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2011/12/16 19:33:17.326000 GMT+1

La desintegración europea


Brusselse Onafhankelijke Strijdkracthen / Forces Independantes Bruxelloises. Canvascollectie, Ed. 2010, Bozar. Autores: Sergej Culumarevic & Jeremy Marchant.

Extraña sensación la que deja esta fotografía. Milicianos parecen "ocupar" el corazón financiero de Bruselas. En realidad, plantea la hipótesis de una Bélgica desmembrada e inmersa en el enfrentamiento intercomunitario, como sucedió tras el fracaso del último experimento federal europeo digno de tal nombre: Yugoslavia. El espectro de una guerra entre naciones es la amenaza a la que siempre se refirieron los federalistas europeos, tras el trauma que dejaron las dos grandes guerras del siglo XX. Este escenario ya no nos parece plausible hoy (¡Bélgica además ya tiene gobierno!), aunque el conflicto social y político pueda adoptar nuevas formas violentas. Pero de momento los gritos de Casandra buscan sobre todo lograr determinados objetivos. El miedo viene siendo en los últimos tiempos el arma negociadora definitiva y provoca bruscos vaivenes. De la desintegración apocalíptica de hace unos días al supuesto gran salto federalista hacia adelante de la reciente cumbre europea. ¿Qué hay de cierto en todo esto?

Veamos qué se acordó en el Consejo Europeo de 9-10 de diciembre:

  • El Tratado de Lisboa -caduco antes de entrar en vigor- no se cambia. El Reino Unido lo rechazó al tensar la cuerda negociadora demasiado, regalando a Francia un acuerdo intergubernamental, que era lo que en el fondo deseaba, por más teatro que haga para consumo interno. Los británicos quedan fuera del futuro tratado, por lo que poco podrán influenciar en su contenido. Ni siquiera se emplean las herramientas previstas de "cooperaciones reforzadas" y las "cooperaciones estructuradas" que permiten multiplicar redes de integración más intensa entre un número más limitado de miembros.
  • Este acuerdo intergubernamental, si llega a aprobarse, será firmado por los miembros de la eurozona y por otros seis Estados miembros más Croacia, que ingresará en la UE en 2012. República Checa, Hungría y Suecia es posible que se adhieran con condiciones y salvaguardias (algo que no podrá negociar el Reino Unido).
  • El futuro tratado consagrará una mayor integración económica y presupuestaria pero en el sentido que exige Alemania: los presupuestos deberán estar en equilibrio o en superávit y el déficit estructural anual no deberá sobrepasar el 0,5 % (ya tenemos cifra para la ley que aplique la reforma del artículo 135 de la Constitucion). Los Estados de la eurozona deberán aplicar esta exigencia en sus respectivas constituciones (España ya lo hizo), presentar sus presupuestos nacionales con antelación a la Comisión para su revisión y también tendrán que anunciar con carácter previo sus planes de emisión de deuda.
  • Desde que un miembro de la eurozona supere el 3% de déficit presupuestario habrá sanciones automáticas -por definir-, a menos que se oponga una mayoria cualificada de Estados de la zona euro. 
  • No queda claro el papel de las instituciones europeas. En principio la Comisión Europea y el Tribunal de Justicia serán los encargados de aplicar estas medidas fiscales. La fiscalidad pasa de este modo del ámbito de lo político al de lo meramente administrativo.
  • Otro acuerdo intergubernamental es el que creó el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE); ahora se acelera su entrada en vigor a julio de 2012 y se sustituye la unanimidad por una mayoría ponderada del 85% en la toma de decisiones. Se mantiene la complejidad en los mecanismos de "rescate", con diferentes procedimientos, instituciones intervinientes y tiempos de desembolso (aunque con las mismas condicionalidades). Por ejemplo, los Estados de la eurozona y otros proyectan poner a disposición del Fondo Monetario Internacional (FMI) recursos adicionales, hasta los 200.000 millones de euros.

Decía Yann Moulier Boutang antes de la cumbre que con la generalización de la "regla de oro" del déficit cero "los Estados perderán el último margen que les quedaba. Ya no podrán emitir moneda ni financiar sus déficits. Ahora bien, estas funciones no pueden desaparecer, por lo que tendrán que desplazarse directamente al nivel europeo." Sin embargo, el Consejo Europeo no acordó ninguna posibilidad de mutualizar la deuda. Y el propio Mario Draghi, nuevo presidente del Banco Central Europeo (BCE), ha reiterado que su institución no piensa comprar masivamente bonos de deuda pública hasta que no se aplique el ajuste rigurosamente. Tampoco se prevé una reconversión de la deuda soberana por medio del BCE, como propone Yannis Varoufakis. Nada sobre la implantación -no la mera petición en el G20- de un impuesto a las transacciones financieras; sobre la instauración de una mínima protección social. Dicen que se avanza poco a poco, pero es que la tendencia que se percibe es la contraria. Para el Consejo, "la nueva gobernanza económica debe complementarse con una mejora de la supervisión de las políticas sociales y de empleo, particularmente las que puedan tener un impacto en la estabilidad macroeconómica y en el crecimiento económico." Prioridad al pago de la deuda, como dice nuestra renovada Constitución. Y se descartan más quitas: "por lo que a la participación del sector privado (PSP) se refiere, hemos cambiado sustancialmente nuestra doctrina: (...) ha sido oficialmente abandonado", declaraba Herman Van Rompuy.

Si algo se federaliza es la impostura neoliberal, que consiste en "hacer crecer la deuda privada para cubrir las necesidades sociales al ritmo del descompromiso de los Estados, hasta que estos se ven obligados a salvar los bancos que se queden sin aliento." (Y.M.Boutang). Por "necesidades sociales" entiéndase la base social necesaria para la producción de riqueza en el capitalismo contemporáneo. La economía de la deuda permite una concentración de poder y un control social inigualables. Algo nada despreciable en estos tiempos revoltosos. Y los Estados pretenden valerse de ella sin perder sus prerrogativas soberanas en un dificil encaje de bolillos. 

Especialmente los poderosos. Porque si la Comisión Europea se esfuerza por preservar la lógica neoliberal, el gobierno de Alemania y otros no se quedan atrás. Alemania encima es acreedora y la que pone las condiciones del crédito. Con superávit en su balance por cuenta corriente, altas tasas de ahorro y su equilibrio presupuestario, Alemania tuvo -al menos al principio- un amplio margen de maniobra para estimular su economía y reorientar al Banco Central Europeo (en el fondo no tan independiente). Si no lo hizo es por razones puramente políticas, no contables. El gobierno de Angela Merkel quiso aprovechar -cuando no lo fomentó directamente- la escalada de la tensión financiera para imponer en toda Europa las políticas de ajuste (por ejemplo, Francia y Alemania conocieron la amenaza de Standard & Poors de degradar la nota de toda la eurozona antes de su filtración por el Financial Times). Además, en los últimos años se han sucedido las señales de la búsqueda, por parte de las elites alemanas, de una mayor autonomía en política exterior. Por un lado se distancia de la intervención anglofrancesa en Libia, mientras que por el otro se acerca a Rusia, proceso que ya iniciara Gerhard Schröder antes de que fuera fichado para dirigir el proyecto gasístico de Nord Stream, recientemente inaugurado y en el que también participa Francia. 

La "nueva Europa", la de la "nueva gobernanza", se asemeja a un curioso federalismo "renacionalizado", que acelera la transformacion del welfare (Estado del Bienestar) en workfare (trabajar más para cubrir individualmente el riesgo social, como sucede con el repago) mientras los más ricos se apropian de más riqueza . El "gran proyecto (aunque aún incompleto) de unión económica" que celebran Xavier Vidal-Folch y otros oculta por tanto un proceso de segmentación nacional y de recentralización geopolítica que, al tiempo que transfiere recursos de las zonas periféricas a las centrales genera una competencia por delimitar zonas de seguridad y prosperidad frente a zonas en proceso de forzado empobrecimiento, lo que marca un punto de inflexión tras dos décadas de convergencia regional (siendo cierto que se financiaron muchos proyectos con fondos estructurales de dudosa utilidad socio-medioambiental). Pero estos supuestos refugios son frágiles y las fronteras, siempre móviles en una economía financiarizada.

Así pues, asistimos al agotamiento de una cierta idea de Europa. La Europa de Maastricht agoniza hoy como ayer lo hicieron otros intentos -mucho más modestos- de integración regional surgidos en momentos álgidos del neoliberalismo - Mercosur (1991), Comunidad Andina (1996)- y que pronto mostraron sus insuficiencias. Pero no se aprecia todavía un impulso integrador y liberador alternativo. En América Latina hay algo de eso (Unasur, Celac), aunque allá estén también limitados por el protagonismo de los gobiernos y por la hegemonía brasileña. 

