2004/02/16 06:00:00 GMT+1
No entiendo una extraña manía que arrastra Rodríguez Zapatero, candidato del PSOE a la derrota en las próximas elecciones. En cuanto se le deja suelto, se planta delante de los micrófonos y asegura que hay otra cosa más que nunca hará.
Su principal oponente, Mariano Rajoy, se ha especializado en pasarse tres pueblos y doscientos bosques prometiendo lo que hará. Va a hacerlo todo y su contrario. El día menos pensado promete que, si gana las elecciones, responderá a las preguntas de los periodistas. Zapatero, en cambio, se distingue por dedicarse a prometer lo que no hará.
Hace cosa de nada nos dejó estupefactos jurando que no gobernará a menos que se cumplan determinadas condiciones de escasa probabilidad. ¿A cuento de qué se prohíbe de antemano analizar en concreto las situaciones que se le vayan presentando? «Quiere tranquilizar a los electores», dicen algunos. «Sí; sobre todo a los electores del PP», habría que responderles.
Es reincidente: el domingo aseguró que jamás de los jamases utilizará el terrorismo en la lucha partidista.
[Inciso: obviamente no quería decir eso. Es un político español: no hay que tomar sus palabras al pie de la letra. Es necesario reconstruir lo que diría en el supuesto idílico de que se expresara bien. No estaba comprometiéndose a prescindir de los tiros y las bombas en su lucha contra el PP, aunque fuera eso lo que afirmó («Nunca utilizaré el terrorismo»). Pretendía decir que no tratará de rentabilizar los yerros ajenos y los hipotéticos éxitos propios obtenidos en la lucha contra el terrorismo.]
Pero, en todo caso: ¿por qué? ¿Por qué cree que está feo hablar de la lucha contra el terrorismo? ¿Qué tiene de abyecto, según él, mostrar que el rival político no afronta ese problema como convendría y que uno lo entiende mejor, razón por la cual se merece los votos del electorado?
Lo más chusco del asunto es que Zapatero no se impone esa limitación en justa correspondencia, porque su rival haya decidido dejar delicadamente de lado la cuestión. ¡Qué va! Rajoy habla del terrorismo mitin sí mitin también, y reprocha al secretario general del PSOE carecer de criterios firmes al respecto. Lo pone a caldo sin parar, pintándolo ora como perverso, ora como tonto. Pero el inquilino de Ferraz es tan estupendo que se impone el silencio. Se niega a responder, no vaya a ser que la gente se entere de cómo están las cosas.
Podría dejar fácilmente a los jefes del PP con las posaderas al aire. Le bastaría con recordar que Aznar aseguró en 1996 que iba a acabar con ETA en cosa de pocos años, y que han pasado ocho, y estamos como estamos. Pues bien: no sólo no menciona ese hecho -porque es un hecho-, sino que permite que sus rivales lo vuelvan del revés en beneficio propio.
Entre sus autolimitaciones y sus limitaciones, la verdad es que este Zapatero lo tiene crudísimo.
Post data.- Curioso, el empeño de algunos en sostener que la frase «Play it again, Sam» sí se oye en Casablanca. Hay quien pretende que me equivoco al buscarla en las intervenciones de Rick (Borgart), porque quien la dice es Elsa (Bergman). Invito a cuantos pretendan seguir polemizando al respecto a que se cojan el guión original de la película y a que encuentren la frase en algún lado.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (16 de febrero de 2004) y El Mundo (18 de febrero de 2004), salvo la postada, la cual se publicó únicamente en los apuntes. Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 11 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/16 06:00:00 GMT+1
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2004/02/15 06:00:00 GMT+1
La gente de Lo más +, programa del canal televisivo de Polanco, ha entrevistado a Manuel Chaves. No digo qué día, porque no lo sé: repiten tanto las emisiones que uno no sabe ya cuando es en directo y cuando es copia.
El objetivo patente -muy patente- de la entrevista era presentar al presidente de la Junta andaluza no como el soso que parece, sino como un tipo simpático. Y como un cinéfilo consumado. Más que nada para echarle una mano en estas vísperas electorales.
En plan de broma, y para demostrar lo mucho que sabe el hombre sobre el séptimo arte, le hacieron algunas preguntillas sobre películas famosas. Casablanca entre ellas, claro. Tenía que acertar qué frase figura en el guión de la película de Curtiz, de entre tres que le proponían. Una era un diálogo entre Rick y Elsa sobre latidos de corazón y cañones alemanes. La segunda, no la recuerdo. La tercera, la famosa frase: «Tócala otra vez, Sam». Pregunta: ¿cuál de ellas pertenece al filme?
