Hace unos meses quise subir un comentario sobre la espléndida serie documental que emitió entonces el canal británicoBBC4: Edwardians* in Colour: the wonderful world of Albert Kahn. Se me pasó colgar algo en su momento, así que lo hago ahora.
El documental nos muestra algunas de las fotografías y filmaciones pertenecientes a la extraordinaria colección "Los Archivos del planeta" del banquero francés Albert Kahn, que se conserva en el museo del mismo nombre situado en Boulogne-Billancourt, París. Entre los años 1908 y 1930 el magnate financió una serie de expediciones que producirían la mayor colección de fotografías y filmaciones a color de la época (72.000 fotografías y más de 100 horas de filmaciones). Usando el sistema autocromo patentado por los hermanos Lumière, un método bastante caro en ese momento, envió fotógrafos a más de cincuenta países de todos los continentes, con el ambicioso objetivo de construir una especie de atlas fotográfico y cinematográfico de la humanidad. En muchos casos encontramos las primeras fotografías a color conocidas tomadas en países como Mongolia, Benín o Japón. El autocromo proporciona una extraña tonalidad, un tanto onírica, que refuerza la impresión de encontrarnos ante fantasmas del pasado. No obstante, el archivo Albert Kahn también contiene fotografías y filmaciones en blanco y negro.
Algunas fotografías son espeluznantes, como ésta tomada en Mongolia en el año 1913.
Pero si las fotografías son llamativas, nos sorprende aún más las filmaciones a color de la época, que pocas veces se han exhibido para el gran público.
Dejo el primer capítulo de la serie (en inglés), de una hora de duración.
Por segunda vez, la cámara legislativa de Kosovo declaró unilateralmente la independencia de la hasta ahora provincia serbia.
Casi todos los analistas, incluyendo los propios albano-kosovares, coinciden en que la nueva Kosova, como se denomina el nuevo país en albanés, tendrá en realidad muy poco de independiente, y de momento continuará funcionando como un protectorado internacional, con la Unión Europea aportando ayuda y una misión de policía, y la KFOR ocupándose de la seguridad. Económicamente, continuará siendo un "supermercado improductivo" (Catherine Samary) con un 60 % de la población activa en paro (o en la economía informal) y en el que las cuestiones de las fallidas privatizaciones y la propiedad de la decena de minas de Trepca seguirán sin resolverse en el corto plazo.
En general, existe un consenso en señalar que, si bien es muy poco probable una repetición del escenario bélico de principios de los noventa, sí que existen riesgos de desestabilización en algunos puntos calientes: fundamentalmente, la República Serbia de Bosnia-Herzegovina, con una mayoría serbia que no se siente a gusto en el protectorado, y Macedonia, que cuenta con una importante minoría albanesa, muy vinculada a Kosovo política y económicamente. Todos ellos podrían denunciar legítimamente la aplicación de dobles varas de medir.
A partir de aquí, las disensiones son profundas. Muchos han interpretado este acontecimiento en atención a sus particulares preocupaciones nacionales, que a menudo poco o nada tienen que ver con las aspiraciones políticas de las poblaciones de referencia. Así, los gobiernos de los Estados miembros de la Unión Europea continúan fuertemente divididos a la hora de reconocer o no al nuevo país. Los Estados balcánicos (Grecia, Rumanía, Bulgaria y Chipre) no parecen estar por la labor.
Por su parte, los estudiosos que en Europa Occidental suelen interesarse por las desventuras balcánicas también mantienen posiciones divergentes. Mientras los más pesimistas advierten que puede volver a abrirse la caja de Pandora de las reivindicaciones territoriales en los Balcanes (Jean-Arnault Derens en Le Monde Diplomatique), otros (como el historiador Francisco Veiga) prefieren resaltar que más pronto que tarde Serbia y Kosovo se verán obligados a entenderse, al menos en el terreno económico y en el marco de una futura incorporación en la Unión Europea. En ambos casos los mencionados autores no ven con buenos ojos el reconocimiento de una independencia que supone al mismo tiempo, según Francisco Veiga, un reconocimiento de "la validez de la vía armada para conseguir objetivos políticos nacionalistas en el continente europeo." Veiga critica las manipulaciones y el doble rasero de las potencias occidentales y subraya con razón cómo últimamente los únicos movimientos independentistas exitosos han sido aquellos que han contado con el respaldo de Washington. Pero pasa por alto la cuestión más delicada: los deseos de independencia de la gran mayoría de los habitantes de Kosovo. La denuncia del carácter mafioso de los antiguos guerrilleros o de los espurios intereses de las grandes potencias no resuelve este decisivo elemento de la ecuación.
