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2008/03/26 05:30:00 GMT+1

No nos hagáis caso

Una persona bastante enterada de los entresijos de la política vasca –me da que a veces bastante más enterada de lo que ella misma quisiera– me hacía no hace mucho, con la sonrisa en los labios, una confidencia sobre Txeroki, al que los expertos de la prensa madrileña consideran el máximo cabecilla del terrorismo vasco. “Gente de ETA me ha asegurado que el seudónimo de Txeroki no corresponde a nadie, personalmente”, me dijo.

“¿Como Artapalo?”, le pregunté.

“Exacto”, respondió.

Artapalo fue un nombre de guerra colectivo del que la dirección de ETA se sirvió durante un tiempo. Artapalo eran todos ellos y ninguno de ellos en concreto.

Yo comprendo que hay gente que tiene que escribir y hablar sobre el nacionalismo vasco, sobre Euskadi y sobre ETA casi todos los días, porque ejerce en los medios capitalinos de vascóloga y etóloga profesional y ha de ganarse el sustento, pero la verdad es que, como se trata de comentaristas que lo poco que saben está tan contaminado que debería ser más competencia de Medio Ambiente que de Interior, sueltan lo que sea, incluyendo los absurdos mayores. Más responsabilidad que ellos tienen los jetas que los jalean sabiendo que no saben nada, aunque traten de ocultarlo.

Hacedme caso: no nos hagáis caso. Los menos perversos, si es que queda de eso en los medios de comunicación, somos los vascos socráticos –curiosa mezcla– que reconocemos modestamente que en realidad no sabemos casi nada, porque todo es demasiado fluido, demasiado improvisado, demasiado casual, demasiado impredecible.

Bueno: todo no. Nos consta que muchas de las cosas que se dan por hechas en los medios capitalinos son mentira. He mentado lo de Txeroki y Artapalo a modo de ejemplo, pero podría proporcionar muchas más muestras. ¿Sabíais que Arzalluz nunca presumió del RH negativo de la sangre de los vascos? Entre otras cosas porque él tiene el RH positivo y nunca lo ha ocultado.

No como yo, que lo tengo negativo porque mis antepasados fueron, dicho sea en orden disperso, del Roselló, de Haro, de Ourense y de Graná.

Se cuentan tantas mentiras que da pena.

No por quienes las dicen, sino por quienes se las toman en serio.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (26 de marzo de 2008).

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2008/03/25 05:30:00 GMT+1

No hay culpas colectivas

“Y entonces el pueblo respondió a Pilatos: ‘¡Caiga la sangre de este hombre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!’”.

Me vino al recuerdo hace pocos días este tan desagradable pasaje evangélico por motivos en nada relacionados con la Semana Santa, sino –por paradójico que parezca–  por la visita de la primera ministra de Alemania al Parlamento israelí.

La señora Merkel afirmó allí que el pueblo alemán siente vergüenza por la persecución hitleriana de los hebreos. ¿Y por qué habría de ser así, si así fuera? La culpa de los crímenes que los nazis cometieron contra los judíos –y los gitanos, y los comunistas, y los homosexuales… y los guerniqueses, sin ir más lejos– no recae también sobre sus hijos, y los hijos de sus hijos, y los hijos de los hijos de sus hijos, por muy otra que fuera la torva concepción hereditaria del mal que tuvieran los judíos congregados ante Pilatos, según San Mateo.

Uno puede sentir repugnancia por las ignominias cometidas ahora o ayer por otros miembros de la especie humana, pero vergüenza ¿a cuento de qué? Cada cual es responsable de sus actos; no de los ajenos, vecinos o ancestros.

Supongo que Angela Merkel no fue consciente de ello, pero su discurso demostró que corre por sus neuronas el veneno del nacionalismo alemán. Cree que el colectivo humano englobado actualmente por la expresión “pueblo alemán” ha heredado algo de la responsabilidad achacable a la banda de asesinos que capitaneó por sus pagos un austríaco delirante hace 70 años.

No resulta nada tranquilizador que sienta así. Porque el sentimiento de culpa nacional es el reverso exacto del sentimiento de exaltación nacional. Del mismo modo que el negativo de una fotografía es la propia fotografía.

