2008/10/31 06:00:00 GMT+1
En su comparecencia anual ante la Asamblea General, el relator especial de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y la Lucha Antiterrorista, Martin Scheinin, reclamó la pasada semana que la legislación española proscriba la incomunicación de los detenidos. Scheinin vino en mayo a España a hacer una visita de inspección y dice que apreció mejoras y avances estimables, pero sigue señalando ese punto negro. Subraya que la incomunicación no tiene sentido si el interrogatorio policial se va a realizar con pleno respeto a los derechos del detenido (incluyendo, claro está, el derecho a no declarar en su contra) y añade que la abolición de ese recurso protegería a los propios funcionarios policiales de acusaciones infundadas de malos tratos.
Puesto en plan tiquismiquis, yo le plantearía tres objeciones a Scheinin. La primera, que hay fases del periodo de detención en las que el arrestado está forzosamente a merced de la Policía (tanto en el momento de su arresto y conducción al centro policial como cuando permanece en el calabozo). Ante eso, la única solución eficaz sería que se instalaran cámaras que grabaran también lo que sucede fuera de las dependencias donde se practica el interrogatorio oficial. La segunda, que la lógica de su razonamiento le debería llevar también a reclamar que los periodos de detención policial no se alarguen tanto como se alargan. Si el detenido tiene derecho a no declarar en su contra y lo ejerce, ¿a cuento de qué tenerlo sin conducirlo al juez días y más días? El habeas corpus se instituyó para eso. Y la tercera: en España los funcionarios policiales no necesitan ser protegidos de acusaciones de malos tratos, dado que, cuando se producen, ni sus superiores ni los jueces las toman en cuenta. En mi conocimiento, no hay ni un solo policía encarcelado por malos tratos.
Pero, aunque la propuesta del relator especial de la ONU se quede corta, tenerla en cuenta representaría un considerable avance garantista sobre la situación actual.
¿Qué ha contestado el Gobierno español? Nada. No es sólo que no tenga nada que decir; es que, además, nadie le reclama que lo diga. Un chollo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (31 de octubre de 2008).
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2008/10/30 06:00:00 GMT+1
No es difícil entender las razones por las que el PP de Rajoy y la UPN de Sanz han llegado a la ruptura. Sanz sabe que gobierna en Navarra gracias a la benevolencia del PSOE y es consciente de que ese favor tiene que pagarlo, así sea a plazos. Acaba de hacer efectivo uno, negándose a votar en contra del proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Lo que ha provocado las iras de Rajoy no es que Sanz tenga un apaño con los socialistas navarros (él sabe bastante de pactos de apariencia incongruente, pero útiles); lo que no acepta es que UPN se desentienda de la línea general marcada desde la calle Génova y vaya por libre. Porque, en ese caso, deja de ser la tópica “franquicia navarra del PP”. O, por decirlo más claro, deja al PP sin representación en Navarra.
Supongo que también habrán influido las cuestiones personales. Porque Sanz se ha dedicado en los últimos días a tocarle las narices a Rajoy a base de bien, sacando pecho con declaraciones públicas nada propicias a la distensión. Rajoy es de natural cachazudo, pero tampoco puede permitirse que en su partido se asiente la idea de que lo es demasiado.
Si está bastante claro por qué ha ocurrido lo que ha ocurrido, lo que no está nada claro es qué va a suceder a partir de ahora. El PP se ha puesto a construir su propia estructura orgánica en Navarra, no sólo distinta de UPN, sino en inevitable confrontación con ella. Es fácil que una cierta parte de UPN se pase a las filas del nuevo PP navarro, sea porque no comulga con Sanz –dicho sea en todos los sentidos de la expresión–, sea para hacerse un hueco político con más proyección general. Esa división de la derecha navarra puede tener un reflejo de importancia en las urnas que, aunque aún están lejos, siempre operan como polo de referencia política. ¿Y si la porción del pastel que el PP le quitara a Sanz fuera suficiente para romper su hegemonía, ahora ya mismo relativa, y permitiera al PSN plantearse su regreso a la presidencia del Gobierno foral dejando a UPN al margen?
La política institucional navarra, que ha estado en foto casi fija desde 1991, ha vuelto a coger marcha. Eso siempre es de agradecer.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (30 de octubre de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/10/30 06:00:00 GMT+1
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2008/10/29 06:00:00 GMT+1
Tanto más se van perfilando las posiciones de los gobiernos que van a asistir a la cumbre convocada por George W. Bush para poner remedio a la crisis económica y financiera internacional –esté finalmente allí Rodríguez Zapatero o no–, tanto más claro queda que no llegarán a nada concreto. “Words, words, words”, que le diría Hamlet a lord Polonius. Otra sesión más de cháchara vacua.