Este aspecto es el que trata de abordar Carlos Taibo , que prefiere centrarse en el respeto a la voluntad mayoritaria de la población (albano-)kosovar, aunque considera problemática la cuestión de la minoría serbia, mayoritaria en el norte donde mantiene un gobierno autónomo de facto. Taibo sostiene que no hay por qué temer un replanteamiento de las fronteras estatales, siempre que se sigan fórmulas democráticas que reconozcan el derecho de autodeterminación y el respeto efectivo de las minorías. Algo que no está muy claro teniendo en cuenta la relación de fuerzas existente, con el predominio político de los antiguos guerrilleros de la UCK y el padrinazgo estadounidense, que mantiene una base militar en el país.
Tanto quienes plantean lo innecesario de la modificación territorial de los Estados realmente existentes que incluyan comunidades en contra de su voluntad (Veiga), como quienes proponen una aplicación efectiva del derecho de autodeterminación (Taibo) tienen al modelo europeo de Estado nacional como único horizonte posible, aunque en la práctica asistamos a la proliferación de soberanías de intensidad variable, nunca equiparables a las de los tutores con asiento en el Consejo de Seguridad. Y el círculo vicioso que ninguna de estas propuestas logra resolver tiene su origen precisamente en este modelo. Las potencialidades progresistas de la nación (como defensa frente a la dominación política, económica y cultural de fuerzas exteriores) acaban desapareciendo frente a las necesidades de la construcción del Estado soberano. "La nación se vuelve el único modo de imaginar la comunidad" (Antonio Negri).
Ni la forma estatal serbia ni la kosovar parecen resolver el problema de la convivencia democrática entre comunidades e individuos con múltiples pertenencias identitarias. El "espíritu de Dayton" que parece añorar Francisco Veiga (frente a la imposición militar de 1999) no puede ocultar tampoco la confirmación de las opciones homogeneizadoras como garantía de la construcción estatal, ratificando limpiezas étnicas si es preciso.
Los nuevos padres de la patria kosovar son conscientes de este problema, aunque quieran cerrarlo en falso. Las seis estrellas del nuevo mapa pretenden ser un reflejo del respeto a la pluralidad étnica. Y es que no sólo hay serbios y albaneses en Kosova. También conviven gitanos, turcos, arúmanos (valacos de lengua latina, emparentados con los rumanos), ashkali (albanófonos emparentados con los gitanos, pero llamados egipcios) torbesi y gorani (ambos eslavos musulmanes), no siempre con una identidad muy definida. No son pocos quienes se han "albanizado" para evitarse problemas tanto en Kosova como en Macedonia.
En los mapas demográficos de la región suele destacarse la diversidad étnica como algo negativo, como muestra de esa maldición balcánica que impide consolidar Estados como Dios manda.
El caos visto con ojos jacobinos. Fuente: Le Monde Diplomatique
Estos puzzles multicolores son engañosos. Muestran la multiplicidad como un molesto sarampión que en el fondo sería bueno eliminar, o por lo menos sublimar en una unidad superior. Esta fatalidad europea existe cuando se mira con anteojos nacionalistas. Pero, ¿es posible otra mirada?
En Francia existe una gran afición por los mapas y por la geopolítica en general, haciendo honor a su tradición imperialista. En los últimos años han proliferado las publicaciones sobre los más variados asuntos. Destaca, por ejemplo, los atlas de la editorial Autrement, con una extensa colección que incluye atlas históricos (esclavitud, conflictos bélicos), y atlas que cubren diversos temas de actualidad (migraciones, cambio climático, sexualidad, etc.). Algunos libros han sido reeditados en España por la editorial Akal.
Dignos de mención son también los atlas editados por Le Monde Diplomatique, que recopilan los mapas que aparecen en la revista, y que constituyen uno de sus principales atractivos. El responsable de los mismos, Philippe Rekacewicz, mantiene un blog absolutamente recomendable, Visions cartographiques, en el que, junto a otros autores invitados, reflexiona sobre el hecho mismo de la creación cartográfica, la forma de mirar que representan los mapas, sus manipulaciones y su historia. En un reciente post rescata un mapa fantástico:
O caput elleboro dignum (el mundo en una cabeza de loco)
Mapa atribuido a Oronce Fine (1590). Colección de Anville. Biblioteca Nacional de Francia
Ya en el siglo XVI pensaban que el mundo estaba loco, loco...
La pasión cartográfica llega a la televisión. El canal franco-alemán de televisión Arte emite cada semana, desde hace más de una década, un programa didáctico de corta duración, Le dessous des cartes (podría traducirse como el lado oculto de los mapas). El programa ha tenido tanto éxito que han sacado libros y ediciones en DVD. La virtud del programa, y de su director Jean-Christophe Victor, es su claridad expositiva y cómo sintetiza temas complejos en muy poco tiempo. Dejo una de sus últimas emisiones, sobre la economía africana en 2008. África en 10 minutos. Eso sí, en francés.
