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2010/01/30 18:37:54.929000 GMT+1

Belkheir

Hace dos días murió el general argelino Larbi Belkheir, a la edad de 72 años. Desde 2005 ocupaba el puesto de embajador de Argelia en Marruecos, tras su ruptura con Abdelaziz Buteflika, pero ese cargo dice muy poco de quien fue una de las figuras clave de la historia reciente de Argelia, uno de esos personajes que saben moverse en las sombras del poder del Estado y cuyos nombres siempre aparecen en el centro de todas las conspiraciones.



Nacido en 1938 en el seno de una familia adinerada de Frenda (Argelia), Larbi Belkheir fue uno de los jóvenes oficiales del ejército francés que se pasaron a las filas del FLN en las postrimerías de la guerra de independencia, en 1961. Junto con otros "DAF" (siglas en francés que significan "desertores del ejército francés") como Mohamed Lamari, Ali Tounsi, Mohamed Mediène "Tewfik" o Khaled Nezzar (responsables de la guerra sucia de los años 90), acabaría ocupando los principales puestos de la cúpula militar argelina. Apoyó la toma del poder de Huari Bumedián, y en 1973 es transferido a Orán, a la segunda región militar, bajo las órdenes de Chadli Bendjedid. En 1975 es promovido a teniente coronel y se le hace responsable de la escuela de ingeniería militar Enita. A la muerte de Bumedián, en 1978, será en esa escuela donde se reunirá el cónclave de militares que catapultará a Chadli Bendjedid a la presidencia de la república.

Larbi Belkheir se convierte así en consejero presidencial. En poco tiempo, el dúo Bendjedid-Belkheir logrará controlar los resortes del poder militar, de los servicios de seguridad argelinos, pero también de las rentas del petróleo y de las comisiones obtenidas mediante el control de los flujos de comercio exterior. Larbi Belkheir, que ocupará sucesivamente los cargos de dirección de Secretario de la Presidencia y de jefe de gabinete de Bendjedid, durante la década de los 80 se situará en el centro de todas las decisiones importantes del Estado. En particular, se dedicará a consolidar el poder de los oficiales del "clan francés" en detrimento de los guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional que seguían influenciados por el panarabismo y el socialismo. Este grupo, con fuertes conexiones con los círculos de poder franceses (en 1983 Bendjedid se convierte en el primer jefe de estado argelino que realiza una visita oficial a Francia) pretenderá impulsar una privatización "controlada" de los bienes públicos, y en su enfrentamiento con la vieja guardia del FLN mantendrán relaciones ambiguas con el islamismo más conservador: es bajo el gobierno de Bendjedid que se aprueba un Código del Estatuto Personal y de la Familia en 1984 que otorga a la mujer argelina un estatuto jurídico equivalente al de los menores de edad.

A finales de los años 80, el descenso del precio del petróleo y las protestas sociales conducirán a una apertura del régimen que desembocará en la victoria electoral del Frente Islámico de Salvación (FIS) en las elecciones municipales y regionales de 1990, y posteriormente en la primera vuelta de las elecciones legislativas de diciembre de 1991. En ese momento Larbi Belkheir, por entonces Ministro del Interior, se expondrá por primera y única vez en el primer plano mediático, al anunciar la victoria electoral del FIS y anticipar, en cierto modo, el golpe de estado de enero de 1992 dirigido por el general Khaled Nezzar. Belkheir todavía era Ministro del Interior cuando se produjo el asesinato de Mohamed Budiaf, que había aceptado regresar a Argelia para poner una cara "civil" a la junta, razón por la que muchos le acusan de estar detrás del atentado. Tras este asesinato, Belkheir deja sus cargos para dedicarse oficialmente a los negocios. Volverá, si es que alguna vez se fue, en 1999 para negociar el nombramiento de un nuevo presidente, de quien será también jefe de gabinete: Abdelaziz Buteflika.

En la cruenta guerra civil de los años 90, los antiguos "DAF" pondrán en práctica lo aprendido en la escuela francesa de contrainsurgencia. Una guerra total, a puerta cerrada, que incluyó la apertura de campos secretos de detención, el empleo de napalm, la desaparición de miles de personas, la generalización de la tortura y los asesinatos colectivos, para finalizar con masacres colectivas, muchas de las cuales fueron perpetradas por grupos armados coordinados por el DRS, el departamento de seguridad argelino, dirigido desde 1990 por la misma persona: Mohamed Médiène "Tewfik". La guerra civil terminó, la economía rentista continúa, el proceso privatizador sigue estancado, y Buteflika, en su tercer período presidencial, ha marginado a los antiguos generales para reforzar a gente de su confianza, cortejando a franceses y estadounidenses según convenga. El conflicto social, ahora de "baja intensidad", continúa. Pero fuera del país sólo se habla de Al Qaeda.

Escrito por: Samuel.2010/01/30 18:37:54.929000 GMT+1
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2010/01/29 18:22:13.358000 GMT+1

Detenciones secretas: una práctica extendida

El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas publicó el pasado martes 26 de enero un informe sobre la práctica de las detenciones secretas en el mundo tras el 11 de septiembre de 2001. El informe de 222 páginas está elaborado conjuntamente por el Relator Especial para la protección de los derechos humanos en la lucha contra el terrorismo, el Relator Especial contra la tortura, el Grupo de Trabajo contra las Detenciones Arbitrarias y el Grupo de Trabajo contra las Desapariciones Forzadas o Involuntarias. En el documento, que precisa el concepto de "detención secreta" * y deja clara su ilegalidad a la luz del derecho internacional, se advierte que el trabajo no es exhaustivo. La mayor dificultad ha consistido, lógicamente, en el acceso a las fuentes primarias: enumera 66 Estados, de los que 44 respondieron en una encuesta lo que les convenía, y sólo se detalla una treintena de entrevistas a personas que fueron víctimas de detenciones secretas (además de tortura).

