“Los desaparecidos son eso,
desaparecidos; no están ni vivos ni muertos; están desaparecidos” Palabras pronunciadas por el Teniente General Jorge Rafael Videla en una conferencia de prensa de 1979
"Los desaparecidos no están en mis bolsillos. Ustedes me avergüenzan ante el mundo como lloronas con sus fotos. El pasado está muerto." Declaración del presidente argelino Abdelaziz Buteflika, 15 de septiembre de 1999.
"Las
desapariciones no las llevan a cabo las instituciones. Son actos
aislados cometidos por agentes del Estado. (...) ¿Dónde están las
pruebas?" Faruk Ksentini, Presidente de la Comisión Nacional Consultativa de Promoción y Protección de los Derechos Humanos de Argelia, entrevista a L'Expression el 29 de abril de 2010
Retrato de Pedro Villasante Otegui, desaparecido del bando republicano durante la guerra civil española, con Montevideo al fondo. Fotografía de Juan Urruzola. Exposición "Miradas ausentes" (febrero-abril de 2006), Centro Cultural de España en Montevideo (Uruguay).
Cuando
son los aparatos del Estado los que se vuelven contra sus ciudadanos y
los que deciden que no deben quedar huellas, resulta muy difícil
encontrar pruebas materiales como informes, documentos u objetos que
permitan rastrear la suerte de los detenidos, aunque existan. A veces
tan sólo cabe agarrarse a las imágenes que permanecieron resguardadas como tesoros
en álbumes familiares. Hay
familias humildes que sólo cuentan con las fotografías que hubo que
tomar, a saber a qué precio, para cumplir con algún trámite exigido por
ese mismo Estado.
Estas
son las imágenes que predominan en las manifestaciones de familiares de
desaparecidos en Argelia, donde asisten sobre todo madres. Madres con pañuelos, como en Argentina. Aún más locas, por atávicas, también
hacen uso de los primeros planos de sus hijos en las pancartas,
una manera de conjurar la ausencia. En Argel algunas se concentran cada miércoles
(las Madres
de Buenos Aires lo hacen los jueves) frente a la gubernamental Comisión
Nacional Consultativa de Promoción y Protección de los Derechos
Humanos (CNCPPDH), aunque su presidente, Faruk Ksentini, que se supone que está ahí para
escucharlas, quiera impedirlo (*)
El Estado argelino reconoce que desde 1992 se han producido unas seis mil desapariciones forzadas ("actos aislados", según Ksentini), pero las asociaciones de familiares sostienen que en realidad hubo entre diez y veinte mil desapariciones ordenadas por las fuerzas de seguridad durante la cruenta guerra civil. Sea como fuere, se cuentan por miles y miles son las familias afectadas que reclaman conocer la verdad sobre la suerte de sus allegados. Algunas de ellas se agruparon en la Asociación Mich'al de
hijos de desaparecidos de Jijel. Y estas son fotografías de algunos pequeños
actos de protesta llevados a cabo en algunas ciudades argelinas, entre
junio y julio de este mismo año. Solas y ocultas tras el velo mediático, nos
recuerdan que están ahí. Y que no olvidan.
Concentración en Argel, 23 de junio de 2010:
Concentración del 5 de julio de 2010 en Jijel:
Concentración del 8 de julio de 2010 en Constantine:
* Actualización (07/08/10): finalmente el Estado argelino decidió prohibir la concentración semanal ante la CNCPPDH en Argel, un reflejo de cómo pretende cerrar definitivamente este asunto. El pasado miércoles 4 de agosto tuvo lugar un despliegue policial masivo que incluyeron cargas contra las madres de los desaparecidos, poniendo fin de momento a 12 años de sentadas. He aquí algunos comunicados de protesta (en francés): Comunicado de la Liga Argelina de Derechos Humanos
Si hay una industria global, esa es la del automóvil. Durante el período de esplendor del capitalismo industrial, la hegemonía de la industria automovilística fue de la mano de la hegemonía estadounidense, tras el período pionero alemán. Y si lo que era bueno para General Motors era bueno para los Estados Unidos (hasta su quiebra definitiva e intervención por el gobierno), podría añadirse que, desde el punto de vista abstracto del capital, lo que era bueno para la industria del automóvil era bueno para el resto de la producción. Fue una marca de coches la que dio nombre a a un modo de producción -el fordismo- que luego caracterizaría todo un período histórico: aquel que aunaba la producción planificada en cadena -con un fuerte gasto energético- con el consumo de masas, trabajo especializado y mecánico con elevados salarios, disciplina y socialización de la cobertura de las necesidades básicas. La generalización de las revueltas obreras durante los años sesenta (con huelgas masivas, y a menudo violentas, en fábricas que, como la de Renault-Billancourt, la Fiat en Milán o la de Ford en Colonia, llegaban a concentrar más de cien mil personas) condujo a una crisis de la planificación -estatal y empresarial- y, junto con la primera crisis del petróleo, provocó una reacción que se tradujo en la automatización de los años setenta, la deslocalización y la financiarización. Hasta que acabó por triunfar un nuevo modelo manufacturero que adoptó también el nombre de otra marca: el toyotismo.