Hoy rompo un poco la tónica habitual de esta bitácora para enviar un post que quizás sea más apropiado para la sección de Música recomendada. Me he enterado que esta noche a las 21:30 h toca en el café Libertad 8 el músico Claudio H y mañana día 15 de febrero lo hará Esfumato, un proyecto musical de Enrique Amigó, que suele colaborar con otros músicos. Ambos son amigos y habituales de este pequeño local desde hace tiempo.
Claudio H - Candombe torcido
Quienes vivan en Madrid o frecuenten esta ciudad conocerán el café Libertad 8, lugar de referencia para quienes buscan hacerse un hueco en la escena musical madrileña. Hace años que no paso por Madrid, pero allí pude descubrir a gente como Jorge Drexler y volver a escuchar a canarios como Pedro Guerra, Andrés Molina y...Enrique Amigó, uno de mis amigos de toda la vida. A la voz y la guitarra, con músicos potentes como el percusionista brasileño Ronny Vasques y el argentino Claudio H al contrabajo, y con Alejandro González en las proyecciones, juntos formaron una banda conocida como La casa del conde.
El grupo comenzó a tener bastante actividad coincidiendo con un momento dulce de la denominada "canción de autor", una manera que tenía el mercado de asimilar determinadas propuestas musicales, más heterogéneas de lo que parecía en un principio. Lo cierto es que las canciones de La casa... eran (son) singulares, con influencias muy diversas, difícilmente encasillables en la vitrina de los cantautores. Según cuenta en su página, incorpora "conceptos musicales traídos del otro lado del atlántico, con influencias del jazz, reagge y flamenco, combinados en un estilo barroco cargado de misterio." Cada uno de sus integrantes ha seguido su propio camino, aunque vuelven a reunirse de vez en cuando.
En el caso de Enrique Amigó, el próximo 26 de febrero presentará el primer disco de Esfumato en un concierto gratuito en el centro cultural Julio Cortázar. Como en La casa del conde, sus conciertos tienen una energía que habitualmente supera lo grabado en el disco. Enrique ha logrado ya una madurez musical que se nota en su música y en sus letras, complejos poemas musicados que destilan una extraordinaria sensibilidad. Ingeniero informático, profesor universitario, patriarca de una amplia familia, todavía tiene tiempo para mantener viva su pasión.
Hace tiempo que no coincidimos, aunque gracias a Internet continúo escuchando a Claudio y a Enrique. Desde aquí les envío un saludo. A los demás sólo puedo recomendarles que disfruten de su poesía y de su música.
La televisión publica británica BBC busca sustitutos para algunos de sus más conocidos entrevistadores, que están a punto de jubilarse. La prensa española se refiere a ellos como periodistas "agresivos". El diario The Times también se pregunta quiénes serán los nuevos rottweilers, conocidos por no pasar ni una a cualquier político, sea del partido que sea.
En La Opinión de Tenerife el periodista Job Ledesma escribe hoy que la BBC lo tendría complicado en España, donde "lo normal es que el periodista sea agresivo solo con el político ubicado enfrente de su postura ideológica, mientras que trata con cariño lisonjero al político cercano a su pensamiento." Añado que lo más probable es que además confunda la agresividad con la falta de respeto y una elevación anormal del volumen de la voz.
Lo que otros periodistas, retratándose a sí mismos, denominan agresividad no es otra cosa que rigor y un mínimo de respeto a la inteligencia de los espectadores, a quienes algunos periodistas de la BBC -repito, una cadena pública- tratan como ciudadanos. De ahí que exijan a los políticos profesionales que rindan cuentas, y que conciban el plató de televisión como algo muy diferente a una plataforma publicitaria para mayor lucimiento del personaje, por muy mediocre que sea.
Rescato del baúl de los recuerdos recientes (la memoria mediática es muy corta) un fragmento de una entrevista antológica, de julio de 2006, que realizó Stephen Sackur a José María Aznar, durante el programa Hardtalk. El título ya es toda una declaración de intenciones, y muestra la excepcionalidad de algo que debería ser la regla. El periodista Sackur sabe de lo que habla, no grita a su entrevistado, interrumpe cuando tiene que hacerlo pero no con malos modos y sobre todo resalta las contradicciones y barbaridades que suelta su interlocutor. Aznar, que en otros ambientes se muestra crecido y arrogante, aquí se le ve incómodo, y no precisamente por sus dificultados con la lengua inglesa. Al Emperador se le ve desnudo. Que es de lo que se trata.