Un aspecto interesante es el resumen que hace de los antecedentes históricos en la era contemporánea. El precedente con el que empieza es el decreto del Nacht und Nebel (noche y niebla) de la Alemania nazi (7 de diciembre de 1941), en virtud del cual los sospechosos de pertenecer a la resistencia en los países ocupados podían ser secuestrados durante la noche y trasladados en secreto a centros de detención en Alemania sin dejar rastro. Menciona el Plan Cóndor y guerras sucias como la de El Salvador o Perú, inspiradas en la estrategias de contrainsurgencia francesas de los años 50 y en las enseñanzas de la estadounidense Escuela de las Américas. También habla, aunque brevemente, de los precedentes de Argelia, Marruecos, Sudán, Nepal, Sri Lanka, Filipinas, etc.

En la era post 11-S, el informe se centra sobre todo en la ya conocida red de detenciones secretas organizada por la CIA en colaboración con los gobiernos europeos y la subcontratación de la tortura en países como Marruecos, Pakistán, o Etiopía. Se trata del mayor operativo transfronterizo conocido desde la operación Cóndor. También cuestiona el alcance de las medidas adoptadas por la Administración Obama en este ámbito (nada se sabe de la suerte de los detenidos en los "sitios negros" de la CIA, cuyo cierre por orden ejecutiva no afectaría a determinadas instalaciones, como la base afgana de Bagram). Después pasa a describir casos recientes de los que se ha tenido constancia en los países asiáticos (incluyendo Asia Central), del Norte de África, Oriente Próximo (incluyendo a Israel) o el África Subsahariana. En Europa, sólo mencionan a Rusia. Cabe destacar la práctica generalizada de las detenciones ilegales y la tortura en India, la mayor democracia (representativa) del mundo.

Me ha llamado la atención algunas omisiones importantes. En Latinoamérica no mencionan a Colombia, por ejemplo. Y en Europa, se olvidan de España. En el relato histórico clama por su ausencia el largo período franquista (cuyas detenciones y desapariciones constituyen un delito continuado que teóricamente obliga a su investigación); tampoco hace referencia al precedente del GAL (secuestro de Segundo Marey); y finalmente tampoco se nombra a España entre los países cómplices en los vuelos de la CIA. Buen trabajo de relaciones públicas. De ahí que el gobierno español se permita declarar lo siguiente sin sonrojarse:

"- No hay implicación alguna o colaboración en la detención secreta en el territorio de otro Estado.

- No hay más comentarios acerca de la efectividad de la detención secreta o de otras medidas antiterroristas, ya que España no tiene experiencias pasadas en detenciones secretas. La detención secreta es incompatible con la legislación española."

Por lo demás, el informe menciona el Convenio de Shanghai para combatir el terrorismo, el separatismo y el extremismo  que China, Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, y Uzbekistán firmaron el 15 de junio de 2001 (tanto el año como el nombre del convenio resultan muy significativos), pero no investiga lo que puede constituir el otro gran sistema de cooperación transfronteriza entre servicios secretos de nuestros días. En virtud de dicho convenio se ha creado una estructura regional antiterrorista que ha permitido la realización de transferencias y extradiciones informales o irregulares sobre las que se tiene muy poca información.

El informe del Consejo de Derechos Humanos es ilustrativo, pero incompleto, y tampoco cuestiona la premisa mayor de la "lucha contra el terrorismo". Esto sólo lo podrá hacer la presión de los movimientos sociales y las organizaciones políticas.
 
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* "una persona es mantenida en detención secreta si agentes del Estado, actuando de manera oficial, o personas que actúan bajo las órdenes de las mismas, con la autorización, consentimiento, apoyo o aquiescencia del Estado, o en cualquier otra situación en la que la acción u omisión de la persona que detiene es atribuible al Estado y priva a otras personas de su libertad; en la que a la persona detenida no se le permite ningún contacto con el mundo exterior ("detención incomunicada"); y cuando el agente u otra autoridad competente niega, rechaza confirmar o negar, u oculta el hecho de que a una persona se le priva de su libertad, está escondida del mundo exterior, incluyendo, por ejemplo, familia, abogados independientes, u organizaciones no gubernamentales, o rechaza proporcionar, o disimula activamente, información acerca del destino o paradero del detenido

Escrito por: Samuel.2010/01/29 18:22:13.358000 GMT+1
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2010/01/28 11:06:14.107000 GMT+1

¿Cambiar sin molestar?

Ayer miércoles, el mismo día en que fallecía el historiador Howard Zinn, autor del clásico "A People's History of the United States", Barack Obama pronunciaba su primer discurso sobre el estado de la nación. En él, reconoce la difícil situación geopolítica, económica y social por la que atravesaba su país cuando llegó al poder y las dificultades que está teniendo para llevar a cabo el cambio prometido.

Obama es plenamente consciente de su debilidad, pues por más presidente que sea necesita conseguir mayorías suficientes en el Senado y en la Cámara de Representantes, cámaras pobladas por unos congresistas más preocupados por el "business as usual" (es decir, por favorecer el retorno de la inversión de sus donantes) que por emprender ninguna reforma seria que favorezca a los más empobrecidos. Pero en vez de apoyarse en el movimiento de rechazo a la política de George W. Bush que le llevó a la victoria electoral, para articular con esta base social una narrativa política diferente, Obama trató de forjar, desde el primer día, un consenso en el seno del establishment que incluyera también a los conservadores más recalcitrantes, los que le ponen a caldo día sí día también. Tanto en su discurso de investidura como en el discurso de ayer Obama ha insistido en la unidad por encima del conflicto y la discordia.

En España tenemos experiencia reciente sobre este modo de proceder en la figura de José Luis Rodríguez Zapatero, quien pasó de implorar pactos sobre cualquier cosa con el anterior gobierno Aznar a ceder la agenda política a una derecha ultramontana (la del PP, pero también la de su propio partido) en la mayoría de los temas, desde la fallida negociación con ETA a la política migratoria, pasando por educación. La preocupación mayor, tanto de Zapatero como la de Obama, siempre ha sido la unidad nacional (de España y de los Estados Unidos, respectivamente), que en ambos casos se expresa mediante en la defensa del consenso bipartidista. Una unidad nacional que en Estados Unidos suele ir de la mano de una ceguera imperialista: la política exterior de Barack Obama está seriamente condicionada por este factor. 

