2008/11/20 06:00:00 GMT+1
Hay veces que uno lamenta acertar. Me habría gustado haber errado cuando predije hace dos meses en esta misma página que el sumario de la causa abierta por el juez Garzón sobre los crímenes del franquismo se quedaría en nada. Pero así ha sido.
No soy jurista, pero desde el principio hubo bastantes aspectos de la iniciativa procesal del magistrado de la Audiencia Nacional que me escamaron. Para empezar, no entendí que encausara sólo a 45 destacados integrantes del golpe militar de Franco contra la República. Si se trataba de enjuiciar los crímenes del franquismo, debería haber considerado toda la época abarcada por la dictadura, desde 1936 a 1976. El 18 de julio de 1936, muchos ejecutores de la barbarie franquista, que o bien torturaron y mataron o bien ordenaron matar y torturar durante los años cincuenta, sesenta y hasta entrados los setenta, estaban en pañales o aún no habían nacido. ¿Qué quería Garzón? ¿Que le informaran de que los 45 elegidos por su dedo instructor no pueden ser juzgados, básicamente porque sus restos yacen bajo tierra?
Eso sin contar con que, si bien casi todos los golpistas del 36 han muerto, el fruto de sus crímenes sigue en vigor. Los franquistas se repartieron entre ellos a escote las propiedades de sus enemigos políticos. Se adueñaron a mano armada de empresas, de fincas y de casas que ahora ocupan sus descendientes. ¿Ahí no hay ninguna justicia que restablecer? ¿Nada que devolver? La situación es tan grotesca que hasta el propio Gobierno de Zapatero ocupa ahora mismo edificios que la dictadura franquista arrebató a sus legítimos dueños.
Por resumir: que el juez Garzón se ha vuelto a lucir.
Nada sorprendente. Lucirse es lo que más le priva.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (20 de noviembre de 2008). También publicó apunte ese día: De diarios y nostalgias.
Escrito por: ortiz.2008/11/20 06:00:00 GMT+1
Etiquetas:
franco
público
baltasar_garzón
dedo
antología
2008
franquismo
memoria
| Permalink
2008/11/19 06:07:00 GMT+1
En México, en tiempos –no sé cómo estarán las cosas ahora, aunque no tienen mucha mejor pinta, francamente–, si uno quería obtener un permiso de conducción de automóviles tenía dos vías disponibles, que ciertos funcionarios ofrecían al interesado: “¿Por dentro o por fuera?”, le preguntaban. “Por dentro” quería decir pasando el examen correspondiente; “por fuera”, sin someterse a examen, aunque pagando la mordida de rigor.
Nunca he pretendido que España sea un modelo de probidad administrativa, ni mucho menos. Aquí tenemos también sobornos de todos los tamaños, desde los más aparatosos hasta los más cutres. Me ha tocado ver de cerca alguno, para mi sofoco. Pero de lo que nunca había oído hablar por estas tierras es de la venta de carnés de conducir.
Pues la había. Hace unos pocos días cazaron a una banda, infiltrada en medios policiales, que se dedicaba a la venta de permisos de conducir “por fuera”.
Hasta cierto punto, procurarse un carné de conducir ilegal pagándolo a buen precio da muestra de un cierto respeto por la legalidad. Tratar de fingir que uno se atiene a la ley es una forma de tenerla en consideración. Sugiero que llevar un permiso de conducir falso empiece a ser considerado por los tribunales como una circunstancia atenuante. Porque, según cuentan los expertos, por nuestras carreteras circulan bastantes miles de conductores que se ponen al volante sin carné, ni verdadero ni falso.
