2008/05/15 05:45:00 GMT+2
Me preguntaron ayer en la radio, en Cataluña, sobre el atentado de ETA en Legutiano y me vino de inmediato a la memoria una hermosa estrofa del Jorn dels miserables, de Lluís Llach: “Que poques paraules tinc / i les que us dic són tan gastades…” (“¡Que pocas palabras tengo / y las que os digo están tan manidas!”).
¿Qué cabe decir sobre la barbarie de ETA que no hayamos señalado ya mil veces? Casi todo lo que se puede constatar es obvio. ¿Que mata a la desesperada, impelida por la evidencia de que cada día pinta menos en todos los órdenes, tratando de hacerse a sangre y fuego un hueco en las noticias? No hay que ser muy experto para llegar a esa conclusión.
“Pero tiene un sector bastante amplio de la sociedad vasca que apoya lo que hace”, me replican. No estoy de acuerdo. Buena parte de esa porción de la sociedad vasca a la que aluden (la izquierda abertzale) no simpatiza ni poco ni mucho con los atentados de ETA. A lo que se resiste con uñas y dientes, por sus propias razones, es a sumarse al coro del sistema establecido y a encontrarse cualquier día desfilando en una manifestación codo con codo con Mayor Oreja, o con Rodríguez Galindo, o con Amedo. Pero, charlando en privado, sin luz ni taquígrafos, la mayoría de los integrantes de esa izquierda abertzale confiesa que, por su gusto, si ETA se disolviera de una pajolera vez, todos tan contentos.
No niego que también hay una cierta proporción de la sociedad vasca que camina por la vida con anteojeras, y encima no ve más allá de sus narices, lo que complica todavía más su percepción de la realidad. Es gente que a menudo tiene sus propias pulsiones –casi siempre familiares– para cegarse. Pero representa una minoría cada vez más exigua. El tiempo no la ayuda.
En mi criterio, la forma más radical de condenar a ETA es prescindir de ella y de sus disparates, teóricos y prácticos. No permitir que la vida política se vea condicionada por ella. Hacer lo que haya que hacer, o no hacerlo, pero sin tenerla en cuenta. Tomarla como si se tratara de un meteoro adverso, cual el pedrizo o la helada, que se combate lo mejor que se puede, pero no se discute, porque para qué.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (15 de mayo de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/05/15 05:45:00 GMT+2
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2008/05/14 05:30:00 GMT+2
Pontificó Jaime Mayor Oreja en sus tiempos de ministro del Interior aznarista: “Las víctimas siempre tienen razón”. Fue una vacuidad campanuda, muy de su estilo. ¿Qué ciencia infusa aporta el hecho de ser víctima? ¿Y dónde está la razón, cuando las víctimas no se ponen de acuerdo entre sí? ¿Tiene más razón la viuda de víctima, el hermano de víctima o la propia víctima, si sobrevive? Por lo demás, ¿quiénes tienen más razón: las víctimas de ETA o las de los GAL? ¿Debemos atenernos todos fielmente a las preferencias políticas de Segundo Marey? ¿O habremos de hacerlo a las de la viuda de García Goena, o a la de Fernando Buesa, o a la de Gregorio Ordóñez, que no coinciden entre ellas ni en la hora que marca el reloj?
La presidenta del PP vasco, María San Gil, está siendo beneficiaria de una variante especial de la retórica de su tutor monotemático. Por lo visto, el hecho de estar amenazada por ETA y haberlo pasado muy mal hace que, si ella dice que la ponencia política del Congreso del PP plantea problemas de principio, un montón de gente de su partido se cree en la obligación de darle de inmediato la razón, incluso antes de haber leído el texto de la tal ponencia. “Ella es un referente ético y político”, dijeron de inmediato muchos de ellos, empezando por Ana Botella, que, como todo el mundo sabe, es especialista en referentes éticos y políticos, sobre todo cuando se sitúan en el eje Azores-Irak.
“Todos tenemos que reflexionar sobre esto”, añadió al punto la lideresa Esperanza Aguirre. ¿Sobre qué deberían reflexionar, si San Gil lo único que había expresado hasta entonces era una conclusión, si es que no un sentimiento, pero no había argumentado todavía nada de nada?