Así las cosas, la vara de medir de toda política posible continúa siendo un neoliberalismo que ha hecho aguas por todas partes, y cuyos últimos estertores están por venir. La reforma sanitaria, aún en su versión recortada, está todavía pendiente de un hilo. Se parte del principio de que el gasto público es malo en sí mismo, si no va destinado a los ricos o al ejército, de ahí que Obama haya prometido una congelación de buena parte del gasto civil a partir de 2011, para horror de los neokeynesianos. La maquinaria liberticida de Bush sigue prácticamente intacta. Y el espantajo de Al Qaeda vuelve a salir de las videotecas, en la versión remozada de una oscura organización que desde las montañas de Waziristán o Yemen produce ultracuerpos en Europa o en Nigeria, activa células durmientes, o abre campos de entrenamiento en el Sahel como si fueran centros comerciales.

Si algo se logra con el tan cacareado consenso es evitar precisamente el cambio, o por lo menos un cambio democrático que cuestione seriamente los intereses de quienes quieren crear un mundo feo, inseguro y sucio. Howard Zinn, en una de sus últimas intervenciones, criticaba a los movimientos sociales de su país con las siguientes palabras: "Nuestro trabajo como ciudadanos es valorar lo que está haciendo Obama. Pero no medido simplemente frente a lo que hizo Bush, porque frente a Bush, todo el mundo parece bueno." Para ello, es necesario el disenso: "Sí, el desacuerdo y la protesta dividen, pero en el buen sentido, porque representan exactamente las divisiones reales de la sociedad. Estas divisiones existen -los ricos, los pobres-, tanto si hay disentimiento como si no, pero cuando no lo hay, no hay cambio. El disenso tiene la posibilidad no de terminar con las divisiones de la sociedad, pero sí de cambiar la realidad de la división. Cambiar el equilibrio de poder en favor de los pobres y los oprimidos." Descanse en paz.

Escrito por: Samuel.2010/01/28 11:06:14.107000 GMT+1
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2010/01/24 13:00:12.835000 GMT+1

Poetas de Haití

Puerto Príncipe - 22 de enero de 2010. Fotografía: David Gilkey (NPR).


Los poetas de Haití - Ernest Pépin (Escritor de la isla de Guadalupe)

Faugas, 19 de octubre de 2009

(traducción personal)

1

      En Puerto Príncipe los poetas son legión

      Tienen los ojos reventados de los videntes

      Las manos atravesadas por palabras

      Y la cara tatuada por las zarpas de la noche

      Escucho el testamento de sus sueños

      Cuando sus labios quemados

      Ya no tienen sombra para curar la miseria

2

      En Puerto Príncipe

      Los poetas son legión

      Inventan gritos de funámbulos

      Al hilo de las palabras

      No son arañas

      Aunque cosen los días clandestinos

      No son perros errantes

      Aunque el amor ladre por no llorar

      Tienen la piel pelada de la montaña

      Y la risa amplia de Artibonito

      Cada segundo inventan una estrella

      Porque la ciudad podría morir ciega

      Cada segundo depositan en los cruces

      Un poema

      Porque las palabras podrían morir de hambre    

3

      En Puerto Príncipe los poetas son legión

      Nos invitan al cabaret de los sueños  

      Al país que aquí está

      En Ombarigore

      Para beber las palabras de las locuras dulces

      Las palabras de las ciudades donde las palabras se suicidan

      En los cuarteles

      Y las pesadillas

      Las palabras mezcladas con el polvo

      Con el exilio

      Con el olor de los olores muertos  

      No son basureros

      Aunque tengan un cielo que limpiar

      Quieren que se les escuche

      Y que recemos con ellos  

      Y que pintemos con ellos una ciudad de pintores 

4

      En Puerto Príncipe los poetas son legión

      Andan entre amor y cólera

      Denunciar las lluvias asesinas

      Y los soles en uniforme de vampiro 

      Cada vez que vaya a Puerto Príncipe

      Escuche a los trobadores

      Mire la sangre de los pintores

      Compre el corazón de los mercaderes  

      Entre en el baile de los transeúntes

      Encontrará siempre un poeta

      Sin pasaporte

      Cuyas palabras viajan

      De los mercados a las músicas

      De las músicas a las capitales  

      De las capitales a las ciudadelas

      Para el pueblo de los pueblos

5    

      En Puerto Príncipe los poetas son legión  

      Lanzan en la ciudad

      Alas de mariposa

      Aviones de papel

      Cartas de amor

      Colibríes azules

      Gritos de profetas

      Y la ciudad se echa a volar en una risa de poeta

      Y la ciudad sangra

      Y la ciudad toma la droga del sol  

      Y la ciudad gira en redondo

      Como un perro que se muerde la lengua

      Y la ciudad goza como una flor salvaje    

6

      En Puerto Príncipe los poetas son legión  

      No tienen caballete

      A veces tienen libros abiertos

      En el mismo cielo

      En las mismas bibliotecas de las aceras

      En las mismas venas abiertas de las mañanas

      En la misma noche sonora de las mujeres

      Generalmente visten el silencio

      Y pulen las lágrimas de las divinidades

      Dan la voz

      Son la voz del pueblo de los pueblos  

Escrito por: Samuel.2010/01/24 13:00:12.835000 GMT+1
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2010/01/20 14:21:37.654000 GMT+1

La reconstrucción mediática

A diferencia de las infraestructuras físicas de Haití, de los cuerpos y psique de los haitianos, que tardarán bastante en recomponerse de semejante catástrofe, la reconstrucción mediática de Haití comenzó el mismo día del terremoto, el pasado día 12 de enero.

El patrón que sigue la prensa internacional es el mismo que el empleado habitualmente en este tipo de situaciones. José María Ridao explica en el diario El País (el subrayado es mío):

"A partir del momento en que el resto del mundo conoce un enunciado tan brutal y tan escueto, el esfuerzo para ilustrarlo y darle desarrollo tiene que ajustarse necesariamente a un mismo e invariable esquema. Primero, los testimonios del momento crítico; luego, la búsqueda desesperada de supervivientes; poco después, el consuelo de los milagros, cada vez más raros a medida en que pasan los días; finalmente, las escenas de pillaje a consecuencia del hambre, la sed y la desesperación."

