Desde que empezó la crisis financiera, algunas compañías subcontratistas de servicios (de consultoría, financieros, informáticos, etc.) de India están invirtiendo y contratando personal fuera del país, no sólo en los países de la región, sino en Europa y en Estados Unidos. El ejemplo más importante quizás sea el de Wipro Technologies, un gigante que emplea en todo el mundo a más de 112.000 personas, un 39 % de los cuales no es indio. Wipro, que es muy dependiente de sus inversiones en Estados Unidos y Europa, prevé que en dos años este porcentaje se eleve al 50%. Otra compañía especializada en la subcontratación de funciones de procesos de negocios, concretamente los conocidos call centers, es Genpact, que espera triplicar su personal en Estados Unidos en los próximos dos años.
Como en anteriores deslocalizaciones, en este sector muy intensivo en mano de obra el coste laboral constituye un factor relevante. En agosto el diario Financial Times anunciaba que en algunas zonas de Estados Unidos, en determinadas categorías de empleos (ocupados básicamente por trabajadores hispanos) los salarios se habían reducido hasta equipararse a los niveles de sus equivalentes en India, que en los últimos años ha asistido al proceso inverso: en los últimos años los salarios de los trabajadores indios en el sector servicios se han incrementado con una tasa aproximada del 10 % anual. Este proceso no sólo afecta a los puestos de menor cualificación, sino incluso a algunas categorías de ejecutivos. Y aunque la tasa de desempleo se sitúa en el 9,6 %, durante el último año el índice de pobreza se ha incrementado hasta alcanzar el 14,3 % de la población. En Arizona y Mississipi ya superan el 20 % y la cuarta parte de la población negra e hispana vive bajo el umbral de pobreza. Otra forma de salario, el salario social que representa la cobertura sanitaria, también se ha visto afectada en los últimos años, antes de la reforma impulsada por Barack Obama: uno de cada seis estadounidenses (50,7 millones de personas) carece de algún tipo de seguro médico.
Así pues, en este terreno, como antes en otros, las fronteras entre esos bloques
ficticios y heterogéneos que eran el "Norte" y el "Sur" se han
difuminado aún más, en una particular convergencia. El Informe 2010 sobre la riqueza global del grupo Allianz, que evalúa el valor de lo que denomina "riqueza privada" (depósitos bancarios, inversiones en activos financieros y contrataciones de pólizas de seguros) en 50 países de desarrollo alto, medio y bajo, muestra cómo dicha "riqueza" se ha incrementado un 16 % en los países más pobres en los últimos diez años, esto es, siete veces más rápido que en los países más ricos. Un cálculo que no toma en cuenta la persistencia o el agravamiento de las desigualdades en algunos de los países emergentes o pobres que cita el estudio. Mientras en Estados Unidos y la Unión Europea para mucha gente el poder adquisitivo ha bajado considerablemente y los salarios reales se han estancado o reducido (como consecuencia del chantaje patronal de la preservación del empleo), en general en los llamados "países emergentes" los salarios -que parten de niveles mucho más bajos- han registrado notables incrementos. Por lo general, y es muy importante destacarlo, después de fuertes luchas y conflictos laborales y sociales. Especialmente en Asia.
Tabla comparativa de salarios mínimos, en dólares PPP (paridad de poder adquisitivo), e inflación en Asia.Gráfico: Financial Times.
En Bangla Desh, país que tenía el dudoso honor de ser el lugar con los salarios del sector textil más bajos del mundo, miles de trabajadores, en su mayoría mujeres, protestaron indignadas en la capital, Dhaka, el pasado mes de julio. Pedían triplicar el salario mínimo mensual para poder compensar el aumento de los costes en alimentación, vivienda y medicamentos, de los actuales 1.662 taka (24 dólares) a 5.000 taka (72 dólares), cuando se había impuesto un incremento, el primero en cuatro años, de tan sólo el 80 % (a 43 dólares). Algo de lo que se benefician subcontratistas de marcas occidentales como Wal-Mart, Zara o H&M. A efectos de comparación, en las provincias industriales de la costa de China, los salarios mínimos van de los 117 dólares mensuales a los 150 dólares, según los sectores. De ahí que, justo antes de estas protestas, Bangla Desh fuera considerado, al igual que otros países asiáticos como Vietnam o Camboya, una nueva cantera de mano de obra barata en sectores como el textil, el de juguetes o el de electrónica de consumo barato, a pesar de las elevadas tasas de analfabetismo, la baja productividad y las deficientes infraestructuras del país. Entre los principales inversores destacan las empresas chinas, que en su país de origen han asistido a una oleada de huelgas y protestas laborales que han motivado incrementos del salario mínimo del 20 % en algunas industrias, aunque los trabajadores continúan reclamando aumentos del 60% y reducciones en la carga de trabajo. Las protestas alcanzan también a los más de 350.000 trabajadores chinos que trabajan en Europa del este o en África y que reclaman mejores condiciones de trabajo: en agosto China anunció la prohibición de la subcontratación de mano de obra china por medio de terceras partes. En Camboya, más de 200.000 trabajadoresdel sector textil llevan varios días en huelga convocados por la Confederación del Trabajo de Camboya, después de que otro sindicato, el Sindicato Libre de Trabajadores, acordara con el gobierno y con las empresas un aumento del salario mínimo del 21%, hasta los 63 dólares mensuales, muy por debajo de los 93-95 dólares que reclama la mayoría de los trabajadores. Sólo en 2009, Vietnam registró más de 200 huelgas.