Paradójicamente, y aunque suela identificarse sin más capitalismo con libre mercado, lo cierto es que el principal sector industrial a escala mundial lo ha representado un oligopolio que siempre ha precisado de una fuerte intervención estatal (no sólo en momento de crisis). La industria del automóvil se caracteriza por una fuerte concentración de capital en toda la cadena de valor. Concentración que se justifica por la generación de economías de escala, la reducción de costes de transacción y la necesidad de cooperar en el desarrollo de nuevas tecnologías y estándares comunes. Esto era así antes de la crisis financiera; con mayor razón, tras las fusiones y reestructuraciones financieras del turbulento año de 2009, lideradas por los acreedores. Hasta el punto de que cada una de las grandes compañías (el top ten que controla tres cuartas partes del mercado mundial, mientras que el top five produce la mitad de los automóviles que se venden) posee paquetes de acciones en las demás, formando una maraña de participaciones entrecruzadas que hace muy difícil determinar quién es propietario de qué. La infografía que publicóThe Financial Times en mayo de 2010 visualiza muy bien el estado del negocio en ese momento y algunas de las más importantes alianzas empresariales.
Esto en lo que respecta a los fabricantes de automóviles, sin contar con los proveedores de partes y componentes (incluyendo mega-proveedores de subsistemas complejos) o las joint ventures y las licencias de producción en
países como China. El capital es uno y múltiple, y tiene el don de la ubicuidad. Aunque ésta se traduzca en geografías particulares. Así, la "commonisation" implica extender el empleo de plataformas comunes (chasis, suspensión, transmisión, etc.) y los componentes mecánicos más importantes a una escala global, mientras se concentran las actividades de diseño de producto en unos pocos lugares. Una internacionalización de las diferentes fases de la producción que no ha impedido un alto grado de conflictividad obrera. De ahí que el comercio -al mismo tiempo internacional e intraempresarial- esté considerablemente administrado (mediante acuerdos de libre comercio como el firmado entre la Unión Europea y Corea del Sur, o los acuerdos bilaterales entre Brasil y Argentina en el caso de Mercosur).
En 2007 se batió el récord en la producción mundial de automóviles: 73 millones de vehículos. La crisis financiera redujo la producción anual a 61 millones en 2009. Depresión o no, el crecimiento del mercado asiático -con nuevos gigantes que podrían acabar desplazando a europeos y norteamericanos- probablemente permita en un futuro no muy lejano alcanzar y superar las ventas de los mejores momentos. Dicen que con automóviles más eficientes, menos consumidores de derivados del petróleo, menos contaminantes. Eso sí, acompañados de asfalto y cemento, y destinados al mismo sueño individualista.
Sin embargo, una eventual recuperación no volverá a situar la industria automotriz como modelo productivo hegemónico. Desde hace años, la expansión financiera, la crisis ecológica y la creciente importancia de la producción inmaterial y digital de conocimientos atraviesa y transforma dicho sector y genera nuevos candidatos -como Wal Mart o Google- sobre los que hoy se centra el debate. Pero la nueva economía, muy inestable, carece de un pacto social equivalente al del fordismo que incorpore al precariado autóctono y migrante, al cognitariado. Mientras lo nuevo no termine de cristalizar nuestra incertidumbre, que todavía lleva el nombre de posfordismo, seguirá vinculada a una marca de coches.