Para empezar, ni siquiera están de acuerdo en el planteamiento general de los objetivos del encuentro. Mientras Nicolas Sarkozy y algún otro dirigente europeo hablan de la necesidad de “refundar el capitalismo”, Bush insiste en que de lo que se trata es de resucitar el neoliberalismo.
A decir verdad, lo de “refundar el capitalismo” tiene su aquel. Primero, porque el capitalismo no procede de ningún acto fundacional: fue un destilado histórico, inicialmente medio francés medio británico, que hizo fortuna y acabó imponiéndose en el planeta entero, en algunos países por maduración de las condiciones económicas internas y en otros –sobre todo en el Tercer Mundo– por imposición. Segundo, porque los “nuevos fundamentos” a los que apela Sarkozy no tienen nada de nuevos: los propuso John Maynard Keynes tras estudiar las razones del gran crack de 1929. El hallazgo teórico del presidente francés, según el cual los estados deben intervenir en la economía para corregir los excesos del libre mercado y mitigar los efectos más perniciosos de las crisis cíclicas, tiene nada menos que 72 años.
Otra cosa es que la propuesta de Sarkozy encierre mucho más sentido que la de Bush, al que lo único que se le ocurre es que los estados regalen el dinero de los contribuyentes a los tinglados financieros en dificultades para que sigan haciendo más de lo mismo.
Pero, en todo caso, lo que no se ve es cómo podrían arreglárselas para sintetizar ambas recetas, porque son antagónicas. Tampoco está nada claro cómo, incluso aunque llegaran a acuerdos, podrían hacer que los mercados, a los que han concedido en los últimos años un margen de libertad casi total, se avinieran a aplicarlos.
Esa reunión amenaza con servir sólo para distraer a la galería.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (29 de octubre de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/10/29 06:00:00 GMT+1
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2008/10/28 06:00:00 GMT+1
Cantaba el francés Georges Brassens con mucha coña que “los muertos son siempre gente estupenda”. No es un vicio específicamente hispano: basta con que alguien se muera para que los mismos que lo ponían en vida cual chupa de dómine se dediquen a decir (ante el gran público, claro) que era una gran persona, un benefactor, un prócer, un pilar de la democracia, un adalid de la libertad y ni sé cuántos ditirambos más.
Se cuentan con los dedos de una mano los que ayer tuvieron el valor de mantener sus opiniones de siempre, recordando algunas peculiaridades de la biografía del expresidente de la CEOE. Por ejemplo, que fue un falangista convicto y confeso, muy colega de Rodolfo Martín-Villa, con quien trabajó codo con codo en los sindicatos verticales del franquismo, cosa de la que, al igual que su amigo, jamás se autocriticó. Por ejemplo, que nunca fue empresario, por mucho que dirigiera la organización del gremio: fue, eso sí, burócrata de varias empresas, antes de convertirse en el principal burócrata del empresariado. Por ejemplo, que durante la Transición se dedicó a poner zancadillas a todos los ministros de Economía de Adolfo Suárez, a los que consideraba perversos socialdemócratas, porque a él lo que le iba era la derecha pura y dura. Por ejemplo, que se pasó la vida tratando de recortar los derechos de los trabajadores. Por ejemplo, que nunca tragó el autonomismo del Estado español y que llegó incluso a reclamar que se suspendiera la autonomía de la Comunidad Autónoma Vasca, sometiéndola a un estado de excepción. Sólo le conocí en su larga trayectoria una decisión feliz: la de jubilarse.
Se suele manejar en estos casos un argumento que me parece especialmente bobo: “No digas esas cosas de él, porque ahora no puede defenderse”. ¡Pero si se las dije decenas de veces cuando estaba vivo y nunca mostró el menor deseo de desmentir ninguna de ellas! ¿Qué debería hacer ahora yo, si no? ¿Desdecirme?
La conversión de los muertos en tabú (de los muertos recientes, porque pasados unos cuantos años hay ya de nuevo libertad de despotrique) representa uno de los fenómenos más hipócritas de nuestra cultura. Es detestable.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (28 de octubre de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/10/28 06:00:00 GMT+1
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2008/10/27 06:00:00 GMT+1
La crisis está afectando también al gremio de los políticos corruptos, particularmente a escala municipal, y aún más particularmente en las zonas turísticas. Tal como están las cosas, hay en la actualidad muchos más alcaldes y concejales dispuestos a venderse que gente adinerada dispuesta a comprarlos.
