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2008/04/15 08:50:00 GMT+2

Orígenes y sexos

Tanto el nombramiento de nueve ministras (más que ministros) como la distribución geográfica de sus orígenes natales han merecido diversos elogios, no necesariamente merecidos.

Empezaré por lo de los orígenes geográficos. Obviamente, no cabe excluir que un mandatario muestre particular sensibilidad hacia los problemas y necesidades de su tierra de origen, pero tampoco lo contrario. Con cierta frecuencia, parecen dispuestos a confirmar que no hay peor cuña que la de la propia madera. Los vascos hemos tenido muestras llamativas de ello. Recientemente, la de Jaime Mayor Oreja. (Podría citar varias más. A decir verdad, lo que me resultaría más peliagudo es señalar alguna de signo contrario.)

La composición paritaria del Consejo de Ministros entre hombres y mujeres (al 50%: recordemos que otro hombre, llamado José Luis Rodríguez Zapatero, también se sienta en él, y no en condiciones de igualdad, precisamente) es un buen planteamiento de base, sin duda. Así debería suceder en todos los órdenes de la vida política, económica y social, y ello sin necesidad de forzar la marcha espontánea de las cosas. Pero no es así, y merecen respaldo los afanes por corregir las injusticias históricas.

Pero también en esto resulta preferible curarse en salud, en lo que a cada caso concreto se refiere, porque sabido es que el hecho de ser mujer no vacuna contra casi nada. No sólo en política, pero muy destacadamente en política. Los ejemplos abundan, empezando por el de Margaret Thatcher y terminando por el de Condoleezza Rice, con pausa modesta en figuras de ámbito local, como nuestras inolvidables Isabel Tocino y Ana de Palacio. En el nuevo Gobierno figuran mujeres, algunas con creciente peso, que no son nuevas en estos menesteres y que han mostrado en el pasado una clara inclinación por opciones, sobre todo económicas y medioambientales, que inquietan a las organizaciones que defienden la sostenibilidad y la explotación racional de los recursos.

Su labor habrá de ser juzgada con igual rasero que se aplique a la de sus compañeros de gabinete.

Igual, insisto: incluyendo sus vestimentas, sus peinados y las llamadas telefónicas a sus papás.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (15 de abril de 2008). También publicó apunte ese día: Una pifia y una reflexión.

Escrito por: ortiz.2008/04/15 08:50:00 GMT+2
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2008/04/14 05:30:00 GMT+2

Viva el 14 de abril

Lo mismo es sólo cosa mía, que soy como soy, pero el espectáculo ofrecido el pasado jueves por las más altas autoridades del Estado español en el campo del Getafe me llenó de estupor.

Empecé a ver el partido entre el Getafe y el Bayern con buen humor y el ánimo predispuesto más bien a favor del Geta, por el aquel de que es un equipo de barrio y pobretón y los otros una superpotencia, que además llevan el nombre de una marca comercial de antecedentes nazis. Y el partido me hizo disfrutar, porque fue competido, emocionante y, además, tirando a deportivo (hubo cosas feas, pero pocas).

No tardé en torcer el gesto. Desde el final del primer tiempo (cuando el Getafe marcó un espléndido tanto), la máxima representación oficial de nuestro Estado empezó a dar unas muestras de forofismo que para sí hubiera querido Alberto de Mónaco en sus mejores momentos. Allí estaban el rey, el príncipe (y la presidenta de la Comunidad de Madrid, que se apunta a lo que sea) haciendo gala de su incapacidad para contener sus visceralidades, o de sus ganas demagógicas de mostrarlas, que todo puede ser. Ante lo cual, buena parte del público se puso a cantar a coro ¡Que viva España!, himno cervecero que da de patadas al idioma castellano (para empezar, confunde “estribillo” con “refrán”) y que, quizá por eso, es predilecto de lo más plasta del turismo mediterráneo procedente de la Europa norteña.

Sentí vergüenza ante el espectáculo. Y empecé a pensar que quizá conviniera a los intereses profundos de los pueblos de España que vencieran los alemanes, para librarnos de la inundación de patriotería pastelera que se nos venía encima.

También pensé (medio en broma, medio en serio) que las monarquías ya no son lo que eran. En tiempos, los integrantes de las familias reales eran educados desde su más tierna infancia para mostrarse impasibles ante lo que fuera. Incluso ante la vista del filo de la guillotina.

¡Con lo poco que tienen que hacer en su regalada vida, y lo hacen mal!