En las últimas semanas los medios de comunicación españoles han venido relacionando a los paquistaníes detenidos en enero en Barcelona con Baitullah Mehsud, un líder guerrillero de Waziristán Sur (Pakistán). Primero fue El País, sobre la base de informaciones proporcionadas por los servicios secretos de algunos países europeos y las declaraciones de un misterioso testigo protegido, denominado F-1. Y ahora la prensa se ha hecho eco de las declaraciones del secretario de defensa estadounidense Robert Gates, quien en la Conferencia de Munich declaró lo siguiente:
"the Barcelona cell appears to have ties to a terrorist training network run by Baitullah Mehsud, a Pakistan-based extremist commander affiliated with the Taliban and Al Qaeda – who we believe was responsible for the assassination of Benazir Bhutto."
Ya nos han fabricado un nuevo Al-Zarqawi.
Huelga decir que en ningún momento se aportan pruebas de que los paquistaníes detenidos en Barcelona hayan tenido nada que ver con Mehsud, ni que este señor a su vez haya asesinado a Benazir Bhutto. Esta última es la tesis del gobierno de Musharraf, el cual ha sido acusado también por la oposición del asesinato de Bhutto. Falta probar, pues, tres acusaciones: primero, si Baitullah Mehsud es responsable de este asesinato, cosa que ha negado. Esto compete a los jueces de Pakistán, que precisamente están en el punto de mira de Musharraf. Segundo, si Mehsud tiene alguna relación con los detenidos en Barcelona. Y tercero, si los paquistaníes en cuestión integran una organización armada o si pretendían cometer el atentado que se les atribuye. No cabe duda de que ello no obstará para que los "expertos" en terrorismo mencionen estos hechos como probados, contribuyendo a difundir un posible bulo como verdad histórica incontrovertible.
No por casualidad, la noticia propalada por los servicios secretos (pues de momento es de ésto de lo que estamos hablando) se hace en un momento particularmente difícil para Estados Unidos en Afganistán. La crisis afgana fue el tema estrella en la mencionada Conferencia de Munich donde Gates dio su discurso, con un mensaje destinado claramente a sus socios europeos.
Pocas veces, desde que se inició la invasión estadounidense en 2001, se han levantado tantas voces críticas entre los promotores de ocupación como en los últimos meses. En Afganistán, las cosas no andan nada bien para la coalición internacional liderada por los Estados Unidos y amparada por la ONU, que es poco más que un convidado de piedra en esta historia. La insurgencia no ha dejado de incrementar sus ataques, y se ha avanzado muy poco en la reconstrucción del país. Se suceden informes como el publicado la semana pasada por el International Crisis Group, organización "no gubernamental" pero que cuenta en su consejo de administración con muchos ex de la política mundial. Un informe que comienza con una frase elocuente: "Afghanistan is not lost but the signs are not good". En él se critica la descoordinación y las crecientes disensiones en el seno de la coalición internacional * en la cuestión clave del reparto de tareas, sobre todo militares.
Quienes han decidido enviar tropas o funcionarios a Afganistán lo han hecho por motivos muy diversos: por convencimiento, por no desagradar a Estados Unidos, por obtener otras cosas en otros foros, por prestigio internacional, etc. Y porque muchos asumieron que Estados Unidos y Gran Bretaña se encargarían del trabajo sucio. Al fin y al cabo la invasión fue una iniciativa angloestadounidense. Lo cual se tradujo en grados de compromiso muy dispares, con muy pocos dispuestos a participar activamente en las operaciones de combate.
Por ello en Munich Robert Gates insistió en la idea de que la presencia en Afganistán es fundamental para combatir el "extremismo islámico violento", un cajón de sastre ideológico no sometido a jerarquía alguna "capaz de inspirar violencia sin órdenes directas":
"The task before us is to fracture and destroy this movement in its infancy – to permanently reduce its ability to strike globally and catastrophically, while deflating its ideology".
Una tesis que ha apoyado públicamente nuestro ministro de defensa, aunque su puesta en práctica haya estimulado aquello que se pretende combatir. Y que se inspira en un viejo conocido:
"Just as the hollowness of Communism was laid bare with the collapse of the Soviet Union, so too would success in Afghanistan, as well as in Iraq, strike a decisive blow against what some commentators have called Al Qaeda-ism."
La histeria anticomunista desató cazas de brujas, justificó invasiones militares y sanguinarias dictaduras, metiendo en el mismo saco ideas, políticas, personas y acciones de lo más heterogéneo. Ante un público más bien escéptico, en Munich el secretario Robert Gates volvió a reclamar de sus amigos un acto de fe.
Que nuestro ministro de defensa y los expertos crean lo que quieran. A nuestros jueces y a la prensa cabe exigirles mucho más que eso.
