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2006/04/21

Bruce Springsteen. «We Shall Overcome - The Seeger Sessions»

Columbia, 2006

Album en Spotify

En esta ocasión voy un poco acelerado: escribo estas líneas el 21 de abril de 2006 y el disco no se presentará al público hasta el próximo 24 (en Europa) y el 25 (en EUA). Pero el sprint vale la pena, porque estamos, creo, ante uno de los acontecimientos musicales de la década.

El Boss ha tenido una idea fantástica: retomar 13 piezas del repertorio de Pete Seeger y tratarlas a su modo y manera, recreándolas y pasándolas por su propia máquina de hacer música. El resultado es excepcional.

Para mí que la idea le vino en 1998, cuando, por iniciativa de Appleseed Recordings, él y bastantes más hicieron un álbum con dos cedés de homenaje a Pete Seeger. Lo llamaron Where Have All The Flowers Gone («¿Adónde se han ido todas las flores?»), título de una hermosa canción antibelicista que Seeger compuso inspirándose en El Don apacible, de Mijáil Sholojov.  Springsteen se juntó entonces con Jackson Brown, Bonnie Raitt, Judy Collins, Billy Bragg, Tom Paxton, Nanci Griffith, Donovan y Dolores Kean, entre otros. Él eligió para su particular contribución uno de los temas más militantes de Seeger, We Shall Overcome (que habría que traducir como «Venceremos», pero no en el sentido militar, sino más bien como «Superaremos los obstáculos»). Y le hizo una versión intimista, delicada, melancólica, que más parecía estar preguntándose: «¿Y por qué nunca vencemos?».

Quizá deba contar, para uso de los más jóvenes, quién fue (y es) Pete Seeger, ya octogenario. Uno de los fundadores de la música folk norteamericana, junto con Woody Guthrie. Un veterano de la izquierda radical. Cantor de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil española. Cabecilla de toda la revuelta artística estadounidense contra la Guerra de Vietnam. Autor de piezas tan cantadas y recantadas como Si yo tuviera un martillo. El redescubridor del Guantanamera, de José Martí. Una de las víctimas del tristemente célebre Comité de Actividades Antiamericanas del senador Joseph McCarthy. Un buceador incansable en las raíces de las músicas populares que conviven en ese impresionante crisol cultural que son los Estados Unidos de América.

Springsteen lo reconoce abiertamente: «La mayoría de mis canciones, sobre todo las acústicas, se hunden en las raíces de la música folk». Aquí ha explotado muchas de las posibilidades que ofrecen las canciones de Seeger, dándoles tratamientos muy diversos, que van del dixieland al cajun, pasando por el godspel y el country más ceñido a los orígenes irlandeses.

Oyendo el disco se diría que el propósito perseguido por Bruce haya sido siempre el mismo: pasárselo en grande tocando las canciones que ha escogido. Y comunicar esa fiesta al que lo oye. (Por cierto que, salvando el caso de We Shall Overcome, la selección no se ajusta para nada a lo que podría ser una antología de «Grandes éxitos de Pete Seeger». Es más bien una selección para coleccionistas de la obra del patriarca de la protest song, entre los que no me importa nada reconocer que me cuento.)

Así que salga oficialmente el disco (que incluye un CD con 13 canciones y un DVD con un par de piezas suplementarias y diversas grabaciones de vídeo), el Boss se pondrá de gira, primero por los EUA y luego, fugazmente, por Europa. Va a actuar con una banda que ha formado con este motivo, que se hace llamar The Seeger Sessions Band y que se compone de 17 intérpretes, entre los que no faltan un par de fidlers, un pedal steel, un banjo, un acordeonista...O sea, todo lo que hace falta para armar una buena juerga folk.

El disfrute en directo, en nuestro caso, será sólo para catalanes con posibles. Porque el Boss recalará únicamente en el Palau Olímpic de Badalona, el 14 de mayo. Y parece que el precio de la entrada andará entre los 60 y los 65 euros, aunque poco importa ya el precio porque se agotaron todas a las pocas horas de ponerse a la venta.