Como hoy es 14 de abril, aniversario de cierto hecho feliz y benéfico por más que fracasado, se me ha ocurrido que podía ser buena cosa meter este dedo en esa otra llaga.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (14 de abril de 2008). Al día siguiente, escribió un apunte que tiene que ver con esta columna: Una pifia y una reflexión.

Escrito por: ortiz.2008/04/14 05:30:00 GMT+2
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2008/04/13 05:00:00 GMT+2

Los cuernos de Don Friolera

Tienen razón quienes señalan el hecho de que buena parte de los asesinatos que se cometen año tras año en España son culpa de funcionarios del Estado autorizados a tener y portar armas de fuego, esto es, por militares y policías. No es una opinión: es un dato, del que tuvimos el jueves una estremecedora muestra.

Un amigo mío, jurista y reflexivo (una combinación rara, pero no imposible), suele manejar ese hecho contrastable para mostrar cuán peligrosa es la facilidad con la que algunos estados conceden permisos de armas. Él suele referirse a menudo al caso de los Estados Unidos de América. Comparto su aversión por la legislación armamentista de los EUA, que proviene de la época gloriosa en la que se pensaba que la mejor defensa nacional es el pueblo en armas (ahora da hasta risa formular la idea), pero no tengo tan claro que, al menos en este caso, la causa de la causa sea causa del mal causado, según la fórmula escolástica. Parece que en Canadá las leyes sobre venta de armas de fuego son similares a las de sus vecinos del sur y, sin embargo, las estadísticas sangrientas son mucho más discretas. Está claro que cuanto más difícil tenga un perturbado hacerse con una pistola mejor para todos, pero el problema fundamental no estará en todo caso en la pistola, sino en el cerebro del perturbado.

Y las crónicas negras demuestran que, por lo menos en lo que a España se refiere, los problemas centrales son culturales. No son las pistolas ni las escopetas las que disparan. Los gatillos no se aprietan solos. Los mueven los celos, los despechos, las ganas de revancha, la incapacidad para admitir que te han dado la espalda y qué le vas a hacer, los rencores, los odios.

Y, a veces, también algunos sentimientos corporativos, de casta. “Los militares nos debemos a la galería”, le espeta un compañero de armas al protagonista de Los cuernos de Don Friolera, el magnífico esperpento de Ramón del Valle-Inclán, reclamándole que tome venganza porque su mujer yace con otro hombre y todo el mundo lo sabe. Y él se somete a la regla y, para lavar su honor, se pone a la tarea y, con la confusión y la oscuridad, mata a su hija.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (13 de abril de 2008).

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2008/04/12 09:40:00 GMT+2

Free Tibet?

Resultaría curioso interrogar a los integrantes de las multitudes que se manifiestan enarbolando la consigna Free Tibet! (no demasiadas multitudes, si uno se fija, pero tan presentes en todos los telediarios que parecen media Humanidad) y preguntarles algunas cosas elementales, tales como: “¿Sabe usted quién ha elegido al Gobierno del Tibet en el exilio?” “¿Sabe usted cómo fue designado el actual Dalai Lama?” “¿Ha oído o leído usted las ideas que tiene el Dalai Lama sobre los derechos de las personas?” “¿Le parece a usted buena idea que el jefe político-espiritual supremo de una nación sea designado con criterios cabalísticos cuando aún está en la cuna?” “¿Aprueba que una nación tenga un jefe político-espiritual vitalicio?”  “¿Qué certeza tiene usted de que las informaciones difundidas sobre lo que sucede en el Tibet responden a la realidad?”

Hay otra colección de preguntas que podría resultar también interesante. Por ejemplo: “¿Tiene usted noticia de la cantidad de minorías nacionales oprimidas que hay en China?” “¿Y en el mundo?” “¿Cuántas veces se ha manifestado usted en favor de alguna de ellas?” “¿Considera usted que masacrar a las etnias amerindias fue la construcción de una nación, como asegura la propaganda oficial estadounidense?”

Escribí hace tiempo contra la vergüenza que representa el descarado trato de favor comercial (y en consecuencia político) del que se benefician los dictadores chinos, del que algo podrían decir el rey de España, la vicepresidenta del Gobierno de Zapatero y muchas empresas locales en expansión, que llevan años bailándoles el agua, por muchas penas de muerte que ejecuten. Me indignó que se aceptara celebrar allí unos Juegos Olímpicos. Y lo dije, cuando muy pocos decían nada.

