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2006/09/29

Rossane Cash. «Black Cadillac»

 

Capitol Records, 2006

Album en Spotify

Este Black Cadillac es probablemente el trabajo más acabado de la ya larga y fructífera carrera de Rosanne Cash. La cantautora escribió las doce canciones que lo integran en los dos años a lo largo de los cuales se produjeron los sucesivos fallecimientos de su padre, Johnny Cash (que la llamaba «Cerebro»), de su madrastra, June Carter Cash y de su madre, Vivian Liberto Cash. Black Cadillac no es un trabajo conmovedor sólo por las circunstancias en las que fue realizado, sino también por la emocionada lucidez con la que Rosanne examina su propia experiencia familiar y artística. Combina con singular habilidad el impresionante legado musical de los Cash-Carter, más presente que nunca en su obra, y el impulso renovado de sus exploraciones como compositora y letrista. Es admirable cómo funde el conjunto para lograr que la indagación en sus propias emociones trascienda el ámbito íntimo y privado y cobre un sentido reconociblemente colectivo.

Rosanne Cash, a la que siempre he considerado una especie de Leonard Cohen en mujer por la atmósfera brumosa y fascinante que crea en sus canciones, es muy poco conocida en España. En Estados Unidos es otra cosa. Aunque nunca ha estado en la cumbre del star system –ni ganas–, a lo largo de sus ya casi 30 años de carrera ha ganado varios premios Grammy y ha colocado hasta once canciones en el número 1 de las listas especializadas de la revista Billboard. Este mismo año, la Asociación de la Música Americana la ha seleccionado por dos conceptos para sus premios anuales: como «Artista del Año» y como «Canción del Año» (la que da título al disco).

Por razones familiares, suele incluírsela en el ámbito de la música country, aunque en la práctica ésa sea sólo una de sus múltiples fuentes de inspiración. (También lo es para Leonard Cohen, al que nadie catalogaría, creo yo, como cantautor country.)

El título Black Cadillac («Cadillac negro») hace referencia, como supongo habréis imaginado, al típico coche mortuorio estadounidense. Pero no deduzcáis de ello que se trata de un disco llorón. Rosanne Cash se retrata melancólica, sin duda, pero también a veces enrabietada, otras perpleja, otras simplemente descriptiva, en un esfuerzo por tomar algo de distancia con respecto al sinsentido de la vida y de la muerte. El resultado es como ella misma: inteligente, original y rebelde.

Javier Ortiz

Escrito por: Javier Ortiz.2006/09/29
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2006/08/19

Pedro Ruy-Blas. «Madre Ciudad»

Nuevos Medios, 1984

Album en Spotify

Si algo me gusta de estos tiempos que corren es la posibilidad de acceder por múltiples medios a un montón de buena música que hasta hace pocos años era prácticamente imposible de encontrar por estos lares. Pero mi entusiasmo por lo que para mí son descubrimientos en el ámbito musical, no impide que tenga grabados en la memoria y en la piel algunos discos de hace muchos años que no sólo me traen buenos recuerdos sino que hoy sigo considerando como algo esencial en mi colección discográfica.

Los años no han conseguido hacerme olvidar un disco que, en su tiempo –hace más de veinte años ya- me acompañó durante muchas horas, no me cansaba de escucharlo porque para mí era una auténtica joya. El disco en cuestión era “Madre ciudad” de Pedro Ruy-Blas. Hablo de mediados de los años ochenta, o sea, del siglo pasado.

Con el tiempo desapareció la cinta –supongo que se murió enganchada en algún viejo radio-casete, de alguno de los coches que tuve. Lo malo es que  también desapareció el disco de vinilo y suponía –con razón- que sería uno de esos préstamos que se hacen y  no se recuperan. Pero por aquellas casualidades de la vida, ayer se confirmó mi suposición cuando escuchando música en casa de un amigo me puse a curiosear entre los viejos discos y apareció “Madre ciudad”, el mío.

Al margen de la huella que el paso del tiempo y las muchas vueltas de plato han dejado en el vinilo, ha sido un placer volverlo a escuchar. Y no es nostalgia, lo juro, simplemente es que la calidad no tiene caducidad y afortunadamente este disco supera los estrechos límites de las modas, los superéxitos y otras muchas patochadas al uso.

