2009/06/30 10:06:12.791000 GMT+2
Hoy el Senado, con mayoría del Partido Popular, probablemente rechace el techo de gasto presupuestario aprobado por el Congreso de los Diputados la semana pasada, lo que no impide que el Congreso pueda volver a aprobarlo con los mismos apoyos (PSOE, Coalición Canaria y UPN).
Lo que ha llegado al Senado es una propuesta conservadora que renuncia a gravar más las rentas más altas. A cambio, el gobierno pretende vender como una medida progresista la prestación de 420 euros mensuales durante un período máximo de seis meses a aquellas personas que se encuentren en situación de desempleo y que hayan agotado la prestación por desempleo y cualquier otro subsidio, siempre que se sometan a programas de formación. No es la primera vez que los partidos políticos presentan medidas con nombres como renta básica, salario social, etc., pero que nada tienen que ver con una renta universal e incondicional que garantice las condiciones básicas de existencia de todos los ciudadanos y reduzca la coerción salarial.
Es lo que critica el economista Daniel Raventós en un reciente artículo, del que dejo un extracto:
"La propuesta de los 420 euros mensuales sugeridos por el gobierno es un buen ejemplo de un subsidio condicionado. Ahora que se cumplen dos meses exactos de la creación de una subcomisión parlamentaria en las Cortes españolas para estudiar las posibilidades de una renta básica, no estará de más recordar algunas características comunes de los subsidios condicionados. Al fin y al cabo este tipo de discusiones serán las que, cuando empiece a funcionar la mencionada subcomisión, pueden llegar a desarrollarse seriamente si el trabajo que allá se realice acaba siendo competente.
¿Qué problemas tendría una asignación como la que propone el gobierno? Al menos destacaré tres.
1) Estaría sujeta, como toda asignación condicionada, a la conocidísima trampa de la pobreza. Se entiende por trampa de la pobreza aquella situación en la que se produce un exceso de gravamen sobre los perceptores de rentas bajas cuando incrementan sus ingresos. El gravamen más grande es el que llega al 100%. ¿Cuál sería el gravamen de los 420 euros en caso de encontrar un trabajo por mal remunerado que estuviera? Precisamente del 100% porque se dejarían de percibir en su totalidad al ser incompatibles con otras fuentes de renta.
2) Un control innecesario (y costoso, pero esta característica queda para otra ocasión) sobre la vida de las personas que tuvieran esta asignación de 420 euros mensuales porque debería hacerse un seguimiento de que "cumplen" con lo acordado.
3) La tremenda insuficiencia que supone en la seguridad vital de una persona percibir 420 euros solamente por seis meses (o por un año, como piden los sindicatos).
Puede objetarse que en este tema o en otros de similares hay al menos dos planos de discusión: el primero se limitaría a evaluar una medida respecto a la situación actual, mientras que el segundo plano comprendería la evaluación de una medida en relación a otra (u otras) que se considerara(n) mejor(es).
Si nos limitamos al primer plano, cabe decir pocas cosas más interesantes que el consabido "menos da una piedra". Efectivamente, los 420 euros serían para las personas perceptoras algún tipo de ayuda. Afirmación indiscutible puesto que 420 euros es a todas luces más que 0 euros y, ceteris paribus, es mejor disponer de ellos que no disponer de ninguno. Pero si nos situamos en el segundo plano, el de la discusión sobre la comparación de medidas, cabe decir bastante más. Obsérvese cómo la propuesta de la renta básica afrontaría los tres problemas mencionados que padece la propuesta de los 420 euros mensuales que propone el gobierno del PSOE. Problemas que persistirían aunque los 420 euros se transformaran en, pongamos por caso, 500, y la duración de esta medida fuera no de 6 meses sino de 12.
1) La renta básica evitaría la señalada trampa de la pobreza porque permitiría la percepción de otras rentas. Más concretamente, aunque las rentas adicionales a la renta básica estarían sujetas, como es obvio, a un gravamen fiscal, en ningún caso llegarían a alcanzar un tipo impositivo marginal del 100%. Una persona que estuviera trabajando remuneradamente siempre percibiría más ingresos que una que estuviera percibiendo solamente la renta básica. En cambio, y como ya se ha dejado señalado, una persona que encontrase un trabajo remunerado, perdería los 420 euros que es como decir que se gravarían a un tipo del 100%.
2) La renta básica no precisaría establecer ningún control sobre la vida de las personas porque al ser de carácter universal, se percibiría sin ninguna otra condición que la de ciudadanía o residencia acreditada.
3) La renta básica, al ser de por vida, superaría muy bien esta inseguridad vital que la propuesta de 420 euros por seis meses no puede franquear por razones indisputables.
Como apuntaba, este tipo de discusiones serán los que deberán desarrollarse sensatamente en la subcomisión parlamentaria de la renta básica."
Escrito por: Samuel.2009/06/30 10:06:12.791000 GMT+2
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2009/06/28 18:08:50.562000 GMT+2
¿Irán inaprensible? Parece que sí, a juzgar por la guerra propagandística que nos asedia estos días. Los clichés acerca de la "teocracia" iraní y de la "dictadura de los mulás" nos devuelven las imágenes más distorsionadas de la república islámica. Desde posiciones pretendidamente antiimperialistas el despiste no es menor, y así encontramos a defensores del carácter popular (o populista) de Mahmud Ahmadinejad frente al supuesto neoliberal Mir Hossein Musavi. Al Giordano
en Counterpunch o Richard Seymour
en su blog han criticado acertadamente estas representaciones. Para una visión más general del enfoque adoptado por unos y otros resulta muy recomendable el análisis que hace
Carlos Sardiña.
***
La reducción del sistema político iraní a una teocracia sólo sirve para reconfortar la visión interesada de ese
islam imaginario del que habla Thomas Deltombe, que en su estudio del tratamiento mediático de lo musulmán en Francia se remonta precisamente al impacto geopolítico que supuso la revolución iraní de 1979. Antes se hablaba de árabes, de comunistas, de persas, de trabajadores, categorías que poco a poco fueron fundiéndose en una identidad homogénea y monolítica. Es una de las maneras en las que el poder ha afrontado la no resuelta cuestión colonial en el interior de las fronteras metropolitanas.
En realidad, la innovación política iraní consistió en combinar una legitimidad religiosa con una legitimidad parlamentaria por medio de elecciones con sufragio universal. Como explica María Jesús Merinero (
La república islámica de Irán: dinámicas sociopolíticas y relevo de las élites, Ed. Catarata):
"
En la Constitución se da una dualidad entre las instituciones democráticas, representadas por el Parlamento -Majlis- y el principio de tutela del jurisconsulto [vélayat-e faquih] que da extensos poderes al faquih [especialista en jurisprudencia islámica] gobernante.
La primacía de lo político en el concepto de gobierno islámico de Jomeini ha dotado a la tutela de jurisconsulto de una dimensión que concede preeminencia a las decisiones gubernamentales, incluso si no se acomoda a la sharia."
Fariba Adelkhah (
L'Iran, Ed. Le Cavalier Bleu) insiste en la misma idea:
"
la instauración de la república
islámica supone no tanto el triunfo del Islam sobre el Estado como la
emergencia de un régimen inédito, más político que religioso. Este
aspira a la recomposición del mismo Islam, aunque sea porque la ley de
la república islámica prima sobre la sharia, como reconoció el imam
Jomeini en una carta del 6 de enero de 1988 dirigida al ayatolá
Jamenei, entonces Presidente de la república".
La institucionalización del velayato o tutela del jurisconsulto fue la principal aportación teórica de Jomeini y refuerza la idea del liderazgo de los
faquih. Si pensamos en los clérigos ante todo como juristas, intérpretes mediante el principio de
iytihad del derecho islámico, nos encontramos con una situación no tan diferente de lo que sucede en los sistemas políticos europeos, donde los juristas tienen una presencia significativa en la clase política y en la burocracia.
La
Constitución de la república islámica de Irán y su reforma posterior fueron aprobadas en sendos referendos en noviembre de 1979 y julio de 1989, no por decisión de los ayatolás. El Presidente de la República, la Asamblea de Expertos y el Parlamento se eligen por sufragio universal. Por cierto, hasta 2007 la edad mínima para poder votar era de 15 años -hombres y mujeres-, con lo que el sufragio se extendía a una juventud que
en otras partes no gozaba del mismo derecho.
*Por otro lado, la proporción de clérigos presentes en el Parlamento ha venido reduciéndose desde los años 1980. En general, han predominado los clérigos de categoría media, mientras que los grandes ayatolás, contra lo que comúnmente se piensa, se han mantenido al margen de las instituciones políticas. En 1979 los clérigos constituían la mitad de los diputados electos; en 2004 la novena parte. Su presencia en los sucesivos gobiernos ha sido limitada, ocupando carteras ministeriales como Justicia, Interior o Cultura, pero nunca en Educación o Economía. El hecho de que la reforma constitucional de 1989 admitiera que el Guía de la Revolución no fuera un
marya **, esto es, un "modelo de imitación", además de permitir la elección del entonces ayatolislam Ali Jamenei como sucesor de Jomeini (Jamenei no obtendría la distinción de
marya hasta mediados de los años 90), significó en los hechos un predominio de lo político sobre lo estrictamente religioso. Y, de hecho, la elección de Jamenei fue objeto de un fuerte debate público, poco compatible con la visión de un cónclave oscurantista de clérigos que toman decisiones a puerta cerrada (como sí sucede en el Estado del Vaticano).
