2009/02/28 06:00:00 GMT+1
De las elecciones gallegas de mañana podría aventurarme a opinar, porque mi conocimiento de la realidad política de Galicia es francamente escaso. De las elecciones vascas no me atrevo a decir casi nada, porque sé mucho más. Cuanto más sabe uno de algo, más cuenta se da de lo mucho que ignora.
Se han realizado muchas encuestas sobre intención de voto, pero no me las tomo demasiado en serio. Primero, porque las empresas demoscópicas tienden a halagar las preferencias políticas de quienes les encargan y pagan el trabajo. Segundo, porque éstos, cuando lo hacen público, subrayan los aspectos que más les acomodan. Tercero, porque hay bastante gente que no responde lo que realmente piensa, porque no se fía ni de los encuestadores, o bien cambia de criterio al cabo de cuatro días, porque su ideología baila la cuerda floja.
En el caso de la Comunidad Autónoma Vasca, hay un cuarto factor que resulta todavía más perturbador: es imposible saber qué hará el importante porcentaje del electorado (¿el 10%, el 12%?) que no podrá votar a sus candidaturas predilectas, porque no estarán presentes: son las de la izquierda abertzale ilegalizada. La consigna que ha recibido ese sector social es que vote nulo pero, una vez que cada cual se mete en la cabina de su colegio electoral, nadie controla qué papeleta introduce en el sobre. ¿Cuántos de ellos decidirán que, estando así las cosas, es preferible respaldar el mal que les parece menor y no quedarse al margen? Imposible saberlo.
El presidente del Gobierno central proclama que tiene muy claro que mañana ganará el PSE de Patxi López. Me da que le pasa lo mismo que a mí con las elecciones gallegas: que conoce poco y mal de lo que habla.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (28 de febrero de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/02/28 06:00:00 GMT+1
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2009/02/27 06:00:00 GMT+1
El juez Baltasar Garzón tiene esas patas de banco. Va y aclara que entre los presuntos corruptos incluidos en su instrucción sumarial sobre la trama de chanchullos ligada al PP no se encuentra Esteban González Pons. ¿Y a cuento de qué hace pública esa puntualización? Decir que González Pons no está en su punto de mira equivale a reconocer que los otros políticos señalados por las informaciones de prensa sí figuran entre los sospechosos.
Garzón ha cometido demasiadas chapuzas en la instrucción de importantes sumarios (lo de la “Operación Nécora” fue ciertamente espectacular) como para presuponer que éste lo esté llevando a la perfección. Pero eso no puede llevar a cerrar los ojos ante la aún mayor evidencia de que los dirigentes del PP –que tan buenas relaciones tuvieron con Garzón en otros tiempos, recordémoslo– están tratando ahora de escudarse en triquiñuelas propias de leguleyos para eludir lo esencial, que es la existencia desvelada de una red de espionaje y financiación ilegal vinculada a su partido, de la que no quieren hablar ni aunque les aspen.
Según todas las trazas, se trata de una trama mixta. Al comienzo, a la altura de Filesa, Malesa y Time Export, se trataba de recaudar dinero para el partido, sin más (ni menos). Pero en seguida llegaron los listos que se dieron cuenta de que el beneficio podía repartirse: tanto para el partido, tanto para mí, y nos hacemos ricos todos. Es la escuela que parece que se ha impuesto en general.
¿Que esto del cuarto oscuro del PP está siendo utilizado como arma electoral? Claro que sí. Si un partido queda en evidencia, los demás se aprovechan de ello. Pero, tranquilos: también a los demás les llegará su turno.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (27 de febrero de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/02/27 06:00:00 GMT+1
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2009/02/26 06:00:00 GMT+1
Todos los días, tropecientos periodistas españoles escriben o dicen de alguien que es un icono. De lo que sea. Que si van a difundir un documental sobre los iconos del western, con Clint Eastwood en el papel de icono estelar; que si Marilyn Monroe se convirtió en un icono del pop gracias a Andy Warhol (otro icono); que si Almodóvar es un icono del nuevo cine español…
Antes se hablaba de personajes de culto, de ídolos, de emblemas, de mitos, de símbolos. Nada del otro jueves, pero por lo menos era castellano; no un rebote absurdo del inglés.