Entre los músicos figuran algunos de los componentes del grupo Dolores que sólo los de mi quinta y anteriores saben por experiencia lo que supuso en el entonces aburrido panorama musical español, en el que pocas excepciones escapaban a la basura que el régimen de Su Excremencia imponía en su empeño de fomentar la incultura general. Jorge Pardo, Rubem Dantas y Toni Aguilar vuelven a tocar con Pedro junto a una larga lista de buenos músicos entre los que destaco a uno de mis bajistas favoritos, el catalán Carles Benavent.

Pero aunque el trabajo instrumental es excelente, “Madre ciudad” es un disco en el que las  letras y las voces tienen un papel imprescindible. Y la voz de Pedro suena impresionante, potente, jugando con maestría con la improvisación y envolviendo de aires de jazz al conjunto de temas que componen este trabajo.

En definitiva, un disco para hacerse con él. Yo no he sido capaz de encontrarlo en cedé en todos estos años. Quizá alguno de vosotros lo consiga y os recomiendo que lo intentéis porque vale muchísimo la pena, es música de la buena.

María Zaloña

Un aviso para gente curiosa: Si rebuscáis por la sección de música de la anterior página de Javier Ortiz, podéis encontrar unas cuantas reseñas de discos de Pedro Ruy-Blas, Juanjo Talavante nos ha dejado en ella una buena muestra de su conocimiento y admiración por este gran músico.

Escrito por: María Zaloña.2006/08/19
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2006/07/28

«Lone Star, Marat y Mi Calle»

 

“......Así es mi calle, un lugar en el que se concentran las vergüenzas y las miserias, aunque sea en tramas tan anecdóticas como éstas. Mi calle es un espacio olvidado, un huérfano que no aparece en las fotos del álbum familiar. Mi calle es  un escenario tabú, un estúpido punto negro dentro del plano que de vez en cuando reposa en la mesa del alcalde. Mi calle es un clamor silencioso, un agujero obstruido, un corazón a medio latir. Mi calle es una lágrima buscando un trayecto por el que discurrir.”

 Así acaba “Mi calle”, un estupendo artículo de Marat, uno de los primeros colaboradores de la web de Javier Ortiz.  Así se titula también una de las canciones más conocidas de Lone Star, cuya letra, a pesar de haber sido compuesta a finales de los años 60, es todavía un reflejo de lo que pasa en tantas calles de no importa qué ciudad del mundo.

Aunque no sea habitual incluir en esta sección algo que no sea la reseña de algún disco, hoy voy a permitirme romper la “norma” para poder compartir con quien por aquí se asome un regalo que me ha hecho el amigo Marat, una ráfaga de “Mi calle” de Lone Star, este tema que si allá por los años 70 me encantaba, hoy sigue produciéndome una mezcla de emociones de difícil describir.

Espero algún día hacerme con el disco, y quizá entonces haga una reseña del mismo, o si hay suerte, que alguien se anime a comentarlo. Pero por ahora os invito a que escuchéis el tema y que aprovechéis la ocasión para leer el artículo de Marat. Os ayudará a sobrellevar la canícula tan sólo ejercitando un poco las neuronas.

Yo ahora os pongo un aperitivo, un vídeo de una de sus actuaciones en directo en un programa de televisión cantando Mi calle. Pero si queréis escuchar cualquier otro tema de este veterano grupo podéis hacerlo en la página de Lone Star.

¡A disfrutar!

María Zaloña

 

Escrito por: María Zaloña.2006/07/28
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2006/07/09

Idir. «Entre scènes et terres»

 

BMG SONY MUSIC, 2005

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Idir acaba de actuar en Mataró. El festival Cruïlla de Cultures ha promovido su primer concierto en Catalunya. Quienes lo conocíamos por discos quedamos encantados de haber asistido a su directo, quienes lo descubrieron ayer casualmente (porque esperaban para ver la actuación del también argelino Khalid) se quedaron gratamente sorprendidos. Idir  sigue siendo casi un desconocido por estas tierras pero os aseguro que después de 40 años de carrera musical su calidad y su capacidad de emocionar permanecen en la cima.