Falta una última fase: la autocrítica hipócrita de los medios, que suele llegar a destiempo. Se equivoca Ridao. No existe esa necesidad de la que habla, como tampoco es inevitable que Haití algún día "no sea noticia", como titula su artículo. Si los medios operan así es porque aplican esquemas y lenguajes preconcebidos para recrear una realidad que no son políticamente inocentes. De hecho, no parece que los periodistas se hayan encontrado con el nivel de violencia que esperaban, por lo que acaban por repetir las mismas imágenes y los mismos prejuicios. Esta producción mediática de la inseguridad -una percepción maleable- ha tenido repercusiones en el mismo reparto de la ayuda de emergencia. Por supuesto que hay tensiones, conflictos, grupos armados. Los hay. Pero de ahí presentar la búsqueda desesperada de productos básicos como pillaje -¡la propiedad ante todo!- o identificar a muchos haitianos como criminales va un trecho. Hasta la huida del desastre es presentado en tono policial: los haitianos no viajan, son "transportados ilegalmente". La cuestión estriba, pues, en cómo mostrar los pedazos de realidad, cómo contextualizarlos, sobre la base de qué elementos de juicio. Y la prensa insiste en subrayar -y tergiversar- dos cosas: la falta de seguridad y de gobierno. El objetivo es claro: legitimar la intervención exterior.

El guión es el habitualmente empleado para representar el África negra. Haití es África, pero en América. Predominan por tanto las imágenes corrientes del género, un imaginario del negro que ha cambiado muy poco desde la literatura colonial: violento, pasivo, incapaz de gobernarse y sometido a la tradición. Incapaz para ser libre, pues. En televisión, volvemos a encontrar blancos -en el sentido amplio y simbólico del término- que "salvan" negros, entre los que encontramos cada vez más periodistas...


El periodista Anderson Cooper socorre a un niño herido de un disparo. Fuente: CNN, cadena campeona en manipulación y amarillismo.

Un negro que no merece el mismo pudor que el blanco que muere bajo los escombros del World Trade Center. Aquí las cámaras no tienen recato alguno en mostrar entrañas, huesos rotos, sangre, cadáveres. Más que de "emo-periodismo", podríamos hablar de "necro-periodismo", una especie de pornografía gore que prescinde de la reflexión y el análisis.

Afortunadamente, algunos periodistas, que normalmente trabajan para medios públicos o comunitarios, intentan adoptar un enfoque más honesto. Algunos se centran en dar voz a los haitianos. El periodista Reed Lindsay, para Telesur, mostraba hace unos días cómo los sobrevivientes se levantan poco a poco, se mueven, se organizan, se ayudan:


"Sobrevivientes se desplazan de la capital a las provincias", 18 de enero de 2010. Fuente: Telesur.

Escrito por: Samuel.2010/01/20 14:21:37.654000 GMT+1
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2010/01/19 09:24:5.977000 GMT+1

El pecado original de Haití

"Haití es una rebelión que se hace llamar república" Chicago Tribune, 5 de septiembre de 1915

El 14 de agosto de 1791, una semana antes de que los esclavos de Saint Domingue se alzaran contra sus amos, un grupo de esclavos y cimarrones se reunieron en una zona boscosa del Norte de la isla, llamada Bois Caïman, para celebrar una ceremonia dirigida por el ex esclavo y sacerdote vudú Dutty Boukman y una sacerdotisa mulata. El rito consistió en un pacto de sangre, mediante el sacrificio de un cerdo negro y la ingestión de su sangre por los asistentes, que prometieron acabar con todos los blancos de Saint Domingue.

Así suele relatarse el principio de la revolución que, tras trece años de guerras civiles, conduciría a la proclamación de la primera república negra moderna, la única surgida de las ruinas del sistema esclavista, y el primer país que abolió la esclavitud en tierras americanas. No debería extrañar, por tanto, que hace unos días, en plena conmoción por el terremoto que arrasó el país, el ultrareaccionario telepredicador evangelista Pat Robertson se refiriera a dicho pacto como un "pacto con el diablo" e hiciera al pueblo haitiano merecedor de su trágica suerte. El pecado original trasciende los siglos.

El impacto que tuvo en aquel entonces la exitosa revuelta de los esclavos negros (la mayoría, nacidos en el África subsahariana y transportados a la isla, tan elevada era la tasa de mortalidad) fue enorme, por lo que Francia, España, Gran Bretaña y los nacientes Estados Unidos hicieron todo lo posible por contener la onda expansiva de la revolución haitiana y hacer naufragar la experiencia. Estados Unidos aprobó en 1806 un embargo comercial y Francia logró imponer un resarcimiento millonario por la pérdida de las plantaciones, a cambio del fin del acoso militar y el reconocimiento del nuevo Estado (1825), uno de los primeros ejemplos de intervencionismo por medio del mecanismo de la deuda externa, factor que ha condicionado toda la historia del país. Posteriormente, Estados Unidos ocuparía el país entre 1915 y 1934. No fue la primera intervención militar, tampoco sería la última.

En el plano simbólico, Haití sería condenada al ostracismo. Las consecuencias de todo ello han sido menos evidentes que las de la intervención occidental. El evento revolucionario haitiano tuvo la misma relevancia -para una parte del mundo, más- que las revoluciones inglesa, estadounidense o francesa, pero acabó convertida en anécdota (o mero daño colateral de 1789) y su memoria, borrada. El pecado tenía que ser lavado. La razón principal es que, a diferencia de aquéllas, la revolución haitiana atacó de lleno la propiedad privada, al proclamar la libertad de los esclavos, e hizo tambalearse al capitalismo de la gran plantación colonial. Hay que tener en cuenta que en las décadas que precedieron a la independencia, Saint Domingue producía casi la mitad del azúcar y buena parte del café que se consumía en el mundo, y la colonia representaba nada menos que el 40 % del comercio exterior de la metrópolis francesa. La derrota de las tropas napoleónicas francesas en Saint Domingue fue uno de los factores principales para vender la Louisiana a los Estados Unidos. La victoria de los esclavos frente a las tropas bien pertrechadas de los franceses contradecía la imagen ideologizada del negro como un ser incapaz necesitado de un amo que lo dirija. Durante todo el siglo XIX, la reescritura de la historia por parte de una burguesía liberal que continuaría la empresa colonial con el reparto de África, hará de la esclavitud un arcaísmo medieval (cuando en realidad fue una institución básica del capitalismo mercantil) y la rebeldía haitiana se minusvalorará hasta el punto de que en el relato histórico dominante el fin de la trata se explica no por la fuga y la lucha de los esclavos sino por el descenso de la rentabilidad económica de las plantaciones (sin embargo, en Haití sucedía lo contrario) o la caridad de los abolicionistas blancos.