Cuando leí la noticia, mi primera reacción fue exclamar: “¡Eso lo explica todo!”. Porque, a la vista de cómo conducen muchos, cabría deducir que o no tienen carné o el que llevan es falso. Pero la cosa es aún más grave: hay un montón de gente disparatada que tiene carné legal.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (19 de noviembre de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/11/19 06:07:00 GMT+1
Etiquetas:
corrupción
españa
público
automóvil
tráfico
dedo
2008
| Permalink
2008/11/18 06:00:00 GMT+1
La detención de Garikoitz Aspiasu, Txeroki, es importante, pero no decisiva. Parece que era una pieza de valor dentro del engranaje de ETA –ya se verá en qué medida– pero, por lo que han declarado quienes lo han tratado y por lo que se lee en la correspondencia intervenida a sus receptores, cabe considerarlo cualquier cosa menos un ideólogo o un estratega. ETA puede sustituir en pocos días a alguien como él por otro como él: igual de tosco en su preparación intelectual, igual de irreflexivo, igual de fascinado por el gatillo.
Txeroki es representativo de la actual hornada de dirigentes de ETA, ascendidos en cosa de nada desde el activismo callejero a la cúspide de la organización. Gente cuya idea directriz quedó reflejada de manera bien transparente en su último comunicado: están convencidos de que pueden doblegar al Estado español a base de “poner muertos sobre la mesa”, delicada expresión que se atribuye al propio Aspiasu. Es una estupidez, pero es una estupidez que puede seguir trayéndonos no pocas desgracias durante todavía bastante tiempo.
De todos modos, y aunque la actual deriva de ETA pueda parecer una caricatura (y de hecho lo sea), convendrá recordar que responde fielmente a una pauta histórica, presente desde los mismos inicios del grupo armado, allá por los sesenta del siglo XX: cada vez que cuaja en su interior un grupo de dirigentes que piensan y se muestran medianamente razonables, irrumpe otro grupo, más impulsivo, menos dado a la lectura y muchísimo menos escrupuloso, que lo quita de en medio. A veces incluso a punta de pistola.
Así sucedió con la última tregua. Y así volverá a pasar una y otra vez, con tregua o sin ella. Es la maldición de ETA.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (18 de noviembre de 2008). También publicó apunte ese día: El deterioro.
Escrito por: ortiz.2008/11/18 06:00:00 GMT+1
Etiquetas:
público
txeroki
eta
euskal_herria
dedo
2008
euskadi
| Permalink
2008/11/17 06:00:00 GMT+1
Admito sin ninguna dificultad que la política vasca es tirando a caótica. No hay más que ver cómo se desenvuelve ahora mismo: Eusko Alkartasuna ha decidido (con sus correspondientes disensiones internas, faltaría más) que no concurrirá a las próximas elecciones del brazo del PNV, los restos diseminados de la izquierda abertzale se ajustan las cuentas entre sí (y a los demás) con espíritu bastante inclemente, los jefes del PNV y del Gobierno de Vitoria no se ponen de acuerdo ni en la hora que marca el reloj, Ezker Batua está también a la greña interna y externa y hasta en el bando llamado “españolista” o “constitucionalista”se zurran a base de bien el PP y el PSOE, entre ellos y cada uno de ellos por dentro.
Visto así el panorama, parece mareante.
¿Lo es? Que el escenario de la política refleje las divisiones ideológicas y políticas realmente existentes en la población, ¿es malo? O, dicho al revés: ¿es bueno simplificar? Todo tiene su anverso y su reverso, por supuesto, pero la tendencia general de las actuales sociedades occidentales a instaurar un bipartidismo tosco y escasamente bipolar, con dos grandes referentes políticos que se asemejan cada vez más entre sí en las grandes opciones, aunque difieran un poquitín en las predilecciones cinematográficas, gastronómicas y musicales, es mucho peor.
No me gustan las sociedades cuyos ciudadanos se lían cada dos por tres la manta a la cabeza por motivos irrelevantes. Detesto a la gente pendenciera. Pero tampoco disfruto de las unanimidades por decreto, las renuncias, los brazos caídos y los consensos forzados.
Por decirlo de manera gráfica: entre el bipartidismo made in USA y el caos vasco, casi que me quedo con el caos.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (17 de noviembre de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/11/17 06:00:00 GMT+1
Etiquetas:
usa
público
euskal_herria
dedo
política
2008
euskadi
| Permalink
2008/11/16 06:00:00 GMT+1
Una de las enojosas dificultades que estamos obligados a afrontar quienes nos dedicamos a escribir sobre la actualidad política es la que nos plantea referirnos a la ciudadanía y las instituciones de los Estados Unidos de América. ¿Cómo llamarlas?
