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2007/12/16 10:15:00 GMT+1

La literatura de ETA

Mariano Rajoy reclama que haya “una respuesta conjunta” al comunicado de ETA publicado ayer en Gara. ¿Y qué le ve de malo el presidente del PP a que cada cual responda lo que tenga a bien? ¿Por qué todo el mundo ha de decir lo mismo? Puede haber incluso quien considere que lo más adecuado es no decir nada y opte por guardar un desdeñoso silencio. No le faltarán sus razones, si lo hace.

Rajoy, hombre de problemática clarividencia, tiende a confundir el culo con las témporas. Una cosa es que convenga dar respuestas unitarias a las acciones de ETA y otra que sea obligatorio contestar a coro a un texto de ETA.

Admito que, así como los actos de la organización armada vasca me dan invariablemente por rasca, a veces sus incursiones en el género de la literatura política me resultan fascinanantes.

Suele llamarme la atención, para empezar, la impostada solemnidad con la que utilizan el lenguaje burocrático del establishment. Es como si sus dirigentes estuvieran haciendo oposiciones para ser admitidos en la llamada “clase política”. Sólo les falta decir que sus escritos son emitidos por la Subsecretaría Adjunta de Relaciones con los Medios de la organización.

Esa dócil aceptación de la panoplia retórica del enemigo revela que se dan por derrotados, aunque no sean conscientes de ello (la lucidez no es su fuerte). Tirar la toalla en el lenguaje es signo inequívoco de rendición ideológica. Y la rendición ideológica es el anuncio de la rendición total.

Aparte de eso, todo el comunicado de ETA puede tomarse como una muy estimable muestra clínica de delirio paranoide. (El mesianismo es una forma de paranoia, como saben muy bien los psiquiatras.) Al igual que al tipo del manido chiste, a los amanuenses de ETA les parece que somos todos los demás los que circulamos en dirección contraria.

Desdeñan que haya mil signos de que la gran mayoría de la sociedad vasca quiere que se quiten de en medio ya de una maldita vez, porque lo único que hacen es estorbar a los propios y ayudar a los contrarios. Ellos se sienten representantes de la inmensa mayoría de la sociedad vasca. Y si la sociedad vasca no sabe lo que le conviene, peor para ella.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (16 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Un saludo en la calle.

Escrito por: ortiz.2007/12/16 10:15:00 GMT+1
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2007/12/15 05:30:00 GMT+1

El agua de Valencia

Hemos llegado a un punto tirando a mareante: el Tribunal Constitucional del Estado ha sentenciado sobre un recurso interpuesto por el Gobierno de Aragón contra un artículo del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana con la vista puesta… en el Estatuto de Cataluña.

Esa gente juega ya a tres bandas, como en el billar de lujo.

Según cuentan los expertos, los miembros del TC llamados “progresistas” (por comparación con el resto, obviamente) han votado en contra del recurso aragonés para no crear un precedente que los condicione a la hora de decidir sobre la constitucionalidad del Estatuto catalán.

Yo no estoy en el TC (ni ganas) pero, de haberme tocado decidir sobre el artículo 17.a del Estatuto valenciano, lo habría condenado por demagógico y por vacuo. Reconoce a la población valenciana una potestad que no es tal. Proclama que tiene derecho a disponer de aguas “excedentarias” de cuencas de otras comunidades. ¿Y quién va a decidir, y con qué criterios, qué aguas del Ebro o del Tajo son excedentarias? No, desde luego, la Generalitat valenciana.

A continuación, afirma que ese derecho habrá de atenerse a “la Constitución y la legislación estatal”. Más de lo mismo: como quiera que ambas atribuyen al Estado la administración de los recursos hidrológicos generales, la Comunidad Valenciana, después de la aprobación de su nuevo Estatuto, seguirá tal que ahora, recibiendo las aguas suplementarias que el Gobierno de Madrid decida atribuirle.