La Europa del capital acumula demasiadas palabras prostituidas: democracia, unión, libertad, federalismo, solidaridad, común. Quienes saquean en su nombre nos invitan a odiarlas y a que rebusquemos en el basurero de la historia, con consecuencias impredecibles y posiblemente nefastas. No permitamos que sus corruptores cedan el paso a quienes desean ser sus verdugos. Si quienes insisten en vivir mejor que otros no nos dejan vivir bien -en el sentido que le dieron algunos aymaras y algunos helenos- inventemos otra cosa con otro nombre, otras instituciones, con la que podamos reírnos de los miedos y de las fronteras que nos imponen hoy. ¿Cómo construir sobre la potencia de las conexiones que se han creado en los últimos meses? ¿Cómo evitar un paisaje gris de hombres que se temen y se vigilan los unos a los otros?

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Escrito por: Samuel.2011/12/16 19:33:17.326000 GMT+1
Etiquetas: unión_europea democracia gobernanza nacionalismo déficit federalismo miedo neoliberalismo crisis ajuste euro | Permalink | Comentarios (3) | Referencias (2)

2011/12/06 21:59:5.624000 GMT+1

Una tragedia indígena

Los periodistas brasileños Ricardo Mendonça y Mariana Sanches publicaron hace poco en la revista Época un gran artículo sobre la situación de los indígenas guaraní-caiovás, junto con las fotografías de Filipe Redondo. Traduzco este texto, sobre modernizaciones estatales, culturas desgarradas, comunes, propiedades privadas y favelas entre mares de soja y asfalto. Los subrayados y enlaces son míos.

Una tragedia indígena -  Ricardo Mendonça y Mariana Sanches


Favela indígena

Además de la red de alcantarillado, el arroyo que usan los niños pueden recibir los plaguicidas drenados desde las plantaciones de soja en la región. Llamado por algunos "confinamiento", el lugar se convirtió en una especie de favela indígena. Fotografía: Filipe Redondo.

En los márgenes de la BR-463, entre Dourados y Ponta Porã, al sur de Mato Grosso do Sul, la indiecita Sandriele, de 2 años de edad, pasa el día entero acostada en un colchón viejo y podrido bajo la lona de una tienda escaldada. El campamento se llama Apikay. Con una docena de tiendas parecidas, está una estrecha franja que separa la cerca de un cañaveral del arcén de la autopista. La familia entera de Sandriele vive allí desde hace ocho años, mantenida con las canastas básicas que da el gobierno. La líder religiosa del grupo, la india Damiana, reivindica el bosque que se sitúa exactamente al otro lado de la autopista, a pocos pasos del campamento. Ella, hijos, nietos y añadidos pasan los 365 días del año totalmente desocupados, apenas miran hacia el lugar que consideran sagrado. Y escuchan el ruido irritante de los coches, guaguas y camiones que pasan a más de 100 kilómetro por hora. “Mis padres y mis abuelos están enterrados allí”, repite, rodeada de niños, mirando al otro lado de la carretera. En las tres visitas que Época hizo al campamento, siempre durante el día, indios adultos de la familia de Damiana y Sandriele parecían alcoholizados. En septiembre de 2009, a las tiendas les prendió fuego gente extraña al grupo y un indio fue tiroteado. El fiscal Marco Antonio Delfino, del Ministerio Público Federal (MPF), considera el ataque como “tentativa de genocidio”.

Amenazas, tiros, broncas y asesinatos son apenas algunas de las manifestaciones del estado precario en que viven los indios de la etnia guaraní-caiová. Esparcidos por Dourados y poco más de 20 municipios de alrededor, se trata de la mayor población indígena del país, entre las 220 etnias conocidas. Son 45 mil personas instaladas en la periferia de las ciudades de tamaño medio, en algunos fundos de granjas productoras de soja o caña, en tiendas de lona improvisadas al borde de las carreteras y en zonas demarcadas como islas que, sumadas, somadas, totalizan 42.000 hectáreas. Si todos los guaraní-caiovás estuvieran concentrados en un mismo lugar, esa ciudad indígena tendría una población mayor que el 89% de los municipios brasileños. Los indicadores sociales y de violencia de esta población, reunidos por el Conselho Indigenista Missionário (Cimi), vinculado a la Iglesia Católica, son los siguientes:

· con la segunda población indígena del país, Mato Grosso do Sul es el Estado líder en asesinatos de indios. Supera la suma de todos los demás juntos. En los últimos ocho años, se produjeron 250 homicidios de indígenas en el Estado, frente a 202 en el resto de Brasil. Casi todas las víctimas eran guaraní-caiovás;

· entre los guaraní-caiovás hay un absurdo índice de suicidios. Entre 2003 y 2010, el 83% de los suicidios de indígenas los cometieron individuos de ese grupo (176 casos, frente a 30 en el resto de Brasil). En la historia reciente de la etnia también se registran suicidios de niños, algo rarísimo en cualquier lugar;

· el hambre todavía persigue a los guaraní-caiovás. En 2005, se produjo un brote de muerte de niños por desnutrición. Ahora la escasez viene enmascarada por la distribución de las canastas básicas por el gobierno. La Funai estima que el 80% de los guaraní-caiovás dependen de ellas para sobreviver. La mortalidad infantil es de 38 muertes por cada 1.000 nacimientos, frente a una media de 25 en el resto de Brasil;

· si sumamos todo, la esperanza de vida de un guaraní-caiová es de 45 años, frente a 73 de los brasileños en general. Se trata de un patrón igual al de Afganistán, país que, en el último informe de Naciones Unidas, apareció en la 8ª peor posición en una lista de 195. A pesar de vivir una situación de guerra, un iraquí nacido hoy debería vivir 14 años más que un guaraní-caiová. Un bebé haitiano vivirá 16 años más.

Además del Cimi, del MPF y de los antropólogos, la tragedia de esta población ya fue denunciada por diversos organismos internacionales, como la ONU y Amnistía Internacional. No se trata de un problema desconocido por las autoridades brasileñas. Poco después de dejar el Ministerio de Medio Ambiente, la senadora Marina Silva (PV-AC) envió una carta al entonces presidente Lula alertando sobre la “crisis humanitaria más grave” en la región. Igualmente enfática fue la fiscal general adjunta de la República, Deborah Duprat. Ella ya calificó la situación como “la mayor tragedia conocida en la cuestión indígena en todo el mundo”.

La causa esencial de la violencia en la región es producto de un conjunto de errores históricos cometidos por el Estado brasileño. Entre 1915 y 1928, ignorando el modo de vida de los guaraní-caiovás, el Servicio de Protección de los Indios (SPI), luego sustituído por la Funai, delimitó ocho pequeñas reservas al sur del Estado. Decía que esos espacios serían suficientas para albergar indios de diferentes etnias y grupos familiares que vivían esparcidos por la región. Las ocho zonas suman 18.000 hectáreas. “Mezclaron a grupos diferentes, alejaron a otros de sus lugares sagrados, los tekohás (lugar para nacer y morir en la cultura guaraní). Esto generó y continúa generando muchos conflictos entre los propios indios”, dice la antropóloga Lucia Helena Rangel, profesora de la Universidad Pontificia Católica de São Paulo.

Dentro de las ocho áreas, el SPI impuso reglas de conducta militar, creó milicias indígenas, apoyó el ingreso de misiones evangélicas y favoreció a los indios de la etnia terena, en detrimento de los guaraní-caiovás, en la distribución de lotes y en la jerarquía de las instituciones.

Mientras procuraba aculturar a los indios, el gobierno decidió colonizar la región, incentivando la migración de campesinos de otros Estados mediante una gran distribución de títulos de propiedad. Esa política comenzó después de la Guerra del Paraguay, a finales del siglo XIX, y ganó fuerza durante el primer gobierno de Getúlio Vargas (1930-1945), cuando se distribuyeron ampliamente lotes de 30 hectáreas. Gran parte de esa reforma agraria se hizo en terrenos tradicionalmente ocupados por los indios.

Y es ahí que reside la gran particularidad del litigio indígena en el Mato Grosso do Sul. Al contrario de lo que ocurre en el norte del país, donde muchas tierras fueron ocupadas, los hacendados (fazendeiros) de la región de Dourados tienen títulos legítimos de propiedad. Ese hecho, piedra angular de la defensa de los productores rurales, no lo cuestionan ni los más aguerridos militantes de la causa indígena. “Los proprietarios aquí tienen títulos, algunos centenarios”, dice Eduardo Riedel, presidente de la Federação da Agricultura e Pecuária do Mato Grosso do Sul (Famasul).

Al principio, con una baja densidad de población, bosques extensos y propiedades rurales todavía pequeñas, los conflictos entre indios y hacendados eran puntuales. No todos los guaraní-caiovás fueron desplazados a las ocho reservas. Muchos permanecieron en el bosque, convivían y recibían pequeños favores de los hacendados. “Entre las décadas de 1950 y 1980, en la implantación de las haciendas, varios guaraní-caiovás trabajaron en despejar el bosque de la región que habitaban”, escribió el antropólogo Tonico Benites, caso raro de guaraní-caiová con formación superior – hoy hace el doctorado en la Universidad Federal de Río de Janeiro.

