2004 una gran ofensiva en Sa‘da contra ese grupo al que antaño había apoyado para que hiciera de contrapeso de los salafistas presentes en esta región cercana a la frontera saudí. El ejército subestimó la resistencia de una zona durante mucho tiempo ignorada por las políticas de desarrollo estatales. Tras el fracaso de los diversos intentos de conciliación tribal-religiosa, la violencia se intensificó y los pueblos fueron bombardeados por el ejército con el apoyo tanto militar como intelectual de militantes islamistas sunníes, siempre dispuestos a estigmatizar al zaidismo, declarándolo contrario al islam. La extremada dureza de los combates, que sólo se interrumpieron en septiembre de 2004 con la muerte de Husayn al-Huthi para reanudarse en marzo de 2005 y proseguir de forma episódica desde entonces, ha provocado la muerte de miles de personas, entre civiles, militares y rebeldes. En cuanto a la mediación de Qatar en busca de una solución pacífica, los resultados han sido bien pobres. En la primavera de 2008, el asesinato de un diputado de la región de Sa‘da, seguido del atentado contra una mezquita cercana al régimen, llevaron la guerra a una fase nueva, más intensa y brutal. La zona de combate se amplió y alcanzó, en mayo de 2008, los alrededores de la capital. En julio, el presidente Saleh declaró unilateralmente el final de las hostilidades y anunció el lanzamiento de ambiciosos programas de desarrollo en la región de Sa‘da. El alto el fuego, aunque respetado en su conjunto, parece sin embargo muy frágil y son numerosos los observadores que no creen en una solución definitiva de este sangriento conflicto.

En paralelo a los enfrentamientos armados, el gobierno desencadenó a partir de 2004 una dura campaña represiva contra los intelectuales zaidíes, prohibiendo numerosos libros y ordenando el cierre temporal de periódicos. En junio de 2008, el periodista ‘Abd al-Karim al-Jaywani fue condenado a seis años de prisión por sus supuestos vínculos con la rebelión. Finalmente, el presidente Saleh lo indultó a finales de septiembre, con ocasión del Ramadán.

Con el fin de preservar al máximo el equilibrio republicano construido desde la revolución de 1962, el gobierno decidió dirigir el grueso de la represión contra los «perdedores de la historia» encarnados por la minoría zaidí, en vez de hacerlo contra los islamistas sunníes, procedentes o no del movimiento de los Hermanos Musulmanes. Incluso al contrario, de alguna manera instrumentalizó esta guerra para volver a legitimarse a sus ojos. Como ocurrió en 1994, durante la guerra contra las antiguas élites socialistas del extinto Yemen del Sur, el régimen hizo patente su «defensa de las esencias de la nación» (unidad y república) oponiéndose a un grupo cuya adscripción básica (al zaidismo) sobredimensionó para no tener que asumir sus reivindicaciones totalmente «modernas» (que coinciden con el rechazo popular a la política militar estadounidense), asimilándolo de este modo al antiguo régimen del imamato. Así, para evitar atacar el nacionalismo políticamente prometedor del jefe zaidí, el régimen le atribuyó un programa a la par «reaccionario» y «antinacional»: la restauración del antiguo régimen y la colusión, a través del Hizb Allah libanés, con el extranjero (esto es, con el Irán chií). Pero esta estrategia no ha estado exenta de contradicciones. Ha reabierto, por un lado, una fractura sectaria que el pacto que puso fin a la guerra civil había logrado superar. Paradójicamente, puede revelarse además contraproducente (¿cómo es posible que el régimen no cayera en ello cuando lanzaba sus primeros ataques?), pues ha supuesto una identificación implícita del muy popular rechazo de la política estadounidense con un zaidismo potencialmente opositor.

Husayn al-Huthi negó las acusaciones formuladas varias veces por el régimen, tanto en medios de comunicación internacionales (la BBC entre ellos) como mediante manifestaciones simbólicas de lealtad al régimen republicano y a su jefe de Estado, blandiendo la bandera republicana frente a los asaltos del ejército. Sin embargo, gracias a una eficaz propaganda que convirtió de repente a la Juventud Creyente en un «grupo terrorista financiado por Irán», el gobierno ha logrado criminalizar sin reservas a los «rebeldes chiíes» así como a otros colaboradores de al-Huthi, ha animado a la estigmatización de zaidíes y sayyids por los militantes islamistas sunníes y ha inscrito su campaña represiva en el marco siempre vendible de «la lucha antiterrorista». Sin embargo, la Juventud Creyente no comparte gran cosa con al-Qaeda, más allá de una retórica antisionista y anti-estadounidense superficial, que no llega a constituir una amenaza real ni para el poder del presidente Saleh ni para los Estados Unidos.
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Escrito por: Samuel.2009/11/08 12:46:43.100000 GMT+1
Etiquetas: zaidismo arabia-saudí estados-unidos yemen antiterrorismo | Permalink | Comentarios (5) | Referencias (0)