Muchos de los que accedieron al poder en 1979 fueron clérigos, sí, pero la mayoría de los puestos lo ocuparán islamistas laicos como el ingeniero Musavi, con frecuencia formados en universidades occidentales. Y la función social del clero se ha visto modificada con su burocratización. Por otra parte, quienes acabaron controlando los resortes del Estado marginaron o
reprimieron -de manera muchas veces brutal- a otras corrientes
islamistas, así como a la izquierda marxista y a liberales
nacionalistas
***, pero también a altos clérigos chiitas.
En cualquier caso, el velayato siempre ha sido objeto de controversia
en Irán, especialmente en momentos clave como la redacción de la
Constitución de 1979 o la sucesión de Jomeini. La tensión entre la
relación jerárquica del clero chií y la cuestión de la democracia nunca
ha sido resuelta del todo en una sociedad que ha mostrado una gran
autonomía con respecto a las instituciones del Estado.
***
Frente a la revuelta y el antagonismo, la república islámica no ha dudado en recurrir a una represión intensa. El período más violento fue el de 1979-1983. En él se dirimió el reparto de poder en la nueva república y la organización del Estado, en un contexto internacional desfavorable (presión occidental, guerra con Iraq) y rebeliones armadas internas como la de los Muyahidines del Pueblo Iraní (OMPI), grupo que plantea una interpretación socialista del Corán y que se curtió con prácticas de guerrilla urbana, al estilo de sus parientes europeos o latinoamericanos. Miles de personas fueron ejecutadas, y grupos como los pasdarán o Ansar-i Hizbulá (no confundir con el Hizbulá libanés) apuntalaron la violencia del Estado. Además del terror revolucionario, también favoreció el autoritarismo del Estado iraní la guerra con Iraq, período en el que Musavi fue primer ministro.
Sin embargo, desde entonces la situación ha cambiado bastante, por la presión popular y el pragmatismo de los políticos iraníes. Se aplica la pena de muerte y en las prisiones iraquíes se practica la tortura, aunque una comparación con vecinos más "respetables" obliga a matizar muchas cosas.
Hoy no es el terror lo que permite que la revolución islámica perviva. Existe un amplio consenso sobre sus postulados básicos, un "habitus
islamo-republicano sinónimo de pertenencia a la clase media y por tanto, para muchos, de ascendencia social" (F. Adelkhah). Un concepto, el de clase media, que hay que emplear con cautela en el caso iraní, vistas las confusiones que ha habido sobre la composición de clase de los manifestantes de las últimas protestas. Quienes han protestado tras las elecciones del 12 de junio lo han hecho reivindicando el espíritu revolucionario de los primeros días, no el gobierno del Sha o un sistema liberal de tipo occidental.
La vigilancia social y moral se enfrenta a las prácticas sociales de los iraníes, de manera que el poder se ve obligado continuamente a ceder en este terreno. La sociedad iraní está muy viva y ha sabido "
inventar sus modos de resistencia, también religiosa, y de supervivencia, al margen del Estado que la gobierna" (F.Abdelkhah): economía informal, desarrollo de escuelas y universidades gratuitas, públicas o privadas, ascenso de la sociabilidad religiosa, actividades caritativas que adoptan la forma de organizaciones no gubernamentales de todo tipo, muestran una efervescencia y una autonomía que desde aquí nos cuesta reconocer.
***
En Irán los partidos, débiles, no son los determinantes del juego político. En las elecciones "
los contendientes se apoyan en un sistema de facciones heterogéneas en las que se coaligan grupos heteróclitos (...)
Estas agrupaciones políticas, de contornos flexibles, pueden establecer alianzas coyunturales entre ellas; a la vez que un mismo candidato puede presentarse apoyado por facciones políticas no sólo distintas sino incluso antagónicas, en el juego de las estrategias políticas" (M. Merinero). De ahí la importancia del filtro que establece el Consejo de Guardianes a la hora de aprobar la lista de candidatos en las elecciones presidenciales.
Como en cualquier otro país, el voto a Musavi puede haber tenido múltiples significados según la procedencia, siendo el rechazo a Mahmud Ahmadinejad, antes que el apoyo a un determinado programa electoral, el motivo que probablemente haya movilizado a más iraníes en torno al ex primer ministro.
El sistema electoral iraní es muy flexible, y permite cosas como ejercer el derecho al voto en la circunscripción que uno quiera o que una candidatura individual esté apoyada por listas concurrentes. Estas reglas dificultan la previsión de los resultados (por más que los medios occidentales lo tuvieran tan claro), pero también pueden favorecer la comisión de irregularidades o fraudes. No obstante, que haya irregularidades no quiere decir que Mahmud Ahmadinejad haya ganado
gracias al fraude. La posición del Consejo de Guardianes al rechazar anular los comicios es que no, que las posibles irregularidades no afectan al resultado total de manera significativa.
Fraude masivo o no, parece indudable que Ahmadinejad goza de más apoyos de los que se quiere admitir, aunque también sea un elemento difícil de calibrar, dado el espectacular -y sospechoso- aumento de votos y la contestación de los resultados que se ha producido. El torpe intento del gobierno por controlar la comunicación o el rechazo a recontar los votos sólo ha facilita las especulaciones y la tarea propagandística de los medios.
Mientras, la división en la calle ha conducido a una profunda
división
en el seno de las élites, con dos grupos prominentes, el de
Jamenei-Ahmadinejad y el de Rafsanjani-Musavi, que tratarán de
renegociar cuotas de poder mientras miran de reojo el termómetro social.
***
Frente a la tentación de interpretar Irán según nuestros parámetros y deseos, está otra tentación no menos peligrosa: la de considerar que Irán es un mundo aparte que obedece a reglas exclusivas. Muchos de los temas discutidos durante la campaña nos resultan familiares: crisis económica, corrupción, el carácter reaccionario de Mahmud Ahmadinejad, etc.
En Irán diferentes opciones sobre la política o la vida en general se han enfrentado con unos mismos códigos de referencia, en este caso los de una revolución islámica que ha llevado a Irán a la postmodernidad, tras una urbanización acelerada, la generalización de la educación básica y superior, y la transformación de las relaciones productivas. Podremos no simpatizar con Musavi, Rafsanjani y el estamento que representan, pero no podemos obviar el sentido emancipatorio de una protesta que se reclama heredera de 1979 y que desborda la propia figura del ex primer ministro. Cómo comunicar y solidarizarnos con ella sin caer en los esquemas preconcebidos de la división entre teocracia y liberalismo, o entre conservadores y moderados constituye una tarea pendiente.
--------------------------------------------------------------------------
* En 2007 el Consejo de Guardianes aprobó elevar la edad mínima para ejercer el derecho al voto a 18 años, con la oposición del gobierno de Ahmadinejad.
** En la tradición chií, los creyentes eligen entre los teólogos más eminentes, al más sabio, digno y piadoso, y atenerse a sus dictámentes jurídicos (
fatwas) en la aplicación de la ley.

*** En las elecciones del 12 de junio, Musavi descartó el apoyo del
Movimiento de Liberación de Irán, partido no legalizado pero tolerado.
Escrito por: Samuel.2009/06/28 18:08:50.562000 GMT+2
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2009/06/26 09:29:21.856000 GMT+2
El pasado 18 de junio murió Giovanni Arrighi, después de que se le hubiera detectado un cáncer hace algo más de un año. Doctor en Economía y profesor de Sociología en la Johns Hopkins University, era un especialista en sociología histórica y en el análisis del sistema-mundo capitalista, en la línea de su amigo -también fallecido- André Gunder Frank e Immanuel Wallerstein.

Arrighi recibió su doctorado en la Universidad Bocconi de Milan en 1960. Comenzó su carrera profesional enseñando en Zimbabwe (1963-1966) y Tanzania (1967-1969), donde escribió importantes trabajos sobre economía africana. Pero no fue hasta los años noventa que publicó lo que sería su obra más famosa: la trilogía sobre los orígenes y transformaciones del capitalismo global que inició El largo siglo XX (1994), convertido hoy en todo un clásico y donde precisamente hablaba de las sucesivas hegemonías políticas y crisis sistémicas en la historia del capitalismo y del papel de las finanzas a lo largo del mismo. En plena euforia de la globalización, Arrighi ya hablaba de crisis y comenzaba la búsqueda de una nueva hegemonía política en el marco del capitalismo global que le llevaría a Asia.