Nació en Aït Lahcène un pequeño pueblo de las montañas de la Kabilia en el que el trabajo del campo y la joyería artesanal son las principales fuentes de  sustento de sus habitantes.

Música y poesía forman parte de su vida desde la infancia: los  pastores de la zona llenaban las largas horas de espera tocando una pequeña flauta que fue para Hamid Cheriet (su verdadero nombre) el juguete con el que interpretó sus primeras melodías. Su madre y su abuela le acercaron a la poesía recitando poemas y haciendo canciones mientras realizaban las tareas domésticas.  La gran familia bereber en la que los lazos de parentesco se extienden más allá de los de sangre, fue para Idir la escuela de la vida, el motivo de su firme arraigo al entorno en el que creció y la fuente de inspiración para una buena parte de sus canciones.

Para estudiar en el liceo se trasladó a Alger, en el internado pasaba sus ratos libres haciendo música con sus compañeros. Vivía enfrente de Radio Alger y empezó a hacer algunas colaboraciones musicales. Un día le pidieron al joven Hamid que sustituyera a una reputada cantante que no podía acudir a una actuación prevista. Él aceptó pero se presentó con un seudónimo para que sus padres no lo identificaran y así evitarles el disgusto de pensar que malgastaba su tiempo en una actividad tan poco reconocida socialmente como la música.

Y así surgió el nombre de Idir, que significa “el que vivirá”; en tiempos en que en su país la mortalidad infantil era muy alta ese nombre evocaba la esperanza de vida. Y él quiso adoptarlo para expresar su deseo de que su lengua y su identidad amazigh sobrevivieran a pesar de la constante represión que sufrían.

Como tantos otros se fue a Francia, allí completó sus estudios de doctorado en geología  y también allí le llegaron las propuestas de las discográficas y el reconocimiento a su trabajo musical. El éxito no ha conseguido apartarle de sus convicciones y del compromiso social que ha asumido, todo ello sin excentricidades, con enorme discreción, con una humildad difícil de percibir en artistas de su categoría.

«Entre scènes et terres», título que resume el devenir de sus días, es una grabación en directo de un concierto en el Théâtre des Hauts-de-Seine de Puteaux en el 2004.  El disco recoge sus temas más emblemáticos tal como Idir los interpreta en sus conciertos: buscando la complicidad del público, haciéndole participar, explicando algún tema y ofreciendo con sus excelentes músicos un espectáculo digno de verse.

Entre las canciones del cedé no faltan algunas de las que a mí más me emocionan: A Vava Innouva, la canción que le lanzó a la fama y que, según explica Idir, fue compuesta de la forma más simple ya que para él no es más que una descripción del algo tan cotidiano como el entorno en que se desarrolló su infancia. También está Ssendú,  un tema que desprende una enorme ternura y que fue inspirado por su madre que pasaba muchas horas sentanda balanceándose para batir  la leche  mientras cantaba, reía o lloraba. Idir ha convertido esta canción en una denuncia de la situación de las mujeres, en ésta o en la otra orilla del Mediterráneo y al interpretarla nos rinde un cálido homenaje. Otro de los temas del disco es Tizi Ouzou la famosa San Francisco, compuesta en los años 70 por Maxime le Forestier y que ambos rebautizaron con el nombre de la capital de la Kabilia erigiéndola como símbolo del sueño amazigh.

En fin: Awah Awah, Isefra… y muchas otras de sus canciones más entrañables forman parte del repertorio musical de este gran trabajo que es «Entre scènes et terres».

El disco va acompañado de un DVD que nos acerca a su entorno natal  y nos permite descubrir  a un Idir maduro, sereno y solidario, un artista comprometido que defiende con naturalidad su identidad amazigh a la vez que reconoce la riqueza que encierra la diversidad y la suma de identidades.

Y tras todo este entusiasmo, parece evidente que la recomendación ha de ser que lo escuchéis, que os emocionéis y que lo disfrutéis.