Los demás nos conformaremos con oír el disco. ¡Que no es poca cosa, ni mucho menos!

Javier Ortiz

Escrito por: Javier Ortiz.2006/04/21
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2006/04/20

Judy Collins. «Portrait of an American Girl»

Wildflower Records, New York, 2006. SABRECD2019.
Distribuido en España por Resistencia

Album en Spotify

Judy Collins (Judith Marjorie Collins, nacida el 1 de mayo de 1939 en Seattle, estado de Washington, EUA) empezó a actuar en público a los 13 años, pero no como cantante, sino como pianista. Subió a su primer escenario para tocar el Concierto para dos pianos, de W. A. Mozart. No cito esa circunstancia por la actualidad de Mozart, sino porque en éste su último disco –que hace el número 39 de su carrera, si las cuentas no me fallan– Collins utiliza el piano, el instrumento de su infancia, como principal y a veces único instrumento de acompañamiento. Toca en alguna pieza también la guitarra, pero el piano es la constante.

Lo primero que sorprende de este Retrato de una chica americana es que, a sus 66 años de edad (casi 67), tras 45 años de carrera (su primer disco salió en 1961), Judy Collins conserve sus facultades vocales intactas. Digo mal: mejoradas. Sigue siendo capaz de mantener los mismos agudos de cristal sin el menor esfuerzo (aparente), sigue evidenciando la misma limpieza en el fraseo (es la cantante ideal para cualquier estudiante de american english), pero se muestra cada vez más capacitada para dar a su voz sentimiento, emoción y calidez. De modo que uno puede olvidarse en seguida del mérito que tiene hacer eso a su edad y pasar a evaluar el mérito que tendría hacerlo en cualquier caso, así contara con 25 años. Lo de la edad queda para las biografías... y para las fotografías, como puede verse aquí arriba.

Y ya que hablo de biografías. Para no poca gente de mi generación, Judy Collins es, como quien dice, una colega. Algunas de sus interpretaciones (el Both Sides Now de Joni Mitchell, el tradicional Amazing Grace, el Send in the Clowns de Stephen Sondheim... y tantas otras) nos han acompañado desde los 60. Durante bastante tiempo, practiqué el rito de inaugurar cada nuevo año, tras las doce campanadas, poniendo a buen volumen su magnífica versión de Bread & Roses («Pan y rosas»), para mi gusto el mejor himno feminista que se haya escrito jamás.

Lo que para muchos de nosotros ha sido una camaradería anónima, cultivada en la distancia, para otros la ha sido muy cercana. Quienes hayan oído el Suite: Judy Blue Eyes de Crosby, Stills & Nash ya saben de qué ojos azules hablaba Stephen Stills, que estuvo prendado de ella durante bastante tiempo. Y ya dentro del terreno de los chascarrillos: quizá no todos sepáis que la primera persona que escuchó el Suzanne de Leonard Cohen fue ella. Nada más acabar de componer la canción, Cohen se metió en una cabina de teléfono, llamó a Judy y se la cantó. Ella hizo algo más que decirle que era maravillosa: la hizo suya, la grabó y contribuyó a la fama de aquel joven, arrogante y prometedor poeta y songwriter canadiense.

Este Portrait of an American Girl recién salido al mercado –su primer trabajo de estudio después de ocho años– es un producto maduro, quizá más intimista que la mayoría de los anteriores, artísticamente muy sólido, aunque emocionalmente más turbulento. Se nota que a Collins le pesa la vecindad de la vejez y la perspectiva de la muerte. Aporta incluso algunas sorprendentes inquietudes religiosas, aunque tengan sus bemoles (en el primer corte del disco, Singing Lessons, pide a Dios que le enseñe a cantar: a fe que ese don le fue concedido hace ya más de medio siglo).