La visita del presidente de Ruanda Paul Kagame a Madrid, con
motivo de la reunión preparatoria de Naciones Unidas para revisar los
avances en la consecución de los Objetivos del Milenio,
generó la semana pasada un enorme revuelo. Los familiares
de españoles asesinados en Ruanda y en el Congo en circunstancias muy
dispares entre 1994 y el año 2000, así como diversos partidos políticos
(CiU, ERC, Na-Bai, IU, ICV, CC y BNG) y ONG, incluyendo la Coordinadora
de ONG para el Desarrollo (CONGD), habían denunciado la recepción
del presidente ruandés, a quien acusan de ser un "criminal de guerra" y
un "genocida". Para ello se apoyaron en un auto
de procesamiento contra militares ruandeses dictado en febrero de
2008 por el juez Fernando Andreu, del Juzgado de Instrucción número 4 de
la Audiencia Nacional. El juez Andreu encontró "indicios
racionales y fundados de criminalidad" contra una serie de militares del
Frente Patriótico Ruandés, la guerrilla creada en Uganda por la
diáspora tutsi y de la que Paul Kagame fue uno de sus más destacados
dirigentes antes de tomar el poder en Ruanda en el año 1994. Sin
embargo, por su condición como presidente de la república ruandesa desde
el año 2000, Kagame no pudo ser procesado. Ante la polémica, José Luis
Rodríguez Zapatero terminó cancelando su participación en el encuentro patrocinado por la ONU.
Ciertamente, el
Frente Patriótico Ruandés (FPR) cometió crímenes gravísimos
contra la población civil desde que en octubre de 1990 invadiera Ruanda,
a partir de sus bases en el vecino Uganda y con apoyo de su presidente
Yoweri Museveni. En su avance hacia Kigali, el FPR cometió masacres
antes, durante y en los meses posteriores al genocidio, también contra
tutsis ruandeses. Tras expulsar del poder al gobierno racista hutu, y
una vez instalado en el poder, la Ruanda del FPR ha tenido además un
papel protagonista en la lista interminable de conflictos que continúan
asolando el Zaire/República Democrática del Congo (RDC). Primero,
el FPR (con Kagame como vicepresidente y ministro de defensa) promovió
en 1996 a Laurent Desiré Kabila (junto con sus aliados Uganda, Zimbabwe y
Angola) para perseguir a los hutus vinculados con el genocidio, huidos junto a decenas de miles de refugiados, y para
derrocar a Mobutu Sesé Seko; cuando aquél decidió ir por su cuenta, en
1998 el ejército volvió a invadir el Congo con ayuda ugandesa, aunque en
esta ocasión Zimbabwe y Angola acabaron apoyando a Laurent Kabila (por
motivaciones principalmente económicas, el primero; por motivaciones
políticas internas, el segundo), hasta su asesinato a manos de su
guardaespaldas en enero de 2001. Durante todo este tiempo, hasta hoy, la
intermitente presencia militar ruandesa, directa -hasta febrero
de 2009- o indirecta -apoyando guerrillas locales-, ha contribuido al
saqueo de los minerales de las provincias de Kivu. Una
explotación en la que participan compañías
de otros países, vecinos y más lejanos.
Dicho esto, la
manera en que se han formulado las acusaciones contra Paul Kagame estos
últimos días van más allá del reconocimiento de los hechos y el reparto
de responsabilidades y apuntan a una inquietante interpretación del
genocidio de Ruanda y las guerras en el Congo, cuando no a la
manipulación más desvergonzada.