Es como cuando algunos amigos latinoamericanos nos reprochan lo que hicimos en América hace cuatro o cinco siglos. ¿Lo que hicimos? ¿Quiénes? Yo no he hecho nada allí, y menos hace tanto tiempo.

Ni tenemos por qué avergonzarnos de Hernán Cortés y Francisco Pizarro ni por qué enorgullecernos de Fray Bartolomé de las Casas. Asumamos aquello de lo que somos directamente responsables, uno por uno, aquí y ahora.

Que no es poco, por cierto.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (25 de marzo de 2008).

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2008/03/24 07:30:00 GMT+1

La impotencia de Dios

No estaba demasiado predispuesto el viernes pasado para someterme a una sesión de adoctrinamiento religioso, más que nada porque me había cansado buscando con una mano una emisora que no me hablara de devociones y procesiones mientras trataba de fijar con la otra el punto preciso de cocción de unos calamares en su tinta.

En ésas estaba cuando me topé con un sermón del obispo emérito de Pamplona, al que llamaron “de las siete palabras” con obvia falsedad, como demostró su duración.

El obispo, que parecía bastante enfadado (en algo teníamos que coincidir), dedicó el grueso de su mitin a poner a Jesucristo como ejemplo del buen morir. “Sin cuidados paliativos”, dijo varias veces, por si alguien se despistaba y no le pillaba la intención.

Ya me hago cargo de que mi vocación cartesiana casa mal con la metafísica teologal, pero, puesto que el obispo emérito parecía apelar a mi raciocinio, me puse a razonar. Y me pregunté bastantes cosas (sin perder de vista los calamares, claro). Por ejemplo: ¿cómo sabe este obispo que Jesucristo, si es que existió y murió como su iglesia pretende, sufrió mucho? ¿No se da cuenta de que era Dios, y que eso lo condiciona todo? Podía modular a voluntad el grado de su sufrimiento. Otrosí: ¿es lícito juzgar su comportamiento como si fuera un hombre cualquiera y no un ente que sabía que podía morir y resucitar todas las veces que le diera la gana? Además, siendo Dios y pudiendo elegir no morir, ¿en qué medida su decisión de avenirse a la crucifixión no tuvo su tanto de suicidio, por más que supiera que no podía morir, porque era (es) eterno? Y, ya por concluir (aunque podría seguir hasta el infinito con esta colección de contrasentidos conceptuales), ¿qué clase de cuidados paliativos necesita quien sólo sufre lo que él mismo elige sufrir?

Hacen trampa. Quien ha decidido creer en lo sobrenatural debe atenerse a lo específico del universo mental que ha elegido: no puede pretender que Dios escapa a nuestras leyes físicas y, a la vez, antropomorfizarlo cuando le peta.

Por resumirme: si Dios existiera, no sería todopoderoso. Al menos de una cosa carecería: sería incapaz de no ser Dios.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de marzo de 2008).

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2008/03/23 05:30:00 GMT+1

El PP, amigo del PSOE

Escribí hace unos días que la existencia del PP es un regalo para el PSOE. Algunos lectores me han reprochado lo que les pareció una exageración, casi una boutade. Pero no. Me limité a constatar una evidencia. 

El PP aporta grandes ventajas al PSOE.

En primer lugar, unifica a las derechas, a todas las derechas, lo que facilita mucho la creación del espantajo: es la encarnación de la derecha, es decir, del mal malísimo cuyo advenimiento todo aquel que se considere de izquierda debe evitar, a costa de lo que sea, incluyendo el sacrificio de sus propias convicciones.

En segundo lugar, puesto que el PP es la derecha, el PSOE se transforma, por definición, en la izquierda. Si el PP monopoliza un extremo, a su oponente le toca ocupar el contrario. De tal guisa, Zapatero no tiene por qué demostrar con sus actos que es de izquierdas. Si la derecha se le opone, ¿qué otra cosa podría ser él?

En tercer lugar, si el PSOE sintetiza a la única izquierda con entidad para oponerse eficazmente a la derecha, ¿qué podrían pintar otras presuntas izquierdas, incapacitadas para derrotar a la derecha?

Felipe González se dio cuenta desde su primera investidura de lo bien que le venía institucionalizar a una derecha como la que representaba entonces AP, luego reconvertida en PP. Nombró a Manuel Fraga “jefe de la oposición”, cargo que no sólo no estaba previsto –y sigue sin estarlo– en la Constitución Española, sino que se pega de patadas con nuestro régimen parlamentario, en el que hay tantas oposiciones, en principio, como partidos ajenos al Gobierno.

