El noveno aniversario de tu muerte (28 de abril) me ha pillado releyendo tus textos, sobre todo tus columnas, del año 2005.
Empecé un poco antes de navidades.
Primero comencé con tus presentaciones, conferencias y otros textos. Les puse etiquetas y les añadí enlaces a la Wikipedia en español. Aunque a veces tengo dudas de que la Wikipedia en castellano sea lo mejor para poner en contexto determinadas cosas, no he encontrado una solución mejor, porque busco que esos enlaces sigan vigentes de aquí a un tiempo.
Luego me metí ya de lleno en las columnas. Si echas un ojo a la nube de tags, la más grande de todas es la que lleva por título el_mundo. Ahora mismo se acerca a los 1.600 artículos, pero, cuando dentro de unas semanas acabe, superará la cifra de los 1.700. Me da que en tu web habrá entre 4.500 y 5.000 textos de tu autoría.
Tras pasar por el tardofelipismo (casi 300 textos) y el aznarismo (casi 400), ahora estoy con el zapaterismo (es una etiqueta menor). Asomaba ya Rajoy, alguien que, por el momento, sigue viendo pasar cadáveres políticos por delante de su casa, La Moncloa.
El otro día me acordé de los GAL (casi 100 artículos) y estos días toca una ETA que dice adiós el próximo fin de semana (le dobla y eso que todavía no he terminado con ella).
Ya lo he dicho en alguna otra ocasión: lo que buscamos con todo esto son dos cosas:
1.- Que todo lo que esté en tu web esté bien catalogado.
2.- Y recordarte en el décimo aniversario de tu muerte con un libro que recoja una selección de artículos que ronde el centenar. Por ahora, la preselección supera los 600 textos.
En estos días en los que los únicos que están en la calle son las feministas, las y los pensionistas y algunas obreras y obreros, me ha gustado mucho este retrato de Pepe, el de los frutos secos.
Porque hay gente que no aparece en los papeles salvo el día de su muerte. Y no siempre.
Las y los pacientes, y sus acompañantes, pasan la mañana como pueden, pero entre las y los trabajadores del hospital que pasan por allí se nota que es viernes y que queda poco para llegar al fin de semana.
Nosotros a lo nuestro: el marido que espera que la mujer acabe la pruueba; la mujer y el hijo que esperan a que el marido y padre, respectivamente, salga de la consulta; un par de cuarentones que consultan el teléfono hasta que alguien diga su nombre y apellidos; yo les miro y miro también a todas las personas que pasan por allí.
Oigo como alguien me llama por mi nombre.
Entro en la habitación. Me desvisto y me pongo ropa más cómoda para la prueba. El torso desnudo. La enfermera conecta algunos cables y pega las ventosas en mi cuerpo. Añade una camiseta de rejilla para que no se mueva nada.
Avisa al médico y éste viene acompañado de dos jóvenes estudiantes.
Pone en marcha la cinta y comienza la prueba.
En un momento dado, les hace un gesto a las dos chicas y les susurra algo.
Continuamos hasta que mi corazón llega a un determinado nivel de pulsaciones. Entonces, el médico da por finalizado el test.
Le pregunto si ha ido todo bien.
«Ya te dirá tu médico, pero parece que hay un falso positivo». Me dice que cree que la máquina no está bien.
Le preguntó qué debo hacer ahora. «Tu médico pedirá una nueva prueba».
Tengo cita el viernes.
Leo el informe en el autobús. Falso positivo.
P.S.: no es nada grave. Tranquilidad. Lo cuento porque me hizo gacia, pero ahora, a decir verdad, no me hace mucha, porque tengo que hacer otra nueva prueba.
Hace poco leí una columna de Ortiz dedicada a un amigo suyo amante de la música: El grabador pirata.
No sé quién es, ni siquiera sé si está vivo (Javier dice que es mayor que él y el texto es del 2002) y tampoco sé dónde tenía la tienda.
Ortiz cuenta una anécdota deliciosa del grabador pirata: parece ser que tuvo la oportunidad de estar e, incluso, de charlar durante un rato con Ava Gardner.
Aprovechando la coyuntura, le preguntó cuáles eran sus canciones favoritas. La actriz le dio varios títulos y el buen hombre los apuntó en su cabeza para transcribirlos ya en casa en un papel. A quien se lo merecía (amistades y personas conocidas de confianza) les grababa un disco con las canciones de la diva.
Javier consiguió una de esas copias («de una belleza pasmosa») en su visita del 2002.
Al final de la columna le envía un mensaje a la SGAE... Y la SGAE se dio por aludida. Fue el periodista musical Fernando Neira quien firmó la carta (por aquel entonces trabajaba como jefe de prensa de la institución).
P. S.: preguntaré a personas cercanas a Ortiz si conocen cuáles son esas canciones. Si las consigo, las pondré por aquí.
Actualización del 15 de octubre de 2021. Un amable lector argentino (Pancho Ramos) nos hizo llegar hace unos días la lista. Aquí la imagen y una lista que he creado en Spotify (Ava Gardner-en kuttunak). Falta The Real Thing de Carol Sloane, pero la podéis escuchar en Youtube.
El fin de semana pasado cacé la colaboración semanal de Jakoba Errekondo en Euskadi Irratia mientras hablaba de un libro llamado La gestión creativa del cabreo (KRK ediciones). Dijo que el autor, Jaime Izquierdo Vallina, era amigo suyo y que unos días más tarde lo presentaría en Euskal Herria.
Pensé que una presentación de alguien que contaba con Jakoba Errekondo y Juan José Ibarretxe sería interesante. Y así fue.
El libro es un opúsculo que se lee de una sentada, pero intuyo que es de esos que merece más lecturas. La principal baza que tiene es, sin duda, lo novedoso del planteamiento. ¡Ah! No es un libro de autoayuda, lo cual no es poco. A continuación, una crónica que pretende resumir dos horas gozosas.
Ibarretxe
Abrió con rotundidad: «La sociedad vasca es una sociedad que teoriza poco y escribe menos».
Se refirió a las manifestaciones de los pensionistas: están entrenados. Ya protestaron contra la destrucción del sistema de producción del acero, por ejemplo.
Habló de la destrucción creativa de los huracanes y como, en el Caribe, en la cultura taína (pueblo precolombino) no tienen una connotación negativa: es un fuego purificador como el nuestro de San Juan.