En las últimas dos décadas, todo cambió. Con la desforestación generalizada, el agigantamiento de las propiedades y la mecanización, los indios que todavía estaban en el bosque fueron exprimidos en los fundos de las haciendas o forzados a  mudarse hacia una de las ocho reservas, que a esas alturas, ya estaban superpobladas. Una investigación que citan los antropólogos da una idea de la brutal transformación que se produjo en la región en las últimas décadas. En los años 1970, en la ciudad de Ponta Porã, en la frontera con Paraguay, había cerca de 450 madereras operando. Hoy en día, hay dos. La actividad prácticamente dejó de existir, porque ya no hay más bosque que cortar. Quien recorre las autopistas de la región ve kilómetros y kilómetros planos de soja, caña y pasto, solo interrumpidos por mechones de bosque, una reserva legal del 20% que toda hacienda debe tener.

A partir de ahí, la situación de los guaraní-caiovás comenzó a deteriorarse de forma acelerada. Varias familias que temían ir a las reservas, o no querían alejarse mucho de sus áreas tradicionales, pasaron a montar campamentos al borde de la autopista: es el caso de la familia Damiana. Son los lugares donde la miseria se vuelve más evidente.

Otras decidieron retornar al área tradicional. “Quien no soporta quedarse en los arcenes de la autopista o confinado en una reserva superpoblada intenta reocupar su tekohá”, dice el científico político Egon Heck, del Cimi. Tratados como invasores por los hacendados, esos indios intentan ir hacia lo que quedó de bosque en la hacienda. Es el caso del grupo Laranjeira Nhanderu, que hasta hace poco tiempo estaba acampado en un canal de la BR-163. Después de que murieran dos niños por desnutrición, dos por atropellamiento y dos por suicidio, el grupo, compuesto por 100 indios, atravesó cerca de 1 kilómetro de soja hasta alcanzar el bosque donde se intentan organizar. Hace algunos días, terminaron la estructura de su casa de oración. El próximo paso es hacer una cubierta de paja. El caso está en la justicia.

Desde la década de 1980, el gobierno delimitó, de forma fragmentada, otras 24.000 hectáreas para los guaraní-caiovás, sumando los actuales 42.000 hectáreas de la etnia. Es poco cuando se compara ese total con el área reservada para otros pueblos, incluso dentro de Mato Grosso do Sul. En la región centro-oeste del Estado, cerca de 3 mil indios caduveos están en una reserva de 538.000 hectáreas. Mientras cada guaraní-caiová posee, de media, 0,9 hectáreas; cada caduveo dispone de 179 hectáreas. La propia historia de los caduveo prueba que el problema actual de los guaraní-caiovás tiene su origen en errores del pasado. Conocidos como indios caballeros, los caduveos garantizaron los límites de su tierra en un acto firmado por D. Pedro II en agradecimiento del apoyo que dieron a las tropas brasileñas en la Guerra del Paraguay. Hoy viven mejor que los guaraní-caiovás. 


La mayor concentración de guaraní-caiovás está en la reserva de Dourados, la más problemática de las ocho demarcaciones iniciales. A diez minutos del centro de la ciudad, el lugar se convirtió en una especie de favela indígena, con una historia abundante de degradación social. Son 3.500 hectáreas para 14 mil indios, de 40 grupos familiares de las etnias guaraní-caiová y terena. Se estima que entre el 10% y el 15% de las familias tienen problemas con el alcohol u otras drogas. El lugar es sede de las denuncias de violación e incluso venta de niños.  Antiguamente, la vigilancia policial la realizó una milicia indígena tutelada por la Funai, cuya actuación se vio empañada por acusaciones de abusos. “Cuando las milicias dejaron de existir, en 1988, quedó un limbo jurídico que dejó la zona totalmente desprotegida”, dice el fiscal Delfino. “La policía del Estado decía que no podría entrar en el área federal. La Policía Federal (PF) decía que su función no era hacer patrullas.” Este vacío, combinado con la relativa proximidad con Paraguay, volvió la reserva atractiva para el narcotráfico. Solo en este año el MPF consiguió firmar un convenio con la PF y la Fuerza Nacional para realizar patrullas diarias.

Los residentes de mayor antigüedad reclaman que la cultura indígena ha ido perdiendo terreno. Un estudio de la investigadora Graciela Chamoro identificó 38 lugares de culto evangélico en el área. El más fuerte, dicen los residentes, es la pentecostal Dios es Amor. Hay otra reclamación contra la presencia de una cantera cerca de un kilómetro de uno de los extremos de la reserva. La curandera india Floriza Silva dice que su compañero perdió parte de la audición por culpa de las explosiones. La casa de oración de la familia se vino abajo, incidente que todos atribuyen a las sacudidas del suelo. Hoy solo quedan los pilares. Una investigación del MPF mostró que la licencia de la cantera es legal.

Al borde de la carretera MS-156, que corta la reserva de Dourados en medio, es posible encontrar niños jugando en un río sucio que, además de las aguas residuales, puede recibir pesticidas de las plantaciones de soja. “No sé si eso hace daño”, dice la tía de uno de ellos mientras observa. Una de las mayores muestras de la desconexión entre las demandas del lugar y las iniciativas del poder público fue la construcción de un centro olímpico indígena, con un coste de casi 2 millones de reales. La instalación, con una placa del gobernador André Puccinelli (PMDB), tiene pista cubierta, vestuarios, campo de fútbol, pista de carreras pavimentada y esculturas coloridas con enormes flechas pegadas al suelo, representación que guarda poca relación con la cultura guaraní-caiová. Entregada hace menos de un año, la villa olímpica permanece abandonada. Los indios dicen que nunca fueron consultados sobre su contrucción. “Creo que era mejor aplicar ese dinero en salud, educación o en la agricultura, ¿no?”, dice el indio Estevam Martins, que tiene una casa al lado. Mientras se terminaba la villa, el MPF demandaba judicialmente a la prefectura de Dourados por no haber aplicado 1,8 millones de reales enviados por la Unión para programas de salud en la reserva. 

Hasta hoy nadie sabe cartografiar los límites de las áreas ocupadas originalmente por los guaraní-caiovás. La Constitución de 1988 dice que todas las áreas indígenas del país deberían ser identificadas, delimitadas y demarcadas por el gobierno en cinco años. Como en el caso de los guaraní-caiovás apenas se hizo una parte residual de todo este trabajo, el MPF acusó al gobierno por el retraso. El resultado, en 2008,  fue la creación de seis grupos de trabajo compuestos básicamente por antropólogos. Estos grupos deberían escudriñar 26 municipios para identificar y delimitar el territorio indígena, además de hacer una investigación agraria para encontrar a los propietarios de las áreas.

Los informes de los grupos de trabajo, que deberían haber sido entregados en abril de 2010, no se habían completado hasta hoy. Diversos productores, temiendo perder sus tierras, acudieron a los tribunales para bloquear los trabajos. De acuerdo con Famasul, en los 26 municipios están el 30% de los establecimientos agropecuarios del Estado, que, juntos, producen el 25% del Producto Interior Bruto del Mato Grosso do Sul. En las ciudades, el clima fue de histeria. Se difundió el rumor de que todas las 26 ciudades serían expropiadas integralmente. Incluso una asociación de panaderos se manifestó en contra. Hacenderos en el extremo norte del Estado, a centenares de kilómetros del área en disputa, comenzaron a armarse para expulsar a los guaraní-caiovás de sus tierras. Con el alboroto y el aumento de la violencia, los antropólogos interrumpieron los estudios alegando falta de seguridad. Una investigadora dijo que le apuntaron con un rifle en su cabeza durante una visita de reconocimiento.

“Con el pánico de la población, el racismo contra los indios se volvió explícito”, dice el juez Antônio Braga Júnior, auxiliar de la presidencia del Consejo Nacional de Justicia, órgano que creó una comisión para intentar destrabar los 126 processos judiciales entre indígenas y hacendados en la región. “Son vistos como parias de la sociedad, no reciben una protección efectiva y son discriminados en su búsqueda de empleos, puestos de trabajo en hospitales y otros servicios.” La geógrafa Juliana Mota, que enseña en una escuela indígena en cuanto concluyó su maestría, da un ejemplo de cómo se manifiesta el prejuicio. “Sabemos que hay restaurantes que compran mandioca de los indios porque es más barato, pero no lo divulgan por miedo a perder clientes”, dice.“Algunos hablan al indio para que no entregue el producto en el restaurante, pues no quieren que los indios sean vistos por allí. Piden que las entregas se hagan en casa.” En las ciudades, muchos se refieren a los guaraní-caiovás como “bugrada” o “indios paraguayos”.

No município de Rio Brilhante (MS), em maio, um grupo guarani-caiová que estava precariamente acampado na beira da BR-163 atravessou a plantação de soja e reocupou a mata que fica a cerca de um quilômetro da rodovia.  (Foto: Filipe Redondo (novembro/2011))

Jornada - Cuando llegan de la escuela después de que les deje la guagua, los niños indígenas necesitan cruzar cerca de un kilómetro de soja hasta llegar al campamento Laranjeira Nhanderu, área recién ocupada (Foto: Filipe Redondo).