El sustantivo “icono” tiene cuatro acepciones registradas en el DRAE: o es una representación religiosa propia de las iglesias cristianas orientales, o es una tabla pintada con técnica bizantina, o es un signo que mantiene semejanza con el objeto representado (como en ciertas señales de tráfico, por ejemplo), o bien, y en informática, es una representación gráfica esquemática que sirve para identificar ciertas funciones o programas.
No veo yo que Marilyn Monroe encaje en ninguna de esas posibilidades. Podría albergar ciertas dudas con respecto a Pedro Almodóvar, pero, tratándose de Marilyn, ninguna.
Sobrepasemos la anécdota e indaguemos en la categoría: ¿por qué tanto profesional de la comunicación se empeña en hablar y escribir imitando acríticamente a quienes lo rodean (o a sus jefes), recurriendo a los mismos latiguillos, barbarismos y frases hechas, sin preguntarse siquiera si lo que está diciendo o escribiendo se da de patadas con el diccionario y con la gramática?
Respuesta: porque para considerar de modo crítico el lenguaje hay que empezar por ser crítico, en general. Y eso, en estos tiempos, se lleva poco y mal.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (26 de febrero de 2009). También publicó apunte ese día: Curiosidad futbolística.
Escrito por: ortiz.2009/02/26 06:00:00 GMT+1
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2009/02/25 06:00:00 GMT+1
Julio Anguita, excoordinador general de Izquierda Unida, se ha sumado a una querella presentada por diversas asociaciones contra José María Aznar por su papel en la invasión de Irak. Conocido el hecho, ha habido comentarios, algunos irónicos, sobre el actual enfrentamiento entre dos políticos a los que en su día se les atribuyó haber acordado formar una “pinza” contra Felipe González, el uno por la derecha, el otro por la izquierda.
Escribió el asturiano Ángel González en su redonda Alocución a las veintitrés que “las mentiras viejas se convierten en materia de fe y, de esa forma, quien ose discutirnos debe afrontar la acusación de impío”.
Ésta de “la pinza” es una de esas mentiras viejas. La tal “pinza” no existió nunca. Durante la legislatura en la que se acuñó tan interesado término, hubo muchos más acuerdos entre el PSOE y el PP –bastantes de ellos concretados en leyes y votados por sus grupos parlamentarios al alimón– que coincidencias entre el PP e IU, que fueron pocas, circunstanciales, nunca pactadas y razonadas de modo muy distante. De poder hablarse de alguna “pinza”, habría que referirse a la que hicieron el PSOE y el PP en defensa cerrada del Estado, del capitalismo, del centralismo y de la OTAN.
Si alguien hace algo que disgusta a varios, así sea por motivos contradictorios, resulta de lo más lógico que se encuentre con un fuego cruzado de críticas. Pero por pura ley de vida, sin necesidad de que los agraviados se reúnan para conspirar taimadamente contra él.
No tiene nada de chocante que Anguita suscriba una querella contra Aznar. Me consta que nunca ha sentido la menor simpatía por el personaje en cuestión. Ni antes, ni durante, ni después.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (25 de febrero de 2009). También publicó apunte ese día: La salud.
