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2009/01/29 06:00:00 GMT+1

Tramposos con trampa

Lo mejor para no ser víctima de espionaje político es no ocultar nada y declarar de antemano que uno se cisca en todas las convenciones sociales al uso.

¿Qué tratan de obtener de sus víctimas los espías? ¿Asustarlos con la amenaza de denunciar que son homosexuales, promiscuos, drogadictos? Yo, si eso les hiciera felices, estaría dispuesto a admitir todas las maledicencias que insinuaran sobre mi persona. Puesto a reconocer, llegaría a confesar incluso que alguna vez he ido al teatro, que es la muestra de depravación más acabada que conozco. Lo que jamás admitiría es haberme corrompido: nadie me ha dado nunca la oportunidad de hacerlo y (tal vez por eso) nunca lo he hecho. Tal como cantaba el gran Brassens, yo también podría decir: “Nunca he matado, / tampoco he violado jamás / y hace ya bastante tiempo / que ni siquiera he vuelto a robar”.

Una vez aportado este desinteresado consejo a los políticos y personajes públicos en general, añadiré que me repugna que haya gente con responsabilidades oficiales que se dedique a espiar a sus rivales. Doblemente si lo hace con cargo al erario. Si lo que pretende es traficar con conductas privadas, viola el derecho a la intimidad de quienes prefieren no desvelarlas. Y si tiene dudas sobre la licitud de unas u otras actuaciones públicas, lo que ha de hacer es comunicar sus sospechas a quienes están autorizados para investigarlas.

Mi suspicacia se extiende también –lo digo para no parecer corporativo– a esa variante del llamado “periodismo de investigación” que recurre sin parar al uso de grabadoras y cámaras ocultas para sacar finalmente en público lo registrado en privado. Puede parecer veraz, pero casi siempre es pura carroña.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (29 de enero de 2009).

Escrito por: ortiz.2009/01/29 06:00:00 GMT+1
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2009/01/28 06:00:00 GMT+1

Jueces de brazos caídos

No soy capaz de formular un juicio unívoco –valga la paradoja– sobre el estamento judicial. He conocido jueces y fiscales de mente abierta y democrática y he sufrido a otros cuyo comportamiento no desentonaría nada en una historia del Santo Oficio. Y sé de qué hablo: he frecuentado a la tira, unas veces como periodista, otras personalmente (como amigo o como enemigo) y otras como imputado.

También los he visto afanados y los he visto vagos. No son categorías paralelas. Los hay que presumen de progresistas pero trabajan el mínimo imprescindible (o ni siquiera eso) y los hay carcas como ellos solos que meten horas sin parar.

Estos últimos son decididamente los más dañinos. Lo mejor que pueden hacer los jueces y fiscales tardofranquistas, que los hay a mogollón, es no dar ni sello. Si se declararan en huelga permanente, eso que saldríamos ganando los demás. “El juez Fulano es un borracho de mucho cuidado”, te cuentan. “¡Excelente! Mientras esté borracho –comentas–, no cometerá demasiados desafueros. Mucho peor sería que fuera cocainómano, porque los que le dan a la cocaína no paran de trabajar y de provocar desastres.” Y lo dices pensando en más de uno.

En tiempos tuve la fortuna de beneficiarme de la vaguería de un juez muy reaccionario pero muy indolente. Recibió el sumario en el que se me inculpaba de un delito de insumisión y lo dejó descansar, hasta que muchos otros sumarios, que tampoco atendió, fueron reposando encima. Al final, se olvidó de mi existencia. Ganancia neta para los dos.

Ahora hay mucha preocupación porque algunos jueces amenazan con declararse en huelga un par de días. Pues que lo hagan. Salvo en unos cuantos casos, apuesto a que apenas se nota.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (28 de enero de 2009). También publicó apunte ese día: La excusa.

