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2008/10/11 06:00:00 GMT+2

Esto se hunde

Hace semanas que no oigo ninguna crónica de Bolsa en la que no se utilice el término “volatilidad”. Para estas alturas, la volatilidad bursátil forma parte ya del inventario de los tópicos periodísticos de obligado cumplimiento, en dura competencia con las sequías pertinaces y los espectáculos dantescos. Se habla de “volatilidad” como mero eufemismo, para no decir descontrol o, más directamente, caos. Queda más técnico.

Dentro de la actual crisis financiera internacional (¿o debería escribir “turbulencias”, para parecer que sé más de economía?), se están produciendo fenómenos que llaman mucho la atención, por lo bien que reflejan el punto de la Historia en el que nos encontramos. Pongo por ejemplo el batacazo que estuvo a punto de darse hace dos semanas el Bank of East Asia, de Hong Kong, por culpa de una muy reiterada cadena de mensajes de móvil en los que se hacía correr la especie de que estaba a punto de quebrar. El pánico de los cuentacorrentistas ha sido siempre el coco de los bancos, porque ninguno tiene en caja, ni mucho menos, todo el dinero que le ha sido confiado. Lo nuevo es que en Hong Kong esta vez el pánico se desató vía SMS, en plan “Pásalo”. ¿Quién, por qué y para qué puso a rodar esa bola de nieve? ¿Algún enloquecido? ¿Un competidor malicioso? En todo caso, el hecho es nuevo: los teléfonos celulares sirven también como multiplicadores de bulos anónimos con graves repercusiones financieras.

Me ha resultado no menos curioso saber que “el tsunami financiero” (otro topicazo al uso) está poniendo en peligro también el mundo del fútbol profesional. Los clubes ingleses, hasta hace poco tan espléndidos, están angustiados, porque viven de perpetuos tejemanejes bancarios y los bancos han empezado a cortar el grifo. En España la LFP dice que no hay problema, porque el fútbol se alimenta de las retransmisiones televisadas. ¿De qué retransmisiones? El llamado pago por visión está en las últimas. Entre lo mucho que se retransmite en abierto y el pastón que cuesta ver los partidos de pago, sólo se apuntan cuatro. Cuando no hay dinero, no hay dinero para nada.

Odio el alarmismo, pero para mí que esto se hunde.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (11 de octubre de 2008).

Escrito por: ortiz.2008/10/11 06:00:00 GMT+2
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2008/10/10 06:00:00 GMT+2

Esto es de coña

La frase más memorable que le recuerdo a Nicolás Redondo Urbieta, el veterano exsecretario general de la UGT, fue una que masculló en una conferencia de prensa hace ya lo mismo un par de decenios. Dijo, con tono de cabreo: “¡Este país es de coña!”.

“Científico”, pensé para mí.

Tengo sobre mi mesa de trabajo dos recortes de prensa que no sé muy bien cómo abordar, porque lo mismo dan para reír que para llorar, pero que en todo caso reflejan hechos que están en la línea apuntada por Nicolás Redondo: son de coña.

Uno da cuenta de una encuesta realizada a través de Internet por el Ayuntamiento de Elda, en Alicante, para recabar la opinión del vecindario con respecto a un importante proyecto urbanístico. El consistorio dio por clausurada la consulta, con resultados favorables a la costosa iniciativa, cuando llevaba recogidas… ¡18 opiniones!

Según los últimos datos disponibles, Elda tiene una población que supera los 55.000 habitantes. ¿Se cree alguien que sólo 18 de ellos tengan opinión sobre un macroproyecto que incluye, entre otras cosas, el derribo del estadio y de la plaza de toros? El Ayuntamiento de Elda ha inventado una nueva modalidad de encuestas: las clandestinas.

El otro recorte de periódico que tengo delante informa de que la Unión Europea investiga la situación de más de 250 urbanizaciones españolas que carecen de agua y que han sido construidas o están en construcción, con los debidos permisos oficiales, pese a los informes desfavorables de las respectivas confederaciones hidrográficas. No es que no tengan agua por falta de cañerías, sino por falta de agua. Casi todas ellas se sitúan entre Valencia y Murcia. Las de la Comunidad Valenciana, según la UE, representan la tontería de unas 200.000 viviendas. Cerca de un millón de personas afectadas.

¿Qué clase de autoridades dan el visto bueno a la construcción de urbanizaciones que, por no tener, ni cuentan con agua corriente ni tienen perspectiva de que se la suministren en un plazo razonable? Pues eso: autoridades de coña.