* Treinta y nueve países, incluyendo España, están implicados en la International Security Assitance Force (ISAF); sesenta países e instituciones, incluyendo Irán, se comprometieron en la Conferencia de Londres de enero de 2006 a apoyar el proceso de transición. La sopa de siglas presente en Afganistán incluye: tres enviados especiales (de la ONU, de la UE y de la OTAN); dos comandos militares (Operación Libertad Duradera e ISAF) y una misión de policía de la Unión Europea que está por comenzar (EUPOL). La OTAN-ISAF coordina una red de 25 Equipos Provinciales de Recontrucción (PRTs).
Primero se adujeron razones de tipo económico para restringir la inmigración. Mientras el paro afectara a los trabajadores "autóctonos", había que impedir la entrada de trabajadores inmigrantes. Pero entraron, impulsados en parte por los estragos de la globalización en África, América o Asia, y también por la demanda de pequeñas y medianas empresas de muchos sectores (las grandes se deslocalizan). Las sucesivas regularizaciones simplemente formalizaron una situación de hecho que contrasta con la retórica oficial.
Luego se añadieron razones políticas relacionadas con la naturaleza del Estado: el refuerzo de las fronteras y la delimitación de la condición de ciudadano permite reafirmar ante sus súbditos la soberanía del Estado-Nación. El Estado europeo que ya no puede acuñar su propia moneda, cuyo ejército depende de comandos de otros países, y cuya legislación deriva en su mayor parte de lo acordado a nivel supranacional, todavía podía excluir del voto y otros derechos a una parte importante de la población, arrestar, encerrar y expulsar a personas en función de su calidad de "ilegales", término delimitado por el propio Estado en uso de sus prerrogativas soberanas. Pero aquí el Estado ha tenido que admitir su impotencia a la hora de "controlar los flujos migratorios" y ceder competencias "a Bruselas" para que se ocupe del tema.
Así llegamos al argumento cultural, hasta hace bien poco patrimonio exclusivo de la extrema derecha, pero cuyo discurso ha ido permeando los partidos mayoritarios y los medios de comunicación. Hay que evitar la llegada de personas que alteren nuestras costumbres, que perturben nuestra identidad racial y nacional. En el marco de la propaganda de la "guerra contra el terrorismo" y el "choque de civilizaciones", esta argumentación se vincula sobre todo con la población de origen árabe o musulmán en sentido amplio: las polémicas sobre el velo, sobre la apertura de mezquitas, la criminalización de toda corriente islamista, etc. Pero el fenómeno migratorio es más amplio, y la justificación cultural abarca al Otro en general, en aras de la defensa de la identidad nacional. En España está sirviendo para reanimar un nacionalismo español cada vez más grotesco, aunque no pocos representantes de los nacionalismos periféricos o subalternos también recurran a este tipo de argumentaciones.
La propuesta de política migratoria presentada por Mariano Rajoy va en esta dirección, basándose en ese estudio de mercado que representaron las pasadas elecciones municipales, donde los partidos con un discurso anti-inmigrante tuvieron un relativo éxito. Rajoy promete establecer, entre otras cosas, un visado por puntos (!), la regulación del uso del hiyab (gran problema) y la firma de un contrato de integración, como si hicieran falta aún más papeles.
Hace algunos siglos, Thomas Hobbes pretendió resolver la problemática de la guerra civil en su país desarrollando la idea de contrato social. Mediante este contrato los ciudadanos cedían el derecho a gobernarse a sí mismos al soberano a cambio de la paz social. Obviamente, se trata de una metáfora cuya función consiste en legitimar al soberano (monarca absoluto o república liberal) sobre la base del consentimiento ciudadano.
Sarkozy y Rajoy proponen en cambio un contrato de verdad que regule (limite) los derechos de los inmigrantes, es decir, de una parte de la población que vive y trabaja en España, sobre la base de criterios culturales y religiosos. Este contrato no pretende integrar, sino dividir y resegmentar la fuerza de trabajo migrante. Frente al viejo modelo liberal, se trata de un contrato social para los no-ciudadanos. No se propone evitar la "guerra de todos contra todos" sino más bien azuzarla.
El pasado 23 de enero este blog cumplió un año. Mi primer post consistió en una escueta descripción de un quilombo, que es como se titula esta bitácora. Me atrae no sólo la sonoridad de la palabra, sino su historia y simbolismo. Hoy trataré de explicarla un poco más.
Me gustaría destacar el origen subversivo de la palabra quilombo. Es este origen el que explica el carácter peyorativo que acabaron imponiendo las clases dominantes en Suramérica, y la expulsión de los quilombos de la Historia blanca y heroica. La Real Academia Española de la Lengua recoge la acepción originaria en la versión cubana de palenque y sobre todo en la venezolana cumbe. Sólo en esta última aporta el diccionario una visión positiva: Población formada por esclavos negros fugitivos en la que vivían como hombres libres.