Mariano Rajoy tiene muchos problemas, pero hay uno que está claro que supera a todos los demás. Ese hombre carece de autoridad, si es que no de carácter. No es capaz de dar un puñetazo en la mesa y poner firme a la banda de insubordinados que tiene por subordinados. Todo aquel que quiere subírsele a las barbas cuenta con escalera libre. Y en esa escalera hay un trasiego que recuerda al camarote de los hermanos Marx. Va a tener que poner un semáforo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (14 de mayo de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/05/14 05:30:00 GMT+2
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2008/05/13 05:30:00 GMT+2
No sé si la mayoría de nuestros conciudadanos ignora lo que se está discutiendo en Bruselas sobre el trato legal que debe dispensarse a los inmigrantes “sin papeles” o es que le importa un bledo. Quizá sean las dos cosas.
En Bruselas la UE está debatiendo sobre la posibilidad de internar durante muchos meses en centros que son como cárceles, o peores, a personas que han cometido como mucho una falta administrativa, no un delito, y que no han sido condenadas judicialmente a nada. Igual que en Guantánamo.
Manfred Webber, del Partido Popular Europeo, ha dicho que el internamiento en esos centros puede servir “para hacer presión psicológica a los detenidos”. Si eso no es apología de la tortura, que venga Dios y lo vea.
Nuestros mandatarios están hablando tranquilamente en la capital de la UE incluso sobre la conveniencia de expulsar de Europa manu militari a niños y niñas inmigrantes que están a la mitad de su curso escolar. Alternativamente, hablan de la posibilidad de recluirlos en esas sub-cárceles que son los centros de internamiento. ¡Recluir a menores que no han cometido delito alguno!
Hay representantes de estados europeos que están defendiendo en ese debate que sería mejor dejarse de tanto garantismo jurídico caro y fastidioso y favorecer de una puñetera vez las expulsiones rápidas de los inmigrantes “sin papeles” por vía meramente administrativa, no permitiendo que los jueces –algunos tan impertinentes– metan en ello sus narices.
Claudio Fava, representante socialista, ha afirmado que esa directiva en discusión representa una “degeneración jurídica que trata a los inmigrantes como a una subespecie humana”. Exacto.
El capitalismo salvaje europeo ha convertido a la inmigración en una subespecie humana de usar y tirar. ¿Que necesitamos mano de obra barata para que trepe a los andamios o se deslome en el campo, porque así maximizamos el margen de beneficios? Perfecto. ¿Que llegan las vacas flacas y la construcción no construye y tenemos personal autóctono dispuesto a deslomarse por el mismo precio? Pues, hala, volveos para casa, desgraciados.
A nada que rascas en esta Europa cutre, te topas con Hitler.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (13 de mayo de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/05/13 05:30:00 GMT+2
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2008/05/12 05:30:00 GMT+2
Dejando de lado la implícita confesión de vasallaje que supone el detallado seguimiento que Europa entera hace de las primarias estadounidenses (para estas alturas ya estamos al tanto de cómo funciona electoralmente cada estado de la Unión, y sabemos más de Utah o de Idaho que de Eslovenia o de Finlandia), resulta significativo ver qué importancia fetichista se da en el viejo continente a que salga electo tal o cual candidato a la Casa Blanca.
¿Es Hillary Clinton más proisraelí? ¿Es Barack Obama menos fanático del embargo a Cuba? ¿Es John McCain la personificación de un tercer mandato de Bush?
Atribuimos demasiada importancia al papel que pueden jugar las querencias de una sola persona, por lucidos que sean sus títulos, dentro de una maquinaria como aquélla, que está perfectamente adaptada para funcionar por sí misma, de manera casi automática.
Sea quien sea finalmente el presidente electo de los USA, tendrá que jugar con las piezas dispuestas en el tablero de su país. Y en ese tablero, como en el de ajedrez, las piezas son fijas: el rey, la industria armamentista; la reina, el oligopolio petrolero; las torres, las multinacionales del automóvil; los alfiles, los consorcios alimentarios; los caballos, las fieras del Pentágono… y los peones, el resto.
Pero la táctica no es cosa suya: las propias piezas deciden cómo y en qué sentido cabe moverlas. En este caso es peor: son las propias piezas las que deciden adónde quieren ir. El presidente debe atenerse a sus designios, le gusten más o menos, y defenderlos.
¿No cuenta con ningún margen? Sí, claro. Los USA tienen un régimen presidencialista y su legislación autoriza al presidente a tomar decisiones cruciales. Pero el instinto de conservación, muy acrecentado tras la experiencia luctuosa de los Kennedy, aconseja a los inquilinos de la Casa Blanca a no salirse del guión y a hacer lo que se espera de ellos.
No es casual que la política estadounidense recurra a actores de cine para ese papel, sea a una escala u otra. Se trata de contar con gente que se aprende el guión y que lo recita con entusiasmo.
Puedo pronosticar quién será el próximo presidente de los USA: otro tal cual.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (12 de mayo de 2008). También publicó apunte ese día: Sí sabe, sí contesta.