2009/11/07 15:16:52.285000 GMT+1

Full metal jacket

Antes de que acabara con la vida de trece personas e hiriera a otras treinta en la base militar estadounidense de Fort Hood (Texas) Nidal Malik Hasan había sido militar, psiquiatra, palestino, americano, musulmán y muchas cosas más. Conforme avanzan las horas, y los medios de comunicación (re)construyen la historia, Malik Hasan es, sobre todo, musulmán, asesino e ingrato (el ejército "pagó sus estudios", destaca la prensa). Palabras que en el lenguaje racista de los más ciegos se vuelven sinónimas. Hasan se asimila de este modo a un virus mortal que se ha introducido en el cuerpo de la nación americana y que permanecía aletargado hasta el pasado jueves. De ahí a la hipótesis terrorista sólo hay un paso.

El periodista busca saber si dijo o no "Alá akhbar" antes de abrir fuego, si leía o no el Corán, qué tipo de mujer deseaba en su vida, si criticaba o no la "guerra contra el terrorismo". Poco a poco, que Hasan hubiera trabajado -antes de llegar a Fort Hood en abril- durante ocho años tratando a los soldados que regresaban de Iraq y Afganistán con estrés postraumático va perdiendo importancia. Si Hasan vivía aterrorizado con la posibilidad de ir a Afganistán se debe simplemente a una reacción natural, por tener que ir "contra los suyos", en la que apenas contarían las experiencias traumáticas de las que ha sido testigo privilegiado como psiquiatra.

En esta narración se escamotea información que ayude a contextualizar lo sucedido de otra manera. En mayo un soldado estadounidense mató a cinco compañeros en Bagdad...en un centro de tratamiento de estrés. En Fort Hood, gigantesca base militar que alberga nada menos que a 50.000 soldados, muchos de ellos destinados o de regreso de las guerras de Iraq y Afganistán, este año ha habido una media diez suicidios al mes: en julio la cifra de muertos por suicidio este año se elevaba ya a 75. Tampoco se mencionan los miles de soldados que han desertado en los últimos años.


Escena truculenta de la película "Full metal jacket" (1987), dirigida por Stanley Kubrick, y ambientada en la guerra de Vietnam.

En la atribulada personalidad de Nidal Malik Hasan no hay por qué descartar una identidad desgarrada, sobre todo si se confirma que efectivamente sufrió acoso por sus creencias religiosas. Pero esta circunstancia sólo puede valorarse si comprendemos el significado de la guerra y de la disciplina brutal de esa institución que es el ejército.

Escrito por: Samuel.2009/11/07 15:16:52.285000 GMT+1
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2009/11/03 01:01:10.614000 GMT+2

Doble fraude

La retirada de la candidatura de Abdulá Abdulá a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Afganistán ha desbaratado los planes estadounidenses de quitarse de enmedio a Hamid Karzai e instalar en el poder a un líder que pudiera aplicar la enésima nueva estrategia que prepara, no sin problemas, la administración Obama.

En agosto, poco antes de la primera vuelta de las elecciones el diplomático indio y habitual colaborador del Asia Times M. K. Bhadrakumar ya explicaba que

"Estados Unidos está llevando a cabo una guerra de desgaste en la retaguardia para asegurar que Karzai de algún modo no pueda asegurarse una clara victoria en la primera ronda, lo que haría necesario una segunda vuelta. " (...)

"Lo que ya es bastante aparente es que los candidatos preferidos de los Estados Unidos en estas elecciones afganas son el antiguo funcionario del Banco Mundial y ministro de finanzas Ashraf Ghani y el ex ministro de asuntos exteriores Abdulá Abdulá." (...)

"La estimación estadounidense es que si Karzai se ve forzado a una segunda vuelta, los votos anti-Karzai se coaligarían, especialmente en un desempate frente a Abdulá. Los medios financiados por el gobierno de los Estados Unidos han comenzado a apoyar a Abdulá."

(...)

"Igualmente, Washington cuenta con las habilidades diplomáticas de Abdulá para avanzar una reconciliación con los talibanes. "

(...)