Efectivamente, los quilombos en Brasil, palenques[1]en Colombia y Cuba, o cumbes[2] en Venezuela fueron los territorios donde se refugiaron los esclavos africanos fugitivos (cimarrones) en el medio rural, y donde desarrollaron sus propias comunidades, con organizaciones políticas autónomas, modos de producción particulares y una cosmovisión progresivamente sincrética. Hubo quilombos donde hubo esclavos, incluyendo las islas del Caribe (Haití, Jamaica...). Pese al significado de "lugar apartado y difícil" que se le asigna, no siempre fue así, y los quilombos o palenques no dejaron de tener contactos con las comunidades vecinas, incluyendo relaciones comerciales. Debido a los ataques de los colonizadores, era frecuente que los quilombos cambiaran de ubicación periódicamente.
Algunos quilombos acabaron constituyéndose como estados independientes, en el sentido africano clásico del término, como "confederaciones" de aldeas cuyos líderes locales se vinculaban a un rey común. El más conocido en Brasil fue el quilombo de Palmares, símbolo de la resistencia a la esclavitud. Este quilombo cubría un área muy extensa, entre las actuales Alagoas y Pernambuco, y en su apogeo llegó a contar con una población de unos 20 mil habitantes (quilombolas), dispersa en diversas aldeas o mocambos (Macaco, Subupira, etc.). Formado a partir de pequeñas comunidades, Palmares existió como una confederación durante todo el siglo XVII, encabezada sucesivamente por reyes como Ganga Zumba y su sobrino Zumbí[3], que gobernaron sobre los líderes locales. Empleando tácticas propias de la guerra de guerrillas, Palmares resistió militarmente las incursiones esclavistas y los ataques de tropas holandesas y portuguesas, hasta la decapitación de Zumbí en 1695. Al movimiento de rebeldía organizado por los esclavos a través de los quilombos se denomina quilombaje.
Otros quilombos-estado se desarrollaron en las selvas de Suriname: Saramacá, Djuka, Paramaka, Matawai, Aluku y Kwinti. El grado de organización política de estos quilombos fue superior al de experiencias similares del continente. Los seis "reinos" llegaron a reunir a más de cien mil personas en la selva surinamesa, los más numerosos de Suramérica. Cada uno disponía de su lengua propia, sistemas de parentesco diferenciados, su religión-cosmovisión (predominantemente animista) y su rey. El etnólogo José Jorge de Carvalho habla de una "verdadera reconstrucción cultural de sociedades africanas en las Américas".
África en América, pero una nueva África. Los quilombos constituyeron estructuras sociales complejas. La antropóloga María Laura Bergel describe el quilombaje como un "movimiento radical" y plural [4]. En Brasil, los quilombos "no sólo incluyen negros fugitivos, sino también indios perseguidos, mulatos, personas perseguidas por la policía en general, bandoleros, evasores del servicio militar, mujeres sin profesión, blancos pobres y prostitutas." Incluso en Suriname, donde la africanidad de los quilombos es completa y el componente multirracial mucho más reducido, lo africano, procedente de etnias y geografías muy diversas, se reconfigura en la nueva territorialidad americana.
Se ha tratado de minusvalorar la radicalidad política de los quilombos al no combatir la institución de la esclavitud, al estilo de los movimientos abolicionistas liberales, aunque eran habituales las razias en las haciendas y ciudades para aprovisionarse de bienes, hombres o mujeres que equilibraran la masculinidad del grupo. Esta argumentación parte de una premisa errónea: que los cimarrones consideraban el Estado colonial como una institución legítima a la que someterse como súbditos (o ciudadanos) y plantear reivindicaciones. Pero el movimiento de fuga o éxodo supone, en cambio, la construcción de una sociedad nueva, autónoma, diferente, ajena por completo a los objetivos modernizadores y depredadores del colonizador. En aquella situación de dominación, su misma forma de vida constituía todo un desafío al capitalismo esclavista y la mayor resistencia posible.
Sus formas políticas monárquicas (que poco tienen que ver con las instituciones monárquicas europeas) y sus sistemas de parentesco parecen excluir la democracia. Un marxista ortodoxo no dudaría en denunciar la opresión feudal y la necesidad de acabar con las formas tradicionales que obstruyen el progreso. Tal vez sea esta la razón por la que la izquierda haya evacuado por el inodoro de la historia dialéctica la rebelión esclavista, manteniendo hasta nuestros días el mito de que el final de la esclavitud se debió a que el capitalismo ya no necesitaba esclavos. Un determinismo [5] que ha perpetuado la visión, completamente falsa, del esclavo pasivo e indolente, a la espera del blanco abolicionista o del misionero (o por extensión, de las modernas ONGs).