Lo que probablemente no resulte tan de coña será –me malicio– la cuenta corriente de bastantes de los implicados en esas decisiones.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (10 de octubre de 2008).

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2008/10/09 06:00:00 GMT+2

Los capitalistas colectivos

Hace meses, cuando aún la actual crisis financiera no hacía sino empezar a asomar, argumenté en un debate público las ventajas que podría aportar la estatalización o, al menos, una muy estricta intervención estatal del sistema financiero, a la vista de los graves y muy evidentes riesgos que estaba asumiendo. Planteada la polémica, un reputado catedrático me respondió, con el tono condescendiente que se utiliza para reprender a los legos, que ese tipo de ideas “de socialismo rancio” no pintan nada en el mundo de hoy y añadió, irónico, que, si se aplicaran, él emprendería el camino del exilio. (Por cierto: tengo que enterarme de dónde vive ahora.) Le recordé que François Mitterrand, poco sospechoso de izquierdismo radical, ganó sus primeras elecciones presidenciales llevando en su programa la nacionalización de la Banca, a la que luego renunció, porque se rajó, como tantas veces a lo largo de su trayectoria política.

Lo que propuse en aquel debate no tenía nada que ver con el socialismo. Básicamente porque, para que una estatalización sea socialista, la primera condición que se requiere es que el Estado sea socialista. Yo partía del presupuesto, muy distinto, de que “el Estado es el capitalista colectivo”, según la incisiva definición de Karl Marx, y de que, precisamente por serlo, puede actuar en función de los intereses del conjunto del sistema, resistiendo a las ambiciones desaforadas de tales o cuales capitalistas concretos.

Es eso, dicho en pocas palabras, lo que están haciendo ahora todos los gobiernos del Primer Mundo ante la presente crisis: asumir su papel de capitalistas colectivos y acudir en auxilio del sistema en su conjunto, para tapar las aparatosas vías de agua abiertas por los excesos de algunos imprudentes.

Los hay que ven esas actuaciones gubernamentales como paradójicas. Creen que la regulación estatal de la economía es exclusiva del socialismo. Dan por hecho que el capitalismo es neoliberal por definición. Pero desde el New Deal de Franklin D. Roosevelt –y desde Keynes– sabemos que el capitalismo puede seguir vías muy diversas, cuando le conviene. Y ahora le conviene muchísimo.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (9 de octubre de 2008).

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2008/10/08 06:00:00 GMT+2

La Italia de Berlusconi

Leo unas declaraciones del portero del AC Milan Christian Abbiati (que, por cierto, pasó una temporada jugando en el Atlético de Madrid). “Hago míos”, dice, “algunos valores del fascismo: la patria, el orden social, el respeto por la religión católica. No comparto sus errores (…), pero basta de considerar el fascismo como un tema tabú”. Abbiati está en la línea de Paolo Di Canio, que se hizo célebre por festejar un gol haciendo el saludo mussoliniano.

La propia frase revela la hipocresía de Abbiati. El fascismo nunca ha sido en Italia un tema tabú. De hecho, se ha hablado y escrito muchísimo sobre él. Lo que durante decenios ha estado mal visto allí por la gran mayoría no es “el tema del fascismo”, sino ser fascista.

Y eso es precisamente lo que está cambiando. Se está produciendo en Italia una galopante recuperación de lo que el guardameta del Milan llama “valores del fascismo”, que conllevan una concepción excluyente y atrincherada de la nación (del Estado, más bien) y una defensa de la disciplina social conforme al modelo de la vieja derecha intolerante.

No son preferencias meramente ideológicas sobre las que divagar con los amigos tomando un ristretto en la terraza de una cafetería, sino opciones que están teniendo ya expresiones prácticas muy graves. La persecución de los gitanos y las normas legales de tufo xenófobo constituyen el lado más visible de esa corriente, pero a ello hay que añadir los malos tratos policiales y las agresiones a personas de aspecto distinto perpetradas por fanáticos más o menos organizados: quema de chabolas y palizas a inmigrantes (o a italianos tomados por inmigrantes), a veces con resultado de muerte.

“¡Ese Berlusconi!”, sentencian algunos. ¿Ese Berlusconi? El primer ministro italiano nos podrá parecer a muchos un histrión de opereta y un corrupto, pero convendrá que recordemos que no ocupa ese sillón porque le haya tocado en una tómbola. Lo ha logrado gracias al voto de sus conciudadanos. Berlusconi no es sólo un espécimen humanoide más o menos grotesco; es también, por desgracia, un fenómeno social.