Aviso.– Ha empezado a exhibirse en las salas de cine la película "Hoy no se fía, mañana sí", escrita y dirigida por el pamplonés Francisco Avizanda. Paco es muy amigo mío, pero eso no tiene demasiado que ver. Estuve en el preestreno. La película, que retrata la España de los años cincuenta y el cutrerío policial y soplón del Madrid de la época, es de una dureza diamantina. Hay que ir a verla, pero con el estómago vacío: si no, vomitas. José Luis Téllez ha escrito sobre ella: «Hoy no se fía, mañana sí es la más descarnada y menos complaciente descripción de los terribles años del franquismo jamás rodada entre nosotros». No sé si será la más descarnada, porque no las he visto todas, pero puedo aseguraros que, desde luego, de complaciente no tiene nada. Avizanda ha tenido el detalle cariñoso de meterme en la nómina de agradecimientos que figura en los créditos finales por un poco de documentación que le aporté. Los amigos tienen esas cosas.
Escrito por: ortiz.2009/02/25 06:00:00 GMT+1
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2009/02/24 06:00:00 GMT+1
Se lo oí al protagonista de una película tirando a cutre, pero la frase me cayó en gracia. El tipo había hecho un pronóstico de mal agüero y su vaticinio se cumple. Entonces musita: “Odio tener razón”.
La secretaria de Estado de Barack Obama, Hillary Rodham Clinton, ha visitado China. Y no es que haya orillado los asuntos referentes a la violación de los derechos humanos en la mal llamada República Popular, sino que ha afirmado explícitamente que los problemas relativos a los derechos humanos no deben interferir en absoluto las buenas relaciones entre EE.UU. y China. O sea, que pelillos a la mar. Y si no hay libertad, y si se producen ejecuciones arbitrarias a diario, tanto da, mientras haya millones de dólares de por medio.
Era la regla de comportamiento de la Administración Bush (no sólo con China, sino en el mundo en general, incluido su propio país), pero mucha gente creyó que con la elección de Obama eso iba a cambiar sustancialmente. Nunca lo creí, y la designación de Hillary Clinton como secretaria de Estado confirmó mi escepticismo. Algunos amigos me dicen: “¿Y lo de Guantánamo? ¡Es un cambio!”. A lo que respondo: “En primer lugar, el campo de concentración de Guantánamo sigue aún donde estaba, que yo sepa. Y, en segundo término, una golondrina no hace el verano”. La Casa Blanca no ha tomado ninguna iniciativa enérgica para frenar la tragedia palestina (y bien que podría hacerlo), sigue enseñándole los dientes a Irán, quiere acentuar su presencia en Afganistán… Oigo muchas buenas palabras, pero no veo los buenos hechos por ningún lado.
De todos modos, insisto: hay bastantes ocasiones en las que odio que mis vaticinios pesimistas se cumplan. Me encantaría equivocarme.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de febrero de 2009).
Puede verse también hoy mi intervención en la presentación del libro Crónicas del 6, realizada el pasado 18 de febrero en Madrid.
Escrito por: ortiz.2009/02/24 06:00:00 GMT+1
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2009/02/23 06:00:00 GMT+1
Son muchas las cosas mediterráneas que me enamoran. Hasta, pese a ser vasco (ya se sabe: el verde de los montes, los pastos, los helechos, las hayas, los robles, los ríos caudalosos y todo eso), he llegado a entender el encanto que encierran los paisajes arcillosos y secos que otean el Mare Nostrum. Es otra estética; ni mejor ni peor. Allá por la montaña y la costa de Alicante, donde paso buena parte del año, se vive bastante bien, se come a gusto –a mí me gustan mucho los arroces, pero tienen otras especialidades muy notables– y la gente es, por lo general, cachazuda y divertida.
Hechas ya todas estas advertencias laudatorias, estoy en condiciones de decir que lo que llevo mal es el gusto generalizado de las poblaciones mediterráneas por la pólvora, las tracas, los petardos, las carretillas, las fallas, las fogueres y, en general, por el ruido, el fuego y todos sus artificios asociados. No es sólo que lo lleve mal; es que, además, me asusta. Estuve una vez en la Nit de l’Albà, de Elche, y salí espeluznado. Hubo un muerto y decenas de heridos.
