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2011/01/16 20:59:56.452000 GMT+1

Commonwealth, año 0

"¡Somos libres! Ya no tenemos miedo" Un manifestante tunecino, 14 de enero de 2011

"El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor" Che Guevara

Las insurrecciones se suceden. Hoy toca el Magreb (de El Aaiún a Túnez, pasando por Tizi Ouzou) o Europa (de Londres a Atenas). Mañana quién sabe. Sus principales protagonistas son los más jóvenes, libres de viejos lastres ideológicos y de sentimientos como la impotencia o el desencanto. Los diagnósticos varían: malestar por falta de perspectivas económicas, lucha por el reconocimiento de derechos o por garantizar los presuntamente reconocidos, hartazgo por la violencia del Estado, falta de democracia (que algunos confunden con falta de representatividad). Los motivos para el descontento y el inconformismo se multiplican, pero también los proyectos políticos –con frecuencia contradictorios- que puedan canalizarlos y los lenguajes que empleamos para expresarlos: el de la izquierda a la defensiva que conocemos se ha convertido en uno más. El rechazo, la indignación, la resistencia contra la opresión, todos los anti que podamos imaginar, pueden unir coyunturalmente a grupos diversos y precipitar en ocasiones los acontecimientos cuando media una chispa que casi siempre es inesperada, pero por sí solos no bastan para mantener encendida una llama que ilumine y que rompa realmente con las viejas instituciones del mal gobierno. Para construir un proyecto político democrático universal, no antipolíticas basadas en el miedo, sino un proyecto que ilusione, libere y potencie las capacidades de todos, hace falta algo más. De esto tan complicado es de lo que habla el último libro de Antonio Negri y Michael Hardt: Commonwealth (Harvard University Press, 2009). Una obra desafiante cuya publicación en castellano se está haciendo esperar.



Con Commonwealth, Negri y Hardt continúan una colaboración que anteriormente se plasmó en publicaciones como El trabajo de Dionisos (1994), Imperio (2000), y Multitudes (2004). Formalmente, su último libro se estructura en dos bloques de tres partes cada uno, separados por un intermezzo, es decir, en la práctica tres. A su vez, cada parte se divide en tres capítulos acompañados de breves apartados explicativos. Y en el interior de los mismos, la argumentación casi siempre se despliega de tres en tres. Una cifra que evoca una ruptura con la dialéctica marxista, una línea de fuga, que no una síntesis, que marca una alternativa diferente que nada que tiene ver con terceras vías social-liberales, aunque muchos interpretaran Imperio en ese sentido. Recuerda, también, a la distinción de Polibio entre monarquía, aristocracia y democracia, ya empleada en Imperio. Ciertamente, Negri y Hardt se apoyan en el enfoque de los clásicos tratados del gobierno, pero sobre todo hacen un guiño a la Ética según un orden geométrico, de Baruch de Spinoza, donde cada proposición se deduce de una hipótesis anterior. Las referencias no acaban ahí.

Y es que en Commonwealth, Antonio Negri y Michael Hardt proponen un “proyecto ético, una ética de la acción democrática política dentro y contra el Imperio  (entendiendo por Imperio, la tendencia hacia la constitución política del mercado capitalista global, proceso inconcluso descrito en el primer libro). Si la política aspira a ser lo contrario de la gestión se necesita pasión. Negri continúa partiendo del deseo, como Spinoza y quienes se lo reapropiaron a partir de la década de 1960, complementándolo con la metodología del marxismo autonomista italiano, de la que extrae la idea de que son las luchas las que conforman la historia y las que desde la segunda mitad del siglo XX, erosionando el espacio de control del Estado-nación, fuerzan al capital a constituir el Imperio. Quienes no estén familiarizados con los conceptos propios de dichas tradiciones no tendrán demasiados problemas para leer el libro, gracias a la claridad expositiva que aporta Michael Hardt.

Este trabajo propone investigar, empleando diferentes perspectivas (filosóficas, económicas, o políticas) y niveles de análisis (más empíricos en unos casos, más abstracto en otros) “lo que han sido los movimientos y prácticas de la multitud [concepto derrollado en el segundo libro de la trilogía] y lo que pueden llegar a ser con el fin de descubrir las relaciones sociales y las formas institucionales de una posible democracia global”. Para lo cual se centra en reformular nuevas y viejas preguntas, criterios, balizas de orientación para la acción. No busca tanto ofrecer soluciones como las bases para investigar, de manera colectiva, “¿qué hacer?” teniendo presente en todo momento para qué. Como señalan en el libro, un proyecto ético implica, frente a miedos y derrotismos, volver recordar algo que olvidamos con frecuencia: que el poder sólo puede ejercerse sobre sujetos libres (en este punto siguen a Foucault o Deleuze) y que este hecho fundamental es la base de su fragilidad.

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El punto de partida y de llegada de dicho proyecto es lo común, entendiendo por tal no sólo los bienes comunes materiales –el agua, el aire, la tierra…- sino también –y especialmente- la producción social de afectos, lenguajes, códigos, información, etc.. La experiencia del compartir, esto es, todo aquello que permite la constitución de formas democráticas de organización social y lo que en definitiva nos hace humanos. La experiencia del común proporciona un marco que rompe con el punto muerto epistemológico que crea la oposición entre el universal y el particular” (…) “Como el universal, lo común reivindica la verdad, pero en lugar de descender desde ariba, esta verdad se construye desde abajo”. Lo que importa, por tanto, no es “ser” sino “hacer común”. De hecho, la palabra commonwealth, de difícil traducción al castellano, puede remitirnos en inglés tanto a la riqueza común, como al concepto de república y de democracia en su sentido radical, tal y como lo entendieron algunas corrientes de pensamiento durante las primeras revoluciones modernas. Este paso hacia atrás, conceptual y retrospectivo, pretende retomar un nuevo impulso que deje atrás definitivamente las dos grandes alternativas ideológicas del siglo XX. Simplificando, para los autores, lo que lo privado es al capitalismo y lo público es al socialismo, lo común es al comunismo”. Una palabra vilipendiada tras la fracasada experiencia soviética, que Negri y Hardt califican como “socialista”. Si reivindican comunismo es como sinónimo de democracia (otros prefieren usar los neologismos commonism o procomún) y para establecer una continuidad con las corrientes democráticas radicales que atraviesan toda la era moderna. 

El libro realiza por tanto un esfuerzo notable, y este es su principal mérito, para que aprendamos a reconocer lo común y abandonemos la mirada de la propiedad, sea esta privada o pública, gestionada por el capital o por el Estado. Lo que implica problemáticas políticas diferentes que hay que afrontar. Su punto de vista es inmanente: “el plano de la inmanencia”, sostienen, es “el terreno –el único posible- en el que puede construirse la democracia”. Es decir, desde las propias multitudes. De ahí que retomen las críticas hacia las posiciones trascendentes. Aquí no se quiere contraponer simplemente “los de abajo” y “los de arriba” ni buscar sujetos soberanos: no hay un “afuera”, porque las relaciones de poder se encuentran instaladas en nuestras propias subjetividades. La construcción de un común que no sea expropiado por aristocracias u oligarquías, que vaya más allá del capitalismo, tampoco tiene nada que ver con un ilusorio espontaneísmo de las masas, sino con una tarea política constante: “el plano social de la inmanencia debe ser organizado políticamente”.  

Antonio Negri y Michael Hardt proponen superar los diferentes ejes de dominación que integran la era moderna, de los que el capital es uno importante pero no el único (en contraste con la opinión de autores como David Harvey: véase la respuesta de Negri y Hardt a su crítica en Artforum, noviembre de 2009). La superación del capitalismo solo puede producirse en un tiempo largo y articulándose con la superación del racismo, del colonialismo, de las jerarquías de género, etc. Dicha superación no tiene que ver con un colapso ilusorio del sistema, de cuyas cenizas pueda surgir una sociedad nueva. Tampoco tiene nada que ver con una transición de tipo socialista por medio de la transferencia de la riqueza y del control de lo privado a lo público, incrementando la regulación estatal y la gestión de la producción social. “El tipo de transición en el que estamos trabajando requiere en cambio la creciente autonomía de la multitud del control privado y público; la metamorfosis de los sujetos sociales mediante la educación y el entrenamiento en la cooperación, la comunicación y organización de encuentros sociales; y lograr así la progresiva acumulación de lo común. Así es como el capital crea a sus propios enterradores: al perseguir sus propios intereses e intentando preservar su propia supervivencia debe fomentar el poder creciente y autónomo de la multitud productiva.” Que no haya un futuro aseguradono puede llevarnos a una conclusión cínica, a ignorar el hecho de que tenemos el poder de mejorar nuestro mundo, nuestra sociedad, nosotros mismos”. No hay un progreso lineal ni un destino final. La vieja polémica entre reforma y revolución carece hoy de sentido, al menos en los términos en que se planteó la cuestión a principios del siglo XX. A cambio, apuestan por una teleología materialista, “impulsada por nuestros deseos y nuestras luchas”.

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En esta exploración, los autores se preocupan por analizar críticamente diferentes formas y elementos que obstaculizan y corrompen el desarrollo de lo común. Así, el primer bloque del libro explora, desde una perspectiva filosófica e histórica, los conceptos de república, modernidad y capital como marcos que obstruyen lo común, y analiza las posibles alternativas a cada uno de ellos.

El concepto dominante de república que emergió de las revoluciones modernas y que aún perdura es el de la república de la propiedad (o de los propietarios) fundamento del constitucionalismo liberal que acaba por convertirse en una herramienta de contención del poder constituyente, esto es, de la democracia. Es en este sentido que conciben la multitud como una multitud de pobres: “un cuerpo político sin distinción de propiedad” y, por tanto, “una amenaza directa” al gobierno de la propiedad. Esta multitud siempre ha sido denostada por los autores liberales, que sólo concebían un pueblo trascendente definido por la propiedad. Liberarse de la propiedad implica, siguiendo a Michel Foucault, una biopolítica en la que la resistencia de los cuerpos permita producir subjetividades: "El trabajo, liberado de la propiedad privada, compromete simultáneamente todos nuestros sentidos y capacidades, en suma, todas "nuestras relaciones humanas con el mundo - ver, escuchar, oler, saborear, sentir, pensar, contemplar, querer, actuar, amar.""

Especialmente estimulante es el capítulo dedicado a la modernidad, en el que parten de los estudios postcoloniales y de experiencias como la boliviana. Con ella responden de algún modo a las acusaciones de eurocentrismo que recibió Imperio. La modernidad se entiende como una relación de poder que incluye sus propias fuerzas antagonistas y que altera tanto al dominador como al subordinado. No es simplemente europea ni sinónimo de occidentalización. Modernidad y colonialismo van de la mano, y tampoco hay modernidad sin antimodernidad, ya sea en Europa o fuera de ella. Se trata de una relación de la que no escapan las fuerzas de la antimodernidad, que actúan como un espejo: al fin y al cabo “las tres grandes revoluciones socialistas –en Rusia, en China y en Cuba-, aunque las luchas revolucionarias que condujeron a ellas estén atravesadas por poderosas fuerzas de antimodernidad, todas condujeron resueltamente a grandes proyectos modernizadores” y de acumulación de capital. Además, la mera denuncia de la occidentalización del mundo tiende a ignorar el papel que ha desempeñado el mundo no europeo en la constitución de la modernidad. Así pues, las resistencias a la modernidad son siempre internas a la misma y preceden a la relación de poder (la libertad siempre precede el ejercicio del poder, insisten).

Negri y Hardt proponen por ello una vía alternativa y autónoma que rompa con la relación de poder que implica la modernidad y prefieren hablar de “altermodernidad”, cuyas corrientes siempre se desarrollaron de manera subalterna. Frantz Fanon ya había avertido de los peligros de limitarse a reivindicar la conciencia nacional, la negritud o el panafricanismo. “El riesgo”, aseguran los autores, “es que al afirmar la identidad y la tradición (…) se crea una posición estática, aunque sea en oposición a la dominación modernizadora. El intelectual debe evitar estancarse en la antimodernidad y pasar a una tercera fase.” “El pasaje de la antimodernidad a la altermodernidad se define no por oposición sino por ruptura y transformación.” Si la ideología liberal del multiculturalismo implica que los sujetos estén obligados a “interpretar una identidad auténtica”, romper con la modernidad implica romper con la identidad asignada o heredada.

Este espinoso problema de la identidad reaparece de nuevo al final del libro, cuando abordan las llamadas políticas de la identidad (identity politics) y sus consecuencias en la organización política. Si en la derecha muchos mantienen que la identidad es irrelevante, y se esfuerzan por invisibilizarla, en la izquierda muchos critican las políticas de identidad porque estiman que el reconocimiento y afirmación de identidades – clase, raza, género, sexualidad, y hasta religiosas –, aunque puedan revelar determinados problemas sociales y crear armas para la revuelta, teóricamente no permiten la transformación necesaria para la revolución. Sin embargo, Negri y Hardt piensan que, aunque todos los movimientos revolucionarios se basan en ella, “la política revolucionaria tiene que empezar por la identidad, pero no puede terminar ahí.

