2008/02/25 05:30:00 GMT+1
Son muchas las intervenciones públicas de Juan José Ibarretxe en las que el lehendakari arranca diciendo: “Los vascos somos un pueblo muy pequeño, pero…” y, tras ese pero, enuncia algunas de las virtudes supuestamente colectivas que algunos nos atribuyen: “…pero noble”, “…pero trabajador”, “…pero emprendedor”, “…pero fiel a la palabra empeñada”. Y así.
Huelga decir que no sólo yo, sino también mucha más gente, incluido el propio lehendakari, hemos conocido a bastantes vascos aviesos, hipócritas, vagos, indolentes y mentirosos. Pero los arquetipos tienen esas cosas.
Lo único que jamás discutiré del exordio de Ibarretxe es su arranque: los vascos somos, en efecto, un pueblo muy pequeño. Y no digamos ya si nos referimos, no al pueblo vasco, en general, sino a la parte de él que se expresa habitualmente en euskara. Unas 600.000 personas. “Como un par de barrios de Madrid”, ironiza un amigo. Le respondo: “Qué va. Si estuvieran en Madrid, este asunto sería mucho más conocido”. En Madrid, el arzobispado cierra una parroquia de curas discordantes (magníficos, por cierto) y el asunto sale en todas las radios y las televisiones día sí y día también. En Euskal Herria cierran el que por entonces era el único diario escrito en lengua vasca y meten en la cárcel a sus directivos acusándolos de ser de ETA y, cinco años más tarde, pese a que el fiscal ha retirado los cargos porque no aprecia nada que conecte ni de lejos a Egunkaria con el terrorismo, todo sigue igual, y no parece que eso le importe a casi nadie en la Villa y Corte.
De tratarse de Cataluña habría sido distinto. Porque en Cataluña hay casi 5 millones y medio de hipotéticos electores. Y su peso económico en el conjunto estatal es enorme. La suma de votos y dinero da mucho juego.
El juez Del Olmo insiste en que se limitó a ordenar el cierre “cautelar” de Egunkaria. Pero él sabe, por limitada que sea su sagacidad, que el cierre de un diario nunca es provisional. Si un individuo es acusado injustamente, el yerro tiene remedio, al menos parcial. Pero si un diario es clausurado, en pocas semanas está ya muerto. No hay sentencia absolutoria que pueda resucitarlo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (25 de febrero de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/02/25 05:30:00 GMT+1
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2008/02/24 05:30:00 GMT+1
En sus cuatro años de gobernanza, juzgados con los sucesivos Presupuestos Generales del Estado en mano, Rodríguez Zapatero no ha hecho nada que estuviera fuera del alcance de cualquier Gobierno de derecha medianamente sensata, de los que a veces se ven por la Europa rica. O sea, de un Gobierno amigo de las oligarquías financieras e industriales, locales y foráneas, pero sin ganas de irritar al pueblo llano más allá de lo imprescindible.
El trato benevolente que el Ejecutivo del PSOE ha recibido del Fondo Monetario Internacional sirve de prueba concluyente: imagino que pocos estarán dispuestos a discutir que, si algo no cabe reprochar al FMI, es que sienta debilidad por las veleidades socializantes.
No dispuesto a dejarse muchos más dineros en la promoción de la Educación y la Sanidad públicas, en la dignificación real de las jubilaciones y las pensiones, en la vivienda social, en el apoyo a las familias con prole y demás capítulos característicos de los estados del bienestar a la vieja usanza, el Gobierno de Zapatero se ha esforzado por aparecer como “de izquierda” por su contribución a la adopción de algunas iniciativas legales bastante llamativas, pero de bajo coste monetario. Algunas llevadas a término de manera asaz congruente con su planteamiento inicial (la aceptación del matrimonio entre personas del mismo sexo, por ejemplo) pero otras –las más– aguadas y desnaturalizadas durante su tramitación (caso del Estatut de Cataluña o de la llamada “Ley de la Memoria Histórica”). La constante falta de temple demostrada por el Ejecutivo socialista en sus relaciones con la jerarquía católica ha sido un muy buen ejemplo de cómo, ni siquiera a la hora de hacer valer la preponderancia civil del poder electo sobre el religioso, el Gobierno de Zapatero ha sabido responder a las expectativas de izquierda que él mismo se había empeñado en alimentar.
Si lo que trata de demostrarnos ahora es que él resulta menos peligroso que Rajoy, haría bien en plantearlo más o menos tal cual: “Vale; yo, mal, pero el otro, peor”. No animaría a “votar con todas las fuerzas”, pero al menos plantearía las cosas tal cual son. De tristes.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de febrero de 2008).