Afirmó que él apenas ha vivido episodios de cabreo y contó que como lehendakari (no de todos los vascos, matizó: sólo de 2/3, por la división administrativa del país) suprimió todas las cenas oficiales (salvo 2 o 3). Se juntaba con la familia y hacía caja: recuento del día en la cena. Así, al día siguiente, retomaba la mochila sin piedras.
Señaló que, cuando fue a Madrid a presentar su propuesta de nuevo estatuto político, trataron de utilizar todo tipo de vejaciones contra él, algo que le dio absolutamente igual.
Finalizó así: «Dejé la mochila en el cuarto de Ajuria-Enea donde dormí durante 9 años y ahora soy investigador social».
Jakoba Errekondo
Dijo que era amigo de Jaime por culpa de un queso: «un queso es el resumen de Euskal Herria». Explicó esta frase en el turno de preguntas.
Añadió que el libro le pareció «una maravilla» cuando lo leyó. «Me di cuenta de que lo que he hecho en mi vida es gestionar un cabreo colectivo». 23 años trabajando en Zerain, después de un monumental cabreo de la gente del pueblo contra:
1.- Lo instituido: políticos y adláteres. Un alcalde franquista contra el que se unió todo el pueblo.
2.- La Iglesia: el cura les robó una cruz medieval y la llevó al Museo Diocesano. Con la presión ciudadana, consiguieron que la cruz regresara al pueblo.
Comenzaron con el patrimonio, recuperaron la escuela, hicieron una biblioteca... todo de manera inconsciente. Recuperaban la sabiduría rural y trabajaban la identidad.
Se plantearon que unir patrimonio y turismo podría crear puestos de trabajo. Eso era innovador en 1994. Pasaron de lo inconsciente a lo consciente.
La tercera pata fue la creación de un proyecto socio-económico. «Le dimos el nombre de paisaje cultural». No parques naturales, sino parques culturales, porque no hay nada natural en Euskal Herria y la cultura es la clave del territorio (no la cultura del Victoria Eugenia ni del Kursaal). Cultura viene de cultivar la tierra.
Cultura y creatividad: citó a un autor que decía que la cultura nos ayuda a solucionar los problemas y también mencionó a Eduardo Galeano y su célebre cita sobre actuar a pequeña escala («Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo».
La gestión de los cabreos alivia, es una terapia (por ejemplo, la ortoterapia) y finalizó con dos palabras:
1.- Pasión: sin pasión, no hay solución.
2.- Autoestima colectiva: también como comunidad.
Jaime Izquierdo
Tras agradecer la invitación, puntualizó que sabía tanto de cabreo como cualquiera (fue presentado como geólogo), con la diferencia de que él lo colocó en un libro como terapia.
2.- Un partido Nadal-Berdych: el jugador español se cabrea con el árbitro por algo que él entiende injusto, pero consigue manejar su ira y superar al adversario en la siguiente jugada.
Explicó el making of del libro. La idea es de un amigo de Universidad La Laguna (Juan Nany Sánchez García: profesor emérito de Economía) en una conferencia del 2012: «necesitamos gestionar creativamente el cabreo».
En el 2016, «me cabrée mucho: soy funcionario público, pero soy más público que funcionario, mientras que la Administración es más administración que pública».
Le pidió permiso a su amigo para desarrollar la idea y se juntaron en La Orotava (Mamio) unas cuantas personas el 9 de abril de 2016: ninguna era profesional de las emociones.
En aquella reunión, tomó conciencia de que gestionaba bien los cabreos y reflexionó por qué ahora los gestionaba mal.
«El cabreo es el motor del cambio y está antes de todos los grandes descubrimientos».
Las ideas positivas no necesitan gestión: se disfrutan. El cabreo sí ha de ser gestionado.
Además, el cabreo es una energía.
Citó una frase de uno de los participantes en aquella reunión canaria (Felipe Siberio): «el cabreo sólo lo conozco a nivel de usuario».
Izquierdo ha distinguido 6 tipos de cabreo en el libro:
1.- De capricho: infantil, pero también de personas adultas inmaduras.
2.- De reflejo: uno mismo se hace daño por su falta de diligencia.
3.- De maltrato: alguien te maltrata.
4.- Aleatorio: enfermedad.
5.- Déficits de aprecio: desamor.
6.- De causa: colectivos.
Incorporación del elemento cultural
Marquet preguntó a los tres miembros de la mesa sobre el elemento cultural y territorial. Ibarretxe señaló que claro que tiene su influencia y citó a Mandela, Gandhi y el caso catalán, para rematar sobre los vascos: «No decimos te quiero ni para dios aquí». Izquierdo habló de un amigo japonés que le dijo que ellos se cabrean para dentro.
Hablaron también de lo natural y de lo cultural: Errekondo repitió que no habla de naturaleza, sino de cultura, porque es un medio dominado y totalmente cultural. Mientras, Izquierdo cargó contra los espacios naturales protegidos: no son espacios (el territorio es construido), no son naturales, ni están protegidos (deberán desarrollarse).
Cabreo: perspectiva de género
Una oyente le preguntó si había pensado en la perspectiva de género a la hora de analizar los cabreos. Le señaló que los cuatro vídeos que puso como ejemplo tenían protagonistas masculinos. Finalizó diciendo que tiene muy mala prensa que las mujeres se enfaden en público.
Izquierdo anotó la crítica (que no debía de ser la primera vez que se la hacían) y dijo que debería haber incluido esa percepción. Quizá en la 3ª edición, aunque matizó que sí había mujeres en el libro.
Dijo también Izquierdo que las mujeres tienen más razones que nosotros para estar cabreadas y que, por tanto, son mejores gestoras de cabreo.
En este sentido, Ibarretxe dijo que vivimos en una sociedad machista: el estereotipo hace que una mujer cabreada sea histérica, mientras que un hombre cabreado es alguien serio. Pero las mujeres siempre han estado más rápidas, porque están más entrenadas. En el caso de sus abuelos, mientras el abuelo se ocupaba del ganado, su abuela se ocupaba de todo lo demás y eso significaba que ella debía gestionar el 90 % del cabreo.
Otra mujer reveló que ella se cabreaba como una mona, pero, además, ellas deben gestionar el cabreo ajeno, lo cual no es baladí. Ibarretxe le dijo, riéndose: «Es fantástico, porque es verdad».