En una visita a Dourados, el ex-ministro de Agricultura Wagner Rossi (PMDB) llamó a los guaraní-caiovás “indios nómadas” y afirmó que la demarcación de tierra indígena en la región “pone en riesgo el derecho de propiedad y se enfrenta con la Constitución”. Completó el razonamiento con la conclusión siguiente: “Nunca vi negocio que invade la propiedad ajena para producir 1 kilo de habas”.

Hace 15 días, el cacique Nizio Gomes, curandero del campamento Guaiviry, en el municipio de Aral Moreira, desapareció. Según los testimonios, fue asesinado por pistoleros y llevado en una camioneta. El crimen tuvo una repercusión internacional y llevó a una comitiva del gobierno federal a la región. Hace una semana, las autoridades pudieron comprobar in situ el tenso clima que domina la zona. Acompañado de un grupo de indios, el secretario de Articulación Social de la Secretaría General de la Presidencia de la República, Paulo Maldos, retornaba de una visita a otro campamento cuando fue sorprendido por dos camionetas. El ocupante de una de ellas comenzó a pedir identificaciones y a sacar fotos de los integrantes de la comitiva, algunos de ellos bajo régimen especial de protección de la Secretaría de Derechos Humanos. Otro filmaba el movimiento. Se aproximaron más camionetas. Visiblemente nervioso, Maldos comenzó a discutir con los hombres. Sin interrumpir la grabación, respondieron con ironías. No parecían intimidados ni cuando se aproximaron agentes de la Fuerza Nacional, que garantiza la seguridad de la comitiva. Una parte del vídeo, grabado por uno de los ocupantes de las camionetas, está en epoca.com.br. Fue enviado a la redacción tres días después del incidente por Riedel, presidente de Famasul.

Muchos temen por el deterioro de la situación en el instante que se divulguen las áreas que deben delimitarse. La previsión es que los primeros informes salgan este mes. Más optimistas, otras autoridades implicadas en este asunto piensan que podrán enfriarse los ánimos, pues según las estimaciones iniciales, el área total identificada (cerca de 600 mil hectáreas) es mucho menor de lo que estiman las especulaciones alarmistas.

La apuesta por resolver el litigio es que se encuentre una vía legal para indemnizar a los hacendados por las áreas delimitadas. Sería la única manera de contemplar a los dueños de títulos auténticos sobre la tierra. El problema es la ley. La Constitución solo permite la indemnización en programas de reforma agraria o demarcación quilombola. Para las tierras indígenas, se presume la posesión ancestral de los indios y de la Unión. En el Congreso, un Proyecto de Enmienda Constitucional intenta abrir una vía para las indemnizaciones. La semana pasada, la Asamblea Legislativa aprobó un acuerdo entre indios y hacendados. “Algunos propietarios aceptarían irse desde que reciban por la tierra”, afirma Riedel. “Otros, tal vez no. Tienen el derecho de no vender. Pero es tanta la conmoción que nadie tiene interés en mantener el conflicto”.

Índios (Foto: reprodução)

 

Índios2 (Foto: reprodução)

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Escrito por: Samuel.2011/12/06 21:59:5.624000 GMT+1
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2011/12/01 08:25:44.186000 GMT+1

Zizek reloaded



Extractos de la intervención de Slavoj Žižek en Bozar, Bruselas, el 28 de noviembre de 2011.

Lleno hasta la bandera el lunes por la noche en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas (Bozar) para escuchar al filósofo esloveno Slavoj Žižek, pese a que la conferencia era de pago y exclusivamente en inglés. Muchos jóvenes universitarios, sobre todo de lengua neerlandesa (al igual que los organizadores del encuentro y los serios académicos que lo introdujeron a la audiencia). ¿Pura novelería por ver al gurú que más cotiza en el firmamento intelectual de las izquierdas? Así vendieron el evento: "¡Una oportunidad única para ver trabajar a esta gran mente!" Y Žižek encantado en el papel de hombre espectáculo, con su contradictoria mercantilización como producto destinado a un específico nicho de mercado. Pero me parece que si asistió tanta gente fue por el peculiar momento histórico que vivimos en Europa, por este sentimiento apocalíptico que oprime a unos y revuelve a otros. En cualquier caso, quienes no conozcan al filósofo y hayan ido a verle buscando respuestas habrán salido defraudados: lo propio de Žižek es plantear preguntas, o más bien, provocarnos para que cuestionemos la manera en que nos planteamos los problemas. Y esto lo logra de una manera muy amena.

En su conferencia Slavoj Žižek eligió como tema La lucha por el legado europeo. El prolífico escritor defendió la necesidad de defender y luchar por la idea de Europa frente a la apropiación tecnocrática liberal y los fascismos de nuevo cuño. Para ello, básicamente refundió textos e intervenciones pasadas. Comenzó recordando el himno de la Unión Europea, el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven -más conocido como "Himno de la alegría"-, como ya hiciera en diciembre de 2007 tras la aprobación del Tratado de Lisboa. Del mismo modo que este himno sirvió tanto para celebrar la unión de Europa como el nazismo o el régimen supremacista blanco de Ian Smith en Rhodesia, Europa también ha acabado por ser un "significante vacío" que puede rellenarse con cualquier cosa. Es preciso dotar de contenido real a la celebración abstracta de la hermandad y la unidad, y ahí está la marcha turca que introduce Beethoven en un momento de su pieza para recordarnos cómo en esa fiesta se excluyó "lo turco". Al margen del riesgo de los integrismos xenófobos o religiosos, a Žižek le preocupa especialmente la consolidación de un capitalismo autoritario no muy diferente en el fondo de lo que hace China, cuya dirigencia burocrática está mostrando una eficacia temible a la hora de gestionar la explotación y los conflictos sociales que la cuestionan.

En medio de un recorrido extenso y desordenado por los objetos habituales de sus invectivas (como la ecología de consumo, o cierta forma de concebir el activismo), Žižek dedicó un rato para hablar del movimiento Occupy y de los indignados españoles, siguiendo la línea de artículos recientes (citas de G.K. Chesterton incluídas). Para él, limitarse a formular demandas mientras se rechaza toda representación constituye una debilidad (pues expresa "una rabia incapaz de transformarse en un programa positivo de cambio sociopolítico"). Hay que evitar que las demandas sean "pragmáticas": "debemos movilizar a la gente por esas demandas, pero es muy importante permanecer alejados del terreno pragmático de las negociaciones y las propuestas "realistas"." Es preferible "insistir en una demanda concreta que, aunque sea totalmente "realista", trastorna la ideología hegemónica, es decir, que, pese a ser factible y legítima, en la práctica es imposible (por ejemplo, la sanidad universal en Estados Unidos). " Vamos, algo un poco diferente a lo que están haciendo los partidos que pretenden representar estas alternativas. No obstante, a Žižek se le nota cierta incomodidad con estas movilizaciones. Si bien reconoce que se han podido realizar cosas impensables hace un año, en otro lado admite que echa en falta un "estructura fuerte capaz de alcanzar decisiones rápidas e implementarlas con toda la dureza necesaria". ¿Una apelación a las viejas vanguardias o más bien, como dio a entender en la conferencia, un llamamiento a construir nuevas instituciones?.

Difícil de aclarar las ambigüedades que el propio autor fomenta con su gusto por epatar. Sea cual fuere la interpretación que le demos, es posible que opine todo lo contrario. Es este un juego, el de subvertir lo que entendemos como dado y atisbar su contenido profundamente ideológico, en el que es maestro. Más discreto resulta su análisis no tanto de los textos (por ejemplo, un manifiesto indignado de los primeros días, que es lo que usa como base de su argumentación) como de los procesos sociales en curso (por ejemplo, la evolución concreta de las revueltas). No ayuda el formato de este tipo de conferencias masivas. Žižek se limitó a pronunciar su charla y a responder a las preguntas de sus dos colegas académicos (fue entonces cuando mencionó a Lacan). De este modo marca una distancia excesivamente grande con el público. Me quedo con las ganas de escucharlo en un formato más pequeño y amable, en un taller, o en la calle, pero entre iguales.

