Columnas
de Javier Ortiz aparecidas en
             
durante el
mes de mayo de 2005
[para fechas anteriores, ve al final de esta página]
| ZOOM | |||||
| 
 | |||||
| Los 400.000 euros | |||||
| 
 | |||||
| JAVIER ORTIZ Me pregunto también de dónde habrá podido sacar el magistrado la idea de que esos 400.000 euros suponen algún tipo de garantía de que el procesado no tratará de eludir la acción de la Justicia. Si Otegi fuera realmente un destacado militante de ETA, ese dinero sería calderilla para él y los suyos. Me llama la atención la precisión del juez: el abogado de la AVT reclamó que la fianza fuera de 300.000 euros, pero él la subió a 400.000. Si alguien sabe qué clase de salto cualitativo aportan en esta causa 100.000 euros arriba o abajo, que me lo diga. De todos modos, me intriga todavía más por qué Otegi sí
  y el resto no. Ante el mismo juez y en relación con este mismo sumario han
  prestado declaración muchos otros dirigentes de Batasuna. Todos fueron puestos
  en libertad sin mayores alharacas. Algunos, incluso, sin ningún tipo de
  medida cautelar. ¿Qué tiene de excepcional Otegi en esta causa? El magistrado
  no pretende contar con ningún indicio concreto que vincule hoy en día a Otegi
  con ETA, personal e individualizadamente. Menos aún con sus finanzas. Ni
  siquiera le atribuye un papel determinado en la estructura orgánica de las herriko tabernak. No le imputa ningún
  delito específico. La lógica de la acusación es la de siempre: Batasuna es
  ETA; en consecuencia, el que es jefe de la una lo es de la otra.  Pero, siendo así, no se ve a qué vienen esos distingos
  entre unos y otros dirigentes de Batasuna ni se entiende cómo, siendo tan
  terrible el delito que se les imputa, los dejan en libertad por unas u otras
  vías.  A no ser, por supuesto, que lo que esté en juego no sea
  una cuestión jurídica, sino política.  Anteayer coincidieron varios dirigentes del PP y del
  PSOE -José Bono y Eduardo Zaplana muy en especial- en comentar con palabras
  casi idénticas el ingreso en prisión de Arnaldo Otegi: «Está donde debería
  haber estado hace tiempo», «En la cárcel es donde tienen que estar los
  terroristas y sus colaboradores, como Otegi», etc.  ¿De qué modo puede entenderse que gente con preparación
  jurídica confunda con tanta ligereza un procesamiento con una sentencia
  firme? Fácilmente: asumiendo que no están hablando de Derecho Penal, sino de
  política pura y dura.  Sobre todo dura.  Es copia de la columna publicada en El Mundo el 28 de mayo de 2005 Para volver a la página de inicio, pincha aquí 
 | |||||
| EN LA RED | |||||
| 
 | |||||
| Que el PP se reconduzca | |||||
| 
 | |||||
| JAVIER ORTIZ Respuesta:  SI  Argumentación: La posición del PP de Rajoy
  con respecto al problema vasco -al mal llamado «problema vasco», porque ni es
  exclusivamente vasco ni es el único que tiene Euskadi- se asienta, según
  pudimos leer ayer bajo su propia firma, en una idea clave: no hay nada que
  hablar con ETA. A la organización terrorista no debe dársele otra salida que
  su rendición incondicional. Considera el presidente del PP que ese criterio
  define «el único escenario» coherente con «los principios que fundaron la
  España democrática».  Deberemos suponer entonces que, según él, quienes
  suscribieron el 12 de enero de 1988 el Pacto de Ajuria Enea -entre ellos AP,
  antecesora del PP- y quienes trabajaron durante los años siguientes sobre la