No hacen falta grandes movilizaciones mundiales para percatarse de la multiplicación de las luchas a nivel micro por obtener un trozo mayor del pastel que producimos y en mejores condiciones de vida. En Europa, más atenazada por el miedo, esta lucha se traduce por el momento en una resistencia por mantener empleos y los sistemas sociales existentes. La crisis financiera global ha mostrado la necesidad de reevaluar los criterios que empleamos para medir ese pastel, esto es, la riqueza real que producimos socialmente. De alguna manera, intuimos que los criterios económicos que emplea el capital no nos cuentan toda la verdad. Índices de pobreza como el que me he referido para el caso estadounidense (o los que se emplean para conseguir los llamados Objetivos del Milenio) sólo tienen en cuenta los ingresos, pero no otros activos (depósitos de ahorro, prestaciones sociales, grado de cooperación de la inteligencia colectiva, etc.). Para los mismos capitalistas, lo que desde cierto punto de vista puede tener sentido (buscar nichos de bajos salarios, cada vez más difíciles de encontrar, o provocarlos), desde la perspectiva del capitalismo global a medio plazo puede resultar un mal negocio. Estas son las contradicciones en las que nos estamos moviendo, dentro de un mismo espacio mundial donde las fracturas y líneas divisorias fluctúan y se diversifican. Un gran ajuste.
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La rutina tecnocrática de las instituciones europeas se vio bruscamente interrumpida hace unos días por un hecho insólito. La vicepresidenta de la Comisión Europea y comisaria de Justicia, Derechos Fundamentales y Ciudadanía, Viviane Reding, visiblemente enojada, mostró su contrariedad con el gobierno francés a propósito de las deportaciones colectivas de gitanos de origen rumano y búlgaro, ciudadanos de la Unión Europea. Y encima en inglés. Por dos motivos. En primer lugar, por las trapacerías del gobierno de Nicolas Sarkozy, que había ocultado la existencia de una circular interna, de 5 de agosto de 2010, firmada (y luego corregida) por el jefe de gabinete del Ministro del Interior Brice Hortefeux, Michel Bart. En dicha circular -que se filtró a los medios- se especificaba que el presidente "había fijado objetivos precisos (...) para la evacuación de los campamentos ilícitos (...), de manera prioritaria los de los romaníes", lo cual es claramente discriminatorio. En segundo lugar, por las declaraciones del secretario de Estado de Asuntos Europeos Pierre Lellouche (el López Garrido francés), que aseguró que en Francia no es la Comisión Europea la encargada de velar por el cumplimiento de los Tratados, sino "el pueblo francés", exabrupto que entra en abierta contradicción con lo que establecen dichas normas. Añado que la semana anterior la Comisión Barroso había sido seriamente criticada en el asunto de la deportación de los gitanos por una mayoría de eurodiputados en el Parlamento Europeo, que aprobó una moción, con el voto en contra del Partido Popular Europeo, en la que se denunciaba la política de Nicolas Sarkozy.
La semana pasada el juzgado de lo contencioso-administrativo número 1 de Santa Cruz de Tenerife dictó una sentencia que obliga al ayuntamiento de la ciudad a aplicar correctamente la Ley 52/2007, más conocida como Ley de Memoria Histórica. A pesar de sus limitaciones, el artículo 15 de la ley exige al menos "la retirada de escudos, insignias, placas y
otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o
colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la
represión de la Dictadura". Por primera vez en España, una sentencia judicial
insta a un ayuntamiento a cumplir con lo que se establece en la Ley de
Memoria Histórica. Es el principio del fin de una larga etapa que
comenzó el mismo 18 de julio de 1936, cuando el coronel de la Guardia Civil Juan Vara Terán ocupó
el consistorio municipal, sin oposición alguna, para después formar una
comisión gestora cuyas primeras decisiones se centraron precisamente en
la modificación del callejero republicano (pueden encontrar una gran
cantidad de información al respecto en el blog y el sitio web, excelentes, de Pedro Medina Sanabria).
Aunque en la capital tinerfeña se han modificado de manera arbitraria unos pocos nombres y se han retirado algunas placas (como la placa franquista
que coronaba hasta hace poco la Comandancia Naval) desde la aprobación de la citada ley, lo cierto es que la
ciudad todavía conserva un callejero con bastantes nombres de militares
franquistas y de símbolos como el denominado "monumento a Franco". Además, los cambios unilaterales de algunos nombres hicieron gala de un cinismo insultante: la antigua calle de García Morato pasó a ser la de la Tolerancia, la que homenajeaba al General Fanjul se llamó del Olvido y la antigua calle del General Goded pasó a denominarse del Perdón.
La sentencia se ha dictado como consecuencia de una demanda presentada por el abogado santacrucero Pedro Fernández Arcila, en representación de la formación política Alternativa Sí Se Puede por Tenerife.
En la rueda de prensa (abajo dejo el vídeo completo, recomiendo verlo
de principio a fin) que se celebró tras conocerse la sentencia, tanto
Arcila como el historiador Domingo Garí Hayek (autor de "Tenerife en rojo. Luchas obreras en la transición política, 1975-1977") explicaron ante los medios la importancia política que tiene la preservación de la simbología franquista en la ciudad.
Como sostiene Domingo, "se ha mantenido de manera sostenida un poder político que es heredero directo de la dictadura", lo que "ayuda
a explicar el poco interés que las sucesivas corporaciones locales han
tenido por remozar la imagen simbólica e histórica de la ciudad de Santa
Cruz de Tenerife." "Ellos se sienten que forman parte de esa historia del fascismo insular". "Es
sintomático que Santa Cruz de Tenerife sea quizás la única capital de
provincia en la que no ha habido un proceso de alternancia política. Es
decir, no ha entrado a gobernar la ciudad gente que no proceda del
antiguo régimen. Permanecen, gobernando la ciudad, gente que procede
políticamente de la matriz franquista, que venían del franquismo, que
luego se llamaron UCD, y que luego se llamaron ATI, y ahora se llaman
Coalición Canaria-ATI". No sólo se exalta el fascismo: "se mantiene en el olvido a aquellos que sufrieron la represión, el asesinato o la desaparición a manos de los franquistas."
"Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición miserable: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no venza con el desprecio."