Ellos las llaman “americanas” y se quedan tan anchos. Pero América llega desde el Océano Glacial Ártico hasta el Cabo de Hornos y, pese a los ingentes esfuerzos que han hecho para lograr lo contrario, los EE.UU. no son dueños de todo ese inmenso continente. Ni siquiera de la mitad más uno.
Hay quienes las llaman “norteamericanas”, pero eso tampoco es exacto, ni mucho menos, porque Norteamérica comprende Canadá, los Estados Unidos de América y México, amén de algunas islas de soberanía francesa (interesantísimas, pero ése es otro capítulo).
Algunas enciclopedias pretenden que las llamemos “estadounidenses”. A veces yo lo hago, porque algo hay que hacer, pero tampoco es riguroso, porque el nombre oficial de México es “Estados Unidos Mexicanos”, con lo cual tan estadounidenses son los mexicanos como los compatriotas de Barack H. Obama.
La pregunta que resulta inevitable plantearse a partir de esas constataciones, de mero sentido común, es: ¿y cómo el Estado más poderoso del mundo tiene una nebulosa tan espesa sobre algo tan elemental como su propio gentilicio? El asunto es interpretable, como todo en esta vida, pero me temo que tenga que ver con la doctrina del “destino manifiesto”, tan extendida entre muchos dirigentes de los EE.UU., que han sostenido invariablemente que su nación es la esencia misma del continente americano, al que representan por concesión divina.
Ellos son América, y punto. Son los americanos, por antonomasia.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (16 de noviembre de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/11/16 06:00:00 GMT+1
Etiquetas:
usa
américa
público
imperialismo
dedo
lengua
2008
| Permalink
2008/11/15 06:00:00 GMT+1
Un alto mando del Ejército de los EE.UU. destacado en Afganistán ha declarado: “El problema no es ganar batallas; podemos ganar todas que haga falta. El problema es ocupar el territorio”. Lo más chocante es que lo ha afirmado con gran solemnidad, como si fuera un hallazgo suyo, cuando se trata de una verdad más vieja que Matusalén. Dejando a un lado la baladronada sobre su capacidad para ganar todas las batallas que les haga falta (alguna han perdido), el hecho es que, en efecto, cuando lo que unas Fuerzas Armadas se plantean no es imponerse en un enfrentamiento concreto sino ganar una guerra, no les basta con zurrar durante unas horas al enemigo a base de bien y dejarlo hecho migas. Luego tienen que administrar el resultado. Y para ello resulta obligado quedarse sobre el terreno.
Es un inveterado escollo contra el que han chocado todos los imperios. Lo tuvo Alejandro Magno. Lo tuvo Atila. Lo tuvo Julio César. Lo tuvo –vaya que sí lo tuvo– Napoleón Bonaparte. Lo tuvo Adolf Hitler. Uno puede abrirse paso a sangre y fuego y llegar hasta los Urales a tiro limpio. Gran hazaña. Pero, una vez que está allí, ¿qué hace? ¿Volverse para casa en el siguiente tren o quedarse a vivir?
En ese punto, la clave la tienen siempre los hipotéticos aliados aborígenes. Todo depende de si están por la labor o no; de si aceptan el nuevo orden impuesto por los invasores y de si son capaces de hacerse cargo de él por su propia cuenta. Porque no hay estado que cuente con los suficientes soldados como para ocupar la mitad del globo terráqueo por su cuenta y riesgo.