Pero esto de ahora huele a chamusquina. Hay un montaje político-mediático de mil pares, con antorcha o sin ella. Es evidente que las actuales superpotencias occidentales están asustadas con el poderío económico que está demostrando China gracias a la total falta de escrúpulos de su entramado legal y político, y que han decidido mostrarle los dientes.

Y los figurantes de la farsa ahí, en la calle, con sus pancartas.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (12 de abril de 2008).

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2008/04/11 06:00:00 GMT+2

El presidente anclado

Fue sorprendente el interés que puso José María Aznar para ganarse el voto del PNV en su primera sesión de investidura, en 1996. Era un respaldo que no necesitaba, porque contaba ya con apoyos suficientes para ser nombrado presidente del Gobierno, y pagó por él un considerable precio político. Hubo quien especuló con la posibilidad de que actuara movido por una freudiana rivalidad con Felipe González y quisiera lograr un aval parlamentario superior al obtenido por su oponente en la legislatura anterior. A saber.

Rodríguez Zapatero se presenta como la antítesis de aquel Aznar. Lo cual es de agradecer en muchos aspectos, pero no en éste. En vez de buscarse aliados de sobra, ha hecho todo lo posible para no llegar a ningún compromiso con nadie. Como si no sólo le fuera indiferente ser elegido en segunda ronda, sino que lo prefiriera. Ha prodigado sonrisas y palabras amables por doquier, ha prometido toneladas de diálogo a diestro y siniestro (sobre todo a diestro), pero sin mojarse.

Es una táctica bastante lógica, desde luego. Está en condiciones de ir a su aire y buscarse en cada caso los aliados que le convengan: éstos para esto, aquéllos para aquello, los de más allá para lo otro. Pero lo que algunos tomarán como habilidosa astucia para capear todos los temporales y seguir en el machito durante otros cuatro años puede ser interpretado desde otra perspectiva política –desde la mía, sin ir más lejos– como pura mediocridad. (Mediocris llamaban los latinos al moderado y sobrio, pero también al que no hacía nada importante ni emprendía nada merecedor de recuerdo.)

En su respuesta a la intervención del portavoz del PNV, Zapatero dejó caer el martes una frase llamativa, cuestiones vascas aparte. Dijo que él está dispuesto a avanzar, pero “sin aventuras”. Josu Erkoreka, que es de Bermeo, le replicó con un aserto marinero muy bien traído: “Los barcos están más seguros en el puerto, sin duda, pero han sido hechos para navegar”.

En medio del Barrio Latino, en París, hay una estatua que recuerda a Danton y subraya una de sus máximas políticas más celebradas: “¡Audacia, más audacia, siempre audacia!” Es la misma idea.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (11 de abril de 2008). También publicó apunte ese día: Demasiado = nada.

Escrito por: ortiz.2008/04/11 06:00:00 GMT+2
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2008/04/10 07:30:00 GMT+2

Esperanzas en Aguirre

El principal problema que tiene en estos momentos el PP es que varias de sus estrellas emergentes (Aguirre, Ruiz Gallardón, Camps… y quizá alguno más) sobrevaloran sus virtudes y, por ello mismo, sobrevaloran sus posibilidades. Una cierta sobrevaloración  personal es inherente no ya a la política, sino probablemente a la condición humana, pero un desmedido exceso en la apreciación de las propias dotes no presagia nada bueno para quien se autoengaña.

En la pelea que se está librando en la cumbre del PP confluyen unas cuantas soberbias desproporcionadas.

La más llamativa es la que protagoniza Esperanza Aguirre. No dudo de la inteligencia de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Como no la he tratado y tampoco he tenido acceso a su obra teórica, no me es posible opinar sobre sus dotes, exceptuadas las oratorias. Pero me da que se atribuye una importancia desmesurada en el respaldo electoral que ha obtenido. No parece consciente de que Madrid, en tanto que capital del Estado y sede histórica de su amplísima burocracia y de su corte señoritinga y servil, tiene un electorado muy especial.

Los que han estudiado su proyección política en el conjunto de España dicen que no está nada bien vista ni siquiera en el PP extracapitalino. Con lo cual, su carrera presagia un recorrido tirando a limitado.

Aguirre tiene dos problemas. Bueno, es fácil que tenga más (¡quién tuviera sólo dos!), pero hablo de dos que veo muy claros.

Uno es su escasa propensión a la introspección y su lamentable desinterés por el principio del doctor Laurence J. Peter, que determinó que en cualquier organización jerárquica todo empleado tiende a ascender hasta alcanzar su nivel máximo de incompetencia.