Escrito por: ortiz.2009/01/28 06:00:00 GMT+1
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2009/01/27 06:00:00 GMT+1

Rouco vuelve al ataque

Antonio María Rouco, cardenal de Madrid, no frecuenta la Biblia. De recalar de vez en cuando en los libros del Antiguo Testamento, sabría que de ese Dios en el que dice que cree pueden asegurarse muchas cosas, pero no, como ha escrito en su última homilía, que sea “fuente de consuelo y de libertad” y “luz para apreciar con justeza la bondad y la belleza del mundo”. Más bien todo lo contrario: es difícil imaginar un ente de ficción más antipático y vengativo y –ya de paso– machista, belicoso y destructivo que el pintado en las Viejas Escrituras.

Decía Woody Allen que escuchar la música de Wagner incita a invadir Polonia. De modo similar, leer al profeta Jeremías produce el deseo irreprimible de bombardear Gaza.

A Rouco le preocupa que se utilicen “espacios públicos” –los autobuses– “para hablar mal de Dios”. ¡A qué extremos puede llevar el subjetivismo! En primer lugar, nadie habla mal de Dios. Un agnóstico no puede hacerlo. Nadie habla mal de lo que tiene por inexistente. Jamás se me ocurriría denigrar a los venusianos. Otra cosa sería criticar a alguien que nos exigiera sumisión a los venusianos. En segundo lugar: quien utiliza en España “espacios públicos” para hacer proselitismo –no sólo gratis, sino incluso subvencionado– es la Iglesia católica, que tiene a su disposición la radiotelevisión pública para darnos la murga a diario con sus peculiares creencias.

Me he referido antes a ese Dios en el que Rouco “dice que cree”. Era devolución de su gentileza: en su homilía él mencionó a quienes “dicen que no creen” en Dios. Si él desconfía de la sinceridad de los agnósticos, ¿por qué habríamos de tomarnos nosotros en serio sus supuestas creencias, que tanto le rentan?

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (27 de enero de 2009).

Escrito por: ortiz.2009/01/27 06:00:00 GMT+1
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2009/01/26 06:00:00 GMT+1

Edgar A. Poe y el surrealismo

Se ha cumplido el centenario del nacimiento de Edgar Allan Poe y, a fuerza de oír hablar sobre él y su fantástica obra, me ha venido a la memoria un episodio, entre cómico y surrealista, que me tocó vivir más o menos por estas mismas fechas, sólo que hace 40 años.

Había sido detenido en aquellos días por la policía política de Franco –para variar– y pasaba las horas dormitando en el calabozo del Gobierno Civil de Guipúzcoa, entre interrogatorio e interrogatorio, bofetón y bofetón.

Una noche, y para mi estupor, se me presentó un agente que, en tono muy amable, me dijo que sabía que yo tenía conocimientos de poesía y que estaría encantado si echaba un vistazo a unos poemas suyos.

Me pasó como a los bancos de ahora: no daba crédito.

Le pedí que me dejara leerlos. Sus poemas, todos dedicados a su novia, eran afrentosos. Le fui señalando con mucho tacto los errores de métrica, de ritmo y de rima en los que había incurrido, y le animé a que estudiara algo de preceptiva literaria. Admitió las críticas de buen grado y, al acabar, se ofreció: “¿Puedo hacer algo por ti?”. “Tráeme un libro”, le contesté. Al cabo de un par de horas, volvió a bajar al calabozo y me pasó un pequeño volumen. “Es lo único que he encontrado”, me dijo. Eran los “Cuentos extraordinarios” de Poe. ¡Relatos de terror para leer en una mazmorra!

Los devoré. Y me quedé fascinado. Los recuerdo como si los acabara de leer. “El péndulo de la muerte”, con la Inquisición Española como protagonista, me conmovió de modo muy particular, dadas las circunstancias en las que me encontraba.

Descubrí a Poe. Seguí leyéndolo luego, ya medio libre, con pasión.

Está claro que Dios escribe derecho con líneas torcidas.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (26 de enero de 2009). También publicó apunte ese día: El vendaval.