Me hago cargo de que el asunto es incómodo, pero ya va siendo hora de que se aborde con seriedad y franqueza lo que hay detrás de las reivindicaciones valencianas sobre el agua. No se puede construir un modelo económico basado en el agua donde la hay tan escasa. Más y más campos de golf, más y más césped, más y más piscinas, hoteles, urbanizaciones, cultivos de regadío… Es un disparate.

Ahora Aragón quiere plantar una especie de Las Vegas en medio de su propio desierto, con la tira de casinos y hoteles. Va a necesitar agua a raudales para poner todo ese monstruo en condiciones. Al Ebro no le va a quedar ni una gota excedentaria.

¿Qué es esto? ¿Un concurso, a ver quién está más loco?

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (15 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Unívocos y equívocos.

Escrito por: ortiz.2007/12/15 05:30:00 GMT+1
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2007/12/14 08:30:00 GMT+1

Las calendas de HB

En 1996, José María Aznar, por entonces candidato a la Presidencia del Gobierno, comentó en una entrevista que concedió a Época (consúltelo quien quiera en el número 575 de ese semanario) que ilegalizar a Herri Batasuna sería «absolutamente estéril». «Un camino equivocado», añadió, rotundo.

Pero no se refirió tan sólo a la ineficacia política de esa ilegalización, por entonces manejada como mera hipótesis. También se pronunció sobre el fondo jurídico del asunto. «Hay que actuar contra las personas que amparan, jalean o hacen apología del terrorismo, contra personas concretas», argumentó. Su idea de la época (y de Época) es que quienes delinquen, cuando delinquen, son las personas físicas, no las agrupaciones políticas, que son un mero instrumento de participación política.

Cuando, años después, él mismo, con Zapatero de la mano, decidió promover la Ley de Partidos e ilegalizar cualquier plataforma de la izquierda abertzale que se les pusiera por delante, algunos evocamos su propio dictamen y les dijimos –a ambos y a sus respectivos partidos– que tal vez un día se encontraran con la desagradable papeleta de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos los pusiera firmes, recordándoles que los convenios sobre derechos fundamentales existen y que los estados pueden verse en incómodos aprietos si los utilizan como papel higiénico, tal como ellos hicieron con la Ley de Partidos. Un periodista adicto al PP se me rio en las barbas cuando me oyó decir eso: “¡El Tribunal Europeo de Derechos Humanos! ¡Para cuando examine el asunto, todos calvos!”.

Me pareció un curioso argumento, sobre todo porque los dos estábamos ya bastante calvos en aquel mismo momento.

En todo caso, la vida es tozuda. Incluso las célebres calendas græcas acaban teniendo “su mármol y su día”, que diría Machado. Es cierto que el tribunal europeo en cuestión se ha tomado su tiempo, pero al fin ha dictaminado que el recurso de HB contra su ilegalización merece ser examinado en detalle. Lo cual es significativo, porque ese tribunal apenas se detiene a examinar recursos que luego desestime por completo.

Ahora, ilegalicen ANV, y seguimos con la juerga.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (14 de diciembre de 2007).

Escrito por: ortiz.2007/12/14 08:30:00 GMT+1
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2007/12/13 05:30:00 GMT+1

El terrorismo imprescriptible

El PP quiere que los delitos de terrorismo no prescriban.

Lo que me sorprende de la iniciativa es que parta del PP.

Primero, porque resulta tirando a incoherente que alguien pretenda que los delitos de terrorismo político son de Derecho común, como sostiene el PP, y, a la vez, que a esos delitos se les deba aplicar un Derecho especial.

Aunque, bien mirado, bien podría considerarse la idea como mera extensión de otros principios igualmente singulares, como ese otro que sostiene que en España no hay presos políticos, pero que los presos de ETA deben estar sometidos a una legislación especial de naturaleza netamente política.