En realidad, políticos vendidos, lo que se dice vendidos, yo no he conocido nunca a ninguno. He tenido noticia, eso sí, de muchos políticos alquilados por horas, para tal o cual faena concreta. Políticos de usar y tirar, como quien dice. Lo cual me ha parecido siempre muy sensato por parte de quienes les pagan. Si el corruptor compra un político, ¿qué hace con él cuando no tiene en qué emplearlo? ¿Lo pone a que le arregle el jardín, o a que le cuide a los niños cuando sale a cenar con su señora? Funciona mucho mejor el contrato por obra: el político hace esta o la otra recalificación de terrenos, o autoriza la apertura de tal o cual hotel situado a un palmo de la orilla del mar, en flagrante violación de la Ley de Costas, o desoye las quejas por la insoportable bulla que arma la superdiscoteca de moda en la playa, que no deja dormir a nadie en 500 metros a la redonda… cobra su parte alícuota y sanseacabó. Ambas partes salen ganando: el sobornador porque puede olvidarse del sobornado y dedicarse a sus cosas, y el sobornado porque queda libre para ofrecerse a otros hipotéticos alquiladores. Es lo que se llama el libre mercado.
Pero en esto que ha llegado la crisis económica, con particular gravedad en el gremio de la construcción, y en parte del turismo, lo que ha entrañado un frenazo muy importante de muchas iniciativas inmobiliarias, incluidas las de improbable legalidad. Y los alcaldes y concejales que ya le habían cogido gusto al cohecho, y que habían montado su tren de vida contando con la cadencia habitual de sobornos, se ven pillados. Se angustian: ¿tendrán que renunciar al yate, al casino, a las francachelas?
Conozco suficientes munícipes decentes y entregados abnegadamente a su tarea como para prohibirme cualquier amago de generalización frívola. Hablo sólo de los corruptos. Pero es que son un montón.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (27 de octubre de 2008). También publicó apunte ese día: Ensueños en sueños.
Escrito por: ortiz.2008/10/27 06:00:00 GMT+1
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2008/10/26 06:00:00 GMT+1
George W. Bush es un hombre de capacidades bastante limitadas. No digo que su nivel cultural sea deficiente –que lo es–, sino que su intelecto no le ofrece mucho margen de maniobra. Ha habido y hay gente ignorante, pero lista, astuta. No faltan los ejemplos históricos. Lo malo de Bush es que falla por ambos lados.
Valdría la pena interrogarse por qué la alta política mundial segrega cada vez más dirigentes de pocas luces. EE.UU. se lleva la palma. En los últimos decenios han tenido a Gerald Ford, a Ronald Reagan y a este Bush de ahora: tres personajes con cierto desparpajo, pero de torpeza manifiesta. (Nosotros tampoco estamos faltos de elementos así: lean las últimas petulancias de José María Aznar sobre el cambio climático y lo comprobarán. Nadie con dos dedos de frente se pone a pontificar en público sobre un problema científico sin tener ni idea, como demostró él, aplicando al futuro del planeta su estrafalario principio del vino y la carretera.)
Se trata por lo común de individuos que se creen que, si han pasado por tan altos cargos, es obvio que son geniales, lo que alimenta en su ego una particular resistencia al retiro. George W. Bush ya está en ésas. ¿A qué viene organizar una cumbre mundial sobre la crisis económica que habrá de celebrarse cuando él ejerza tan sólo de presidente en funciones? Aparte de que haya demostrado que sus puntos de vista sobre el particular son más bien erráticos, lo esencial es que no está en condiciones de adoptar ningún compromiso, porque no podría llevarlo a la práctica en ningún caso. Tendría que hacerlo su sucesor. De querer hacerlo.
¿Considera que una reunión de ese estilo es realmente urgente? Pues proponga que la organicen Francia, Alemania, Japón o Brasil, que no están en la situación de provisionalidad política en la que se encuentra EE.UU.
De todos modos, el empeño de Zapatero en que se le invite a esa reunión me da que tiene más que ver con el fuero que con el huevo. Dudo de que allí se decida gran cosa y de que, caso de que se decida algo, los mercados hagan caso.
Eso sin contar con que quien no ha participado en un pacto tampoco tiene por qué respetarlo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (26 de octubre de 2008). También publicó apunte ese día: El cambio de hora.
Escrito por: ortiz.2008/10/26 06:00:00 GMT+1
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2008/10/25 06:00:00 GMT+2
De no haberla frustrado los tribunales del Estado a instancias del Gobierno central, hoy se habría realizado en la Comunidad Autónoma Vasca la tan traída y llevada consulta promocionada por el lehendakari Juan José Ibarretxe y respaldada por el Parlamento de Vitoria.