Escrito por: ortiz.2008/05/12 05:30:00 GMT+2
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2008/05/11 05:30:00 GMT+2
Para organizar un Estado laico, lo primero que se precisa es tener la firme voluntad de organizar un Estado laico.
Dicho así, parece una redundancia, o una boutade, pero qué va. Es dudoso que quien se viste de gala para acudir al Vaticano a concelebrar la beatificación o santificación de éste o del otro supuesto mártir hispano, y besa la mano de todos los papas o cardenales que se le ponen por delante, tenga claro que lo que desea es que el Estado que representa sea escrupulosamente laico.
Si bien se mira, es sencillísimo lograr que el Estado español se convierta en laico con todas las de la ley. Basta con tratar a la Iglesia Católica igual que a las demás confesiones religiosas. Se trata de denunciar, por absurdos e improcedentes, el acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Asuntos Jurídicos, el acuerdo sobre Enseñanza y Asuntos Culturales, el acuerdo sobre Asuntos Económicos y, en fin, el acuerdo sobre Asistencia Religiosa a las Fuerzas Armadas y el Servicio militar de los clérigos y religiosos, todos ellos suscritos por última vez el 3 de enero de 1979, si mi información es correcta. Y poner fin al atávico pago de las amortizaciones que recibe la clerecía para compensarla por las muy moderadas y más que sensatas medidas que tomaron Mendizábal y Madoz allá por los inicios y los medios del siglo IXX, con la comprensible intención de que España se convirtiera en un Estado moderno.
Se trata, por poner un ejemplo, de que el Estado no pregunte a los contribuyentes si queremos que una parte de los impuestos que pagamos vayan a parar a la Iglesia vaticana, por la misma razón que no nos pregunta si deseamos que recalen en la Iglesia taoísta o en el Frente Zapatista de Liberación Nacional.
¿Que una mayoría de la población española es católica? Tengo mis dudas. Pero, de ser así (que no niego que pueda serlo), mucho mejor que se le pone. Que los fieles de esa Iglesia, de la que son devotos, contribuyan por su cuenta al mantenimiento de su estructura y aseguren el sostén de sus actividades. Son libres de hacerlo. ¿Quién se lo impide? Pero que no reclamen que la organización del Estado se ponga a su servicio.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (11 de mayo de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/05/11 05:30:00 GMT+2
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2008/05/10 05:30:00 GMT+2
Las gentes del PP saben muy bien lo difícil que resulta contrariar a quien comanda la cúpula dirigente de su partido, que tiene una estructura fuertemente presidencialista. Es complicado hacerlo en todo caso, pero lo es todavía más cuando se trata de asuntos tan claves como la designación del cabeza de cartel en unas elecciones generales.
Es ésa, sin duda, la razón que ha movido a algunos militantes –muy probablemente azuzados por algún líder (o lideresa) deseoso de desbancar a Rajoy– a promover la idea de que el PP celebre unas elecciones primarias que sirvan para seleccionar a quien haya de ser su principal candidato en los siguientes comicios generales.
¿Una iniciativa desesperada? En todo caso, absurda. Y no sólo porque se produzca a destiempo.
El modelo estadounidense de elecciones primarias no encaja en España, como tuvo oportunidad de comprobar el PSOE cuando intentó imitarlo. En EE.UU. votan los electores que previamente se han inscrito como votantes de tal o cual partido. Aquí eso no existe, de modo que el PP habría de optar entre que sólo votaran los afiliados del partido o abrir la votación al público en general. En el primer caso, se toparían con una segunda versión (rara, pero versión) de los congresos locales, con las mismas presiones del aparato de por medio. O sea, con más de lo mismo. En el segundo, con una situación que podría fácilmente degenerar en cachondeo: nada impediría a los partidarios del PSOE, de IU o de quien sea presentarse a votar, así fuera sólo para chinchar.
Pero es que, además, las mitificadas elecciones primarias estadounidenses no tienen nada de modélicas. Son cualquier cosa menos garantía de democracia. Requieren un enorme esfuerzo financiero de los candidatos (publicidad, costosos mítines, viajes con equipos de especialistas, etc.) que sólo pueden materializar con el respaldo de grandes empresas y fortunas, que luego, en caso de éxito, pasan la lógica factura. Y así les suele ir.
Para mí que los que reclaman elecciones primarias en el PP lo único que quieren es enredar.