Con las demás revoluciones, la haitiana compartió conflictos entrecruzados (de raza, clase) y cierres en falso. La nueva elite, formada por oficiales del ejército de esclavos rebeldes y por mulatos y negros libertos (los "jacobinos negros" de C.L.R. James, que en 1789 poseían, pese a su subordinación política, un tercio de las tierras y una cuarta parte de los esclavos), tenía un proyecto de nación al estilo europeo que pasaba por integrar la república independiente en el concierto de las "naciones civilizadas", pese a la hostilidad de las grandes potencias. Para ello, se basó en las estructuras políticas y económicas de la antigua metrópolis a la hora de edificar el nuevo Estado.

La nueva república trató de mantener las plantaciones y los monocultivos de exportación, incluso con variantes de trabajo obligatorio, pese al rechazo de la población campesina. El Código Civil y los sucesivos Códigos Rurales (1826, 1864 y 1961), redactados a imagen de la legislación napoleónica francesa, pretendieron consagrar un sistema de propiedad ajeno por completo a los usos de la población rural mayoritaria. Sin éxito, como prueba la inexistencia, aún hoy, de catastro. Mientras, se promulgaron leyes contra vagos y maleantes que prohibieron la libre circulación entre pueblos y ciudades a quienes no fueran propietarios y las leyes penales (1835, 1935) criminalizaron oficialmente la práctica del vudú, aunque en la práctica el Estado (ya estuviera dirigido por Duvalier como por Aristide) tratara más bien de manipularlo. Como explica Joan Gimeno Prats en la obra colectiva "La frontera ambigua" (Ed. Bellaterra, 2007), coincidiendo por cierto con el análisis de Yann Moulier Boutang sobre la esclavitud, "el objetivo por parte del Estado era el de asegurarse el control y fijación de la población campesina" en las plantaciones. Sin embargo, no pudieron evitar un segundo gran movimiento de cimarronaje al interior montañoso del país o hacia la República Dominicana, donde podían cultivar la tierra sin servidumbre.

La destrucción del mundo rural haitiano no ha permitido consolidar un Estado nacional con una sociedad civil formada por ciudadanos en el sentido europeo liberal del término. La exportación masiva de madera durante el siglo XIX para pagar la deuda contraída con Francia inició la deforestación que suele achacarse en exclusiva a los propios campesinos negros. La erradicación del cerdo creole, objeto de sacrificio en Bois Caïman, bajo la dictadura de Duvalier a instancias de los Estados Unidos, dio paso a la importación del cerdo norteamericano, cuyo mantenimiento es mucho más caro y obliga a la importación de productos estadounidenses. Y la liberalización comercial de los años 80 favoreció la importación masiva de arroz subvencionado proveniente también de los Estados Unidos, lo que arruinó la producción local y provocó que los haitianos importen la mayor parte de los alimentos que consumen (equiparándose así con el resto de islas y países caribeños, incluyendo Cuba). Estos factores han conducido a una modificación sustancial de los flujos migratorios: del cimarronaje hacia las montañas al desplazamiento hacia los suburbios de Port-au-Prince y la emigración hacia el exterior (República Dominicana, Estados Unidos y Europa). Pero, como en África, la urbanización no ha zanjado las contradicciones de la Modernidad capitalista en una tierra cuyos habitantes se han resistido a identificarse con el homo oeconomicus que el desarrollismo teológico promueve como medida de toda humanidad. 

A la necesaria ayuda de emergencia que necesita el país tras el terrible terremoto que el pasado 12 de enero arrasó la capital, y a la solidaridad internacional de los televidentes, probablemente no le siga una cooperación realmente fraternal, que anule la deuda externa o que muestre una genuina hospitalidad acogiendo a sus emigrantes sin pedir o hacer cuentas. Vuelven los marines estadounidenses mientras algunos gringos reflexionan sobre cómo hacer de la necesidad virtud. Volverán las ONG, ya presentes de forma masiva en un país que ya estaba ocupado y co-gestionado por las tropas de la Minustah (con amplia presencia de soldados enviados por gobiernos latinoamericanos de izquierda). Ya se trate del puño de hierro norteamericano o de la gestión "suave" y multilateral de la ONU, los objetivos finales no serán muy diferentes. Todos buscan, de un modo u otro, redimir a los haitianos de su pecado original.

Escrito por: Samuel.2010/01/19 09:24:5.977000 GMT+1
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2010/01/12 10:00:46.270000 GMT+1

Con el miedo (y la culpa) en el cuerpo


COPenhague. La policía antidisturbios intenta expulsar a un grupo de manifestantes dentro del área de seguridad que rodea el Bella centre. Fotografía: Peter Dejong/AP

Tras pasar 21 días en prisión, Juan López de Uralde, director de Greenpeace España, ha declarado en sus comparecencias ante diversos medios de comunicación su sorpresa por la reacción desproporcionada de la policía danesa durante la Cumbre de Copenhague el pasado mes de diciembre. Uralde afirma que con los activistas detenidos se ha querido dar ejemplo para amedrentar al resto. Como él, muchos otros se han preguntado cómo es posible que un Estado tan democrático y desarrollado como Dinamarca haya desplegado semejante intervención policial, que ha incluido tácticas como la de mantener a centenares de personas detenidas a la intemperie durante horas. Hay que ver qué corta es la memoria y cómo funcionan los estereotipos nacionales. Parece que tampoco acaba de comprenderse bien cómo funciona la gubernamentalidad neoliberal en Europa (incluyendo España). No podemos aislar el caso Uralde de casos aparentemente inconexos como el de Egunkaria (comparativamente más grave), la criminalización de la inmigración o la última inflación de la amenaza Al Qaeda.