"Por tanto, se avecina un periodo de extrema volatilidad. Karzai seguramente rechaze tirar la toalla a pesar de los ataques dirigidos contra él por parte de los medios apoyados por Occidente. Aquí es donde surge el problema. El campo de Abdulá amenaza abiertamente con crear una "situación estilo Irán" en Kabul si Karzai logra la victoria el 20 de agosto.  Si la violencia continúa, los cuerpos de seguridad afganos de mayoría tayika serán presionados duramente para controlar la situación y las fuerzas extranjeras podrían tener que intervenir, lo que sería muy controvertido."

Efectivamente, tras sucesivos tiras y aflojas con la ONU como convidado de piedra, Estados Unidos consiguió forzar una segunda vuelta ante las evidencias de fraude. Sin embargo, la desesperada estrategia estadounidense ha mostrado más su debilidad que otra cosa, de ahí la firmeza de Karzai a mantenerse en sus trece. Al fin y al cabo cuenta con el apoyo de señores de la guerra como Ismail Khan o Dostum y eso le basta. Tácticas sucias como el reportaje del diario The New York Times haciendo público de repente lo que todo el mundo sabía -esto es, que el hermano de Hamid Karzai, Walid, es un destacado narcotraficante a sueldo de la CIA, como tantos otros antes y después de 2001- terminaron por volverse en contra de la operación Abdulá, y el interesado acabó abandonando en mitad de la partida de manera intempestiva. Ahora Estados Unidos intentará reconciliarse con Karzai y presionar porque Abdulá y los suyos consigan puestos en un "gobierno de unidad nacional", lo que dadas las circunstancias se antoja difícil.

De todo este rocambolesco episodio me quedo con dos detalles. Uno es el juego ambiguo de los actores locales, en función de relaciones internas de poder que a menudo se anteponen a los intereses del valedor estadounidense. Y otro es la destacada responsabilidad de los ejércitos occidentales en la producción y tráfico de opio y heroína en Afganistán -fuente de financiación de guerras irregulares y contrainsurgencias varias-, que la propaganda habitual suele limitar a unos talibanes que han hecho de la necesidad virtud. Según Bhadrakumar, el propio Ministro encargado de la lucha contra los narcóticos, el general Khodaidad, presunto autor de la filtración al The New York Times, aseguró que Estados Unidos, Reino Unido y Canadá tasan la producción de opio en las zonas controladas por Karzai. Ni a Obama ni desde luego a sus aliados europeos les interesa que esta polémica se infle, por lo que harán todo lo posible por desactivarla. Lo que les va a costar más es encontrar una nueva excusa para la ocupación.

Escrito por: Samuel.2009/11/03 01:01:10.614000 GMT+2
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2009/10/27 15:00:36.688000 GMT+1

El sirviente

Unanimidad en torno a la muerte de Sabino Fernández Campo, patrono de honor de la Fundación Defensa de la Nación Española y conde de Latores (una broma más de nuestro campechano monarca). Salvo contadísimas excepciones, la crema y nata de la santa transición se ha deshecho en elogios hacia el militar franquista que sirvió al rey Juan Carlos como Secretario General (1977-1993) y como Jefe (1990-1993) de la Casa Real. Los medios renovaron el voto de silencio en torno a la monarquía y prácticamente lo único que publican son hagiografías sobre el "patriota" que comenzó a prestar sus servicios a España como soldado voluntario en el bando "nacional" tras el golpe de 1936. 

Como era de esperar, la maquinaria del consenso se ha movilizado para poner en práctica las supuestas virtudes que atribuyen a Fernández Campo. Para encontrar voces discordantes hay que bucear en internet y sobre todo en las bibliotecas. Una síntesis demoledora -y accesible en la red- de su papel se encuentra en el controvertido "Un rey golpe a golpe", de Patricia Sverlo (seudónimo).

"Ni el rey ni la reina fueron al entierro del hijo de Sabino Fernández Campo cuando murió en accidente de tráfico en 1994. En lugar suyo, como representación, enviaron a la persona que había sustituido un año antes en la jefatura de la Casa Real, Fernando Almansa. Con esta frialdad el monarca se dignó acabar sus relaciones con quien durante casi 20 años había estado a su servicio en la Zarzuela. Sabino, "el jefe", como le llamaba el rey, fue un personaje fundamental en la historia de la monarquía española, puesto que aportó habilidad política para resolver situaciones difíciles en múltiples ocasiones, y transfirió a la Corona su propia imagen de prudencia que no se correspondía en realidad con las decisiones que Juan Carlos tomaba por su cuenta. Sabino corregía sus deslices, ocultaba informaciones comprometedoras, dirigía los pasos que tenía que hacer...actuando casi siempre, más que como secretario, como un "tutor" y un "apagafuegos" en barrabasadas políticas. Pero no nos engañamos: de todo esto Juan Carlos habría de estar agradecido, pero no un país al cual colaboró a engañar con el único objetivo de perpetuar el sistema monárquico, con censura, mentiras y operaciones de lavado de imagen, en temas tan serios como el 23-F."