Para mí que en tales contradicciones subyace la idea absurda de que lo político tiene algo que es noble de por sí. Lo cual es rigurosa y probadamente falso. Hitler fue un político (aunque de joven ejerciera de pintor de brocha gorda, como yo) y luchar contra él fue un deber político y, de haberlo cogido preso, habría sido un preso político, vaya que sí.

Franco y los gerifaltes franquistas también fueron políticos, aunque ejercieran igualmente de ladrones y de asesinos. No son actividades incompatibles.

Y es en ese punto en el que llego a la segunda perplejidad que me suscita la propuesta del PP. Porque no veo qué interés pueda tener ese partido en que la sociedad española en general y los jueces en particular se pongan a dilucidar si el comportamiento de algunos de los padres fundadores de su propio tinglado actual, que se hicieron responsables de actos de verdadera barbarie durante el franquismo, varios de ellos con muertos de por medio, debería entenderse como no prescrito.

Lo mismo Ruiz Gallardón tendría que llorar de nuevo por Fraga, aunque con otro motivo.

Posible explicación: los dirigentes del PP consideran que el terrorismo de Estado no existe. Que el terrorismo es asunto exclusivo de espontáneos, suicidas y otros particulares de mal vivir y de baja condición.

De ser así, se equivocan. El terrorismo de Estado existe, y está tipificado en las leyes internacionales. Otra cosa es que casi nunca se persiga, porque los poderosos suelen ser muy considerados con los de su clase.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (13 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Cosas de los papeles.

Escrito por: ortiz.2007/12/13 05:30:00 GMT+1
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2007/12/12 10:50:00 GMT+1

¡Elígeme, tonto!

Rodríguez Zapatero se prepara para las elecciones generales del próximo marzo y los pasos que da son unívocos: proclama a bombo y platillo que Solbes volverá a estar con él (pero con más rollo tecnocrático todavía), recupera a Bono (que ya está enredando de nuevo, postulándose como sucesor), anuncia reformas fiscales gratas al empresariado y a la gente de posibles…

Es obvio que el aspirante a repetidor en la Moncloa desea tranquilizar a eso que llaman “centro”, que no es otra cosa, en realidad, que la derecha sociológica moderada. Se ve que le han dicho que tiene a esa gente un poco asustada por las dos o tres veleidades progres que se ha permitido durante la legislatura y que debe corregirlo para presentarse más impoluto ante las urnas.

Luego, si vence, hará lo que le parezca, por supuesto, pero ahora tiene que cuidar esas formas.

Tiempo habrá de comentar todos estos aspectos, pero de momento me quedo con tres observaciones.

La primera se refiere al modo, que quizá a algunos les resulte deprimente, en el que nuestros gobernantes hacen política: a gusto del consumidor. ¿Que las encuestas les indican que esto que han hecho les quita votos? Pues dejan de hacerlo. ¿Que aseguran que los ganarían si hicieran aquello otro? Pues lo hacen. Queda excluida la posibilidad de que cuenten con unos principios y un programa definidos.

Habrá quien los llame maleables. Otros tal vez prefieran calificarlos de amorfos. Son ambas cosas: se adaptan al medio. Son lo que haga falta.

Segunda observación, que ya he insinuado antes: lo que los candidatos exhiben como fachada de cara a las elecciones no les compromete a nada. Vale sólo para el momento electoral. Luego hacen lo que les conviene en cada momento, y ahí se quede el elector con su voto y un palmo de narices, por pardillo.

Tercera observación, y no mucho más animante para la izquierda real: a lo que parece, si uno quiere agradar a la mayoría del electorado español y ganarse su voluntad, debe ofrecer una imagen “de centro” (o sea, de derecha moderada).

Lo cual proporciona un crudo retrato ideológico de la sociedad española, que conviene tener en cuenta, así sea sólo con fines profilácticos.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (12 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: El hombre que una vez trató bien a una mujer.