En la madrugada del lunes 13 de septiembre, a las cinco de la mañana, fuerzas especiales israelíes demolían la aldea beduina de Al Araqib, en el desierto del Neguev (Naqab, en árabe), entre el pueblo beduino de Rahat y la ciudad de Beerseba, al sur de Israel. Es la quinta vez en dos meses. La primera tuvo lugar el 27 de julio, cuando llegaron los buldóceres, también de madrugada, acompañados de mil policías armados. Mil policías frente a trescientos beduinos. Los buldóceres arrasaron entonces decenas de humildes casitas de hormigón y arrancaron centenares de árboles, amparados por una orden judicial de hace 11 años que declara que las construcciones son ilegales. En cuanto se fueron las máquinas y los policías, los beduinos reconstruyeron sus casas con lo que quedaba y como pudieron. La escena se ha vuelto a repetir una y otra vez desde entonces, como una maldición, aunque cada vez más activistas acompañan a las familias durante los derribos. La noche antes de esta última demolición (12 de septiembre) se había celebrado una reunión regional de diversas organizaciones, sobre la situación de El Araqib y de manera más general sobre la situación de los beduinos en el Naqab (Neguev) y en Israel.
Sin embargo, la presencia beduina en Al Araqib es anterior a la existencia misma del Estado de Israel. Un Estado que tres años después de su nacimiento, en 1951, declaró aquellas tierras propiedad del ejército y obligó a las familias de Al Araqib a desplazarse con la promesa de retornar al cabo de unos meses, una vez que terminaran los entrenamientos militares. Nunca se les permitió regresar, aunque sí se les dejó que sus rebaños pastasen ocasionalmente en sus antiguas tierras. Desde entonces, se han sucedido las expulsiones y expropiaciones en el Naqab.
Hace algo más de una década, algunas familias decidieron volver a establecerse en ellas, lo que originó un contencioso judicial que aún no ha finalizado. Para el Estado de Israel, los beduinos carecen de títulos legales de propiedad, razón por la cual aldeas "no reconocidas" como Al Araqib (en las que viven más de 90.000 personas) no aparecen en los mapas ni pueden disponer de servicios básicos como agua corriente o electricidad. Tampoco se les permite elegir democráticamente a sus representantes. Israel exige a los beduinos que se reubiquen en pueblos "autorizados" como Rahat. Según los beduinos, sus familias han vivido y trabajado en esas tierras al menos desde el siglo XIX. También habrían pagado impuestos por ellas, según consta en documentos de los períodos otomano y británico. "No somos invasores, ni ocupas", afirma uno de los beduinos, Sheikh Sayyah. "Es el Estado el que nos invadió."
Una mujer beduina, sentada frente a lo que queda de su casa, destruida por orden de las autoridades israelíes. Fotografía: Joseph Dana (10 de agosto de 2010)
La suerte de los beduinos, antiguos nómadas del desierto, se asemeja mucho a la de otros pueblos indígenas u originarios de regiones como América Latina o Australia, que reclaman un uso común o social de la tierra que no esté sobredeterminado ni por la propiedad privada -con títulos creados e impuestos por el colonizador- ni por las pretensiones desarrollistas de los Estados. La tierra, no ya para el que la trabaja, sino para el que la vive. En la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas se establece que "los pueblos indígenas no serán desplazados por la fuerza de sus tierras o territorios" (art. 14) y "tienen derecho a las tierras, territorios y
recursos que tradicionalmente han poseído, ocupado o de otra forma
utilizado o adquirido" (art. 26). Esta Declaración no es jurídicamente vinculante, pero refleja por escrito un conflicto político de primera magnitud.
La periodista de The New York Times que informó del cuarto derribo de Al Araqib, lo interpreta interesadamente como un "choque de culturas, entre formas de vida tradicionales y modernas, y entre las leyes de la propiedad y, cada vez más para los beduinos, las leyes de las lealtades y la fe". Pero este tipo de conflicto también se reproduce en muchas otras comunidades, no necesariamente "indígenas", que son desplazadas por culpa de megaproyectos desarrollistas (India) o por los estragos de la agroindustria de exportación (Argentina). Expropiados y desplazados que acaban asentándose en arrabales y suburbios "paralegales". Esta ilegalidad que declaran Estados como el de Israel, o "paralegalidad", no es, como afirma el politólogo postcolonial Pathar Chatterjee, una especie de condición patológica de una Modernidad que tarda en imponerse, sino que "forma parte del mismo proceso de constitución histórica de la Modernidad en la mayor parte de las regiones del mundo." (The Politics of the Governed, 2004). En el marco del Estado moderno, la comunidad sólo se beneficia de una legitimidad bajo la forma de nación. "Las demás formas de solidaridad, susceptibles de entrar en conflicto con la comunidad política de la nación, están sujetas a fuertes sospechas." En Israel adopta una forma, la del sionismo, en el que colonización, propiedad de la tierra y construcción nacional en torno una identidad judía forman parte de un mismo paquete.
Vuelta a empezar. Fotografía: Rina Castelnuovo para The New York Times.
Pero los gobernados resisten. E insisten, como si de esta manera esperaran romper la maldición. Como Sísifo.
"Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre.
Hay que imaginarse a Sísifo dichoso. "
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El periodista y conocido bloguero británico Richard Seymour realiza en The meaning of David Cameron (Zero Books, junio de 2010) un análisis crítico de lo que implica el advenimiento del cameronismo, en cuanto continuidad del neoliberalismo thatcherista y blairista. Fue publicado justo antes de las últimas elecciones británicas, en la mejor tradición panfletaria. El título hace referencia a la traducción inglesa de "De quoi Sarkozy est-il le nom?" (2007), éxito literario de Alain Badiou sobre el significado político del sarkozysmo.