¿Cómo iba a ejercer Fraga de jefe de la oposición nacionalista vasca, o de la catalana, o incluso de la canaria? Mandaba sobre los suyos, y no siempre. Pero convirtiendo al carnicero de Montejurra en “jefe de la oposición”, aplaudiendo su egolatría atropellada, petulante y toscamente provinciana, González sentó las bases del bipartidismo que ahora, ya con otros protagonistas, se expande a plena satisfacción de los unos y los otros.

Al PSOE le viene muy bien el PP. Jamás le criticará por lo que realmente merece ser criticado. Con enemigos así, uno no necesita amigos para nada.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (23 de marzo de 2008).

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2008/03/22 05:30:00 GMT+1

Día de asueto

Hoy hay un lío de ésos de que aquí sale el periódico, pero allí no, o al revés, que nunca me aclaro del todo. Sólo sé que me ha tocado escribir dos columnas para tres días, y como no es cosa de repetir una de las tres, ayer metí una y meteré otra mañana, y lo de hoy lo dejo en blanco, aprovechando para resucitar los Apuntes del Natural y hacer uno.

Hasta mañana.

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2008/03/21 09:20:00 GMT+1

Las cimas de China

En el Tíbet hay un problema. Bueno, supongo que hay muchos, como en todas partes, pero hay uno del que se habla más. Desde hace decenios.

En China –en todas las Chinas que yo recuerde, desde la del generalísimo Chiang Kaisheck hasta la de ahora, pasando por la de Mao Zedong–, las nacionalidades minoritarias, sobre todo las menos asimilables (las más distintas), lo han tenido siempre muy crudo. Las autoridades de Beijing, conscientes de gobernar algo que se parece mucho más a un continente que a una nación, se han mostrado implacables desde tiempo ha no sólo con los separatismos, sino incluso con los autonomismos menos folclóricos. No digamos con el autonomismo-separatismo tibetano que, curiosamente, se reafirma lanzando consignas en inglés (vean las pinturas y pancartas de los manifestantes: “Free Tibet!”, rezan), para mejor mostrar su hostilidad hacia el imperialismo… chino.

Que los tibetanos y tibetanas protesten contra la ocupación china me parece que está en el orden más natural de las cosas que imaginarse quepa. Que Occidente preste atención a su revuelta, y que ésta se produzca precisamente ahora, en vísperas de los Juegos Olímpicos, me temo que son circunstancias mucho menos naturales.

Siento una aversión profunda hacia el régimen de Beijing, al que me cuesta encontrar algún aspecto positivo. Su Guiness en materia de ejecuciones públicas, tomadas como regocijante espectáculo de masas, me da ganas de vomitar. Es un asco.

Pero tampoco me chupo el dedo. Constato que las grandes potencias occidentales miran con una mezcla de codicia y de creciente pánico la potencia incontenible con que emerge el voraz capitalismo de partido único de la República Popular.

El eco que los grandes medios de comunicación occidentales están dando a las protestas tibetanas es un modo de decir a los gerifaltes chinos que también tienen sus puntos débiles, eventualmente explotables.

Por supuesto que lo que sucede en el Tíbet es injusto. Pero los poderosos sólo resaltan las injusticias que les interesan.

Injusticias hay a miles, por todo el mundo. Sólo se comentan las que convienen a quienes deciden qué es lo que hay que comentar.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (21 de marzo de 2008).

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2008/03/20 07:00:00 GMT+1

El horror de grado 20

El Gobierno en funciones ha decidido enviar más tropas a Afganistán sin debatir antes el asunto en el Parlamento, como se había comprometido a hacer en casos así. Ha alegado razones de urgencia. La única urgencia militar en Afganistán de la que hayamos tenido noticia en las últimas semanas –la única novedad, dentro de aquel perfecto caos– tiene que ver con el nerviosismo de Washington, que quiere que sus socios de la OTAN le aporten aquello de lo que él más carece: tropas. O sea: eventual carne de cañón, por decirlo claramente.