El libro destaca su particular relación simbiótica con los medios de comunicación y con los periodistas de la villa y corte. Por cierto, que en un artículo publicado en esta web, Javier Ortiz comentó de pasada la posibilidad de contarnos algún día "un par de anécdotas curiosas" sobre el personaje. Una de ellas dejaba "fatal" al propio Javier, mientras que en cambio la otra "retrataba muy bien" a Sabino. Lástima que nos dejara con las ganas.  

Escrito por: Samuel.2009/10/27 15:00:36.688000 GMT+1
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2009/10/26 14:00:5.166000 GMT+2

Identifíquese

Cada vez resulta más difícil "fundirse" en la multitud en busca de anonimato. Lo propio de lo urbano es ese exceso multitudinario que de pronto altera los espacios públicos, confunde a los sociólogos y puede amedrentar al poder. Frente al desfile de masas homogéneas, indiferenciadas e incontroladas el gobierno otorga permisos, distribuye espacios y emplea lentes (digitales) que le permiten contemplar con otros ojos el lento paso de la muchedumbre.

Sistemas como el Gigapan o el diseñado por la empresa española Lynce para averiguar el número de asistentes a la manifestación contra el aborto permiten contar una por una a las personas que participan en una manifestación y determinar con cierta precisión el número total de asistentes. Cuando se da una cifra de participantes no sólo se enfrentan convocantes, policía y administraciones. Delimitar lo que en principio parece inconmensurable resulta tranquilizador.

Pero además, después del tratamiento digital de fotografías de alta resolución tomadas desde posiciones fijas y desde tomas aéreas, los programas informáticos que desarrollan empresas como Lynce permiten asignar un número a cada persona. Una especie de número de identificación que pronto podría coincidir con el propio número oficial de identidad, sobre todo si evolucionan los sistemas de  reconocimiento facial. Una buena razón para prohibir manifestarse con el rostro cubierto, como en Francia.

Esta es la potencialidad disciplinaria, panóptica, de esta tecnología, sobre todo en su vertiente más explícita (la clásica cámara de videovigilancia). Al Estado le basta poder registrar y clasificar, en todo momento -necesariamente a posteriori-, toda la información que podamos generar, incluyendo nuestra propia presencia pública. Y que nosotros sepamos que pueden hacerlo. 

Lo más curioso es lo poco que nos importa, sobre todo si podemos acceder libremente a esta información...y disfrutarla. Es lo que muestra también el éxito de Google y sus productos, Facebook y otras redes sociales, etc. Este hecho plantea la variante difusa del control social, que no necesariamente tiene por qué establecerse de arriba abajo, y que encima puede ser divertida y placentera. ¿Servidumbre voluntaria a través del consumo? ¿Control generalizado de todos frente a todos?

Yo no acabo de tenerlo claro. Muchas prácticas de los internautas invierten y alteran la lógica de la vigilancia. Por ejemplo, los hackers italianos de Ippolita desarrollaron un sencillo sistema de intercambio de cookies denominado Scookies con el que juegan al despiste con la segmentación de perfiles que lleva a cabo Google. Ellos se fijan más bien en el uso que le damos a la red. A su juicio, la insistencia en la cuestión de la privacidad, que puede derivar en actitudes neoludditas, enmascara un asunto políticamente más importante, el de la pasividad de la gente frente a la tecnología. Volviendo a la manifestación que discurre bajo una infinidad de miradas digitales. ¿Sólo cabe mirar a la cámara y sonreír?

Escrito por: Samuel.2009/10/26 14:00:5.166000 GMT+2
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2009/10/20 08:46:31.024000 GMT+2

Entre iguales


El presidente israelí Shimon Peres estrecha la mano de José Luis Rodríguez Zapatero. Jerusalén, 15 de octubre de 2009. Fotografía: Jonathan Nackstrand/AFP/Getty Images.


La semana pasada José Luis Rodríguez Zapatero visitó Israel y Cisjordania, después de haber pasado por Siria. Saludó al belicista Nobel de la Paz Shimon Peres, a Benjamin Netanyahu y al cadáver político de Mahmud Abbas, en Cisjordania ocupada.