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Escrito por: Samuel.2011/12/01 08:25:44.186000 GMT+1
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2011/11/27 22:35:33.998000 GMT+1

Paisaje después de la tormenta financiera

Dentro de unos días se cumplirán diez años del corralito argentino, el momento más simbólico -por el modo en que afectó a las clases medias empobrecidas- de la crisis financiera que sufrió entonces aquel país. Los franceses dicen que "comparaison n'est pas raison", pero de las experiencias argentina y latinoamericanas sí que hay lecciones que las elites europeas esconden bajo la alfombra. Sorprende la fidelidad con que los países europeos periféricos están siguiendo el guión argentino: régimen de convertibilidad con el dólar similar a nuestro régimen del euro; duros ajustes presupuestarios que implicaron despidos de funcionarios, recortes generalizados de salarios, supresión de programas sociales y aumento de impuestos indirectos; ley de déficit cero para satisfacer exigencias del FMI (equivalente a nuestra reciente reforma constitucional); rescates del FMI al sistema bancario que favorecieron una fuga de capitales al exterior; recesión y fuerte aumento del desempleo. España estuvo metida hasta las cejas en el desaguisado: empresas españolas privatizadas se internacionalizaron gracias a otras privatizaciones y a la corrupción menemista, mientras que los bancos españoles actuaron como hacen hoy los bancos alemanes. Ironías de la historia, los protagonistas españoles de entonces vuelven ahora a ocupar cargos de gobierno -o empresariales, como Rodrigo Rato- en España, con intenciones de aplicar exactamente las mismas políticas.

En 2005, apenas cuatro años después de la debacle, el cineasta Pino Solanas, hoy diputado, rodó el documental La dignidad de los nadies. Menos didáctica y célebre que su anterior Memoria del saqueo (2004), en esta película Solanas cedió su voz a los nadies que a quienes la tormenta financiera arrebató todo menos su dignidad. Las cámaras muestra un escritor, un maestro de escuela, indigentes, un hospital público degradado, piqueteros y mujeres rurales enfrentadas a la expulsión de sus chacras hipotecadas por los bancos, en un momento en que otros argentinos repatriaban capitales, se hacían de oro con la soja transgénica o especulaban en Puerto Madero. Un recordatorio necesario.

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Escrito por: Samuel.2011/11/27 22:35:33.998000 GMT+1
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2011/11/24 15:30:31.972000 GMT+1

Espejismos

Unos resultados electorales pueden nublar más que aclarar la visión de las cosas. Entre los obnubilados, ocupan un lugar de honor muchos dirigentes y simpatizantes del PSOE. José Luis Rodríguez Zapatero reformó la Constitución, con apoyo del Partido Popular y acto seguido convocó elecciones, asumiendo la previsible derrota de su partido, que también la daba por descontado. La única preocupación del PSOE consistió en salvar los suficientes muebles como para afrontar las próximas elecciones generales con alguna posibilidad de éxito. Los socialistas confían en la dinámica turnista del sistema parlamentario vigente, en la agudización de la recesión económica como consecuencia de los ajustes y en hipotéticos cambios de gobierno en Europa, especialmente en Francia y Alemania. "No tiene que ver con la ideología, sino con el calendario", es el cálculo cínico que hizo Javier Caldera, ex ministro socialista y vicepresidente ejecutivo de la Fundación Ideas, poco antes de las elecciones en una reunión en Madrid. Donde hay ciclos los ciudadanos pintan poco.

Sin embargo, la debacle fue más grande de lo que los asesores vendedores de humo esperaban. Cualquiera que tenga un poco de memoria recordará en qué contexto ganó el PSOE las elecciones de 2004. Recibieron millones de votos de ciudadanos, bastante indignados y movilizados, que no querían volver a ver a la tropa de Aznar ni en pintura, especialmente en Cataluña. El PP, por su parte, entonces perdió únicamente medio millón de votos con respecto a las elecciones de 2000. Solo desde la soberbia o la ceguera pudieron pensar que aquellos votos, y los conseguidos en 2008, representaban una firme adhesión o un cheque en blanco.

Por su parte, el incremento en votos de Izquierda Unida llevó a Cayo Lara a declarar que su partido aspira a "conquistar la hegemonía de la izquierda". Algo que deberá aclarar a otros partidos cuando les propongan alianzas en futuras elecciones. Es cierto que debido al desplome socialista la diferencia entre ambos munca había sido tan corta (si exceptuamos la etapa del PCE). Pero algunos datos matizan seriamente su comprensible entusiasmo. En 1989 la IU de Julio Anguita logró un ascenso similar, aumentando en 800.000 votos los resultados obtenidos en 1986 y colocándose en 1.858.000 votos. Solo que entonces el PSOE perdió 786.000 votos, no 4 millones. Cuando en 1996, año de la primera victoria del PP, IU alcanza 2.639.774 votos (su récord histórico), el PSOE no solo no había perdido votos sino que había mejorado los resultados de 1993 y los de 1986 (de ahí que Felipe González hablara de "derrota dulce"). De modo que si tenemos en cuenta el descalabro histórico que sufrió el PSOE el pasado 20 de noviembre, y el hecho de que el censo electoral es hoy bastante mayor que en 1996, el ascenso de IU resulta relativamente discreto y obliga a ser cautelosos con respecto al futuro.

No es que el paisaje del resto de partidos alternativos no conservadores esté mucho mejor, con la excepción de Amaiur. Irrupciones como la de Equo -otra formación a la que le perjudica el sistema electoral vigente-, con ser importantes tampoco han sido espectaculares. Al margen de las controversias sobre el sistema electoral o la ausencia en los medios de comunicación tradicionales, lo cierto es que en los movimientos contestatarios y en la izquierda predomina la diversidad y la fragmentación, y la palabra "hegemonía" produce urticaria, lo que conduce a resultados inevitables cuando la representación exige lo contrario. Es el mismo muro contra el que se estrellan una y otra vez las izquierdas francesas en las elecciones presidenciales (que exige aún más unidad). En algunas provincias, las precipitadas apuestas por frentes unitarios para conseguir representación se saldaron con un fracaso. Por ejemplo, en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, la coalición de Izquierda Verde Canaria no revalidó los votos que los partidos integrantes habían conseguido apenas unos meses antes (mientras que un partido de ámbito estatal como IUC los mantuvo), lo que nos recuerda además la prudencia que hay que tener a la hora de extrapolar realidades locales a convocatorias de ámbito estatal (y viceversa).

Además de dicha fragmentación, hay cuestiones de fondo que no pueden soslayarse con consuelos estadísticos, como el hecho de que los millones de personas que invirtieron  su "capital político"(perdonen el economicismo) en un valor considerado "refugio" (sic) no sean mayoría en relación con el conjunto de la población. No son mayoría, pero son todavía muchos los que comparten ese "sentido común" que invoca el sufrimiento para alcanzar la salvación.

En Europa, incluyendo la provincia española, asistimos a una aceleración e intensificación -vía shock financiero- en la reconfiguración autoritaria de la institucionalidad política, unas veces con pieles tecnocráticas de cordero y otras con un apoyo popular que no es unívoco. Me remito a lo escrito en este blog. Ojalá que la resistencia a la misma -dentro y fuera de las instituciones existentes- no se limite a quedar bien con la parroquia, produciendo comunicados de rechazo frente a cada nueva agresión mientras se está pendiente de la calculadora electoral. Construir algo nuevo en el desierto ya es de por sí complicado. Mejor si no nos distraemos mucho con espejismos.

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Escrito por: Samuel.2011/11/24 15:30:31.972000 GMT+1
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2011/11/20 16:08:15.662000 GMT+1

Programa, programa

Si las personas votasen en las elecciones parlamentarias estrictamente en función de los programas electorales y no por otras consideraciones (estratégicas o por afinidad), dudo que los partidos de izquierda salieran mucho mejor parados. Por ejemplo, Izquierda Unida detalla tantas medidas y propuestas a lo largo de 83 páginas, que no es difícil plantear objeciones. Otro hecho es más sustancial. Las diversas izquierdas se han preocupado por mostrar en sus programas que hay alternativas, pero resulta que éstas siguen siendo básicamente conservadoras, reactivas: preservar lo público, resistir el chantaje financiero, apelar a una identidad de "izquierdas" (compitiendo en autenticidad), crear más empleos, impulsar la economía llamada "productiva". Para ganar respetabilidad y credibilidad, buena parte del contenido de los programas electorales mantiene el mismo aparato conceptual, hoy en crisis, al que se aferran los grandes partidos, aunque privilegien el papel del Estado. Varios programas incluyen cifras concretas de creación de puestos de trabajo (de dónde salen, no lo sé), al más clásico estilo electoralista. Apenas percibimos lo nuevo surgido de los laboratorios ciudadanos de ideas y cuando aparece lo hace de manera incómoda, como si lo hubieran insertado de manera oportunista: la democracia que se propone ya no es sólo participativa, sino "real" (Izquierda Verde Canaria), la renta básica universal e incondicional queda como un buen deseo (salvo en el programa de Anticapitalistas) a la espera de que "las condiciones" lo permitan (IU); el impuesto a las transacciones financieras aparece como una petición más y no como la base de una nueva fiscalidad; lo "verde" no siempre encaja bien con determinados postulados productivistas; lo común se confunde con lo público, y así sucesivamente.