El otro es que se toma en serio lo que dicen y escriben sus aduladores mediáticos. Puedo asegurarle –me conozco el género y los conozco a ellos– que tratan de promocionarla porque la creen dúctil y piensan que, si logran subirla hasta lo más alto, la tendrán a su disposición.

Si Aguirre se repasa la historia de UCD, comprobará cuánto se parece con la del PP de ahora. A partir de ahí, le bastará con constatar cómo quedaron todos: ambicionados y ambiciosos.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (10 de abril de 2008).

Escrito por: ortiz.2008/04/10 07:30:00 GMT+2
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2008/04/09 06:30:00 GMT+2

El rojo y el negro

La conclusión a la que llegué ayer tras oír el discurso en el que Rodríguez Zapatero expuso sus propósitos presidenciales es que él tiene la certeza de que su gobierno va a conducir a España por la senda de la perfección pero que, por las razones que sea, o no puede o no quiere revelarnos cómo lo va a hacer. Ni con qué programa, ni con qué aliados, ni haciendo qué, cuándo y cómo.

Examinada en su literalidad, la exhibición de intenciones que hizo ante el Congreso de los Diputados no puede ser tildada de nada: ni de derechas ni de izquierdas, ni de frente ni de revés. ¿Cómo puede nadie negarse a que lo conviertan en próspero, en solidario, en sano, en educado, en informatizado, en europeo, en ecológico, en respetuoso de todo lo respetable, en no víctima de accidente, en igualitarista, en perfeccionador de la Justicia, en superpotencia mundial?  Sólo un tonto del bote podría rechazar esa perspectiva.

Mi problema es que no me lo creo. Porque la vida es como la ruleta: no pueden salir a la vez el rojo y el negro.

No es posible defender la educación igualitaria y respetar sin rechistar los privilegios de la Iglesia Católica.

No cabe ayudar a que se impongan implacables los intereses de la Banca y pretender que se respalda a quienes soportan hipotecas cuyo principal no empiezan a amortizar hasta el décimo año de sangría, y eso con suerte.

Es una burla pensar que cabe ayudar a los miserables del Tercer Mundo cuando uno respalda las opciones del FMI y, ya de paso, a los gobiernos corruptos del Tercer Mundo.

Es de coña decir que se defiende la ecología y andar comprando derechos de contaminación a los estados deficitarios.

 Es infame pretenderse adalid de la paz universal y ser uno de los principales vendedores de armas en el mercado mundial de armas, negro o blanco.

Los socialistas de viejo cuño (si Zapatero conoce a alguno puede preguntárselo y le confirmará que no miento) solían hablar de una cosa a la que llamaban “lucha de clases”. Su lógica era la lógica: los explotados contra los explotadores; la gente oprimida contra la gente opresora.

Quienes fingen que defienden a todos, sin distinción, defienden a los que ya están instalados.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (9 de abril de 2008). También publicó apunte ese día: Sin comentarios.

Escrito por: ortiz.2008/04/09 06:30:00 GMT+2
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2008/04/08 05:30:00 GMT+2

El diálogo con ETA

Aseguran que José Luis Rodríguez Zapatero se comprometerá en su discurso de investidura a no entablar ningún nuevo diálogo con ETA.

¿Cómo hay que tomarse eso?

En primer lugar, quien se niega a que haya un diálogo con ETA (si por diálogo se entiende negociación o expectativas de acuerdo) es la propia ETA. Para discutir con un enemigo a ver si cabe llegar con él a alguna forma de arreglo o de distensión, lo primero que se requiere es que el propio enemigo se haga cargo de la realidad de las cosas. Empezando por la suya.

“El problema de ETA no es que esté en las nubes –me dijo hace ya tiempo un dirigente vasco–. A fin de cuentas, desde las nubes se puede atisbar más o menos el suelo. Su problema es que anda flotando por el espacio sideral. Ya ni sabe por dónde está la Tierra.”

No hay más que leer cualquiera de los plomizos comunicados de ETA para comprobar que, en efecto, su subjetivismo la sitúa a años luz de la situación real: de la vasca, de la española, de la europea y de la universal.

En esas condiciones, el asunto no es si Zapatero quiere o no quiere dialogar con ETA. Es que, aquí y ahora, no podría hacerlo, aunque quisiera.

Lo que me parece un error es que el postulante a la Presidencia del Gobierno lo plantee en los términos que parece que va a hacerlo.  No porque el resultado práctico vaya a ser diferente, sino porque es un modo de encarar el problema que implica, de hecho, una rendición ideológica ante el PP.