  base de lo definido en ese Pacto -entre ellos Jaime Mayor Oreja- no actuaron
  en consonancia con «los principios que fundaron la España democrática», toda
  vez que establecieron una política radicalmente diferente.  El punto 10 del documento no dejaba lugar a dudas: «Si
  se producen las condiciones para un final dialogado de la violencia,
  fundamentadas en una clara voluntad de poner fin a la misma y en actitudes
  inequívocas que puedan conducir a esa convicción, apoyamos procesos de
  diálogo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar
  la violencia, respetando en todo momento el principio democrático
  irrenunciable de que las cuestiones políticas deben resolverse únicamente a
  través de los representantes legítimos de la voluntad popular».  Obsérvese que este punto prefiguraba de hecho lo que
  ahora se llama «dos mesas de diálogo»: una, para que el Estado abordara con
  ETA el modo de poner fin definitivo a la violencia terrorista; la otra,
  integrada por los representantes legítimos de la voluntad popular, encargada
  de «resolver las cuestiones políticas».  Conviene recordar cuándo se firmó aquel acuerdo: muy
  poco después de la masacre de Hipercor (21 muertos) y a un mes del tremendo
  atentado contra la Casa Cuartel de Zaragoza (12 muertos). Era aquel un tiempo
  en el que los secuestros, las bombas y los asesinatos a tiros se producían cada
  dos por tres. Pese a lo cual, las fuerzas democráticas no temieron que se las
  tachara de claudicantes o de traidoras y ofrecieron a ETA «procesos de
  diálogo», siempre que se aviniera a abandonar la violencia y diera muestra
  inequívoca de esa voluntad.  El PP rompió de hecho con las bases de aquel Pacto y
  trató de seguir otra vía que -dijo- conduciría a la derrota total de ETA. No
  lo ha logrado, pero sigue en sus trece, afirmando que quien pretenda otra
  cosa ofende a las víctimas, haciendo como si no supiera que hay víctimas que
  coinciden con lo acordado el pasado martes en el Congreso de los Diputados.  Va de suyo que me parecía excelente que el PP -como ha
  hecho el PSOE- se apeara de sus dogmas, admitiera que la vía definida en su
  día por el Pacto de Ajuria Enea no tuvo ocasión de ser probada en forma
  debida y que se sumara al actual consenso general. Pero, si bien resulta
  lamentable que una minoría rehúse seguir el camino de la mayoría, la solución
  no puede estar en que la mayoría se pliegue a la minoría.  El PP ya ha demostrado el escaso valor de sus promesas a
  plazo fijo. Su planteamiento no ha traído la paz. Reflexione sobre ello y
  déjese de protegerse descalificando a los demás. Es copia del artículo publicado en El Mundo el 22 de mayo de 2005 Para volver a la página de inicio, pincha aquí | |||||
| ZOOM | |||||
| 
 | |||||
| El papel de su vida | |||||
| 
 | |||||
| JAVIER ORTIZ No soy tan novato en estas lides como para ignorar que muchos políticos de los que deambulan por las cumbres del poder son muy capaces de decir hoy una cosa y mañana la opuesta (y de hacer en ambos casos una tercera o una cuarta). Pero lo de Zapatero no creo que sea un puro ejercicio de cinismo. Para mí que ni hace un par de años estaba realmente convencido de lo que decía ni ahora está persuadido de lo contrario. Por decirlo educadamente: no parece que su especialidad
  sea la firmeza de criterios.  A veces da la sensación de que juega con dos barajas.