Chaves no dudó ni por un momento: «Tócala otra vez, Sam».
Los presentadores -ellos sí- dudaron por un segundo, pero en seguida cayeron en la cuenta de que estaban ante un asunto de Estado y palmotearon: «¡Muy bien!».
Pequeño problema: Chaves erró. Rick-Bogart no pronuncia en ningún momento la famosa frase «Play it again, Sam». Si la memoria no me traiciona, el diálogo de la celebérrima escena, traducido al román paladino, es:
-¡Tócala, Sam!
-No, patrón.
-¡La tocaste para ella! ¡Tócala para mí!
Y Sam, con gesto de resignación, arranca con la pieza («You must remember this...»), aunque esta vez sin cantarla.
Play it again, Sam es una frase muy famosa, cierto, pero sólo porque es el título que puso Woody Allen a la película en la que homenajeó Casablanca, componiendo un personaje que es un trasunto cochambroso y risible de Rick.
La frase que sí forma parte del guión de Casablanca es la referida a los latidos del corazón y los cañones alemanes. Sale en el flash back de los días felices de Elsa y Rick en París, cuando están con Sam tomándose una copa de champagne en plan despedida, porque las tropas alemanas pisan ya las afueras de la ciudad. Ella confunde los disparos de los cañones alemanes con los latidos de su corazón, lo que no sólo es una cursilada de mil pares sino también una de las muchas extravagancias que se permitieron los guionistas de la película: los nazis no usaron cañones para abrirse paso en las afueras de París, porque nadie defendió París. (También asistimos en esa misma evocación a un amoroso baile de Rick y Elsa a los aires de Perfidia, que aparece interpretada en el arreglo orquestal que Glenn Miller hizo de la canción de Alberto Domínguez... bastante después de la ocupación de París).
Chaves respondió mal a la pregunta, lo cual no tiene nada de escandaloso, porque hay cinéfilos empedernidos que no son especialmente devotos de Casablanca. Lo que sí tuvo delito es que le pusieran la prueba, él aportara una respuesta equivocada... ¡y se la dieran por buena!
¿Es esa gente más chavista que Chaves? No. Sólo se esfuerza por ser más polanquista que Polanco.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (15 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/15 06:00:00 GMT+1
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2004/02/14 07:00:00 GMT+1
Llevo años tratando de convencer a la gente que se dedica a organizar actos de protesta de lo conveniente que sería que estudiaran las consignas que difunden para que el personal las coree, mayormente para que los manifestantes no parezcamos aún más cretinos de lo que realmente somos.
Hay consignas que no resisten el más elemental análisis. «¡Obrero despedido, patrón colgado!», he oído vocear en decenas de concentraciones sindicales. Dejemos de lado la hipótesis de que pueda haber algún despido procedente -así sea como excepción- y detengámonos directamente en esa estrafalaria reivindicación de la ley de Lynch. ¿Son partidarios de la pena de muerte quienes lanzan tan sonoro eslogan?
Otra consigna que me ha tocado ampliamente las narices durante años: «¡Contra violación, castración!». ¿Hay mente que crea que el centro regulador de los actos de un violador se sitúa en su pitilín y no en su maldito cerebro?
«¡No seas tan racional; no te lo tomes tan literalmente!», me dicen. Pero, si estamos de acuerdo en que esas ideas son de una estupidez supina, ¿a cuento de qué corearlas?
Admito que hay consignas que tienen su gracia, aunque no pretendan ser científicas. Recuerdo una que leí en una pared de Alicante a comienzos de los años 80. Alguien había pintado: «El Premio Nobel de la Paz, para Juan Carlos I». Y una mano anónima había apostillado debajo: «Y la Medalla del Trabajo, para su padre».
El otro día me topé con una concentración en las puertas de un centro de salud cercano a mi casa. No era muy numerosa. Me acerqué para ver de qué iba aquello y comprobé que no era un acto motivado por ningún hecho sucedido en el centro, en particular, sino una protesta contra la degradación de la Sanidad Pública, en general. Una enfermera leyó un escrito, que apenas se oyó por culpa del ruido ambiente. La gente aplaudió un poco. El acto era de una combatividad limitada y, tal vez por ello, una congregada decidió animarlo poniéndose a corear consignas.