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2008/02/23 05:30:00 GMT+1
Es difícil saber en qué medida el llamado “empate técnico” en el que algunos trabajos demoscópicos sitúan al PSOE y al PP de cara a las próximas elecciones refleja la realidad objetiva o si responde, por lo menos en algunos casos, a lecturas interesadas de los mismos, facilitadas por los márgenes de error (del orden del ±3%) que las propias encuestas asumen.
Lo que me suscita mayor escepticismo es la pretensión de que el PSOE está exagerando de manera deliberada y consciente el peligro de victoria del PP que esos sondeos dibujan para que el miedo al triunfo de la derecha cavernícola contribuya a movilizar a la parte del electorado de izquierda que no muestra mayor entusiasmo por acudir a votar o, en todo caso, en hacerlo por Zapatero. Sería una táctica peligrosa. Un arma de doble filo que podría producir el efecto pretendido… o el contrario, enardeciendo a las huestes del PP y acentuando el cabreo de los sectores de izquierda más críticos.
El fondo del problema no hay que buscarlo ni en el mayor o menos ingenio de tal o cual eslogan publicitario lanzado durante la campaña electoral, ni en la superior habilidad de Mengano o Zutano a la hora de este o el otro cara a cara televisivo –sin negar el peso que tienen hoy en día esas contingencias–, sino en el trabajo efectivo hecho. El PSOE tomó en sus manos en 2004 una Administración del Estado que estaba a la cola de la Unión Europea en materia de gasto social. Gastaba el 20% de su PIB en este concepto: igual que Polonia y menos que Eslovenia y Hungría. A años luz de Suecia, Francia, Dinamarca y Alemania.
Gastaba poco, pero tampoco ingresaba gran cosa (36,4% del PIB, frente al 41,2% de media de llamada “zona euro”). Un Gobierno que se dice socialista estaba obligado a realizar un esfuerzo de gigante para multiplicar el gasto social, lo que sólo podría realizar si aumentaba sus ingresos fiscales hasta ponerse a la altura de la media del núcleo de vanguardia de la UE.
No sólo no ha puesto ese esfuerzo al frente de sus prioridades, sino que hoy es el día que compite con la derecha en el anuncio de rebajas de impuestos.
Eso es lo que la izquierda más reflexiva percibe.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (23 de febrero de 2008).
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2008/02/22 05:30:00 GMT+1
Anoche empezó la campaña electoral. Rectifico: anoche se iniciaron las dos semanas legalmente asignadas a los partidos políticos para que hagan campaña electoral. Porque todos sabemos por abrumadora experiencia que hace ya meses que la campaña electoral está en marcha.
La mayoría habla de esa evidencia con hastío: “¡Menudo peñazo nos están dando!”. A mí la murga electorera también me aburre, por supuesto. Me abruma su inacabable ritual monocorde, tan propicio a las caricaturas, a las simplificaciones demagógicas y a las referencias personales burdamente faltonas.
Pero lo que me preocupa más de esta larguísima campaña de meses y más meses de mítines por toda España, de espectáculos llenos de gorras, banderitas, pancartas y pins, de vallas callejeras, de publicidad descarada o implícita en prensa, radio y televisión (de omnipresencia diaria, en suma), no es su carácter soporífero sino, muy en especial, el hecho de que ha convertido más que nunca las elecciones, formalidades aparte, en una pugna sólo accesible para los dos partidos que ya tienen en sus manos un muy importante poder decisorio, lo que hace que sus arcas puedan afrontar tamaño dispendio, sea porque están ya bien abastecidas, sea porque pueden estarlo aún más y mejor gracias al apoyo de quienes dan por hecho que seguirán teniendo un peso decisivo en el porvenir inmediato.
Considerando el objetivo de La Moncloa como el crucial, lo que vivimos desde anoche es el tramo final de una subasta que ya ha ido dejando fuera de juego a los que no estaban en condiciones de pujar tan alto.
Es un círculo vicioso: sólo puede aspirar a ser importante mañana quien ya lo es hoy. La maquinaria supuestamente democrática se perfecciona cada vez más para favorecer el bipartidismo a todos los niveles. Del bipartidismo de nuestro tiempo, cuyo modelo más acabado es el de los Estados Unidos de América.