No pretendo despreciar, ni mucho menos, el trabajo de miles de militantes, que también participan activamente en los movimientos, sino relativizar las virtudes de los programas electorales al uso. Sólo constato que los programas de las izquierdas son también el resultado de una correlación de fuerzas en el que las burocracias de los partidos viejos y los luchadores veteranos de los partidos nuevos mantienen un peso evidente. La lógica representativa impone también sus servidumbres y la participación asamblearia sigue, por lo demás, sin ser muy "wiki". Además Europa, plano político que sobredetermina más que nunca los resultados de las elecciones "locales" estatales, continúa viéndose como una entelequia lejana con la que no se sabe muy bien qué estrategia seguir, al margen del rechazo de determinadas políticas.

Esta noche veremos qué da de sí este capítulo electoral. Lo peor que podría suceder, teniendo en cuenta la apabullante victoria del Partido Popular que se avecina, es una desmovilización posterior como consecuencia de magros ascensos electorales y la pérdida de los espacios de autonomía (social, político, mental) conquistados, allí donde residen la innovación y la ilusión política. La paradoja del ciclo que se abre mañana es la de una mayoría absoluta, sí, pero al mismo tiempo muy debilitada por los vendavales que soplan desde Berlín, Frankfurt, Londres y Atenas. Los recortes sociales y la degradación democrática deslegitimarán aún más el sistema político, por lo que los próximos programas electorales podrían simplificarse y resaltar algo que ya mencionan algunos: la necesidad de abrir un proyecto constituyente que barra el sistema estatal instituido con la transición y el europeo formalizado en Maastricht. En cambio, hay otro programa que los partidos difícilmente podrán poner en práctica, compaginándolo con sus tareas institucionales. El que consiste en ocupar desde abajo los espacios que abandone o privatice el Estado, desarrollando -sin esperar a las próximas elecciones- redes de solidaridad económicas, sanitarias, educativas. El movimiento #stopdesahucios es un paso importante en esta dirección, pero ¿estamos preparad@s para ello?

Escrito por: Samuel.2011/11/20 16:08:15.662000 GMT+1
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2011/11/13 23:10:53.519000 GMT+1

El liberalismo como geocultura

Este año el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein publicó por fin The Modern World System IV, Centrist Liberalism Triumphant, 1789-1914 (University of California Press, 2011), el cuarto tomo de su magna obra El Moderno Sistema Mundo, que inició allá por 1974. Más de veinte años han pasado desde la publicación del tercer volumen, en un año tan significativo como 1989. Desde entonces ha escrito mucho, incluyendo tanto libros importantes como Raza, Nación y Clase (con Étienne Balibar, 1991) como los comentarios quincenales sobre la actualidad internacional que desde 1998 publica en internet. Wallerstein planea escribir un quinto libro, pero dada su avanzada edad (81 años) es posible que no lo termine nunca.

En esta ocasión Immanuel Wallerstein trata del "largo siglo XIX" (es decir, del período comprendido entre la Revolución Francesa y la I Guerra Mundial), aunque los tiempos se solapen entre libro y libro. Como en el tercer volumen ya trató con más profundidad de la Revolución Francesa y de la Revolución Industrial (concepto que critica), ahora opta por centrarse en la formación, por primera vez, de una geocultura del sistema mundo capitalista, que vendrá determinado por la ideología que emergerá triunfante durante el siglo XIX: el liberalismo. Por geocultura Wallerstein entiende un conjunto de ideas, valores y normas que fueron ampliamente aceptados en todo el sistema y que desde entonces han enmarcado la acción social.



Desde luego, no es el primer libro que trata del liberalismo decimonónico. Pero Wallerstein trata de transmitir un argumento propio. Primero, que el liberalismo como ideología, esto es, como "metaestrategia política" (no como un conjunto de ideas o prejuicios, ni como filosofía política), terminó por definirse a sí mismo como centrista, tras haber comenzado a la izquierda del conservadurismo, y al hacerlo acabó por reducir al conservadurismo -a su derecha- y al radicalismo, luego socialismo -a su izquierda- como meros avatares del programa liberal. "Uno siempre puede ponerse a sí mismo en una posicion central simplemente definiendo los extremos como uno desea. Los liberales fueron quienes decidieron hacer esto como su estrategia política básica." Y segundo, que el liberalismo triunfó en tres frentes: en la construcción de un Estado liberal en la potencia hegemónica, el Imperio Británico, y en Francia, que se convierten en modelos para otros Estados y para quienes quieren construir uno; en el desarrollo del concepto de ciudadanía como modo de limitar los efectos de la proclamación de la soberanía popular; y en la creación de las ciencias sociales como forma de entender el mundo real y controlarlo mejor. Esta es una geocultura que comienza a agrietarse tras la la fractura de 1968-70, tras la descolonización y el surgimiento de nuevas formas de conservadurismo y de radicalismo (movimientos antisistémicos) progresivamente desvinculados de los parámetros del liberalismo centrista del que habla Wallerstein. Actualmente nos encontraríamos en un momento culminante de esta crisis.

La opción que toma Immanuel Wallerstein lo enfrentará con no pocas críticas. Para empezar, apenas contiene análisis económicos, pues el autor se remite a los libros anteriores por lo que respecta a su teoría de los ciclos económicos (que Giovanni Arrighi luego adaptó). Más discutible me parece la omisión de la aportación que en las últimas décadas han hecho los estudios postcoloniales y culturales, sobre todo cuando es de ideología de lo que trata el libro. Aunque describe el nacimiento de la antropología y del orientalismo como modos de entender y producir al otro, la modernidad para Wallerstein es un invento puramente occidental. Deja así de lado los trabajos de C.A. Bayly, pero también de Edward Said (citado como de pasada), Gayatri Spivak, Dipesh Chakrabarty y otros, que muestran cómo la modernidad es producto de unas relaciones de poder que se conformaron en interacción con resistencias que se dieron tanto en Europa como en el mundo no europeo (del que apenas habla: son países como Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica y Estados Unidos los analizados). Y es que Wallerstein no parece haber tenido mucho interés en actualizar su bibliografía: el historiador J.R. Macneill observa con razón cómo más del 60 % de las numerosas referencias son trabajos de los años sesenta, setenta y ochenta, mientras que la literatura de la última década apenas representa el 1 %. Cuando habla del racismo y la esclavitud, también ignora el trabajo de Yann Moulier Boutang, pese a haber formado parte del tribunal que aprobó su tesis doctoral sobre la esclavitud y el trabajo asalariado.

Con estas reservas, el libro sintetiza muy bien el desarrollo del liberalismo y su incómoda relación con la democracia, cuestionándonos muchos de los tópicos interesados que hemos heredado. Aquí traduzco una pequeña muestra:

- Sobre el Estado:

"El liberalismo nunca fue una metaestrategia de antiestatismo, ni siquiera del Estado mínimo. Lejos de ser contrario al laissez-faire, "el Estado liberal fue él mismo una creación del mercado autorregulador" (Polanyi, 1957, 3). El liberalismo siempre ha sido al final la ideología del Estado fuerte con la piel del cordero del invididualismo; o para ser más precisos, la ideología del Estado fuerte como el último garante seguro del individualismo."

"Gran Bretaña y Francia habían sido precisamente los dos Estados donde ya se habían creado maquinarias estatales relativamente fuertes entre los siglos XVI y XVIII. Pero estos Estados no tuvieron una gran legitimidad popular, y la Revolución Francesa terminó por minar cualquier legitimidad que pudieran haber tenido. El liberalismo del siglo XIX se planteó como tarea la de crear (recrear, incrementando significativamente) esta legitimidad y cimentar por tanto la fortaleza de estos Estados, internamente y en el sistema mundo."

"Lo más asombroso es que cuando miramos los discursos de las tres ideologías [conservadurismo, liberalismo, socialismo] en este aspecto [relación entre Estado y sociedad], todas parecen tomar partido por la sociedad frente al Estado. Sus argumentos son familiares. Para los liberales acérrimos, era crucial mantener al Estado fuera de la vida económica y reducir su papel en general al mínimo: "Laissez-faire es la doctrina de Estado como Estado mínimo" (Watson, 1973, 68). Para los conservadores el aspecto aterrador de la Revolución Francesa fue no solo su individualismo pero también y particularmente su estatismo. El Estado se vuelve tiránico cuando cuestiona el papel de los grupos intermedios que ordenan la lealtad primaria del pueblo: la familia, la Iglesia, los gremios. Y nos resulta familiar la famosa caracterización de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista (1976 [1848], 486):
"la burguesía, después del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del poder político en el Estado representativo. El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los problemas comunes de toda la clase burguesa."
Estas visiones negativas del Estado no impidieron a cada una de estas tres ideologías que se quejaran de que el Estado, que era el objeto principal de sus críticas, estaba fuera de su control y se encontraba en manos de sus oponentes ideológicos. De hecho, cada una de estas tres ideologías resultaron estar muy necesitadas de los servicios del Estado para promocionar su propio programa."