¿Los estrategas del Pentágono estarán empezando a descubrir eso ahora? Pues cuéntenselo a Obama, que a Bush ya no vale la pena.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (15 de noviembre de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/11/15 06:00:00 GMT+1
Etiquetas:
usa
afganistán
guerra
bush
dedo
2008
ejército
público
obama
| Permalink
2008/11/14 05:00:00 GMT+1
Es curioso cómo hemos ido asumiendo con el paso del tiempo los sobreentendidos del lenguaje cinematográfico. Cuando yo era crío, si en una película trataban de darte a entender que entre una escena y la siguiente habían pasado varios años, sacaban la imagen de un calendario al que se le iban cayendo las hojas. El siguiente recurso fue poner letreros: “Diez años después…”. Ahora dan el salto y, a nada que maquillen a los personajes con habilidad –y cuidado que saben hacerlo–, todos asumimos como la cosa más natural del mundo que ha pasado mucho tiempo, sin que nadie nos lo diga.
La televisión ha seguido un proceso paralelo. Los maduritos del lugar recordarán con cuánta reticencia fue acogida la iniciativa de TVE de poner en pantalla un pequeño icono esquinado, abajo a la derecha, que identificaba el canal que uno estaba viendo. “La mosca”, se lo llamó popularmente, ridiculizándolo. Ahora somos bastantes los que nos cabreamos cuando algunos canales no incluyen el icono de marras, porque no sabemos qué estamos viendo, o sintonizando.
No sé si con estas cosas vamos madurando o degenerando, pero al menos les encuentro un punto de utilidad: nos ahorran tiempo.
Lo que sigo sin tragar –y odio cada vez más, de hecho– es que en las series de televisión de corte más o menos humorístico haya siempre un coro de risas de fondo que nos indica didácticamente que tal o cual réplica merece ser celebrada por su gran ingenio. Resulta insultante. ¿Suponen que no somos capaces de determinar por nosotros mismos qué nos resulta gracioso y qué no?
Ayer estuve viendo Avanti!, de Billy Wilder. Hubo varias escenas en las que lloré de la risa. Les aseguro que nadie tuvo qué indicarme cuándo debía hacerlo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (14 de noviembre de 2008). También publicó apunte ese día: Localia, otro solar.
Escrito por: ortiz.2008/11/14 05:00:00 GMT+1
Etiquetas:
billy_wilder
humor
público
cine
dedo
2008
televisión
| Permalink
2008/11/13 05:00:00 GMT+1
No tenía previsto escribir sobre Ernesto Guevara, por muchos aniversarios que se acumularan y muchas películas que rodaran. Vi la hagiografía de Benicio del Toro, tirando a imprecisa, pero simpática. “Bah, cállate; déjalo”, me dije. “Vete a saber cómo te interpretan si escribes sobre ello”.
Ésa era mi determinación hasta que ayer leí que el ensayista argentino Juan José Sebreli ha publicado un libro en el que ha definido al Che como “la antítesis del político” porque, según él, “la tarea del político es lenta, discreta y paciente, se realiza cada día y a través de los años, requiere esfuerzo, obstinación, perseverancia; además, necesita la capacidad de transigir, negociar, consensuar, saber replegarse y establecer alianzas”. Todo lo cual ha sido muy celebrado.
Leído lo cual, concluí que la cuestión ya no era Guevara, sino la política. Esa concepción de la política, tan extendida.
Siempre he simpatizado con la consigna del turbulento Danton, quien reclamó a los revolucionarios franceses de su tiempo: “¡Audacia, más audacia, siempre audacia!”.
Cuando Sabreli cree que define al político, caracteriza tan sólo al político oportunista. Que la gran mayoría de los políticos profesionales sean acomodaticios, taimados y arribistas no quita para que pueda haber otro género de políticos. Aparecen, de tanto en vez. Y nos honran.
Guevara cometió muchos errores, pero tuvo al menos una virtud innegable: luchó incansablemente por los condenados de la Tierra. Si eso lo convirtió en “idiota político”, como afirma Sebreli, me apunto a su bando.
Alberti escribió en 1929: “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”. Se ve que seguimos en las mismas. Hay demasiado listo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (13 de noviembre de 2008). También publicó apunte ese día: De Juana y el ensañamiento.