La mayoría de las canciones son composiciones suyas, aunque incluye algunas ajenas, como The Song About Midway, de su tan próxima Joni Mitchell, o el How Can I Keep From Singing, de su no menos admirado Pete Seeger. El aplomo que proporciona la experiencia le permite jugársela sin correr demasiados riesgos aventurándose con una larga pieza prácticamente a capella (Wedding Song) y hasta con un recitado político (Lincoln Portrait) que evoca la figura y las palabras de Abraham Lincoln (entre otras: «Del mismo modo que no quiero ser esclavo, no quiero ser dueño»).

Admito que me puse a escuchar el CD con tan buena predisposición sentimental como desconfianza hacia las posibilidades interpretativas de la vejez. Lo primero estaba totalmente justificado. Lo segundo, comprobé de inmediato que no. En absoluto.

Pincha en el título del tema y escucharás Sally Go 'Round The Roses

Javier Ortiz

Escrito por: Javier Ortiz.2006/04/20
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2006/04/18

El Chojin. «8JIN»

Bombos Records / BOA Distribución. 2005

Album en Spotify

Mi conocimiento del hip-hop se reduce a varios discos que se pueden contar con los dedos de una mano (pongamos los de las dos, por si acaso). El último concierto de hip-hop en el que estuve fue el del grupo español La excepción, hace más de un año. El anterior fue hace casi dos años y era un guineano de Irun, Rush Blac Ka. He visto alguna que otra vez a Selektah Kolektiboa, a Arianna Puello, estuve ya el milenio pasado en una jornada del Ipar-hop en Anoeta (Mucho Muchacho, Ari, Solos los Solo… son algunos de los grupos que recuerdo de aquel día). Poco, por tanto.

El Chojin es el nombre bajo el que se esconde la personalidad musical de Edjang, nacido en Torrejón de Ardoz el 28 de abril de 1977, hijo de padre guineano y madre española (extremeña). Tiene una web bastante potente, pero no tan actualizada como debiera (cuando escribo esto su currículo no ha pasado de febrero de 2005).

Estas pasadas vacaciones me topé con un disco suyo en una tienda de música en Puerto de la Cruz. La verdad es que no me encontré con el disco, sino que busqué “8jin”, octavo disco del raper editado el pasado 2005.

Me gusta su discurso, con bases bien construidas, sin insultos en sus peroratas y sin ir diciendo por ahí que es el mejor (lo cual se agradece).

“Para mis 5000” va dirigido a su público, a los seguidores que descargaron durante el primer mes su anterior trabajo. Llama la atención “El final del cuento de hadas”, una canción en la que cuenta la historia de una mujer asesinada a manos de su marido, y “En busca de la rima perfecta”, un tema que surge de aquel insulto racista de Luis Aragonés a costa de Henry (“negro de mierda”).

“Un día más y otro” trata de las dificultades de salir adelante. Y de su chica que le dice “millonario en ideas, pero ¿y los billetes?”.

Termino con una cita que aparece en el cuadernillo del CD y que firmo yo ya (de hecho lo hacía antes): “por favor, en las cabalgatas de Reyes, no sigan pintando a un hombre blanco de negro para que haga de Baltasar… es insultante, en España ya hay cientos de miles de negros”.

Y que lo digas, brother.

Mikel Iturria

Escrito por: Mikel Iturria.2006/04/18
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2006/04/13

Mísia. «Canto»

[Warner Jazz, 2003 ]

Ref.: 2564-60895-2

Éste no es el último, sino el penúltimo disco de Mísia, pero hay que hacer las cosas por orden. Pronto presentaré en esta sección su último trabajo, Drama Box (2005). Pero me ha parecido importante dar cuenta, a modo de prólogo, de este trabajo anterior, realmente imprescindible para conocer la obra de esta portuguesa semi-catalana, a la que he seguido desde sus inicios discográficos y de cuya amistad me precio. Lo hago ahora, en concreto, porque Mísia va a estar de gira por el Estado español durante el mes de mayo de 2006 y quizá esta referencia anime a alguno o alguna a acudir a verla y a oírla, lo que redundará sin duda en beneficio de su buen gusto.