-¡Ana Botella, trabaja de doncella! -gritó.
Me quedé perplejo. Tras reflexionar un rato sobre la cosa, me dirigí a la mujer que repetía el ripio con creciente entusiasmo y le pregunté:
-Perdone, pero ¿por qué quiere usted que Ana Botella trabaje de doncella, en concreto? ¿Ha elegido ese gremio por algún motivo especial o tan sólo porque doncella rima con Botella? En el caso de que se apellidara Pérez, ¿qué gritaría usted? ¿«Ana Pérez, trabaja de alférez», por ejemplo?
La mujer me miró de arriba abajo y me respondió de un modo que revela a las mil maravillas el nivel del debate político de este país.
-Pero tú, tío, ¿de qué vas? ¿Eres del PP o qué?
Me lo puso tan a huevo que no pude evitar la réplica:
-No, señora; no soy del PP. Soy doncella.
Javier Ortiz. El Mundo (14 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de abril de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/14 07:00:00 GMT+1
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2004/02/14 06:00:00 GMT+1
Comentando el apunte de ayer y la falta de chispa de muchas consignas, me hablaba mi hija Ane de algunas pintadas simpáticas, que creo había leído en un artículo de Eduardo Galeano.
Por ejemplo: «Proletarios de todos los países, ¡uníos! (Último aviso)».
O, en la pared de un suburbio uruguayo: «Dios también vive aquí. De milagro».
Y otra, todavía mejor: «Ayuda a la Policía: ¡tortúrate!».
Ésa me recordó un magnífico chiste que hicieron hace muchos años Ricardo & Nacho en el que se veía al entonces ministro del Interior, Corcuera, en pijama, en el dormitorio de su casa, pegando con una porra enorme a un ciudadano al que mantenía sujeto contra la cama. Su mujer le decía: «¡Jopé, José Luis! ¡Te tengo dicho que no te traigas trabajo a casa!».
El «Ayuda a la Policía: ¡tortúrate!» es, de todos modos, de una crueldad muy especial.
Se hace imposible no pensar en la muchísima gente que responde disciplinadamente a la recomendación.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (14 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/14 06:00:00 GMT+1
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2004/02/13 06:00:00 GMT+1
Según regresaba a mi casa el miércoles pasado, vi que había una concentración en las puertas del Centro de Salud que tengo enfrente. No era muy numerosa. Me llamó la atención que en el grupo hubiera personal sanitario y usuarios, en parecida cantidad. Me acerqué para ver de qué iba aquello y comprobé que no era un acto motivado por ningún hecho sucedido en el Centro, en particular, sino una protesta contra la degradación de la Sanidad Pública, en general. Una enfermera leyó un escrito, que apenas se oyó por culpa del ruido ambiente. La gente aplaudió un poco.
El acto era de una combatividad limitada y, tal vez por ello, una congregada decidió animarlo poniéndose a corear consignas.
-¡Ana Botella, trabaja de doncella! -gritó.
La consigna me dejó bastante perplejo. Tras reflexionar un rato sobre ella, me dirigí a la mujer que repetía el ripio con creciente entusiasmo y le pregunté:
-Perdone, pero ¿por qué quiere usted que Ana Botella trabaje de doncella, en concreto? ¿Ha elegido ese gremio por algún motivo especial, o tan sólo porque doncella rima con Botella? En el caso de que se apellidara Pérez, ¿qué gritaría usted? ¿"Trabaja de alférez", por ejemplo?
La mujer me miró de arriba abajo, puso cara de muy pocos amigos y me respondió de un modo que revela a las mil maravillas el nivel del debate político de este país.
-Pero tú, tío, ¿de qué vas? ¿Eres del PP, o qué?
Me lo puso tan a huevo que no pude evitar la réplica:
-No, señora; no soy del PP. Soy doncella.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (13 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/13 06:00:00 GMT+1
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2004/02/12 06:00:00 GMT+1
-¿Cómo afronta usted la escritura de una columna?
-Igual que Napoleón Bonaparte se planteaba las batallas, salvando las distancias de tiempo, de lugar, de materia y de carácter. Se cuenta que, en cierta ocasión en que le preguntaron sobre ello, el corso respondió: «On s´engage et puis on voit». Lo que, traducido muy libremente, quiere decir: te metes en el fregado y luego vas viendo cómo te las arreglas.
Quizá haya quien piense que eso no es un método, sino el anti-método, pero como cantaba Johnson, veterana loca que actuaba allá por los años 60 disfrazada de cigala (sic) en El Molino, mítico y cutre local del Paralelo barcelonés: «Pues soy así, qué voy a haser».