Arrighi, como Braudel, Wallerstein y otros, remontaba los orígenes de la formación del sistema capitalista a los siglos XIV-XV, un marco temporal más adecuado que el que limita el sistema a la etapa industrial que analizara Karl Marx (Gunder Frank, en cambio, se centró más en la idea misma de sistema-mundo y se remontó tanto en el tiempo que acabó renunciando a la categoría de capitalismo, que terminó por considerar inútil y engorrosa).
Su tesis central es que el capitalismo como sistema-mundo siempre se ha configurado en torno a una agencia de poder político y económico hegemónica en el sistema interestatal (Génova, Provincias Unidas, el Imperio Británico y los Estados Unidos), que no siempre ha reunido los atributos característicos del Estado-nación, y que en cada ciclo conducen al sistema entero [otros Estados, empresas, etc.] en una nueva dirección, transformándolo al mismo tiempo. Las consideraciones geográficas son importantes. Si, como explicaba Arrighi en una ponencia de 1997, "la formación de un sistema capitalista mundial, y su transformación subsiguiente de ser un mundo entre muchos mundos hasta llegar a ser el sistema socio-histórico del mundo entero, se ha basado en la construcción de organizaciones territoriales capaces de regular la vida social y económica y de monopolizar los medios de coacción y violencia [los Estados]", las citadas agencias hegemónicas son el producto de desplazamientos geográficos (de Europa a América, y, según Arrighi, tal vez Asia) y han venido incrementando sus dimensiones territoriales conforme la acumulación de capital rompía las antiguas fronteras y límites.
En cuanto al papel de las finanzas, según Arrighi "las olas de expansión financiera nacen de una doble tendencia. Por un lado, las organizaciones capitalistas responden a la sobreacumulación de capital que limita lo que puede reinvertirse lucrativamente en los canales establecidos de comercio y producción, sosteniendo en forma líquida una proporción creciente de sus rentas corrientes. Esta tendencia crea lo que podemos llamar las "condiciones de oferta" de las expansiones financieras -una superabundante masa de liquidez que puede movilizarse directamente o por medio de intermediarios hacia la especulación, prestando y generando endeudamiento. Por otra parte, las organizaciones territoriales responden a las mayores limitaciones presupuestarias que resultan del lento descenso en la expansión de comercio y producción mediante una intensa competencia entre ellas para captar el capital que se acumula en los mercados financieros. Esta tendencia crea lo que podemos llamar las "condiciones de demanda" de las expansiones financieras. Todas las expansiones financieras, pasadas y presentes, son el resultado del desarrollo desigual y combinado de estas dos tendencias complementarias".
A aquel libro tan ambicioso siguió Caos y orden en el sistema mundo moderno (1999), escrito en colaboración con su compañera Beverly J. Silver, donde trató de suplir algunas carencias de El largo siglo XX, y en particular, gracias a Silver, el papel de las luchas de los de abajo en las transformaciones del capitalismo, aspecto que solía dejar en segundo plano. Arrighi siempre se centró en el estrato superior de la jerarquía de la actividad comercial, el "hogar real del capitalismo", en palabras de Braudel. Este estrato, donde rige la competencia más feroz en busca de inversiones, se asentaría en un estrato medio, el de la economía de mercado, y éste a su vez en lo que Braudel denominó "la vida material, el estrato de la no economía, el suelo en el que el capitalismo hunde sus raíces pero en el que nunca puede realmente penetrar". Arrighi sostenía que los marxistas habían estudiado preferentemente ese estrato inferior, mientras que los teóricos de la dependencia y del sistema-mundo se habían centrado sobre todo en el estrato de la economía de mercado. El estrato superior sería, pues, aquel en el que "el poseedor del dinero se encuentra con el poseedor, no de la fuerza de trabajo, sino del poder político". El problema de este complejo aparato conceptual es que acaba por adoptar el punto de vista de aquello que pretende estudiar. Una mirada desde arriba que tiene importantes consecuencias, como la de obviar las relaciones sociales que constituyen la base del capitalismo y del Estado moderno. De ahí la dificultad que encuentra a la hora de incorporar los movimientos antisistémicos en dicho esquema. Los de abajo sólo entran en escena para revolverse contra las clases y grupos dominantes, que, en consecuencia, tratan de reprimir, cooptar o controlar las revueltas y movimientos resultantes. Sin embargo, en Caos y orden... acaba reconociendo, por influencia de los autonomistas italianos, que la particularidad de la crisis de la hegemonía estadounidense, y del fordismo, consistiría en que dicha crisis estaría precedida por la ofensiva proletaria y anticapitalista, tanto en el interior de los países dominantes como en la periferia.
Su último libro fue Adam Smith en Pekín (2007), interesantísimo análisis de las trayectorias históricas de Occidente y China, y en el que explora las posibilidades de ascenso de este último país como potencia hegemónica que podría suceder a Estados Unidos y transformar el capitalismo en algo diferente. En él rinde tributo a sus influencias intelectuales (Adam Smith, Karl Marx, Karl Polanyi o Joseph Shumpeter, por citar algunos) al tiempo que "dialoga" con autores como Robert Brenner o David Harvey. A propósito de Harvey, vale la pena leer la entrevista que le hizo para la revista New Left Review, un testamento personal.
Su última aparición pública tuvo lugar a finales de mayo en Madrid, en un importante seminario internacional organizado en su honor por la Universidad Nómada.
Escrito por: Samuel.2009/06/26 09:29:21.856000 GMT+2
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2009/06/12 13:16:39.856000 GMT+2
"La izquierda europea se basaba en una clase trabajadora que ya no existe en su vieja forma, y para recuperarla necesitará encontrar nuevos electores. Esto puede ser duro." Eric Hobsbawn, el 9 de junio, en The Guardian.
"¡La operación ha sido un éxito: Hemos conseguido que parezca crisis lo que fue un saqueo!" El Roto
El colapso de la gobernabilidad neoliberal apenas se ha traducido en pérdida de votos para los partidos de derecha que gobiernan en Europa (Francia, Alemania, Italia, Polonia), o al menos esta pérdida de votos no se ha reflejado en unas cuotas de poder que se preservan ante la debacle de la izquierda. Si ha habido "condiciones objetivas" para algo ha sido más bien para el ascenso de los diversos partidos de la extrema derecha nacionalista, que pese a su retórica se toman muy en serio las elecciones europeas. Han obtenido un gran éxito en Finlandia (Verdaderos Finlandeses), Holanda (el partido de Geert Wilders) o Rumanía (Partido de la Gran Rumanía), y de manera más sorprendente en Hungría (Jobbik) y el Reino Unido (BNP). La excepción más llamativa, el estrepitoso fracaso de Libertas. Grupos que por sus divergencias tendrán difícil formar un grupo parlamentario, pero que no obstante serán influyentes.
La socialdemocracia ha sufrido un retroceso significativo en casi todos los países, salvo en España o Grecia, pero las diversas izquierdas no socialdemócratas tampoco han podido o sabido ocupar el espacio político que van dejando. Los resultados de la izquierda alternativa británica, los neotrotskistas del Nuevo Partido Anticapitalista francés, Die Linke en Alemania y en España los de Izquierda Unida, Iniciativa Internacionalista (II-SP) y especialmente los de Izquierda Anticapitalista en España han sido realmente decepcionantes.
Las reacciones más comunes de algunos de los protagonistas nos puede servir de guía para intentar medir cuán lejos están los partidos tradicionales de la izquierda europea de emprender una genuina renovación.
Una opción consiste en deslegitimar las instituciones a las que uno se presenta. Resulta poco comprensible que quien horas antes de que comiencen las votaciones se desgañita buscando un puesto en el Parlamento Europeo nos diga poco después de constatar el fracaso que al fin y al cabo se trata de una institución alejada de los ciudadanos y servil al capital, para acto seguido reivindicar como propia la abstención masiva. Es lo que hace el NPA francés:
"Al quedarse en casa, muchos electores, particularmente los jóvenes y las clases populares, envían un mensaje claro: ¡Esta Europa no es la nuestra!
(...) El Parlamento que sale de este sufragio carece de legitimidad. No da una fotografía realista del peso de cada formación política en el país"
Si en vez de un 5 % el NPA hubiera recibido un 15 % de los votos, aún con la misma abstención, el discurso probablemente sería muy diferente. Si Europa, o mejor, la Unión Europea, es otro espacio de lucha -como el estatal- no se entiende por qué se le reserva en exclusiva el epíteto "del capital". También hay una Francia del capital, una España del capital, y hasta un cabildo tinerfeño del capital. ¿El problema reside en que el Parlamento Europeo no fotografía bien la realidad o más bien en la misma separación entre fotógrafo y fotografiado, esto es, en la representación, algo que comparte cualquier asamblea nacional? ¿La apatía por la política europea no tendrá algo que ver también con el hecho de que la ciudadanía europea sigue segmentada, atada a los Estados nacionales y basándose cada vez más en la exclusión de importantes categorías de la población? ¿Qué significa entonces ser europeo? Por otro lado, si la abstención significa rechazo a la elite política dominante (lo cual parece más evidente en los países de la Europa oriental), habría que pensar por qué es precisamente la izquierda la principal víctima del éxodo.