Dejo la presentación de Canto en manos de Eduardo Prado Coelho, que escribió este preciso texto para el libreto que acompaña al CD.

«Podía no haber sido así. A veces, melodías bellísimas pueden no resultar cuando son cantadas en otros formatos. A veces una voz densa e inteligente puede no acertar con el registro adecuado. A veces un notable poeta puede no tener sentido musical. Tomar piezas de Carlos Paredes, de textura compleja y con quiebros melódicos inesperados y desconcertantes, era un riesgo... que tan sólo un deseo profundo de homenajear un gran nombre de la cultura portuguesa podría justificar. Riesgo tanto mayor cuando en muchos casos los ritmos están ya incorporados a nosotros, forman parte de la melancolía y la tristeza con las que a veces nos habituamos a resistir la muerte. (...) En cuanto a Mísia, tenemos la impresión de un verdadero salto cualitativo. Su voz se ha vuelto más densa y grave, más capaz de convertirse en seda o lino, pelusa o hilo de agua, en un reconocimiento de todo lo que profundamente está en juego en esta música, en un ejercicio de dicción que se adhiere a la inteligencia sutil de las palabras. Mísia supo anticipadamente que este disco iba a ser un clásico. Y eso le dio un empeño y una convicción que contagian a quien la oye. Esa manera de tocarnos en lo más tenue y desnudo del dolor, en lo más transparente del arrebatamiento y de la pasión, sin nunca desorbitarse, sin ofrecerse como espectáculo, enrollándose silenciosamente hacia el lado interior de los sentimientos, sólo Paredes llegó hasta allí, sólo Vasco Graça Moura, Pedro Tamen y Sérgio Godinho supieron darlo en poesía y sólo Mísia supo cantar en un conjunto de fados que no iremos con seguridad a olvidar.»

De poner alguna objeción a este excelente texto, sólo se la pondría al hecho de que Prado Coelho califique de fados las piezas de este disco. Hace tiempo que Mísia no se atiene a más género que sus gustos, que son inclasificables, salvo por su persona. Sigue fiel a su vocación de fadista en un punto esencial: sigue sacando el desgarro de la voz desde lo más hondo de su garganta.

Javier Ortiz

Escrito por: Javier Ortiz.2006/04/13
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2006/04/08

Iron Maiden. «Powerslave»

EMI, 1984

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En 1984 Iron Maiden lanzó al mercado Powerslave, una joya del género,   en la que se aprecian las mejores cualidades  de Steve Harris, Bruce Dickinson y Adrian Smith como compositores. Tras un viaje a Egipto la banda británica quedó impresionada por cuanto sus ojos habían visto. Se metieron en el estudio y nació uno de los mejores discos de su trayectoria.  La portada muestra a Eddie, la mascota de la formación, cual Ramsés II. Quizá el tema más “egipcio” del disco sea Powerslave, con menciones a Osiris, juez de los muertos. Las letras, en general,  están tan cuidadas como de costumbre. Hay que destacar Aces High, el primero de los cortes, de vertiginoso ritmo, y donde Dickinson muestra su pulcritud vocal. Y, naturalmente,  2 minutes to midnight, uno de los clásicos. Pero la obra faraónica, musicalmente hablando, de Powerslave, lleva la firma exlcusiva de Steve Harris y la inspiración poética de Samuel Taylor Coleridge, poeta inglés (1772-1834). Fue una de sus obras más representativas, The Rime of the Ancient Mariner,  la que llevó al bajista de los Iron Maiden a concebir una de las mejores canciones épicas del repertorio metalero. Consta de 13 minutos y 45 segundos rebosantes de matices, ritmos sosegados que se entremezclan con texturas vocales espléndidas. Fragmentos del poema de Coleridge se abren hueco entre las argucias  rítmicas ideadas por Harris. “Day alter day, day alter day, we stuck nor breath nor motion. Water, water everywhere and all the boards did shrink. Water, water everywhere, nor any drop to drink”. Pura  y enigmática poesía a la que Iron Maiden transforma en propuesta ecléctica, admirada por almas rockeras. Un colofón inmejorable a un disco ideal para descubrir qué se cocía en el heavy de los ochenta.

