A principios de noviembre la secretario de Estado norteamericana Hillary Clinton, de visita en Marruecos, elogió a Mohamed VI y defendió tanto su política de derechos humanos como su plan de autonomía para el Sáhara. Seguro del apoyo estadounidense, el régimen marroquí ya había detenido en octubre a ocho saharauis miembros de organizaciones sociales que venían de visitar los campos de refugiados en Tinduf (Argelia), continuando la escalada represiva que comenzara en 2005. Poco más tarde, y con motivo del trigésimo cuarto aniversario de la invasión marroquí del Sáhara Occidental, Mohamed VI pronunció un combativo discurso en el que, por si quedaba alguna duda, excluye cualquier tipo de negociación con los representantes de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) sobre la descolonización:
"Con toda responsabilidad, afirmamos que ya no hay lugar para la ambigüedad y la duplicidad: o el ciudadano es marroquí, o no lo es. Se acabó el tiempo del doble juego y del escapismo. Llegó la hora de la claridad y el deber asumido. O se es patriota o se es un traidor. No se puede disfrutar de los derechos de la ciudadanía y al mismo tiempo renegar de los mismos conspirando con los enemigos de la patria".
Sustitúyase la palabra marroquí por español y podremos apreciar mejor una interesante genealogía, la de la España franquista que hermanó a las monarquías alauí y borbónica. El franquismo dejó huella en los territorios de Marruecos y, lógicamente, del Sáhara Occidental. Antes de que la emprendieran contra "los rojos", los rebeldes rifeños pudieron comprobar en sus propias carnes el sentido de la patria de los generales africanistas españoles y una doctrina del enemigo que en los últimos años ha renacido bajo otros hábitos. Otra genealogía pasa también por el Rif: la del petainismo francés. No hay que olvidar que fueron tropas franco-españolas, comandadas respectivamente, por el mariscal Pétain y un joven general Franco, las que en 1925-26 gasearon a los rifeños, y fue Pétain el primer embajador francés que presentó credenciales al gobierno de Franco el 20 de marzo de 1939, poco antes de que finalizara la guerra civil. Formalmente, el petainismo acabó con el final de la Segunda Guerra Mundial y el franquismo con una ley sobre el destino del Sáhara. Formalmente, insisto. Sabemos cómo se metamorfosearon después.
En esta tradición reaccionaria, los derechos ciudadanos no son sino una emanación de la soberanía nacional que encarna el monarca (o el Estado, en general). Una concesión del soberano, que tanto puede ser otorgada como retirada si es necesario. Y el vínculo con el soberano se establece mediante la nacionalidad. "Marroquí, patriota, ciudadano" se opone de este modo a "extranjero, traidor/enemigo, no ciudadano/sin derechos". En España el razonamiento opera de manera similar: el enemigo, encarnado principalmente por la figura del "terrorista" -aunque no sólo por ella-, se considera un cuerpo extraño, extranjero, o por lo menos no español, o no lo suficientemente español, en el caso del País Vasco. En estos casos, el reconocimiento de derechos se puede cuestionar con mayor facilidad, en una jerarquía que ya no es explícitamente racial aunque en ocasiones lo parezca: en la polémica acerca del secuestro del Alakrana no faltaron quienes rechazaron la intervención del gobierno español por el hecho de que el barco ondeaba supuestamente una ikurriña en lugar de una bandera rojigualda, mientras que a la mayoría de los tripulantes -que carecían de nacionalidad española- apenas si se les prestó atención alguna.
Una semana después del discurso de Mohamed VI, el 13 de noviembre la activista Aminatu -o Aminetu- Haidar fue expulsada de Marruecos con la colaboración del gobierno español, tras la retirada de su pasaporte. Desde entonces se encuentra en el aeropuerto de Lanzarote, donde continúa una huelga de hambre, pese a su precario estado de salud. Mientras, los gobiernos español y marroquí tratan de despolitizar el asunto reduciéndolo a una mera cuestión administrativa en la que Haidar -como los rebeldes saharauis, como los palestinos- es quien no quiere atender a razones. La todavía Comisaria de Relaciones Exteriores Benita Ferrero-Waldner comparte la misma opinión. Y, teniendo en cuenta las declaraciones precedentes de Hillary Clinton, no hace falta indagar más acerca de la posición del gobierno estadounidense. Consenso euroatlántico, pues, en torno a las dos principales asignaturas pendientes de la descolonización, Palestina y el Sáhara Occidental: el problema es quien resiste.
Por su parte, el gobierno canario no ha tardado en quitarse el problema de encima remitiéndose a la responsabilidad del gobierno central. Pero antes del "incidente Haidar", parece que la plana mayor del establishment político-cultural canario tenía previsto reunirse la semana que viene en la ciudad marroquí de Tarfaya, a dos pasos del Sáhara Occidental, en un gran Festival sobre el diálogo de culturas (sic) organizado por empresarios canarios con la colaboración de las autoridades marroquíes y la lamentable participación de las dos universidades canarias con cientos de estudiantes. La lista de invitados canarios que han confirmado asistencia, según el sitio web del evento, es extensísima, e incluye a ex presidentes autonómicos, alcaldes, jueces, catedráticos, pintores, ingenieros, rectores, y Juan Fernández López Aguilar, que pertenece a una categoría aparte. ¿Se atreverán a asistir mientras Aminatu Haidar agoniza?
Mientras, Aminatu espera, y recibe a quien quiera escucharla en el aeropuerto de Lanzarote, ante la mirada perpleja de los turistas. Afortunadamente, son muchas las personas y organizaciones que en Canarias y en otras partes están recordando que la espera de Aminatu es la de un pueblo. Y que no necesitamos al soberano o a la administración para ser humanos y ciudadanos.
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Pueden firmar una carta de apoyo a Aminetu Haidar en este enlace.
Esta carta se le enviará periódicamente con las firmas recogidas mientras dure su situación actual.
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