Se van a celebrar diversos actos públicos relacionados con la cosa, unos de reivindicación, otros de oposición, otros de distracción. Los de reivindicación insistirán en que el Estado español no permite a la población vasca expresar sus preferencias, lo cual es cierto, porque las autoridades centrales consideran que la población vasca no tiene derecho a decidir su futuro por sí misma. Para decidir qué se hace en Euskadi, atendiendo a la legislación vigente, tanto da que uno sea vecino de Azpeitia como de Antequera.
Pero en lo que se equivocan los quejicas de mi tierra es en afirmar que el pueblo vasco no puede autodeterminarse porque España no le deja. Si no lo hace, obstáculos foráneos al margen, es porque está profundamente dividido y no se pone de acuerdo en nada. El PNV no está de acuerdo ni con el PSOE ni con el PP –eso por descontado–, pero tampoco está demasiado de acuerdo con EA, ni con Aralar, ni con Ezker Batua, ni (todavía menos) con la izquierda abertzale. Para rematar la cosa, el PNV no está de acuerdo ni con el PNV. ¿Cómo puede meterse en ninguna batalla alguien cuyas propias tropas son un caos?
Hace años lo comenté con el entonces presidente del PNV, Xabier Arzalluz. Le dije: “Euskadi podría conseguir su derecho a decidir si abordara esa reivindicación a la báltica. Se concentran 100.000 personas en la Gran Vía de Bilbao, se sientan en el suelo y se declaran en huelga de hambre hasta que el Gobierno de Madrid reconozca ese derecho. En dos días, todas las televisiones del planeta lo tienen en sus titulares de apertura. La Moncloa no podría soportar esa presión mediática”. Arzalluz, dado a la sorna, me contestó: “¿100.000 vascos en huelga de hambre? Los hay más dispuestos a morir a tiros que a dejar de comer”.
Pues ése es el asunto. No puedes exigir algo como si la vida te fuera en ello y no estar dispuesto a pagar el precio.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (25 de octubre de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/10/25 06:00:00 GMT+2
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2008/10/24 06:00:00 GMT+2
He tratado a jueces de diversa orientación política. Algunos muy de derechas, otros bastante de derechas, muchos oportunistas e incluso alguno –siempre hay excepciones– de izquierdas. También me ha tocado relacionarme con jueces trabajadores y diligentes y con otros llamativamente vagos.
Las protestas que están escenificando ahora me resultan curiosas. Dicen, casi a coro, que si cometen errores es porque la tarea que tienen encomendada les supera.
No conozco ni una sola profesión de riesgo que cuente con el personal y los medios necesarios. En prensa, por ejemplo (que es una profesión de riesgo, aunque casi siempre para terceros), lo típico es que siempre haya mucho menos personal del que haría falta para hacer un trabajo correcto. ¿Alguien cree que los médicos de la Seguridad Social –es otro ejemplo– están mejor? Quien piense eso, que se vaya al servicio de urgencias de cualquier hospital importante para ver en qué condiciones laboran. Sin embargo, no es frecuente que haya cirujanos que operen de apendicitis a los enfermos de páncreas y lo justifiquen alegando que están desbordados por la mucha ocupación.
Llevamos años sabiendo de resoluciones judiciales cuyos fundamentos y considerandos son de cortar y pegar. Hemos visto a jueces instructores que han copiado decenas y decenas de folios sacándolos de unos sumarios para meterlos en otros sin ni siquiera tomarse el trabajo de confirmar que los razonamientos encajaban. Eso es no estar desbordado. Eso es echarle morro y quitarse el muerto de encima de cualquier manera.
El ministro de Justicia dice que la reacción de los jueces es corporativa. Eso es como no decir nada: toda protesta de una corporación es corporativa, por definición. La cuestión no es ésa. Se trata de distinguir entre los jueces que se quejan porque realmente no dan más de sí, aunque estén desde las 6 la madrugada trabajando en su despacho, y los que se escudan en la falta de medios para disimular que ven amanecer bailando sevillanas. Porque de todo hay en su gremio, y lo saben de sobra.
Me da coraje que los que se dejan los cuernos en el oficio den la cara por los figurones y los indolentes.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de octubre de 2008). También publicó apunte ese día: Más sobre cárceles.