Extraigo y traduzco algunos párrafos de la introducción y la conclusión del capítulo segundo, titulado "Meritocracia". Y es que cada vez se hace más referencia al mérito y al talento como herramienta de crítica de la clase política (lo que puede ser un error, en mi opinión), pero también como justificación para recortar el gasto público social, sustituir el welfare por el workfare, y dividir de este modo el mundo entre ganadores y perdedores:
"David Cameron se describe a sí mismo como un meritócrata, con la confianza vulgar de quien se define como una persona que cree en las elecciones libres. También sus oponentes. En estas elecciones, Gordon Brown ha prometido de nuevo luchar por una "genuina meritocracia" basada en una economía de expertos cualificados. Al parecer, todos son meritócratas. La palabra ha llegado a ser equivalente a una creencia en la equidad: que uno debiera ascender o caer por sus propios méritos parece de sentido común. No siempre fue así. La meritocracia fue en su día una idea revolucionaria. Los revolucionarios franceses reclamaron "las profesiones abiertas a los talentos", como también Napoleón, contra un orden aristocrático en el que las oportunidades se reservaban a los de noble cuna. Para Thomas Paine, se podía denunciar el principio de la monarquía en gran medida porque significaba el gobierno de los menos capaces. Para Thomas Jefferson, la revolución americana tuvo éxito al crear una "aristocracia del talento". De ser el credo de los revolucionarios, la meritocracia se ha convertido en un axioma del capitalismo liberal, al parecer tan evidente que sólo los malvados o perversos podrían oponerse al mismo.
Sin embargo, la meritocracia, como doctrina de la jerarquía, también contradice uno de los principios fundadores del legado revolucionario dieciochesco, el de la igualdad. Apela a un deseo, que ya detectó John Adams entre los estadounidenses, de distinción con respecto a nuestros pares. Este sentimiento de dominio sobre los demás ha sido durante mucho tiempo manipulado por la derecha para incorporar incluso a algunos de los más pobres en su grupo. El lenguaje de la meritocracia es, o así lo sostendré, un lenguaje del dominio de clase. Propondré también que el término, tal y como se aplica en la situación actual, es una especie de insulto colectivo a la humanidad. Implicar que los que están actualmente en la cumbre - los Warren Buffet y Roman Abramoviches del mundo- son los mejores, el nec plus ultra de la humanidad, constituye un discurso de odio hacia la especie. Nuestra dignidad reclama que lo rechacemos."
(...)
"Meritocracia es un lenguaje del dominio de clase, de tres maneras. Primero, da validez al principio de desigualdad cuando reinterpreta el privilegio como un mérito. Segundo, legitima el sistema de clases realmente existente, en la medida en que la mayoría de las sociedades capitalistas se representan como meritocráticas, sin límites establecidos de clase que supongan un lastre para mucha gente. Y tercero, nos anima a buscar soluciones individuales, no de clase, a los problemas sociales. En sí mismo, es un ideal poco deseable."
(...)
"En el modo en que el "mérito" se usa en el lenguaje cotidiano, está claro que se refiere a los individuos que ejercen de manera productiva sus habilidades innatas. Pero sólo los más extremistas darwinistas sociales lo llevan realmente a su conclusión lógica. Después de todo, implica que uno "merece" de alguna manera sus propios talentos y por tanto cualquier recompensa material que pudiera tener por ellos. El corolario lógico es que quienes carezcan de talentos especiales, o quienes estén incapacitados en cuerpo o mente, merecen su desventaja. ¿De dónde surge semejante "desierto"? ¿Del Karma?"
(...)
"Combinar la justicia política con la biología de esta manera es obviamente incompatible con cualquier agenda igualitaria. Está intrínsecamente relacionado con los discursos conservadores sobre la jerarquía y la dominación, y la izquierda tendrá mejores posibilidades para resistir cualquier reincidencia Tory si tira a la basura el dogma de la "meritocracia" y el caballo del New Labour en el que se montó."
La cobertura mediática de determinadas iniciativas de grupos activistas de la derecha integrista estadounidense está siendo a todas luces desproporcionada. Noticias que normalmente no deberían ocupar un espacio destacado ni en la prensa local aparecen en las primeras planas de la prensa internacional. Es lo que ha pasado con las protestas por la construcción de un centro cultural musulmán en las inmediaciones de la zona de Manhattan donde se levantaba el World Trade Center. O con la ridícula amenaza de quemar públicamente libros del Corán que ha proferido ese reverendo con nombre de un miembro de los Monthy Python.
En ambos casos se trataba de acciones iniciadas por particulares que no hubieran tenido tanta repercusión de no ser por la ayuda entusiasta de los medios de comunicación. En el caso de las protestas por la construcción en Lower Manhattan del centro cultural islámico Park 51, fue la bloguera Pamela Geller (de reconocido pedigrí ultraderechista y sionista) la que promovió inicialmente la polémica, con apoyo del diario conservador The New York Post, propiedad del magnate Rupert Murdoch. Geller es conocida por decir majaderías como que Hitler se inspiró en el Islam para desarrollar su ideología antisemita. La historia del reverendo Terry Jones, cuya peculiar secta no superaba las cincuenta personas, constituye otra muestra de la especial sensibilidad que la industria de las relaciones públicas tiene por las provocaciones más reaccionarias.
De este modo se fabrican controversias absurdas, con declaraciones como la del general David Petraeus, quien comanda las tropas de la ISAF en Afganistán y vende la idea de que son hechos como la quema del Corán, y no los bombardeos o la ocupación, lo que soliviantan a los musulmanes de la región. Al final se difunde la engañosa percepción de que, efectivamente, es todo lo relacionado con el Islam lo que genera conflicto. Lo cual anima a que haya cada vez más gente saque a relucir en público, sin complejos, sus más bajos instintos racistas y xenófobos, ya sea un funcionario en Suecia o un alto cargo socialdemócrata en Alemania.