"Las monarquías absolutas no habían sido Estados fuertes. El absolutismo fue solo el andamiaje en el que Estados débiles buscaban ser más fuertes. No sería hasta la época post-1789 con su atmósfera del sistema mundo de cambio normal y soberanía popular que uno podría construir Estados verdaderamente fuertes - esto es, Estados con una adecuada estructura burocrática y un grado razonable de apoyo popular (que en época de guerra podía convertirse en apasionado patriotismo). "

- Sobre las clases:

"El conflicto de clase y de lucha de clases no fue una contribución de los ideólogos socialistas, mucho menos de Karl Marx. Es una idea santsimoniana, desarrollada y perseguida por Guizot como parte del proyecto liberal. La visión de Saint-Simon de la estructura de clases en el mundo industrial moderno era que había tres clases: los propietarios, los que no tenían propiedad y los sabios. Vio el conflicto de clases entre los "industriales" (los que trabajan) y los ociosos como una fase transitoria, que sería reemplazada por una sociedad armoniosa de clases productivas industriales bajo la égida de los sabios, una visión meritocrática en la cual la vieja aristocracia por nacimiento sería sustituida por una aristocracia del talento (Manuel, 1956; Iggers, 1958b). Para Guizot, el concepto de clase fue un elemento esencial en sus esfuerzos por "legitimar las aspiraciones políticas de la burguesía" (Fossaert, 1955, 60)"

"Ni la burguesía ni el proletariado son esencias eternas. Son creaciones sociales, que reflejan, claro está, una cierta realidad social, que entonces se cosificó. Y como sucede con estos conceptos, fue el estrato dominante, y no el dominado, que inició el proceso de cosificación, contrariamente a lo que suele creerse. Hemos discutido el papel de Guizot, incluso antes de la monarquía de julio, en elaborar el concepto de clase, concepto que había tomado de Saint-Simon. Lo hizo, por supuesto, para justificar el papel político de la burguesía en oposición a la aristocracia. Pero lo hizo también para situar la burguesía (que sintió que con el tiempo se asimilaría a la aristocracia) frente al proletariado, y para distinguir ambos (Botrel y Le Bouil, 1973, 143). Si buscaba droit de cité para la burguesía, y en última instancia el control político total, se oponía específicamente a la inclusión del proletariado. El droit de cité debía reservarse a los ciudadanos activos, esto es, a los propietarios.

Mientras la burguesía evolucionó lentamente hacia la categoría mucho más vaga y más inclusiva de "clase" o "clases medias", también el proletariado evolucionó a la categoría más vaga y más inclusiva de "clase" o "clases trabajadoras". "


- Sobre la ciudadanía:

"La desigualdad es una realidad fundamental del sistema mundo moderno, como lo ha sido de cada sistema histórico conocido. Lo que diferenció, lo propio del capitalismo histórico, fue que la igualdad se proclamó como su objetivo (incluso como su logro): igualdad en el mercado, igualdad ante la ley, la igualdad social de todos los individuos dotados de iguales derechos. La gran pregunta política del mundo moderno, la gran pregunta cultural, ha sido cómo reconciliar el abrazo teórico de la igualdad con la continua y cada vez más aguda polarización de las oportunidades reales de vida y de satisfacciones que ha sido su resultado.

Durante mucho tiempo -durante tres siglos, desde el siglo XVI al siglo XVIII- esta pregunta apenas se planteó en el moderno sistema mundo. Todavía se consideraba la desigualdad como algo natural, y hasta ordenada por Dios. Pero una vez que el levantamiento revolucionario de finales del siglo XVIII transformó el lenguaje de la igualdad en un icono cultural, una vez que los desafíos a la autoridad se volvieron comunes en todas partes, la disparidad entre la teoría y la práctica ya no pudo ignorarse. La necesidad de contener este reclamo cultural, y por tanto de domesticar a las ahora clases peligrosas se convirtió en una prioridad para quienes tenían el poder. La construcción del Estado liberal fue el principal marco que se elaboró para limitar este reclamo.
"

"... el concepto de ciudadano pretendía ser inclusivo, insistiendo en que todas las personas de un Estado, y no solo algunas personas (un monarca, los aristócratas) tenían el derecho de formar parte, y como iguales, del proceso de toma de decisión colectiva en la esfera política. De donde siguió que cada uno debería tener el derecho de recibir los beneficios sociales que el Estado pudiera distribuir. En la segunda mitad del siglo XIX, la existencia de derechos que garantizaban a los ciudadanos vino a componer la definición mínima de lo que constituye un Estado moderno, lo que ahora virtualmente cada Estado reclama ser.

Pero la otra cara del carácter inclusivo de la ciudadanía era la exclusión. Quienes no cayeran en esta nueva categoría de ciudadanos se convirtieron por definición en otro concepto: extranjeros. Los extranjeros de un Estado pueden ser quizás extranjeros de otro Estado, pero no de este Estado. Pero para cualquier Estado, incluso esta exclusión de los extranjeros dentro de sus fronteras no limitaba mucho el número de personas teóricamente incluidas. En la mayoría de los casos, más del 90 por ciento de los residentes del país eran ciudadanos - legalmente ciudadanos, esto es, ciudadanía que ahora era materia de definición legal.

Y este fue precisamente el problema al que se enfrentaron los Estados después de la Revolución Francesa. Demasiadas personas eran ciudadanos. Los resultados podían ser efectivamente peligrosos. La historia del siglo XIX (y la del siglo XX) es que algunos (aquellos con privilegios y ventajas) intentaron continuamente definir la ciudadanía en términos estrechos y el resto respondió buscando validar una definición más amplia. Es en torno a esta lucha que se centró la teorización intelectual posterior a 1789. Es en torno a esta lucha que se formaron los movimientos sociales.

La manera de dar una definición estrecha de la ciudadanía en la práctica, mientras se mantiene el principio en teoría, es crear dos clases de ciudadanos."

"Los intentos por circunscribir el significado de la ciudadanía adoptó muchas formas, y todas ellas implicaban necesariamente la creación de antinomias que pudieran justificar la división entre ciudadanos pasivos y activos. Las distinciones binarias (de rango, de clase, de género, de raza/etnicidad, de educación) son realidades antiguas. Lo que fue diferente en el siglo XIX fueron los intentos por erigir un andamiaje teórico que pudiera legitimar la traducción de tales distinciones en categorías legales, con el fin de que tales categorías sirvieran para limitar el grado en que la proclamada igualdad de todos los ciudadanos se realizara en los hechos.

La razón es simple. Cuando la desigualdad era la norma, no había necesidad de hacer más distinciones entre quienes eran de rango diferente, generalmente, entre los nobles y la gente común. Pero cuando la igualdad se convirtió en la norma oficial, de pronto resultaba crucial saber quién se incluía de hecho en el "todos" que tenían iguales derechos, esto es, quiénes eran los ciudadanos "activos". Cuanto más se proclamara la igualdad como principio moral, más obstáculos -jurídicos, políticos, económicos y culturales- se instituían para evitar su realización. El concepto de ciudadano forzó la cristalización y la rigidificación -tanto intelectual como legal- de una larga lista de distinciones binarias que vinieron entonces a formar los cimientos culturales de la economía mundo capitalista en los siglos XIX y XX: burgués y proletario, hombre y mujer, adulto y menor, el sostén de la familia y el ama de casa, la mayoría y la minoría, blanco y negro, europeo y no europeo, educado e ignorante, cualificado y sin cualificar, especialista y amateur, científico y lego, alta cultura y baja cultura, heterosexual y homosexual, normal y anormal, capacitado y discapacitado, y por supuesto la categoría última que implica todas las otras: civilizado y bárbaro."


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Escrito por: Samuel.2011/11/13 23:10:53.519000 GMT+1
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2011/11/10 12:25:7.131000 GMT+1

Regreso al pasado

Dos profesionales del politiqueo, ex ministros del Interior para más señas y candidatos a escapar en helicóptero de la Moncloa de aquí al 2015, interpretaron la noche del lunes su papel, sin mucho convencimiento, ante el eterno Manuel Campo Vidal. Los datos de audiencia son un espejismo: la sociedad del espectáculo televisivo también está en crisis. Las intervenciones de la doble R y los comentarios de los supuestos periodistas -cómodos en su función de empleados de gabinetes de prensa de los partidos- parecían salidos de otra época. Para estas lumbreras, todo lo que estamos viviendo se reduce a un mero problema de creación de empleo y de cómo aportar crédito a las pequeñas y medianas empresas, reduciendo además el gasto público para generar confianza entre quienes detraen dinero de todos. Se trata de "hacer lo mismo que en 1996", en palabras de Javier Arenas. O lo mismo que en los años ochenta, según los felipistas nostálgicos. La secuencia volvió a repetirse anoche con actores secundarios de cinco grupos parlamentarios (con la honrosa excepción de determinados momentos de la intervención de Gaspar Llamazares) y la emisión enlatada de vídeos de los partidos del grupo mixto.

La precipitada campaña electoral, y la consiguiente propaganda televisiva, sirvió al inconfesado "gobierno de unidad nacional", que surgió en la práctica con el pacto de la reforma constitucional, para retomar la iniciativa perdida con el 15M. Por eso en el primer debate los movimientos ciudadanos no recibieron ni una sola mención.

