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2008/02/19 10:17:0.340000 GMT+1

De Kosovo a Kosova...¿Kosov@?

Por segunda vez, la cámara legislativa de Kosovo declaró unilateralmente la independencia de la hasta ahora provincia serbia.

Casi todos los analistas, incluyendo los propios albano-kosovares, coinciden en que la nueva Kosova, como se denomina el nuevo país en albanés, tendrá en realidad muy poco de independiente, y de momento continuará funcionando como un protectorado internacional, con la Unión Europea aportando ayuda y una misión de policía, y la KFOR ocupándose de la seguridad. Económicamente, continuará siendo un "supermercado improductivo" (Catherine Samary) con un 60 % de la población activa en paro (o en la economía informal) y en el que las cuestiones de las fallidas privatizaciones y la propiedad de la decena de minas de Trepca seguirán sin resolverse en el corto plazo.

En general, existe un consenso en señalar que, si bien es muy poco probable una repetición del escenario bélico de principios de los noventa, sí que existen riesgos de desestabilización en algunos puntos calientes: fundamentalmente, la República Serbia de Bosnia-Herzegovina, con una mayoría serbia que no se siente a gusto en el protectorado, y Macedonia, que cuenta con una importante minoría albanesa, muy vinculada a Kosovo política y económicamente. Todos ellos podrían denunciar legítimamente la aplicación de dobles varas de medir.  

A partir de aquí, las disensiones son profundas. Muchos han interpretado este acontecimiento en atención a sus particulares preocupaciones nacionales, que a menudo poco o nada tienen que ver con las aspiraciones políticas de las poblaciones de referencia. Así, los gobiernos de los Estados miembros de la Unión Europea continúan fuertemente divididos a la hora de reconocer o no al nuevo país. Los Estados balcánicos (Grecia, Rumanía, Bulgaria y Chipre) no parecen estar por la labor.  

Por su parte, los estudiosos que en Europa Occidental suelen interesarse por las desventuras balcánicas también mantienen posiciones divergentes. Mientras los más pesimistas advierten que puede volver a abrirse la caja de Pandora de las reivindicaciones territoriales en los Balcanes (Jean-Arnault Derens en Le Monde Diplomatique), otros (como el historiador Francisco Veiga) prefieren resaltar que más pronto que tarde Serbia y Kosovo se verán obligados a entenderse, al menos en el terreno económico y en el marco de una futura incorporación en la Unión Europea. En ambos casos los mencionados autores no ven con buenos ojos el reconocimiento de una independencia que supone al mismo tiempo, según Francisco Veiga, un reconocimiento de "la validez de la vía armada para conseguir objetivos políticos nacionalistas en el continente europeo." Veiga critica las manipulaciones y el doble rasero de las potencias occidentales y subraya con razón cómo últimamente los únicos movimientos independentistas exitosos han sido aquellos que han contado con el respaldo de Washington. Pero pasa por alto la cuestión más delicada: los deseos de independencia de la gran mayoría de los habitantes de Kosovo. La denuncia del carácter mafioso de los antiguos guerrilleros o de los espurios intereses de las grandes potencias no resuelve este decisivo elemento de la ecuación.

Este aspecto es el que trata de abordar Carlos Taibo , que prefiere centrarse en el respeto a la voluntad mayoritaria de la población (albano-)kosovar, aunque considera problemática la cuestión de la minoría serbia, mayoritaria en el norte donde mantiene un gobierno autónomo de facto. Taibo sostiene que no hay por qué temer un replanteamiento de las fronteras estatales, siempre que se sigan fórmulas democráticas que reconozcan el derecho de autodeterminación y el respeto efectivo de las minorías. Algo que no está muy claro teniendo en cuenta la relación de fuerzas existente, con el predominio político de los antiguos guerrilleros de la UCK y el padrinazgo estadounidense, que mantiene una base militar en el país.

Tanto quienes plantean lo innecesario de la modificación territorial de los Estados realmente existentes que incluyan comunidades en contra de su voluntad (Veiga), como quienes proponen una aplicación efectiva del derecho de autodeterminación (Taibo) tienen al modelo europeo de Estado nacional como único horizonte posible, aunque en la práctica asistamos a la proliferación de soberanías de intensidad variable, nunca equiparables a las de los tutores con asiento en el Consejo de Seguridad. Y el círculo vicioso que ninguna de estas propuestas logra resolver tiene su origen precisamente en este modelo. Las potencialidades progresistas de la nación (como defensa frente a la dominación política, económica y cultural de fuerzas exteriores) acaban desapareciendo frente a las necesidades de la construcción del Estado soberano. "La nación se vuelve el único modo de imaginar la comunidad" (Antonio Negri).

Ni la forma estatal serbia ni la kosovar parecen resolver el problema de la convivencia democrática entre comunidades e individuos con múltiples pertenencias identitarias. El "espíritu de Dayton" que parece añorar Francisco Veiga (frente a la imposición militar de 1999) no puede ocultar tampoco la confirmación de las opciones homogeneizadoras como garantía de la construcción estatal, ratificando limpiezas étnicas si es preciso. 