Errekondo siguió con el tema: en el mundo rural, las mujeres se ocupan de la huerta y eso no se cita, porque sólo parecen importantes las cosas que hacen los hombres.
El queso de Jakoba
A su entender, la elaboración de un queso es una metáfora de todo el proceso de industrialización. Cuando va fuera (se sobreentiende que a actos públicos), siempre reparte queso entre la audiencia para quedarse con ella: el sabor del queso les atrae, porque el paladar llega rápidamente al cerebro.
Finalizó con esta frase de libro: «El futuro no es un tornillo: es hacer muchos quesos diferentes».
La mano izquierda de la gente mayor
Una persona mayor habló en euskera y dijo que, a su juicio, es muy necesario aprender a manejar las cosas con mano izquierda. A lo cual, el autor le respondió que los viejos tienen más capacidad que los jóvenes para solventar los problemas, precisamente porque tienen más mano izquierda.
Una anécdota: dos libros que desaparecieron
Poco antes de que empezara el acto, una persona bajó y cogió dos ejemplares que estaban en una mesa, la típica mesa que hay en todas las presentaciones para que al final el autor venda y firme libros.
A mí me pareció que cogió dos ejemplares sin reparar en que debía pagar por ello. La casualidad quiso que lo hiciera cuando la persona que se encargaba del puesto se giró un momento.
Una vez finalizada la presentación propiamente dicha, Izquierdo señaló la mesa y dijo que los libros estaban a la venta. Miré al protagonista de la jugada por si se daba por aludido. Comentó algo con otra persona, probablemente su mujer.
Bajé, compré un ejemplar, esperé un rato y vi cómo la pareja abandonaba el lugar sin ningún remordimiento aparente o quizás un poco avergonzados. Démosles el beneficio de la duda.
La semana pasada me enviaron un par de imágenes de una tarjeta de visita fechada en 1950. La encontraron unos chavales en la casa de Melitón Manzanas en Irun.
Según me contaron, la casa está a punto de ser derribada y la chavalería del barrio anda entrando y saliendo del edificio.
Transcribo el texto poniendo únicamente el nombre de pila y las iniciales de las personas que aparecen:
«Amigo Manzanas Te agradecere y siempre que sea factible le facilites a los portadores Teodoro CM y Maria AC ambos vecinos mios los cuales tienen interes por entrevistarse en la valla con una sobrina el domingo dia 22 Un abrazo y agradecido Pablo P H Sargento de la Guardia civil 20-10-1950»
El domingo pasado paré a llenar el depósito del coche en la gasolinera de la Avenida Elizatxo y saqué esta foto.
Aquel día también merodeaban unos jovenzuelos por el lugar.
El 2 de agosto de 2018 se cumplirán 50 años de que ETA matara a Melitón ahí mismo. Los autores fueron juzgados y condenados en el proceso de Burgos.
Nota del 15 de abril: estas líneas las leyó gente de la direción de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco. Hicieron algunas gestiones y, según parece, no hay papeles en esa casa: la familia la vació por entero. ¡Gracias por el esfuerzo!
Casualidad o necesidad, la cosa es que llevo unos cuantos días escuchando el disco Egunsentiak alperrentzat de Andoni Tolosa Morau, obra en la que el cantautor de Hernani cuenta el proceso de galtzeimer (Alzheimer) de su madre ya fallecida.
Hay una canción que me tiene atrapado. Se titula Mina (Dolor) y tiene este estribillo:
Munduko min guztiekin
zerrenda bat egingo dut
gero buruz ikasteko
Beldurrari tarterik
inola ere ez uzteko
morfinarik ez hartzeko
aldez aurretik.
Algo así como:
Voy a hacer una lista
con todos los dolores mundanos
para aprenderla luego de memoria
Para no dejarle espacio
al miedo
Para no tomar morfina
antes de tiempo
Mientras escucho una y otra vez esta canción decido escribir este breve apunte de recuerdo de mi padre y de Fleya (compatera), muertos ambos hace ahora cinco años (el 28 de febrero y el 1 de marzo de 2013).
En la versión en euskera de este último apunte, Patxi Lurra me dejó este comentario: «Ia bost urteko ibilaldia... (Casi cinco años de recorrido). Buzzin' in my head: "Bide luzea" (Petti)». Y un título de una canción de Petti. La música siempre presente.
También recuerdo un par de momentos de aquellos días.
Teníamos entradas para el concierto que Anari dio el 23 de febrero de 2013 en el Teatro Victoria Eugenia. Se vendió todo, pero en vez de ir al teatro, me fui a pasar la noche al hospital del Bidasoa. ¡Esas noches de hospital!
El 28 de febrero estaba a primera hora de la mañana en el gimnasio. Me llamó mi hermano a eso de las 8. Que estaba muy mal. Ducha rápida. Y a por mi madre.
Comienzo a traducir este texto pasadas las 7 de la mañana y lo acabo cuando son casi las 10 de este sábado. Esta semana no he tenido demasiado tiempo para hacer lo que realmente quería y si algo me ha reconciliado un poco con el exterior ha sido esta entrevista de Gorka Erostarbe publicada en el diario Berria «Gustura joango naiz zahar etxeetara ere» (También iré muy a gusto a los asilos).
Andoni Tolosa Morau es un cantautor de Hernani nacido en la primera parte de la década de los 60 del siglo pasado. No es un músico que haya levantado mucho revuelo, pero tiene cosas interesantes como ésta de convertir en disco, tras su fallecimiento, lo que ha sentido cuidando a su madre enferma de Alzheimer.
Traduzco también el texto que aparece en la foto inferior (nota: me chivan que es una canción de Berri Txarrak):
Iparra galdu = Perder el norte
Burua galdu = Perder la cabeza
Hegora joan = Ir al sur
Bihotza eman = Dar el corazón
Gracias a Andoni por el disco, a Bassmatti por regalármelo, a Gorka por la entrevista, a Juan Carlos Ruiz por la foto y a Berria por publicar texto y foto.
Se puede escuchar Egunsentiak alperrentzat (Amaneceres para vagos) en su página en Bandcamp mientras lees estas líneas.
Foto de Juan Carlos Ruiz (Argazki Press) para Berria.