Las nociones del individualismo posesivo plantean la identidad como una propiedad; uno es propietario de su propia persona (Locke). Pero la propiedad permite mantener jerarquías (raciales o de género, a través del patriarcado). Frente a esta situación cabe, en primer lugar, revelar la violencia - con frecuencia oculta - de la identidad y reapropiársela.  El problema de esta reapropiación es que las políticas de identidad suelen empezar y terminar con esta tarea, con lo que corren el riesgo de volverse victimistas. Falta el impulso por la libertad que debería ser su fundamento, como se desprende de determinados estudios feministas y sobre la negritud que intentan pasar del ser al hacer. En segundo lugar, cabe proceder de la indignación a la rebelión contra las estructuras de dominación, usando la identidad subordinada como arma en busca de la libertad. Esta lucha por la libertad evita la victimización pero tampoco garantiza que el proceso no se vuelva a fijar en la identidad y se detenga ahí. Limitarse a la emancipación de un sujeto conduciría a una forma de soberanía. Por ejemplo, un problema del nacionalismo reside en que acaba por reforzar la fijación de la identidad. “Todo nacionalismo es una formación disciplinaria que hace cumplir la obediencia a las reglas de la identidad, vigilando el comportamiento de sus miembros y su separación de los demás.” En el contexto de la identidad, Negri y Hardt prefieren hablar por ello de liberación, en lugar de emancipación: “mientras la emancipación se dirige a la libertad de la identidad, la identidad de lo que eres realmente, la liberación se dirige a la libertad de autodeterminación y autotransformación, la libertad para determinar lo que puedes llegar a ser. En lugar de inmovilizar la producción de subjetividad, se trata de tomar control de la misma, haciéndola funcionar.”

Si la identidad debe mantener una función rebelde debe llevar a cabo otra tarea: promover su propia abolición. Una idea controvertida, pues pocas cosas son tan violentas y traumáticas. Sin embargo, la tradición comunista revolucionaria no es ajena a esta idea: “el proletariado es la primera clase verdaderamente revolucionaria en la historia de la humanidad, de acuerdo con esta tradición, siempre que plantee su propia abolición como clase” (contrariamente a la burguesía o la aristocracia, que desean preservar su condición). “Esto es lo que diferencia las formas revolucionarias y no revolucionarias de la política de clase. La política revolucionaria de clase debe destruir las estructuras e instituciones de la subordinación de los trabajadores y abolir así la misma identidad de trabajadores, poniendo en marcha la producción de subjetividad y un proceso de innovación social e institucional”. No se trata solo de mejorar las condiciones de los trabajadores, ni de sustituir una clase por otra: estos son proyectos no revolucionarios que dejan intacta o refuerzan la identidad de los trabajadores. Del mismo modo, el feminismo revolucionario se distinguirá de los demás porque aspira a la abolición del género, la política queer no es tanto una identidad como una crítica de la identidad, el radicalismo negro en última instancia pretende acabar con la raza, etc. Esto no quiere decir que haya que abolir todas las diferencias, haciendo que todos sean lo mismo. Todo lo contrario: Negri y Hardt festejan la proliferación de diferencias mientras no marquen jerarquías sociales. De ahí que usen el concepto de singularidad para referirse al ser humano, pues éste se define socialmente por una multiplicidad interna y externa en un proceso temporal de transformación continua (con lo que dejan de lado la falaz distinción entre individual y colectivo). Siguiendo con las fórmulas que tanto gustan a Michael Hardt, “lo que la identidad es a la propiedad, la singularidad es a lo común”.

Lo que pasa es que las agendas políticas de las diversas identidades no siempre concuerdan sino que frecuentemente divergen y entran en conflicto. La lucha contra el racismo o el movimiento obrero con frecuencia ignoraron o incluso contribuyeron a la subordinación de género. Un proyecto de liberación debería ser capaz de articularlos (sin mediaciones como la representación), teniendo en cuenta que ningún antagonismo social es más importante que otros. Es decir, estableciendo lo común entre las singularidades. Así, critican a Slavoj Žižek y a David Harvey cuando asumen que la lucha de clases es necesariamente diferente de las luchas antirracistas o sexistas, pues según Negri y Hardt establecen una falsa comparación, la de la lucha de clases revolucionaria con las versiones no revolucionarias de las luchas de raza y género.

En cuanto al capital propiamente dicho, parten de la determinación de la “composición técnica del capital” (es decir, quién produce, qué produce y cómo producen en la economía global contemporánea) para poder apreciar en qué puede consistir un proyecto de liberación del capital que no necesite un cuerpo político unitario ni una fuerza hegemónica que guíe el proceso (como propone Ernesto Laclau). Un método recurrente en la obra de Antonio Negri. “Lo que la gente hace en el trabajo y las habilidades que ejercen ahí contribuyen a sus capacidades en el campo de la acción política.” Para ello hay que tener en cuenta la producción biopolítica, recordando que el capital es ante todo “una relación social”, o mejor, “la reproducción constante de una relación social a través de la creación de plusvalía por medio de la producción de mercancías”.

Si la producción biopolítica se desarrolla sobre la vida misma, esto implica que la explotación adopta la forma de la expropiación de lo común. Del mismo modo, el capital ya no organiza la cooperación productiva, sino que la expropia. Paradójicamente, las estrategias de expropiación y de control del común que despliega el capital destruyen lo común. Lo cual reduce la productividad del trabajo biopolítico, como se manifiesta en la economía del conocimiento. Para producir lo común es necesario que exista libertad (no la libertad contractual individualista sino multitudinaria, pues un individuo aislado no puede producir lo común), igualdad (en un sentido no de homogeneidad o unidad, sino análogo al de una conversación) y democracia (no la aristocracia que resulta de la representación y la hegemonía). En la producción biopolítica “la contradicción entre la naturaleza social de la producción capitalista y la naturaleza privada de la acumulación capitalista” se intensifica de manera dramática. Capital es así crisis permanente. 

La decisión política debe entenderse de manera diferente. “Es cierto que la organización de singularidades que se requiere para la acción política y la toma de decisiones no es ni inmediata ni espontánea, pero ello no quiere decir que la hegemonía y la unificación, la formación de un poder unificado y soberano – ya sea un Estado, un partido o un pueblo – sea la condición necesaria para la política. La espontaneidad y la hegemonía no son las únicas alternativas. La multitud puede desarrollar el poder de organizarse a sí misma mediante las interacciones conflictivas y cooperativas de las singularidades en lo común.”

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La ruptura de la relación del capital debe basarse, pues, en la construcción política sobre la creciente autonomía del trabajo biopolítico, es decir, en la construcción de nuevas relaciones sociales y de vida que permitan actualizar las capacidades productivas de la multitud (lucha de clases como éxodo). Pero no toda construcción de relaciones sociales son beneficiosas, aunque incorporen elementos del común. Negri y Hardt hacen referencia a la familia, a la empresa o corporación y a la nación como instituciones sociales que bajo el capitalismo corrompen lo común, aunque en principio presenten redes de cooperación y parezcan refugios frente al individualismo. “Los tres movilizan y proporcionan acceso a lo común, pero al mismo tiempo lo restringen, lo distorsionan y deforman.”  La familia tradicional, al imponer jerarquías, restricciones y exclusiones. Por lo general, la familia -o, para entendernos, cierta concepción de la misma- continúa representando el “único paradigma de relaciones de intimidad y solidaridad, eclipsando y usurpando todas las demás posibles formas”, como la amistad. Fuera de la familia, la experiencia de la cooperación con los demás suele darse en el lugar de trabajo en la empresa, donde también funcionan jerarquías internas y otras limitaciones. Finalmente, la nación despliega lo común a través de la “comunidad imaginada” (B. Anderson) pero termina por ser la única comunidad imaginable y se define también por fuertes operaciones de restricción y exclusión. La huida de estas instituciones y la correlativa construcción política de las multitudes, seleccionando las formas benéficas y no corruptas de lo común, constituye para Negri y Hardt un prerrequisito de la lucha de clases, “porque las formas de organización tradicional basadas en la unidad, un liderazgo centralizado y la jerarquía no son ni deseables ni efectivas.”

En este proyecto ético y político Negri y Hardt reintroducen la reflexión sobre el amor basándose en Spinoza. Que se haya desterrado del vocabulario político "moderno" no quiere decir que los movimientos sociales lo hagan, aunque sea mediante el empleo de un lenguaje religioso. Hablar de amor, alejado de sentimentalismos, es hablar de afectos, de solidaridad, de cooperación y de comunidad. “El amor”, dicen, “es un proceso de la producción de lo común y de la producción de subjetividad”. El amor contribuye al “incremento de nuestro poder para actuar y pensar”. Sin embargo, existen formas corruptas de amor que desvirtúan el juego entre lo común y las singularidades. Una es el amor identitario, el amor de lo mismo, amar aquello que se considera más próximo a uno, por oposición a la alteridad. De ahí que la familia, la raza o la nación, formas corruptas de lo común, sean también fuente de formas corruptas de amor, que estaría en el origen de toda suerte de integrismos. Otra forma corrupta de amor es el amor como proceso de unificación, de llegar a ser lo mismo, idea que prevalece en las concepciones románticas sobre la pareja. Tampoco se trata de contraponer lo uno y lo múltiple: “lo común es compatible e incluso se compone internamente de multiplicidades.” El amor debe definirse entonces “por los encuentros y experimentaciones de las singularidades en lo común, que a su vez producen un nuevo común y nuevas singularidades.” Los seres humanos no son buenos (Rousseau) o malos (Hobbes) por naturaleza, pues el juicio sobre la bondad o maldad de las acciones se establece después del ejercicio de la voluntad y no al revés. Y si hay algo distintivo de lo humano es la capacidad para transformarse, algo que sólo puede hacerse con los demás. Negri y Hardt definen el mal como una distorsión de lo común y del amor, por lo que es secundario con respecto a este último. “El mal (…) es amor corrompido de tal modo que obstruye el funcionamiento del amor. Cabe considerar entonces la ignorancia, el miedo y al superstición no solo como falta de inteligencia sino como el poder de la inteligencia vuelto contra sí mismo, e igualmente el poder del cuerpo distorsionado y bloqueado. Y como el amor es finalmente el poder de la creación de lo común, el mal es la disolución de lo común o, en realidad, su corrupción.” Lo cual explica que la gente a veces luche por su servidumbre como si fuera su salvación o que los pobres apoyen a quienes les mantienen en la miseria, aunque cuenten con la información adecuada. En estos casos se trata de averiguar qué formas de amor son las que se han distorsionado, qué instancias de lo común han sido corrompidas. Es el entrenamiento el que permite desarrollar el poder del amor como fuerza para constituir lo común, combatir el mal y formar las multitudes.

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En definitiva, Negri y Hardt reclaman una teoría de la organización política adaptada a las multitudes y plantean la necesidad, de manera más explícita que en obras anteriores, de instituciones duraderas que verifiquen y consoliden “el carácter progresista, liberatorio y antisistémico de las multitudes”, carácter que no está ni mucho menos garantizado de antemano (Paolo Virno). El desarrollo de las instituciones de las multitudes será democrático si permanece abierto a y se constituye por el conflicto. Para analizar este desarrollo parten, filosóficamente, desde la indignación y la resistencia, y económicamente, desde el contexto de la producción biopolítica en la ciudad, en la metrópolis, porque este es el espacio de la vida en común, donde se comunican y se comparten recursos, ideas y bienes. Como sucedía con la fábrica, las rebeliones se producen hoy no sólo en la metrópolis sino contra ella, contra la metrópolis de las jerarquías y divisiones sociales que dificultan los encuentros felices con los otros y agudizan en cambio las relaciones destructivas. Estas revueltas son necesarias pero no suficientes. El gran problema político de la revolución sigue siendo cómo convertir la insurrección en gobierno democrático.