Juanjo Talavante

Escrito por: Juanjo Talavante.2006/04/08
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2006/03/22

Amparanoia. «La vida te da»

lavidateda

Enero 2006.
Discográfica: Pias recording.
Producción: La Marmita/Vía Láctea.

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Escribo esto mientras el último disco de Amparanoia  “LA VIDA TE DA” se desgrana en mi reproductor y recuerdo los buenos momentos de la vida a los que ha puesto banda sonora esta mujer al frente de su troupe.

La primera vez que la escuché fue aquí, en Mataró, en una pequeña sala ya desaparecida llamada “EL LOCAL”, presentando  su primer disco:  “ EL PODER DE MACHÍN” (EDEL,1997).   Tuve la suerte de tomar una cerveza con ella y los músicos tras el concierto, con lo que empezó un sentimiento que se ha mantenido hasta ahora, disco a disco y concierto a concierto.

Amparo, en esta ocasión, nos muestra de nuevo su sinceridad  con la música y su proximidad a la gente en un disco grabado enteramente con todo el grupo tocando al mismo tiempo, algo quizás extraño en estos tiempos de ensayos a través de internet y de grabaciónes por pistas. El resultado: este trabajo fresco en el que el grupo nos invita a cantar y disfrutar de lo que la vida nos ofrece.

El disco tiene atractivo añadido, ya que se trata de el primero producido enteramente por Amparo tras la ruptura de relaciones con su anterior discográfica, que no veía clara la apuesta del grupo por mostrar su música fuera de nuestras fronteras. Tras esto se produjo el reconocimiento de la artista a nivel europeo al recibir, hace un año, el premio de la BBC3 a la mejor artista europea.

Entre ritmos balcánicos, mexicanos y cubanos, nos obsequia con un tema en catalán, “SOMNIS”, y se decide finalmente a grabar “REDEMTION SONG”, de Bob Marley, una versión personal e intimista que siempre dota de magia sus conciertos. En conjunto, un disco que invita a profundizar en la revolución interior y en la extroversión de la alegría de vivir. Además incluye un DVD con fragmentos de los ensayos y de la grabación.

Magia mestiza, ni blanca ni negra, la que nos brinda la cantante de Jaén en este disco que bebe de la reciente gira efectuada por la banda por América latina, con su buchito de ron cubano i su pizca de chile mexicano pasado por la coctelera musical que viene siendo desde hace unos años la Barcelona real, la de la calle, la de la gente, la de la “REBELDÍA CON ALEGRIA”.

No perdáis ocasión de asistir a alguno de los conciertos de la banda antes de que se nos vaya a las Europas o las Américas!!!.

Joan Abril del programa de radio "CATIPEN"

Escrito por: Joan Abril.2006/03/22
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2006/03/20

Iron Maiden. «The Number of the Beast»

Emi, 1982

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"Woe to you, on Earth and Sea, for the Devil sends the beast with wrath, because he knows the time is short... Let him who hath understanding reckon the number of the beast for it is a human number, its number is Six hundred and sixty six."                                                                Revelations 13,18  