Otra interpretación habitual es la que se limita a destacar un problema de comunicación. Por un lado, encontramos el ostracismo al que les someten los grandes medios de comunicación, y por otro la incapacidad propia a la hora de transmitir un mensaje claro a los ciudadanos. En el primer caso, la explosión de medios alternativos en internet matiza un poco la importancia, antaño decisiva, de una prensa escrita o televisada que lo que más promueve es el hastío generalizado. Por lo demás, con este argumento no se entiende por qué otros partidos minoritarios sí que han sabido aprovechar el medio digital frente a unos partidos de izquierda que ya cuentan con una importante presencia en la red. En el segundo caso, la justificación no difiere mucho a la de las instituciones europeas cuando se produjo el rechazo francés y holandés a la constitución europea. "No nos entienden". Pero, ¿quién debe entender a quién?
En fin, luego están los que denuncian la fragmentación del voto de izquierdas. En Francia, por ejemplo, la suma de votos de las izquierdas alternativas superaron a las del Partido Socialista. Pero no fue así en otras partes. ¡Unidad!, claman todos. ¿En torno a qué? Lo problemático de este planteamiento es que, expuesto así de manera abstracta, presume que existen unas gentes de izquierdas que coinciden en el fondo en los mismos principios fundamentales, en los mismos valores y en una misma comprensión de la realidad. Las diferencias serían meramente de táctica, de estrategia, o se explicarían por razones puramente sectarias o personalistas de los partidos que aspiran a representarles. Yo no lo veo tan claro, y de hecho la etiqueta del "anticapitalismo" de algunos partidos expresa mejor contra qué se lucha que por qué se lucha, lo que indudablemente no resuelve el cómo.
Llegados a este punto, me parece que hay que salirse del marco puramente electoral y adentrarse en aspectos más sustanciales.
Muchos han destacado la ironía de que la izquierda haya salido derrotada en un momento en que los gobiernos de derecha aplican, dicen, políticas de izquierdas. Observaciones como éstas no ayudan a apreciar la utilidad de las viejas categorías políticas, la verdad. Por políticas de "izquierda" se refieren a intervención estatal con independencia del carácter de clase de ésta y los objetivos reales que se propone. Como si bajo el neoliberalismo el Estado no hubiera sido igualmente activo, aunque sea de manera distinta y un discurso diferente. Pues bien, los citados partidos de izquierda tampoco ha sabido ir mucho más allá ni en el análisis de la crisis económica, ni en articular un proyecto político europeo. Sí, en cada programa podemos una enumeración de propuestas, algunas buenas y necesarias, pero resulta difícil encontrar en ellos deseo, alegría, imaginación política.
Con todo, hay excepciones significativas: los partidos ecologistas europeos, que son los que más han crecido en votos y escaños y en más países, y el Partido Pirata sueco parece que han expresado mejor el deseo de otra política. Se dirá que los unos no son otra cosa que partidos reformistas de color verde (algunos, con experiencias de gobierno no muy positivas) y el otro el típico partido-protesta que suele aparecer de vez en cuando en este tipo de convocatorias. Sin embargo, ambas propuestas no se limitan a rechazar una política neoliberal de la que también reniega un astuto centro derecha reconvertido al populismo conservador. La crisis financiera es también crisis ecológica, luego sistémica. Y existe cada vez mayor conciencia de que la expropiación corporativo-financiera de los bienes comunes afecta tanto a los ecosistemas (en el sur uno de los últimos episodios lo representan las luchas indígenas en la Amazonía peruana) como al conocimiento libre. Por lo demás, un grupo como Europe Ecologie contiene a veces propuestas más radicales que los partidos presuntamente más rojos: por ejemplo, mientras tanto Izquierda Anticapitalista como Izquierda Unida propone un salario social básico "para posibilitar la subsistencia de las personas paradas en edad de trabajar" que no reciban prestaciones sociales, y condicionado por tanto al acceso a un empleo, los de Europe Ecologie proponen un ingreso mínimo de existencia (una renta básica universal y no condicionada) para todo ciudadano europeo equivalente al 60 % de la mediana del ingreso en cada país.
La maquinaria político-financiera se ha puesto en marcha para asegurar el saqueo del que habla El Roto. En el punto de mira están los recursos naturales y la cooperación social del que el llamado conocimiento libre es sólo una manifestación. Para lo cual será necesario reforzar el control policial de un sujeto político fragmentado y tan esquivo para la policía como para la forma-partido. Aunque las competencias en la materia sigan básicamente en manos del Consejo, el nuevo Parlamento Europeo ultraconservador contribuirá a dar un impulso aún más autoritario al futuro Programa de Estocolmo promovido por la derecha y la socialdemocracia europea, que consistirá en un refuerzo de todos los dispositivos de control y de vigilancia sobre los flujos migratorios, pero también sobre la disidencia política.
Resulta llamativa la escasez de referencias a esta deriva represiva en los programas políticos de partidos como Izquierda Unida o Izquierda Anticapitalista, como si la cuestión de las libertades no tuviera nada que ver con el modelo económico y social, o como si el control de internet, la política migratoria y la política antiterrorista, basados en el miedo y la inseguridad que alimenta el populismo de derechas, no compartieran la misma filosofía. En España, donde el consenso antiterrorista consigue abolir el pensamiento crítico, sólo el intento de ilegalización de Iniciativa Internacionalista llegó a poner este asunto en un primer plano durante la campaña electoral.
Explotación, comunes, libertades. Cuestiones, todas ellas, constitucionales.
Escrito por: Samuel.2009/06/12 13:16:39.856000 GMT+2
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2009/06/08 08:48:26.784000 GMT+2

Fuente: Parlamento Europeo
Esto es el resultado provisional de lo que se ha votado en la Unión Europea (cuando se ha votado). Los comentarios, en otro momento. De momento, comento que en "Otros" hay mucha gente, muy diversa, que podrían incorporarse a uno u otro grupo parlamentario. La foto final será, probablemente, diferente. Compárese con las proyecciones de la porra europea.
Escrito por: Samuel.2009/06/08 08:48:26.784000 GMT+2
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2009/06/07 22:03:37.994000 GMT+2
En Canarias no abundan los periodistas especializados en las noticias llamadas
internacionales. La sección Internacional de la prensa escrita local suele ser la que menos espacio ocupa y, por razones comprensibles, se alimenta casi en exclusiva de la información que proporcionan las agencias de noticias.
Una notable excepción fue la de Rafael Morales Caballero, que falleció ayer en Las Palmas de Gran Canaria. Yo le descubrí tarde, en el diario digital
Canarias Ahora, que le despidió en 2008. Me interesaron sobre todo sus artículos sobre Venezuela, país donde estuvo exiliado. En su último escrito, publicado en
Canarias Semanal, concluía de la siguiente manera, reflexionando sobre los medios de comunicación:
"
Cualquier medio de comunicación con influencia, los canarios incluidos (cada cual a su debida escala), se encuentra sometido a la losa de los intereses privados de sus amos. Que unos disimulen mejor que otros su falta de independencia o neutralidad, aunque todos lo intentan con más o menos fortuna, no cambia la naturaleza de las cosas. De conjunto, este oficio lleva años perdiendo la confianza de los ciudadanos en este país, como si el periodista cargara responsabilidades por las tropelías de los dueños de los medios. Otro efecto colateral de esta decadencia consiste en una mejor valoración de los medios alternativos aún minoritarios por una parte de esa misma sociedad. Dicho de otra manera, la batalla por la libertad de expresión permanecerá durante muchos años, con avances y retrocesos. Y merece la pena."
Que fuera canario, de izquierdas, y que además escribiera desde el archipiélago contribuyó a su desconocimiento fuera del mismo. Afortunadamente,
Jaime Pastor ha dejado un bonito homenaje
en Viento Sur.
Escrito por: Samuel.2009/06/07 22:03:37.994000 GMT+2
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2009/06/05 01:24:42.861000 GMT+2
La inteligencia diplomática de Barack Obama es muy superior a la de sus predecesores, de eso no cabe duda. Su retórica, también. El discurso del Cairo, que continúa el pronunciado en Ankara, pretende simbolizar el cambio de política exterior estadounidense con respecto a los países de mayoría musulmana. Y, en efecto, podemos apreciar algunos cambios significativos junto con viejas querencias imperiales.
Frente a la estrategia de George W. Bush del Eje del Mal y la iniciativa del Gran Oriente Medio, Obama ha preferido dirigirse preferentemente a los musulmanes en general. Frente al discurso descarnadamente realpolitik de los neoconservadores, obsesionados con preservar la hegemonía estadounidense a toda costa, las palabras de Obama suenan más humildes: reconocen las limitaciones del poderío norteamericano, subrayan la noción soft power de interdependencia y evocan la tradición idealista del presidente Woodrow Wilson (1913-1921). Así como Wilson pronunció sus famosos Catorce Puntos al término de la Primera Guerra Mundial, Obama ha expuesto siete puntos con los que aspira a sentar las bases de un nuevo orden en su relación con las comunidades musulmanas de todo el mundo, pero especialmente de la región en la que su ejército se encuentra empantanado.