Los nuevos padres de la patria kosovar son conscientes de este problema, aunque quieran cerrarlo en falso. Las seis estrellas del nuevo mapa pretenden ser un reflejo del respeto a la pluralidad étnica. Y es que no sólo hay serbios y albaneses en Kosova. También conviven gitanos, turcos, arúmanos (valacos de lengua latina, emparentados con los rumanos), ashkali (albanófonos emparentados con los gitanos, pero llamados egipcios) torbesi y gorani (ambos eslavos musulmanes), no siempre con una identidad muy definida. No son pocos quienes se han "albanizado" para evitarse problemas tanto en Kosova como en Macedonia.

En los mapas demográficos de la región suele destacarse la diversidad étnica como algo negativo, como muestra de esa maldición balcánica que impide consolidar Estados como Dios manda.  

 El caos visto con ojos jacobinos. Fuente: Le Monde Diplomatique

Estos puzzles multicolores son engañosos. Muestran la multiplicidad como un molesto sarampión que en el fondo sería bueno eliminar, o por lo menos sublimar en una unidad superior. Esta fatalidad europea existe cuando se mira con anteojos nacionalistas. Pero, ¿es posible otra mirada?

Escrito por: Samuel.2008/02/19 10:17:0.340000 GMT+1
Etiquetas: unión-europea cartografía balcanes kosovo kosova serbia taibo estado-nación veiga | Permalink | Comentarios (2) | Referencias (0)

Comentarios

Samuel, no sólo me ha gustado mucho el apunte; me ha ahorrado escribir uno propio. Estupendo lo de "El caos visto con ojos jacobinos".

Algunos apuntes de Veiga van en la misma dirección: el abandono de cualquier mirada que no tenga  el Estado-Nación como forma insustituible de gobierno o remedio fatal para evitar opresiones y conflictos es un fracaso intelectual, político y humano de Europa. Que Europa no sea ese marco en el que poder "sublimarse" dice mucho de nuestro desengaño con ella.

Sin embargo,es cierto que difiere su tratamiento del aspecto crítico de la "voluntad mayoritaria" que citas.
Pero es que esa hegemonía de la mayoría tiene un ángulo extremadamente delicado: ¿cómo ha de actuarse ante mayorías sociales o demográficas sobrevenidas en plazos muy rápidos de tiempo e incluso diseñadas muy poco espontaneamente o mediante variadas formas de ingeniería social o política? (A ese respecto, por ejemplo, existen algunos puntos de contactos entre la presencia mayoritaria de albaneses en Kosovo y de judíos en Palestina). La respuesta no me parece tan sencilla ni unívoca.

Por cierto, también resulta interesante la siempre difícil de reseguir posición rusa, que tiene mucho de cinismo y doble rasero, de golpe en el pecho público y maniobras para hacerse con el naciente mercado kosovar por otro.

Otro aspecto que he comentado con el propio Veiga o con otros amigos de ámbitos independentistas es el atolondramiento con el que muchos nacionalistas catalanes o vascos se suman a celebrar laacríticamente la independencia de Kosovo como ejemplo a seguir. Pero ¿a quién se le ocurre que Kosovo pueda servir de modelo para Euskadi o Catalunya? Más allá del hecho primario y más teatral que otra cosa de declarar la independencia, ¿qué puede ofrecer Kosovo como modelo a estas dos naciones, con una sociedad civil organizada , unas instituciones más o menos consolidadas y un tejido empresarial formado a abisal distancia de cualquier cosa que pueda tener el naciente estado?
Posiblemente, el ejemplo sea más bien inverso. Que en una Euskadi o Catalunya independientes, Araba o la periferia de Barcelona pudieran decidir unilateralmente escindirse en virtud de su filiación mayoritariamente castellana.



Escrito por: Alexandre.2008/02/19 19:15:53.567000 GMT+1
http://vestigis.wordpress.com

Estoy de acuerdo en tu percepción acerca del fracaso europeo. Hay quienes sostienen que es el fracaso de las corrientes federalistas (o imperiales, en el sentido romano del término) el que nos ha llevado a este punto, y que de alguna manera el "no" francés y holandés a la Constitución Europea ha favorecido una reacción nacionalista que tiene su reflejo en la mediocridad del Tratado de Lisboa, en una política migratoria crecientemente restrictiva y por tanto en la incorporación de no pocas ideas lepenistas en el pensamiento político "respetable". De ser así, las izquierdas europeas habrían errado el tiro al insistir en denunciar una política neoliberal que ya se aplica sin necesidad de reformas constitucionales, cometiendo un error estratégico de primer orden.

Algo de eso creo que hay, aunque todavía no acabo de tenerlo claro del todo.  No basta con cambiar de escala, y quizás aquí sigamos cayendo en esta tradición intelectual europea de mirar constantemente hacia arriba. Por eso creo que la problemática de las mayorías sociales y políticas, y el ámbito territorial en el que se despliegan, continúan siendo el problema político fundamental, que no puede ignorarse recurriendo a factores que para mí son secundarios. Las potencias podrán intervenir lo que quieran, con bombas si es preciso, pero no se habrá resuelto el problema político de fondo, que en realidad es una reflexión sobre la democracia. Pasar de pensar una democracia de las mayorías, enmarcada en un espacio nacional cerrado, propia del sistema representativo, a pensar una democracia de todos. Cómo articular eso institucional y territorialmente sigue siendo la asignatura pendiente.

Escrito por: Samuel.2008/02/21 10:36:0.257000 GMT+1
www.javierortiz.net/voz/samuel

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