Así es como están las cosas. Y no sólo en Italia, ni mucho menos.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (8 de octubre de 2008). También publicó apunte ese día: Ekaizer.

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2008/10/07 06:00:00 GMT+2

Los amigos terroristas

Lo que más me preocupa de la candidata republicana a la Vicepresidencia de los EE.UU., Sarah Palin, es que siento por ella una profunda aversión.

Me explico. Yo no soy supersticioso y tampoco me tengo por gafe, pero he acumulado experiencia, y la experiencia me ha demostrado que basta que alguien con ínfulas políticas me caiga rematadamente mal para que triunfe. No puedo evitar el temor de que mi repelús por Palin sea augurio de victoria republicana en las próximas elecciones estadounidenses.

La última salida de pata de banco de esta carca redomada ya la conocen ustedes: basándose en una información de The New York Times descaradamente malinterpretada, ha acusado a Barack Obama de haber tenido relaciones con terroristas. Se refiere a un posible contacto vecinal muy juvenil del ahora aspirante demócrata a la Presidencia de los EE.UU. con el fundador de un grupo de activistas violentos tirando a psicodélicos, los Weathermen, que cometieron algunos atentados durante la Guerra de Vietnam, aunque nunca hirieron a nadie.

Es realmente irritante que una acusación así pueda ser formulada por una dirigente del Partido Republicano, que ha nutrido a su país de presidentes responsables de haber estado en colusión con terroristas de toda suerte. Un ejemplo llamativo, aunque sea sólo uno entre otros muchos: Ronald Reagan proporcionó protección, adiestramiento y grandes sumas de dinero a las huestes de Osama Bin Laden para que éste fomentara la actividad guerrillera antisoviética en Afganistán entre 1981 y 1989. No me consta que el jefe de Sarah Palin, el muy veterano John McCain, que ya ejercía cargos de representación pública por aquella época, denunciara nunca a Reagan por “juntarse con terroristas”. Me da que nunca lo hizo. Tampoco parece que objetara nada a Bush Sr. cuando abasteció de armas a Sadam Husein para que atacara a Irán mientras gaseaba a los kurdos.

El problema es que la mayor parte de la ciudadanía tiene muy mala memoria, en Illinois y en París, en Valparaíso, en Gijón y en la Cochimbamba. O tal vez no sea que recuerde mal, sino que nunca se ha tomado el trabajo de informarse, ni del presente ni del pasado.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (7 de octubre de 2008).

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2008/10/06 06:00:00 GMT+2

El vudú matritense

Los comentaristas y políticos mejor asentados en la Villa y Corte (que unas veces son comentaristas políticos y otras políticos comentaristas, lo que tampoco viene a ser tan diferente) sienten una atracción irrefrenable por el vudú. Han descubierto que no hay nada como buscar en el solar de la política patria enemigos a los que pintar como enloquecidos fanáticos, para así movilizar mejor las energías nacionales y ganar enteros ante el electorado residente entre el Ebro y Gibraltar.

Hubo una época en la que el malo oficial era Xabier Arzalluz, del que podía decirse cualquier cosa, porque todo lo que se dijera era coreado con gran entusiasmo por los medios principales. Y se sacaba a relucir lo del árbol y las nueces, aunque él nunca hubiera utilizado esa imagen en relación con ETA, y se volvía hasta el aburrimiento a lo del RH, aunque el de Azkoitia hubiera insistido en que el RH negativo predominante entre los vascos lo único que demuestra es la tradicional endogamia de los que nacimos por aquellos andurriales.

Otro malo fetén al que asaetearon a conciencia fue Julio Anguita, “el califa”, el de “la pinza”, “el iluminado”… y sólo Alá sabe cuántas cosas más. Le hicieron la vida imposible, más que nada porque era –y sigue siendo– de izquierdas, pero a la vieja usanza, cuando las izquierdas eran de izquierdas.

Tras un breve interludio en el que se cebaron con Carod-Rovira, que también les dio bastante juego, ahora se han centrado en el lehendakari Ibarretxe, que les pone de los nervios, y más desde que se ha sabido que volverá a ser candidato a la Presidencia del Gobierno vasco en las próximas elecciones. A los unos les enferma por unas razones (dificultades para el pacto PNV-PSOE) y a otros por otras (dificultades para el pacto PSOE-PP). Ibarretxe también es para ellos otro fanático, otro iluminado, otro visionario. Sencillamente porque defiende lo que piensa.

Los comentaristas y políticos mejor asentados en la Villa y Corte –regreso al inicio de estas líneas– parten del principio de que hacer política es acomodarse a lo que sea, a lo que haga falta para flotar. Y dan por hecho que quien no actúa así es que está loco.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (6 de octubre de 2008).