Mi sistema -o lo que sea- es ése: intuyo que un determinado asunto es interesante y, sin tener la más mínima idea de cómo lo voy a plantear ni de por dónde va a derivar mi reflexión, me pongo a escribir sobre él, a ver qué sucede. Voy desarrollando ideas y objetándomelas. De ese modo la columna va tomando cuerpo. Cuando lo toma.
-Dice que «intuye» el interés de los asuntos. ¿Cómo? Otra cosa, ¿no le falla nunca la intuición?
-Las intuciones son razonamientos -acertados o erróneos: ése es otro cantar- que nuestro cerebro realiza a tal velocidad que no nos da tiempo de retener sus pasos intermedios. No es imposible reconstruirlos a posteriori, pero a veces no vale la pena el esfuerzo. Y además, el éxito no está asegurado.
Tiendo a pensar que algunos asuntos me provocan porque nunca he reflexionado sobre ellos con cierto detenimiento. Me desafían a una pelea intelectual, por así decirlo.
Otros son exabruptos: leo u oigo algo que me pone como una moto y tengo que conjurar mi ira enfriándola negro sobre blanco.
En fin, otros temas me parecen propicios al ejercicio de la escritura. Es también una forma de desafío: se trata entonces de ver si soy capaz de poner por escrito tal o cual estado de ánimo.
No sé. Posiblemente hay más mecanismos de incitación que no he detectado.
Tengo más claro los asuntos que no me motivan: aquellos que sé de antemano que permiten hacer reflexiones agradables para quienes disfrutan leyendo lo que más o menos ya habían pensado por sí mismos. Muchos columnistas se dedican a eso: a halagar a los lectores confirmando sus juicios previos. No digo que yo no haya hecho eso nunca, pero si lo he hecho habrá sido sin querer.
Sobre la otra pregunta. Claro que a veces me falla la intuición. Pero nunca me falla porque el asunto elegido no merezca reflexión (todo lo humano es interesante: la cuestión es encontrar un buen enfoque), sino porque a veces elijo asuntos que no pueden lidiarse dignamente en el espacio de una columna, o que precisarían más conocimientos de los que tengo, o que superan mi capacidad de raciocinio.
En esos casos, agarro unos rebotes importantes. Porque no hay nada que me fastidie más que descubrir que llevo dos o tres horas trabajando para nada.
...
Y ahora, si no te importa, tengo que dejar de responder a tus preguntas, que me esperan otras tareas.
-Cuando quiera. Muchas gracias.
Transcripción del diálogo escrito mantenido esta misma mañana con un estudiante que prepara una tesis sobre columnistas. Ya le había advertido de que yo lo aprovecho todo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (12 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/12 06:00:00 GMT+1
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2004/02/11 06:00:00 GMT+1
En un ya viejo número de los geniales Les Luthiers, el presentador hablaba de su devoción por el gurú de una secta a la que se suponía representaba. Iba contando las presuntas maravillas de la profundidad del pensamiento del tipo en cuestión. Y en un momento dado -que, como decía Lázaro Carreter, es cuando sucede todo-, el bromista decía con voz campanuda: «Preguntado el maestro en cierta ocasión sobre el misterio insondable de vida, él maestro respondió: "Y YO QUÉ SÉ"».
Me ha venido la gamberrada a la cabeza leyendo un correo que me manda un lector. Me pide que opine sobre el asunto del pañuelo de las chavalas musulmanas en los colegios franceses. ¿Qué derecho debe prevalecer? ¿El de la escuela republicana que rechaza los signos externos de distinción, sean del género que sean, o el de aquellas gentes que reclaman respeto para una costumbre que no tiene nada de degradante (¿o sí?) y que se niegan a admitir la supuesta superioridad de los hábitos culturales europeos?
He asistido con mucho interés al debate entre ambas posiciones. He escuchado del modo más desprejuiciado que he sabido los argumentos de las dos partes. Si fuera juez de una pelea de boxeo, diría: «Combate nulo».
Soy sincero. Mi respuesta es la de Les Luthiers: «Y yo qué sé».
Reivindico el derecho universal a no tener opinión, según y cuándo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (11 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/11 06:00:00 GMT+1
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2004/02/10 06:00:00 GMT+1
Conozco un montón de gente que se declara perpleja ante las muy halagüeñas expectativas electorales del PP. ¿Cómo puede ser?