Durante varios meses, especialmente entre mayo y julio, nos sumergimos en un formidable ejercicio de experimentación política que perdura y que se ha extendido, aunque lógicamente sin la misma intensidad callejera. No sólo ha habido audacia en la práctica, también en el pensamiento: los ciudadanos comenzaron a cuestionar, con mayor o menor fortuna, las narrativas oficiales sobre la economía y sobre el mismo sistema político. La energía ciudadana pilló a políticos, sindicalistas y periodistas a contrapié. Tuvieron que hablar, a regañadientes, de dación en pago, de desahucios, de espacios públicos, de democracia real, del apoyo dado a los bancos, de acceso al conocimiento, etc. La crisis económica ya no se limitaba a las cifras del paro, y en la red y en las plazas se debatió sobre el sentido del trabajo, sobre deuda, sobre bienes comunes, sobre renta básica, sobre el impacto ecológico de la burbuja inmobilario-financiera. A gente que antes se encontraba "fuera de lugar" de pronto se les empezó a escuchar. Nada de todo ello podía inspirar mucha confianza en los mercados ni en sus intermediarios políticos.

El pacto de reforma de la Constitución, la aprobación de fuertes medidas de recorte de servicios básicos en los ayuntamientos y en las comunidades autónomas, y finalmente la convocatoria de elecciones generales, pretendieron cortocircuitar esta deriva insurrecta. De nuevo volvieron a prometer "más empleos", aunque sea forzado por la degradación social o en condiciones miserables de explotación y precariedad; de nuevo insistieron en que todo se reduce a una mejor "gestión" de nuestro herrumbrento sistema político (del estatal, Europa no existe para ellos); de nuevo reclamaron que los bancos vuelvan a hacer negocio dando más crédito, omitiendo las relaciones de poder que ocultan las finanzas y la moneda. En fin, de nuevo omitieron la crisis ecológica, que solo se cita de pasada para dar un barniz verde a viejas propuestas. Es decir, el bloque de poder neoliberal (partidos, Estado, corporaciones, bancos, etc.) volvía a marcar la agenda mediante la herramienta financiera, y a determinar unilateralmente cuál es el sentido común, ese que tanto menciona Rajoy y que suele reducirse a una falacia: hay que trabajar más. Ahora todos debemos posicionarnos sucesivamente ante cada nueva medida de ajuste y de reforma (nunca se aprobarán todas de golpe, de eso se trata), cada nueva cifra del paro, cada nueva declaración del político de turno. La "vieja política", incluyendo la política defensiva de izquierdas, la que siempre estuvo más cómoda con mucha retórica obrerista y poca ilusión, se resiste a morir.

Este constatación, que apuntala la próxima victoria del Partido Popular, probablemente por mayoría absoluta, obliga a los movimientos a pensar, por un lado, su relación con el voto, y, por otro, el escenario post-20N. Los ciudadanos estarán indignados, pero muchos canalizan su indignación dentro del marco conceptual del sistema que la genera. Por ello pienso que la dialéctica voto o abstención conduce a discusiones estériles sobre posiciones de principio abstractas y sobredimensiona el factor institucional. No es que no sea importante, sino que es la democracia in progress de los movimientos la que debe determinar aquél -sobre la base de un serio cuestionamiento de la representación- y no al revés. Una iniciativa como la de #AritmÉtica20N , con todos los peros que se le quieran poner, tiene la sana virtud de no entrar en ese juego dialéctico y, en lugar de limitarse a llorar por una reforma electoral que no se va a producir, utiliza el sistema electoral vigente con un fin estratégico claro: poner granos de arena en el engranaje parlamentario bipartidista mediante el voto "útil" a partidos minoritarios según la circunscripción. Esto es solo un ejemplo de cómo salirse por la tangente, teniendo siempre presente que las urgencias y compromisos del corto plazo requieren acciones diferentes a la paciente construcción del medio y largo plazo. De nosotros depende poner las condiciones, crear la agenda y el lenguaje de la nueva política.


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Escrito por: Samuel.2011/11/10 12:25:7.131000 GMT+1
Etiquetas: elecciones españa iu pp movimientos psoe 15-m democracia neoliberalismo | Permalink | Comentarios (3) | Referencias (0)

2011/11/07 10:55:38.549000 GMT+1

El cuestionario

Leo que uno de los puntos del programa electoral del Partido Popular propone lo siguiente:

Requeriremos el conocimiento de los valores fundamentales contemplados en la Constitución que son la base de nuestra sociedad, y el conocimiento suficiente de la lengua, la historia y cultura españolas para la obtención de la nacionalidad. Se dará una solemnidad adecuada al acto de adquisición de la nacionalidad española".

Para evaluar dichos conocimientos, quienes soliciten el privilegio de la nacionalidad española deberán aprobar un examen cuyo contenido dista de estar claro. Al igual que algunos jueces conservadores, el Partido Popular insiste en que en España solo hay una lengua, una historia y una cultura: las que ellos proponen. Esta medida podría ser un primer paso, por qué no, en la verificación "del grado de adaptación a la cultura y estilo de vida españoles" -no me pregunten cómo es- de quienes ya se aprovechan de la nacionalidad española sin sentirla como es debido. Un cuestionario que incluya preguntas por los miembros de la Familia Real o por Fernando Alonso supone sin duda un avance con respecto a los interrogatorios y tormentos por los que debieron pasar judíos y moriscos en los albores de la monarquía española.

Todo es negociable, pero para ser equitativos, no deberíamos dejar que sean siempre los mismos quienes formulan las preguntas. ¿Acaso no estamos en la democracia 2.0? Pues que así sea, aceptemos el susodicho cuestionario, pero incluyamos también, en plan wiki, preguntas sobre variedades lingüísticas que se alejen de la norma castellana y sobre otras lenguas peninsulares. Que pregunten

los derrotados que guardan otras memorias históricas;

los que desentierran fosas comunes;

los que insuflaron aire nuevo en ambientes cargados de caspa y moho;

los que no creen en patrias, dioses ni tribunos;

los que creen en otras naciones;

los que adoran ídolos de afuera;

los que detestan los desfiles militares;

los que no consiguieron una vivienda digna ni un trabajo digno en los buenos tiempos en que se vendía la dignidad a precio de burbuja;

los que no vieron ni un duro de las privatizaciones;

los que vieron enladrillados los paisajes de su infancia;

los refugiados de las guerras que promocionaron;

los que acampan en las plazas;

los que reclaman derechos para tod@s, con independencia de su nacionalidad;

los que piensan que ya es hora de otra constitución;

y otros que quieran apuntarse.

Aceptemos el cuestionario, pero si queremos ser justos, sometamos a examen a todos, a todas, incluyendo a los ilustrados impulsores de esta singular propuesta, algunos de ellos veteranos opositores. A ver si aprueban este examen.

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Escrito por: Samuel.2011/11/07 10:55:38.549000 GMT+1
Etiquetas: españolismo pp españa inmigración nacionalismo democracia migraciones | Permalink | Comentarios (8) | Referencias (0)

2011/11/05 19:24:22.526000 GMT+1

Sacrificio



"Señor (....) Te daré cuanto poseo. Renunciaré a mi querida familia. Destruiré mi casa (...) Renunciaré a todo lo que me ata a la vida si Tú haces que las cosas vuelvan a ser como antes (...) ¡Líbrame de este horrible y repugnante miedo animal!"

Así imploraba Alexander, interpretado por Erland Josephson, a su Dios, en un momento culminante de la maravillosa película Sacrificio (1986), de Andréi Tarkovski. Frente al terror absoluto de una inminente guerra nuclear, Alexander se ofrecía en sacrificio en un intento desesperado por conjurar el fatal destino. Afortunadamente la guerra nuclear no se produjo, ni en la película ni a este lado de la realidad. Para el cristiano Tarkovski, con su entrega Alexander renovaba su vínculo con la vida y el pacto con lo más íntimo de su ser. La suya es una elección ética que rompe con lo que los demás esperan de uno. Recuperaba así su integridad moral en un mundo dividido entre el materialismo estatalista soviético y el consumismo capitalista occidental. Tarkovski no veía posible una ética materialista, una alegría hedonista que no girase en torno al consumo y posesión de las cosas.

Alexander se sacrifica por miedo, pero también por amor. Ahí radica toda la ambigüedad de su acción. Tarkovski reconoce que otras interpretaciones son posibles. Así, por miedo podemos llegar a renunciar a la vida, a los otros, sin que ello suponga un acto creativo, de amor. El sacrificio puede no ser una opción personal, sino una imposición. Por ejemplo, el que exige el poder. Y puede basarse en una vana ilusión. ¡Que todo vuelva a ser como antes!. Pero las cosas nunca vuelven a ser como antes, salvo en los sueños y en nuestra engañosa memoria.

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Escrito por: Samuel.2011/11/05 19:24:22.526000 GMT+1
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