Escrito por: ortiz.2007/12/12 10:50:00 GMT+1
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2007/12/11 05:00:00 GMT+1

Del luto al lujo

Desde donde escribo estas líneas, en una vieja casa del centro de Santander, puedo ver las ruinas del edificio que se desplomó el sábado, causando la muerte de tres personas.

El alcalde, Íñigo de la Serna (PP), anunció en seguida que el desastre pudo venir causado por unas obras de restauración inmobiliaria que se estaban realizando –dijo– “más allá de la autorización municipal”. Lo que no añadió en un primer momento, pero ha reconocido después, es que los servicios de su alcaldía, alertados por denuncias del vecindario, habían comprobado días antes que, en efecto, esas obras carecían del permiso necesario. Pero no ordenaron su paralización. Los trabajos prosiguieron. Y vino lo que sabemos.

De la Serna ha asegurado que su ayuntamiento va a formar una comisión que estudie el estado del conjunto de los edificios del barrio, por si hubiera otros amenazados de ruina. Es fantástico, sobre todo si se tiene en cuenta que hablamos de una zona en la que en los últimos dos años ha habido ya cinco aparatosos hundimientos. ¡Cinco hundimientos, y se ha decidido a formar la comisión ahora! (Y ya veremos qué hace y en qué queda.)

Este barrio, conocido como el Cabildo de Arriba, empieza a escasos cien metros de la sede del propio consistorio santanderino. “Está de pena”, ha dicho Miguel Ángel Revilla, el presidente de Cantabria. Puedo certificarlo por propia experiencia.

He conocido de cerca varios barrios así, de ésos que Quevedo llamaría “archipobres y protomiseria”. Los he visto en París, en Madrid, en Barcelona… El escenario es siempre el mismo: situados en un área urbana privilegiada, habitados por gente marginal o de muy escasos recursos, las autoridades no hacen nada para evitar que se deterioren hasta volverse inhabitables. Una vez que la gran mayoría de los vecinos de siempre ha huido, vendiendo sus habitáculos por cuatro perras porque aquello no hay quien lo aguante, llegan las constructoras de casas de lujo, los servicios municipales de lujo y la policía de lujo, que convierten el barrio en estupendísimo, limpísimo, segurísimo… y carísimo. Todo de lujo. Pero tiene  bemoles que para llegar al lujo haya que pasar por el luto.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (11 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Barrios de mala saña.

Escrito por: ortiz.2007/12/11 05:00:00 GMT+1
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2007/12/10 05:40:00 GMT+1

Todos somos cómplices

La Convención de Ginebra prohíbe atacar a la población civil de los países con los que se está en guerra.

Israel no admite estar en guerra con Palestina –ni siquiera admite la existencia de Palestina como nación–, pero ataca a su población civil por muy diversos métodos, incluyendo los muy crueles del sitio.

En tiempos remotos era cosa corriente: llegaban los ejércitos invasores a las puertas de una ciudad y, si quienes la gobernaban se negaban a rendirla, la sometían a asedio todo el tiempo que hiciera falta, para que la sed y el hambre hicieran el trabajo que sus armas no lograban.

Era una forma primitiva de terrorismo. El terrorismo consiste en eso: en aterrorizar a la población civil para que, desesperada, fuerce a quienes la gobiernan a hacer lo que de entrada no querían.

Los gobernantes israelíes están impidiendo que la población de Gaza reciba incluso las mercancías más elementales: alimentos, medicamentos, combustibles… Ahora dicen que se plantean dejarla sin el poco suministro eléctrico que todavía le toleran, después de haber bombardeado y destruido la única central eléctrica local.

Los lectores del Viejo Testamento sabemos de la crueldad del Dios de Israel, tan tolerante en materia de violaciones y estupros y tan expeditivo en el castigo de los desafectos, a los que, según cuentan sus Sagradas Escrituras, no dudaba en exterminar en masa cuando se enojaba.