Con respecto al genocidio,
en Guinguinbali, portal de noticias sobre África en español al que
habría que exigir más rigor, publicaron que Kagame es nada menos que el responsable de "800.000
asesinatos de hutus (...)
genocidio que se investiga en el Tribunal Penal Internacional para
Ruanda, con sede en Tanzania." En el mismo medio, el periodista José
Naranjo reiteró
en su blog que Kagame es "uno de los principales inductores y
ejecutores del genocidio hutu
(800.000 muertos)". Una aberrante falsificación de la historia, por más que la citada cifra sea una estimación. Lo
que investiga, con más pena que gloria, el Tribunal de Arusha es el
genocidio de 800.000 tutsis y hutus llamados "moderados" (sic)
perpetrado no por el FPR sino por el régimen hutu racista entonces en el
poder. En el diario Público, Manolo Saco afirmó
por su parte que "la Audiencia Nacional acusa [a Paul Kagame] de diseñar y
preparar en reuniones
secretas con otros militares el mayor genocidio del que se tiene noticia
después del holocausto judío". Semejante tergiversación hubiera
provocado un escándalo monumental de haberse aplicado al holocausto
judío. Con África, hay licencia para ignorar y también para decir cualquier cosa.
En
cuanto a las guerras del Congo, según estos articulistas Kagame
sería también el responsable último de la muerte de cinco millones de
personas. Es lo que sostiene también Ramón Arozarena, desde la revista
digital África
Fundación Sur, cuando califica al
"régimen ruandés" del FPR como "causante de millones de muertos
congoleños (5 millones)". Aunque según Francisco Pérez Esteban,
secretario de Derechos Humanos y Solidaridad Internacional de Izquierda
Unida, serían cuatro millones y...¡todos ruandeses!. Como si en todos
estos años no hubieran intervenido en el este del país ejércitos
estatales como el de la propia RDC o el de Angola, o grupos armados como
las milicias Mai Mai, el FDLR (formado en gran parte por hutus
interahamwe), el ugandés Ejército de Resistencia del Señor, etc. Por desgracia, el periódico Diagonal, de manera lamentable, bate todos los
récords y en
su edición digital considera al presidente ruandés "responsable
de la muerte de cinco millones de congoleños y de dos millones de
ruandeses". Los comités de solidaridad con el África negra agrupados en Umoya aportan una argumentación similar. En total, siete millones de personas. ¿Alguien da más?
Hay
que aclarar que la famosa cifra de los cinco millones, empleada por
unos y otros para movilizar apoyos y recursos, proviene de las
estimaciones que periódicamente elabora el International
Rescue Committee, que emplea la metodología de "muertes por
exceso", según la cual de los 5,4 millones de muertes producidas hasta
el año 2007 -antes de la ofensiva de Laurent Nkunda-, en determinados
momentos hasta
un 11 % podrían atribuirse directamente a muertes violentas,
mientras que el resto sería el resultado de múltiples causas, desde la
desnutrición infantil a enfermedades fácilmente curables, pasando por
las penalidades de los desplazamientos forzosos de la población.
En
todo caso, estas importantes puntualizaciones no rebajan el alcance de
las atrocidades cometidas por los diferentes grupos armados, incluyendo
las perpetradas por el propio ejército ruandés, ni el drama que afecta a
la población del este del Congo, especialmente a los refugiados y
desplazados internos. Las guerras del Congo constituyen, en efecto,
uno de los conflictos más
cruentos desde la II Guerra Mundial, sobre todo si incluímos la tragedia
ruandesa. Tampoco suaviza la violencia organizada del FPR ni la
represión que actualmente ejerce el gobierno ruandés sobre sus
opositores. La cultura militar del FPR es particularmente brutal y
autoritaria y encuentra su origen en la violenta biografía de los
refugiados tutsi
en Uganda
que se implicaron en las guerras civiles de ese país entre finales de
los años
setenta y principios de los ochenta. Las ejecuciones de represalia
contra amigos y familiares de genocidas
hutu y las matanzas que se cometieron contra todos aquellos grupos
(hutus pero, repito, también tutsi) considerados una
amenaza para la nueva elite en el poder muestran un método de control
político y social mediante el terror.
Pero si bien cabe
denunciar la propaganda del gobierno de Kagame, que relaciona toda voz crítica de las acciones del FPR y del ejército
ruandés con los
genocidas, tampoco podemos admitir la propaganda inversa: la "tesis del
doble genocidio", sostenida entre otros por ex responsables hutu y
por la Iglesia Católica, según la cual en 1990 habría comenzado un
genocidio contra los hutu que continuaría aún hoy con la violencia
desplegada en el este de la RDC. Esta tesis -que no se sostiene
históricamente- está en el origen de la cifra de los dos millones de
ruandeses muertos que cita Diagonal y en el tipo de acusaciones que se
han vertido estos días contra Paul Kagame.