- En lo que respecta a las guerras americanas de Oriente Medio, Obama reivindica el argumento demócrata ("liberal", en inglés) de la buena y la mala guerra, que en Europa fue asumido por los gobiernos y partidos socialdemócratas. A Afganistán fueron porque no tuvieron otra elección, mientras que en Iraq se tomó una mala decisión que desvió del objetivo principal, a saber, detener o acabar con los terroristas. En este punto, no hay grandes novedades en su doctrina política.
- Sobre la situación en Palestina, Obama se compromete a un cambio de tendencia. Sin romper un ápice con el gobierno sionista, dijo sin embargo cosas poco habituales en un presidente estadounidense: los palestinos "sufren humillaciones diarias -grandes y pequeñas- como consecuencia de la ocupación. Que no quede ninguna duda: la situación del puebo palestino es intolerable". Eso sí, quienes deben abandonar la violencia son los palestinos, un insulto después del millar y medio de muertos en Gaza. Al menos en este punto introduce una novedad mucho importante: habla de "resistencia", aunque deba ser "no violenta", y compara la situación de los palestinos nada menos que con la esclavitud y segregación americanas, con el caso sudafricano. No sólo habla de dos Estados, sino del derecho a existir de Palestina.
- En referencia a Irán, Obama, consciente del doble rasero que existe en torno a la cuestión nuclear, propone de manera vaga un desarme general y el uso pacífico de la energía nuclear bajo el Tratado de No Proliferación, y que todos los países de la región se unan en este objetivo, lo que puede entenderse como otro toque de atención para Israel.
- Sobre la democracia, aunque apueste por el fomento de los "derechos humanos" en el mundo, habitual excusa intervencionista, admite que "ningún sistema de gobierno puede o debe ser impuesto a ningún país por otro", rompiendo -verbalmente- con la doctrina Bush del cambio de régimen.
- Finalmente, Obama se refirió a la libertad religiosa, los derechos de las mujeres y el desarrollo económico, en términos no muy diferentes a los que emplea cualquier occidental en un país de mayoría musulmana, aunque con la delicadeza de de un funcionario de la ONU. Lo más interesante ha sido cómo ha marcado diferencias con la posición "laicista" europea, y especialmente francesa: "rechazo la opinión de algunos en Occidente que creen que una mujer que elije cubrir su pelo es menos igual, y sí creo que a la mujer a quien se niega una educación se le niega la igualdad."
En definitiva, en su discurso Barack Obama ha dado, una vez más, una de cal y otra de arena, según desde dónde se mire. La cal es la ya conocida; en cambio, algunos granos de arena podrían ser interesantes si la retórica se correspondieran con hechos positivos.
En esto podría parecerse también al citado Woodrow Wilson, de quien se dice que George Clemenceau llegó a comentar que "habla como Jesucristo pero actúa como [el primer ministro británico] Lloyd George". Observación que sirvió para que Sigmund Freud y el diplomático William Bullit redactaran en su día un ensayo titulado "Thomas Woodrow Wilson: un estudio psicológico". En él sostenían que Wilson sufrió toda su vida una relación pasiva con su padre, ministro presbiteriano, y que trató de superar esta relación edípica precisamente mediante su identificación con la figura de Jesucristo, servil hacia el Padre y al mismo tiempo poderoso y autoritario como aquél. Diagnóstico que tal vez se aplique al mesiánico Obama, no lo sé, ya nos contará Slavoj Zizek.
Personalmente, creo que hay algo más que una divergencia entre hechos y palabras, y que estas últimas son importantes y reveladoras. En su discurso, Barack Obama no emplea en ningún momento las palabras terrorismo, terrorista o terror. Como su movilización se inspira más en la esperanza que en el miedo, el leitmotiv ahora es el extremismo, cuyo origen se sitúa de manera abstracta en una perversión del mensaje religioso, de toda religión, sin que sea privativo de ninguna. Terrorista o extremista, el efecto práctico es el mismo. Del mismo modo que el musulmán permite representar un Otro que ya no está afuera -de ahí las referencias a los musulmanes de América-, el extremista constituye su lado oscuro, un enemigo que se construye para trascender fronteras, las realidades históricas y políticas, y específicamente las resistencias armadas que se oponen a los proyectos imperiales en la región. Sin embargo, fueron las terrenales torturas de la policía egipcia, no una lectura desviada del Coran o un supuesto desconocimiento de las virtudes de la sociedad moderna occidental, las que alimentaron el odio de Ayman Al Zawahiri.
El enemigo universal del que habla Obama no se reserva ya para los americanos o los occidentales (terroristas islámicos, anarco-autónomos, etc.) sino se ofrece a todos. Entre el Choque de Civilizaciones y la Alianza hay más continuidades que rupturas. Lo que está proponiendo Obama, como antes hiciera Wilson y después Roosevelt, es una nueva gobernanza mundial, basada en determinados valores morales y, en última instancia, en el concierto de naciones y grandes potencias. Los extremistas son la condición necesaria para continuar construyendo una soberanía global al modo que insinuaron Antonio Negri y Michael Hardt en Imperio. Proyecto que difícilmente podrá ponerse en práctica de manera pacífica.
Escrito por: Samuel.2009/06/05 01:24:42.861000 GMT+2
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2009/05/30 12:48:8.637000 GMT+2
Traduzco la entrevista completa a Julien Coupat, bastante extensa por cierto, que el diario Le Monde publicó el pasado 25 de mayo.
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Julien Coupat : "La prolongación de mi detención es una pequeña venganza"
LE MONDE | 25.05.09 |
Entrevista realizada por Isabelle Mandraud y Caroline Monnot
Estas son las respuestas a las preguntas que hemos planteado por escrito a Julien Coupat. Encausado el 15 de noviembre de 2008 por "terrorismo" con otras ocho personas interpeladas en Tarnac (Corrèze) y París, se le acusa de haber saboteado las catenarias de la SNCF. Es el último que permanece todavía en prisión (ha pedido que algunas de sus palabras estén en cursiva).
¿Cómo vive su detención?
Muy bien, gracias. Estiramientos, carreras, lecturas.
¿Puede recordarnos las circunstancias de su arresto?
Un grupo de jóvenes con pasamontañas y armados hasta los dientes irrumpieron violentamente en nuestra casa. Nos amenazaron, nos esposaron y nos trasladaron, no sin antes haber destrozado todo. Nos llevaron secuestrados a bordo de potentes bólidos circulando por las autopistas a más de 170 km/h de media. En sus conversaciones se refirieron frecuentemente a un tal señor Marion [antiguo jefe de la policía antiterrorista] cuyas hazañas viriles les divertían mucho, como aquella en la que golpeaba a uno de sus colegas, con buen humor, en medio de una fiesta de despedida. Nos secuestraron durante cuatro días en una de sus "prisiones del pueblo” fastidiándonos con preguntas en las que lo absurdo se disputaba con lo obsceno.
Quien parecía ser el cerebro de la operación se excusaba vagamente de todo este circo explicando que era culpa de los “servicios”, arriba, donde actuaban toda clase de gentes que nos tenían muchas ganas. A fecha de hoy, mis secuestradores corren todavía. Algunos sucesos recientes mostrarían incluso que continúan causando estragos con total impunidad.
Los sabotajes en las catenarias del SNCF [la Renfe francesa] en Francia fueron reivindicados en Alemania. ¿Qué opina sobre esto?
En el momento de nuestra detención, la policía francesa ya está en posesión de un comunicado que reivindica, además de los sabotajes que nos quería atribuir, otros ataques que se habían producido simultáneamente en Alemania. Esta octavilla presenta numerosos inconvenientes: la echan al correo en Hanóver, está redactado en alemán y sólo se envió a periódicos al otro lado del Rhin, pero sobre todo no cuadra con la fábula que los medios han creado a nuestra costa, la de un pequeño núcleo de fanáticos que atacan al corazón del Estado colgando tres pedazos de hierro de las catenarias. Desde entonces se cuidarán mucho de mencionar este comunicado, ni en el procedimiento, ni en la mentira pública.
Es cierto que [en el comunicado] el sabotaje de las líneas de tren pierde mucho de su aura de misterio: se trataba simplemente de protestar contra el transporte hacia Alemania por vía férrea de los desechos nucleares ultraradioactivos y de denunciar de paso el gran fraude de “la crisis”. El comunicado concluye con un muy SNCF "agradecemos a los pasajeros afectados por su comprensión”. De todos modos, ¡qué tacto tienen estos “terroristas”!
¿Se reconoce en los calificativos de “movimiento anarco-autónomo” y de “ultraizquierda”?