  Pero no es eso. Es que no sabe con qué carta quedarse.  Su propio Gobierno es reflejo de sus perplejidades. Los
  ministros rivalizan a la hora de pontificar sobre lo que finalmente hará o no
  hará en relación a ETA, como si la mente del presidente careciera de secretos
  para ellos, e incluso hay uno -el de Defensa- que se permite plantearse los
  problemas políticos desde una perspectiva netamente diferente de la del jefe
  del Ejecutivo. Hace meses que José Bono deja claro cada vez que tiene ocasión
  -y cuando no la tiene se la inventa- que sus inclinaciones ideológicas están
  muchísimo más cercanas a las del PP que a las de los socios parlamentarios de
  Zapatero. Y lo peor no es que lo deje entrever, sino que obra en
  consecuencia, tomando iniciativas a su aire, como la de dejar patas arriba el
  proyecto de Ley Orgánica de Defensa Nacional tras negociar él directamente
  con Rajoy. Este género de actuaciones, que llevan a que el propio PP haga
  distingos dentro del Gabinete -y con razón-, no dice mucho en favor de la
  coherencia del equipo gubernamental.  Los políticos de natural dubitativo suelen ir dando
  vueltas y más vueltas, asumiendo políticas y tonos diversos, hasta que, si
  tienen suerte, un buen día encuentran un papel que, por lo que sea, les
  granjea un plus de valoración popular. Los menos atolondrados suelen entender
  la lección y se asientan ya para siempre en la representación de ese papel.
  Con el tiempo, los hay que hasta son recordados como ejemplo de firmeza.  En cosa de meses sabremos si Zapatero ha encontrado ya
  de una vez el papel de su vida.  Es copia de la columna publicada en El Mundo el 21 de mayo de 2005 Para volver a la página de inicio, pincha aquí | |||||
| ZOOM | |||||
| 
 | |||||
| Lo pésimo no admite grados | |||||
| 
 | |||||
| JAVIER ORTIZ Lo peor que tiene el recurso constante y sistemático al tremendismo en la lucha política es que anula la capacidad de asombro de la ciudadanía. Si a las primeras de cambio dices de uno que es un traidor, un vendido al terrorismo, un cómplice de los asesinos, un filoseparatista, un títere de poderes exteriores hostiles a la Nación, un inútil y un ignorante, todo a la vez, ¿qué podrás reprocharle mañana para impresionar a la opinión pública? Ya sólo te quedará acusarlo de pederasta, como al fundador de los Legionarios de Cristo. Están tomando a los ciudadanos por estúpidos. Y los
  habrá -hay de todo-, pero son muchos los que se dan cuenta de que, con
  demasiada frecuencia, los dirigentes del PP condenan a Rodríguez Zapatero por
  decir y por hacer lo que ni ha dicho ni ha hecho. Ahora están poniendo de vuelta
  y media al presidente del Gobierno porque, según ellos, está dispuesto a
  pactar con ETA a cambio de una tregua. Pero todos oímos lo que Zapatero
  propuso realmente en el Parlamento: que se le autorice a dialogar con ETA en el caso de que ésta proclame su
  renuncia definitiva a las armas. No dijo nada de una tregua temporal.  Entre lo que el PP dice que dice Zapatero y lo que
  Zapatero dice realmente, media un abismo.  En realidad, lo que Acebes dijo anteayer que está
  haciendo Rodríguez Zapatero es, oh paradojas de la vida, exactamente lo que
  hizo Aznar hace unos años: iniciar un proceso de negociación con ETA a partir
  del anuncio de una tregua no definitiva. Sólo que, hecho por ellos, se
  trataba de una iniciativa tan astuta como patriótica. En cambio, atribuido a
  Zapatero, aunque no lo haya hecho, es una auténtica aberración.  Hay gente que tiene una memoria histórica de lo más
  frágil. Pretende el PP que no cabría de ningún modo invocar el interés