Andoni Tolosa Morau: «También iré muy a gusto a los asilos»
Primero fueron los paseos matinales diarios con su madre. Luego las fotos del horizonte -aunque no solo eso- mientras el día levantaba. Más tarde comenzó a trabajar los primeros esbozos de las canciones y, ahora, Andoni Tolosa Morau ha autoeditado Egunsentiak alferrentzat (Amaneceres para vagos). Al igual que hiciera con su anterior trabajo Arrainentzako himnoak (Himnos para los peces) en 2014, la tirada está limitada a 500 ejemplares; entre varias personas, trabajando en común, le dieron el último toque a la envoltura del disco. Las trece canciones pueden escucharse en la plataforma Bandcamp y los discos podrán adquirirse en sus conciertos.
Su anterior disco (Arrainentzako himnoak) fue un trabajo como dúo con Beñardo Goietxe. Este disco lo ha hecho en solitario, pero el propio Goietxe ha metido su voz en la mayoría de los temas.
Andoni Tolosa Morau comenzó a pasear al alba con su madre todos los días hace doce años. Dos años después, le diagnosticaron alzheimer a ella. Continuaron paseando todos los días. Pasaron diez años más hasta su fallecimiento.
Gorka Erostarbe.- ¿Por qué retratabas el cielo tantas veces?
Andoni Tolosa Morau.- Porque era nuestro escenario diario. Habré sacado fotos de estos paseos los últimos cuatro años más o menos, pero llevábamos paseando juntos ocho años más. De alguna manera era nuestro espacio común. Ahora salgo a pasear con cualquiera y voy mirando el cielo. Siempre miro para arriba. Hubo un momento en el proceso de cuidar a mi madre en el que cambió mi mirada. Antes no reparaba en estas cosas: si los pájaros aparecían en mitad de la carretera, si alguien había tirado un papel fuera de la papelera, si había musgo en el banco... Todo eso lo vi junto a mi madre. Las fotos han sido una forma de sacarle rendimiento a la rutina. Una vez que me zambullí en esa rutina, comencé a disfrutar en compañía de mi madre.
Gorka Erostarbe.- ¿Cantabáis en esos paseos?
Andoni Tolosa Morau.- No, no lo hacíamos. Pero mi madre siempre había cantado. Cuando era pequeño, había dos ramas en casa: por un lado, los bertsos, en la radio siempre se escuchaban bertsos. Y, por otro, mi madre cantando. Cuando éramos críos, mi madre nos cantaba mucho. La mayoría eran canciones infantiles. Cuando ella ya estaba enferma, alguna vez probamos a recordar alguna. Se ayudaba de las manos para recordarlas y comenzaba a cantar... pero luego volvía a trabarse.
Gorka Erostarbe.- ¿Tu madre estaba al tanto de tus fotos y de estas canciones?
Andoni Tolosa Morau.- Sí, de las fotos sí, pero no de las canciones. Porque lo de las fotos era una especie de complicidad. Por ejemplo, había veces en las que me daba pistas sobre qué fotografiar. Me decía «mira, mira, mira...», y me anunciaba el surgimiento de un sol enrojecido. Yo siempre le decía: «Ama, te aburrirás si comienzo a sacar fotos...». Y me decía que no, que me quedara tranquilo sacando fotos. No le importaba caminar más lento o tener que esperarme.
Gorka Erostarbe.- Has ido desgranando de manera muy íntima y tierna algunos elementos de la enfermedad. Es algo que te caracteriza, pero esta vez, quizás, sea la más íntima y tierna de todas.
Andoni Tolosa Morau.- Sí, porque la relación con mi madre se convirtió en algo muy íntimo. Pasaba muchas horas con ella. Y no solo con mi madre, porque mi padre también estaba enfermo. Aquellos paseos se convirtieron en una cosa muy íntima. Además, quien padece de alzheimer pierde también la vergüenza y se convirtieron en nuestros paseos. Nos reíamos mucho con sus salidas. Apunté un montón de detalles y recopilé mucho material, muchos borradores, y había algo que me pedía darle forma a todo eso.
Gorka Erostarbe.- Con un material entre manos de una tremenda carga emocional, ¿te costó mucho decidir que llegaría un momento en el que saldrías a la plaza con todo ello?
Andoni Tolosa Morau.- Sí, tuve mis reparos e incluso todavía no he superado todas esas dudas. Ahora, con las entrevistas, sé que voy a tener que hablar de los cuidados y del alzheimer casi tanto como de la música. Y ahí sí que tengo dudas. Porque no es solamente algo íntimo para mí: estoy contando intimidades que lo son también de otras personas y eso me da todavía más reparo. No estoy acostumbrado.
Gorka Erostarbe.- La canción que abre el disco se titula Alzheimer y es una presentación de la enfermedad que dice así: «...se pierden en el cielo, tras fallar todas las anclas». Cuando fallan todas las anclas, ¿queda la música?
Andoni Tolosa Morau.- Al final a mi madre se le olvidó hablar. Pero, de todas maneras, jamás se le quitaron las ganas de pasear, de andar. Movía los dedos de las manos para decirnos que quería dar un paseo. Estando en el hospital, las enfermeras le pusieron un gran tubo, salió al pasillo y mantuvo esa costumbre hasta el último momento. Creo que se lo pedía el cuerpo, una especie de inteligencia corporal de la que se habla muy poco. Lo último que perdemos son los hábitos y mi madre tenía muchos hábitos físicos. Era el cuerpo quien la llevaba.
Gorka Erostarbe.- Esa canción recuerda en su tonalidad y desarrollo una canción de tu anterior disco titulada Hondarribia 2012...
Andoni Tolosa Morau.- Aquella también era una historia muy concreta; y la letra de Alzheimer es también muy precisa y larga. Es un tema de seis minutos. Tenía muy claro que no quería cortarla. Ambas tienen una narratividad y un tempo parecidos, aunque Hondarribia 2012 se viene arriba y termina de manera más épica. Las dos requieren de un desarrollo parecido. En esa canción hay una frase que dice: «tendré que proteger mi corazón de escuchar según qué canciones». Para mí es muy importante saber de qué canciones debo proteger mi corazón.
Gorka Erostarbe.- ¿Cómo protegerse del riesgo de caer en algo demasiado dramático?
Andoni Tolosa Morau.- En ese sentido, para mí fueron un descubrimiento los cómics María y yo y María cumple 20 años de Miguel Gallardo y María Gallardo. Ambos son cómics sobre la hija autista. Dos joyas. Me gustó el tono. Y fue allí donde descubrí que se puede contar algo muy dramático de manera muy tierna y entender perfectamente qué estás contando. Vi claro cuál era el tono que quería utilizar. Seguramente también me saldría algo parecido, pero fui más selectivo tras esa lectura, porque hay veces en que tienes la tentación de tirar hacia lo muy dramático...