En el análisis político y económico del terreno de lo común, que desarrollan en la segunda parte del libro, plantean interesantes reflexiones de economía política para confirmar que las viejas categorías de gobierno ya no sirven, ni para la aristocracia imperial ni para las multitudes. En el marco de la producción biopolítica, no sirven ni el imperialismo unilateral – que intentaron resucitar los neoconservadores bajo la administración Bush – ni el multilateralismo – como muestra el fracaso reiterado a la hora de concluir las rondas multilaterales de comercio, de asentar un protectorado en Afganistán o de alcanzar un acuerdo sobre el cambio climático. Las ideologías neoliberales y socialistas que dominan el imaginario político tampoco resuelven el problema político que impone la producción de vida y conocimiento propia del capitalismo contemporáneo: cuanto más persigue la creación de valor mediante la producción de conocimiento, más conocimiento escapa a su control. El neoliberalismo pretendió restaurar un poder de clase mediante la liberalización del comercio y la redistribución de riqueza vía privatizaciones, pero nunca ofreció un modelo estratégico de producción de riqueza, algo fundamental para el capitalismo. Por su parte, el socialismo supuso sobre todo un régimen de gestión estatal de la producción capitalista, pero en cuanto logró industrializar la sociedad e imponer un régimen disciplinario de trabajo bloqueó la emergencia de la producción biopolítica que precisa de autonomía social y creatividad. La socialdemocracia tradicional tampoco sabe ver más allá del modelo fordista de producción, mientras que los blairistas no hacen sino aplicar dogmas neoliberales aderezados de algunos elementos sociales. Socialdemócratas y social-liberales pretenden reintegrar, de manera ilusoria, el trabajo en el capital, como garantía de la estabilidad política.

En realidad, lo común (fuerza productiva y forma en que se crea la riqueza) existe de manera autónoma, en un plano diferente al de lo privado y lo público. “Es importante ver que desde el punto de vista de lo común, la narración estándar de la libertad económica se invierte completamente. De acuerdo con aquella narración, la propiedad privada es el lugar de la libertad (así como de la eficiencia, la disciplina y la innovación) que se erige frente a todo control público. En cambio, lo común es el lugar de la libertad y de la innovación – acceso libre, uso libre, libre expresión, interacción libre – que se erige contra el control privado, esto es, el control que se ejerce mediante la propiedad privada, sus estructuras legales y sus fuerzas de mercado. La libertad en este contexto sólo puede ser la libertad de lo común.” Desde esta perspectiva, creación de valor y acumulación de lo común significa expansión de las fuerzas sociales productivas. El crecimiento económico adquiere también otro significado, como crecimiento de la sociedad. Acumulación de lo común significa, pues, que nuestras capacidades y sentidos se incrementan: nuestro poder para sentir, para pensar, para ver, para relacionarnos con los demás, para amar. En este contexto, el ciclo económico depende más bien de las causas “subjetivas”, entre las que destaca el rechazo al dominio capitalista. De hecho, desde la década de 1930 los gobiernos han pretendido manejar las fluctuaciones del ciclo económico tratando dichas causas “subjetivas” regulando los salarios, el empleo y los programas sociales. Si lo que expropia el capital nunca es la riqueza que produce cada individuo sino el resultado de un poder social, el trabajo necesario que es expropiado hoy es lo que produce el común (y que excede lo que se suele entender por trabajo o empleo).

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Frente a la crisis de las teorías modernas de gobierno y de la representación, el poder responde ensayando formas de gobernanza (corporativa, neoliberal, etc.) que dirigen sin tener que basarse en una autoridad política central que gestione y regule de manera casuística y variable, por medio de herramientas como las finanzas. No necesitan estabilidad, y están diseñadas para gestionar las crisis y gobernar las excepciones. Que esta sea una tendencia fuerte en el Imperio no quiere decir que la reacción tenga que venir de la mano de estructuras jurídicas fijas y procesos normativos regulares. En vez de un argumento de mera oposición, proponen la subversión de esa forma de gobierno. Para Negri y Hardt las formas de gobernanza imperial, aunque deben ser rechazadas, al menos reconocen el contexto biopolítico y registran la creciente autonomía de las multitudes y el poder de lo común (Imperio). Subvertir la gobernanza imperial significa desarrollar una gobernanza constituyente que permita la innovación democrática. La diferencia con una gobernanza neoliberal se situaría, pues, en lo común.

Para ello es imprescindible abandonar progresivamente el marco del Estado-nación, así como todo intento de conseguir un sistema legal global unitario e intentar establecer una lógica de redes que gestione los conflictos y consiga una compatibilidad normativa entre los fragmentos de la sociedad global. Lo cual no significa ignorar el Estado. En la mencionada respuesta a David Harvey, Negri y Hardt afirman "no tenemos nada contra la idea de tomar el poder estatal", pero aclaran que "lo importante es lo que sucede después."

Falta, sin embargo, un análisis más en profundidad de experiencias como el laboratorio latinoamericano. Lo mismo sucede con algunos otros temas que sí han tratado en otras publicaciones, tal vez porque el objetivo del libro - ya de por sí denso - es otro. Inspirar a los lectores para que contruyan otra mirada sobre lo que ya hacen cotidianamante en sus vidas, al margen de la disciplina laboral y del mercado (compartir, amar, organizar, reír, crear, dar) e inventen el futuro.


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Escrito por: Samuel.2011/01/16 20:59:56.452000 GMT+1
Etiquetas: michael-hardt commonwealth comunes ética capitalismo antonio-negri democracia comunismo amor identidad | Permalink | Comentarios (5) | Referencias (3)

2010/12/24 01:16:27.750000 GMT+1

En propiedad

Fin de año agitado en Internet. Esta semana EEUU aprobó una regulación de la llamada "neutralidad de la red" y Francia una normativa que implanta la censura administrativa con la excusa de la lucha contra la pornografía infantil y la pederastia. Mientras, España vivió una fuerte movilización ciudadana contra la inclusión de la disposición final segunda conocida como Ley Sinde en la Ley de Economía Sostenible. Como se sabe, la Ley fue aprobada sin la controvertida norma por falta de apoyos políticos.

La fallida disposición pretendía reforzar el ejercicio de los derechos de propiedad intelectual en España mediante la supervisión gubernamental de las páginas de enlaces P2P. El objetivo último es, pues, el mismo que el del ACTA. En esta ocasión la polémica se centró en la falta de garantías judiciales a la hora de cerrar determinados sitios web, a iniciativa de la industria cultural, y en la indeterminación de los supuestos que justificaban esas medidas, que podía entrañar el sacrificio de libertades como la de expresión frente a la propiedad intelectual.

Esto último, la propiedad, es lo que constituye la sustancia de todo este asunto, aunque muchos críticos (u oportunistas, como el Partido Popular) prefieran hablar exclusivamente de los aspectos procedimentales. "La Ley Sinde", escribe Ignacio Escolar, "es un error (...) que no va a acabar con la piratería digital, un problema que sólo se arreglará con oferta legal buena, bonita y sobre todo barata". Por su parte, un editorial de El País proclamó que "no tiene defensa posible un Internet libre en el que quepan conductas delictivas. El ciberespacio no debe ser ajeno al Estado de derecho". Y la piedra angular de dicho Estado es la propiedad privada, que es la que sobredetermina esa libertad que subraya el editorialista. Con esta percepción de las cosas, es normal que persistan falacias como la que equipara el intercambio de archivos al robo de ganado y se quiera asentar en el imaginario un concepto errado como el de piratería. En el citado diario, un furibundo José María Guelbenzu arremetió contra "los piratas" y la "izquierda silvestre" que "pretende dar forma aceptable a un presunto delito de apropiación indebida."

El capitalismo se basa en la propiedad privada y en el trabajo dependiente colectivo. Pero la propiedad privada de los medios de producción y el sistema salarial propios de capitalismo industrial entraron en crisis desde el momento en que lo cognitivo y lo inmaterial comenzaron a impregnar toda la producción económica, incluyendo los sectores más "materiales".

En primer lugar, a partir de la inteligencia colectiva (más allá de esas unidades denominadas empresas) se producen conocimientos que, como recuerda Yann Moulier Boutang, comparten algunas características de los llamados bienes públicos: no rivalidad (el consumo por parte de un individuo no impide el consumo de los demás), indivisibilidad e inalienabilidad (no pueden transferirse a otro de manera definitiva). Por mucho que cueste la producción de una determinada información codificable, la posibilidad de su reproducción digital ad infinitum tiene un coste maginal que tiende a cero. Lo cual dificulta la apropiación privativa y exclusiva, la generación de rentas monopólicas y en última instancia la mercantilización del conocimiento, que el Manifiesto por el copyright -impulsado por la industria del sector cultural- expresa con amargura:"no aceptamos que en una sociedad completamente mercantilizada nuestras obras sean el único bien de acceso universal no retribuido."

En segundo lugar, el capital físico necesario -propiedad de la empresa y que justificaba la sujeción de los trabajadores a cambio de un salario- para producir los conocimientos es cada vez menos costoso y relevante, mientras que los medios de producción realmente importantes son los cerebros que cooperan en red (lo que se conoce como "capital intelectual"). Cuando los creadores reivindican la propiedad de su trabajo están cuestionando, efectivamente, que pueda haber una relación de tipo salarial. Sin embargo, al mismo tiempo una concepción estricta en términos de propiedad privada se vuelve impracticable en una economía digital del conocimiento sin atentar contra las libertades de todos.

Estas dificultades para adaptar la propiedad privada y la forma salario del trabajo artístico comienzan a generalizarse a muchos otros sectores. La problemática de la retribución equitativa de la creación artística, intelectual y social salta entonces al primer plano. Pero mientras los autoproclamados "representantes de la Cultura" sólo plantean fórmulas que giran en torno al concepto de propiedad privada, otros creadores alegan en cambio que "no hay cultura sin derechos sociales": es decir, que el problema de la continuidad del ingreso de los creadores (y, por extensión, de muchas otras categorías de ciudadanos) que no viven de un salario fijo es ante todo social. Al fin y al cabo no "crean" ex nihilo. Es la posición, por ejemplo, de los intermitentes y precarios franceses que encabezaron las movilizaciones de 2003 y que reivindican esquemas complementarios de renta básica incondicional.

Así pues, el problema que habrá que afrontar más pronto que tarde no se limita a una comisión gubernamental con poderes desorbitantes. El consenso parlamentario e internacional que, según asegura Rubalcaba, existe en torno a la propiedad intelectual es el que hay que rebatir. Para ir sentando las bases de otra economía, una que sea realmente sostenible y justa.

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Escrito por: Samuel.2010/12/24 01:16:27.750000 GMT+1
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2010/12/19 12:36:44.594000 GMT+1

12 tesis sobre Wikileaks

Recientemente, la red europea de revistas culturales Eurozine publicó un artículo, extenso pero muy interesante, de Patrice Riemens y Geert Lovink acerca de Wikileaks. Ambos autores aprecian en este fenómeno indicios de una nueva cultura de la exposición, más allá de la política de la apertura y de la transparencia. Lo he traducido al español con permiso de los autores (los hipervínculos los he añadido yo).

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12 tesis sobre Wikileaks -   Geert Lovink, Patrice Riemens  

Tesis 0

 

"¿Que qué pienso de Wikileaks? ¡Creo que sería una buena idea!" (basado en la famosa ocurrencia de Mahatma Gandhi sobre la "civilización occidental")

 

Tesis 1

 

Cambiando los medios – medios en transformación

 

Aunque en todas las épocas se hayan producido revelaciones y filtraciones, nunca antes un grupo no estatal o no corporativo había hecho nada parecido en la escala de lo que Wikileaks ha logrado hacer, primero con el vídeo de "Asesinato colateral", luego con los "Diarios de la Guerra de Afganistán” y ahora con “Cablegate”. Parece como si ahora hubiéramos alcanzado el momento en que el salto cuantitativo se metamorfosea en uno cualitativo. Cuando Wikileaks saltó a los titulares a principios de 2010, este no era todavía el caso. En cierto sentido, las “colosales” revelaciones de Wikileaks pueden explicarse como la consecuencia de la espectacular extensión del empleo de las tecnologías de la información, junto con la drástica caída en sus costes, incluyendo el almacenamiento de millones de documentos. Otro factor que ha contribuido es el hecho de que mantener a salvo los secretos de Estado y corporativos – por no hablar de los privados- se ha vuelto difícil en la era de la reproductibilidad instantánea y de la diseminación. Wikileaks se convierte en el símbolo de una transformación en la “sociedad de la información” en general, como un espejo de las cosas que vendrán. Así que mientras uno puede mirar a Wikileaks como un proyecto (político) y criticarlo por su modus operandi, también puede ser visto como la fase “piloto” de una evolución hacia una cultura mucho más generalizada de la exposición anárquica, más allá de la política tradicional de la apertura y de la transparencia.