Una cosa es dejar claro que no negocias porque no hay manera de hacerlo en condiciones, y otra es que aceptes que cualquier forma de negociación con el enemigo es intrínsecamente perversa. Ese supuesto principio, una y otra vez formulado por Rajoy, es una perfecta simpleza.

Un político inteligente (menos aún un político sensible) no puede negarse a hablar con nadie que esté en condiciones de hacer daño a la sociedad. Para rechazar sus planteamientos y decir que no a sus exigencias siempre habrá tiempo. ¿Qué gana con cerrarse en banda al diálogo, por sistema? ¿Hacerse fama de rígido?

Lo peor no es renunciar a la ética por la estética. Más grave es equivocarse tanto de ética como de estética.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (8 de abril de 2008).

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                    Si hoy es martes…

Tuvo mucho éxito en su día una película titulada Si hoy es martes, esto es Bélgica, que ridiculizaba esos viajes turísticos en grupo que obligan a sus víctimas a recorrer un montón de ciudades de diversos países en cosa de días, cual posesas.

Me he acordado a menudo en los últimos años del título de aquella comedia no porque haya sufrido ninguno de esos viajes –el turismo no es mi especialidad, y menos en grupo– sino por la rutina que me ha tocado seguir, que me llevaba todos los martes a Bilbao para participar en las tertulias vespertinas de la televisión pública vasca.

“Si hoy es martes, te toca avión”, pensaba, al despertarme en Madrid, o en Alicante. Y empezaba con mis pautas fijas de los martes: lectura de la prensa y escucha de los noticiarios matinales de la radio vasca para ir enterándome de los asuntos que tal vez me tocaría comentar por la tarde; preparación de la cartera de mano con todos los adminículos necesarios (a más de uno le entraría la risa si viera la lista que tenía elaborada, digna del mismísimo Phileas Fogg); aseo personal para no presentar un aspecto demasiado desastrado al aparecer en la tele… Y todo en este plan, rigurosamente minutado, hasta salir camino del aeropuerto, para tomar el avión de media mañana y llegar a tiempo de darme un paseo por el centro de Bilbao, comer con alguien de mi interés y acudir a los estudios de la televisión.

Tampoco me quejo demasiado. O no me quejaba, hasta hace un cierto tiempo. Era un peñazo, pero pocos trabajos no lo son y, aunque no pagaran gran cosa, tenía su aquel. Lo fue perdiendo a medida que la propia situación política vasca se ha ido haciendo más confusa, si es que no delicuescente. El rollo actual, que no se sabe si va a terminar en un nuevo arreglo PNV-PSOE, en una reedición del tripartito o en qué, ha incitado a la gente más trepa de ciertos medios (sobre todo públicos) a ponerse en stand bye, a la espera de saber por dónde acabará saliendo el sol que más calienta. Lo cual ha potenciado sus ganas de preferir las charlas sobre el sexo de los ángeles.

Y, a fuer de sincero, he de reconocer que no me compensaba darme esa paliza semanal para acabar hablando del sexo de los ángeles (asunto sobre el que, además, no veo que tenga mucho que aportar).

Ahora voy a disfrutar de varias ventajas. Una, nada tonta, es que podré organizar mi vida sin ese mojón semanal ineludible.

Mal que bien, si uno se dedica a la escritura, o incluso a la radio (como autónomo, se entiende), es libre de moverse a su gusto. La televisión, en cambio, tiene esa miseria añadida: requiere que estés de cuerpo presente en el plató de turno.

Hoy voy a aprovechar que es martes para hacer la compra yo, liberando de esa plasta semanal a mi chica, que ejerce de asalariada. Y la semana que viene me iré a comprobar si el sol del Mediterráneo calienta los martes de primavera más que el de Bilbao. Y trataré de acercarme a Dènia, a dar un abrazo a mi amigo Rafa Chirbes, que acaba de recibir el Premio de la Crítica por su novela Crematorio, y a comentar con él cómo a los malditos, si bien se mira, tampoco nos va tan mal.

Escrito por: ortiz.2008/04/08 05:30:00 GMT+2
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2008/04/07 05:30:00 GMT+2

Mataderos de toda suerte

He leído las nueve razones esgrimidas por el etólogo Fernando Álvarez para reclamar la supresión de la lidia de toros. Estoy de acuerdo con ellas en líneas generales, pero creo que podrían añadirse varias más. Aportaré dos, por lo que puedan valer.