María Zaloña

Escrito por: María Zaloña.2006/07/09
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2006/06/25

Ángel Unzu. «Melodías de piel»

Laida/Elkar, 2003

Album en Spotify

El disco que hoy os comento lleva ya unos años publicado, pero hace pocos días que cayó en mis manos, y es el último de este musicazo y encantadora persona que es Ángel Unzu,  un navarro afincado en Donostia que a pesar de contar en su haber con sólo dos discos en solitario tiene una dilatada carrera musical, como guitarrista, compositor, arreglista, productor y como colaborador en muchos proyectos de la escena musical del País Vasco.

Cuando por primera vez me fijé en Ángel Unzu, seguramente ya lo había escuchado antes, posiblemente cuando formaba parte del grupo de Kepa Junkera, o con Benito Lertxundi, o con cualquiera de las múltiples formaciones con las que ha pisado estudios y escenarios. Pero la vida tiene esas cosas, hay personas que a veces te pasan desapercibidas pero un día te las encuentras y no te queda más remedio que rendirte a sus encantos.

Es a partir de su participación en Abenduak 29 de Jabier Muguruza que descubrí la delicadeza y el buen hacer con la guitarra de Ángel, un músico con todos los méritos para ser considerado con entidad propia.  A pesar de que su sencillez pueda hacerle resultar a veces invisible, su guitarra resulta tan certera cuando tiene un papel protagonista como cuando participa en formaciones amplias en las que pasa a ser una pieza más del conjunto pero no por ello menos imprescindible.

“Melodías de piel”, a diferencia del anterior disco de Unzu -“13 solos”- en el que el guitarrista se acompañaba casi exclusivamente de una base de percusiones, es un trabajo que  incluye composiciones con acompañamiento orquestal junto a otras piezas concebidas para pequeño grupo, para concierto íntimo de “sala petita”. Ángel se rodea en este disco de sus amigos, 30 músicos colaboran con él  arropando el sonido de sus guitarras. Et Inkarnatur orkestra, el Quinteto Boskoitz y Alos Quartet  le acompañan en las piezas con apoyo orquestal, mientras que  otras son interpretadas en solitario o con el apoyo más ligero de los contrabajos de Gonzalo Tejada o Julio Andrade, de la percusión de Iñigo Egia, de la flauta de Iñaki Garmendia, del clarinete de Emilio Chirivella,  o del pianista Iñaki Salvador ejerciendo de  vibrafonista.

Todos los temas están compuestos por Ángel Unzu, con excepción de Memoria e Fado, una composición del brasileiro Egberto Gismonti  de la que el guitarrista hace una emotiva interpretación personal que a mí me ha fascinado. En el librito del disco, el autor explica cada uno de los temas, su proceso, el momento en que los compuso y lo que le llevó a hacerlo. Un acierto más a añadir al conjunto del trabajo  que nos permite acercarnos más para descubrir la sensibilidad de este artista.

El disco no es catalogable en uno u otro estilo musical, no hay ninguna necesidad de ello y no podría ser de otra manera dada la amplia experiencia de su autor. Hay para mí un parentesco indudable con el jazz, aunque heterodoxo, pero por algún lado suenan también aires de influencias brasileiras, de clásica y de música contemporánea, e incluso puedo imaginar en algunos momentos algún toque de guitarra con arranque que podría derivar en flamenco.

En cualquier caso, lo de menos es esto, para mí lo importante  cuando escucho música es que me emocione, que me toque la piel, y en este caso no cabe la menor duda que Unzu ha sabido escoger el título para su trabajo  porque su música nos toca la fibra sensible, llega dentro y nos hace disfrutar. Al menos esto es lo que yo he sentido con "Melodías de piel" y espero lo mismo para vosotros si os decidís a escucharlo, cosa que os recomiendo con todo mi empeño.

María Zaloña

Escrito por: Maria Zaloña.2006/06/25
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2006/05/21

Fermin Muguruza. «Euskal Herria Jamaika Clash»

Talka Records, 2006

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Fermin se ha ido a Kingston a grabar su último trabajo. La cantera vasca ha estado representada con los vientos de Jon Elizalde, la triki de Xabier Solano y el saber hacer de Xabi Pery. El proyecto, a propuesta del productor Pierre Paparemborde, se ha estado cocinando a fuego lento durante varios años y se hizo realidad durante los pasados meses de enero y febrero.