No soy la persona más adecuada para indagar en el pensamiento de los potenciales votantes del PP. Pero lo que sí puedo hacer -y he hecho- es analizar las razones de sus opuestos directos, es decir, de quienes consideran aberrante votar al PP. Al igual que el negativo de una foto es la misma foto, las antipatías totales pueden ilustrar sobre las simpatías.
El primer dato que he retenido tras analizar las posiciones de mis amigos radicalmente hostiles al PP es que otorgan una importancia enorme -nada representativa- a las cuestiones de principio. Ejemplo característico: todos ellos consideran indecente respaldar a quienes mintieron para justificar su implicación en una guerra sucia y pesetera. Votar al PP -dicen- es mancharse las manos con la sangre de los miles y miles de inocentes iraquíes.
Si analizamos ese argumento en su función práctica, constatamos que sólo impresiona a quienes nunca se creyeron las mentiras inventadas para justificar la guerra, y que deja fríos a los que aceptaron esas mentiras sólo para tener algo con lo que neutralizar su hipotética mala conciencia. (Lo cual da pistas para responder a otra pregunta recurrente: ¿Cómo puede ser que tanta gente que se opuso a la guerra vote luego a quienes la hicieron? Respuesta: la cuestión no es saber cuántos se opusieron a la guerra, sino cuántos convirtieron esa oposición en algo realmente importante para sus vidas).
La misma respuesta me vale también, mutatis mutandis, para resituar muchas otras objeciones de principio, ya se trate del reparto cada vez más desigual de la riqueza mundial, de la emisión a la atmósfera de gases contaminantes, de la ocupación marroquí del Sáhara, de la tragedia del pueblo kurdo, de la indiferencia ante el expolio de Argentina...
Hay millones de españoles que critican las posiciones del PP en ésos y en muchos otros asuntos. Claro que sí. Cuando les preguntan sobre ello. Cuando se acuerdan. Es decir, casi nunca.
Hace algunas semanas leí que en la costa sur del Mediterráneo se habían producido protestas masivas contra las inspecciones de trabajo en los campos de cultivo intensivo. Se estaba poniendo en peligro el negocio. ¿Quieren que les diga a quién votará allí la mayoría en las elecciones próximas? Olvídense de la guerra, de Chechenia y de los niños de Somalia. Votará al que ordene que se haga la vista gorda en los campos de cultivo.
El error es pensar que la gente vota lo que vota porque está desinformada y engañada. Hay gente desinformada y engañada, por supuesto. Pero ya va siendo hora de que asumamos que muchos votan a la derecha porque les va bien con la derecha, piensan como los de derechas y, en suma, son de derechas.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (10 de febrero de 2004) y El Mundo (11 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de mayo de 2009.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/10 06:00:00 GMT+1
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2004/02/09 06:00:00 GMT+1
Me estoy dando estas últimas semanas -desde que recuperé el pleno uso del brazo- unos tutes de curro doblemente fastidiosos, porque me ocupan mucho y me cunden más bien poco.
A veces estoy delante del ordenata desde las 5 de la mañana, con lo que a eso del mediodía me siento cansado y me tomo un respiro. Suelo aprovechar entonces para salir a airearme y hacer el par de recaditos de rigor: que si enviar y recoger la correspondencia, pasar por el banco, etcétera.
Cuando el tiempo es bueno, como en estos días casi primaverales, me gusta hacer ese paseo sin prisas («a paso de abuelo», que digo), mirando los escaparates, oyendo las conversaciones de la gente y disfrutando del bullicio de mi barrio, que mezcla el tipismo simpático del Madrid de siempre con los alegres colores de la inmigración reciente. Me lo paso bien.
El pasado viernes me paré delante de un enorme quiosco de prensa que hay a dos pasos de mi casa. Más que nada para ver qué novedades tenía en materia de DVD económico. Y allí estaba, ojeando de paso las portadas de las revistas de informática y sorprendiéndome una vez más de la pervivencia de los semanarios de politiqueo, cuando me llegó a los oídos la conversación que mantenía la quiosquera con otro abuelo. «¡Lléveselo gratis, don Nosecuántos, de verdad!», le estaba diciendo. Y él: «¡Ay, ¿sí? ¿Tú crees?».
Me fijé en el objeto regalable: era el diario La Razón.
Me sorprendió.
«¿Regala el periódico?», pregunté a la buena moza.