La Bestia se instaló entre nosotros el 29 de marzo de 1982, después de un trabajo concienzudo, dirigido por Martin Birch. El tercero de los discos de los Maiden supuso el estreno de Bruce Dickinson, supliendo a Paul Di Anno, que naufragaba en mares de alcohol y droga por entonces. El giro del grupo inglés significó su distanciamiento de la vena punk. The Number of the Beast  ha sido considerado por  muchos de los fieles metaleros como el mejor disco de la Dama de Hierro. Lo cierto es que no tardó en auparse al número 1 de las listas de las Islas. Steve Harris, bajista y líder absoluto de Iron Maiden,  tenía motivos para sentirse orgulloso. Su pulso con el cantante  se había saldado a su favor, y además su sustituto les aportaba un torrente de ideas en la composición de los temas.   En este disco figuran algunos de las canciones inmortales de la banda. Religión, colonialismo, terror, cine, épica y filosofía se entremezclan en este trabajo de mínimos tintes satánicos. Children Of the Damned y 22 Acacia Avenue dan muestra de la arrolladora fuerza creativa de Harris.  Run To The Hills,  sísmica,  se centra en las matanzas que sufrían los indios a manos del los “hombres blancos”.  Y los platos fuertes: The Number of The Beast, casi 4 minutos de delirio, con la voz de Bruce Dickinson sentando cátedra -se dice que el productor e ingeniero Martin Birch se las tuvo tiesas con el vocalista, al que le exigió repetir una y otra vez sus gritos en esta canción; al parecer Dickinson se lió a mamporros un buen día harto de dejarse las cuerdas vocales en largas sesiones de grabación; años después reconocería el gran trabajo de equipo- y Hallowed be Thy Name, un hechizo mayúsculo, una recreación épica del rock duro, un himno a la entereza de un condenado a muerte. En definitiva, un disco colosal y metálico, digno de figurar en cualquier canon del rock duro.    Y si alguien opina lo contrario, que lea el título del disco, reflexione y se atenga a las… 666 consecuencias.  

Juanjo Talavante

Escrito por: Juanjo Talavante.2006/03/20
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2006/03/12

Ali Farka Toure. «Niafunké»

A World Circuit Production, 1999

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"Esta grabación es más verdadera, más auténtica. Fue registrada en el lugar mismo del que surge la música que interpretamos: el Mali profundo. La tocamos en medio del paisaje que la inspiró, y que a su vez nos inspiró a mí y a los músicos. Mi música da cuenta de dónde vengo y de nuestro modo de vivir, y está llena de claves nuestras, africanas. En Occidente quizás esta música se tome sólo como un pasatiempo; no creo que haya allí mucha gente que la entienda. Pero confío en que algunos se tomen el trabajo de escucharla y que aprendan de ella."

Con estas palabras Ali Farka Toure introduce su emblemático disco, grabado en 1999 en Niafunké, la población de Mali bañada por el río Níger en la que el  músico pasó la mayor parte de su vida y donde, desde hace pocos días,  sus restos mortales están enterrados bajo esa tierra de la que nunca quiso separarse, ni siquiera ante las tentaciones de un futuro más opulento que le ofrecía su fama internacional.

No me resulta fácil recomendar un disco concreto de Ali Farka Toure,  simplemente por la dificultad de escoger uno de sus trabajos, ya que cualquiera de ellos forma parte de mi discografía favorita.  Pero si me he decidido por éste es, además de porque me llega directo al corazón, porque es cierto que  destila autenticidad y sencillez y me parece muy representativo del personaje y de su entorno. Su grabación se hizo en Niafunké, hasta allí tuvieron que trasladarse los técnicos e instalar  en una vieja fábrica de ladrillos los equipos portátiles y hasta unos  grupos electrógenos debido a la falta de corriente eléctrica en el pueblo. Cuando Toure acababa sus tareas en el campo se desplazaba al improvisado estudio de grabación  y entonces llegaba la música, la magia y la fiesta.

Hay quien llama Blues de Mali a  la música de Ali Farka Toure. Pero nada más ilustrativo para explicar el entronque entre su música y la de los bluesmen  afro-americanos, que el símil  que él mismo utilizaba  en muchas ocasiones: “En África tenemos la raíz y el tronco, ellos tienen las ramas y las hojas”. Él, un hombre de campo, como se definió hasta el final de su vida, sabía bien de la importancia de las raíces como base para recibir el alimento y como anclaje a la tierra, pero también  conocía el papel de las hojas para continuar creciendo y alimentándose.