Gorka Erostarbe.- En la canción Gaixo (Enferma/o) te preguntas: «¿Quién está enfermo? ¿Ella o yo?». ¿Te has sentido enfermo a la hora de hacer este disco o te ha ayudado a hacerle frente a la enfermedad?
Andoni Tolosa Morau.- Sí, sí. Los cuidadores enfermamos. A veces tanto o más que la persona enferma. Hemos de cuidarnos muy mucho en estos procesos... Y es muy importante, sobre todo, no llevar en solitario la mochila a cuestas. Es algo muy extendido, sobre todo entre las mujeres.
Gorka Erostarbe.- Aunque tienen un tono íntimo y desnudo, las canciones tiene una dimensión social.
Andoni Tolosa Morau.- Cuando hablas con la gente, te das cuenta de lo universales que son estas cuestiones. Como si saltaras de dentro hacia fuera. ¿A quién no le ha tocado o le tocará el cuidado de una persona mayor? En ese sentido, creo que una vez hecho pública, es una cuestión que supera la experiencia individual y se convierte en algo colectivo. Sobre todo porque pone en canción los valores, los deseos y las creencias de la sociedad. La mayoría tenemos algo que decir, que añadir, alguna aportación que hacer; no deberíamos perder esa riqueza.
Gorka Erostarbe.- Voz y guitarra. Debía ser así de desnudo.
Andoni Tolosa Morau.- A medida que componía las canciones, me di cuenta de que quería hacer este disco en solitario y fue un reto muy grande. Cuando acabó la etapa de Agotak, Beñardo Goietxe y yo trabajamos juntos, y así seguiremos más adelante, pero aprovechando que él andaba en el proyecto Mugaldekoak, pensé que era el momento de hacer este disco intimista. Las canciones son así y piden este traje.
Gorka Erostarbe.- De todas maneras, esa desnudez sí que tiene elementos que la arropan, que la enriquecen. Por ejemplo en la canción Ondo lo egin (Que duermas bien), cantas como un susurro, casi con una voz temblorosa...
Andoni Tolosa Morau.- Lo he hecho aposta. Con tan pocos elementos y, claro, no era cuestión de hacer algo virtuoso con la guitarra, entre otras cosas porque no puedo y porque tampoco me interesa ese camino. Pero sí que tenía ganas de andar de manera más libre con la voz, de modular más... He trabajado bastante en ese sentido. No sé si eso se ve así en el disco, pero he trabajado mucho esa parte...
Gorka Erostarbe.- Bi argazki (Dos fotos) juega con la memoria.
Andoni Tolosa Morau.- Me di cuenta de que la memoria no tiene tanta importancia. La memoria histórica sí que la tiene, pero creo que, en general, nuestra sociedad le da demasiada importancia a la memoria y poca a la imaginación. El drama de mi madre no era la pérdida de la memoria: el drama comenzó cuando era incapaz de crear nuevos recuerdos. La memoria, los recuerdos, son una invención constante y, en el caso del alzheimer, la imaginación cobra un papel muy importante. Y ése fue un gran descubrimiento que hice. Tras la rabia que me produjeron algunas cosas, recuperé el sosiego: ¿Que ella se cree que yo soy su marido? ¡Qué importa! Lo realmente importante es que ella sienta que tiene cerca una persona en la que confía. Luego, qué forma le dé a eso... ¡pues no tiene importancia! Esa tontería me abrió mucho el camino.
Gorka Erostarbe.- Hay dos versiones de Bi argazki, ambas muy diferentes. ¿«Una para poder vivir, otra para anclarse»?
Andoni Tolosa Morau.- Con esta canción ha sucedido algo muy curioso. Esta canción expresa una especie de liberación. Aceptamos la rutina y, siendo conscientes de que debemos enfrentarnos a ella, hacía dos fotos. Me di cuenta de que las fotos no eran para el recuerdo, sino para tener la posibilidad, unos años después, de inventar una historia. Una fotografía para vivir ese momento y la otra no para recordar, sino para tener un material que permitiera inventar tus recuerdos. Y para poner la guinda a ese discurso, pues fue muy curioso lo que sucedió con esta canción. Puse la letra en el blog una mañana. Y a las 8 de la tarde tenía un mensaje de Giorgio Bassmatti: que había subido ya a Youtube una canción con esa letra. Fue para casa, la grabó y la subió a Youtube. Y nada más verla, dije: «Una maravilla». Lo hizo sin que yo le pidiera nada y el suceso expresa muy claramente el concepto de la letra. Él hizo su canción sin que yo acabara la mía. Y cuando vi la canción, le dije: «Tienes que grabarla para el disco». Así, la canción Bi argazki tendría dos canciones, dos versiones. Además, soy fan de Bassmatti. Me ha encantado el toque pop que le ha dado. Adaptó la letra y me parece que es muy hermosa. Y viene muy bien para cerrar el disco, porque le da luz.
Gorka Erostarbe.- Aunque los temas tratados no tengan mucho en común, la manera de hacerlo y la filosofía que hay detrás une este disco a Arrainentzako himnoak... ¿Fue ahí donde comenzó un nuevo Morau?
Andoni Tolosa Morau.- No alguien nuevo, pero sí más maduro y libre. Y no más libre porque estuviera a malas con la discográfica: más libre conmigo mismo. Me hice esta pregunta: ¿cuál es el sitio de Morau dentro de la canción en euskera? Pues el que tiene y soy consciente de ello. Y eso te da una libertad de la leche. Tienes tus limitaciones, no reúnes a cientos de personas en tus conciertos, no vendes miles de discos, pero tienes una libertad preciosa y una gente a la que le gusta el fruto de esa libertad.. Trabajar así me llena.
Gorka Erostarbe.- ¿Dispuesto a presentarlo en directo?
Andoni Tolosa Morau.- Sí, pero tengo algo de vértigo. Porque mi espacio natural han sido los bares y locales de ese tipo. Me da reparo porque no sé cómo va a funcionar. Me veo muy vulnerable. En directo tengo muchas armas para llegar a la gente, pero aquí me veo muy vulnerable. No estoy acostumbrado a sacar así algo tan mío. Puede que me llamen más de asilos y de residencias para personas mayores, pero iré con mucho gusto.