Y, sin embargo...Sin embargo, lo cierto es que estos antiguos esclavos se sintieron libres, y defendieron ferozmente su independencia. Las fugas y defecciones, la resistencia quilombola, desestabilizaron continuamente el sistema esclavista hasta ponerle fin. Los quilombos acabaron siendo derrotados y diezmados. Pero como ha sucedido en tantas otras ocasiones, su resistencia fue transformadora. Así lo entiende una historia oral que ha continuado y sirviendo de inspiración a los movimientos de protesta negros del siglo XX en Brasil.
Esta historia tan peligrosa, tan poco ejemplar, ha quedado condenada al olvido, al menos en Europa. Sólo la lucha de los afrodescendientes, las investigaciones de historiadores y antropólogos, y relatos como el del escritor cubano Miguel Barnet (Biografía de un cimarrón, 1966), han permitido el reconocimiento de su historia y también de su vigencia.
Por ejemplo, en Brasil existen 2.228 comunidades reminiscentes de quilombos, como se denominan desde el reconocimiento de sus derechos territoriales por la Constitución brasileña federal de 1988. El gobierno cifra en 1.700.000 las personas que integran estas comunidades, aunque resulta difícil determinar con exactitud el número de descendientes de los quilombolas. Sin embargo, aunque leyes y decretos complementarios han tratado de hacer realidad este reconocimiento formal, en 2005 únicamente 70 comunidades se habían registrado en el Instituto Nacional de Colonização e Reforma Agrária (Incra). Como sucede con los pueblos originarios americanos, los derechos comunitarios sobre la tierra están en el centro de la problemática quilombola. El gobierno de Luis Inácio Lula da Silva se ha comprometido a favorecer el acceso de estas comunidades a servicios básicos y prestaciones sociales como la Bolsa Familia. Es pronto para un balance de esta política, aunque el reconocimiento efectivo de sus derechos choca frontalmente con algunos proyectos desarrollistas en curso.
El quilombo y su historia incomoda, no encaja en la trayectoria ineluctable del progreso. Como ese gran quilombo (en todos los sentidos) que a su manera sigue siendo África, nos recuerda que pueden existir proyectos de vida y de transformación social (por tanto, de modernidad), al margen de la modernización capitalista y de esa cosa que denominan Occidente.
Desde el quilombo se pueden plantear preguntas que nos conciernen a todos. Sobre la libertad, sobre la transformación de la sociedad aquí y ahora, sobre el control de nuestras propias vidas, sobre las tradiciones, sobre la construcción de un común entre razas, etnias y culturas diversas, sobre la territorialidad y el movimiento, sobre el desarrollo que subdesarrolla y somete a la naturaleza.
Este quilombo virtual desde el que escribo no aspira a ser más que eso: un pequeño refugio desde donde hacernos preguntas, desde donde poder cuestionarnos el mundo en que vivimos.
1 La expresión apalancarse, en el sentido de "Acomodarse en un sitio sin querer moverse de él" (RAE), probablemente derive de palenque.
2 Posible origen de la palabra cumbia. Según una versión, cumbé sería un ritmo y danza de la zona de Mbata (Guinea Ecuatorial española).
3 Como curiosidad, el cineasta brasileño Carlos Diégues dirigió dos películas sobre ambos personajes: Ganga Zumba (1963) y Quilombo (1984)
5 Yann Moulier Boutang denuncia, con razón, esta forma de razonamiento, este "teleologismo tautológico" o "funcionalismo de la predestinación" según el cual "todo lo que sucede en el mundo sirve para toda la eternidad a la dominación capitalista. El antagonismo se resume en la protesta siempre vencida e inútil.¡Nada de transformación!"(...)"Si la esclavitud desaparece, es porque su solución de reemplazo ya está preparada. Si el Estado del Bienestar se desarrolla, es para hacer trabajar mejor a la gente, etc.". Ver De la esclavitud al trabajo asalariado, capítulo 17: la transición brasileña: el mestizaje del mercado de la libertad.
Orson Welles nos descubrió el poder de los medios de comunicación de masas con su versión radiofónica del libro de H.G. Welles La guerra de los mundos (1938), el primer gran hoax del siglo XX. La palabra anglosajona hoax se suele traducir al castellano como bulo o engaño, aunque no sea sinónimo ni de estafa ni de parodia. Se trata de hacer creer a una audiencia que algo falso es real, en general con fines lúdicos o de subversión social, a veces con consecuencias tan molestas como el spam. Sus raíces presuntamente mágicas (la palabra parece que proviene del latín hocus pocus) nos reenvían a tradiciones dionisíacas y populares del folclore europeo. Welles apreciaba especialmente este tipo de divertimento, y su carrera profesional terminó como había comenzado, con un hoax (F for Fake, 1974).