Déjeme recomenzar un poco más atrás. En Francia, actualmente vivimos el fin de un periodo de congelación histórica cuyo acto fundador fue el acuerdo aprobado entre gaullistas y estalinistas en 1945 para desarmar al pueblo con el pretexto de “evitar una guerra civil”. Los términos de este pacto podrían formularse así, por hacerlo rápido: mientras la derecha renunciaba a sus acentos abiertamente fascistas, la izquierda abandonaba toda perspectiva seria de revolución. La ventaja con la que juega y de la que disfruta, desde hace cuatro años, la camarilla sarkozista, estriba en haber tomado la iniciativa unilateral de romper este pacto al reconciliarse “sin complejos” con los clásicos de la reacción pura: sobre los locos, la religión, Occidente, África, el trabajo, la historia de Francia, o la identidad nacional.
Frente a este poder en guerra, quien ose pensar estratégicamente y compartir el mundo en amigos, enemigos y cantidades despreciables, la izquierda queda paralizada. Es demasiado cobarde, está demasiado comprometida, y por así decirlo, demasiado desacreditada para oponer la menor resistencia a un poder que no osa tratar como enemigo y que le arrebata uno a uno a los más astutos de sus elementos. En cuanto a la extrema izquierda a la Besancenot, cualesquiera que sean sus resultados electorales, y aunque haya salido del estado grupuscular en el que vegetaba desde siempre, no tiene otra perspectiva más deseable que ofrecer que el tono gris soviético a penas retocado con Photoshop. Su destino es decepcionar.
En la esfera de la representación política, el poder establecido no tiene nada que temer, de nadie. Y desde luego no son las burocracias sindicales, más vendidas que nunca, las que van a importunar, las que desde hace dos años bailan con el gobierno un ballet tan obsceno. En estas condiciones, la única fuerza que puede ir directamente contra la banda sarkozista, su único enemigo real en este país, es la calle, la calle y sus viejas inclinaciones revolucionarias. De hecho, sólo ella, en los disturbios que siguieron la segunda vuelta del ritual plebiscitario de mayo de 2007, ha sabido elevarse por un instante a la altura de la situación. Sólo ella, en las Antillas o en las recientes ocupaciones de empresas o de facultades, ha sabido hacer entender otra palabras. Este análisis sumario del teatro de operaciones ha debido imponerse bastante pronto porque las informaciones generales hacían aparecer, desde junio de 2007, bajo la pluma de los periodistas a las órdenes (y en particular en Le Monde) los primeros artículos que desvelaban el terrible peligro que harían pesar sobre toda vida social los “anarco-autónomos”. Para comenzar, se les atribuía la organización de disturbios espontáneos, que en tantas ciudades saludaron el “triunfo electoral” del nuevo presidente.
Con esta fábula de los “anarco-autónomos” se ha diseñado el perfil de la amenaza a la que se ha empleado dócilmente el ministro del interior, con detenciones focalizadas en redadas mediáticas, para dar un poco de carne y algunas caras. Cuando ya no se llega a contener lo que desborda, todavía se puede asignarle una categoría y encarcelarlo. Ahora bien, la de “alborotador”, en la que ahora se cruzan desordenadamente los obreros de Clairoix, los críos de las ciudades, los estudiantes que bloquean y los manifestantes de las contracumbres, siempre eficaz en la gestión corriente de la pacificación social, permite criminalizar los actos, no las existencias. Y es la intención del nuevo poder atacar al enemigo en cuanto tal, sin esperar a que se exprese. Esa es la vocación de las nuevas categorías de la represión.
Poco importa, finalmente, que no se encuentre a nadie en Francia para reconocerse “anarco-autónomo”, ni que la ultraizquierda sea una corriente política que tuvo su momento de gloria durante los años veinte y que desde entonces no ha producido jamás otra cosa que inofensivos volúmenes de marxología. Por lo demás, la reciente fortuna del término “ultraizquierda”, que ha permitido a algunos periodistas con prisas por catalogar sin dar golpe a los amotinados griegos de diciembre pasado, debe mucho al hecho de que nadie sabe lo que fue la ultraizquierda, ni siquiera si ha existido alguna vez.
En este punto, y en previsión de los desbordes que sólo pueden sistematizarse frente a las provocaciones de una oligarquía mundial y francesa acorralada, dentro de poco la utilidad policial de las categorías no debería ya sufrir debates. Sin embargo, no podríamos predecir, cuál de ellas, si la de “anarco-autónoma” o de “ultraizquierda” se ganará finalmente los favores del Espectáculo, con el fin de relegar en lo inexplicable una revuelta que justifique todo.
La policía le considera como el jefe de un grupo a punto de bascular hacia el terrorismo. ¿Qué piensa de esto?
Una alegación tan patética sólo puede ser hecha por un régimen a punto de bascular hacia la nada.
¿Qué significa para usted la palabra "terrorismo"?
Nada permite explicar que el departamento de información y de seguridad argelino, sospechoso de haber orquestado, con conocimiento de la DST, la ola de atentados de 1995, no figure entre las organizaciones terroristas internacionales. Tampoco hay nada que permita explicar la repentina transmutación del "terrorista" en héroe durante la Liberación, en socio frecuentable para los acuerdos de Evian, en policía iraquí o últimamente en "talibán moderado", en función de los últimos virajes de la doctrina estratégica americana.
Nada, excepto la soberanía. En este mundo es soberano quien designa al terrorista. Quien rechace participar en esta soberanía se abstendrá de responder a vuestra pregunta. Quien codicie algunas migajas de la misma se sacrificará con prontitud. Quien no se ahogue de mala fe encontrará instructivo el caso de estos dos ex-"terroristas" convertidos, uno, en primer ministro de Israel, el otro, en presidente de la Autoridad Palestina, habiendo recibido ambos, para colmo, el Premio Nobel de la Paz.
La imprecisión que rodea la calificación de "terrorismo", la imposibilidad manifiesta de definirlo, no se deben a alguna laguna provisional de la legislación francesa, corresponden al principio de algo que sí que podemos definir muy bien: el antiterrorismo, del que constituyen más bien la condición de funcionamiento. El antiterrorismo es una técnica de gobierno que hunde sus raíces en el viejo arte de la contrainsurgencia, de la guerra denominada "psicológica", por decirlo de manera educada. El antiterrorismo, al contrario de lo que querría insinuar el término, no es un medio para luchar contra el terrorismo, es el método por el cual se produce, positivamente, el enemigo político como terrorista. Se trata, mediante todo un lujo de provocaciones, de infiltraciones, de intimidación y de propaganda, mediante toda una ciencia de la manipulación mediática, de la "acción psicológica", de la fabricación de pruebas y de crímenes, también mediante la fusión de la policía y de la administración de justicia, de aniquilar la "amenaza subversiva" al asociar, en el seno de la población, al enemigo interior, al enemigo político, al afecto del terror.
Lo esencial, en la guerra moderna, es esta "batalla de los corazones y de los espíritus" donde se permiten todos los golpes. El procedimiento elemental es, aquí, invariable: individualizar al enemigo con el fin de cortarle del pueblo y de la razón común, exponerle bajo los rasgos del monstruo, difamarle, humillarle públicamente, incitar a los más viles a colmarlo de escupitajos, animarles al odio. "La ley debe ser utilizada simplemente como otra arma en el arsenal del gobierno, y en este caso no representa nada más que una cobertura de propaganda para desembarazarse de los miembros indeseables del público. Para una mejor eficacia, convendrá que las actividades de los servicios judiciales estén vinculados al esfuerzo de guerra de la manera más discreta posible", aconsejaba ya en 1971 el cabo Frank Kitson [antiguo general del ejército británico, teórico de la guerra contrainsurgente], que algo sabía de esto. Una vez al año no hace daño, y en nuestro caso, el antiterrorismo ha sido un fracaso. En Francia no están dispuestos a dejarse aterrorizar por nosotros. La prolongación de mi detención por una duración "razonable" es una pequeña venganza bien comprensible, vistos los medios movilizados y la profundidad del fracaso; como es comprensible el empeño un poco mezquino de los "servicios", desde el 11 de noviembre, por endosarnos las maldades más caprichosas a través de la prensa, o por espiar a cualquiera de nuestros camaradas. En estos últimos tiempos, los arrestos acompasados de los "allegados de Julien Coupat" han tenido el mérito de revelar cuánto ha podido influenciar esta lógica de represalias en la institución policial y en el corazoncito de los jueces."
Hay que decir que en este asunto algunos se jugaron buena parte de su lamentable carrera, como Alain Bauer [criminólogo], otros el lanzamiento de sus nuevos servicios, como el pobre señor Squarcini [director central de la información interior], otros la credibilidad que nunca tuvieron y que jamás tendrán, como Michèle Alliot-Marie.
Usted salió de un medio muy acomodado que hubiera podido orientarles hacia otra dirección…
"Hay plebe en todas las clases" (Hegel).
¿Por qué Tarnac?
Vamos, ustedes saben por qué. Y si no lo entienden, me temo que nadie podrá explicárselo.
¿Se define a sí mismo como un intelectual? ¿Un filósofo?