  colectivo del hoy para pasar páginas ominosas del ayer. Parece que olvidan
  que ésa fue la esencia misma de la Transición de la que tan orgullosos dicen
  sentirse. Las fuerzas políticas predominantes en la España de 1977 decidieron
  que cayera un tupido velo sobre los crímenes de 40 años de dictadura,
  renunciando no sólo a pedir cuentas a sus responsables, sino permitiéndoles
  incluso continuar en la vida política activa, y hasta en puestos de máxima
  responsabilidad.  Si alguien no tiene derecho a condenar inapelablemente
  esas amnesias políticas interesadas es el PP, heredero de Alianza Popular,
  ella a su vez heredera... en fin, de lo que todos sabemos.  Y los gallegos mejor que nadie.  Es copia de la columna publicada en El Mundo el 18 de mayo de 2005 Para volver a la página de inicio, pincha aquí | |||||
| ZOOM | |||||
| 
 | |||||
| Que nadie se engañe | |||||
| 
 | |||||
| JAVIER ORTIZ En esta ocasión, sin embargo,
  muchos situábamos el centro principal de interés, con diferencia, en este
  último aspecto. Y no por capricho.  Durante años, tanto el PP como el PSOE coincidieron en presentar como auténticos dogmas de fe -como «cuestiones de Estado»- un conjunto de planteamientos fijos en relación con la llamada «cuestión vasca» y, más en general, con la organización territorial del Estado. Supongo que no hará falta que los enuncie in extenso: el nacionalismo como aval del terrorismo, los estatutos actuales como límite máximo de las aspiraciones autonómicas, etcétera. Tanto, de manera tan machacona, tan en sintonía y con tantos recursos propagandísticos lo hicieron que una amplia mayoría de la población, fuera de Euskadi y Cataluña, asumió esos principios como si, efectivamente, fueran las mismísimas Tablas de la Ley, imposibles de discutir y hasta de matizar. Desde su nombramiento como presidente del Gobierno, sin
  embargo, Rodríguez Zapatero ha ido dejando ver su disposición a introducir
  cambios de cierta importancia en esos enunciados políticos, primando el
  diálogo y la negociación y no cerrándose a un cierto replanteamiento de la
  actual organización territorial del Estado. Ese nuevo talante ha encolerizado al PP, que ha tratado de movilizar no
  sólo a su propio electorado, sino también a una parte de los seguidores del
  PSOE, animándolos a lanzarse a la yugular del blasfemo. Esa y no otra fue la
  reacción que pretendió azuzar Mariano Rajoy con su discurso apocalíptico del
  miércoles.  Empero, y para sorpresa de bastantes, los sondeos
  realizados tras el debate indican que fue Rodríguez Zapatero el que más
  convenció a la audiencia. Y con diferencia. Eso ha hecho las delicias de los
  propagandistas del Gobierno, que presentan el dato como prueba indiscutible
  de que la gran mayoría de la opinión pública española rechaza ya los
  discursos crispados y excluyentes.  Ni creo que sea así ni doy tanta importancia a esos
  sondeos. La proporción de quienes reconocen no haber seguido en absoluto el
  debate es muy alta. Otros muchos admiten que apenas le prestaron atención. No
  me extrañaría que bastantes otros lo hayan juzgado como quien puntúa un
  ejercicio de esgrima.  La gente no cambia sus filias y sus fobias de un mes
  para otro y en masa. Y menos cuando hay tantos que le incitan a diario a
  mantenerse en ellas erre que erre.  Es copia de la columna publicada en El Mundo el 14 de mayo de 2005 Para volver a la página de inicio, pincha aquí | |||||
| ZOOM | |||||
| 
 | |||||
| Las igualdades desiguales | |||||
| 
 | |||||