Más preocupante aún,
esta "tesis del doble genocidio" parece influir también en el auto del
juez Andreu, que -además de abordar el conflicto africano desde la
óptica del terrorismo- contiene afirmaciones políticas muy discutibles.
Así, en el Fundamento de Hecho número 9 escribe (los subrayados son
míos): "desde el Alto Mando Militar, Paul Kagame y James Kabarebe
habrían dado las ordenes oportunas para que se atacase a la Forces Armés
Rwandaises (FAR) y así, en una operación planificada de antemano, como
inicio de la fase final de toma del poder, aún a sabiendas
que [sic] sus misiones no iban a impedir la previsible masacre
de personas tutsis que no habían abandonado el país en 1.959 y que previsiblemente
iban a ser asesinadas en los próximos días". Declaración muy
parecida a la escrita por el juez antiterrorista francés Jean-Louis
Bruguière en su auto
de procesamiento contra militares ruandeses: Kagame "había
optado deliberadamente por un modus operandi que, en el contexto
particularmente tenso de Ruanda, sólo podía desencadenar, como
reacción, represalias sanguinarias". Siguiendo este retorcido
silogismo, Kagame sería el verdadero responsable del genocidio
tutsi al haber provocado -entre otras cosas, mediante un atentado cuya
autoría nunca ha sido probada- una reacción inevitable.
No hacía
falta llegar a este grado de mistificación para expresar la indignación
ante el trato de Paul Kagame como respetable líder internacional y
denunciar la trama de intereses que se entrecruzan en el corazón de
África. Las interferencias geopolíticas (franceses contra
estadounidenses), junto con un maniqueísmo burdo, cierta obsesión por
las cifras y la apropiación para debates políticos ajenos, han
dificultado la comprensión de la prolongada crisis de los Grandes Lagos y
la construcción de un sentido político que no recurra tanto a lugares comunes como las habituales comparaciones con el nazismo. Y
es que la manipulación termina mancillando aquello que se dice
defender. Por más noble que sea.
En un país que ha hecho del martirologio un signo de identidad nacional, durante las fastuosas celebraciones del lunes no hubo ni una palabra de recuerdo para las setenta y seis víctimas del doble atentado de Kampala del 11 de julio, muertas precisamente mientras veían y celebraban, en un restaurante etíope y en un popular club de rugby, el partido de la final de la Copa Mundial de fútbol entre Holanda y España. El gobierno no quiso aguar la fiesta con una mención tan macabra (el 11-J será la fecha de la victoria española, no la de la masacre) y es posible que nadie hubiera advertido de lo sucedido a unos jugadores eufóricos.
Fuente: BBC
Después de un mes escuchando tópicos sobre África, al día siguiente de la clausura del mayor acontecimiento deportivo del planeta nuestros medios de comunicación volvían a mostrar que, en lo que respecta a aquel continente, predomina el desconocimiento y el desinterés. Lo cual favorece la manipulación interesada. En un ejemplo muy ilustrativo de las jerarquías mediáticas y del modo en que circula la información, la prensa no mencionó el atentado en sus ediciones digitales hasta que las agencias internacionales no certificaron lo sucedido, a pesar de que la prensa local se hizo eco del atentado de manera inmediata. Lo que puedan contar los ugandeses sobre su propia tragedia no resulta muy fiable, aunque tengan el detalle de escribir en inglés y no en sus lenguas ancestrales.