 

Tesis 2

 

Para lo bueno o para lo malo, Wikileaks se ha catapultado a la esfera de la alta política internacional.  Cuando menos se lo esperaba, Wikileaks se ha convertido en un actor con todas las letras, tanto en la escena mundial como en las esferas nacionales de algunos países. Gracias a sus revelaciones Wikileaks aparece, pese a sus pequeñas dimensiones,  al mismo nivel que los gobiernos o las grandes corporaciones (su próximo objetivo). Al menos por lo que se refiere a la recopilación y publicación de información. Al mismo tiempo, no está claro si esto será un rasgo permanente o un fenómeno temporal e hiperpublicitado: Wikileaks parece creer lo primero, y cada vez parece más probable que sea así. Aunque sea un actor enclenque, no estatal y no corporativo, Wikileaks no cree, en su lucha contra el gobierno de los Estados Unidos, que esté boxeando por encima de su peso, y comienza a comportarse de acuerdo con esta creencia. Podríamos denominarlo la fase de “talibanización” de la teoría postmoderna del “mundo plano”, en la que las escalas, tiempos y lugares se declaran en buena medida irrelevantes. Lo que cuenta es el ímpetu de la celebridad y la acumulación intensa de la atención mediática. Wikileaks logra capturar esta atención por medio de espectaculares golpes informativos, donde las otras partes, especialmente los grupos de la sociedad civil y las organizaciones de derechos humanos, luchan desesperadamente por intentar comunicar sus mensajes.  Mientras las últimas intentan jugar respetando las reglas y buscan la legitimación de parte de las instituciones dominantes, la estrategia de Wikileaks es populista en el sentido de que aprovecha la desafección pública con la política dominante. Para Wikileaks la legitimidad política ya no es algo que otorgan gentilmente los poderes establecidos. Wikileaks sobrepasa esta estructura del poder del Viejo Mundo y en su lugar se dirige a la fuente de la legitimidad política en la info-sociedad de hoy: la banalidad entusiasta del espectáculo. Wikileaks pone en uso, de manera brillante, la “velocidad de escape” de las tecnologías de la información, usando estas tecnologías para dejarlas detrás e irrumpir rudamente en la esfera de la política del mundo real.

 

Tesis 3

 

En la saga en curso, llamada “El Declive del Imperio estadounidense”, Wikileaks entra en escena como el asesino de un objetivo fácil. Sería difícil de imaginar que pueda ser capaz de infligir el mismo daño a los gobiernos ruso o chino, o incluso al de Singapur, por no mencionar de sus afiliados empresariales. En Rusia o en China operan enormes barreras culturales y lingüísticas, por no hablar de las barreras puramente vinculadas al poder, que tendrían que ser superadas. Áreas enormemente diferentes que son también factores allí, incluso si hablamos de las culturas y agendas más estrechas (y supuestamente más globales) de los háckers, info-activistas y periodistas de investigación. En este sentido, Wikileaks en su presente manifestación sigue siendo un típico producto “occidental” y no puede pretender ser una empresa auténticamente universal o global.

 

Tesis 4

 

Una de las principales dificultades al explicar Wikileaks surge del hecho de que no está claro (tampoco para la misma gente de Wikileaks) si se ve a sí mismo y actúa como un proveedor de contenidos o como un simple conducto para la filtración de datos (la impresión es que se contempla a sí mismo como uno y/u otro, dependiendo del contexto y de las circunstancias). Esto, por cierto, ha sido un problema común desde que los medios se volvieron masivamente en línea y la edición y la comunicación se convirtieron en un servicio antes que en un producto. Julian Assange se abochorna cada vez que se le retrata como el editor en jefe de Wikileaks; y sin embargo Wikileaks dice que edita el material antes de su publicación y reclama que revisa la autenticidad de los documentos con la ayuda de cientos de analistas voluntarios. Debates como los que se dan entre el contenido frente al mensajero se han venido produciendo desde hace décadas entre los activistas de los medios, sin ningún resultado claro. En lugar de intentar resolver la inconsistencia, tal vez sea mejor buscar enfoques más frescos y desarrollar nuevos conceptos críticos para lo que ha terminado por ser una práctica publicitaria híbrida que implica actores que van más allá del ámbito tradicional de los medios informativos profesionales. Esto podría ser la razón de por qué Assange y sus colaboradores rechazan ser etiquetados en los términos de las “viejas categorías” (periodistas, hackers) y pretenden representar un nuevo Gestalt en la escena mundial de la información.

 

Tesis 5

 

El declive constante del periodismo de investigación causado por la cada vez menor financiación constituye un hecho innegable. El periodismo de estos días es poco más que una remezcla de relaciones públicas subcontratadas. La aceleración continua y el abarrotamiento de la denominada economía de la atención asegura que ya no haya espacio suficiente para las historias complicadas. Los propietarios corporativos de los medios de comunicación de masas están cada vez menos inclinados a que el funcionamiento y la política de la economía neoliberal global sean discutidos en profundidad. El cambio de la información al infotainment ha sido adoptado por los propios periodistas, haciendo difícil publicar historias complejas. Wikileaks entra en esta situación como un intruso, envuelto en el ambiente vaporoso del “periodismo ciudadano”, las noticias de “hágalo usted mismo” que se reporta en la blogosfera y en los aún más veloces medios sociales como Twitter. Lo que anticipa Wikileaks, aunque hasta ahora haya sido incapaz de organizar, es la tercerización masiva ("crowd sourcing") de la interpretación de sus documentos filtrados. Extrañamente, ese trabajo se deja a los escasos periodistas de plantilla que quedan en los selectos medios informativos “de calidad”. Más tarde, los académicos recogen los desechos e hilvanan las historias tras las puertas cerradas de las editoriales. Pero ¿dónde está el comentariado crítico y en red? Es cierto, todos estamos ocupados con nuestras pequeñas críticas; pero la cuestión sigue siendo que Wikileaks genera su capacidad para inspirar irritación al final de la ciudad precisamente por la relación transversal y simbiótica que sostiene con las instituciones mediáticas dominantes. Aquí encontramos una lección para las multitudes: salir del gueto y conectar con el otro edípico. Aquí subyace el terreno conflictivo de lo político.

 

El periodismo tradicional de investigación solía consistir en tres fases: desenterrar los hechos, cotejarlos y contextualizarlos en un discurso comprensible. Wikileaks hace lo primero, reclama hacer lo segundo, pero omite el tercero completamente. Esto es sintomático de una rama particular de la ideología del acceso abierto, donde la producción de contenido se externaliza a entidades desconocidas “ahí fuera”. La crisis del periodismo de investigación ni se entiende ni se reconoce. Cómo estas entidades productivas se supone que se mantienen a sí mismas materialmente se deja en la oscuridad: se presume simplemente que el análisis y la interpretación serán realizados por los medios de información tradicionales. Pero esto no sucede automáticamente. La saga de los Diarios de la Guerra de Afganistán y de Cablegate demuestran que Wikileaks tiene que acercarse y negociar con medios tradicionales bien establecidos para asegurarse la suficiente credibilidad. Al mismo tiempo, estos medios de comunicación se muestran incapaces de procesar completamente el material, filtrando inevitablemente los documentos de acuerdo con sus propias políticas editoriales.

 

Tesis 6

 

Wikileaks es una sociedad de tipo unipersonal, o dicho de otro modo, una Organización de Personalidad Única (OPU). Esto quiere decir que la adopción de iniciativas, la toma de decisiones y la ejecución se concentra en gran medida en las manos de un solo individuo. Como sucede en muchas pequeñas y medianas empresas, al fundador no se le puede echar por votación y, contrariamente a muchos colectivos, el liderazgo no rota. Este no es un rasgo inusual dentro de las organizaciones, con independencia de si operan en la esfera de la política, de la cultura o del sector de la “sociedad civil”. Las OPU son reconocibles, excitantes, inspiradores y, para los medios, fácil de mostrar. Su sostenibilidad depende ampliamente de las acciones de su líder carismático, y resulta difícil reconciliar su funcionamiento con valores democráticos. Esta es la razón por la cual son difíciles de replicar y no se amplían fácilmente. El hacker soberano Julian Assange es la figura identificable de Wikileaks, la notoriedad y reputación de la organización se funde con la de Assange. Lo que hace Wikileaks y se vuelve difícil de distinguir de la más bien agitada vida privada de Assange y sus opiniones política relativamente poco refinadas.

 

Tesis 7

 

Wikileaks plantea la cuestión de la comparación de los hackers con los servicios secretos, pues resulta inconfundible una afinidad electiva entre ambas.  La relación de amor-odio se remonta a los mismos inicios de la informática. No hace falta ser un fan del teórico alemán de los medios Friedrich Kittler o, por la misma razón, de las teorías de la conspiración, para reconocer que los ordenadores nacieron a partir del complejo militar-industrial. Desde que Alan Turing descifrara el código Enigma de los nazis hasta el papel jugado por los primeros ordenadores en la invención de la bomba atómica, desde el movimiento cibernético hasta la implicación del Pentágono en la creación de Internet, la articulación entre la información computacional y el complejo militar-industrial está bien establecida. Los científicos informáticos y los programadores han dado forma a la revolución de la información y a la cultura de la apertura; pero al mismo tiempo han desarrollado el cifrado ("encriptado"), cerrando el acceso a los datos para los no iniciados. Lo que algunos ven como "periodismo ciudadano" otros lo llaman "guerra de la información".

 

Wikileaks es también una organización fuertemente influenciada por la cultura hácker de los años 1980, a la que se unen los valores políticos del tecno-libertarismo que emergió en los 1990. El hecho de que Wikileaks haya sido fundado – y en gran medida siga siendo dirigido – por un núcleo duro de geeks es esencial para entender sus valores y movimientos. Desafortunadamente, esto se une a una buena dosis de los aspectos menos apetecibles de la cultura hácker. No puede negarse a Wikileaks el idealismo, el deseo de contribuir a hacer del mundo un mejor lugar; todo lo contrario. Pero este tipo de idealismo (o, si se prefiere, de anarquismo) va de la mano de una preferencia por las conspiraciones, una actitud elitista y un culto del secretismo (por no hablar de la condescendencia). Lo cual no facilita la colaboración con personas y grupos que comparten las mismas ideas, los cuales son relegados a un papel de simples consumidores de lo que Wikileaks produce.  El celo misionario para ilustrar a las masas estúpidas y “exponer” las mentiras del gobierno, del ejército y de las corporaciones es una reminiscencia del bien conocido (o tristemente célebre) paradigma cultural y mediático de los años 1950.

 

Tesis 8

 

El hecho de que no compartan cosas en común con movimientos afines o en la línea de “otro mundo es posible” hace que Wikileaks busque la atención pública mediante revelaciones cada vez más espectaculares y arriesgadas, reuniendo por tanto un grupo de apoyos salvajemente entusiastas, pero en general pasivos. El mismo Assange ha afirmado que Wikileaks ha huido deliberadamente de la “egocéntrica” blogosfera y de los variados medios sociales y que hoy colabora sólo con periodistas profesionales y activistas de los derechos humanos. Sin embargo, el seguimiento de la naturaleza y de la cantidad de las revelaciones de Wikileaks, desde su origen hasta la actualidad,  nos recuerda, de manera inquietante, a un espectáculo de fuegos artificiales, con un “gran final” en forma de documento de "seguridad"  (".aes256"), una especie de máquina del día del juicio final a la espera de ser activada. Esto plantea serias dudas sobre la sostenibilidad a largo plazo del propio Wikileaks, y posiblemente del modelo que encarna. Wikileaks opera con un personal ridículamente pequeño; probablemente poco más de una docena de personas forman el núcleo de sus operaciones. Mientras la propia existencia de Wikileaks muestra la habilidad de su apoyo técnico, la afirmación de Wikileaks según la cual cientos de analistas y expertos voluntarios colaboran con ellos no puede verificarse y, para ser francos, es poco creíble. Este es el talón de Aquiles de Wikileaks, no sólo desde el punto de vista de los riesgos y/o de la sostenibilidad, sino desde el punto de vista político. Que es lo que nos importa aquí.

 

Tesis 9

 

Wikileaks despliega una sorprendente ausencia de transparencia en su organización interna. La excusa de que "Wikileaks necesita ser completamente opaco para obligar a los demás a ser totalmente transparente” se parece más bien, en nuestra opinión, a las famosas viñetas de los espías de la revista Mad. Se golpea a la oposición pero de una manera que te hace indistinguible de la misma. No ayuda la invocación posterior de elevados motivos morales (Tony Blair fue muy bueno en este ejercicio). Como Wikileaks no es ni un colectivo político, ni una ONG en el sentido legal, ni tampoco una empresa o parte de un movimiento social, debemos discutir qué tipo de organización es la que estamos tratando. ¿Es Wikileaks un proyecto virtual?  Después de todo, existe como un sitio web hospedado con un nombre de dominio, que es el resultado.  ¿Pero tiene un objetivo más allá de la ambición personal de su(s) fundador(es)? ¿Es Wikileaks reproducible? ¿Veremos el nacimiento de capítulos nacionales o locales que mantengan el nombre? ¿Qué reglas del juego observarán? ¿No deberíamos más bien concebirlo como un concepto que viaja de contexto en contexto y que, como un meme, se transforma a sí mismo en el tiempo y en el espacio?