En todo caso, ése es uno de los puntos que debería haberse debatido en el Congreso de los Diputados: si había urgencia o no, y quién la tenía, y por qué. Y, ya de paso, cómo puede ser que, después de tanto tiempo de ocupación militar de aquel mísero país, sus mujeres sigan igual de oprimidas y el comercio del opio florezca como en sus mejores tiempos.

Entretanto, un miembro de la Guardia llamada Civil (así denominada porque, como se sabe, es militar) resultó herido el pasado lunes en Metrovica cuando participaba con algunos colegas de la OTAN en una operación de desalojo de un edificio público ocupado por serbio-kosovares.

Esto es también fascinante.

En primer lugar, los militares-policías españoles, que supuestamente fueron enviados allí en misión de paz y de interposición, se involucran en una contienda civil, combatiendo a una de las partes. (Esto ya no es lo de “Si quieres la paz prepara la guerra”, sino, directamente, el “Haz la guerra y deja de liarme con tus filosofías”, que habría dicho el Caudillo).

En segundo lugar, el destacamento cívico-militar español participa armas en mano en la defensa de la independencia albano-kosovar, o sea, de una causa… ¡que el Gobierno de Madrid ha catalogado como injusta!

Estamos que no paramos de superarnos.

Una parte de mis amigos me dicen que vale, que de acuerdo, que todo eso es un desastre, pero que peor sería si el PP hubiera ganado las elecciones.

Seguro que la dirección del PSOE está encantada de que el PP exista. No hay nada mejor para que la gente dé por bueno un grado 20 de horror que la amenaza de que se le venga encima otro de grado 30.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (20 de marzo de 2008).

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2008/03/19 05:30:00 GMT+1

La fe mueve patrañas

Se dice que hay que condenar el pecado, pero no al pecador. Hoy me hallo en el extremo contrario, así que mentaré la beatería, pero no al beato.

Esto fue en una emisora provincial de la cadena Ser (de la Ser, no de la Cope) y aconteció el pasado sábado. Hablaba el encargado de las noticias locales sobre la Semana Santa con una señora a la que presentó como especialista en santidades semanales. El locutor afirmó, como quien constata una evidencia, que en la Semana Santa “todo es muy emotivo”. Ya lanzado, añadió que la emoción viene de suyo, “tengas o no tengas fe”. Establecido lo cual, su especialista adosada explicó que si colocas una palma bendita en el mirador de tu casa te asegurarás buena suerte por un año, y si metes una rama de laurel santificado entre el somier y el colchón de tu cama, con fe o sin ella, disfrutarás de toda suerte de venturas (no precisó si todas ellas en la cama. A saber.)

Qué singular país, éste nuestro. Según la Constitución, aquí ninguna religión es oficial, pero no paran de suceder cosas que prueban lo contrario. ¿Por qué las autoridades desfilan bajo palio en el Corpus Christi toledano? ¿Por qué el jefe del Estado español, no confesional (el Estado), hace no sé qué ofrenda anual al Apóstol Matamoros, julio sí julio también? ¿Por qué se autorizan por estas fechas comportamientos ilegales, como las autoflagelaciones públicas y otras muestras de exhibicionismo sacro-masoquista?

La palma, en todo caso se la llevan las Cofradías religiosas que propician indultos de presos con ocasión del Jueves Santo. ¿Qué carajo pinta una Cofradía católica interfiriendo en las labores del Ministerio de Justicia? O, mejor dicho: ¿qué carajo pinta el Consejo de Ministros tomándose en serio semejantes peticiones? Para el Gobierno laico español tanto deberían valer las demandas de la malagueña Cofradía católica de Jesús el Rico como las reclamaciones de la célula comunista de Jesús el Pobre, de Entrevías, Madrid. O sea, nada.

¿A cuento de qué nos mezclan las penas carcelarias con pasiones místicas, saetas, viacrucis, costaleros y penitentes? ¿Cuándo decidirán apartar ya de una vez de nosotros este cáliz?

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (19 de marzo de 2008).

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2008/03/18 05:30:00 GMT+1

Un lustro sin lustre

Hace cinco años, tal día como ayer, todos los periódicos reservaron los honores de sus portadas para una de las más famosas fotografías de la reciente Historia mundial: Tony Blair, George Bush y José María Aznar –éste protectoramente cogido del hombro por el texano– posando en las Azores ante las cámaras una vez acordado entre ellos el ultimátum que daban a Sadam Husein y a la ONU para que ambos se les rindieran sin condiciones.