Escrito por: ortiz.2008/11/13 05:00:00 GMT+1
Etiquetas:
público
política
alberti
che_guevara
benicio_del_toro
dedo
sebreli
2008
| Permalink
2008/11/12 05:00:00 GMT+1
Se dice que una de las novedades que aporta el triunfo de Barack H. Obama en las elecciones presidenciales norteamericanas es que, por primera vez, los EE.UU. contarán con un vicepresidente católico. Se trata de una innovación no muy innovadora, tirando a chuchurría, porque, puestos a tener, los EE.UU. incluso tuvieron en su día un presidente (John F. Kennedy) que se proclamaba católico, por más que su biografía fuera una antología de transgresiones a los mandamientos de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana (sobre todo del 4º al 10º).
Lo que resultaría realmente innovador es que, de una pajolera vez, un presidente o vicepresidente de los EE.UU. se proclamara agnóstico o ateo. Eso sí que supondría un puntazo.
Pero ni siquiera habría por qué llegar tan lejos. Bastaría con que los políticos del establishment estadounidense asumieran que Dios y la política deben ir cada uno por su cuenta, sin tocarse ni mancharse. Y que el César público obtenga lo que le atañe, sin más, y que el Dios privado reciba lo que cada cual quiera asignarle en la intimidad.
“¡Dios os bendiga! ¡Dios bendiga a los Estados Unidos de América!”, clamó Barack Obama al final de su discurso de celebración electoral. Me dio verdadero repelús. Esa gente (demócratas y republicanos, supuestos progres y reconocidísimos reaccionarios) mete a su Dios hasta en la sopa. O peor: hasta en los billetes y las monedas. ¿Será que no recuerdan el cabreo de Jesucristo con los mercaderes del templo?
“Confiamos en Dios” es uno de los lemas oficiales de los EE.UU., sancionado por ley en 1956, en plena fiebre macarthista.
¿De qué van? ¿Creen en un Dios que, cualquiera sabe por qué razón, debería darles trato de preferencia?
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (12 de noviembre de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/11/12 05:00:00 GMT+1
Etiquetas:
religión
usa
público
dedo
iglesia
2008
estado
obama
| Permalink
2008/11/11 05:00:00 GMT+1
Sigo a la espera de que un día aparezca un comunicado que diga: “La Asociación de Regantes de la Vega del río Tal ha solicitado al Consejo de Ministros que declare sus cultivos ‘Zona Privilegiada’ y les suba los impuestos, dada las excelentísimas cosechas que han tenido este año”.
Mejor será que espere sentado. Si cae mucha agua, porque cae mucha agua. Si no llueve, porque no llueve. Si pedrizo, porque pedrizo. Si helada, porque helada. Se cuentan por decenas las comarcas agrarias españolas que reclaman al Gobierno, año sí año también, que las declare “zona catastrófica”, por una razón o por otra. Semivecino del Mediterráneo, he visitado en muchas ocasiones diversas “zonas catastróficas” y he comprobado que, en efecto, a veces les va algo mejor y a veces algo peor, y que este año tales cultivos han funcionado y tales otros no, pero lo que no he visto jamás es que el personal esté macilento, ni los bares vacíos, ni que se suspendan las fiestas del pueblo (cuatro al año, como poco) por falta de presupuesto.
No es un vicio específicamente agrario, ni mucho menos. Habrán oído ustedes que las compañías eléctricas, que tampoco son mancas (en realidad tienen cientos de brazos), desean que el Gobierno las autorice a subir sus tarifas un modesto 31% porque, según alegan, sus ingresos ya no son lo que eran. ¡Fantástico! Se llevaban beneficios descomunales y lloran porque ahora sólo los tienen enormes.
A un amigo mío, periodista especializado en asuntos ecológicos, le han quitado la última colaboración que tenía en una revista. “Es por la crisis”, le han dicho. Le he sugerido: “¿Por qué no pides que te declaren zona catastrófica?”.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (11 de noviembre de 2008). También publicó apunte ese día: Dos soldados muertos.
Escrito por: ortiz.2008/11/11 05:00:00 GMT+1
Etiquetas:
periodismo
españa
público
impuestos
fiscalidad
dedo
agricultura
2008
estado
crisis
| Permalink
Siguientes entradas
Entradas anteriores