 

Tesis 10

 

¿Es posible que Wikileaks vaya a organizarse en torno a su propia versión de aquel eslogan del Internet Engineering Task Force, "consenso aproximado y código en operación"? Proyectos como Wikipedia e Indymedia han resuelto este asunto a su manera, pero no sin crisis, conflictos y cismas. Una crítica como la que expresamos aquí no pretende que Wikileaks vuelva al formato tradicional; por el contrario, se trata de explorar si Wikileaks (y sus futuros clones, asociados, avatares y miembros afines de la familia) pueden proponerse como modelo de nuevas formas de organización y colaboración.  Se ha acuñado el término “red organizada” como posible término para estos formatos. Otro concepto es el de “medios de comunicación tácticos”. Y otros han usado el genérico “activismo en Internet”. Tal vez Wikileaks tenga otras ideas acerca de la dirección que quiere tomar. Pero, ¿hacia dónde? Depende de Wikileaks decidir por sí mismo. Sin embargo, hasta ahora hemos visto muy poco de algo que se parezca a una respuesta, dejando que sean otros los que planteen preguntas, por ejemplo acerca de la legalidad de los acuerdos financieros de Wikileaks (Wall Street Journal).

 

No podemos escapar del desafío que implica experimentar con redes post-representativas. Como escribió el blogger Dave Winer con respecto a los desarrolladores de Apple, “no es que tengan malas intenciones, simplemente es que no están preparados. Más que sus usuarios, viven en un Campo de Distorsión de la Realidad, y la gente que hacen los Ordenadores para el Resto de Nosotros no tienen ni idea de quiénes somos ni lo que estamos haciendo. Pero eso está bien, hay una solución. Investiguen, pregunten, y escuchen.”

 

Tesis 11

 

La crítica, ampliamente compartida, del autoinfligido culto a la celebridad de Julian Assange nos invita a formular alternativas. ¿No sería mejor que Wikileaks operara como un colectivo anónimo o como una “red organizada”? Algunos han expresado el deseo de ver muchos sitios web que hagan el mismo trabajo. Se sabe que un grupo organizado en torno a Daniel Domscheit-Berg, quien se separó de Assange en septiembre, trabaja en un clon de Wikileaks. Lo que se pasa por alto en este llamamiento por una proliferación de Wikileaks es la cantidad de conocimiento especializado que se requiere para manejar un sitio de filtraciones con éxito. ¿Dónde está el abecé, la caja de herramientas para Wikileaks? Hay, quizás de manera paradójica, mucho secreto en esta manera de hacer-las-cosas-públicas. No es una opción realista la de descargar simplemente un software Wikileaks y moverse. Wikileaks no es una aplicación plug 'n' play como Wordpress, y la palabra "Wiki" en su nombre es realmente engañoso, como no se cansa de subrayar Jimmy Wales de Wikipedia. Contrariamente a la filosofía de colaboración de Wikipedia, Wikileaks es un club cerrado dirigido con ayuda de un número desconocido de voluntarios anónimos. Nos vemos obligados a reconocer que el conocimiento necesario para dirigir un mecanismo como Wikileaks es bastante críptico.  No sólo es necesario que se puedan recibir los documentos de manera anónima, sino que deben mantenerse en el anonimato una vez que se publican en línea. También necesitan ser “editados” antes de enviarlos a los servidores de las organizaciones internacionales de noticias y periódicos influyentes y de confianza.

 

Wikileaks ha acumulado mucha confianza a lo largo de los años. Los recién llegados necesitarán pasar por el mismo proceso, que consume mucho tiempo. El objetivo de Wikileaks no es "hackear" en redes estatales o corporativas sino facilitar que quienes trabajan en estas grandes organizaciones puedan copiar información sensible y confidencial y pasarla al dominio público mientras se aseguran el anonimato. Si aspiras a convertirte en un nodo de filtraciones,  mejor empieza a acostumbrarte con procesos como OPSEC o las operaciones de seguridad, un plan paso a paso que “identifica información crítica para determinar si las acciones amigables pueden ser observadas por sistemas enemigos de inteligencia , determina si la información obtenida por los adversarios puede ser útil para ellos, y entonces ejecuta las medidas seleccionadas que permiten eliminar o reducir la explotación enemiga o la información crítica amiga.” (Wikipedia). El eslogan de Wikileaks dice: "el coraje es contagioso". De acuerdo con los expertos, la gente que intente llevar a cabo una operación similar a la de Wikileaks necesita nervios de acero. Así que antes de que pidamos uno, diez, muchos Wikileaks, dejemos claro que quienes se impliquen corren riesgos. La protección de los informantes es de vital importancia. Otro asunto es la protección de las personas mencionadas en las filtraciones. Los Diarios de la Guerra de Afganistán mostraron que las filtraciones pueden provocar también “daños colaterales”. La edición (y supresión) es crucial. No sólo OPSEC, también OPETHICS. Si la edición no se realiza de modo que sea absolutamente seguro para todos los que están implicados, existe un riesgo definitivo de que la “revolución periodística” – y política – que ha desatado Wikileaks sea parada en seco.

 

Tesis 12

 

No pensamos que adoptar una posición a favor o en contra Wikileaks sea lo más importante. Wikileaks está aquí para quedarse, hasta que o bien se hunda por sí sola o sea destruida por las fuerzas opositoras. Nuestra opinión es que más bien habría que (intentar) valorar y determinar lo que Wikileaks puede, podría – y quizás incluso que debería – hacer, y ayudar a formular cómo “nosotros” podríamos relacionarnos e interactuar con Wikileaks. Pese a todos sus inconvenientes y contra todo pronóstico, Wikileaks ha prestado un gran servicio a la causa de la transparencia, la democracia y la apertura.  Como dirían los franceses, si algo como esto no existiera, habría que inventarlo. El cambio cuantitativo – y lo que pronto parece que será cualitativo-  en la sobrecarga de información es un hecho de la vida contemporánea. La superabundancia de información revelable no puede sino continuar creciendo, y probablemente lo haga de manera exponencial. Organizar e interpretar este Himalaya de información es un desafío colectivo que está claramente ahí, démosle el nombre de "Wikileaks" o no.

 

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Escrito por: Samuel.2010/12/19 12:36:44.594000 GMT+1
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2010/12/15 00:30:4.079000 GMT+1

Book bloc

Continúo escribiendo de revueltas, huelgas y protestas. Me estaré repitiendo, pero es que este 2010 que termina no es como el resignado 2009 que asistía impotente a la recomposición del orden amenazado en 2008. Ayer en Italia, como antes en Francia o el Reino Unido, se desarrollaron numerosas movilizaciones por todo el país contra la farsa del gobierno de Silvio Berlusconi, que escapó por tres votos mal comprados a una moción de censura. El carácter grotesco de dicho gobierno no debería hacernos olvidar que probablemente su alternativa parlamentaria no sea muy diferente de la penosa variante "progresista" que conocemos en España. Como afirma Franco Berardi "Bifo", ahora es cuando iniciamos una nueva década en la que habrá que construir alternativas reales que barran con esta patética feria europea de vanidades nacionales.

En las últimas semanas hemos podido comprobar cómo son los estudiantes, con frecuencia muy jóvenes, preuniversitarios, quienes han sido los protagonistas más audaces y que mejor han entendido que su futuro está en juego, en esta Europa del chantaje de los gobiernos y de la devaluación de los salarios, de los servicios públicos y, en definitiva, de la misma democracia. En las calles, los futuros trabajadores precarios y sin pensión garantizada se enfrentan a nuevos dispositivos policiales de control (el kettle británico) y responden al miedo con un activismo que vuelve a ser festivo, diez años después del apogeo de las movilizaciones altermundialistas.

Una estrategia vistosa que ha tenido difusión en las manifestaciones de Italia y del Reino Unido es la del Book Bloc: emplear grandes escudos de poliestireno en forma de libros con los que enfrentarse a la policía. La expresión combina la acción directa de los Black Bloc con el reconocimiento de la importancia de la formación intelectual y el placer de la lectura. Si ya no sorprende que la policía se emplee a fondo con las cabezas de los jóvenes, por lo menos que llamen la atención cuando  arremeten contra clásicos de la literatura y del pensamiento.


Book Bloc en Roma, 24 de noviembre. Fuente: Wu Ming Foundation.

Para que luego digan que los jóvenes sólo navegan en internet. En el Book Bloc de ayer día 14 de diciembre los títulos que sirvieron de fuerza de choque fueron elegidos en una encuesta en línea a través del sitio uniriot.org. Estas fueron las obras elegidas para la ocasión:

1. La voluntad de saber (Michel Foucault)
11. La Divina Comedia (Dante)
2. 1984 (George Orwell)
12. Q (Luther Blisset)
3. El caballero inexistente (Italo Calvino)
13. Cosa può un corpo? Lezione su Spinoza (Gilles Deleuze)
4. El origen de las especies (Charles Darwin)
14. Manifiesto Cyborg (Donna Haraway)
5. Noi saremmo tutto (Valerio Evangelisti)
15. Casino totale (J. Izzo)
6. Ética (Baruch de Spinoza)
16. La Odisea (Homero)
7. El club de la lucha (Chuck Palanhiuk)
17. La tempestad (William Shakespeare)
8. Farenheit 451 (Ray Bradbury)
18. La doctrina del shock (Naomi Klein)
 9. Doctor Zivago (Boris Pasternak)
19. Comici, spaventati, guerrieri (Stefano Benni)
10. In ogni casso nessun rimorso (Pino Casucci) 20. Los demonios (Fiodor Dostoievsky)

No conozco los libros italianos más recientes, salvo Q. La selección no está nada mal y muestra preocupaciones vitales que van más allá de la coyuntura política, aunque sorprenden algunas ausencias. Habrá que ir ampliando la colección.


Book Block en Roma, 14 de diciembre de 2010. Fotografía: Pier Paolo Cito/The Associated Press.

Actualización: genealogía del Book Bloc. Efectivamente, una idea italiana.

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Escrito por: Samuel.2010/12/15 00:30:4.079000 GMT+1
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2010/12/13 16:23:5.119000 GMT+1

Presos en huelga

¿Cómo se participa en una huelga cuando se está preso en una carcel? Pues negándose a salir de la celda. Es lo que han hecho, de manera coordinada, miles de presos en Georgia en lo que algunos consideran la mayor protesta carcelaria en la historia de los Estados Unidos. No hay que olvidar que este país detenta el récord de presos por habitante, la cuarta parte de los presos del mundo. A fecha de 1 de enero de 2010, había 1.404.053 personas encerradas en las prisiones estatales estadounidenses (no se incluyen, por tanto, las 208.118 personas reclusas en las prisiones federales, ni los cientos de miles de personas detenidas en las cárceles de los condados). En 2009 la cifra se redujo ligeramente, por primera vez desde 1971, año en que Richard Nixon lanzó una interminable guerra contra las drogas. De hecho, buena parte de los reclusos (principalmente negros e hispanos) han cometido delitos relacionados con el tráfico o posesión de estupefacientes.

Los internos de media docena de establecimientos penitenciarios en el estado de Georgia llevan en huelga desde el jueves 9 de diciembre, y protestan por las penosas condiciones de reclusión, incluyendo el trabajo forzado. Georgia es uno de los estados en los que la población penitenciaria no ha dejado de crecer, mientras sus prisiones están sufriendo un particular ajuste que hace que el gasto medio por preso sea de 49 dólares por día frente a los 79 dólares de la media nacional. El 40 % de los presos lo son por delitos no violentos relacionados con las drogas o la propiedad. En Georgia, uno de cada trece adultos o está en la cárcel, o en libertad condicional o bajo alguna forma de supervisión judicial y sus penas se han ido alargando como consecuencia de las políticas de "tolerancia cero" y contra la reincidencia (three strikes).  En un principio los presos habían planeado una jornada única y pacífica de protesta, pero luego han continuado con la acción durante el fin de semana en respuesta a la represión. Por ejemplo, en Augusta seis presos fueron sacados a la fuerza de sus celdas y golpeados brutalmente. Y en Macon los guardias cortaron el agua caliente en unos días en que las temperaturas han caído bajo cero. Las comunicaciones de los presos con el exterior pronto desmintieron las declaraciones del Departamento Correccional de Georgia, que el día 9 aseguraba que no pasaba nada y que no había más que rumores.

No han llegado al extremo de una huelga de hambre, como en el caso de los presos chilenos, pero la coordinación de los reclusos ha sorprendido a las autoridades. Lo más notable es que en esta acción han cooperado individuos, facciones y bandas negras, hispanas y blancas, tras meses de trabajo preparatorio y clandestino, gracias en parte al empleo de teléfonos móviles de contrabando. Juntos rechazan trabajar y tomar parte en las actividades que organizan las prisiones mientras no se tengan en cuenta sus peticiones, recogidas en un interesante comunicado que he traducido. Las demandas sobre salarios, salud, educación y un tratamiento digno constituyen todo un programa político.