El impacto global de estos sucesos no se debe a simplemente a internet. Que tenga que ser Glenn Beck, presentador de Fox News (Murdoch, de nuevo) y no Sarah Palin quien convoque a los sectores más derechistas en Washington nos da una idea de la importancia del papel de los medios corporativos en todo este proceso y del seguidismo del resto. Las comparaciones son odiosas, y el observatorio estadounidense de medios FAIR nos regala una muy significativa: la diferencia de tratamiento de la convención del Tea Party en febrero, que apenas congregó unas 600 personas, y el Foro Social estadounidense, que tuvo lugar en Detroit el pasado mes de junio y que reunió entre 15 y 20.000 personas durante cinco días en una de las ciudades más castigadas por la crisis económica. "Un evento fue al menos 25 veces más grande que el otro, pero fue el pequeño el que se llevó toda la cobertura mediática. De la cobertura de los 10 principales medios nacionales durante dos semanas en torno a cada evento, el Tea Party recibió 177 menciones mientras que el Foro Social sólo 3. "
Y de esas tres referencias, una era de... Glenn Beck, quien desde Fox News denunció que los participantes "socialistas y comunistas" del Foro Social querían "propagar una peligrosa enfermedad". Será por esta misma razón que "ningún periódico relevante fuera de Michigan cubrió la historia. Time y Newsweek lo ignoraron. La Associated Press no difundió ni una sola historia en sus informaciones." Sin embargo, en un mismo período de dos semanas la convención del Tea Party recibió "12 menciones en el Washington Post, 8 en el New York Times, 7 en L.A. Times y 4 en el USA Today. CNN mencionó la convención 71 veces, Fox News 27, MSNBC 19, ABC 21, y CBS y NBC 4. Politico (2/12/10) informó que la CNN envió un equipo de 11 personas para cubrirlo; poco después de la convención, el Washington Post envió un reportero para “asegurarse de que el movimiento recibía una plena cobertura en sus páginas” (Politico, 3/12/10)".
De esta manera los grupos de la derecha cristiana integrista se permiten influir no ya al Partido Republicano (algo que llevan haciendo desde que llegó Ronald Reagan al poder), sino a las propias filas del Partido Demócrata, al ser quienes definen los parámetros de la discusión política, con ayuda de la prensa. Barack Obama ya no tiene que responder de manera preferente a los movimientos sociales que contribuyeron a su llegada a la presidencia. Lo que supuestamente se cuece "en la calle" es otra cosa.
En relación con el tratamiento que hoy se está dando en Francia a los gitanos (romaníes, zíngaros, romà, manush), anteayer rememoraba la situación de los argelinos en la Francia metropolitana de antes de la Segunda Guerra Mundial. Pues bien, es precisamente un director franco-argelino, de padre beréber y madre romaní, Tony Gatlif, quien se ha convertido en uno de los principales portavoces cinematográfico de esta comunidad en Europa, a través de películas como Gadjo Dilo (1997). Su última película, Libertad (Korkoro en lengua romaní), que fue estrenada en Francia en febrero de 2010, aborda la poco conocida historia de la represión del pueblo gitano durante la ocupación nazi y el régimen colaboracionista de Vichy. No he podido verla aún, pues desgraciadamente todavía no ha sido estrenada fuera de Francia (salvo en festivales), aunque ya está disponible en DVD.
De momento tendré que conformarme con una interesante entrevista al director que incluye imágenes muy bellas de la película. En francés, sin subtítulos.
Gatlif aporta un simple dato que da una idea del trato que han recibido los gitanos en Francia (por no hablar de la Europa oriental): miles de gitanos permanecieron encerrados en campos de concentración hasta 1946, es decir, hasta un año después de la liberación de París. Y esta es la sencilla definición que, según él, daban los romà de la época (hoy, la mayoría se ha sedentarizado) a la palabra que da título a la película:
"La libertad es que tu no soportas estar encerrado en algún lado. Entonces, te vas. (...) La libertad es eso, es irse. Es decir, ¡ciao!, me largo. Por todos los medios. Estoy en una escuela, salto por la ventana. Esa es la libertad gitana. Y no soportar estar encerrado en cuatro muros. (...) Desde que las piedras se juntan las unas con las otras para formar un muro, eso daba miedo a los gitanos de los años cuarenta."
La izquierda socialdemócrata francesa critica últimamente la política migratoria del presidente Nicolas Sarkozy y las recientes deportaciones de gitanos porque, dice, traiciona los valores republicanos. Francia, se nos reitera de manera tan solemne como tópica, es la "cuna de los derechos humanos", sin necesidad de entrar en más detalles. Algo parecido sucede cuando, en otros contextos, se alega que Inglaterra es la cuna de la democracia parlamentaria (importante matización) o que Estados Unidos es la tierra de la libertad. Los derechos humanos, la democracia y la libertad se incribirían en el código genético de estas naciones, que habrían evolucionado así de manera natural y lineal. Como si no hubieran estallado revoluciones y violentas revueltas, con fuertes resistencias a la democracia desde los estamentos nobiliarios y eclesiásticos, desde las monarquías absolutas y -no lo olvidemos- desde las propias burguesías liberales. Como si no hubiera existido el colonialismo o el imperialismo. Y como si en su última etapa de gobierno los socialistas franceses no hubieran dejado prácticamente intacto el modelo migratorio francés, incluyendo las leyes Pasqua-Debré sobre entrada y residencia de inmigrantes.
Hace poco el historiador francoargelino Benjamin Stora tuvo la gentileza de recordarnos en Mediapart el origen en Francia de "una cierta mirada". Aquella que contempla a inmigrantes y gitanos como los argelinos que vivían en la metrópolis durante el período de entreguerras. Para la derecha de aquella época, los norteafricanos eran "individuos indeseables cuya presencia amenaza el orden público, el equilibrio de la población francesa y genera « inseguridad, tema dominante»". Stora tiene el acierto de no remontarse a Vichy, sino al período inmediatamente anterior.
"En la secuencia de los años 1930, una política xenófoba afectó a los extranjeros, y entre ellos a una población particular, los primeros argelinos en Francia. Se encontraban en lo más bajo de la escala social (muchos trabajaban como peones en las fábricas o como cavadores), sin un estatus jurídico específico. No eran franceses, porque los argelinos musulmanes provenientes de un territorio que se consideraba sin embargo como un departamento francés, no tenían acceso a la ciudadanía francesa; no eran extranjeros, porque « Argelia era Francia » ; no eran « súbditos », como otros colonizados que venían de Indochina o Marruecos..."