Ali Farka Toure, se ha mantenido durante toda su carrera más cercano a la música tradicional de su tierra que a las fusiones con ritmos occidentales, pero eso no significa que no estuviera abierto a otras influencias como demuestran sus numerosas colaboraciones con  músicos como Taj Mahal,  Nitin Shawhney o los irlandeses The Chieftains. Su disco "Talking in Timbuktú",  junto a Ry Cooder,  por el que ganó su primer Grammy, es otra muestra de ello. (Recientemente, en febrero de 2006, le concedieron su segundo Grammy por “In the heart of the moon”, grabado en Bamako con su paisano Toumani Diabaté).

Pero su opción de vivir  trabajando en el campo, junto a su gente y en su pueblo y  su profundo enraizamiento en su entorno, tienen a buen seguro una gran influencia en su creación musical: música del desierto, tamazecq,  bambara, songoi, moor, peul…, música que recoge la enorme riqueza étnica y cultural de esa zona del Sahel africano y que es ejecutada por Ali Farka Toure con una cadencia característica y una fuerza espectacular que en ocasiones casi parece rozar el estado de  trance.  

Niafunké es un exponente representativo del trabajo de Ali Farka Toure, no hay duda de su africanidad, la guitarra eléctrica o acústica con los particulares toques del músico, suena junto a los instrumentos de cuerda tradicionales y al sonido seco de la calabaza de su habitual colaborador, Hamma Sankare,  mientras Toure declara en sus canciones cosas como la que ahora os trascribo que explican su sentido de la vida y de la justicia: "Esto es un mensaje a mi gente, la miel no es buena para una sola boca. Estoy aquí y voy a compartirla. Todo lo que he ganado con mi música volverá a la tierra para la gente". (Corte 1: Ali’s here)

Acabo recogiendo sus palabras para recomendaros que os toméis el trabajo de escuchar su música y aprender de ella. Añado que la disfrutaréis porque el disco no tiene desperdicio y hasta las fotos del álbum que lo acompaña son de una belleza extraordinaria

María Zaloña

Escrito por: María Zaloña.2006/03/12
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2006/03/12

Mary Black. «Full Tide»

fulltide

3ú RECORDS / Resistencia, 2005

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Nuevo álbum de una de las más reconocidas cantantes folk irlandesas, con dos canciones de Bob Dylan, cuatro del recientemente fallecido Noel Brazil, una tradicional (el celebérrimo Siúl A Rún), temas de Sandy Denny, Shane Howard y Robin & Linda Williams y, por primera vez, dos piezas compuestas por la propia cantante mano a mano con su hijo Danny O'Reilly.

Mary Black –de la que ya hemos dado cuenta aquí en ocasiones anteriores (véase, en particular, lo que contamos de su espectacular Live)– nos da otra muestra de su capacidad para fundir los modos de la música celta con aires propios del country norteamericano actual y otros tomados de eso que ahora se llama world music. De la presencia del country da cuenta suficiente el magnífico dobro que aporta el maestro Jerry Douglas en Your Love. Tampoco es tontería el cuarteto de cuerda que la acompaña en la pieza que da título al álbum. Su interpretación de To Make You Feel My Love, del llamado Robert Zimmerman, pone los pelos (a mí, los de los brazos, mayormente) de punta.