Es esa concepción del mundo la que aplican sus hijos bienamados, en los que no sólo Él tiene puestas todas sus complacencias, sino también Bush y buena parte de los que controlan las finanzas y la industria del armamento mundial (lo cual, desde que a Yavhé le da menos por manifestarse, resulta más decisivo).

Todo lo cual me parece muy mal, pero peor todavía que quienes mandan en la Unión Europea hagan como que la cosa no va con nosotros y contemplen esa insoportable barbaridad, ilegal e ilegítima, sin mover un dedo. Me duele doblemente porque sus sueldos (los de los Solana, los Moratinos, los Prodi y demás burócratas de cuerpo y alma) los sufragamos todos nosotros con nuestros impuestos.

Me hacen sentirme cómplice. Y con razón, porque lo soy.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (10 de diciembre de 2007).

Escrito por: ortiz.2007/12/10 05:40:00 GMT+1
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2007/12/09 06:35:00 GMT+1

La espalda es una opción

En el filme clásico de Martin Scorsese The Last Waltz, Jamie Robbie Robertson, contrapunto que fue durante muchos años de Bob Dylan en tanto que líder de The Band, relataba con excelente humor cómo había sido de desastrosa una de sus primeras actuaciones en un ruinoso local sureño: “Sólo había dos personas en el público. ¡Y empezaron a pegarse!”

Así cabría caricaturizar la última manifestación “unitaria” que se concentró en Madrid contra ETA. Hubo poca gente, pero mal avenida.

¿Lamentable? Así lo juzgaron muchos. Pero todo depende de cómo se mire.

Para empezar: cuando los desacuerdos son básicos e irrenunciables, no está mal admitirlo francamente, dejándose de hipocresías. Con toda la educación que haga falta (que siempre hace falta), pero sin fingir amores absurdos, que nadie se cree.

Eso, en relación con lo de “mal avenidos”.

Tampoco me parece tan problemático que fuera escasa la asistencia al acto. Hoy (yo creo que desde hace mucho, pero desde luego hoy) ETA no representa para el conjunto de la sociedad española un mal tan preocupante como algunos pretenden. Al personal corriente y moliente le angustia mucho más la hipoteca, el alquiler, el paro, el coste de la vida, el precio de la gasolina, el funcionamiento de las infraestructuras, la seguridad y la violencia de su barrio… ¿Que si está en contra de ETA? Pues sí, muy mayoritariamente, pero no como para situarla en la primera línea de sus preocupaciones.

En el fondo, si bien se mira, el hecho de que la concentración de la Puerta de Alcalá fuera tan rala, tan mustia, tan poco importante, puede contribuir más al desgaste de ETA que los actos tremendamente multitudinarios que vivimos en tiempos pasados, cuando todas las ciudades de España se llenaban de manifestantes y de velas encendidas.

Téngase en cuenta que el objetivo fundamental de la organización armada ha sido siempre el de resultar literalmente insufrible. Según su lógica –bastante lógica–, de sentirla como insufrible, todo el mundo se avendría a cualquier cosa para no sufrirla. Y eso le proporcionaría réditos.

Pero el hecho es que no es así.

A veces, dar la espalda es mucho más eficaz que plantar cara.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (9 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Muertos sin permiso.

Escrito por: ortiz.2007/12/09 06:35:00 GMT+1
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2007/12/08 09:00:00 GMT+1

Independentismo personal

Ayer escribí sobre el independentismo funcional. Hoy voy a detenerme en otra variedad del independentismo que me parece injustamente menospreciada.

Para mí que la mayoría de los independentistas periféricos (catalanes, vascos, gallegos, canarios… en fin, de cualquier periferia de las nuestras, salvo Ceuta y Melilla, donde no parece que haya independentistas) se equivoca cuando identifica el independentismo con la formación de un Estado distinto, nuevo y separado.  