En esa década se desata una campaña xenófoba por parte de la derecha parlamentaria y desde partidos ultras como Acción Francesa, que afectó de manera especial a la población argelina. Además de la seguridad, otro tema es el de la higiene.
"Pierre Godin, influyente consejero municipal de París cuyo hijo André llegará a ser en 1932 director de los servicios policiales de la calle Lecomte, anota en un informe redactado en 1933 : « La sífilis, es para los norteafricanos, la lepra de hoy. La padecen de manera hereditaria en casi todas partes.» Por sus desplazamientos por la capital, los argelinos propagarían el mal en la población, presentándose así como peligrosos agentes de transmisión microbiana. Hay que circunscribir el mal. Desde 1927 P. Godin promueve con este fin la constitución de un hospital muy particular. Un hospital exclusivo para musulmanes porque, según él, el argelino es un enfermo diferente, difícil por razón de sus costumbres, su religión, su lengua." (...) "A partir de 1923, se construye también de manera progresiva, con el acuerdo del ministro del Interior, el « Servicio de supervisión y protección de los indígenas norteafricanos », para asistir, controlar y vigilar mejor a la comunidad argelina."
Estas medidas no impedirán que nazca por esos años la primera organización independentista argelina, la Estrella NorteAfricana (ENA), con apoyo de los comunistas franceses.
"Es en París donde se muestra por primera vez la bandera verde y blanca de Argelia, con un creciente rojo estampado, durante la manifestación del 14 de julio de 1935 que anuncia la constitución del Frente Popular."
(...)
Gracias al compromiso político y sindical descubrirán otra Francia, generosa y fraternal... Pero las campañas xenófobas prosiguen, con una serie de leyes en 1938 que prevén, entre otras cosas, las expulsiones masivas de extranjeros o el endurecimiento del acceso a la nacionalidad francesa. En su informe al Presidente de la República sobre los extranjeros, de 12 de noviembre de 1938, Edouard Daladier, Presidente del Consejo, escribe:
« En efecto, es importante quitar del acceso a la nacionalidad francesa su carácter demasiado «automático»; aquí más que en ningún lado, conviene hacer la distinción entre los buenos elementos y los indeseables que, para ser excluidos de nuestro territorio, evidentemente no deben poder integrarse en la colectividad francesa. Esta preocupación nos ha llevado igualmente a simplificar el procedimiento para retirar la nacionalidad, porque si nuestra legislación se muestra de las más liberales para atribuir a los extranjeros la cualidad de franceses, es importante que las autoridades responsables tengan a su disposición los medios rápidos y eficaces para retirar nuestra nacionalidad a los naturalizados que se muestren indignos del título de ciudadano francés.».
Después, Vichy vendrá, apenas dos años más tarde...."
Si escarbamos un poco más podremos percatarnos que el origen de esta mirada viene de mucho más atrás y no es patrimonio exclusivo de un país, ni siquiera de Europa. Cuando vuelvan a hablarnos de "valores republicanos" y de derechos, haríamos bien en preguntar a qué valores y a qué derechos se refieren. Porque hay repúblicas que son las de los propietarios, los oligarcas, los racistas y los mediocres meritócratas, la que nos arranca hermosas palabras para despojarlas de toda ilusión y esperanza. Y hay tradiciones republicanas, arrinconadas en los márgenes de la historia, que son democráticas, libertarias, comunistas, europeístas e internacionalistas, que se formaron en Europa y que migraron a la América variopinta y revolucionaria, para luego volver al viejo continente y transformarlo.
En Francia un himno como La Marsellesa merece ser abucheado cuando lo entona en los estadios un poder que sacrifica la libertad, la igualdad y la fraternidad en el altar de la Nación. En cambio, emociona y hace soñar cuando lo toca un gitano de origen belga al finalizar la guerra contra el fascismo.
Casi la mitad de la población actual de Iraq no había nacido cuando Saddam Hussein dio la orden de invadir Kuwait el 2 de agosto del año 1990. La mayoría tampoco vivió la cruenta guerra con el vecino iraní. Muchos iraquíes han pasado de la infancia a la edad adulta en un país fuertemente intervenido desde el exterior, en una sociedad que se desintegraba y se empobrecía a marchas forzadas y que acabó por desgarrarse ante la violencia extrema, la persecución política y la huida de millones de refugiados.
Los iraquíes, buena parte de ellos desde edades muy tempranas, han tenido que acostumbrarse al sonido de los aviones y misiles de crucero estadounidenses. Desde mucho antes de la invasión de 2003. Las primeras bombas cayeron masivamente en enero de 1991. Con su anuncio televisado del 16 de enero de 1991 y la demostración de fuerza militar, George H. W. Bush inauguraba el nuevo orden internacional. Gobiernos como el del socialista Felipe González apostaron a caballo ganador y cedieron apoyos políticos, bases militares y dignidad. El aristocrático Consejo de Seguridad aportó entonces la legitimidad, que no legalidad, que a muchos, aún hoy, les basta para lavar sus conciencias.
El nuevo orden suponía que en Oriente Medio no hubiera ninguna potencia
regional que pudiera amenazar la hegemonía estadounidense en la región. La amenaza de James Baker a Tarek Aziz ("nuestras fuerzas harán que Iraq vuelva a la era preindustrial", 9 enero de 1991) también servía de aviso para países como Siria o Irán.