Unos cuantos desgalichados afirmamos –me he divertido hurgando en las hemerotecas– que, si invadían Irak, Bush y sus perros falderos iban a meterse en un avispero de mil pares, del que tardarían mucho en escapar.

No era sólo una condena ética, sino también, y sobre todo, una valoración político-militar. Irak era un castillo de naipes, herencia envenenada del colonialismo británico, mantenido en dificilísimo equilibrio por la férrea dictadura de Sadam Husein.

Y van ellos y deciden entrar allí cual elefante en cacharrería.

Huelga decir que los agoreros no nos basábamos en datos de última hora, ni en las inspecciones internacionales a la búsqueda de armas de destrucción masiva, ni en las imágenes de los satélites espía, ni en nada de todo lo que la CIA decía que sabía. No sólo carecíamos de satélites espía, sino incluso de nuestros espías de siempre: mantenían a la prensa a raya.

Pero era de cajón.

Algunos nos miraron por encima del hombro: “¿De qué habláis? Va a ser pan comido. Un paseo”. Pero los críticos no estábamos hablando de una guerra convencional. No dudábamos de que el Ejército estadounidense fuera capaz de neutralizar sin demasiados problemas la resistencia de las Fuerzas Armadas del régimen baasista. Lo que decíamos es que ocupar un país no es tomar su capital. Que ésa es la parte menor. Controlar un Estado exige mucho más de todo. De tropas, de muchas tropas, para empezar. Y de eso los EE.UU. tienen poco, y a disgusto. Y los aliados de la OTAN, menos aún. Y más a disgusto todavía.

Washington debería saberlo desde hace mucho. Desde Corea, desde Vietnam. Pero la arrogancia ciega las entendederas hasta del más pintado.

No digamos si, además, tampoco es precisamente el más pintado.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (18 de marzo de 2008).

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2008/03/17 05:30:00 GMT+1

¿Un «hecho aislado»?

“Un hecho aislado”. Es la fórmula ritual a la que se acogen todos los clubes de fútbol cuando, en el curso de un partido celebrado en su estadio, algún espectador protagoniza una agresión, sea contra un jugador del equipo rival (ahí los porteros llevan siempre las de perder), sea contra el árbitro o contra un juez de línea, sea contra un seguidor del equipo contrario. Es la fórmula ritual a la que se ha apuntado la directiva del Real Betis Balompié para desentenderse de la agresión sufrida el sábado por el guardameta del Athletic Club de Bilbao.

¿“Un hecho aislado”?

Me recuerda el cabreo que pillaba Lázaro Carreter con los periodistas que se empeñaban en precisar que la noticia que relataban se produjo “en un momento concreto”. El autor de El dardo en la palabra objetaba, irónico: “Todo lo que ocurre en esta vida acontece ‘en un momento concreto’. Decir eso equivale a no decir nada”.

Pues lo mismo: todo hecho, en origen, surge aislado. Por definición. Es su análisis posterior el que nos lleva a catalogarlo como una rareza extravagante o a concederle relevancia social.

Las agresiones en los campos de fútbol no son rarezas extravagantes. Menos en Sevilla: recordemos las peleas de hace un año entre los directivos del Betis y el Sevilla. ¡Eso sí que es dar ejemplo!

Pero los demás estadios no son muy diferentes. La última vez que fui a un campo de fútbol –y era norteño– acabé hasta las narices de la zafiedad que puede exhibir alguna gente de aspecto normalísimo, pero que, inmersa en el presunto anonimato que confiere ser parte de una masa informe, se permite sacar lo peor que esconde en los abismos de su inconsciente racial, espontáneamente fascista.

Dejaré constancia de dos hechos curiosos, para acabar.

Primero: el agresor de Sevilla, cogido in fraganti, ha sido identificado por sus iniciales. ¡Cuánta delicadeza! Hay sitios donde te sacan con nombre y apellidos, como peligroso delincuente, antes siquiera de que esté claro si has cometido algún delito.

Segundo: un buen puñado de seguidores del Betis acudió a abuchear al árbitro por haber suspendido el partido. Supongo que se trataría de un montón de forofos aislados.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (17 de marzo de 2008).

Escrito por: ortiz.2008/03/17 05:30:00 GMT+1
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