La filosofía nace como un duelo charlatán de la sabiduría originaria. Platón ya interpreta la palabra de Heráclito como huida de un mundo que ha desaparecido. En el momento de la intelectualidad difusa, no veo qué podría especificar al “intelectual”, si no es la extensión de la fosa que separa, en él, la facultad de pensar de la aptitud para vivir. Tristes títulos, en verdad, si no hay más. Pero, ¿exactamente para quién habría que definirse?
¿Es usted el autor del libro “L'insurrection qui vient”?
Este es el aspecto más formidable de este proceso: un libro entregado íntegramente al expediente del sumario, interrogatorios en los que pretenden hacerte decir que vives como está escrito en
L'insurrection qui vient, que ustedes se manifiestan como lo preconiza L'insurrection qui vient, que ustedes sabotean las líneas ferroviarias para conmemorar el golpe de Estado bolchevique de octubre de 1917, ya que se menciona en L'insurrection qui vient, un editor es convocado por los servicios antiterroristas.
En la memoria francesa, hacía tiempo que no se veía que el poder tuviera miedo por culpa de un libro. Normalmente se consideraba que, mientras los izquierdistas se dedicaran a escribir, al menos no hacían la revolución. Está claro que los tiempos cambian. La seriedad histórica retorna.
Lo que fundamenta la acusación de terrorismo, en lo que nos concierne, es la sospecha de la coincidencia de un pensamiento y de una vida; lo que hace la asociación de malhechores, es la sospecha de que esta coincidencia no se dejaría al heroísmo individual, sino que sería objeto de la atención común. De forma negativa, esto significa que de ninguno de los que firman con su nombre tantas críticas feroces del sistema vigente se sospecha que pongan en práctica la menor de sus firmes resoluciones; el insulto es de bulto. Desgraciadamente, yo no soy el autor de L'insurrection qui vient, y todo este asunto debería terminar más bien por convencernos del carácter esencialmente policial de la función autor.
Soy, en cambio, un lector. Al releerlo, hace tan sólo una semana, he comprendido mejor la hosquedad histérica que emplean en las altas esferas para perseguir a los presuntos autores. El escándalo de este libro, es que todo lo que figura en él es rigurosa, catastróficamente cierto, y no deja de confirmarse cada día que pasa un poco más. Porque lo que se comprueba, bajo la apariencia de una "crisis económica", de un “hundimiento de la confianza”, de un “rechazo masivo de las clases dirigentes”, es realmente el fin de una civilización, la implosión de un paradigma: el del gobierno que en Occidente arreglaba todo – la relación de los seres entre ellos mismos, no menos que el orden político, la religión o la organización de las empresas. Hay, en todos los niveles del presente, una gigantesca pérdida de dominio al que ningún sortilegio policial ofrecerá remedio alguno.
No será aplicándonos penas de prisión, de puntillosa vigilancia, de controles judiciales, y de prohibiciones de comunicar con el motivo de que seríamos los autores de esta constatación lúcida, que lograrán desvanecer lo que se ha constatado. Lo propio de las verdades es escapar, desde que se enuncian, a los que las formulan. A los gobernantes no les habrá servido de nada citarnos a juicio, todo lo contrario.
Usted lee "Vigilar y castigar" de Michel Foucault. ¿Este análisis le parece todavía pertinente?
La prisión es realmente el pequeño secreto sucio de la sociedad francesa, la clave, y no el margen de las relaciones sociales más presentables. Lo que se concentra aquí en un todo compacto no es un montón de bárbaros asalvajados como les gusta hacernos creer, sino más bien el conjunto de disciplinas que afuera tejen la existencia llamada “normal”. Vigilantes, comedor, partidos de fútbol en el patio, horarios, divisiones, camaradería, peleas, fealdad de las arquitecturas: es necesario haber estado en prisión para tomar la medida plena de lo que la escuela, la inocente escuela de la República, contiene, por ejemplo, de carcelario.
Considerado desde este ángulo inexpugnable, no es la prisión la que sería una guarida para los fracasados de la sociedad, sino la sociedad presente la que parece una prisión fracasada. La misma organización de la separación, la misma administración de la miseria por el chocolate [hachís], la tele, el deporte y el porno, reina en todas partes con menos método. Para terminar, los muros elevados sólo esconden a las miradas esta verdad de una banalidad explosiva: son las vidas y las almas parecidas de todo punto las que se arrastran de un lado a otro de las alambradas y por ellas. Si se busca con tanta avidez los testimonios "del interior" que expondrían en fin los secretos que la prisión esconde, es para ocultar mejor el secreto de lo que es: el de su servidumbre, ustedes que se consideran libres mientras su amenaza pesa invisiblemente sobre cada uno de sus gestos.
Toda la indignación virtuosa que rodea la negrura de las celdas francesas y sus reiterados suicidios, toda la grosera contra-propaganda de la administración penitenciaria, que pone en escena para las cámaras a matones al servicio del bienestar del detenido y a los directores de trena preocupados por el “sentido de la pena”. Resumiendo: todo este debate sobre el horror del encarcelamiento y la necesaria humanización de la detención es viejo como la prisión. Incluso forma parte de su eficacia, ya que permite combinar el terror que debe inspirar con su estatus hipócrita de castigo “civilizado”. El pequeño sistema de espionaje, de humillación y de estragos que el sistema francés dispone en torno al deternido de manera más fanática que ningún otro en Europa, ni siquiera es escandaloso. Cada día el Estado lo paga con creces en sus suburbios, y sin duda sólo es el principio: la venganza es la higiene de la plebe.
Pero la impostura más notable del sistema judicial-penitenciario consiste ciertamente en pretender que está ahí para castigar a los criminales cuando no hace sino gestionar las ilegalidades. Cualquier patrón -no sólo el de Total-, cualquier presidente de consejo general -no sólo el de Hauts-de-Seine–, cualquier poli sabe que las ilegalidades son necesarias para ejercer correctamente su oficio. El caos de las leyes es hoy tal, que se trata de no respetarlas demasiado, y en cuanto a los estupefacientes, se trata de regular sólo el tráfico y no de reprimirlo, lo que sería social y políticamente suicida.
La división no es entre legal e ilegal, como pretende la ficción judicial, entre inocentes y criminales, sino entre los criminales que creemos oportuno perseguir y los que dejamos en paz como requiere la policía general de la sociedad. La raza de los inocentes hace tiempo que se extinguió, y no es la pena a lo que condena la justicia: la pena es la justicia misma, no cabe que mis camaradas y yo “clamemos por nuestra inocencia”, tal y como la prensa ritualmente se deja arrastrar a escribir, sino derrotar la peligrosa ofensiva política que constituye todo este proceso infecto. He aquí algunas de las conclusiones a las que llega el espíritu tras releer “Vigilar y castigar” desde la Santé [conocida prisión de París]. Podríamos sugerir, visto lo que los foucaltianos hacen desde hace veinte años con los trabajos de Foucault, que se les interne una temporada por aquí.
¿Cómo analiza lo que les pasa?
Desengáñese: lo que nos pasa, a mis camaradas y a mí, le pasa a usted también. Es, por otra parte, en este punto, la primera mistificación del poder: nueve personas serían perseguidas en el marco de un procedimiento judicial de “asociación ilícita con fines terroristas”, y deberían sentirse particularmente afectados por esta grave acusación. Pero no hay “caso Tarnac”, como tampoco hay “caso Coupat” o “caso Hazan” [editor de L'insurrection qui vient]. Lo que hay es una oligarquía vacilante en todos los sentidos y que se vuelve feroz, como todo poder, cuando se siente realmente amenazado. El Príncipe ya no tiene otro apoyo que el miedo que inspira cuando su visión ya no inspira en el pueblo sino el odio y el desprecio.
Lo que hay ante nosotros es una bifurcación, al mismo tiempo histórica y metafísica: o bien pasamos de un paradigma de gobierno a un paradigma de habitarlo al precio de una revuelta cruel pero transformadora, o bien dejamos que se instaure, a escala planetaria, este desastre climatizado en el que coexisten, bajo la férula de une gestión “sin complejos”, una élite imperial de ciudadanos y de masas plebeyas situadas al margen de todo.
Hay, desde luego, una guerra, una guerra entre los beneficiarios de la catástrofe y los que hacen de la vida una idea menos esquelética. Nunca se ha visto que una clase dominante se suicide de buena gana.
La revuelta tiene condiciones, no tiene causa. ¿Cuántos ministerios de la Identidad Nacional, despidos estilo Continental, redadas de sin papeles o de opositores políticos, chiquillos liquidados por la policía en los suburbios, o ministros que amenazan de privar de título a los que osan ocupar sus facultades, hacen falta para decidir que semejante régimen, aunque esté instalado por un plebiscito de apariencias democráticas, no tiene ninguna legitimidad para existir y sólo merece ser derribado?