Estamos ante la expansión incontenible de la moderna plutocracia, en la que, como sucede con las grandes corporaciones empresariales, no hace falta que el propio ejecutivo sea muy rico. Él basta con que represente bien el papel que le corresponde en el tinglado de la nueva farsa.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (22 de febrero de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/02/22 05:30:00 GMT+1
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2008/02/21 08:10:00 GMT+1
Hace bastantes años apareció en los periódicos una noticia chocante que hablaba de un británico que había aparecido ahorcado en su casa ataviado con ropa interior de mujer. Lo llamativo no es que el caballero portara lencería femenina (un fenómeno tan frecuente en los juegos lúbricos que no tiene nada de noticioso), ni siquiera que apareciera ahogado (la asfixia autoerótica es una práctica por fortuna infrecuente, pero ampliamente tratada en la literatura médica), sino que el individuo en cuestión era un famoso predicador ultra que dedicaba lo esencial de su actividad a denostar en público y de mil maneras, con gran éxito de público, las licenciosas costumbres y el libertinaje de la vida moderna.
Es éste el punto clave que debería fijar los límites que separan las vidas privadas y públicas de las gentes, populares o no. Cada cual tiene derecho a exigir respeto para con sus propias prácticas, siempre, por supuesto, que no dañe injustamente a terceros y siempre, sobre todo, que no incurra en inaceptables hipocresías.
Nicolas Sarkozy ha decidido demandar por la vía penal a un periodista de Le Nouvel Observateur por haber publicado que, en vísperas de su boda con Carla Bruni, mandó a su exesposa, Cecilia Ciganer, un SMS en el que le venía a decir, en plan bolero: “Si tú me dices ven, lo dejo todo”. Le Nouvel Observateur no sólo es una revista de las más prestigiosas de Francia. También es la primera que adelantó el divorcio de los Sarkozy, lo que acredita la solvencia de sus fuentes.
El director del semanario, el muy respetado Jean Daniel, ha escrito un artículo titulado “¿Un error? Sí” en el que sostiene que el desacierto que cometió la prensa francesa fue aceptar que Sarkozy exhibiera su vida privada en un escaparate. El presidente francés marcó ante el público las reglas del juego que imponía a su vida privada: ¡las cartas boca arriba! ¡Pasen y vean! Y ahora se hace el ofendido porque la gente le mira todas las cartas, no sólo las que a él le apetece enseñar.
La mayoría de la sociedad francesa empieza a mirarlo con desdén. Lleva mal que sea un fullero, pero aún peor que se retrate como un frívolo presuntuoso.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (21 de febrero de 2008).
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2008/02/20 05:30:30 GMT+1
El hábito sí hace al monje. Claro que para ello es imprescindible que estemos habituados desde la infancia a identificar sus vestimentas –estrafalarias, vistas desde otras latitudes– en tanto que señas reconocibles (y normales) de identidad.
Por las mismas, los hábitos de ceremonia de los papas, cardenales y obispos tienen un origen histórico indiscutible, pero mirados hoy con visión del siglo XXI, sobre todo por quienes hace decenios que no frecuentamos los ceremoniales católicos o no los hemos frecuentado jamás, nos producen una viva sensación de extrañamiento. No digamos sus idas y venidas en los altares, sus frases cabalísticas, sus confirmaciones con cachetes (¿no los reprueba la ley?)…
Ítem más: que haya fervientes católicos que critiquen que otras religiones discriminen a las mujeres, cuando su propia confesión establece un tope de promoción femenina más que limitado, es cualquier cosa menos razonable.
No me propongo desprestigiar las prácticas católicas. Estoy tratando tan sólo de criticar a los fariseos que montan el pollo por el pañuelo islámico en la cabeza ajena sin ver el palio sobre la propia. Y no digamos a aquellos que, para más inri, pretenden que la religión católica sea una asignatura más en la Enseñanza de niños y púberes. Esos no tratan de poner un velo en la cabeza, sino delante de los ojos.
Si hay mujeres u hombres que desean colocarse un pañuelo o una kipá en la cabeza, porque así se sienten más identificados con sus comunidades culturales, lo que habrá que hacer con ellos es lo mismo que con el resto: educarlos pacientemente en la igualdad. Será así, y no con prohibiciones, como irán atenuándose sus deseos de segregarse.
Las tradiciones, precisamente porque lo son, vienen de tiempos todavía más irracionalistas (¡todavía!) que los actuales.
Y no sólo las tradiciones religiosas. ¿Qué sentido tiene la corbata masculina occidental? ¿Y que muchas mujeres se pinten la cara y la mayoría de los hombres no? ¿O que se depilen? ¿O que la casi totalidad de los europeos hayamos descartado una prenda tan cómoda como la falda?