| JAVIER ORTIZ El embarazo de la Princesa de Asturias parece haber puesto en un brete al Gobierno de Rodríguez Zapatero, que ha prometido promover la reforma de la Constitución para que ésta deje de establecer la relación de prelación del hombre sobre la mujer en la línea de descendencia de la Corona. El presidente quería introducir ese cambio a la vez que otros referentes al Estado de las Autonomías y a la Constitución Europea. Verse obligado a acelerar el primer aspecto presentaría para él dos graves inconvenientes: primero, que los otros cambios no están todavía maduros, y segundo, que precipitaría el fin de la legislatura, con el consiguiente riesgo de perder las siguientes elecciones. Ante lo cual ha optado por decir que el primero de los cambios no corre prisa porque, aunque naciera primero una niña y acto seguido un niño, la reforma podría aplicarse de modo retroactivo. Lo que no he visto que nadie haya explicado es cómo se las arreglarían para que esa retroactividad no implicara también la pérdida de derechos del Príncipe Felipe en favor de su hermana Elena. A mí, con este asunto de la discriminación de sexos en
  la línea de acceso al trono, me viene a pasar lo que les sucedía a los
  rectificadores de las pintadas catalanas que antes he mencionado. No siento
  ningún deseo de defender que las mujeres de sangre real tengan los mismos
  privilegios que los hombres de su misma sangre, sencillamente porque no deseo
  que haya privilegios. No tengo interés en discutir quién debe tener más
  derechos para acceder a la cabeza de la Monarquía porque no quiero que haya
  Monarquía.  Dicho lo cual -que a alguna gente le parece inadecuado y
  no veo por qué: es de eso de lo que se está hablando-, añadiré que me parece
  una broma de mal gusto que se pretenda rectificar ese aspecto legal para
  atender el principio constitucional que prohíbe la discriminación por razón
  de sexo y se haga la vista gorda ante el hecho de que el artículo de la
  Constitución que establece tal prohibición, el artículo 14, la hace extensiva
  a cualesquiera otras circunstancias personales o sociales, con alusión
  prioritaria y directa a la discriminación «por razón de nacimiento». Que a
  determinadas personas se les otorgue unos derechos superiores al resto de la
  ciudadanía por razones de cuna -base misma de la institución monárquica-
  representa una violación igual de flagrante del mandato igualitario de la
  Constitución.  Habrá que entender que hay igualdades más desdeñables
  que otras.  Es copia de la columna publicada en El Mundo el 11 de mayo de 2005 Para volver a la página de inicio, pincha aquí | |||||
| ZOOM | |||||
| 
 | |||||
| Ni luz ni taquígrafos | |||||
| 
 | |||||
| JAVIER ORTIZ El PP es de este último criterio. Sostiene que lo mejor que puede hacer el Gobierno central es mantenerse en las posiciones en las que se atrincheró Aznar tras su intento frustrado de negociación con ETA. Según el principal partido de la oposición española, en Euskadi no hay ningún conflicto histórico que resolver. Para el PP, el único problema que existe es ETA, cuya resolución corresponde a la policía y a los jueces. Es un enfoque perfectamente legítimo, por supuesto, pero
  mal avenido con la realidad. Aznar puso a prueba esa visión cuando prometió
  en 1996 que en el plazo de seis años habría logrado la desaparición de ETA.
  Mayor Oreja, fue aún más audaz: dijo que lo conseguiría en un lustro. Nueve
  años después, parece bastante obvio que fracasaron. En el plano policial y,
  todavía más, en el político.  Lejos de ese criterio demostradamente erróneo, otros
  consideran que el llamado problema
  vasco encierra al menos dos problemas, relacionados, pero distintos.