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2008/10/05 06:00:00 GMT+2

El portátil de Reyes

Cuentan que han aparecido sólidos indicios que llevan a concluir que las autoridades colombianas manipularon el ya famoso ordenador personal del guerrillero de las FARC Luis Edgar Devia Silva, conocido como Raúl Reyes, al que el ejército de Álvaro Uribe cazó literalmente en suelo ecuatoriano. Parece que los servicios especiales del Gobierno de Bogotá se las ingeniaron para meter en el disco duro del portátil del difunto guerrillero bastantes de los datos que luego aseguraron que habían encontrado en él.

Yo no estoy en condiciones de certificar nada, obviamente, pero me permito recordar que, cuando empezó a hablarse de ese ordenador y de sus espectaculares revelaciones, escribí en este mismo rincón de Público que nada de lo que se estaba difundiendo a los cuatro vientos, atribuyéndoselo a Raúl Reyes, podía considerarse de ningún modo fiable, porque el aparato en cuestión había estado durante varios días en manos de los militares y policías de Uribe, que podían haberlo manipulado a voluntad. Para que aquel artilugio pudiera ser tomado eventualmente como prueba de algo, debería haber sido puesto de inmediato bajo control judicial (cosa ni siquiera planteable, porque fue incautado en el curso de una incursión militar ilegal en un país extranjero).

El asunto estaba claro como la luz del día, pero fueron muchos, muchísimos, los medios de comunicación locales y foráneos que se pasaron días y más días dando la murga con las presuntas “revelaciones” del ordenador de Raúl Reyes: que si implicaban a Chávez, que si implicaban a Correa, que si a Evo Morales...

Y es que no hay nada como desear que una cosa sea verdad para darla por cierta. Hay medios de comunicación que forman parte de corporaciones económicas con tantos intereses en la zona que no dudan en coger cualquier rábano por las hojas, porque la verdad les importa exactamente eso: un rábano. Ya verán ustedes cuántos reportajes van a salir en esos medios sobre la manipulación del ordenador portátil de Raúl Reyes: ninguno.

Así será hasta que Uribe se convierta en otro de sus juguetes rotos. Entonces no pararán de restregarle por las narices su indecencia.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (5 de octubre de 2008).

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2008/10/04 08:00:00 GMT+2

El PP y la experiencia

Alguna vez he comentado la fastidiosa manía que tienen los dirigentes del PP de pontificar sobre lo que interesa o aburre a la ciudadanía, tomada en pleno, como si ellos tuvieran el control detallado de las mentes del conjunto de la población. Son especialistas en lanzar proclamas con pretensiones de unanimidad, que arrancan con muletillas del tipo “Ese es un asunto que no preocupa a nadie” o, por la vía opuesta, “Todos quisiéramos saber…”, etc. Me resulta molesto, más que nada porque, como casi siempre discrepo de lo que dicen, hacen que me sienta excluido, como si yo no formara parte ni de todos ni de nadie.

Ahora han recuperado, con Mariano Rajoy a la cabeza, otra murga topiquera a la que José María Aznar fue muy adicto en sus días de inquilino de la Moncloa. Consiste en oponer, como si fueran dos opciones incompatibles, la consideración del pasado y la planificación del futuro. Siendo jefe del Gobierno, Aznar dijo varias veces que él no estaba dispuesto a “conducir España mirando por el retrovisor”. Según se lo oí por primera vez, pensé: “A este hombre habría que retirarle el carné de conducir”. Todo conductor medianamente preparado interioriza el hábito de ojear cada poco los espejos retrovisores, por si acaso. Del mismo modo, todo político inteligente debe encarar el futuro sacando partido de las lecciones de lo ya sucedido.

“Ustedes están todo el tiempo mirando hacia el pasado, cuando lo que importa es el futuro”, reprocha ahora cada dos por tres Rajoy al Gobierno de Rodríguez Zapatero. En realidad, lo que le fastidia es que le recuerden cómo actuó el Gobierno del PP frente a las dificultades económicas que España hubo de encarar en su momento. Las repercutió sobre la franja más débil de la ciudadanía, como quedó claro con aquello que se conoció como “decretazo”, declarado inconstitucional algunos años después. (Hay otros asuntos pretéritos que Rajoy también preferiría que nadie evocara, más que nada para no incomodar a todos los carcamales franquistas que aún sigue albergando en su partido.)

Lo vivido aporta experiencia. Se dice que quien hizo un cesto hace ciento, y el PP ya ha hecho muchos cientos.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (4 de octubre de 2008).