En el autoproclamado "mundo libre", la contundencia policial no es nueva. No en España, desde luego. Pero tampoco en Francia (recuerden la CRS), o en Italia, Alemania o Grecia. Lo mismo podría aplicarse a la policía en Estados Unidos, con su especial interés por los negros y los hispanos.

En el caso danés, país donde se supone que "estas cosas no pasan", hay que tener en cuenta el fuerte viraje hacia la derecha por parte del conjunto de la clase política desde mediados de los años ochenta, época en la que el pastor luterano Søren Krarup (una suerte de Le Pen local), con sus soflamas ultraderechistas, comenzara a normalizar el racismo y la xenofobia en el discurso político dominante. Para cuando se produjo la crisis de las caricaturas de Mahoma del diario conservador Jyllands-Posten, la opinión que más se difundió fue la de que las libertades estaban siendo amenazadas por el Islam. En realidad, lo más apropiado hubiera sido compararlas con las caricaturas antisemitas de la Alemania de los años 1930, una analogía que incomoda a algunos liberales de hoy (sobre todo a los socialdemócratas), aunque ciertamente no molestaría a los del período de entreguerras.

La gestión policial, cada vez más sofisticada, de las movilizaciones populares no es algo privativo de Dinamarca, sino algo generalizado en el llamado mundo desarrollado. El ciclo -parece que ya agotado- de las revueltas alterglobalizadoras comenzó simbólicamente con la fuerte represión policial de Seattle (1999), continuó con las infiltraciones policiales en las contracumbres, los disparos de Goteborg y la muerte de Giuliani en Genova en 2001, y concluyó con otro muerto (Ian Tomlison) el pasado año en Londres, durante la Cumbre del G-20. Mientras tanto, hemos asistido a una explosión de la videovigilancia, del desarrollo de bases de datos transnacionales, del control de la circulación intraeuropea (Schengen y sus suspensiones selectivas), a la ampliación a conveniencia del concepto de "terrorismo" y a la consiguiente proliferación de detenciones preventivas y arbitrarias. Dinamarca modificó su legislación poco antes de la Cumbre de Copenhague precisamente para poder detener a su antojo a cualquier persona no ya "peligrosa" sino molesta. Lo cual se inserta perfectamente en el llamado Programa de Estocolmo, consensuado por todos los Estados miembros de la Unión Europea.

Todo este despliegue (excepcional) forma parte de un dispositivo de gobierno (cotidiano) más amplio que pretende empobrecer nuestra subjetividad, de modo tal que cortocircuite toda posibilidad de revuelta políticamente transformadora. La gestión de los miedos -que incluye diversas variantes del racismo institucionalizado- se ha vuelto una función esencial del "mal gobierno" (por usar la expresión zapatista). Miedo al terrorismo, a ser acusado de terrorista, a perder el trabajo, a no volver a encontrar un empleo, al "declassement social" del que hablan los franceses.

Miedo y culpa. "La producción de culpabilidad", afirma Maurizio Lazzarato, "es un afecto estratégico del neoliberalismo" que está íntimamente vinculado al miedo. Hasta el punto de que en algunos casos es preciso aumentar la dosis de terror, como sucedió con las dictaduras neoliberales de la América del Sur, o recientemente en el Iraq ocupado. La tortura y el maltrato provocan en las persona afectadas -y a su entorno- dependencia y culpa. En los citados lugares la construcción de las "democracias" pasa por prolongar la gestión del miedo y la culpa por otros medios, fundamentalmente económicos y financieros. En Argentina, Toty Flores, ex obrero metalúrgico vinculado inicialmente al Movimiento de Trabajadores Desocupados (hoy diputado de Coalición Cívica, pero esa es otra historia), explicaba muy bien en 2002 esta relación al relatar el origen de los MTD durante los años noventa (los subrayados son míos):

"Uno de los primeros problemas que tuvieron que abordar los desocupados que deseaban cambiar su condición de excluidos, era la culpa. La culpa se metía en cada uno de los actos de la vida cotidiana. Siempre aparecerá en el desocupado la responsabilidad de no tener trabajo. Culpable de haberse quedado sin trabajo por distintos motivos. Desocupado por ser viejo, por joven sin experiencia, por ser mujer, por ser extranjero, por no haber estudiado lo suficiente, por ser estudiante. No se visualizaba que un grupo minoritario de invididuos que gobernaban el mundo había decidido dejar a la deriva a millones de personas. (...) Era la culpa la que impedía organizarse con otros para, entre todos, encontrarles solución a los problemas. Era la culpa la que permanentemente nos convencía de que "somos unos inútiles", que "no servimos para nada", que "sufrimos miseria porque queremos", con lo cual, la condición de excluído se instalaba en nuestra subjetividad y condicionaba todo nuestro accionar, en la vida personal y en la participación de cualquier grupo social, ya que el quiebre de la autoestima conspiraba contra la integración, en igualdad de condiciones, con los demás componentes del grupo. En las primeras reuniones del MTD, con recurrencia, aparecía este tema, y era tremendamente movilizador." (...) "El otro tema que aparecía muy fuerte era el del miedo, y no por casualidad, ya que el miedo a la represión de la dictadura era algo todavía no superado por la sociedad; luego se sumó el miedo a la hiperinflación y más tarde el miedo a la hiperdesocupación, jugando como elementos negativos en la subjetividad de los desocupados y atravesando toda su vida diaria."

Por el momento esta estrategia ha tenido gran éxito, todo hay que decirlo. A los miedos económicos cabe añadir la creciente consideración del ciudadano (o de determinadas categorías) como sospechoso. En el caso de Uralde y otros activistas, lo importante no es si es culpable o no (¿de qué?), sino que se prolongue el proceso, que persista la incertidumbre. Aunque hemos asistido a una explosión de la microconflictividad, el año III de la crisis económica se cerró sin grandes conmociones en Europa, salvo perturbaciones puntuales como Grecia, Islandia o Lituania que no se han extendido.Y algunos de los conflictos más graves se han producido entre los propios damnificados. La explosión de la indignación contra la banca y la clase política se ha conjurado con el fantasma del desempleo, descargando la culpa en objetivos fáciles (ZP) o en chivos expiatorios como los inmigrantes. Muchos en la izquierda siguen confiando en que las condiciones objetivas de la crisis económica traerán consigo los cambios soñados. Pero son las condiciones subjetivas las que deberíamos entender mejor.