Escrito por: ortiz.2009/01/26 06:00:00 GMT+1
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2009/01/25 07:15:00 GMT+1

La gripe, a pelo y sin cama

Contraer una fuerte gripe y pasar los días solo en casa representa, al menos en Madrid, no una enfermedad, sino una cadena completa de padecimientos.

“Ya sabes cómo son estas cosas”, te dice tu amigo médico. “Asúmelo con resignación, toma paracetamol, bebe mucho líquido, métete en la cama… y a sudar. Aprovecha y duerme todo lo que puedas”.

La receta, por sensata que parezca, es de imposible cumplimiento, salvo en lo que se refiere al paracetamol.

Lo asevero apoyándome en un sólido conocimiento empírico, adquirido a lo largo de los últimos diez días. Griposo hasta decir basta, traté de hacer caso al consejo médico. “Venga, Javier: ¡a la cama y a dormir sin parar!”, me dije al principio.

Iluso. Todas las mañanas, así que me tumbaba, sonaba el teléfono. Alguien quería hacerme partícipe de las ventajas sin par de una empresa de telefonía. Diez minutos después, nuevo telefonazo, esta vez para informarme sobre un ADSL, o sobre un cupo de llamadas gratis. A la media hora, un SMS para anunciarme lo mucho que mi operador quiere premiar mi fidelidad. Y así todo el rato.

Claro que cabe desconectar los teléfonos (el fijo y el móvil), pero yo no puedo permitírmelo, por razones laborales. He de estar localizable.

A esto hay que añadir el telefonillo del portal, que tampoco puedo desdeñar, porque recibo por correo postal y por mensajería bastantes cosas que necesito. Pero la mayor parte de las veces me topo con un: “Correo comercial, ¿me abre?”. O bien: “Puri, que soy Nati, ábreme”. “Aquí no hay ninguna Puri”. “Ay, perdone”.

Resultado: tras pasar dos días levantándome y metiéndome en la cama sin parar, opté por quedarme sentado a la espera del siguiente timbrazo. Menos trajín.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (25 de enero de 2009).

Escrito por: ortiz.2009/01/25 07:15:00 GMT+1
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2009/01/24 06:30:00 GMT+1

Garzón y su fervor escénico

Comprendo que Baltasar Garzón no apoye la huelga de los jueces. Aunque su entusiasmo laboral sea más bien limitado (nadie puede acudir a tanto sarao urbi et orbi y tener los codos sobre la mesa hora tras hora), a lo que es incapaz de renunciar es a figurar en las portadas de los diarios y en las imágenes de la tele. Su pulsión de protagonismo es más fuerte que él.

Ayer volvió a demostrarlo.

Dicen que su nueva redada nocturna contra la izquierda abertzale –a la que acudió en persona, cómo no– tiene dos razones de ser. De un lado, pretendería abortar un intento de reconstitución de la Mesa Nacional de HB, Batasuna, EH, EHAK, ANV o como quiera hacerse llamar en el futuro ese tinglado. Del otro, buscaría recabar información sobre los planes de la izquierda abertzale para presentar una candidatura a las próximas elecciones vascas.

El segundo objetivo es absurdo. Ya hay abierta una investigación sobre ese particular, y las diversas policías (porque no faltan: Policía Nacional, Guardia Civil, Ertzaintza) están pasando toda la información disponible a la Fiscalía del Tribunal Supremo. Con bastante antelación, incluso, porque aún no se ha presentado ninguna candidatura, de modo que no parece fácil actuar judicialmente contra algo que no puede ser delito, porque no se ha cometido.

Lo primero es también dudoso, por razones parejas. ¿Es delictivo pretender que una corriente social tenga una representación política y hay que encarcelar a quienes traten de promoverla, incluso antes de que hayan anunciado sus propósitos?

Pero lo más revelador es que la redada se haya montado pocas horas antes de la presentación de las listas electorales. ¡Que por escenografía no quede!