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Mañana por la mañana, [jueves] 9 de diciembre de 2010, miles de presos de Georgia rechazarán trabajar, interrumpirán todas las demás actividades y permanecerán en sus celdas en una jornada de protesta pacífica por sus derechos humanos. La huelga del 9 de diciembre será la mayor protesta de presos en la historia de los Estados Unidos.

Estos miles de hombres, de las prisiones estatales de Baldwin, Hancock, Hays, Macon, Smith y Telfair, entre otras, afirman que están en huelga para presionar al Departamento Correccional de Georgia para que deje de tratarles como animales y esclavos e instauren programas que se dirijan a sus derechos humanos básicos. Ellos han expuesto las siguientes peticiones:

·         UN SALARIO VITAL A CAMBIO DEL TRABAJO:  En violación de la Decimotercera Enmienda a la Constitución, que prohíbe la esclavitud y la servidumbre involuntaria, el Departamento Correccional exige a los prisioneros que trabajen gratis.

·         OPORTUNIDADES EDUCATIVAS:  Para la gran mayoría de los internos, el Departamento Correccional niega toda oportunidad de formación más allá de la educación secundaria, a pesar del beneficio que supone tanto para los propios prisioneros como para la sociedad.

·         COBERTURA SANITARIA DECENTE:  En violación de la prohibición de la Octava Enmienda contra los castigos crueles e inusuales, el Departamento Correccional deniega el tratamiento médico adecuado a los internos, cobra tarifas excesivas por los cuidados más mínimos y es responsable de un enorme daño y sufrimiento.

·         FIN A LOS CASTIGOS CRUELES E INUSUALES:  En violación de la Octava Enmienda, el Departamento Correccional es responsable de la imposición de castigos crueles a los prisioneros por la comisión de infracciones menores de las reglas.

·         CONDICIONES DE VIDA DECENTE:  Los prisioneros de Georgia están confinados en condiciones de hacinamiento, por debajo de los estándares mínimos, con poca calefacción en invierno y un calor agobiante en verano.

·         ALIMENTOS NUTRITIVOS:  Faltan verduras y fruta en las instalaciones del Departamento Correccional, mientras que sobran los alimentos grasientos y feculentos.

·         OPORTUNIDADES DE FORMACIÓN PROFESIONAL Y DE DESARROLLO PERSONAL:  El Departamento Correccional ha despojado sus instalaciones de todas las oportunidades para entrenamiento de habilidades, desarrollo personal y un ejercicio físico adecuado.

·         ACCESO A LAS FAMILIAS: El Departamento Correccional ha desconectado a miles de presos de sus familias. Imponen excesivas cargas telefónicas e innumerables barreras para las visitas.

·         DECISIONES JUSTAS SOBRE LIBERTAD CONDICIONAL:  La Junta de Libertad Condicional [Parole Board] rechaza regularmente y de manera arbitraria la libertad condicional a la mayoría de los prisioneros, aunque sean elegibles para acceder a la misma.
 
Los líderes lanzaron el siguiente llamamiento: "Basta de esclavitud. La injusticia en un lugar es la injusticia para todos. Informen a sus familias para que apoyen nuestra causa.  ¡Confinados por la libertad!"

Actualización (14 de diciembre de 2010): Cinco días después del comienzo de la protesta, los presos de cuatro centros penitenciarios siguen en huelga. Amy Goodman entrevista a Elaine Brown sobre este tema en Democracy Now!.

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Escrito por: Samuel.2010/12/13 16:23:5.119000 GMT+1
Etiquetas: protestas educación georgia estados-unidos salud huelga prisiones trabajo | Permalink | Comentarios (2) | Referencias (4)

2010/12/10 16:11:37.371000 GMT+1

Piedra de toque

En junio de 1968 Pier Paolo Pasolini publicó una poesía en el diario L’Espresso que pronto se volvió célebre por sus críticas a los estudiantes que se enfrentaban en las calles a la policía.

¡Cuando ayer en Valle Giulia se pegaron

con los policías, Yo simpatizaba con los policías!

Porque los policías son los hijos de los pobres.

Vienen de suburbios, sean rurales o urbanos.

(…)

En Valle Giulia, ayer, tuvo lugar un fragmento

de lucha de clases: y ustedes, amigos (si bien de la parte

de la razón) eran los ricos.

Entonces, muchos en la izquierda institucional se aferraron a palabras como éstas para minusvalorar la rebelión y para caracterizar al movimiento estudiantil (que rechazaban tanto al Estado como el papel que jugaba la izquierda oficial de entonces, en Italia el PCI) de “pequeño burgués”. Sin embargo, Pasolini luego aclaró en otro texto que aquellos versos eran irónicos, una manera de provocar y hacer que los estudiantes reflexionaran sobre su propia condición social. Lo explicaba así:

Para un joven de hoy la cosa se presenta distinta. Para él es mucho más difícil mirar a la burguesía objetivamente a través de la mirada de otra clase social. Porque la burguesía está triunfando, está volviendo burgueses a los obreros, por una parte, y a los campesinos ex coloniales, por la otra. En suma, a través del neocapitalismo, la burguesía se está convirtiendo en la condición humana. Quien ha nacido en esta entropía no puede, de ninguna manera, estar fuera. Todo ha acabado. Por eso provoco a los jóvenes, ellos son, presumiblemente, la última generación que ve a los obreros y a los campesinos: la próxima generación no verá a su alrededor más que la entropía burguesa.

Lo que Pasolini intuía, aunque lo expresara con esos términos, era el pasaje del obrero masa industrial a la constitución de un nuevo proletariado (concepto que incluye a todos aquellos cuyo trabajo está explotado por el capital), mientras la producción comenzaba a extenderse más allá de las fábricas para abarcar al conjunto de la sociedad, un proceso que luego se aceleró con la informatización e internet. Muchos de los estudiantes eran hijos de obreros: para ellos la educación pública, y concretamente la educación superior, era una manera de que sus hijos escaparan de la condición obrera y de la dura disciplina fabril.

                                                   * * *

Cuatro décadas después, a casi nadie se le ocurriría realizar la misma crítica -sobre todo si se hace en serio- con los estudiantes ingleses que en estos días se enfrentan a la policía por el incremento de las tarifas y los recortes sociales. Los policías son trabajadores (y los estudiantes se lo recuerdan gritándoles “¡tu empleo es el siguiente!”), pero ello no impide constatar qué representan y cuál es la misión que están desempeñando.

Sin embargo, a propósito de la controversia sobre la deserción de los controladores aéreos, mucha gente continúa expresándose como si las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo (¡por no hablar de los ochenta y los noventa!) jamás hubieran existido. Los hay que no terminan de asumir las transformaciones del trabajo y de las relaciones de producción que comenzaban en la época en que Pasolini hacía esa amarga constatación. Ni siquiera intentan entenderlas -ardua tarea- para pensar y actuar políticamente en consecuencia. Qué duda cabe de que el nivel de ingresos y los hábitos de consumo marcan fuertes diferencias sociales, pero no son definitorios per se de lo que constituyen las clases en el capitalismo contemporáneo, en el que –como afirmaba Pasolini- ya no es posible situarse “afuera” con respecto al capital, ni tampoco constituyen un criterio que nos indique un antagonismo que pueda llegar a ser liberador.

Así, ayer presenciamos el triste espectáculo de una izquierda parlamentaria que ha declarado una nueva capitulación intelectual. Mal se puede criticar el estado de alarma y la gestión militar de un servicio público si al mismo tiempo se condena a un colectivo de trabajadores, por reducido y acomodado que sea, por haber desertado de sus puestos de trabajo. Al hacerlo sancionan la desigualdad de la relación salarial y la violencia estructural inherente a la misma, que en momentos de alta conflictividad vemos que puede derivar en una coacción abierta y hasta militarizada. Todo con tal de asegurar un trabajo continuado, imprescindible para el funcionamiento de la fábrica social. No olvidemos que la huelga, antes de convertirse en un derecho reglamentado, fue rechazo al trabajo industrial y deserción. Las contundentes medidas del gobierno no son desproporcionadas: son proporcionales a la amenaza que ese tipo de acciones representan para el Estado en la fase de inestabilidad política y social en la que nos adentramos como consecuencia de los ajustes.

Tampoco me parece suficiente que nos centremos únicamente en las medidas de excepción para no responder a la ira popular, e ignoremos la acción coordinada de los controladores, aunque el gobierno haya podido preverla y usarla en provecho propio. Ayer José Luis Rodríguez Zapatero tuvo razón al menos en un punto: "lo que se juzga hoy no es un conflicto laboral, es la desobediencia". En estos días los militares son los garantes de esa obediencia en las torres de control, velan por la obligación de trabajar, que también se manifiesta cuando se eliminan los subsidios por desempleo o se condicionan a la aceptación de cualquier empleo, aunque sea en peores condiciones (consecuencia perversa del reclamo del pleno empleo). La fiscalía amenaza a los escarmentados desobedientes con duras penas de cárcel. Ningún partido del hemiciclo se refirió a esta dura medida represiva. Cuando denuncia la “abierta rebeldía contra el Estado de derecho”, Zapatero está adaptando la retórica antiterrorista a los nuevos tiempos revueltos. Al fin y al cabo, fue bajo la presidencia española de la Unión Europea que se aprobó la “estrategia interna de seguridad” de la Unión, que incluye iniciativas como la prevención y anticipación de la radicalización. La descomposición del llamado “modelo social europeo” requiere el control policial de los cada vez más numerosos descontentos y España pretende situarse a la vanguardia en esta materia.

                                                  * * *

Por esta razón, considero las reacciones a lo sucedido durante los días 3 y 4 de diciembre como una piedra de toque de la oposición a la deriva neoliberal en España. En lugar de criticar la coacción laboral, la izquierda institucional ha preferido situarse en el terreno puramente representativo, privilegiando el espacio electoral. Desde este punto de vista, los controladores aéreos no son como los trabajadores que dicen representar. Pero la representación de los trabajadores –sobre todo si continúa basada en las categorías nacidas en el siglo XIX– requiere una reafirmación constante tanto de la relación de trabajo dependiente que está en la base del capitalismo que supuestamente se quiere superar, como de la identidad, en tanto que “trabajador”, que es producto de aquélla. Lo cual nos lleva a un callejón sin salida.

Elección tras elección, podremos seguir haciendo análisis postelectorales sobre las injusticias del sistema electoral (cuando no se consigue la representación deseada), sobre la manipulación de los medios de comunicación (cuando no te hacen caso o te atacan), cálculos matemáticos que revelan las carencias del sistema representativo (en la derrota), pero antes tendremos que asumir de una vez por todas una cuestión fundamental: que los diferentes partidos y sindicatos han perdido la capacidad de problematizar lo que sucede en la sociedad y de politizar los problemas reales. Al limitarse a la gestión y a la defensa de lo existente, así como a la reivindicación de una identidad como “izquierda” que termina por convertirse en pura retórica, han cedido la iniciativa a las fuerzas más reaccionarias. Luego es muy fácil echar balones fuera y denunciar el “aborregamiento” de los ciudadanos. En cambio, son los movimientos de todo tipo, situados al margen de la política representativa, los que en los últimos años han introducido nuevos temas, nuevas miradas y nuevos sujetos: sobre la vivienda, sobre la educación, sobre la pobreza, sobre la sexualidad, sobre el paro, sobre la ecología, sobre los comunes en la era digital, etc. Desafortunadamente, se ha perdido mucho tiempo discutiendo su homologación con una predeterminada identidad “de izquierdas”, que en la práctica suele consistir en la compatibilidad con las aspiraciones electorales de los partidos.

No pretendo despreciar la importancia de las elecciones, ni contraponer sin más partidos y movimientos, sino exponer problemáticas que los atraviesan a todos y que son principalmente subjetivas y de largo plazo. Amador Fernández-Savater, en un lúcido artículo acerca de la crisis, afirma que “todos sabemos lo que pasa, lo que no sabemos es qué hacer con ello.” Pero tal vez no sepamos tanto ni del mismo modo. La verdad se construye colectivamente, forma parte de la batalla política y de un entrenamiento ciudadano. En relación con esto, el autor añade:

los dispositivos de poder mantienen el monopolio de la construcción de realidad: definir lo posible y lo imposible, el sentido y el ruido, lo real y lo irreal, lo sensato y lo insensato. Ellos están presentes,  porque nosotros estamos ausentes. Ausentes por una combinación de miedo, impotencia e indiferencia. ¿Cómo salir de la muerte política? ¿Cómo hacernos presentes? ¿Cómo despertar colectivamente? Es la pregunta por la acción política hoy.