Terminada la llamada "Guerra del Golfo", que provocó la muerte de decenas de miles de iraquíes y la destrucción de las principales infraestructuras civiles del país, Iraq quedó sometido a un régimen de tutela permanente e indefinido, bajo un sistema de controles y de sanciones durísimas que casi todos han olvidado. Como consecuencia de las sanciones y el embargo, recuerda Carlos Varea, "los indicadores económicos y sociales del país retrocedieron a la época previa al inicio de la comercialización del petróleo, en la década de 1950, y (...) la esperanza de vida de los iraquíes se redujo de los 66 a los 57 años en sólo una década, un hecho inédito en poblaciones humanas modernas, consecuencia, esencialmente, de la multiplicación por dos de la tasa de mortalidad infantil y por cinco de la materna." Para los niños que sobrevivieron al degradado sistema sanitario, su infancia transcurrió bajo un férreo embargo (creado por resolución 661 de 6 de agosto de 1990), gestionado por la ONU por cuenta de los Estados Unidos, y sus aliados. Un embargo que impedía el comercio de cualquier país con Iraq y bloqueaba el acceso de medicamentos y repuestos esenciales.
La destrucción masiva de Iraq expresa algo más que una simple extorsión
mafiosa. Constituye todo un experimento político, social y económico, consistente en desarticular un país con el fin de construir una nueva sociedad "de mercado". La comunidad internacional bendijo este macabro experimento en Iraq, antes de que Israel lo perfeccionara con el bloqueo de Gaza.
Desde 1991 Estados Unidos y el Reino Unido impusieron unilateralmente zonas de exclusión aérea. La fuerza
aérea iraquí había sido liquidada durante la Operación Tormenta del
Desierto. De vez en cuando, a miles de kilómetros de distancia, alguien tomaba la decisión de descargar toneladas de bombas sobre las ciudades, y lo anunciaba en televisión. Como William J. Clinton en 1993, cuando empleó como excusa un supuesto intento de atentado contra su predecesor.
En 1996 Clinton, ferviente partidario del mantenimiento de las sanciones, volvió a comparecer para anunciar otro ataque, tras la toma de Erbil por el ejército iraquí y poco tiempo después de que se hubiera aprobado el programa Petróleo por alimentos. Dicho programa permitía la reanudación, de manera limitada y controlada, de las exportaciones de petróleo y aliviaba ligeramente el embargo. Una especie de respiración asistida para que el torturado pudiera mantener sus constantes vitales. Pero los iraquíes resistieron, y pronto el embargo comenzó a tener fisuras. Las sanciones perdían efectividad.
Clinton volvió a salir en televisión en diciembre de 1998 para anunciar un nuevo ataque, tras una prefabricada "crisis de los inspectores" que anticipó en muchos aspectos la farsa de 2002-2003. En realidad, la Operación Zorro del Desierto (16-19 de diciembre de 1998) marcó un punto de inflexión. Ese año tomó
forma la idea de forzar un cambio de régimen en Iraq. Propuesta que se reflejó ya en una carta
escrita por los miembros del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano al
presidente William Clinton y que se materializó ese mismo año en la Ley
para la Liberación de Iraq. La agresión coincidió no sólo con el impeachment de Clinton a raíz del escándalo Lewinsky, sino con el precio del petróleo más bajo en décadas (9,6 dólares por barril de Brent). Los bombardeos discontinuos de enero y febrero de 1999 en Basora y en las instalaciones petrolíferas circundantes permitieron que en tres meses se elevara el precio del barril Brent hasta los 15 dólares. Nunca volverían a bajar tanto. Clinton abrió el camino para que su sucesor
rematara la faena.
Entre 1999 y 2003, los bombardeos angloestadounidenses se realizaron de manera rutinaria y constante, en ocasiones casi a diario, a diferencia del período anterior, y dejaron de ser noticia salvo para los iraquíes, que tuvieron que acostumbrarse a la amenaza constante que provenía del cielo.
El 19 de marzo de 2003 George W. Bush anunció para Iraq una liberación en forma de "conmoción y espanto". Llovieron misiles sobre suelo mojado. Pero esta vez las bombas trajeron consigo soldados y mercenarios y el objetivo marcado en la Ley para la Liberación de Iraq de 1998: desmantelar y privatizar lo que quedaba del Estado iraquí para crear desde cero la utopía de una "democracia" neoliberal que pudiera servir de modelo para toda la región.
Las cosas no salieron exactamente como se había planeado. La resistencia popular a la ocupación fue mayor de la prevista. Las formaciones políticas sectarias que habían sido recibido apoyo desde la administración Clinton se embarcaron en una lucha sin cuartel por el poder del Estado y por el control social de las poblaciones cuya representación reclamaban. Estados Unidos aceptó la intervención de Irán para intentar estabilizar el juego político. A fecha de hoy, Iraq continúa sin una ley sobre hidrocarburos que establezca las condiciones del reparto de la renta petrolera y la producción de petróleo apenas supera los 2 millones de barriles por día (las compañías extranjeras esperan producir entre 6 y 12 millones de barriles diarios).
Toda una generación de iraquíes ha vivido siempre en ciudades que primero fueron bombardeadas y regadas con uranio empobrecido, luego asfixiadas y finalmente aterrorizadas por tropas extranjeras y por milicias que se embarcaron en una lucha brutal por el poder, hasta que terminaron siendo divididas por muros y controles militares. Los enemigos se han multiplicado. Los iraquíes del centro del país no pueden viajar al sur, ni los del sur tampoco pueden trasladarse al norte. La identidad queda definida por la adscripción sectaria, sancionada por la Constitución, hasta el punto de que los iraquíes suníes ya no pueden casarse legalmente con chiíes. Tienen un recuerdo vago de lo que significa tener acceso a servicios básicos o disponer de electricidad durante más de unas pocas horas del día, en un país con una de las mayores reservas de petróleo del mundo. O han pasado un tiempo en prisión o conocen parientes o amigos que sí han pasado por ese trance, o que han sido torturados, o que huyeron de sus hogares. Conocen a gente que han hecho de la violencia armada una forma de vida o de supervivencia. No han tenido la oportunidad de conocer el rico patrimonio cultural e histórico de su país, buena parte del cual fue saqueado y vendido a particulares y galerías occidentales. Tampoco han podido estudiar en la escuela, mucho menos en la universidad, y los pocos afortunados que han podido recibir una educación superior habrán echado en falta a toda una generación de académicos y profesores. Para los iraquíes que sí vivieron la invasión como una liberación, pronto el sueño se tornó pesadilla.