Partiendo de Italia, el pasado verano anduvimos por Eslovenia y Croacia. En Istria, el azar hizo que nos encontráramos con un quebequés llamado François, de padre donostiarra.
A finales de agosto, pillamos un apartamento a través de Booking.com en un pueblo de Istria llamado Porec. Nos recibió una persona que andaba por los 60 tacos. Sus primeras palabras, con acento extranjero, fueron en castellano: «¿Ustedes son vascos, no?».
Nos contó que su padre era de San Sebastián, pero que, debido a la Guerra Civil, huyó a Canadá. Su primera idea era partir hacia Australia, pero no había sitio. El siguiente barco se dirigía a Canadá y allá que se fue el buen hombre.
François G. era québécois. Nos dijo que llevaba doce años en Croacia, junto con su pareja croata, una mujer que conoció también en Canadá.
¿Por qué vivía ahora allí? Canadá es un país en el que todo funciona, pero no es el mejor plan del mundo contemplar la nieve durante seis meses al año. Marino-mercante, no se daba cuenta de esa circunstancia cuando viajaba por el mundo, pero, claro, la cosa cambió cuando abandonó su profesión.
Le dije que su apellido es muy conocido en Donostia, porque nos recuerda a todos un establecimiento que lleva ese nombre. No había visitado nunca la ciudad.
Al decirle que tendría muchos vuelos a Bilbao, François me respondió a ver si recordaba el accidente de avión del Monte Oiz de los 80. Por supuesto. Pues, él más, porque tenía billete para ese vuelo, pero la víspera bebió más de la cuenta y no pudo levantarse a tiempo aquella mañana. Cuando encendió la radio y tuvo noticias del accidente, se pasó 24 horas como un zombi.
Al día siguiente, cuando llamó a la empresa, le daban por muerto. «A veces beber no es tan malo», le dijo alguien al otro lado del teléfono. Para recuperarse del susto, le prorrogaron las vacaciones dos semanas más, pero necesitó tres meses para darle la vuelta a su situación.
El pasado 3 de septiembre nos despedimos. Le pagamos lo que nos faltaba y 50 kunas para que se tomara el primer trago en San Sebastián a nuestra cuenta. No sé si habrá venido por aquí.
Fue el mejor hospedaje de aquellas vacaciones, pero nos comentó que había vendido la casa. De todas maneras, tenía una algo más al interior y estaba disponible para su alquiler en la web Frank about Croatia.
Antes de escribir mis apuntes en el cuaderno de viaje, consulté en la red y me di cuenta de que nuestro Frank/François, junto con su chica Vera, es un bloguero referente para las personas que visitan Croacia.
Finalmente, una casualidad más, publico estas líneas la víspera del 33 aniversario del accidente del Monte Oiz. Fue el 19 de febrero de 1985.
Retomo las traducciones del euskera al castellano. Esta vez es una entrevista de Ikerne Zarate a Alberto Muñagorri aparecida esta misma semana en una publicación en euskera de Errenteria, Oarsoaldeko Hitza: «Elkarri entzun behar diogu, aspaldi egin ez dugun zerbait da».
Para nuestra generación, Alberto fue un chaval que una vez vio una mochila en la calle y que, como hacíamos muchos críos entonces, le pegó una patada con la mala fortuna de que aquel bulto escondía una bomba. No murió, pero sufrió la amputación de una pierna y la pérdida de un ojo. 35 años después, dice que no recuerda que pateara aquel paquete extraño.
Aparte de eso, lo único que recuerdo de él es que en una edición de la década de los 80 del Premio San Pedro de Irun (una de las pruebas amateurs más antiguas del calendario ciclista) le hicieron un pequeño homenaje. Tengo en mi cabeza guardada la imagen de un chaval que subió al tablado y le dieron un ramo de flores, pero quizás la realidad no fuera como yo la he guardado en la memoria.
Llevo una racha en la que sigo la actualidad a distancia, pero sí sé que Alberto Muñagorri ha aparecido últimamente estos últimos meses en varios medios contando su experiencia. No añado nada más.
Bueno sí, un beso para él y su madre.
Fotografía de Oarsoaldeko Hitza.
Alberto Muñagorri: «Tenemos que escucharnos mutuamente. Es algo que no hemos hecho durante mucho tiempo»
Cuando tenía diez años, una mochila-bomba colocada por ETA explotó e hirió a Alberto Muñagorri. Perdió una pierna y la visión de un ojo. Junto con otras víctimas, está dando su testimonio.
Alberto Muñagorri: He pasado mucho tiempo sin aparecer en los medios de comunicación porque lo que decías, a veces, se distorsionaba y se utilizaba políticamente. Pero pasado este tiempo, he querido contar de primera mano lo que tengo que decir como víctima del terrorismo. El Instituto de la Memoria Gogora me dio esa oportunidad en la mesa redonda de Irun y, el mismo día, en una escuela de Eibar con jóvenes de 15 y 16 años. Ha supuesto dar un paso adelante. La experiencia ha sido satisfactoria, aunque ha sido dolorosa, porque ha supuesto recordar lo que me pasó hace 36 años. Me he dado cuenta de que he puesto encima de la mesa un testimonio carente de odio. Y eso también me ha ayudado a ser consciente de que tenemos que trabajar para convivir, que tenemos que aprovechar este momento pacífico para que no se repita lo que sucedió con la violencia.
Ikerne Zarate: Has dicho que les contaste lo que te pasó a jóvenes de 15 y 16 años. ¿Cómo se lo toman?
Alberto Muñagorri: Los jóvenes son como esponjas, no están contaminados y muchas veces son transmisores. Creo que, durante mucho tiempo, se ha silenciado la situación de quienes hemos sido víctimas de la violencia. No se ha hablado de lo que nos ha pasado, de cómo nos hemos sentido o de lo que pensamos.
Ikerne Zarate: ¿Ha sido para protegeros?
Alberto Muñagorri: Sí, para protegernos, para no generar más daño. No se ha hablado del tema y se ha convertido en un tabú. Yo no tengo hijos, pero sí que tengo sobrinos, y ellos sabían algo de lo que me había pasado. Sin embargo, hasta hace dos años no nos hemos sentado y hablado en profundidad de lo sucedido. Les conté quién puso la bomba, qué es lo que sucedió y las consecuencias para mí y para la familia.