Es el roce suave pero constante entre las moles culturales el que acaba por limar las aristas.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (20 de febrero de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/02/20 05:30:30 GMT+1
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2008/02/19 05:30:00 GMT+1
Se buscan hasta debajo de las piedras los factores de toda suerte –históricos, culturales, geoestratégicos, étnicos– que impiden comparar los casos de Kosovo y Euskadi.
“La declaración de independencia unilateral de Kosovo es un hecho totalmente excepcional. Un caso único, fruto de la muy específica situación de la ex Yugoslavia”, afirman los partidarios del reconocimiento del nuevo Estado.
O ellos tienen muy mala memoria o confían en que los desmemoriados seamos los demás. Bielorrusia se proclamó independiente por su cuenta. La llamada revolución cantada, nombre por el que fue conocido el proceso de independización de los tres países bálticos, Estonia, Lituania y Letonia, se impuso también mediante decisiones unilaterales.
Igual que se hace ahora con lo sucedido en Kosovo, se hizo a comienzos de los noventa con Bielorrusia y los países bálticos: ¡nada que ver con Euskadi! Y algo después para enfatizar que la realidad vasca tampoco tiene nada que ver con la irlandesa. Y menos aún con la escocesa.
Claro que los países bálticos tampoco tienen nada que ver con Irlanda. Ni Eslovaquia con Croacia. Ni nadie con nadie. No hay dos devenires históricos medianamente equiparables, y menos en la enrevesada Europa.
La gran diferencia que separa a Euskadi de Kosovo (y de Bielorrusia, y de los países bálticos, y de Croacia, y de Irlanda, y de Eslovaquia y de todos los demás procesos de emancipación nacional que tomaron cuerpo en la Europa del siglo XX y van encontrando poco a poco algo parecido a una salida) es de una sencillez pasmosa: Euskadi no tiene padrinos internacionales. Ni de mucho peso, como Kosovo, o como Irlanda –que cuenta con un muy poderoso lobby en los Estados Unidos–, ni de peso menor, como Chechenia, que recibe algún apoyo del mundo musulmán.
Quien no tiene padrinos no se bautiza. Sin padrinos con vara alta, no hay consorcios mediáticos que expliquen que tus reivindicaciones no son ninguna locura, y no hay dinero fácil que las explique y pasee por medio mundo, y no hay potencia que te franquee las puertas de los foros internacionales.
Tanto tienes, tanto vales. Y tanto no tienes, tanto no vales.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (19 de febrero de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/02/19 05:30:00 GMT+1
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2008/02/18 08:00:00 GMT+1
Una de las paradojas más preocupantes que presentan los actuales sistemas tenidos por democráticos, como el nuestro, es que el pueblo –la población con derecho a voto, porque la inmigración también es pueblo, pero no cuenta– se ve obligado a decidir acerca de cuestiones sobre las que no tiene un conocimiento mínimamente fundado. En muchos casos, porque la complejidad técnica de los asuntos supera su nivel de información, e incluso de comprensión, y en otros porque ha sido desinformado a propósito, y se cree que sabe lo que no sabe.
De todo ello cabría poner muchos ejemplos.
De lo primero me conformaré con uno: en cierta ocasión, hace años, en una tertulia radiofónica, el conducator del programa me preguntó si yo creía que era verdad que el PSOE estaba haciendo triquiñuelas fiscales para beneficiar a sus amigos. Le respondí que no tenía ni idea. “¡Ah, pillín! No quieres mojarte, ¿eh?”, me soltó. ¡Qué majadería! Sencillamente, no tenía ni idea. ¿O es que los participantes en las tertulias tenemos que saber de todo y saberlo todo? Pues el ciudadano medio, con más motivo.
Ejemplo de lo segundo: los jefes del PP valenciano cuentan a la población local que los aragoneses y catalanes son unos egoístas, porque dejan que el agua del Ebro “se pierda en el mar”, donde se salina, lo que obliga a gastarse luego mucho dinero para desalinizarla. La patraña, de un simplismo que clama al cielo, hace agua (nunca mejor dicho) por los cuatro costados, pero sirve para engañar a gente con muy pocos conocimientos científicos y muchas ganas de agua barata.
Por supuesto que los grandes partidos tienen las suficientes posiciones prácticas, contantes y sonantes, que pueden ser analizadas sin necesidad de tener altos estudios, y que bastan y sobran para retratarlos. Pero eso tampoco es suficiente: obliga a analizar. Y es demasiado el personal que renuncia a pensar por su cuenta –no tiene costumbre– y opta por ponerse en manos de los muchos gurús que proliferan en los medios de comunicación y en el escenario político.
El resultado es lo que un amigo mío define como “una democracia de muy baja calidad”.
Que va a peor, para más inri.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (18 de febrero de 2008).