Los atentados de Kampala, realizados tal vez por suicidas, fueron reivindicados más tarde por el jeque Ali Mohamud Rage, un portavoz de la milicia islamista Harakat al-Shabab al-Muyahidín (movimiento de la juventud combatiente) conocida entre nosotros como Al Shabab o Al Shabaab. Esta milicia es una de las escisiones de la Unión de Tribunales Islámicos (UTI), agrupación heterogénea que llegó a controlar amplias zonas del país pero cuyo gobierno finalizó con la invasión etíope -con apoyo estadounidense- de diciembre de 2006. Desde entonces, las milicias islamistas están en guerra contra el llamado Gobierno de Transición Federal (GTF), apoyado por la ONU, Estados Unidos y la Unión Europea. En realidad, el GTF apenas controla una pequeña porción del territorio
somalí y necesita del apoyo internacional para existir, lo que dice mucho acerca del presunto apoyo popular. Tras la retirada de las tropas etíopes a principios de 2009, su lugar lo ocupó el Amisom, una fuerza de interposición de la Unión Africana compuesta básicamente por tropas de Uganda y Burundi (ambos aportan un contingente de unos cinco mil soldados) que logró contener la ofensiva combinada de Al Shabab y Hizb al-Islam en mayo de 2009. Muchos somalíes acusan al Amisom de emplear un uso desproporcionado de la fuerza que suele implicar la muerte de civiles. Así, por ejemplo, en octubre de 2009 la Amisom repelió con armamento pesado un ataque de las milicias islamistas en el aeropuerto de Mogadiscio, provocando una treintena de muertos entre la población civil. Amisom negó toda responsabilidad en la matanza y acusó a los islamistas. Al Shabab, por su parte, amenazó entonces con atacar las capitales de Uganda y Burundi.
Días antes de los terribles atentados, las fuerzas de la Amisom se enfrentaban con Al Shabab por las calles de Mogadiscio y en Adis Abeba (Etiopía) tenía lugar la cumbre de la Autoridad Internacional para el Desarrollo (IGAD), institución que reúne a seis países del África del este (Etiopía, Djibuti, Kenia, Sudán y el GTF de Somalia). Eritrea, enemiga del GTF, no participa en esta institución. En ella el GTF había presionado por un incremento de tropas internacionales, para lo que no había dudado en usar el espantajo de Al Qaeda. En el comunicado final de la cumbre, los países declaran que "el conflicto en Somalia no es un conflicto entre somalíes sino entre el pueblo de Somalia y grupos terroristas internacionales." Por ello proponen convertir la misión de mantenimiento de la paz de Amisom en una misión de la ONU y aumentar el número de tropas hasta 20.000 soldados, aunque luego haya fuertes reticencias a la hora de comprometer más tropas. Este contexto político, junto con el incremento de la violencia -con dos soldados ugandeses muertos en combate esa misma semana-, motivó un premonitorio editorial del periódico ugandés Observer (08/07/10): "sin soldados suficientes, sin que el resto de África se tome la molestia, y con un Al
Shabab cada vez más amenazante, Uganda debe encontrar un modo de salir de este desastre. Una estrategia de salida (exit strategy). Nuestros soldados no pueden permanecer en Somalia indefinidamente, sobre todo cuando no hay ningún progreso visible." Con razón, el editorial insistía en que "no hay paz que mantener", recordando el mandato oficial de la Amisom.
Sin embargo, los atentados han provocado la reacción opuesta del presidente Yoweri Museveni, quien gobierna Uganda desde 1986 y es un fiel aliado de los Estados Unidos. En un tono marcadamente belicista, el miércoles declaró lo siguiente: "Vamos a tomar la ofensiva e iremos a por todos los que hicieron esto en todas partes, comenzando aquí" (...) "Estábamos en Mogadiscio para vigilar el aeropuerto y el palacio presidencial, eso era todo. Ahora nos han provocado para que vayamos a por ellos. Solo estábamos relizando nuestro pequeño mandato... ahora tenemos un interés. Ha sido un gran error por su parte." Es decir, Museveni anuncia una mayor implicación militar en Somalia, si el presupuesto lo permite, y en el interior, mayor autoritarismo y represión contra la disidencia interna y los refugiados somalíes. El año pasado ya había pedido desplegar la fuerza internacional en las ciudades de Kismayo y Baidoa, controladas por los islamistas.