Y me lo explicó. Por lo visto, el diario de Ansón incluye últimamente a modo de reclamo unos cochecitos de juguete que gustan mucho a los críos. Bastantes padres paran en el quiosco para llevárselos. ¡A sólo un euro! Pero a no pocos de ellos lo único que les interesa de la oferta es el cochecito. El periódico, no. Y lo dejan, porque no quieren cargar con él. La quiosquera no puede devolver esos ejemplares sobrantes, porque el distribuidor le pide los cochecitos correspondientes. Así que no le importa regalarlos.
Me pareció fascinante. Me acordé de lo que me dijo hace meses un alto empresario del mundo de la Prensa: «Ay, Javier, qué tiempos éstos en los que para colocar un periódico tienes que regalar un montón de espejitos y abalorios!». «¡Ni por ésas!», pensé para mí.
-Lo entiendo perfectamente -le dije a la simpática quiosquera-. Los cochecitos valen la pena. El periódico, en cambio...
Javier Ortiz. Apuntes del natural (9 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/09 06:00:00 GMT+1
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2004/02/08 06:00:00 GMT+1
Tengo por aquí encima desde el viernes un folio que da cuenta de unas curiosas declaraciones del secretario general del Tribunal Eclesiástico de Valencia, Manuel Checa.
No soy nada amigo de hacer burla de las circunstancias personales que la vida nos otorga a los humanos sin pedirnos permiso: la altura, la cantidad de pelo, los kilos... o el nombre y los apellidos. Pero tampoco creo que sea excesivamente malvado fijarse en las curiosas coincidencias que presentan a veces los nombres y los empleos de quienes los llevan. Así, por ejemplo, no parece fácil obviar que el presidente de la Asociación de Jóvenes Agricultores (ASAJA) se llame Pedro Barato Triguero. O que el responsable de no recuerdo qué puesto de los servicios de navegación aérea de Madrid se apellide Torrejón Barajas. Franco tuvo un ministro de Obras Públicas que se apellidaba Vigón.
Apellidarse Checa y dedicarse a tareas de represión, qué duda cabe, tiene lo suyo (*).
Pero lo de don Manuel no precisa de circunstancias involuntarias para resultar singular. Él se encarga de conseguirlo por méritos propios.
En las declaraciones a que me refiero, el juez eclesial empieza por lamentar lo crispado que está el debate sobre el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio. Decidido a corregir eso, insiste en la necesidad de apaciguar la polémica, abordarla «desde la paciencia y la serenidad», tratar el asunto «con la debida delicadeza» y descartar decididamente toda «violencia verbal». Tras de lo cual, el señor Checa procede a decir lo que piensa serenamente, apaciguadoramente, pacientemente y sin ninguna violencia verbal. Afirma que, según «muchos estudios» -que no mencionó, supongo que para no abrumarnos con su erudición--, «por lo menos la mitad» de los homosexuales sufren «ciertas desviaciones» y que los hijos de parejas separadas o divorciadas crecen con traumas.
Me deja perplejo -aparte de todo lo demás- la fantástica capacidad de don Manuel Checa para relacionar situaciones sin aparente nexo. ¿Qué carajo tendrá que ver el matrimonio entre parejas homosexuales, las presuntas «desviaciones» de «por lo menos la mitad» de los gays y lesbianas y los traumas de los hijos de parejas separadas? ¿Tratará de decirnos que, según esos estudios que él maneja, los hijos de parejas separadas tienden en general a desviarse (de lo que sea), por lo menos la mitad de ellos se vuelven homosexuales y finalmente se empeñan en casarse, provocando polémicas impacientes y crispadas?
El Tribunal Eclesiástico de Valencia ha publicado un comunicado en el que precisa que las declaraciones de su secretario general han sido hechas «a título personal». ¿Pretenden los miembros del Tribunal que nos creamos que su secretario general es un redomado carca «a título personal» pero que cuando sienta sus reales en la institución se imbuye automáticamente de un espíritu científico y abierto? Menuda gente. Tales para cual.
(*) Checa es un apellido normal y corriente, bastante típico de ciertas áreas mediterráneas. Pero es también el nombre por el que durante bastante tiempo fueron conocidos en España los establecimientos utilizados por la policía política para sus prácticas represivas. Nació de la suma de las iniciales (Ch. K.) de la Chrezvicháinais Komissia («Comisión Extraordinaria»), policía política de los primeros años de la URSS.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (8 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de mayo de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/08 06:00:00 GMT+1
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