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de enero de 2009). También publicó apunte ese día: Tres años de blog.

Escrito por: ortiz.2009/01/24 06:30:00 GMT+1
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2009/01/23 06:15:00 GMT+1

La información es poder

Cuando oí declarar a los portavoces del PP que contaban con ideas innovadoras para luchar contra el paro, jamás imaginé que entre ellas ocupara un lugar preferente el desarrollo intensivo del sector del espionaje político. Por lo que se va conociendo, cada uno de los líderes del PP (sobre todo de Madrid, aunque no haya que descartar la metástasis) lleva por detrás un puñado de espías dedicados a controlar adónde va y con quién se ve, sea en público o en privado.

Suele decirse que la información es poder. El axioma tiene varias interpretaciones, pero todas igualmente válidas. No sólo es aplicable al conocimiento de los elementos objetivos de tal o cual aspecto de la realidad, sino también al control de los entresijos ocultos de quienes ejercen de rivales en una u otra pugna. Es muy importante saber qué pretenden bajo capa, con quién negocian subrepticiamente, de qué medios disponen digan lo que digan… y, ya de paso, todas sus debilidades inconfesables: con quiénes mantienen relaciones sexuales no reconocidas, si se dejan en las mesas de juego los dineros de los que carecen, si engañan a la Hacienda pública, si viajan a Suiza con mosqueante frecuencia, etc.

Esto de los seguimientos, las escuchas, los informes y los dossiers es más viejo que la pana. Han recurrido a ellos desde los tiranos romanos hasta los mandamases soviéticos, británicos y estadounidenses del pasado más reciente. Aquí hemos tenido curiosos representantes del fenómeno (a escala, por supuesto). Durante los ochenta, Alfonso Guerra no paraba de recopilar información confidencial sobre tirios y troyanos, aunque él mismo ejerciera de troyano.

Miradlo desde ese punto de vista: crean puestos de trabajo.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (23 de enero de 2009).

Escrito por: ortiz.2009/01/23 06:15:00 GMT+1
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2009/01/22 06:30:00 GMT+1

El humo ciega sus ojos

Hay una canción tradicional inglesa titulada John Barleycorn, típica en el repertorio de los folcloristas británicos, que ridiculiza los intentos que realizaron en tiempos pretéritos las autoridades de la isla para acabar con la producción y el consumo de bebidas alcohólicas. Basta con dar hoy en día un paseo por cualquier ciudad de Gran Bretaña para constatar el éxito que tuvieron: nulo. Muchísimos ingleses beben como cosacos, empezando por la más alta realeza, que se las trae.

Los gobernantes británicos se declaran ahora satisfechos porque las medidas prohibicionistas que han tomado en contra del consumo de tabaco están obteniendo algunos resultados positivos. No suelen mencionar que, en compensación por el descenso del fumeque, se ha producido un auge nada desdeñable del trinque, dicho sea en plan cheli. Es como si las drogas funcionaran mediante vasos comunicantes.

España es diferente. Desde que se aprobó la ley antitabaco, a comienzos de 2006, la venta de cigarrillos no ha hecho más que aumentar. De hecho, a partir de 2006 se cortó la tendencia descendente que se había iniciado en 2004 y comenzó a  repuntar con fuerza.

Prohibir es fácil: se hace una ley, y a correr. Cambiar hábitos sociales es harina de otro costal. Requiere, además, partir de la constatación histórica de que ninguna sociedad ha funcionado nunca sin drogas. Si no son unas, son otras.

Yo no fumo, pero cada vez me parecen más formalistas las normas que se han elaborado para no mejorar finalmente casi nada, salvo la almidonada imagen de sus impulsores.

Me molesta el humo del tabaco, sí. Pero muchas otras cosas me parecen aún más nocivas (el capitalismo, por ejemplo) y nos obligan a soportarlas.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (22 de enero de 2009).