La respuesta a estas preguntas representa una tarea mucho más urgente que la espera de la convocatoria de la lucha final en forma de huelga general. Una de las explicaciones de la ausencia de la que habla Amador es la dispersión de los vínculos humanos, algo que tiene evidentes consecuencias políticas. Pero además de los sentimientos de miedo e impotencia, hay también mucha rabia e indignación. Será necesario  exorcizar el miedo y transformar esta indignación en algo productivo, liberador y alegre si no queremos conformarnos con el abismo.

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Escrito por: Samuel.2010/12/10 16:11:37.371000 GMT+1
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2010/12/04 21:55:10.334000 GMT+1

Golpe de estado social

Siempre creí que si alguna vez el ejército español, cuya misión es "garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional" (artículo 8 de la Constitución), se desplegaba dentro del territorio del Estado, sería para defender su sacrosanta unidad territorial. Pero mira por dónde resulta que el gobierno socialista militariza el espacio aéreo y decreta el estado de alarma, por primera vez desde la aprobación de la ley que la regula, con el objetivo de reprimir una contestación laboral. Con la inestimable ayuda de los medios de comunicación, por supuesto.

Previamente, el gobierno había aprobado un nuevo ajuste que incluye la privatización parcial de Aena y la eliminación del subsidio de 426 euros para los parados de larga duración que han perdido la prestación por desempleo. A lo cual se unió, después de que los controladores superaran el número de horas de trabajo permitidas, una regulación por decreto "que hace desaparecer vacaciones, bajas, permisos, reducciones de jornada por maternidad, etc." para ampliar aún más las horas de trabajo impuestas por anteriores decretos. La elección del viernes 4 de diciembre para publicar el decretazo, justo antes del puente de la Constitución y del período navideño, no es fortuita. Detrás hay un pulso del ministro de fomento José Blanco a los controladores, cuya plantilla se ha negado a ampliar a la espera de la privatización completa. No sé si confiaba en que no se atreverían a echarse encima a centenares de miles de viajeros con sus familias o si quería provocar un incendio para consagrar luego a Rubalcaba como el bombero presidenciable del reino. Sea como fuere, frente a la insumisión laboral, el gobierno ha impuesto la disciplina militar. En principio, el gobierno prefiere forzar a los controladores a que vuelvan al trabajo a que sean los propios militares los que se encarguen de controlar el tráfico aéreo, opción que no se descarta. Recordemos que en Francia, donde este año los controladores aéreos han llevado a cabo hasta cuatro acciones de huelga (también contra la reforma de las pensiones), no se emplean a los militares como esquiroles desde la tragedia aérea de 5 de marzo de 1973, cuando un DC-9 de Iberia que venía de Palma de Mallorca colisionó en Nantes contra un Convai 990 de Spantax procedente de Madrid. La investigación demostró que la causa del accidente se debió a la mala preparación de los militares que habían reemplazado a los controladores.

Conforme se agudiza la crisis económica y el capital europeo pasa a la ofensiva, el Estado se va desnudando sin necesidad de Wikileaks, en un proceso antidemocrático que hasta en las imágenes se asemeja a un auténtico golpe de estado social. Si la semana pasada asistíamos a un significativo consejo de administración, anticipo de nuevos recortes y reformas como la de las pensiones, hoy toca mostrar los poderes excepcionales del soberano, capaz de violentar sus propias leyes y los convenios colectivos firmados con los trabajadores si resulta necesario para preservar el orden establecido y la confianza de los acreedores. Llama la atención que la decisión de abandonar el puesto de trabajo por parte de un colectivo profesional, aunque sea en un servicio público, haya provocado una reacción tan desmesurada, con un fuerte tufo thatcherista. Muy diferente, en todo caso, de la actitud del gobierno frente a la huelga general del 29 de septiembre, jornada en la que, por cierto, los controladores trabajaron y cumplieron "servicios mínimos" (sic) del 100%. Varias explicaciones confluyen: los controladores son trabajadores con una enorme responsabilidad en un sector estratégico -el del tráfico aéreo-, su acción se ha realizado al margen del desvirtuado derecho de huelga y con la misma han puesto en entredicho las exigencias de los mercados. Así lo establece el Real Decreto 1673/2010 que declara el estado de alarma: se trata de garantizar el ejercicio del derecho a la libre circulación, derecho que el gobierno suele conculcar en el caso de los trabajadores migrantes y en las movilizaciones de protesta transnacionales. En la metrópolis productiva no hay acción más perturbadora que el corte de los flujos circulatorios, como volvieron a demostrar hace unos días los estudiantes italianos que bloquearon la autopista de Bolonia.

Los controladores aéreos son un perfecto chivo expiatorio. ¿Acaso no son unos egoístas con sueldos elevadísimos a cuenta del erario público, como afirma Aena y el ministro José Blanco? He perdido la cuenta de los insultos que se están llevando por parte de otros trabajadores. Incluso quienes critican las excepcionales medidas que ha adoptado el gobierno se ven obligados a tacharles de "impresentables" y otras lindezas. De modo más suave pero no menos ofensivo, Izquierda Unida considera "un grave e inaceptable precedente declarar el estado de alarma para resolver un conflicto social, aunque no se está de acuerdo con las reivindicaciones y los modos empleados por los controladores”. Salvador López Arnal, en un extraño artículo publicado en Rebelión, habla por esta razón de una posible "huelga de derechas" y se refiere a los controladores como un "movimiento de privilegiados", sin vinculación con los "sindicatos de clase" (¿de todos?), que no han dado señales de "de querer pertenecer al movimiento obrero ibérico" . "No es necesario tomar partido", apostilla. Triste manera de quitarse de encima una incómoda piedra del zapato ideológico y de ponérselo fácil al "populismo de los usuarios" del que hace gala el gobierno.

Si comenzamos una demagógica "caza de privilegiados", podemos no terminar nunca. Cuando no es por el sueldo, lo es por la estabilidad laboral, por las prestaciones sociales, o por la nacionalidad: desde los funcionarios con empleo garantizado hasta el parado que recibe todavía un subsidio, pasando por ejecutivos, ingenieros, comerciales y profesores como López Arnal. Todas estas categorías reproducen a su vez en su interior diferencias de estatus, ingresos, subsidios, condiciones laborales que ni siquiera son estáticas. Todos son "privilegiados" con respecto a alguien. Menos con respecto al capital. La gobernanza neoliberal opera sobre ese continuo "atravesado por discontinuidades, umbrales, divisiones, segmentos que las tecnologías de seguridad permiten gobernar como un todo" (M. Lazzarato), individualizando, por un lado, y contraponiendo, por otro, unas desigualdades contra otras en una gestión de miedos y odios que puede incluir medidas policiales como las destinadas a prevenir la "radicalización".

Por más dinero que ganen, que es calderilla comparado con lo que ingresan los treinta y siete con acceso preferente a La Moncloa, los controladores siguen siendo asalariados, altamente cualificados y, sí, aislados de otros colectivos y con una actividad sindical que se centra en la defensa de intereses profesionales o corporativos. Como tantos otros cuyo futuro pende de un hilo. Viven la misma contradicción entre el trabajo dependiente y la renta financiera que la mayoría de los trabajadores, sólo que multiplicada por equis por su elevada posición social y por las particularidades de su profesión. Pese a todo, la acción de los controladores constituye una respuesta contundente -mucho más que una huelga general- a la privatización de los aeropuertos y a la regulación unilateral de jornadas laborales y de descanso, que en la práctica supone un elevado grado de explotación que afecta a su salud y a nuestra seguridad. Quienes acusan a los controladores de carecer de "conciencia de clase" no ven inconveniente en que se esgriman argumentos tales como que en tiempo de crisis hay que apechugar como el que más o, como mucho, protestar pero de manera que no se note.

A estas horas los controladores ya han sido sometidos a la jerarquía militar, ante el aplauso o satisfacción de la mayoría. El gobierno que, cuando lo estima conveniente, no duda en apostar por el populismo de derechas que denuncia con tanta hipocresía, ha anunciado expedientes disciplinarios y despidos. De momento hemos aprendido varias cosas: dónde les duele, hasta dónde son capaces de llegar y lo dura que es la soledad.

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Escrito por: Samuel.2010/12/04 21:55:10.334000 GMT+1
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2010/12/02 17:58:4.258000 GMT+1

Y la isla se movió

I

Padre, entre en este barco y naveguemos hacia el oeste, hacia la isla conocida como la Tierra Prometida de los Santos, que Dios otorgará a quienes nos sucedan en los últimos días.” Navigatio sancti Brendani abbatis [the Voyage of St Brendan the Abbot] (s. IX-X). Traducción al inglés: D. O’Donoghue (1893)


Un monje convenció al padre Brandán a embarcarse, junto con diecisiete hombres, en un viaje hacia lo desconocido en busca de la bíblica Tierra Prometida. En la Irlanda moderna fueron grandes empresas, renombrados centros de investigación, prestigiosos economistas, políticos de dentro y fuera del país, los que promovieron un viaje no menos estimulante hacia el paraíso de la acumulación financiera. Durante las últimas décadas los irlandeses, como los estadounidenses, los británicos o los españoles, se convencieron de que la propiedad era el camino más corto para matar dos pájaros de un tiro: el estancamiento del salario real y la lucha de clases. El capitalismo “popular” que proclamó Margaret Thatcher se basaba en el “¡todos propietarios!”: de activos financieros, pero sobre todo de la vivienda. Aunque al final los propietarios reales fueran los bancos. Esta república neoliberal de pequeños “propietarios” sólo pudo funcionar, por tanto, mientras la economía creciera, se expandiera el crédito (y, especialmente, el mercado hipotecario) y se ampliara la base material del sistema incorporando también a los más pobres, gracias a la salarización –con frecuencia precaria- de las mujeres y a la ingeniería financiera.

II

…y el santo ordenó a sus hermanos que salieran al mar, y que hicieran el buque más rápido, de proa a popa, hasta que llegaron a buen puerto; no había vegetación en la isla, muy poca madera y nada de arena en la costa. Mientras los hermanos pasaron la noche orando fuera del barco, el santo permaneció en el, porque sabía muy bien qué tipo de isla era ésta; pero prefirió no decir nada a la tripulación, para que no se atemorizaran. Cuando amaneció, pidió a los sacerdotes que celebraran la misa, y cuando lo hicieron, y después de que él mismo hubiera celebrado la misa en el barco, la tripulación sacó un poco de carne y pescado crudos que habían traído de la otra isla y pusieron la caldera al fuego para cocinar. Tras echar más combustible y después de que la caldera comenzara a hervir, la isla comenzó a moverse como una ola; todos se precipitaron entonces al barco e imploraron la protección de su padre quien, tomando a cada uno de la mano, los metió a todos en el barco, dejando atrás lo que habían llevado a la isla. Zarparon y la isla se alejó de pronto en el océano.

Tras la liberalización de la economía, la inversión extranjera (estadounidense, sobre todo) impulsó al principio el crecimiento irlandés, atraída por los bajos salarios y la reducida carga fiscal. Como España en la segunda mitad de los años ochenta o la Argentina de los años noventa. Cuando los inversores comenzaron a preferir destinos aún más baratos y competitivos, las transferencias financieras europeas (fondos estructurales) y el boom inmobiliario continuaron alimentando el crecimiento hasta el punto de que el sector de la construcción terminó por representar un quinto de la actividad económica, lo que permitió compensar la reducción del crecimiento tras la crisis de las “puntocom” en 2000. Como en la España (y a diferencia de la Argentina) de finales de los noventa. El racionamiento de la vivienda social y la desregulación del mercado laboral empujaron a los irlandeses al crédito para mantener el consumo interno (también de productos británicos y alemanes), lo que generó una enorme interdependencia con Wall Street (y, dólar mediante, con China), la City londinense y Frankfurt. Hubo consumo exuberante de segundas y terceras residencias, de automóviles, de viajes exóticos, de gadgets electrónicos, sí. Pero también de educación (mejor si es privada), salud (tanto servicios sanitarios esenciales como los que permiten mantener una elevada productividad), de garantías de ingreso tras la jubilación (fondos de pensiones). Efectivamente, a lo largo de todo este ciclo millones de irlandeses mejoraron sus niveles de vida. Muchos salieron de la pobreza. O, más bien, se tomaron al pie de la letra las promesas de los ricos. Como en España, Estados Unidos y tantos otros países.

Hasta que la isla se movió.