Escrito por: ortiz.2008/10/24 06:00:00 GMT+2
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2008/10/23 06:00:00 GMT+2
No sé casi nada de escultura. Algo sí, en cambio, de temperamentos. Debía de tener yo como 16 años cuando una mañana me planté delante de la puerta de la villa que Jorge Oteiza tenía en Irún, cerca de la frontera con Hendaya, y llamé al timbre. Abrió Itziar, su mujer. “¿Qué quieres?”, me preguntó. “Conocer a Jorge”, respondí. “¿Por qué?”, me dijo. “Yo escribo”, contesté. Itziar se dio la vuelta y dio una voz: “¡Jorge, aquí hay un chaval que escribe y quiere conocerte!”. Y él se asomó, y me invitó a entrar. Le dije que había leído su Quousque tandem! y su Androcanto y sigo, y que me habían parecido fascinantes. Me invitó a que le mostrara algo de lo mío, pero yo no llevaba nada. Me dijo que por qué no volvía otro día para enseñárselo. Quedamos en ello, y así fue. Lo leyó con atención y me conminó, con tono solemne: “¡Tienes que dedicarte a esto!”. Le hice caso.
Seré sincero: lo más probable es que, si se presentara en la puerta de mi casa un chaval de 16 años diciendo que quiere que charlemos de literatura, le respondería que lo siento, pero que estoy muy ocupado. Jorge Oteiza no lo hizo conmigo. Y le guardo un agradecimiento enorme.
Ahora se cumple el centenario de su nacimiento y se le están haciendo muchos homenajes y festejos. Como dice quien fuera su amigo y vecino, el también escultor Néstor Basterretxea, parece que por aquí sea necesario morirse para que te reconozcan algo.
Lo recuerdo en otra ocasión en la que me soltó una de sus sentencias favoritas: “¡Nunca malogres tu carrera de perdedor con un éxito de mierda!”. Él nunca se vendió por un éxito de mierda, aunque logró premios importantes, casi a pesar suyo. Su personalidad rebelde, insobornable e inclasificable fue y sigue siendo un referente para muchos, entre los que me encuentro.
Aparte de todo eso, los expertos aseguran que fue un magnífico escultor, asunto del que no estoy en condiciones de opinar, porque tengo mis gustos, pero no los conocimientos necesarios. A mí sus esculturas me interesan, por esa obsesión suya de dar tanta o más importancia a lo que falta que a lo que hay. Pero eso quizá tenga más que ver con la filosofía de la vida que con la escultura.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (23 de octubre de 2008).
Escrito por: ortiz.2008/10/23 06:00:00 GMT+2
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2008/10/22 06:00:00 GMT+2
Los políticos de alto copete están robotizados. No es que carezcan de opiniones propias y hasta de sentimientos particulares, pero se cuidan mucho de mostrarlos en público. Adoptan el aspecto (ropa, peinado, gesticulación, tono del habla, inflexiones de oratoria, orden del día) que les planifican sus sesudos asesores. Y se atienen a esa parafernalia con una disciplina deprimente. Es cierto que a veces se traicionan cuando creen que nadie de fuera de casa les está oyendo y se les pilla llamando imbécil a un periodista, admitiendo que acaban de soltar un bodrio de discurso o confesando que los desfiles militares les parecen un coñazo, pero eso les sucede no por espontáneos, sino por desprevenidos.
He conocido políticos tan robotizados que, cuando los entrevistas, te das cuenta de que están programados para responder a cada pregunta soltando automáticamente los rollos que les han dictado. Sólo les falta acabar diciendo: “Su tabaco, gracias”. En esos casos, no puedes evitar darle vueltas al magín para idear una pregunta que se salga del guión, para ver por dónde salen. Si lo logras, los hay que se quedan totalmente desconcertados. Cómicos.
Quizá porque recientemente ha sido cogido en falta portándose sin la preceptiva disciplina robotizada y confesando un sentimiento particular no demasiado entusiasta sobre los fastos del 12 de octubre, el presidente del PP ha decidido mostrar propósito de la enmienda y atenerse al pie de la letra a las consignas de sus asesores. Con lo cual lleva varios días repitiendo sin parar en todas partes y a todas horas el guión que le han dictado, que incluye una referencia obligada a que las medidas económicas del Gobierno contra la crisis deben beneficiar “a la pequeña y mediana empresa y a las familias”. No tengo nada en contra de que se respalde a las pequeñas y medianas empresas y a las familias (aunque tampoco me importaría que ganáramos algo los trabajadores por cuenta ajena, los autónomos y los solteros), pero resulta estomagante oír a Mariano Rajoy repetir la misma fórmula ritual no menos de veinte veces por jornada.
Por decírselo en su lenguaje: está hecho un coñazo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (22 de octubre de 2008). También publicó apunte ese día: Carabanchel.
Escrito por: ortiz.2008/10/22 06:00:00 GMT+2
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