Escrito por: ortiz.2009/01/22 06:30:00 GMT+1
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2009/01/21 06:00:00 GMT+1

Una moral a la medida

Los principales partidos políticos de la Comunidad Autónoma Vasca están dando por sentado, como cuestión de principio, que es obligatorio romper toda relación con aquellos electos municipales que no condenen los asesinatos políticos.

Es un planteamiento que me suscita un problema de lógica. Doy por supuesto que matar, cuando no se está en guerra declarada o cuando se hace sin respetar las leyes de la guerra –asesinando civiles, por ejemplo–, representa una violación de los derechos humanos que merece el mayor repudio.

Ahora bien: si se trata de derechos humanos, abarcan a la totalidad de la Humanidad, no sólo a la población de un área geográfica limitada. ¿Es obligado condenar los asesinatos políticos cometidos en Azpeitia o en Sevilla, pero no hay ningún problema si el silencio se guarda cuando los crímenes se perpetran en México, en Colombia, en China, en el Sáhara, en Arabia Saudí o en Gaza?

Algunos de los partidos que defienden en Euskadi esa actitud de exigencia absoluta de condena de los asesinatos locales mantienen relaciones fluidas –en algunos casos no sólo políticas, sino también económicas y hasta militares, por vías públicas o privadas– con responsables de crímenes execrables, documentados por  organizaciones internacionales solventes e independientes.

No sólo se relacionan con ellos. Incluso los agasajan.

Las preguntas son obvias: ¿estamos hablando de derechos humanos o de derechos de uso exclusivamente interno? ¿Tiene fronteras la ética? ¿Está bien codearse no ya con cómplices de los asesinos, sino con los propios asesinos, siempre que nos pillen de lejos y ofrezcan negocios rentables?

Para mí que hay muchos políticos que visten una moral a la medida.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (21 de enero de 2009).

Escrito por: ortiz.2009/01/21 06:00:00 GMT+1
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2009/01/20 06:00:00 GMT+1

Los 100 días de Barack Obama

Pretende el tópico que a todo nuevo gobernante hay que concederle 100 días de tregua antes de juzgarlo. Nunca he sabido muy bien por qué. Si se trata de evaluar el conjunto de su labor, 100 días es un plazo realmente muy exiguo. En cambio, no veo qué necesidad hay de esperar 100 días para aplaudir o criticar tal o cual afirmación o ésta o aquella medida concreta de gobierno.

Barack Obama asume hoy el cargo de presidente de la primera potencia mundial. Horas antes de poner la palma de su mano encima de la Biblia para formular el solemne juramento (por cierto: qué vicio tienen en EE.UU. de meter la religión hasta en la sopa), ya ha conseguido mosquearme.

Adoptando un aire entre beatífico y perdonavidas, el nuevo presidente ha asegurado que siempre ha considerado que su antecesor, George W. Bush, es “una buena persona”. ¿Cómo interpretar tan estrafalaria afirmación? ¿Será que el exsenador de Illinois tiene averiadas las neuronas que permiten detectar a los tipos sin entrañas, capaces de declarar guerras por su cuenta y matar a mansalva pretextando motivos falsos? ¿O será que a él tampoco le importa lo más mínimo decir lo que sea, por manifiestamente falso que resulte, si entiende que eso mejora su imagen?

Ambas hipótesis resultan francamente inquietantes. A cual peor.

De todos modos, no me opongo a que nos lo tomemos con calma. Me parece bien que volvamos a hablar del nuevo presidente de los EE.UU. dentro de 100 días. Veremos qué opinan para entonces las gentes de buena voluntad que ahora miran embelesadas su llegada a la Casa Blanca, como si fuera la ascensión a los cielos del anti-Bush.

No 100 días: vamos a tener bastantes años para hacer balances y más balances.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (20 de enero de 2009). También publicó apunte ese día: La cuenta atrás.

Escrito por: ortiz.2009/01/20 06:00:00 GMT+1
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