Veinte años después de aquel primer mensaje televisado, ¿con qué habrán soñado los iraquíes que dormían en la madrugada del pasado 1 de septiembre, mientras el último presidente de los Estados Unidos proclamaba, en su peor discurso, un nuevo amanecer?
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En agosto las cadenas de televisión Channel 4 (Reino Unido) y SBS One (Australia) emitieron imágenes de un documental (10 y 20 minutos respectivamente) sobre la insurgencia afgana, elaborado por el veterano periodista noruego Paul Refsdal. Puede adquirirse una versión más completa de 26 minutos en Journeyman Pictures. En 2009 Refsdal, que hace 25 años ya había retratado a los muyahidines cuando luchaban contra los soviéticos, logró introducirse en un grupo talibán del este de Afganistán. A pesar de la publicidad de los citados medios, no es el primer occidental que lo hace. En 2007 ya comenté el vídeo realizado por Claire Billet para France24. Otro periodista, Nir Rosen, también pudo seguir de cerca "al enemigo" -aunque no les grabó- en un reportaje escrito para Rolling Stone. El vídeo que dejo aquí -mientras dure en la red- es la versión reducida de Channel 4.
Aún así, la película de Refsdal (pueden leer también la transcripción en inglés) constituye un documento excepcional. Si Billet mostró un grupo guerrillero en una provincia cercana a Kabul, Refsdal -que aparece brevemente en el vídeo- se esconde en las montañas de Kunar con un grupo que dirige el comandante Mohammad Dawran Safi, también conocido como Qari Dawat (otro vídeo, de Al Jazeera, muestra a los estadounidenses desplegados en la misma zona). Dawran era un importante terrateniente que terminó por convertirse en un guerrillero. El documental no aclara cuál es su adscripción, esto es, si está vinculado a un grupo talibán determinado. Falta un análisis que explique el contexto.
Cuando se rodaron las imágenes Dawran vivía escondiéndose en cabañas de piedra con sus hombres y su familia. Los estadounidenses pusieron a su cabeza: 400.000 dólares. El vídeo muestra cómo el grupo de Dawran, agazapado en lo alto de la montaña, ataca convoyes de la OTAN con una vetusta ametralladora. Su principal herramienta de comunicación son los walkie-talkie y los teléfonos móviles. Aunque con frecuencia hagan referencias a la religión, el comportamiento de los guerrilleros no parece el de unos furibundos fanáticos. En realidad, muestran actitudes no muy diferentes a las de los jóvenes invasores contra los que combaten. Sus motivaciones parecen antes políticas que estrictamente religiosas y limitada a un espacio bien concreto, ya sea Afganistán o simplemente la zona montañosa donde vive el grupo del comandante Darwan. En ningún momento muestran interés alguno por imponer la sharia en Europa o Estados Unidos, como insisten algunos. En una ocasión Dawran pregunta a Refsdal:
"Luchamos por la libertad, nuestra religión Islam y sus principios. Luchamos por la libertad de nuestra tierra. ¿Cuáles son sus objetivos? ¿Por qué nos combaten? ¿Están oprimidos? ¿Están siendo tratados de manera injusta? ¿Viven en una dictadura?"
He aquí la clave. Ni la estrategia, ni el número de soldados, ni la tecnología: la diferencia fundamental entre la insurgencia y las tropas de la OTAN estriba en las respectivas subjetividades. La disposición de los rebeldes afganos (en este caso talibanes) para luchar contra los ocupantes y contra los afganos próximos al régimen político implantado por aquéllos no encuentra equivalente en los soldados europeos o norteamericanos que se encuentran allí desplegados. Darwan y los suyos combaten en su valle, entre hombres a los que les unen lazos colectivos y afectivos muy fuertes*. Por esta razón el Pentágono insiste en adiestrar tropas indígenas y en una estrategia de contrainsurgencia con la población local. Intentan aplicar -sin éxito- el consejo de Nicolás Maquiavelo: "sin milicias propias no hay Principado seguro; más aún, está por completo en manos de la fortuna, al carecer de medios de defensa contra la adversidad. Que siempre fue creencia y opinión de los hombres prudentes que nada hay tan débil e inestable como la fama o el poder que no se apoya en las propias fuerzas. Y ejércitos propios son los compuestos por súbditos o por ciudadanos o por siervos tuyos: los demás son mercenarios o auxiliares." (El Príncipe, cap. XIII). En buena medida, será porque los soldados del nuevo ejército afgano en buena medida razonan como mercenarios.
No obstante, no todos los guerrilleros son disciplinados. Darwan comenta cómo tuvo un traidor entre los suyos al que terminó por perdonar en lugar de ejecutarlo. Otro lugarteniente suyo, Omar, trataría de obtener dinero del periodista Paul Refsdal. Sucedió así: tras una noche movida en la que el grupo tiene que adentrarse en las montañas para esconderse ante la proximidad de las fuerzas especiales estadounidenses, Dawran le pidió a Refsdal que suspendiera su proyecto y regresara a Kabul y le comunicó que intentarían contactarle al cabo de un mes. Por su parte, su lugarteniente Omar le dejó un número de teléfono para que pudiera volver a verle en dos semanas. Una trampa que llevaría al secuestro de Refsdal, aunque sólo por una semana, como relata con más detalle en una entrevista.
Varias semanas más tarde los estadounidenses bombardearon el lugar donde se refugiaba Dawran. No está claro si el comandante sobrevivió. Refsdal asegura que sí, siguiendo declaraciones de algunos testigos, y que su mujer y dos de sus tres hijos, que aparecen en la película, murieron como consecuencia del ataque.
* Esto con independencia del proyecto político islamista que encarnan los talibanes:
una liberación puede preservar o traer consigo otras servidumbres y
opresiones, como demostraron los talibanes del Mullah Omar cuando llegaron a controlar
la mayor parte de Afganistán a finales de los años noventa.
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