III

Después de dos millas todavía podían ver el fuego que habían hecho, y entonces Brendan explicó a su audiencia: ‘Hermanos, se preguntarán qué pasó con esta isla’; ‘Sí, padre’, dijeron ‘nos lo preguntamos, y lo hacemos presos de un gran temor.’ ‘No teman, hijos míos’ dijo el santo, ‘porque anoche Dios me reveló el misterio de todo esto; no era una isla donde estaban, sino un animal, el mayor de los que navegan en los océanos, que por más que se intente acercar cabeza y cola no es posible debido a su gran longitud. Su nombre es Iasconius.’

Desde una perspectiva sistémica, la crisis financiera no la desencadenó tanto las trapacerías – bien reales – de los banqueros como, en el fondo, el acceso de millones de asalariados pobres al crédito. En cierto modo fueron ellos los que  – animados por banqueros e inversores en busca de desorbitantes beneficios – hundieron el sistema financiero, y con él la ideología neoliberal, algo que cuesta apreciar a la izquierda más moralista, la que prefiere victimizar antes que construir sujetos de cambio. No se trata de acusar a los trabajadores pobres sino todo lo contrario. Si de algo son culpables es de un exceso democrático. La ampliación del mercado del crédito resulta imprescindible para la expansión financiera y la extracción de valor de la producción social y cognitiva, pero pronto se vuelve inmanejable para un capital cada vez más parasitario. Su nombre es legión, hidra, multitudes.

La respuesta a esta crisis del neoliberalismo ha consistido en una ofensiva financiera, algo recurrente en la historia del capitalismo. Cada “rescate” financiero condicionado, cada programa de ajuste y de recortes, reproduce el problema que dicen querer resolver, pues de esta manera se pretende en realidad restablecer los porcentajes de beneficio, controlar las multitudes (forzándolas a trabajar en peores condiciones) y frenar de antemano la revuelta social. Irlanda lleva ya tres años de duros ajustes, preludio del nuevo plan que anunció recientemente el gobierno irlandés para obtener una línea de crédito de 85 mil millones de euros al 5,8 % de interés. Los que aplaudieron el modelo irlandés son los mismos que luego han aplaudido la osadía del ajuste. El servicio de la deuda se vuelve infinito, como sucedió en Argentina, pero en el entramado europeo puede desarrollar insospechadas ramificaciones. En España este proceso apenas está comenzando.

Contrariamente a lo que sucedió en Argentina, esta vez son las elites europeas (con los bancos alemanes, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo a la cabeza) las que ganan en dogmatismo neoliberal al mismísimo Fondo Monetario Internacional, hasta el punto de que el economista Barry Eichengreen compara los rescates europeos con las reparaciones de guerra impuestas a Alemania tras la I Guerra Mundial. El brutal empobrecimiento que conlleva este proceso deliberado de “devaluación interna” (en Grecia, Irlanda, Reino Unido, Portugal, en España, etc.), con la excusa de la "confianza de los mercados" y del corsé del euro (que se convierte en prisión a falta de un federalismo democrático europeo), acaba asemejándose a la acumulación por desposesión sufrida por los latinoamericanos a finales del siglo XX. Pero al hacerlo mina las bases de la producción, que ya no es estrictamente fabril sino social (biopolítica). ¿Y qué es el capitalismo sino un modo de producción?. Porque este es el gran fracaso del neoliberalismo: su incapacidad para organizar la producción y establecer un gobierno  adecuado para la misma, como ha quedado de manifiesto en el ámbito europeo.

IV

‘¿Sabe, padre, qué oscuridad es esta?’ Y el santo replicó que no. ‘Esta oscuridad,’ dijo, ‘rodea la isla que has estado buscando durante siete años: pronto verás la entrada a la misma’ y después de una hora una gran luz les iluminó, y el barco atracó en la costa.

La Navigatio no describe cómo es la tierra prometida, la isla en la que desembarca Saint Brendan o San Brandán. A los irlandeses les gusta pensar que, en su legendaria travesía, San Brandán llegó hasta las costas americanas. Otros dicen que pasó por Canarias. Si es así, los místicos celtas se unirían a los aguerridos vikingos en tanto que lejanos predecesores de las exploraciones marítimas europeas de los siglos XIV y XV, inicio del dominio occidental del mundo que hoy se desvanece. La búsqueda del Edén pasó de representar un viaje iniciático a forjar mentalidades imperialistas que aún perduran. Tal vez sea un tanto forzada la imagen simbólica de un largo viaje occidental que comienza y termina en Irlanda, antigua frontera medieval del mundo conocido, luego colonia, hoy un capítulo más, tal vez no el más importante, en las sucesivas crisis dentro de la gran crisis de la Modernidad capitalista. No por ello deja de parecerme una representación sugerente, y me pregunto si los irlandeses, como todos nosotros, seguiremos buscando una isla paradisíaca en la penumbra sin percatarnos de que, bajo nuestros pies, algo se mueve.

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Escrito por: Samuel.2010/12/02 17:58:4.258000 GMT+1
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2010/11/28 11:12:42.760000 GMT+1

Gobierno de España

Gobierno de España
"Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa." Manifiesto comunista, Karl Marx & Friedrich Engels (1848).
La impudicia de la fotografía que aparece hoy en la portada de buena parte de los periódicos españoles es de agradecer. Ilustra muy bien, por si lo habíamos olvidado, la esencia oligárquica de las "democracias realmente existentes". ¡Y en una jornada electoral! Asimismo, debería servir para acabar con un error de percepción. No tiene sentido hablar de sometimiento del poder político al poder económico, y menos aún si lo consideramos como la característica que diferencie al capitalismo neoliberal del fordista.

La reunión que mantuvo ayer José Luis Rodríguez Zapatero con representantes de las treinta y siete empresas más importantes del país precede a la reunión del Consejo que hoy aprobará el rescate financiero a Irlanda y también a las elecciones en Cataluña, como queriendo restar importancia al resultado de las votaciones. El encuentro se sitúa por tanto en el marco de esta rebelión neoliberal que en Europa pretende liquidar los sistemas de protección social a precio de saldo y evitar una superación de la crisis que no pase por la explotación e implique una mayor democratización. El formato y el contexto podrán ser excepcionales. No lo es, en cambio, una promiscuidad que siempre se ha producido, ya sea en los habituales seminarios y almuerzos-coloquio empresariales, o en los encuentros transnacionales de Davos o Bildelberg.

Vale la pena echar un vistazo a los treinta y siete notables: básicamente, hombres de mediana o avanzada edad que comparten un perfil muy similar. Sólo asistieron dos mujeres que se sentaron, de manera significativa, a ambos extremos de la mesa, por la menor relevancia de sus empresas. Las empresas represantadas facturan el equivalente al 40 % del PIB español, una notable concentración si tenemos en cuenta que el 99% de las empresas registradas en España se consideran pequeñas y medianas empresas (con un máximo de 249 asalariados en plantilla). Muchas de estas grandes empresas son, por cierto, el resultado de diferentes procesos de privatización, ya sea de empresas públicas (Telefónica, Repsol, Gas Natural, Endesa, Argentaria -que acabó absorbida por el BBVA-, Iberia, Indra) o de sectores como el de las autopistas (Abertis) o la televisión (Telecinco). Estas empresas se aprovecharon a su vez de la oleada de privatizaciones que se produjo en América latina durante los años noventa. Una internacionalización que no tiene ningún reflejo en la diversidad étnica y cultural de los empresarios: está claro que el multiculturalismo es cosa de la plebe.

Durante la reunión el gobierno confirmó la aplicación de la reforma laboral y prometió continuar con la fusión de las cajas y con la reforma de las pensiones. Una nueva declaración de guerra social que entierra toda ilusión de diálogo sindical tras la huelga del 29 de septiembre, que todo el mundo parece haber olvidado ya. Empezando por el inefable Cándido Méndez, que justo antes del cónclave empresarial confiaba en que las empresas se comprometieran a "abrir el grifo del crédito" y a "tirar del carro" mediante la creación de empleo. Ni una palabra de nuevas movilizaciones. Esta vez más vale que no les esperemos sentados.

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Escrito por: Samuel.2010/11/28 11:12:42.760000 GMT+1
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2010/11/24 15:21:59.893000 GMT+1

La ansiedad norcoreana

Korean War in Color

Visto desde fuera, Corea del Norte recuerda al sótano de la película Underground (1995), donde sus habitantes continuaban fabricando armas, durante décadas, para una guerra que ya había terminado pero que ellos creían vigente. Formalmente, la guerra de Corea (1951-1953) nunca ha finalizado del todo y de hecho las escaramuzas y los incidentes fronterizos se han repetido desde la firma del alto el fuego y la partición del país. Es el recuerdo de la guerra -y del colonialismo japonés anterior- el que mantiene vivo un peculiar régimen militar-monárquico cuya legitimidad se basa sobre todo en una ideología nacionalista (juche o chuch'e), antes que socialista. La reforma de 2009 incorporó el principio de songun ("el ejército primero") en la constitución, lo que da una idea de la creciente importancia del aparato militar frente al partido.

La partición coreana, como la división entre China y Taiwán, son las dos cicatrices que, junto con la desconfianza que todavía persiste entre todos ellos y Japón, mantienen el espejismo de la continuidad de la geopolítica del siglo XX en el siglo XXI. Y el principal interesado no es otro que Estados Unidos, cuya presencia en Asia se justifica por las señaladas divisiones, tras el varapalo sufrido en Vietnam. Puede decirse que existe una relación de interdependencia entre Corea del Norte y Estados Unidos del mismo modo que, en el terreno económico, la suerte de este último está ligada a la de China. La percepción norcoreana de la amenaza exterior (ya sea nuclear, como advirtiera en su día el general Douglas MacArthur, o no) apuntala al poder militar interno. Mientras, la percepción que tienen los países de la región de la potencial amenaza norcoreana legitima la presencia militar estadounidense en Corea del Sur y la subsistencia del acuerdo de seguridad (1960) con Japón, que sólo llegó a cuestionarse seriamente bajo el breve mandato de Yukio Hatoyama (septiembre de 2009-junio de 2010). El triunfo electoral de Hayotama había supuesto el fin de seis décadas de gobierno del conservador Partido Liberal Democrático y el intento de una política exterior independiente de Estados Unidos, más cercana a sus vecinos asiáticos y menos neoliberal. Una deriva que se encontró con la abierta hostilidad de la administración de Barack Obama, quien forzó el mantenimiento de las bases estadounidenses en Okinawa, provocando de paso una crisis de gobierno.

Esta relación de interdependencia entre Estados Unidos y Corea del Norte también es desigual. Los norcoreanos han vivido bajo la amenaza de un ataque estadounidense desde mucho antes que desarrollaran un programa nuclear propio. La amenaza pareció tomar forma en 2002, cuando George W. Bush incluyó a Corea del Norte en el eje del mal, junto con Iraq e Irán. Esta política agresiva precipitó el abandono de Corea del Norte del Tratado de No Proliferación Nuclear en enero de 2003, después de que Estados Unidos hubiera acusado al país asiático de tener un programa clandestino de enriquecimiento de uranio. Ese mismo año, el régimen de Pyongyan sacó sus propias conclusiones acerca de la invasión de Iraq: sin armas nucleares, un país tan pobre e insignificante como Corea del Norte sería el siguiente en la lista.

En las negociación entre seis partes (Estados Unidos, China, Rusia, Japón y las dos Coreas) sobre la desnuclearización de la península, Estados Unidos -poco dispuesto a ceder posiciones en Asia- detenta la principal responsabilidad. Cada vez que Estados Unidos ha mostrado una mayor disponibilidad para el acuerdo (como en 1994 o en 2007), Corea del Norte ha respondido positivamente. Lejos de la caricatura que facilita su propia retórica, en cuanto se le abre una puerta el gobierno norcoreano estrecha lazos con su vecino del sur y emprende reformas económicas como la que se concretó en julio de 2002 (que permitió una liberalización de los precios agrícolas y una menor centralización estatal). Por su parte, Japón ha mostrado que puede llegar a contar con un gobierno dispuesto a curar viejas heridas si el clima regional es favorable. Finalmente China, principal aliado de Corea del Norte, no está interesada en una proliferación nuclear en la región (particularmente en Japón y Taiwán) y, en principio, tampoco en una guerra. En junio Immanuel Wallerstein resumía la posición china y expresaba un presentimiento:

"Es obvio que China quiere que todos se calmen, y mantener la calma. El problema es que llevar las cosas al límite puede ser un juego peligroso cuando el mundo –su geopolítica y su economía– está tan caótico y volátil. Podrían ocurrir accidentes. Algún oficial militar, en alguna parte, con el dedo en el gatillo, puede cometer algún error –accidental o deliberadamente."

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Escrito por: Samuel.2010/11/24 15:21:59.893000 GMT+1
Etiquetas: immanuel-wallerstein estados-unidos nuclear corea-del-sur corea-del-norte china | Permalink | Comentarios (6) | Referencias (3)