Es una cuestión de sensibilidad. Es intolerable que la servidumbre pueda ser infinitamente tolerada. Porque es un asunto de sensibilidad y porque esa sensibilidad es inmediatamente política (no porque se pregunte “¿a quién voy a votar?”, sino “¿mi existencia es compatible con esto?”), para el poder es una cuestión de anestesia a la que responde administrando dosis cada vez más masivas de distracción, de miedo y de estupidez. Y ahí donde la anestesia no funciona, este orden que ha reunido contra él todas las razones para sublevarse intenta disuadirnos con un pequeño terror ajustado.
Mis camaradas y yo sólo somos una variable de este ajuste. Sospechan de nosotros como de tantos otros, de tantos “jóvenes”, de tantas “bandas”, por desvincularnos de un mundo que se hunde. En este único punto, no mienten. Felizmente, a la pandilla de estafadores, de impostores, de industriales, de financieros y de chicas, toda esta corte de Mazarin bajo neurolépticos, de Louis Napoléon version Disney, de Fouché dominical que de momento gobierna el país, le falta el más elemental sentido dialéctico. Cada paso que hacen hacia el control de todo les aproxima a su pérdida. Cada nueva “victoria” de la que se jactan expande un poco más el deseo de verles a todos vencidos. Cada maniobra por la que se imaginan confortar su poder termina por volverles más odiosos. En otros términos: la situación es excelente. No es el momento de perder el coraje.
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Actualización: dos días antes de publicar esta entrada, Julien Coupat fue puesto en libertad tras pagar una fianza de 16.000 euros. Sin embargo, el proceso judicial continúa.
Escrito por: Samuel.2009/05/30 12:48:8.637000 GMT+2
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2009/05/26 00:12:2.693000 GMT+2
*
Duran *
Sesenta y cinco días después de su ingreso en prisión, Enric Duran fue puesto en libertad con una fianza desproporcionada, a la espera de juicio. Duran acaba de hacer público un
comunicado en el que, junto con la denuncia de la situación de los presos comunes, reivindica el sentido político de su acción:
"
En un nivel global, el tiempo pasa rápidamente y, por más fuertes que sean los argumentos, por más claras que se manifiesten las evidencias, por más actores sociales que lo reclamen, nadie en la clase política osa entrar públicamente en el debate sobre si el crecimiento habría de seguir siendo un fin de la economía en sí mismo. En lugar de cambiar el modelo económico para que no necesite crecer, se habla de cambiar el modelo de crecimiento y se practican medidas que sólo tienden a perpetuarlo. Se subvenciona la compra de coches mientras cada vez más gente en paro sufre por no poder comer y por tener un lugar para dormir. Así, se está desaprovechando la ocasión para iniciar una transición hacia un modelo económica y ecológicamente viable. Si no lo hacen ellos, lo haremos nosotros.
(...)
Mientras las instituciones públicas no reaccionen y continúen actuando según la ley del silencio para todo lo que no sea el pensamiento único capitalista, sólo tenemos una opción, y es la de actuar directamente, la de transformar la sociedad desde abajo, desde la autoorganización social."
* Coupat *
Esa parece que era la opción del francés Julien Coupat, uno de los nueve de Tarnac que sigue en prisión, acusado de algo más grave que estafa: asociación ilícita con fines terroristas. Desde una perspectiva diferente a la del decrecimiento, Coupat ofreció ayer en el diario Le Monde su opinión acerca del circo que se ha montado en torno a su persona, sin que todavía se hayan aportado pruebas de lo que se le acusa. Traduzco un extracto significativo, visto lo sucedido en España con la candidatura de II-SP (los subrayados son míos):
"¿Qué significa para usted la palabra "terrorismo"?
Nada permite explicar que el departamento de información y de seguridad argelino, sospechoso de haber orquestado, con conocimiento de la DST, la ola de atentados de 1995, no figure entre las organizaciones terroristas internacionales. Tampoco hay nada que permita explicar la repentina transmutación del "terrorista" en héroe durante la Liberación, en socio frecuentable para los acuerdos de Evian, en policía iraquí o últimamente en "talibán moderado", en función de los últimos virajes de la doctrina estratégica americana.
Nada, excepto la soberanía. En este mundo es soberano quien designa al terrorista. Quien rechace participar en esta soberanía se abstendrá de responder a vuestra pregunta. Quien codicie algunas migajas de la misma se sacrificará con prontitud. Quien no se ahogue de mala fe encontrará instructivo el caso de estos dos ex-"terroristas" convertidos, uno, en primer ministro de Israel, el otro, en presidente de la Autoridad Palestina, habiendo recibido ambos, para colmo, el Premio Nobel de la Paz.
La imprecisión que rodea la calificación de "terrorismo", la imposibilidad manifiesta de definirlo, no se deben a alguna laguna provisional de la legislación francesa, corresponden al principio de algo que sí que podemos definir muy bien: el antiterrorismo, del que constituyen más bien la condición de funcionamiento. El antiterrorismo es una técnica de gobierno que hunde sus raíces en el viejo arte de la contrainsurgencia, de la guerra denominada "psicológica", por decirlo de manera educada. El antiterrorismo, al contrario de lo que querría insinuar el término, no es un medio para luchar contra el terrorismo, es el método por el cual se produce, positivamente, el enemigo político como terrorista. Se trata, mediante todo un lujo de provocaciones, de infiltraciones, de intimidación y de propaganda, mediante toda una ciencia de la manipulación mediática, de la "acción psicológica", de la fabricación de pruebas y de crímenes, también mediante la fusión de la policía y de la administración de justicia, de aniquilar la "amenaza subversiva" al asociar, en el seno de la población, al enemigo interior, al enemigo político, al afecto del terror.
Lo esencial, en la guerra moderna, es esta "batalla de los corazones y de los espíritus" donde se permiten todos los golpes. El procedimiento elemental es, aquí, invariable: individualizar al enemigo con el fin de cortarle del pueblo y de la razón común, exponerle bajo los rasgos del monstruo, difamarle, humillarle públicamente, incitar a los más viles a colmarlo de escupitajos, animarles al odio. "La ley debe ser utilizada simplemente como otra arma en el arsenal del gobierno, y en este caso no representa nada más que una cobertura de propaganda para desembarazarse de los miembros indeseables del público. Para una mejor eficacia, convendrá que las actividades de los servicios judiciales estén vinculados al esfuerzo de guerra de la manera más discreta posible", aconsejaba ya en 1971 el cabo Frank Kitson [antiguo general del ejército británico, teórico de la guerra contrainsurgente], que algo sabía de esto. Una vez al año no hace daño, y en nuestro caso, el antiterrorismo ha sido un fracaso. En Francia no están dispuestos a dejarse aterrorizar por nosotros. La prolongación de mi detención por una duración "razonable" es una pequeña venganza bien comprensible, vistos los medios movilizados y la profundidad del fracaso; como es comprensible el empeño un poco mezquino de los "servicios", desde el 11 de noviembre, por endosarnos las maldades más caprichosas a través de la prensa, o por espiar a cualquiera de nuestros camaradas. En estos últimos tiempos, los arrestos acompasados de los "allegados de Julien Coupat" han tenido el mérito de revelar cuánto ha podido influenciar esta lógica de represalias en la institución policial y en el corazoncito de los jueces."
Escrito por: Samuel.2009/05/26 00:12:2.693000 GMT+2
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2009/05/25 00:43:59.483000 GMT+2
El gobierno español no acabará de entender el significado de la crisis actual, pero tampoco los partidos de oposición, sean éstos de derecha o -me temo- de izquierdas. Hasta ahora los partidos políticos sólo han sabido responder con baterías de propuestas con las que pretenden disimular su perplejidad o su oportunismo.
Muchas veces las propuestas son completamente contradictorias. En el archipiélago canario, donde las tasas de desempleo en los municipios turísticos alcanzan ya cifras
en torno al 27-30 %, he encontrado un ejemplo significativo. Esta semana, el partido Nueva Canarias, escisión de Coalición Canaria y actualmente en la oposición, propuso en un mismo día dos medidas con las que pretenden reactivar la economía local:
apoyar la construcción de una línea ferroviaria en la isla de Gran Canaria (existe otro proyecto similar
en Tenerife), con el argumento supuestamente ecológico de que "permitirá ganar la batalla al uso indiscriminado del coche particular", mientras se
reclama al gobierno autonómico la concesión de ayudas directas para facilitar la compra de vehículos en unas islas con los mayores índices de densidad de tráfico de todo el Estado. Curiosa manera de impulsar una industria -la del automóvil- e inexistente en las islas, y extraña manera de promover el transporte público. La contradicción es sólo aparente: en ambos casos se apela a la obra pública (líneas ferroviarias y
más carreteras para el transporte motorizado que por narices tiene que crecer aunque sea con subvenciones), y por tanto a las constructoras que apuntalan al
establishment político canario.
No se les puede culpar por lo que hacen también sus mayores en Madrid, Bruselas o Washington. La idea de base es siempre la misma: intentar, como sea, que todo vuelva a ser como antes.
Escrito por: Samuel.2009/05/25 00:43:59.483000 GMT+2
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