El productor jamaicano ha sido Clive Hunt, el hombre de las 8 balas, y el trabajo se ha hecho en dos estudios: Tuff Gong Internacional (los herederos de Marley) y Big Yard Studio (Shaggy).

El disco comienza con una canción dedicada al mercadillo sabatino de Irun, “Azoka Eguna”. Me gusta esta canción. Colabora Toots. “Euskal Herria Jamaica Clash” da título al álbum y es la canción que Fermin ha utilizado para lanzarlo. El vídeo en 3D está muy bien y cuenta con la colaboración de U-Roy. “Baxua eta lurra” ralentiza el ritmo. Tiene que ser una gozada saber que las I-Threes meten coros en tus canciones. “Maitte zaitut” dicen ellas. ¿No se cuela Sorkun por ahí? Los créditos no dicen nada.

Viene luego el rock steady de “Plastic Turkey”, aquel cacho plástico en forma de pavo que Doble V Bush llevó a sus tropas en Irak. ¡Me encantan los coros y el ritmo! “Askatasun parabolikoa” se abre con el rapeo de Luciano. La libertad para(dia)bólica. “Mongolian barbecue” es una de mis favoritas del momento, pero cuidado con “La fille du quartier populaire”, donde fm canta en francés y colabora Lisa Dainjah. “Yalah, Yalan, Ramallah!” recordando sus días en Palestina y el ska, con irrintzi, que se desborda.

Recupera “La línea del frente”, con el poderío de Masta Blasta. 20 años no son nada. “Basque xamuraia”, deliciosa con las I-Threes diciendo “Bost-zazpi-bost”, mezcla las culturas vasca y japonesa. “Beamon jauzia” es de encargo: BSO del corto “El salto de Beamon” de la directora Ane Muñoz. Me lleva al año en el que nací y a los Juegos Olímpicos de México, con el salto galáctico de Beamon. Sorkun y Masta Blasta, Martin Luther King y Malcom X. Cierra el dub de “Le Mouv´Dub”.

Resumen: la triki se cuela en el disco y se integra con naturalidad con instrumentos más propios de la música reggae, porque la tradición no es más que lo que uno ha conocido. Y el mejor reggae es tradición en Irun por sitios como el Bad Depor, en la misma plaza donde se celebra el mercadillo de la canción que abre el disco. Un disco, por cierto, muy en la onda de “Gure jarrera” de Negu Gorriak y de “FM 99.00 Dub Manifest”. Merece la pena.

Mikel Iturria

Escrito por: Mikel Iturria.2006/05/21
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2006/05/11

Aynur. «Nûpel»

 

Kalan Müzik, 2005. Resistencia, 2006

El 2005 fue para Aynur un año lleno de merecidísimos éxitos. Además de la gran difusión de su disco Keçe Kurdan,  grabó colaboraciones con otros reconocidos artistas y participó en diversas películas como Gönül Yarasi  del director Yavuz Turgul (en la que  por primera vez en una película rodada en Turquía se interpretaba una canción en lengua kurda), o el documental Cruzando el puente: los sonidos de Estambul del alemán de origen turco  Fatih Akin en el que se hace un recorrido por la diversidad musical de Estambul abarcando desde las músicas de raíces hasta los modernos ritmos que fusionan la electrónica con las tradiciones musicales de los  sufíes y derviches.

Pero, a pesar de la proyección internacional de Aynur DoÄŸan algunos no consiguieron digerir que la cultura kurda, menospreciada y reprimida  durante muchos años en Turquía,  tuviera su vehículo de expresión a través de la música de Aynur, y menos aún que ésta hubiera cometido la “osadía” de llamar a las mujeres a expresarse en libertad. Éste fue el caso de  un tribunal penal turco que cuando Keçe Kurdan ya llevaba muchos meses en la calle, dictaminó el secuestro del disco por “incitar a las mujeres a echarse al monte y fomentar el separatismo”. El reaccionario dictamen fue recurrido y anulado en septiembre de 2005 y  afortunadamente no consiguió parar a esta mujer de poderosa voz que afirma  su decisión de continuar explorando cuantos caminos se le abran.