Ikerne Zarate: Junio de 1982. Tenías 10 años. ¿Cómo recuerdas aquel día?
Alberto Muñagorri: Era sábado y fui a casa de la abuela a por la paga. Me pidió que le acompañara a hacer la compra al mercado, pero le dije que no, que me iba al campo de fútbol. En el camino estaba la mochila puesta por ETA. La noche anterior la zona estuvo acordonada por la Policía Municipal, porque los vecinos llamaron diciendo que había un paquete sospechoso. No aparecieron los artificieros y, con el cambio de turno, dieron aviso de levantar la protección. La mochila quedó allí. Nadie se preocupó de ello, ni quien lo puso, ni la policía. Mis padres me dijeron que le di una patada, porque me destrozó la pierna, pero yo no tengo ese recuerdo. A partir de ahí, no recuerdo mucho más. Estaba consciente y les rogaba constantemente que me taparan, porque tenía frío. El siguiente recuerdo es cuando me desperté en la UCI. Mis padres estaban allí. Tenía las manos atadas para que no me tocara la cara, porque estaba llena de heridas. Pasé allí dieciséis días y luego me pasaron a planta.
Fue entonces cuando mi madre comenzó a contarme lo sucedido, porque pensaba que me había atiborrado de caramelos y que estaba allí por ello. Me leía cuentos y, mientras me leía uno, La isla del tesoro, me dijo que me habían amputado una pierna. No me lo creí. Pero un día levanté la sábana, miré y me di cuenta de que era verdad. Entonces mi madre me dijo que debía asumir lo sucedido, porque aquello era para toda la vida. Tenía dos opciones: quedarme en casa marginado o superarlo y continuar viviendo. Era un crío de diez años con toda la vida por delante. Mi madre se esforzó para que yo no odiara, para que no tuviera complejos, para que intentara hacer todo lo que quisiera sin que la amputación de la pierna, la pérdida de un ojo y el resto de lesiones fueran un obstáculo. Si no fuera por ella, seguramente no estaría aquí sentado charlando contigo.
Ikerne Zarate: Tu madre es un referente para ti.
Alberto Muñagorri: Sí, no se apartó de mi cama jamás y me enseñó que me caería, pero que debería levantarme solo. Gracias a esa fuerza que ella me transmitió hago vida normal. Todavía hoy me dice muchas veces que no sabe muy bien de dónde sacó aquella fuerza.
Ikerne Zarate: Han pasado 36 años. ¿Cómo ves la actual situación?
Alberto Muñagorri: Vivimos una época totalmente diferente. Ya no está la violencia de ETA que marcó mi vida. Diría que ha mejorado la convivencia, que es más agradable para todos. De pequeño vivía en la calle Magdalena y todos los días veía lo que pasaba. Vi el ataque contra la furgoneta de la Ertzaintza y cómo los quemaban. He visto coches cruzados, autobuses quemados, golpes de porra, botes de humo... Miro hacia atrás y pienso que hemos perdido un tiempo precioso. Hemos vivido rodeados de violencia.
Si alguien cree que hemos conseguido algo, esa será su opinión, pero para mí no es realista. Me apena el tiempo perdido y todo el sufrimiento generado. Debemos mirar atrás para no olvidar lo vivido y, sobre todo, para no repetirlo.
Tenemos mucho por hacer y, a veces, pienso que vamos muy deprisa. Debemos ir despacio y escuchar a las víctimas de todo tipo.
Ikerne Zarate: Con ejemplos como el tuyo, habéis demostrado que algunas víctimas y la sociedad váis por delante de los partidos políticos.
Alberto Muñagorri: Las víctimas estamos en ello. He pedido a las instituciones que no se olviden de las víctimas y que dejen a un lado los intereses de los partidos, porque hasta hace muy poco nos han utilizado para salir en la foto o para conseguir un puñado de votos. Las instituciones están haciendo cosas, es importante la labor del Instituto de la Memoria, las charlas, las exposiciones... Las víctimas, yo mismo, o alguien como Pili Zabala que ha sido víctima del GAL por ejemplo, creo que vamos por delante. Estamos ofreciendo nuestro testimonio y haciendo un trabajo generoso. Tenemos la capacidad de que víctimas de violencias diferentes vamos de la mano. Hablo con víctimas de la violencia policial o con víctimas de ETA y no tenemos problemas entre nosotros. Hay algo que nos une: hemos sufrido la violencia y nos queda esa marca. Cuando eso llega al terreno de los partidos, las cosas se complican.
Ikerne Zarate: El relato, los relatos. ¿Cómo ha/n de contarse?
Alberto Muñagorri: Sé que ha habido violencias de diferente tipo: la violencia de ETA, la de los GAL, la del Estado, la policial... Para mí, sin embargo, el mayor problema ha sido el terrorismo de ETA. Pero hay que abrir los ojos y aceptar que también ha habido otras violencias y yo no voy a negarlo. Cuando me han dicho que existe la tortura, tengo claro que así ha sido y digo claramente que hay que condenar eso y juzgar a quienes han torturado; lo mismo con la gente que ha matado el GAL. No podemos olvidar tampoco que hay muchos casos de ETA no esclarecidos ni juzgados. Por ejemplo, el mío. El relato ha de ser verdadero, no tiene que hablarse solo de una de las partes, sino que hay que hablar de todo, poner todo encima de la mesa.
Ahora se habla de la conculcación de derechos, pero aquí ha habido un problema general: esta sociedad tenía miedo y, si elevabas un poco la voz, corrías riesgos. Hay personas que han estado en la cárcel por sus ideas, pero no debemos olvidar que, hasta hace poco, han matado a muchas personas por sus ideas. Hay que contar todo esto, escuchar a las víctimas y no tratar de justificar una cosa por la otra, porque cuando hablas del terrorismo de ETA, muchas veces te dicen que hay otros sufrimientos. Hablemos pues de todos ellos y reconozcamos a todos ellos. El relato no tiene que satisfacer solo a una parte y está claro que todos deberemos ceder si queremos que la sociedad de Euskadi sea mejor.
Ikerne Zarate: ETA anunció el 20 de octubre de 2011 el cese definitivo de la actividad armada. ¿Cómo viviste aquel momento?