De ser así, lo están consiguiendo. Entre los unos y los otros, tienen montado un lío de mil pares.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (10 de mayo de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/05/10 05:30:00 GMT+2
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2008/05/09 06:45:00 GMT+2
La vicepresidenta Fernández de la Vega insistió el miércoles, hablando del encuentro Zapatero-Ibarretxe, en un argumento que Josu Jon Imaz, expresidente del PNV, formuló de manera más argumentada y pormenorizada la pasada semana desde su retiro norteamericano. Ambos –me baso en la más elaborada formulación de Imaz– insisten en que la toma de decisiones importantes para la sociedad vasca por una mayoría no abrumadora podría ser “una aventura” y, en todo caso, sólo “un ejercicio aparentemente democrático”, porque un “proyecto de futuro” requiere inexcusablemente del respaldo de “mayorías amplias y cualificadas”.
Es un argumento que me parece no sólo discutible, sino incluso eventualmente peligroso.
Vayamos por partes.
Lo primero que conviene precisar es que las decisiones tomadas por el voto de la mitad más uno no son “aparentemente democráticas”, sino realmente democráticas. La exigencia de amplias mayorías cualificadas es una práctica parlamentaria limitada a ciertos casos tasados, que no se extiende a las consultas populares. Recuérdese el caso del referéndum de autodeterminación que se celebró en 1995 en Quebec: los anti independentistas vencieron por sólo cinco décimas. Nadie dijo que ésa fuera una victoria inaceptable, ni había intentado descalificar de antemano el propio referéndum arguyendo que no estaba claro el resultado. En España se han tomado en referéndum (así sucedió en 1986) decisiones cruciales que contaron con el apoyo de sólo el 53,09 de los votantes. ¡Y con una abstención del 40,58%!
Hay otro punto crucial: si se impide una votación argumentando que sus partidarios no cuentan con una mayoría amplia y cualificada, el resultado no es que se elude lo nuevo: es que se perpetúa lo viejo. No es que no gane nadie; es que ganan los partidarios del “no”, y sin necesidad de acudir a las urnas.
Desde luego que es mejor que las cosas se hagan con un amplio consenso. Pero, si no hay un gran consenso para un cambio, ¿qué? ¿Se sigue hasta el infinito con lo mismo?
Y que conste que no estoy presuponiendo quién es mayoría y quién es minoría en la Euskadi actual. Eso también debería comprobarse en las urnas.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (9 de mayo de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/05/09 06:45:00 GMT+2
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2008/05/08 05:30:00 GMT+2
La dictadura militar que gobierna con mano de hierro en Myanmar (Birmania) no se apoya sólo en sus propias fuerzas. Se beneficia del apoyo cómplice –a veces discreto, otras descarado– de los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), que son un buen puñado (Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia, Brunei, Vietnam, Laos, Camboya, además de la propia Birmania), a los que en ocasiones se unen China, Japón y Corea del Sur (ASEAN + 3). A ese respaldo hay que añadir las inyecciones subterráneas de capital que le prestan algunas grandes firmas occidentales, que pasan olímpicamente de todos los boicots oficiales con tal de beneficiarse de las materias primas del país. Y luego está el detalle, nada anecdótico, de que Birmania es la segunda productora mundial de adormidera. O sea, de opio. O sea, llegado el caso, de heroína.
Myanmar es un país potencialmente próspero, pero se halla entre los más pobres del mundo. Y lo peor para sus dictadores es que su población es cada vez más consciente de ello. Lo evidenciaron las grandes manifestaciones de 2007, cuya cara más visible y publicitada fue la resistencia de los monjes budistas. Buena parte del pueblo de Myanmar es consciente de que la oligarquía armada se ha hecho de oro a costa de la miseria de la gran mayoría.
Ahora, la Junta Militar está poniéndose aún más en evidencia. Bloquea los envíos internacionales que tratan de socorrer a los damnificados por el ciclón del pasado domingo y se reserva su control. Es inevitable que la población deduzca que las va utilizar para enriquecerse todavía más. Además, sabe que el Gobierno fue avisado de la cercanía del ciclón y que se quedó cruzado de brazos.
Birmania es un secarral social que cualquier chispa puede incendiar. No sería la primera vez que una revolución se inicia tras un desastre natural que exacerba las contradicciones sociales. El terremoto de Nicaragua (1972) fue decisivo para la caída de la dictadura de los Somoza. Lo mismo sucedió en Irán en 1979: al seísmo natural le siguió el cataclismo político.