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2008/10/03 06:00:00 GMT+2

Fabra, todo un ejemplo

Visto desde la distancia, el fenómeno que representa la permanencia en el cargo del presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, no es fácil de entender. ¿Por qué el PP cierra filas de manera tan cerril en defensa de un individuo al que no hay por dónde coger? Fabra es faltón y desagradable (recordemos con qué contundencia suele arremeter contra los oponentes que lo critican y contra los periodistas que le hacen preguntas incómodas), pero es, sobre todo, un político de fortuna tan problemática como nebulosa. Lo último que ha revelado la investigación judicial a la que está sometido es que entre 1999 y 2004 ingresó seis millones de euros de origen ignoto que olvidó consignar en su declaración de la renta. Se dice de él lo mismo que se decía del exalcalde marbellí Julián Muñoz: que se parece al aloe vera, porque cada dos por tres se le descubren nuevas propiedades. Sin embargo, la dirección del PP da la cara por él sin desfallecer, llenándolo de halagos.

Llegué a pensar que Fabra tenía a varios mandamases de Génova cogidos por salva sea la parte –y no descarto que así sea–, pero hay otros elementos de juicio que merecen consideración. Uno, bien importante, es que en la Comunidad Valenciana el electorado o no castiga, o castiga mínimamente, o incluso premia, a los responsables políticos encausados por corrupción. Casi tres de cada cuatro alcaldes o cargos de relevancia que fueron procesados durante la anterior legislatura por escándalos económicos han vuelto a ser elegidos en los últimos comicios, no pocos de ellos con porcentajes de votos superiores a los logrados en las urnas anteriores. De modo que lo de Fabra no tiene nada de excepcional. Más bien puede considerarse ejemplar.

De lo que Fabra se nutre es de una tupida red de complicidades, que le viene de muy antiguo: tanto su padre como su abuelo, su bisabuelo, los hermanos de su bisabuelo y su tío-tatarabuelo fueron también presidentes de la Diputación castellonense. La familia Fabra lleva haciendo y recibiendo favores por la Plana desde tiempo inmemorial.

El clientelismo hace maravillas electorales, y la dirección del PP lo sabe.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (3 de octubre de 2008).

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2008/10/02 06:00:00 GMT+2

Del rey abajo, todos

La suma no va a arruinar al erario, pero tampoco puede decirse que sea el chocolate del loro, por más que no convenga extenderse hablando de loros y de chocolate con referencia a la Casa del Rey.

No se trata tanto del huevo como del fuero, según la vieja expresión toledana. La cantidad, considerados los gastos generales del Estado, es pequeña. Lo irritante es que los correveidiles del monarca hayan negociado que se conceda a su patrón un aumento presupuestario del 2,7% (cerca de 9 millones de euros) cuando la crisis económica hace estragos en el mundo entero y el Estado del que él es jefe está racaneando en casi todo, limitando las inversiones hasta en Educación y Cultura.

La mayor parte de los principales gobernantes españoles se han autoimpuesto a título simbólico la congelación de sus propios ingresos. Pero él no, porque reina, pero no gobierna. Se ve que la Casa del Rey, en la que nadie para de trabajar denodadamente (a modo de ejemplo: las infantas, que es que se parten el espinazo por el bien de España, paralizaron hace unos días el puerto de Alicante para amadrinar la botadura de un par de naves de vela patrocinadas por una conocida marca cervecera), necesita más y más dinero. Para cubrir gastos, se supone: es bien sabido que los miembros de la regia familia pagan religiosamente de su bolsillo todo lo que consumen allí por donde pasan.

Ya digo que, en el fondo, lo de menos es el 2,7% de las narices, que ni siquiera le es imprescindible al patrón de la Zarzuela, porque en caso de apuro siempre podría acudir en demanda de auxilio a cualquiera de sus amigos kuwaitíes o sauditas, cuya generosidad de sangre azul está sobradamente acreditada. Lo que resulta más ofensivo, por la insensibilidad que revela (y por lo mucho que demuestra que, como la vieja estirpe de los reyes de León, nuestra monarquía está en Babia), es que el jefe del Estado no haya entendido que, estando las cosas como están, un gesto de austeridad, así fuera sólo de cara a la galería, le habría venido que ni pintiparado.

La voracidad con la que se aferra a su 2,7% de aumento presupuestario produce vergüenza ajena. Eso sí: muy, muy ajena.

Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (2 de octubre de 2008).

Escrito por: ortiz.2008/10/02 06:00:00 GMT+2
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