No parece que Uganda esté en condiciones de multiplicar los frentes, aunque a cambio de su compromiso militar pueda llegar a recibir mucho dinero de la comunidad internacional. Uganda ha estado interviniendo en la guerra de la vecina República Democrática del Congo (RDC) desde 1996. En los últimos años uno de sus principales objetivos ha sido acabar con la guerrilla del Ejército de Resistencia del Señor (LRA) y de las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF, guerrilla apoyada por Sudán) establecidas allí. Esta última fue prácticamente liquidada, pero todavía quedan algunos guerrilleros en la RDC. A esta guerrilla se le atribuyen otras explosiones en Kampala: uno fue el doble atentado cometido, vaya si es casualidad, el 12 de julio de 1998 en la capital ugandesa durante la retransmisión de la final de la Copa Mundial de fútbol entre Francia y Brasil. Entonces sólo murió una persona.
Pero, ¿qué es en realidad Al Shabab? Resulta difícil precisarlo, pues con esa denominación encontramos grupos diversos que adoptaron la etiqueta para distinguirse de su enemigo común, las tropas etíopes y el GTF, sin que exista un comando centralizado. Según Gerard Prunier, historiador francés especializado en el Cuerno de África y el África del Este, "algunos al-Shabab eran de hecho milicias basadas en clanes que operaban bajo una bandera islamista; otras eran restos de milicias de antiguos señores de la guerra aunque muchos estuvieran vinculados a la rama radical de la Alianza de la Reliberación de Somalia basada en Asmara (Eritrea) bajo el liderazgo de Hasán Dawir Aweys (ARS-A); y otros grupos eran restos del ARS-S [la faccion dirigida por el Hawiya Sharif Ahmed, antiguo comandante de la UTI que acabó siendo nombrado presidente del Gobierno de Transición Federal]".
Lo que comúnmente se conoce como Al Shabab, el núcleo duro del movimiento, son milicias salafistas pertenecientes al clan de los Hawiya. En los últimos dos años este núcleo habría sido controlado por los takfiristas más radicales, agrupados en torno emires como Ahmed Amid Godane, hombre fuerte en Mogadiscio. A este núcleo se unirían, al parecer, militantes extranjeros, borrosa etiqueta que suele esgrimirse después de terribles masacres indiscriminadas como la de Kampala o la producida en Mogadiscio en diciembre de 2009, y que puede incluir tanto a convencidos jihadistas (buena parte de ellos serían somalíes de la diáspora, provenientes de Kenia o la península arábiga) como a los más variados servicios secretos. Algunos de los nombres de extranjeros que circulan son Fazul Abdullah Mohamed (Islas Comores), que sería comandante en jefe de Al Shabab; Mohamed Abu Faid (nacido en Arabia Saudí), financiero; Abu Musa Mombasa (Pakistán); o Abu Mansur Al-Amriki (Estados Unidos), este último con muchos números de ser un agente de la CIA.
Conforme fue creciendo y ganando terreno, grupos de otros clanes pasaron a distinguirse según lealtades muy somalíes que poco tienen que ver con la obsesión por la "jihad global" que los think tanks euroamericanos anteponen a cualquier otra consideración. Prunier cita el ejemplo de Mukhtar Robow ("Abu Mansur", un Rahanweyn del subclan Lissan), líder que domina las regiones sureñas de Bay y Bakool y que también nombró a los suyos -del mismo clan- el "movimiento de la juventud combatiente". Los Harti (subclan de los Darod) de la ciudad sureña de Ras Kamboni crearon su propio movimiento islamista llamado Anole. Éste último, junto con el ARS-A de Haweys y otras facciones formaron en 2009 elHizb al Islam, de fuerte carácter nacionalista, tras el nombramiento del islamista Sharif Ahmed -acusado de traidor- como presidente del GTF. Son habituales los enfrentamiento entre las diferentes facciones, y con grupos no salafistas como Ahl as-Sunna wa'l Jama'a (ASWJ, creado en 1991, próximo al gobierno y apoyado por Etiopía). Para el International Crisis Group, los principales grupos islamistas se encuentran divididos en dos temas fundamentales: el nacionalismo pan-somalí y las relaciones interclánicas. El ala más radical de Al Shabab estaría empeñado en trascender ambas líneas divisorias en la línea de Al Qaeda. Prunier apunta a una fuente de conflicto más prosaica: el control de los limitados recursos financieros, básicamente los puertos, aeropuertos, el tráfico de qat, el tráfico de refugiados (hay 1,4 millones de desplazados internos, según Acnur), la piratería y el saqueo de la ayuda humanitaria.