  Saben que está, en primer lugar, el problema de ETA, que es el que debe
  resolverse mejor hoy que mañana. Pero no olvidan que Euskadi ya tenía serias
  dificultades de engarce en España mucho antes de que naciera ETA. Y
  comprenden que no hay ninguna razón para suponer que esas dificultades vayan
  a evaporarse automáticamente con la desaparición de ETA.  Quienes ven así las cosas creen que hacen falta
  propuestas nuevas que permitan el desbloqueo de una realidad que sigue
  enquistada. Y propugnan que las fuerzas políticas con influencia real en la
  sociedad vasca se vayan tanteando a la búsqueda de los consensos posibles y
  necesarios. Lo cual requiere contactos pacientes, discretos y laboriosos, a
  los que no tiene sentido acudir con la pretensión de apuntarse éxitos
  inmediatos de cara a la galería.  Como periodista, trato de enterarme de todo. Y lo que sé
  lo cuento. Pero me consta que en ese tipo de contactos la discreción de los
  protagonistas es la norma número uno.  Quienes reclaman que haya «luz y taquígrafos» en todas
  partes, como ha exigido el PP tras el encuentro entre Zapatero e Ibarretxe,
  son siempre -la experiencia enseña mucho- los que quieren que las iniciativas
  se queden en nada.  Que nos expliquen los populares qué luz y qué taquígrafos
  hubo cuando una delegación del Gobierno de Aznar se reunió con otra de HB en
  un célebre hotel burgalés, en la carretera Madrid-Irún, durante la tregua de
  ETA. Entonces fueron discretísimos. ¿Por qué?  Ya respondo yo: porque no querían boicotear lo que estaban
  haciendo.  Es copia de la columna publicada en El Mundo el 7 de mayo de 2005 Para volver a la página de inicio, pincha aquí | |||||
| ZOOM | |||||
| 
 | |||||
| Políticos que sobreactúan | |||||
| 
 | |||||
| JAVIER ORTIZ He leído que el líder de los socialistas madrileños, Rafael Simancas, ha lamentado los enfrentamientos que se están produciendo entre el alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón, y la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Esperanza Aguirre. Ha pedido a ambos «un ejercicio de mesura y de sentido común para que dejen sus enfrentamientos». La cuestión no es que ese llamamiento sea hipócrita. Lo
  peor es que todo el mundo se da cuenta de que lo es. Suena a hueco. Nadie
  ignora que Simancas desea todo lo contrario, en realidad. Trata de darse
  aires de estadista de altos vuelos pretendiendo que está por encima de esas
  pequeñeces, porque para él lo que prima es «el interés de todos los
  madrileños», pero resulta cualquier cosa menos creíble. Todo quisque sabe que
  el PSOE madrileño, con el propio Simancas al frente, viene esforzándose en
  alentar el enfrentamiento entre Gallardón y Aguirre, y que está encantado de
  que vaya a más.  Y además hace bien. Y no sólo porque eso conviene a sus
  intereses partidistas, sino también porque, en contra de lo que él mismo
  alega con aire toscamente jesuítico, ese enfrentamiento no perjudica en nada
  a los intereses de la ciudadanía de la CAM.  De hecho, la rivalidad entre las administraciones local
  y regional representa un buen estímulo para ambas. Empuja a cada una de ellas
  a tratar de demostrar que es más eficaz y más útil que la otra.  Es cosa frecuente en países de larga tradición
  democrática que el electorado se incline por políticos de diferente signo
  según de qué elecciones se trate: locales, regionales, para los órganos de
  poder central... Lo hace precisamente para empujarles a rivalizar y a
  vigilarse mutuamente. Entiende que, gracias a esos contrapesos de poder,
  ningún partido puede sentirse por encima del bien y del mal, inmune a la
  crítica. En este caso, Gallardón y Aguirre son del mismo partido, pero como
  si no lo fueran.  Simancas lo dice todo pensando sólo en qué caerá mejor y
  qué peor. No se para a meditar en qué sentido tiene lo que ha afirmado, en el
  supuesto de que tenga alguno. Menos aún repara en si lo que dice tiene alguna
  relación con lo que hace.  Sobreactúa constantemente. Y el público lo nota.  No trato de emitir un juicio ético sobre la actuación de
  Simancas. No haría al caso. Le hago una mera observación técnica: cuando un
  prestidigitador no sabe esconder sus trucos, la gente acaba por no pagar la
  entrada para verlo.  Es copia de la columna publicada en El Mundo el 4 de mayo de 2005 Para volver a la página de inicio, pincha aquí | 
Columnas publicadas con
anterioridad
(desde julio de 2003)
2005
2004
2003
. Segunda quincena de julio de 2003