Ojalá sucediera lo mismo en Birmania. Que no haya mal que por bien no venga.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (8 de mayo de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/05/08 05:30:00 GMT+2
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2008/05/07 06:00:00 GMT+2
En los años en los que el comunismo internacional estuvo controlado por Stalin, había una frase que sus devotos esparcidos por todo el mundo repetían machaconamente cada vez que su tinglado particular sufría una crisis interna que lo dejaba con los huesos a la intemperie: “El partido se fortalece depurándose”, decían.
Me he acordado de ello a la vista de la situación del PP. Fuera Zaplana, fuera Acebes, fuera casi toda la vieja guardia aznarista… ¿Pensará Rajoy que su partido se fortalece depurándose? Y, en el caso de que lo piense, ¿tendrá razón?
Excuso decir que me produce una notable satisfacción que personajes como los dos citados dejen de estar en el proscenio político. Me resultaban insufribles, cada uno en su especialidad: el uno con su cínico desparpajo sin principios, el otro en su papel de fundamentalista roucovareliano. Pero yo, como más de uno se habrá maliciado, no simpatizo con el PP, ni le deseo lo mejor, de modo que mis sentimientos bien podrían servir de ilustración para la fábula que advertía de los peligros que tiene seguir “del enemigo el consejo”.
Desde la Transición, la derecha española ha sido un castillo de naipes, a veces en construcción, a veces en destrucción, a veces en puro derribo. Agrupa muchas corrientes, cada una con sus peculiares querencias e intereses, ora personales, ora familiares, ora regionales, ora ideológicas, ora de secta que ora.
La experiencia de la UCD fue concluyente. Demostró que el triunfo (o la perspectiva de triunfo inminente) une a todas las familias de la derecha, pero que el fracaso las disgrega. Suárez lo comprobó muy bien en sus propias carnes.
El PP actual controla férreamente algunas taifas autonómicas, pero tiene el timón central a la deriva. ¡Una travesía del desierto de cuatro largos años, y sin agua! Se diría que la consigna más en boga en su sede central es “Sálvese quien pueda… y como pueda”.
Es lo que vamos a comprobar a no tardar: si Rajoy demuestra que “el partido se fortalece depurándose” o si está preparando en Valencia, muy a su pesar, un Congreso como el que vivió la UCD en Palma de Mallorca en 1981, del que salió hecha añicos, cadáver.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (7 de mayo de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/05/07 06:00:00 GMT+2
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2008/05/06 06:00:00 GMT+2
El pasado domingo tuve una experiencia que me dejó perplejo: regresé en coche a Madrid por la tarde sin ningún problema. La circulación era fluida, incluso más que algunos domingos corrientes y molientes. En los últimos kilómetros cercanos a la capital, la DGT había dispuesto un carril suplementario, pero resultaba totalmente innecesario. En realidad, sólo servía para crear problemas a los que salían de Madrid.
Habían augurado grandes retenciones, pero no hubo tal. Es decir: no las hubo al anochecer. Oí en la radio que se habían producido por la mañana.
Lo mío fue por la carretera de Burgos. Ayer estuve mirando las informaciones sobre lo sucedido a última hora en otras vías de entrada en la capital. Algunas tuvieron atascos, pero muy inferiores a los que se produjeron en la salida del 1 de Mayo.
Mi tesis –perfectamente discutible, por supuesto– es que estas situaciones paradójicas tienen su origen en las reiteradas recomendaciones que reciben los automovilistas en las fechas más críticas pidiéndoles que escalonen sus salidas y sus regresos. Es absurdo. ¿Cómo va nadie a escalonar nada, si no sabe qué van a hacer los demás?
Es comprensible, en esas condiciones, que la mayoría decida “escalonarse” saliendo al día siguiente, o regresando por la mañana del último día festivo, y se vea metida en un follón de mil pares. En cambio, los que renunciamos a “escalonarnos” y emprendimos viaje el 30 de abril por la tarde y regresamos el domingo a la misma hora tuvimos mucha mejor suerte.
Sólo puede escalonar quien controla el conjunto. El automovilista individual no puede escalonar nada.
El Estado tiene una tendencia natural a rebotar hacia abajo lo que no acierta a resolver. Recordad la campaña de propaganda: “Pezqueñines, no; gracias”. Se trataba de que no compráramos alevines. Pero, si las autoridades del ramo inspeccionaran adecuadamente las descargas en los puertos, las ventas en lonja y los mercados centrales, no habría pezqueñines en las pescaderías. ¿Cómo puede distinguir en el mercado una persona no especialista qué es y qué no es un alevín?
Algunos creen que con soltar una recomendación ya han cubierto el expediente.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (6 de mayo de 2008). También publicó apunte ese día: La otra cara de Calvo-Sotelo.
Escrito por: ortiz.2008/05/06 06:00:00 GMT+2
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