Nota.– Un corte en el suministro eléctrico nocturno en la zona de mi casa de Madrid –es ésas estamos todavía en 2008– apagó mi ordenador e impidió la actualización automática de este blog a las 05:30.
Escrito por: ortiz.2008/02/18 08:00:00 GMT+1
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2008/02/17 07:10:00 GMT+1
Quizá una de las muestras más acabadas del atolondramiento y las prisas con que el PP se ha lanzado a copiar la política de las derechas europeas –de la francesa en particular–, ha sido su propuesta de prohibir el uso del velo islámico en las escuelas, al considerar que esa práctica “rompe radicalmente el elemento central del principio de igualdad entre el hombre y la mujer”, en palabras de Ignacio Astarloa, responsable de Justicia del PP.
Las tensiones que esa iniciativa ha provocado en Francia han sido muy sonadas, pero se han entablado, en todo caso, sobre de una base material y legal muy diferente a la española. Francia es un Estado laico; España se limita a declararse aconfesional. Ninguna religión pinta nada en la escuela pública francesa. En España, por mandato constitucional, “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española”, entre las que sólo cita explícitamente a la católica.
La idea del PP de prohibir que una estudiante vaya a la escuela tocada con un velo, cuando bien puede suceder que tenga de maestra a una monja cubierta por una ceñida toca, es sencillamente ridícula, además de hostil a la Constitución, que garantiza (art. 16.1) “la libertad ideológica, religiosa y de culto a los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público”. No veo yo que portar un velo en la cabeza represente ninguna alteración del orden público. No más, en todo caso, que vestir una sotana o afeitarse una tonsura romana en la coronilla.
Pero la parte más cómica del asunto viene cuando los jefes del PP, empezando por el ínclito alcalde-presidente de Melilla, Imbroda, tratan de salir de la charca en la que se han metido y aseguran que la prohibición del velo sólo tendrá vigencia para las inmigrantes, pero no para las españolas. ¡O sea, que a las inmigrantes hay que conducirlas a la emancipación por narices, pero con las españolas da igual si, como teoriza Astarloa, se “rompe radicalmente el elemento central del principio de igualdad entre el hombre y la mujer”!
Perdónalos, Señor, porque no saben lo que dicen.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (17 de febrero de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/02/17 07:10:00 GMT+1
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2008/02/16 05:30:00 GMT+1
Dicen que hay cientos de miles de potenciales votantes que esperan a ver qué dan de sí los cara a cara televisados entre Rodríguez Zapatero y Rajoy para decidir qué votan.
Sería hipócrita si me dijera asombrado. Tal como funcionan nuestras sociedades mediáticas, me parece lógico. A cambio, me entristece. Revela que hay una parte considerable de la población española que no juzga hechos, sino cháchara, retórica, fuegos de artificio.
Todos hemos contado con cuatro años, a los que hay que añadir los largos periodos anteriores en los que los papeles de gobierno y oposición estuvieron invertidos, para saber de qué va cada cual y qué intereses asume. Quienes optamos por la filosofía de la ciencia calificamos eso de empirismo: nos atenemos a las conclusiones que hemos extraído de la experiencia práctica, frente a quienes se dejan llevar por apariencias, apriorismos e intuiciones. En realidad, no estamos nada lejos de lo que sentencian los cristianos –los que se toman en serio su fe y no la convierten en mero paripé– cuando recuerdan las palabras del Evangelio según San Mateo: “Por sus frutos los conoceréis”.
Los candidatos a la Presidencia del Gobierno acuden a los debates estelares de televisión como quien se presenta a unas oposiciones. Se han estudiado un amplio temario y han sido aleccionados en las respuestas que deben dar a cada asunto para resultar ingeniosos, efectistas y simpáticos. Hasta les dicen qué traje llevar, qué corbata ponerse, qué reloj lucir y cómo ir peinados. El resultado puede tener su gracia como ejercicio de esgrima polémica, pero en términos políticos no permite dilucidar realmente nada serio.
Cuentan con la enorme ventaja de que los programas electorales no son contratos de obligado cumplimiento. Dicen A, hacen B, acaban en C y a correr. Y el uno asegura que no tolerará que en sus filas haya ni un sospechoso de corrupción, y luego los tiene a puñados. Y el otro promete que apoyará lo que salga del Parlament de Cataluña y luego le aplica el cepillo de carpintero hasta lo indecible. Y así todo.
¿Que quieren debatir? Pues que debatan. Público no les va a faltar. ¡Que empiece el espectáculo!
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (16 de febrero de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/02/16 05:30:00 GMT+1
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