A algunos, cuanto más examinamos y sentimos la realidad político-social española, más ansias independentistas nos vienen al cuerpo. Al cuerpo entero: cerebro, corazón y vísceras incluidas. Pero nuestro separatismo no nos viene dado porque sintamos el deseo apasionado de que nos expidan otro pasaporte, sino por las ganas exclusivas y específicas de ser no-españoles.

Hace algún tiempo pensé en la posibilidad de nacionalizarme francés, en parte para tocar las narices a más de uno que yo me sé y en parte para acceder a la jubilación con mejores prestaciones sociales. Parece que podría, pero de lo que hoy estoy hablando es de un objetivo ideológico más elevado: no ser nacional de ningún lado. Un tanto al modo en el que muchos están reclamando a la Iglesia católica española que les borre de la lista de sus fieles: no para darse de alta en otra confesión religiosa, sino para no figurar en la nómina de ninguna.

Allá por los primeros setenta y durante unos pocos años tuve el privilegio de gozar de un estatuto legal poco frecuente: el de apátrida. Una oficina de las Naciones Unidas tuvo el detallazo de reconocerme esa condición, pero yo, joven y atolondrado, renuncié a ella así que Franco expiró y me dejó franca la frontera para retornar a estos andurriales.

Me gustaría verme libre de toda nacionalidad, real o hipotética. Pero, introspectivo como soy –a veces–, me pregunto en qué medida no hay su tanto de nacionalismo en ese rechazo. Me acuerdo de Nikolai Chernichevski y de cómo maldijo a los rusos, cuya sumisión al zarismo le indignaba: “¡Pueblo de esclavos! ¡Del primero al último, todos sois esclavos!”

A veces hay que querer mucho para odiar tanto.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (8 de diciembre de 2007).

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2007/12/07 07:20:00 GMT+1

Independentismo funcional

Mi buen amigo Gervasio Guzmán, que viaja con frecuencia a Cataluña, está impresionado por la fuerza de lo que él llama “la corriente de fondo independentista”.

“Lo de menos es la manifestación del domingo pasado”, me dice. “Eso cabe considerarlo hasta anecdótico. Tiene muchas interpretaciones, no todas coincidentes. Lo que me impresiona más es el cabreo ‘contra España’ que está tomando cuerpo en el conjunto social de Cataluña. Hay muchos catalanes que se confiesan hartos del trato que reciben no sólo del poder central, sino de la ciudadanía española, en general. Te señalan, con las cifras en la mano, lo mucho que aportan al conjunto del Estado y se indignan de que sean los mismos a los que ellos subvencionan quienes luego los tachan de egoístas y de tacaños”.

Aunque las relaciones personales de Gervasio no tengan por qué constituir un universo estadístico representativo, sí parece cierto que está creciendo en Cataluña un estado de opinión que cabría definir como de “independentismo funcional”. Se nutre de gente que no se mete en grandes polémicas ideológicas y políticas. No tiene mayor interés en discutir qué es una nación y qué una región. Tampoco le apasiona polemizar sobre si lo que hablan muchos valencianos y baleares son variantes dialectales del catalán o lenguas distintas. Se limita a hacer cuentas.

Pero, ojo: sus cuentas no son sólo económicas. También sentimentales. “Tiene narices que se dediquen a morder la mano que les da de comer”, se quejan. Y ponen como ejemplo a Rodríguez Ibarra, que presidió durante muchos años una comunidad eminentemente subvencionada y que se especializó en echar pestes de los catalanes, incluidos los de su propio partido.

Con el tiempo me he acostumbrado a comparar las relaciones entre los pueblos con las relaciones de pareja. No por capricho, sino porque he comprobado que, por extraña que la comparación resulte a primera vista, son extremadamente parecidas. Y todos los veteranos observadores de la vida sabemos que, cuando las parejas empiezan a echarse en cara sus respectivas aportaciones económicas a la causa común, es que la causa empieza a ser cada vez menos común.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (7 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Contra el subjetivismo.

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