Escrito por: Samuel.2010/01/12 10:00:46.270000 GMT+1
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2010/01/10 17:19:6.375000 GMT+1

PGOU


Manifestación del sábado 9 de enero de 2009, Santa Cruz de Tenerife. EFE/Cristobal García

La historia reciente de Tenerife es, en parte, la historia del planeamiento urbanístico. La transformación del modelo territorial y económico del litoral de la isla se ha hecho a golpe de leyes urbanísticas y planes insulares, generales y parciales de ordenación urbana, mediante los cuales el Estado  interviene para producir los nuevos espacios turísticos y acelerar la acumulación y rotación del capital. Progresivamente, la isla se ha ido convirtiendo en una metrópolis donde se pretende abolir la distancia física existente entre pueblos y ciudades, que pasan a ser distritos y donde los territorios agrícolas y los espacios naturales protegidos acaban por convertirse en "parques" urbanos destinados al ocio.

Si en otras partes hemos asistido a una transición de la metrópolis industrial a la biopolítica, donde la ciudad constituye "una dinámica viva de prácticas culturales, circuitos intelectuales, redes afectivas e instituciones sociales", y por tanto el espacio de la producción de riqueza en común (A. Negri y M. Hardt), en Canarias el pasaje se ha producido más bien a partir de la ciudad comercial y los núcleos rurales que dependían de ella. La riqueza que produce hoy la ciudad turística se traduce en un valor inmobiliario que viene determinado por externalidades tanto positivas como negativas. Bajo el feo nombre del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) encontramos una de las herramientas por la que las administraciones, los promotores inmobiliarios y los especuladores financieros capturan y privatizan esta riqueza social común.

Podría decirse que el PGOU tiene en el ámbito municipal un carácter constitucional, al afectar profundamente a la organización de la ciudad y a la vida de los ciudadanos. No es de extrañar que el proceso de aprobación de un PGOU sea un momento de alta conflictividad política y en el que las carencias democráticas se hacen más evidentes.

El pasado 4 de enero el pleno del ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife aprobó finalmente el Plan General de Ordenación Urbana con los votos de Coalición Canaria, Partido Popular y el Centro Canario Nacionalista (y la ausencia de tres concejales del PSOE), tras siete años de discusiones. Varias organizaciones sociales y partidos políticos (ASSPT, PSC, IUC) convocaron una manifestación contra el PGOU para ayer sábado a la que asistieron miles de personas. Mucha gente participó preocupada por la desvalorización de sus viviendas al quedar "fuera de ordenación" en el marco del nuevo Plan. Aunque este aspecto ha sido el más polémico en los últimos días (y sería un error despreciarlo y considerar que sólo afecta a las clases medias), hay otros elementos a tener en cuenta. Según Alternativa Sí Se Puede por Tenerife, el Plan promueve la realización de infraestructuras que afectan a las últimas zonas agrícolas del municipio, la realización de actividades minero-extractivas en Montaña Talavera, la construcción de aparcamientos subterráneos y la urbanización de determinados tramos del litoral. A pesar de la concurrida manifestación, todas las esperanzas se depositan en una vía judicial que es la que puede evitar otra vuelta de tuerca en el modelo del ladrillo y el cemento. Pero ni siquiera sentencias favorables garantizan su cumplimiento por parte de las administraciones. Aunque no comparta del todo el diagnóstico del periodista Alfonso González Jerez, entiendo su pesadumbre. La única alternativa es política.

Escrito por: Samuel.2010/01/10 17:19:6.375000 GMT+1
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2010/01/08 22:57:0.977000 GMT+1

Sentimientos ocultos



"- ¿Algún sentimiento oculto sobre nuestro incremento de tropas en Afganistán?
- ¿Algún resentimiento no declarado por nuestros ataques con drones en Pakistán?
- ¿Algún rencor encubierto por Iraq?
- ¿Una rabia por Palestina mal dirigida?
"

"-G.W. preguntó: ¿por qué nos odian?
- Obama pregunta: ¿cómo podemos mejorar nuestra seguridad?
"

Khalid Bendib, para The Muslim Observer (03/01/2009).

Escrito por: Samuel.2010/01/08 22:57:0.977000 GMT+1
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2010/01/07 09:48:13.846000 GMT+1

Forastero en tierra extraña

Uno de los elementos que más me atraen de la literatura y el cine de aventuras, de ciencia ficción o de fantasía (géneros que hoy día se entremezclan) es la idea del viaje, ese desplazamiento espacial y temporal que nos transforma no sólo con el descubrimiento de olores, colores, y sonidos inéditos, sino con el contacto con personas con vidas e historias increíbles. El famoso prólogo de Star Wars ("hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana") nos transportaba desde el principio al otro lado del universo, un no lugar que, sin embargo, nos resulta familiar, porque se construyen a partir de materiales ya conocidos. El pensamiento utópico, que nació con la sedentarización y el abandono de la cultura nómada, tiene en la tradición occidental raíces históricas tan profundas como el mito bíblico de la tierra prometida. Su encarnación más potente probablemente sea esa fantasía europea que es América, el Nuevo Mundo donde pueden hacerse realidad los sueños de bienestar y libertad, para lo cual es necesario una Frontera que siempre hay que superar. Aunque sea a costa de otros.

Cómo no, desde América nos llega la película Avatar, del canadiense James Cameron, quien nos conduce a un nuevo mundo que recrea con gran detallismo y una perfección técnica pasmosa, apoyada en un empleo inteligente del 3-D y de la tecnología digital de captura de movimiento. Intentaré dar pocos detalles de la película, que pueden encontrarse fácilmente en cualquier lado, pero quien no la haya visto mejor que no siga leyendo.