Su  nuevo disco: Nûpel –Página nueva-,  es un excelente trabajo en el que la cantante contó con destacadas colaboraciones. En los créditos aparecen hasta nueve arreglistas, diversos compositores y  un sinfín de instrumentistas. Todo un lujo.

La hermosa voz de Aynur entona con sus múltiples registros melodías ancestrales y explica historias relacionadas con su cultura mientras el redoble de los davuls, los sonidos de las diversas flautas e instrumentos de viento de la región, o los violines y baglamas se mezclan armónicamente con guitarras eléctricas y sintetizadores. Una demostración de complicidad entre tradición y modernidad que ni siquiera se rompe en los dos  últimos cortes del disco, dos remezclas en las que los ordenadores convierten temas tradicionales en ritmos tecno con un resultado más que aceptable, aunque he de reconocer que mis preferencias musicales no vayan por esos derroteros y me incline más por las versiones originales de ambos temas (Ez Kevok Im y Keçe Kurdan).

Os dejo un extracto del documental  Cruzando el Puente: los sonidos de Estambul en el que Aynur canta Ahmedo, un bellísimo tema de su disco Keçe Kurdan. Que lo disfrutéis.

María Zaloña

Escrito por: María Zaloña.2006/05/11
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2006/05/09

Katia Guerreiro. «Tudo ou Nada»

 

Katia Guerreiro Produçoes Musicais Lda., 2005. Resistencia, 2006

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Katia Guerreiro nació en Sudáfrica en 1976. Siendo niña se trasladó a las Azores. En 1994 viajó a Lisboa a estudiar medicina. Su primer contacto con la música lo tomó en las Azores, donde aprendió a tocar un instrumento tradicional de la isla, la "viola da terra", en un grupo de folk de São Miguel. En Lisboa fundó una banda estudiantil en la que ejerció de instrumentista y cantante. En los noventa formó parte de un grupo de rock, Os Charruas.

Su encuentro con el fado tuvo lugar en 2000 en el concierto que se celebró en el Coliseo de Lisboa en homenaje a Amália Rodrigues. La crítica especializada se mostró unánime a la hora de declarar que la actuación de Katia fue la más importante de la noche.

Su primer álbum, Fado Maior, se publicó en 2001. Obtuvo con él un Disco de Plata, y fue seleccionada para el Premio José Afonso.

En 2003 sale a la venta su segundo disco, titulado Nas Mãos do Fado, de nuevo nominado para el Premio José Afonso. En él, Katia cantó poemas de prominentes figuras de la poesía portuguesa, como Luis de Camões, Ary dos Santos, Fiorbela Espanca y António Lobo Antunes.

Su actividad en directo ha sido intensa. Ha viajado a Francia, Marruecos, Bélgica, Inglaterra, Gales, España, Noruega, Polonia, Suecia, Grecia, Japón, Italia, Túnez, Nueva Caledonia, Turquía, y ha actuado en algunos de los festivales internacionales de más relieve. Katia ha sido invitada por el gobierno portugués a representar la canción portuguesa en recepciones de Estado y en viajes oficiales a diversos países, lo que dice bastante de su categoría y no demasiado de sus gustos políticos. Para la conmemoración de los treinta años de la Revolución del 25 de abril, Katia fue seleccionada como una de las treinta personalidades más relevantes de su generación, junto con científicos, enseñantes, escritores y otras gentes de postín.

En octubre de 2005 se publicó en Portugal éste su tercer álbum, Tudo ou nada, que contiene, junto a  temas nuevos (algunos de la propia Katia), canciones basadas en poemas de Vinicius de Moraes, Sophia de Mello Breyner y António Lobo Antunes.