El hoax ha formado parte de prácticas políticas rebeldes (desde Luther Blisset/Wu Ming a los Yes Men ), pero también puede servir a burdas manipulaciones de la opinión pública (falsas alarmas, rumores, teorías conspiratorias), para adentrarse luego en el pantanoso terreno de la propaganda. Si Welles pretendió mostrar la credulidad de muchos americanos y de paso promocionarse a sí mismo, la inquietud que provocó su emisión era una pequeña muestra de lo que los medios de comunicación podían generar. El miedo es el material del que están hechas las pesadillas, y al poder le gusta manipularlo y moldearlo.
Una sentencia, o un auto judicial, pretende ser exactamente lo opuesto. Se trata de fijar una situación jurídica, una verdad de acuerdo con una serie de criterios estrictamente codificados. No siempre es así. El tópico de que en la guerra la verdad es la primera víctima encuentra en el terreno judicial su plasmación más grosera y peligrosa. Si se asume que estamos en guerra contra el terrorismo, si los enjuiciados no son sujetos de derecho sino enemigos, y se les juzga por lo que son antes que por lo que hacen, ¿cual es entonces la función del juez? ¿Determinar la verdad o producirla?
El auto del juez de la hipermediática Audiencia Nacional Ismael Moreno parece más un hoax alarmista que un auto judicial. Por lo que sé, sólo Vilaweb se atrevió desde el primer momento a señalar sus flagrantes contradicciones. A los acusados se les imputan dos delitos: integración en organización terrorista y tenencia de explosivos. El primero se basa en la vinculación de los acusados al movimiento Tabligh e Jemaa, una corriente islámica que no es ilegal, no es secreta, no fomenta atentados suicidas pese a lo que se ha difundido, y que cuenta con numerosos adeptos. Según el juez, el movimiento promueve "una versión rigurosa del islam", y "justifica el uso indiscriminado de la violencia como herramienta lícita para lograr sus metas político-religiosas". Pero no aporta ni una sola prueba que avale esta afirmación.
El fundamento del segundo delito es más enrevesado: se les imputa el delito de tenencia de explosivos, pero en el hecho cuarto solamente se habla de que "se incautaron nitrocelulosa y elementos mecánicos y eléctricos [uno de los acusados trabaja como electricista], aptos parala construcción de uno o varios artefactos explosivos", y que "si bien carecerían de la suficiente potencia destructiva para la comisión de un atentado con garantías de causar estragos, pudieran ser válidos para la enseñanza en la manipulación de artefactos explosivos caseros que limitaran el riesgo para la integridad física de sus manipuladores." Es decir, que no encontraron explosivos. Pese a lo cual, inmediatamente después el juez habla del local "donde fueron intervenidos los explosivos", cuando acaba de afirmar que lo que se intervino fue material que podría servir para su fabricación. Tampoco se entiende muy bien cómo podrían cometer atentados suicidas los días 18-20 de enero (información aportada teóricamente por el confidente protegido) si el propio juez reconoce que el material no daba para causar excesivos daños a la "integridad física de sus manipuladores". Masoquistas, pues, no suicidas.
A todo ello se suman las confusas declaraciones de Hereu, Saura y Rubalcaba. Para reforzar su posición, Rubalcaba afirma que más de 300 personas han sido detenidas desde el 11-M. Como siempre, no dice cuántas han sido finalmente procesadas o condenadas.
A pesar de las incongruencias, la alarma amplificada por los medios de comunicación parece haber dado sus frutos. El editorial de El País justifica las detenciones por su carácter preventivo, axioma aplicado por George W. Bush y que empieza a arraigar en el imaginario colectivo. Más vale prevenir que curar, vienen a decir. Da igual que no haya pruebas, o que las que se hayan presentado estén traídas por los pelos. Basta con que coincidan con una delación y un prejuicio (se es islamista, ergo terrorista).
Pero para apreciar mejor qué es lo que ha logrado el ministerio del Interior y su anexo la Audiencia Nacional basta con echar un vistazo a algunos de los cientos de comentarios a las noticias publicadas en los diarios digitales. La mayor parte de ellos son de un racismo y una ignorancia que deberían inquietar a cualquiera que tenga un mínimo de memoria histórica: "que no dejen entrar a nadie", "Barcelonistán", "sóc català i no tinc cap mena problema en unirme a espanyols per fer fora aquesta xusma", "el islam propugna el genocidio, leete el coran y saldras de dudas", y un largo etcétera.
Setenta años después, Samuel P. Huntington ha sustituido a H.G. Wells, el auto de un juez con fe en lo que hace a la seductora voz del descreído Orson Welles, e internet a la radio. Los marcianos son ahora seres humanos de carne y hueso. Y la guerra de los mundos ha pasado de ser un episodio aislado a convertirse en un serial interminable.
Lo más triste es que con tan mediocres ingredientes se haya conseguido un impacto mucho mayor.