La Unión Europea ha aprobado una directiva sobre artefactos pirotécnicos, destinada a asegurar la integridad física de las personas vecinas a su uso, y medio Mediterráneo ha montado en cólera, diciendo que la gente del norte de Europa no entiende las tradiciones culturales del sur, tan ligadas a la pólvora. Deben de pensarse que Alfred Nobel nació en Valencia.
Utilizar las tradiciones culturales históricas como excusa es un recurso que ya empieza a oler. Vale; matamos toros por tradición, tiramos cabras desde los campanarios por tradición y dejamos que los críos se quemen con la pólvora por tradición. Fantástico.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (23 de febrero de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/02/23 06:00:00 GMT+1
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2009/02/22 06:00:00 GMT+1
Llevo demasiados años en esto del periodismo como para no saber de primera mano cómo funciona la filtración a la prensa de datos pertenecientes a investigaciones policiales o a instrucciones sumariales. He visto casi de todo. Hasta he visto personajes públicos que un día te pasan los datos reservados de un caso y a la mañana siguiente salen en las radios denunciando indignados su publicación. O sea, y por decirlo abreviadamente: que puedo creerme cualquier cosa y no me creo nada.
Los dirigentes del PP están ahora muy sulfurados por la constante filtración de documentos, informes y testimonios relacionados con la investigación de prácticas corruptas que involucran a su partido o a personas cercanas a él. Me hago cargo de que no tiene que ser plato de buen gusto aparecer todos los días en los medios informativos en calidad de sinvergüenza cuando ninguna autoridad competente ha formulado todavía ningún cargo concreto contra ti, pero el PP, dejémonos de pamplinas, no tiene ningún derecho a escandalizarse por una práctica a la que sus más altos prebostes, a menudo con concurso judicial, han recurrido sistemáticamente a lo largo de los años, muy en especial durante el tiempo en que controlaron el Gobierno de España.
El periodista sólo tiene un deber a este respecto: contrastar la información para asegurarse de que es fiable. Y los políticos puestos en solfa deberían echarle menos retórica a sus declaraciones y mostrarse más concretos. Por ejemplo: está muy bien que Rajoy considere a Francisco Camps un servidor público ejemplar, honrado, prócer y orgullo de Valencia, etcétera, pero ¿por qué nadie aclara si Camps admitió que le regalaran trajes por valor de 30.000 euros?
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (22 de febrero de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/02/22 06:00:00 GMT+1
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2009/02/21 07:20:00 GMT+1
El alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, tuvo hace algunos días dos ideas. Una buena y otra mala, según el viejo tópico.
La buena fue ponerse en sintonía con la llamada Ley de la Memoria Histórica y retirar a una importante vía de la capital aragonesa –vecina del Paseo de la Constitución, por cierto– el nombre del general Sueiro, reputado franquista muy activo el 18 de julio de 1936 en la capital aragonesa.
Esa fue la idea buena. La mala fue sustituir el nombre del militar golpista orensano por el de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei y tan franquista como el propio Sueiro.
No es que optara por salir de Guatemala para meterse en Guatepeor: decidió seguir en Guatepeor, sin más.
La explicación que dio a su iniciativa el exbiministro fue de traca: San Escrivá fue un notable hijo de Barbastro. Ya. Y Francisco Franco un notable hijo de El Ferrol. Y Tomás de Torquemada un notable hijo de Valladolid. Y George W. Bush un notable hijo de New Haven. ¿Y qué? ¿Todo aquel que ha alcanzado notoriedad, por polémica que sea, merece que se le dedique una calle? ¿Por qué no le pone el nombre de una avenida a Luis Roldán, que es un muy conocido zaragozano?
Tras el revuelo causado por la sorprendente noticia, el alcalde ha cambiado de criterio. Ahora dice que dedicará una calle a San Josemaría Escrivá, pero menos importante que la inicialmente prevista. Un callejón, como quien dice. La explicación –eso se cuenta– es que Belloch adquirió en su día un compromiso con gente muy principal cercana al Opus Dei y no quiere desairarla.