Seleccionados estos datos de los papeles que proporciona la propia casa discográfica, añadiré de mi cosecha que me ha sorprendido muy favorablemente este Tudo ou nada de Katia Guerreiro, por su modo sencillo, íntimo y emotivo de entender el fado. Me ha gustado en particular el uso discreto y contenido que hace de su poderosa voz, sin exhibiciones innecesarias. Podría objetársele que en algunas canciones se le nota quizá un tanto demasiado su devoción por Amália Rodrigues, pero no es ésa, ni mucho menos, la peor influencia que podría tener. A la vez, aporta piezas personalísimas, como Minha Senhora das Dores, en la que el piano de Bernardo Sassetti subraya a la perfección la ternura y la melancolía de un poema de amor que se disfraza de oración. Bellísimo.

El conjunto no es sólo una realidad muy estimable, sino la promesa de una carrera que, recién iniciada como está, amenaza con llegar muy alto.

Javier Ortiz

Escrito por: Javier Ortiz.2006/05/09
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2006/05/01

Paul Mounsey «Tha Na Laithean a'Dol Seachad»

 

An Lanntari, 2005. Resistencia, 2006

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A veces me acuerdo del adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras, inventado por Les Luthiers, que tuvo la singular habilidad de fundar Caracas... y hacerlo en pleno centro de Caracas, que ya estaba fundada, pero él no lo sabía.

Suele sucederme en el terreno musical cuando descubro a gente desconocida. Desconocida para mí, pero conocida por muchísima gente.

Hoy voy a dar cuenta de uno de estos descubrimientos ridículos míos. Hablo de Paul Mounsey

Recojo a continuación lo que he averiguado de él tras oír su último trabajo y quedarme con la boca abierta.

Paul Mounsey es un compositor y productor escocés que, tras haber residido durante algo más de veinte años en Brasil, ha regresado a su Escocia natal, concretamente a la isla de Skye. Ha trabajado sobre todo en publicidad y televisión, componiendo para un sinnúmero de directores (entre ellos Tony Scott, Michael Shapiro, Paul Giraud, Dariusz Wolski y Hugh Johnson) y colaborando con músicos de muy diferentes estilos (Michael Nyman, Etta James, Chico Buarque, Jimmy Cliff, Antonio Carlos Jobim y el grupo de percusión Olodum, originario de Bahía). Paralelamente, ha dedicado parte de su tiempo a componer obras orquestales y de cámara, a dar conferencias sobre música para películas, a escribir sobre música, cine y literatura para la revista cultural brasileña Bravo! y, en ocasiones, a realizar viajes etnomusicológicos. Su primer álbum titulado Nahoo se publicó en 1994 y fue muy bien acogido por la crítica internacional. Su mezcla de estilos étnicos y ritmos de baile abrió nuevas posibilidades, haciendo posible que otros músicos escoceses exploraran ese campo. El segundo álbum Nahoo Two es de 1997 y dejó perplejos a todos aquellos que esperaban más de lo mismo. La respuesta de la crítica fue aún más entusiasta que con el primero. Ambos títulos estuvieron en las listas de los diez mejores discos de Músicas del Mundo Europeas (WMCE). El tercer trabajo Nahoo 3: Notes from the Republic se publicó en 1999. Otro cambio de rumbo.

Aunque los ingredientes clave nunca variaron en los tres álbumes, Paul no le ve sentido a repetir fórmulas. En City of Walls, cuarto álbum publicado en 2003, este mago de la música etnotecno vuelve a explorar la música tradicional de Escocia en una fascinante mezcla de raíces gaélicas, ritmos tradicionales del noreste de Brasil y pinceladas noruegas, gallegas, portuguesas, palestinas y norteamericanas. Como dice The Scotsman: «Mounsey hace una música que desafía cualquier definición o idea preconcebida». Su nuevo trabajo Tha Na Laithean a' Dol Seachad («Pasan veloces los días»), es un encargo que le hizo el Centro de Arte An Lanntair, situado en Stornoway, en la isla de Lewis, para su acto de inauguración. En él ha reunido las voces de Alyth McCormack, Anna Murray, Christine Primrose, Ishbel MacAskill, Kevin MacNeil, Mary Smith y las hermanas MacKenzie. Se ha servido, usando con sabiduría técnicas de collage musical, de fragmentos de otras músicas, de recitados, de ruidos... de todo lo que le ha sugerido su imaginación.