Décima razón: el espectáculo taurino implica una constante exhibición y exaltación de actitudes y poses machistas. Los lances y desplantes de los toreros responden a una estética chulesca que no ignoro que hay quien admira y toma por donosura, pero que se vincula de manera chirriante con una concepción de la virilidad que a otros (y otras) nos resulta rancia y prepotente. (No faltará quien tome este argumento como demasiado tiquismiquis, pero, lo siento: a algunos nos irrita ver cómo los de luces desafían al toro haciendo compulsiva ostentación de su entrepierna.)

Undécima razón: la llamada “fiesta nacional” se basa en la insensibilidad del público hacia determinados aspectos crueles que él se toma como arte.

Los partidarios de la tauromaquia afirman que ellos no disfrutan con el acoso, burla y muerte de los animales. Y yo estoy convencido de que dicen la verdad, pero eso no me tranquiliza lo más mínimo. Al contrario. Ser capaz de ver lo que sucede en el ruedo y quedarse sólo con el garbo del capotazo, la precisión de la puya, la buena colocación de los rehiletes, el tino de la estocada, etc., etc., haciendo abstracción de los aspectos sanguinolentos del espectáculo y de los mugidos de dolor del bicho, implica un muy preocupante adormecimiento de la sensibilidad que prefiero suponer que no abarca al resto de la existencia civil de los aficionados.

“¡Los bichos no lo pasan mucho mejor en el matadero!”, replican los amigos de la tauromaquia, burlándose de quienes criticamos sus corridas. No sé cómo se las arreglan para medir cuánto sufren las reses en los mataderos. Lo que sí sé es que una cosa es matar para comer y sobrevivir, típico comportamiento de casi todos los animales, y otra matar por diversión. Y no digamos pagar por ver sufrir y morir.

Ésa es una exclusiva de los animales que tienen el morro de autodefinirse como racionales.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (7 de abril de 2008).

Escrito por: ortiz.2008/04/07 05:30:00 GMT+2
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2008/04/06 06:00:00 GMT+2

Caricaturas sin sangre

Parece que están de moda las imágenes que molestan, con más o menos razón (en las imágenes y en la molestia). Después del episodio de los dibujos sobre Mahoma, que todavía colea, ahora tenemos a la presidenta argentina, Cristina Kirchner, que se ha enfadado por una caricatura suya aparecida en un medio de prensa de Buenos Aires. La ha calificado de “cuasi mafiosa”. El dibujo insinúa que la jefa de Estado ganaría si no se prodigara tanto como mitinera y si no diera tanto la impresión de hablar por boca de ganso.

Por estas mismas fechas, a algunos amigos del presidente venezolano les ha sentado fatal una fotografía difundida por la agencia Reuters en la que aparece Hugo Chávez retratado de forma que recuerda al Ratón Mickey. Se lo han tomado como un intento de ridiculizarlo (y nadie podrá decirles que les falta razón, porque es obvio).

No hace tanto, también se discutió sobre si era aceptable retratar al premier británico, Tony Blair, como perrillo faldero de Bush, según acostumbraba a hacer un diario de Londres.

En mi criterio, todo ello es perfectamente aceptable. Pero, cuando digo todo, quiero decir todo. Que el dibujante dibuje, que el caricaturista caricaturice, que el fotógrafo enfoque con espíritu de guasa… y también que quien ha sido caricaturizado o ridiculizado responda y dé su opinión sobre los guasones y los ponga de vuelta y media, si le apetece y lo considera adecuado. ¿O es que los críticos tenemos permiso ilimitado para zaherir, pero bula para no ser zaheridos? ¿Podemos reírnos de cualquiera, pero tenemos derecho a reclamar que los demás se pongan firmes cuando aluden a nosotros?

Recuerdo una ocasión en la que el por entonces portavoz del Gobierno español, Miguel Ángel Rodríguez, dijo una cosa sensata. Y la recuerdo bien, por lo raro del evento. Afirmó que no era partidario de cerrar el diario Egin porque –explicó– “las opiniones no matan”. Me apunto a esa línea. “Que florezcan cien flores y rivalicen cien escuelas de pensamiento”, según el viejo dicho oriental.

Pongámonos a parir cuanto haga falta, y con toda la saña que creamos necesaria, siempre que no haya sangre y sólo se lastimen las ideas.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (6 de abril de 2008).

Escrito por: ortiz.2008/04/06 06:00:00 GMT+2
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