Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2010/09/07 09:48:2.544000 GMT+2

Qué república

La izquierda socialdemócrata francesa critica últimamente la política migratoria del presidente Nicolas Sarkozy y las recientes deportaciones de gitanos porque, dice, traiciona los valores republicanos. Francia, se nos reitera de manera tan solemne como tópica, es la "cuna de los derechos humanos", sin necesidad de entrar en más detalles. Algo parecido sucede cuando, en otros contextos, se alega que Inglaterra es la cuna de la democracia parlamentaria (importante matización) o que Estados Unidos es la tierra de la libertad. Los derechos humanos, la democracia y la libertad se incribirían en el código genético de estas naciones, que habrían evolucionado así de manera natural y lineal. Como si no hubieran estallado revoluciones y violentas revueltas, con fuertes resistencias a la democracia desde los estamentos nobiliarios y eclesiásticos, desde las monarquías absolutas y -no lo olvidemos- desde las propias burguesías liberales. Como si no hubiera existido el colonialismo o el imperialismo. Y como si en su última etapa de gobierno los socialistas franceses no hubieran dejado prácticamente intacto el modelo migratorio francés, incluyendo las leyes Pasqua-Debré sobre entrada y residencia de inmigrantes.

Hace poco el historiador francoargelino Benjamin Stora tuvo la gentileza de recordarnos en Mediapart el origen en Francia de "una cierta mirada". Aquella que contempla a inmigrantes y gitanos como los argelinos que vivían en la metrópolis durante el período de entreguerras. Para la derecha de aquella época, los norteafricanos eran "individuos indeseables cuya presencia amenaza el orden público, el equilibrio de la población francesa y genera « inseguridad, tema dominante»". Stora tiene el acierto de no remontarse a Vichy, sino al período inmediatamente anterior.

"En la secuencia de los años 1930, una política xenófoba afectó a los extranjeros, y entre ellos a una población particular, los primeros argelinos en Francia. Se encontraban en lo más bajo de la escala social (muchos trabajaban como peones en las fábricas o como cavadores), sin un estatus jurídico específico. No eran franceses, porque los argelinos musulmanes provenientes de un territorio que se consideraba sin embargo como un departamento francés, no tenían acceso a la ciudadanía francesa; no eran extranjeros, porque « Argelia era Francia » ; no eran « súbditos », como otros colonizados que venían de Indochina o Marruecos..."

En esa década se desata una campaña xenófoba por parte de la derecha parlamentaria y desde partidos ultras como Acción Francesa, que afectó de manera especial a la población argelina. Además de la seguridad, otro tema es el de la higiene.

"Pierre Godin, influyente consejero municipal de París cuyo hijo André llegará a ser en 1932 director de los servicios policiales de la calle Lecomte, anota en un informe redactado en 1933 : « La sífilis, es para los norteafricanos, la lepra de hoy. La padecen de manera hereditaria en casi todas partes.» Por sus desplazamientos por la capital, los argelinos propagarían el mal en la población, presentándose así como peligrosos agentes de transmisión microbiana. Hay que circunscribir el mal. Desde 1927 P. Godin promueve con este fin la constitución de un hospital muy particular. Un hospital exclusivo para musulmanes porque, según él, el argelino es un enfermo diferente, difícil por razón de sus costumbres, su religión, su lengua." (...) "A partir de 1923, se construye también de manera progresiva, con el acuerdo del ministro del Interior, el « Servicio de supervisión y protección de los indígenas norteafricanos », para asistir, controlar y vigilar mejor a la comunidad argelina."

Estas medidas no impedirán que nazca por esos años la primera organización independentista argelina, la Estrella NorteAfricana (ENA), con apoyo de los comunistas franceses.

"Es en París donde se muestra por primera vez la bandera verde y blanca de Argelia, con un creciente rojo estampado, durante la manifestación del 14 de julio de 1935 que anuncia la constitución del Frente Popular."

(...)

Gracias al compromiso político y sindical descubrirán otra Francia, generosa y fraternal... Pero las campañas xenófobas prosiguen, con una serie de leyes en 1938 que prevén, entre otras cosas, las expulsiones masivas de extranjeros o el endurecimiento del acceso a la nacionalidad francesa. En su informe al Presidente de la República sobre los extranjeros, de 12 de noviembre de 1938, Edouard Daladier, Presidente del Consejo, escribe:

« En efecto, es importante quitar del acceso a la nacionalidad francesa su carácter demasiado «automático»; aquí más que en ningún lado, conviene hacer la distinción entre los buenos elementos y los indeseables que, para ser excluidos de nuestro territorio, evidentemente no deben poder integrarse en la colectividad francesa. Esta preocupación nos ha llevado igualmente a simplificar el procedimiento para retirar la nacionalidad, porque si nuestra legislación se muestra de las más liberales para atribuir a los extranjeros la cualidad de franceses, es importante que las autoridades responsables tengan a su disposición los medios rápidos y eficaces para retirar nuestra nacionalidad a los naturalizados que se muestren indignos del título de ciudadano francés.».

Después, Vichy vendrá, apenas dos años más tarde...."

Si escarbamos un poco más podremos percatarnos que el origen de esta mirada viene de mucho más atrás y no es patrimonio exclusivo de un país, ni siquiera de Europa. Cuando vuelvan a hablarnos de "valores republicanos" y de derechos, haríamos bien en preguntar a qué valores y a qué derechos se refieren. Porque hay repúblicas que son las de los propietarios, los oligarcas, los racistas y los mediocres meritócratas, la que nos arranca hermosas palabras para despojarlas de toda ilusión y esperanza. Y hay tradiciones republicanas, arrinconadas en los márgenes de la historia, que son democráticas, libertarias, comunistas, europeístas e internacionalistas, que se formaron en Europa y que migraron a la América variopinta y revolucionaria, para luego volver al viejo continente y transformarlo.

En Francia un himno como La Marsellesa merece ser abucheado cuando lo entona en los estadios un poder que sacrifica la libertad, la igualdad y la fraternidad en el altar de la Nación. En cambio, emociona y hace soñar cuando lo toca un gitano de origen belga al finalizar la guerra contra el fascismo.

Escrito por: Samuel.2010/09/07 09:48:2.544000 GMT+2
Etiquetas: república francia gitanos inmigración derechos-humanos democracia racismo la-marsellesa django-reinhardt fascismo | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

Si, como nos dijo Nieztche "Dios ha muerto", si nosotros lo sustituimos  por La Libertad, Igualdad y Fraternidad  considerandolas incrustadas en nuestros genes traspasables de generacion en generacion supliendo al alma de nuestros antepasados  y como se ha mostrado en este articulo "Los Derechos Humanos tambien han muerto", ¿que nos impide destruirnos los unos a los otros hasta la nada? no hay moral ni consecuencias pues.                                     No sr.Sarkozy no estamos dispuestos y no creo que su abuela hungara lo hubiera estado tampoco, como espero que no este dispuesto el Parlamento Europeo y  zanje la cuestion sin debate y solo con dos segundos de condena furibunda.                               Django Reinhardt nos da una leccion, la de un gitano que amo a Francia mas que uds. sr. Sarkozy que solo quiere un sillon y el poder adjunto, que este este en Francia es solo un accidente.  

Gracias Quilombo por este articulo, por tu blog en general y por este recuerdo musical en especial.

Escrito por: flamboyan.2010/09/07 22:39:23.751000 GMT+2

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)