La historia de un ex marine hemipléjico (Sam Worthington) que acepta trabajar como "avatar" para una compañía minera en la luna Pandora, habitado por los llamados na'vi, permite al director recrear un Eden alienígena, con su bestiario y una flora propia de los fondos marinos, y sus buenos salvajes amenazados por la codicia de los humanos. El relato funciona bien al principio, cuando el espectador se pone en la piel del protagonista, como si fuera otro avatar, para acompañarle maravillado en su exploración (entre los humanos quienes salen mejor parados son los científicos dirigidos por el personaje que interpreta Sigourney Weaver). Pero tan pronto como pasa el asombro y nos integramos en el universo que nos propone Cameron, la narración pierde fuelle y se hace demasiado previsible. Los préstamos de otras películas y relatos -por no hablar de los videojuegos- son evidentes: tanto en los elementos narrativos (Bailando con lobos; Pocahontas; The Matrix) como en el imaginario (El Señor de los Anillos; Apocalypto; King Kong). La banda sonora de James Horner también recurre a lo seguro: por momentos suenan acordes casi idénticos a los de Tiempos de gloria, Enemigo a las puertas y otras composiciones del propio Horner. Lo cual no sería un problema si no acabáramos perdiendo el interés por la suerte de los personajes, si la historia estuviera mejor contada, si James Cameron no tuviera pretensiones de autor y si la Twentieth Century Fox no proclamara a los cuatro vientos que pretende "revolucionar" el cine. Algunos diálogos son propios del último George Lucas y las escenas del ritual tribal colectivo rozan el ridículo.

A pesar de sus defectos, la mayor parte de la crítica estadounidense ha acogido la película de manera entusiasta, considerándola poco menos que una obra maestra, sobrevalorando sus aciertos, que indudablemente los tiene. Los calificativos son superlativos: "La mejor película del 2009", "Nunca habréis experimentado nada igual", "una de las películas más hermosas que jamás habréis visto". Sin embargo, los mismos críticos reconocen la debilidad de la trama. Parece como si la prensa hubiera cerrado filas en torno a un carísimo proyecto en la que la industria cinematográfica de Hollywood se jugaba el tipo, al apostar decididamente por una tecnología que puede controlar aunque no pueda monopolizar. El recuerdo de El cantor de jazz (1929) viene a la cabeza: lo importante no sería tanto su calidad como el camino que abrió.

Un aspecto significativo es el político, como han resaltado sobre todo los periodistas y blogueros conservadores a propósito de sus supuestos valores progresistas. Si a James Cameron le surgió la idea inicial poco tiempo después del éxito de Bailando con lobos, el proyecto sólo comenzó a tomar forma después de la invasión de Iraq. La agresión colonial que muestra la película nos recuerda a la estadounidense en Iraq, aunque esté ambientada en la jungla, como en Vietnam. Lo cual podría haber dado lugar a una comparación interesante entre el reciente imperialismo y el mito fundacional americano. Los mercenarios emplean expresiones neocon como "conmoción y espanto" o "combatir el terror con el terror". La compañía minera destroza la selva -y de paso el mundo na'vi- en su búsqueda de un mineral llamado irónicamente "unobtainium". Motivos suficientes para que algunos analistas de izquierda, como el antisionista Gilad Atzmon, la aplauda. Para Atzmon,  lo más importante es que, por una vez, "nosotros" seamos los malos y "ellos", los buenos, y que Hollywood ensalce a quien se rebela contra "los suyos" por motivos éticos. 

Los límites de esta interpretación son más que evidentes en la era del comandante en jefe Obama. La denuncia de Cameron es puramente moralista. Si los militares-mercenarios -cuya parafernalia tanto gusta a Cameron- cometen atrocidades se debe a que siguen órdenes y persiguen causas equivocadas, en este caso las de una compañía privada que pretende saquear la tierra de los na'vi. Es la "guerra equivocada" que criticara Obama, pero también el capitalismo "inmoral" y "avaricioso" de las corporaciones petroleras o Wall Street. Lo cual quiere decir que hay "guerras justas" y un capitalismo "moral" (¿verde?). Por ello, que los na'vi constituyan una representación estilizada de los pueblos originarios de Norteamérica no es casual. Su idealización de alguna manera deshumaniza -aunque sea de manera angelical- a los pueblos indígenas a los que se remite, que no eran unos simples salvajes que habitaban una naturaleza virginal, sino que constituyeron sociedades políticamente complejas con una historia propia. La pureza y virtuosismo de los na'vi es directamente proporcional a sus carencias en relación con la civilización dominante. Por este mismo motivo guardan muy poca relación con el pueblo iraquí en el momento de la invasión, en este sentido mucho más cercano al estadounidense. O con los afganos, somalíes o yemeníes, cuya religión y tribalismo constituirían de este modo una suerte de reverso tenebroso de lo que debe ser un buen salvaje.

Se comprende por qué la Fox de Rupert Murdoch no tiene inconveniente alguno a la hora de promover este mensaje. Porque la crítica del capitalismo y sus implicaciones sociales y ecológicas no puede basarse en la denuncia de la avaricia de algunos ni en la añoranza de paraísos perdidos o imaginarios, sino en la comprensión de su funcionamiento normal y cotidiano, en hacer visible lo invisible. Del mismo modo, no podemos pasar por alto que la "guerra justa" tiene un contenido policial y moral que legitima, por ejemplo, arrasar un país como Yemen por el intento de atentado de una persona, haciendo caso omiso además al intervencionismo previo de los estadounidenses en aquella zona (actualmente, la mitad de los presos de Guantánamo son yemeníes). Lo destacable es que la tenue "autocrítica" que propone Avatar aspira a hacerla aceptable ante públicos no estadounidenses, y en muchos aspectos huele bastante a un sofisticado estudio de mercado. De paso, sirve para legitimar, por contraste, formas supuestamente más amables de dominio.

Podrá objetarse que una gran producción como ésta, orientada al entretenimiento y a atrapar el mayor número de espectadores posible, difícilmente se adentrará en semejantes vericuetos. Tal vez, pero precisamente por este motivo, que no traten de vendernos lo que no es.

Escrito por: Samuel.2010/01/07 09:48:13.846000 GMT+1
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