Al final no contentará a nadie. Ese hombre es de los que nunca entenderán que sentarse entre dos sillas sólo sirve para caerse de culo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (21 de febrero de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/02/21 07:20:00 GMT+1
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2009/02/20 06:00:00 GMT+1
Parto del principio de que la indignación de las víctimas de un crimen, por extrema que sea, merece comprensión. Si –digo, por poner un ejemplo reciente– a alguien le matan a su hija, es absurdo reclamarle ponderación, serenidad, ausencia de ánimo de venganza y respeto al principio constitucional que dictamina que el castigo penal persigue la rehabilitación del delincuente. Pero una cosa es entender la ira de unos padres obcecados por el dolor y otra dar patente de corso en los medios de comunicación a sus reclamaciones legislativas, por estrafalarias que sean.
Los padres de Marta del Castillo, joven sevillana desaparecida y muy probablemente –y desdichadamente– muerta, reclaman que se celebre un referéndum para instaurar en España la cadena perpetua. ¿En qué criterios jurídicos sustentan su reclamación? ¿Apoyándose en qué dictámenes técnicos que demuestren que la cárcel a muerte contribuye a mejorar la seguridad ciudadana y a reducir la tasa de criminalidad? No hay ningún estudio que respalde esa tesis. En realidad, no hay tesis alguna. Sólo la reivindicación de la ley del Talión. En la franja de Gaza saben bastante de eso.
Los hay, aún más lanzados, que exigen que el Estado español restaure la pena de muerte, pero por la vía rápida, sin esperar a que el recluso fallezca en su celda con el paso del tiempo. Qué duda cabe de que este sistema sería mucho más económico para las arcas públicas, dado que los muertos ni comen, ni consumen, ni necesitan asistencia sanitaria. Salen baratísimos. Si de lo que se trata es de tomarse venganza, nada mejor.
¿Vamos a ponernos a ese nivel? ¿Hemos de hacernos todos más crueles que las bestias, así sea por referéndum?
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (20 de febrero de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/02/20 06:00:00 GMT+1
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2009/02/19 06:00:00 GMT+1
Resulta que metes tus ahorros en un banco y, de repente, cuando quieres sacarlos (porque te hacen falta para lo que sea, o porque te da la gana, y a cuento de qué tienes que explicárselo a nadie), el banco te dice que tururú que te vi, que te esperes un par de años, como poco, porque carece de la liquidez necesaria para atender todas las peticiones de devolución de fondos que le está reclamando su clientela.
¡Es fantástico! Así que dejas en depósito tus dineros a una entidad supuestamente solvente que se compromete por escrito a que no sólo te los va a guardar con mucho cariño sino que incluso te dará algo por tu gentileza, y los jefes de la entidad supuestamente solvente realizan unos fantásticos negocios por todo el mundo con lo tuyo y con lo que les han confiado otros panolis como tú –lo cual les permite embolsarse unos beneficios del copón, según ellos mismos declaran impúdicamente en público año tras año–, y cuando acudes a su ventanilla y les dices que te reembolsen lo que les has prestado se te mofan en las barbas, alegando que tienen autorización del Gobierno para no dártelo, porque les viene mal. A todos: a ellos y al propio Gobierno, por lo que parece. Aseguran que no tienen liquidez para pagar una cantidad que es casi clavada a la que ellos mismos han declarado como beneficios del pasado ejercicio. Vaya jeró.
En tiempos se hablaba mucho de los viejos avaros que escondían el dinero dentro del colchón de su cama. Tal vez haya que resucitar la práctica, aunque eso obligue a dos cosas: a tener colchones que puedan abrirse, como los viejos de lana… y a tener algún dinero que ocultar en ellos. Esto último, según van las cosas, puede ser lo más problemático.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (19 de febrero de 2009).
Escrito por: ortiz.2009/02/19 06:00:00 GMT+1
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