Es una obra fascinante, sorprendente, de una rotundidad y una solidez realmente llamativas. En cierto modo, retoma la labor de los clásicos, concentrándose en su labor de compositor (yo, por lo menos, no tengo ni un solo disco de Beethoven en el que él aparezca como intérprete).

Javier Ortiz

Escrito por: Javier Ortiz.2006/05/01
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2006/04/25

Jeff Buckley. «Grace»

grace
Sony, 1994

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Un compañero de trabajo me dijo un día  que Grace era uno de los mejores discos de los años 90. Desconfié entonces. Y no era una cuestión de elitismo barato; he caído a menudo  en la tentación de probar fortuna musical en la tierra de  esos listados que  dicen, recomiendan o señalan cuáles son las canciones o discos de éxito. Alguna sorpresa maravillosa hubo, aunque escasas, pero así llegué a  esta colosal obra de Jeff Buckley, músico inmortal pese a haberse dejado la vida en aguas de un maldito río de Memphis cuando tenía por delante la vía láctea en forma de pentagramas y retos musicales. No llegó a cumplir los 31. Algunos osaron a  decir que se había suicidado. Estupideces. Quienes mejor le conocían saben que sólo una desgracia pudo terminar con una de las voces y mentes más prometedoras que deambulaban por las tierras de Elvis.

En Grace, que vio la luz el 23 de agosto de 1994, queda expuesto el talento que supuraba aquel joven músico que había saboreado los ritmos del reggae antes de ponerse a descubrir nuevos sonidos en el rock. Era hijo de Tim Buckley (cantante ecléctico de cierto éxito en las décadas de los 60 y los 70 que falleció antes de llegar a la treintena a causa de las drogas) y Mary Guibert. Estudió música en Los Angeles. En 1990 se trasladó a Nueva York y allí hizo su debut en público. En Manhattan conoció a Gary Lucas, un guitarrista con el que firmaría dos (Mojo Pin y Grace) de los temas del disco, el único de estudio y completo que llegó a publicarse. Cuando Grace irrumpió en el mercado nadie pareció valorar el trabajo de Buckley.  Paradójicamente, el tema Last Goodbye fue el único que sonó en emisoras de radio más o menos comerciales, como una especie de premonición. Años más tarde, fue incluida en las BSO de Vanilla Sky, un engendro cinematográfico protagonizado por Tom Cruise. Pero, de repente, pareció que las críticas de las publicaciones más prestigiosas y los comentarios de grandes músicos como Bob Dylan, Jimmy Page y  Paul McCartney  alabando el disco, abrían los ojos  a miles de aficionados a la música. Grace se convirtió en un hallazgo increíble, en un referente,  en una joya  que cuidar, en un disco habitual en los ránkings de mejores discos, no ya de los 90, sino de la historia del rock. Pero si hay una canción  en ese álbum  que se haya ganado los mayores elogios  ésa ha sido Hallelujah, una versión del clásico de Leonard Cohen. Es una canción enigmática, repleta de tintes bíblicos y metafóricos (o sea, doblemente metafóricos). La voz de Jeff Buckley acaricia cada sílaba, cada nota, es capaz de contagiar la sensibilidad y el pudor con el que interpreta de manera magistral esa palabra hebrea. No sé si se podrá cantar con el corazón, pero si fuera posible, Jeff Buckley sería un maestro en tal arte,  y  Hallelujah un verdadero paradigma.   Aquel compañero de trabajo se había quedado corto. Y por su puñetera culpa, cada dos por tres se me agolpan las lágrimas en mis mejillas, emprendiendo locas carreras por perderse en el abismo mientras suena ese Hallelujah tristón, tenue, como la llama de una vela que amenaza con apagarse pero siempre sobrevive a las corrientes. Quizá una corriente fuera lo que motivara la muerte de Jeff en aquel Río Lobo, lobo traicionero,  pero su música y su voz permanecen en cada llama, y en cada una de las lágrimas que se agolpan en mis mejillas.

Juanjo Talavante

Escrito por: Juanjo Talavante.2006/04/25
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