Alberto Muñagorri: Es un periódico que tengo guardado. Fue un momento feliz para mí. Creo que ETA no debía haber existido jamás, pero como sí ha estado ahí, fue una buena noticia, aunque llegó tarde, porque finalmente no se ha conseguido nada. Todo ese sufrimiento, los muertos, las personas amenazadas, las encarceladas... No merece la pena. Fue una noticia esperanzadora y creo que esos pasos debieron haberse dado muchísimo antes. ¿Por qué hemos de estar esperando el desarme o la disolución si quieren finiquitar su historia y no tienen la intención de volver a matar?
Me han preguntado muchas veces si hablaría con la persona que puso la bomba. No tendría ningún problema, siempre que se acercara arrepentida y con actitud constructiva. No entenderé lo que hizo, pero sí que quiero saber sus motivos, porque creo que eso puede ayudar para que no se repita. Esas personas que han utilizado la violencia como instrumento, siempre que muestren su arrepentimiento, pueden aportar cosas, pueden contar por qué lo hicieron. Una vez disueltos y si están dispuestos a ello.
Ikerne Zarate: En Errenteria se han dado pasos. El Ayuntamiento, bajo la dirección del alcalde Julen Mendoza, ha dado pasos hacia la convivencia y la reparación. ¿Cómo ves el caso de Errenteria? ¿Es un referente?
Alberto Muñagorri: Sí, está siendo un referente. Fue el primer ayuntamiento a la hora de dar estos pasos y ahora otros consistorios están recogiendo su testigo. El discurso de Julen Mendoza es modélico, muy importante por las siglas que tiene detrás. Posee gran capacidad de empatía con las víctimas, algo de lo que carecen otras personas, y eso ayuda. Por otra parte, me falta un reconocimiento más amplio de los partidos que en su momento no condenaron la violencia; tienen que dar pasos importantes en ese camino. Ellos dicen que han dado esos pasos, pero yo creo que no son suficientes. Todos deberíamos estar orgullosos de lo que estamos haciendo. Pedir perdón, reconocer el daño causado y comenzar a trabajar para que no se repita es algo como para estar orgullosos.
Debería darnos vergüenza mirar atrás: matar, amenazar, torturar... Tenemos que reflexionar sobre todo ello. Es muy positivo lo que está haciendo Julen Mendoza. Pero, tal y como he dicho antes, me faltan otras instancias. Es cierto que las cosas necesitan su tiempo. Yo he necesitado 35 años para comenzar a hablar. Por tanto, creo que también hay que darles tiempo a los demás para que reflexionen. No pretendo cambiar la opinión de nadie, pero tengo claro que la violencia, venga de donde venga, jamás nos llevará a ningún lado. La pérdida de una vida no tiene ninguna justificación.
Ikerne Zarate: ¿Cómo ves el futuro?
Alberto Muñagorri: Tenemos grandes retos por delante. No está la violencia de ETA, pero está la violencia machista o la situación de las personas refugiadas. Pienso que lo que estamos haciendo nos puede ayudar a tener una sociedad mejor. No me gusta la palabra enemigo, pero creo que hay que hablar con todo el mundo y escuchar por qué piensa así. El objetivo no es cambiar tu opinión o la suya, sino escuchar en primera persona. Hay que hablar, preguntar y, si somos listos, seremos una sociedad mejor para que, sobre todo, no se repitan estas situaciones. Si cuando yo tenga 80 años, volvemos a las andadas, me daría mucha pena, porque signficaría que no hemos aprendido nada. Todos tenemos que esforzarnos.
He sentido un punto de aislamiento en el pueblo por ser víctima. Eso está cambiando y se me acerca más gente. Yo no tenía ideología: tenía 10 años. Hay gente que me dice que hay mucho sufrimiento, por ejemplo con la cuestión de los presos. No te quedes ahí, vamos a vivir juntos, aporta. El respeto es básico. Cuando me he reunido con víctimas de otro tipo, al principio me ha costado entender que esas personas han sufrido como yo, pero eso nos une: el sufrimiento. Hay que hacer un trabajo si deseas ofrecerle algo positivo a la sociedad, hay que empatizar con esa persona y darte cuenta de que ella también ha sufrido. Debemos ser libres de expresar nuestras ideas, porque no pueden imponerse. Debemos escucharnos mutuamente, darnos una oportunidad, algo que no hemos hecho durante mucho tiempo. Errenteria está siendo un ejemplo en este sentido.
Actualización del 6 de agosto: me he pasado más de cinco meses sin tener WhatsApp en el teléfono personal. Lo he vuelto a reinstalar a mediados de julio.
«Sí, lo he hecho por dos cuestiones. La principal es la cantidad de datos nuestros que están manejando. Quizá la gente no lo tenga presente en el día a día, pero WhatsApp es propiedad de Facebook. Estamos hablando de la misma empresa y, aunque ellos digan lo contrario, el trasvase de datos de una a otra es incesante. Quizá a mucha gente no le parezca preocupante, pero creo que también hay mucho desconocimiento y una falsa sensación de seguridad. Todos nos quedamos con que WhatsApp cifra las comunicaciones. ¡Es que solo faltaba! A la gente le parece suficiente con que nadie sepa lo que está diciendo, pero eso es lo de menos. A Facebook lo que menos le interesa es la conversación. ¿Qué le importa lo que hables con tu madre? El problema es que Facebook sabe quién es tu madre, cuándo os conectáis... pueden llegar a saber mucho más de lo que pensamos. Conocen hasta nuestros hábitos de sueño. Saben que lo último que hacemos antes de ir a la cama es mirar WhatsApp, y que es lo primero nada más levantarnos.»
Cuando lo leí pensé que quizá yo también debía hacer lo mismo, pero luego me lié y la cosa se quedó ahí.
De todas maneras, desinstalé Facebook de mi teléfono personal y ahora solo le echo un ojo, cuando me acuerdo, delante de un ordenador.
He pasado unos días fuera de casa y hoy he vuelto a la rutina laboral. Este año cumplo 50 tacos y la cosa ya no está para bromas. Como le escuché una vez a Garbiñe Biurrun, entramos ahora en el «tercio de libre disposición» y hay que tomarse las cosas en serio.
Por tanto,
1.- Desinstalaré WhatsApp de mi teléfono.
2.- Dejaré también de utilizar Instagram.
3.- Y Facebook solo en un ordenador (PC o similar).
Veremos qué pasa.
P. S.: esta es la última foto que he subido a Instagram.