Mary Black va a hacer una corta gira por estas tierras nuestras durante los últimos días de marzo de 2006. Sus actuaciones –quedáis advertidos– serán en los siguientes lugares y fechas: el 24 de marzo, en Cádiz, en el teatro Moderno; el 25 de marzo, en Madrid, en la sala Galileo, y el 26 de marzo, en Bilbao, en el palacio Euskalduna. Quien acuda a oírla (y a verla) dudo de que se arrepienta

Javier Ortiz

Escrito por: Javier Ortiz.2006/03/12
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2006/02/26

Miguel Poveda. «Desglaç»

desglax

Taller de Músics de Barcelona y Discmedi. 2005

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El 20 de  noviembre de 2005, Miguel Poveda presentaba en el Auditori de Barcelona su nuevo disco Desglaç (Deshielo). A ritmo de tango y en català, el badalonés ponía su poderosísima voz flamenca para interpretar “Final”, un poema que Joan Brossa dedicó a “Sa Excremència” veinticinco años antes, exactamente el 20 N de 1975, día en que el dictador, en un extraño gesto de generosidad, nos libraba físicamente de su presencia.

Se esperaba este disco con cierta expectación: poemas en lengua catalana y aires flamencos. Una combinación no muy habitual, aunque hay que recordar que hace muchas décadas que los gitanos catalanes ya cantaban en esta lengua.

Miguel Poveda afirma que quería romper el hielo haciendo que un cantaor flamenco cantara en catalán, y declara sentirse afortunado por poder utilizar sus dos lenguas maternas para cantar no importa el qué. No se siente deudor hacia ningún esencialismo, quiere aprovechar todas las oportunidades que le ofrece su cultura mestiza y no sólo en lo referente a la lengua en la que se expresa, sino también a los ritmos diversos que incorpora con total naturalidad para musicar los poemas de este disco.

Todo empezó cuando con motivo del centenario de la muerte de Verdaguer  le pidieron que cantara algún texto del poeta catalán. Así surge el musicar junto a Agustí Fernández, el poema “ A mos bescantadors” (incluido en Desglaç). A partir de entonces desde el Taller de Músics de Barcelona, le animaron a hacer un disco en catalán, y ahí se inició la nueva aventura de este joven innovador para el que no parecen existir obstáculos, ni etiquetas que limiten su creatividad.

El disco, es el resultado de  tres años de dedicación y aprendizaje. La elección de los poemas  no fue tarea sencilla y le llevó su tiempo encontrar los que encerraban aquello que él quería decir. Miguel pretendía que los textos fueran lo fundamental en este disco: “la música había de estar al servicio de la poesía y no al revés”, afirma. Finalmente  encontró la inspiración que buscaba en poemas de Verdaguer, Maria Mercè Marçal, Gabriel Ferrater, Brossa, Valentí Gómez, Casasses, Comadira, Margarit, Piera, Barceló y Sebastiá Alzamora, y se materializó este disco con el que Miguel Poveda da un paso más en su carrera y  no sólo desde el punto de vista lingüístico, sino también iniciándose por primera vez como compositor de algunos temas.

En el terreno musical tampoco podemos decir que el disco es una aventura,  la calidad está asegurada además de por la aportación personal de Poveda, por la solvencia del excelente equipo de músicos, arreglistas  y compositores que le acompañan,  algunos nombres como Joan Albert Amargós, Mercadante, Enric Palomar o Chicuelo, aparecen también colaborando de una u otra forma en sus anteriores trabajos. 

Desglaç no es exclusivamente un disco de flamenco, que también lo es, la voz de Miguel asegura ese sello más allá de la lengua en la que cante y de los ritmos que interprete.  Pero hay aires de jazz, orientales, de bolero, de tango y otros ritmos, ya sea  en temas diferentes o mezclados en una misma canción. La guitarra de Chicuelo, el bandoneón de Marcelo Mercadante, el piano de Amargós o de Kitflus  la armónica de Antonio Serrano, la  voz del genial Moncho acompañándole a ritmo de bolero jazzístico y rumbero en “No et veuré més” o la de Miquel Gil cantando en “Boca seca”, son algunos de los aderezos que aumentan el atractivo de este disco.

El duende no entiende de lenguas, y el arte de Miguel Poveda es capaz de despuntar por encima de tópicos y de fronteras. Os aseguro que vale la pena escuchar este disco con todos los sentidos.

María Zaloña

Escrito por: María Zaloña.2006/02/26
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