En política exterior, es habitual mantener contactos con gobiernos con los que no necesariamente se tiene afinidad política, aunque sólo sea por cuestiones consulares. Pero cuando se trata de Israel se pretende mostrar que los intereses ceden ante algo más profundo, y los símbolos se suceden para representar una relación especial, entre iguales, la que se tiene entre miembros de una cofradía o de un club exclusivo. Así, por ejemplo, en esta ocasión el gobierno israelí y el español renovaron su amistad y firmaron un acuerdo en materia de investigación y desarrollo tecnológico -también militar, por supuesto-, a sabiendas de que un día después el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas iba a aprobar finalmente el informe Goldstone, con el rechazo o abstención de los gobiernos europeos asistentes. Nada nuevo. Al fin y al cabo, Israel participa activamente en los proyectos de investigación europeos relacionados con la seguridad y el control social, en el marco del Acuerdo de Asociación que mantiene con la Unión Europea.

No estoy de acuerdo con quienes sostienen que la posición de los gobiernos europeos se limita a un mero seguidismo de Estados Unidos. Si, como asegura Gilad Atzmon, los sionistas se mueren por pertenecer al concierto de las naciones civilizadas (esto es, las que valen y deciden según la óptica occidental) y, por tanto, "intepretan el terrorismo de Estado y la barbarie como símbolos naturales de soberanía", nada mejor que tratar de ser un alumno aventajado para obtener el reconocimiento de sus pares. Cuando la aviación israelí bombardeó Líbano en 2006, los militares argumentaron que no habían hecho otra cosa que no hubiera hecho la OTAN en 1999. El mismo razonamiento se extiende a la ocupación de tierras palestinas, poca cosa comparado con la tarta iraquí o afgana. Cuando la Unión Europea paga el sustento y entrenamiento de los "nuevos palestinos", mientras da el visto bueno para la erradicación de Hamás y su base social, lo hace partiendo sobre parámetros equivalentes a los de sus socios israelíes, los de la falacia del "terrorismo", tan útil en el exterior como en el interior. 

"Europa" y "Occidente" se constituyeron como tales a través del hecho colonial, e Israel -como la Sudáfrica del apartheid, un Estado racista basado en un proyecto colonizador europeo injerto en un territorio no europeo, considerado hostil- explicita continuamente, de manera brutal, lo que en Europa discurre de manera soterrada e inconfesa -salvo espasmos de orgullo colonial- a partir de una política migratoria discriminatoria, un antiterrorismo que todo lo abarca, y un intervencionismo externo que, como en Afganistán, ya ha agotado todas las excusas posibles para dejar al descubierto un descarnado neocolonialismo. 

No resulta extraño, pues, que apenas exista presión alguna para que Israel abandone su proyecto. A la legitimación política del sionismo con motivo de la explotación ideológica del Holocausto se une el hecho de que, desde el punto de vista occidental, el colonialismo no forma parte de la historia universal de la infamia sino que, por el contrario, se integra en una genealogía natural de la que nunca se ha renegado. Cuando se emplea el concepto totalitarismo para abarcar esas dos representaciones del mal que son el nazismo y el estalinismo, la ideología colonial siempre queda fuera, en un plano mucho más discreto, y las conexiones con aquéllos, desdibujadas.

Por ello la denuncia de la expansión de los asentamientos o la defensa de las recomendaciones que hace Richard Goldstone en su informe, por más necesarias que sean estas acciones, no deberían hacer olvidar el contexto general de la ocupación. La violencia extrema de lo sucedido en Gaza no debe ocultar la opresión y la humillación que sufren a diario los palestinos. Como dice Michael Warschawski, una paz justa en Palestina no podrá obtenerse sin una "descolonización total (uno podría decir de-sionización) del Estado de Israel", hablemos de la opción de un Estado o de dos Estados. Lo cual significa que judíos, árabes palestinos y otras comunidades deberían poder vivir en libertad e igualdad, es decir, sin relaciones de dominación de tipo colonial. Lo mismo debería aplicarse a Europa.

Por el momento, podemos consolarnos con un boicot que ya ha dado algunos resultados y con acciones puntuales como el escrache inteligente organizado la semana pasada por un grupo de activistas en la Universidad de Chicago y registrado por la cámara de Electronic Intifada. El discurso del ex primer ministro y ahora respetable conferenciante Ehud Olmert, fue interrumpido repetidamente por el fantasma de los 1200 muertos libaneses y los 1400 muertos palestinos de la masacre de Gaza. Una iniciativa que valdría la pena repetir con otros sujetos de la misma calaña.

 

Escrito por: Samuel.2009/10/20 08:46:31.024000 GMT+2
Etiquetas: unión-europea israel comercio zapatero boicot palestina colonialismo | Permalink | Comentarios (2) | Referencias (0)