Pero por más que se quiera describir Al Shabab como una sucursal de Al Qaeda y se quiera identificar a los islamistas somalíes con los talibanes afganos, existen importantes diferencias. Los talibanes forman parte de la etnia mayoritaria en Afganistán, los pastunes, mientras que en Somalia todas las facciones son minoría en un entramado de clanes y subclanes de gran complejidad. Además, difícilmente el núcleo duro de Al Shabab podrá controlar el país si mantiene unas posiciones tan extremistas y represivas de las costumbres locales que sólo consiguen el rechazo de la mayoría de los somalíes.
Hasta la fecha la intervención exterior no ha hecho otra cosa que exacerbar el caos y la violencia en Somalia y en la región. Como en Yemen, la interpretación del conflicto según la cual se trata de acabar con la amenaza global de Al Qaeda dificulta cualquier tipo de negociación política interna y sólo favorece las posiciones más intransigentes. No deja de llamar la atención el hecho de que al norte, en la ignorada Somalilandia -una república independiente de facto y que hace años que busca un reconocimiento internacional que no
llega-, donde no hay intervención exterior, Al Shabab no haya podido de momento alterar el proceso político interno. El pasado 26 de junio se celebraron allí unas elecciones presidenciales en las que ganó el candidato de la oposición. Tal vez sea mejor que continúen pasando desapercibidos.
La ministra de Defensa, Carme Chacón, junto con el ex presidente del
Parlamento Federal de transición de Somalia y antiguo señor de la guerra jeque Mohamed Adan Nur 'Madobe', durante una reunión celebrada el 25 de marzo de 2010. Chacón confirmó el
apoyo de la Unión Europea para ayudar a fortalecer el Gobierno de Transición Federal somalí. Fotografía: Ministerio de Defensa.
En Buenos Aires, una ciudad tan alejada y al mismo tiempo tan cercana a Madrid, una buena parte de los trabajadores del Subte (como allá se conoce al Metro) llevan mucho tiempo en conflicto con la empresa, el Ministerio de Trabajo y la misma burocracia sindical.
En el Subte, los trabajadores han buscado principalmente el reconocimiento legal de la organización sindical que habían creado libre y autónomamente, la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP). Tras una serie de movilizaciones y huelgas, en noviembre de 2009 obtuvieron la "tutela sindical" del Ministerio de Trabajo, lo que implica el reconocimiento de los delegados que no pertenecen a la UTA (Unión Transviarios Automotor, el sindicato oficial), a los que se exime del llamado "descuento obligatorio", la cotización en el sindicato legal se milite o no en el mismo. Falta todavía un reconocimiento pleno, pero la decisión del Ministerio supuso un paso importante en ese sentido. No por ello han dejado de movilizarse.
Otra conquista significativa fue la reducción de la jornada laboral a 6 horas, teniendo en cuenta el ambiente de trabajo insalubre que hay en el Subte. Como recuerda Roberto Pianelli, uno de los delegados del AGTSyP, "se habían extendido a 7 horas con la dictadura, después con Menem se había llevado a 8; ahí habíamos conseguido otro elemento nuevo. Si vos me pedís que lo mida en proporción, esto que logramos ahora trasciende las fronteras del subterráneo, pasa a una dimensión nacional." Lo cual implica, como afirman en el diario digital argentino lavaca, "toda una reivindicación del tiempo libre, de
su significado en una sociedad en la que las “conquistas laborales”
parecen cosa de museo. ¿Qué pasa cuando los metrodelegados, en lugar de
hablar sobre trabajo o gremialismo, hablan sobre el ocio?" Vale la pena escuchar la entrevista que hacen los periodistas de lavaca al delegado Pianelli en el programa de radio Decí Mu.
Dos conflictos, diferentes reivindicaciones y tácticas, contextos distintos pero el mismo sistema circulatorio de la metrópolis. Los dos lados de un mismo espejo. Hoy en Madrid se lleva a cabo una nueva acción de huelga, con servicios "mínimos" abusivos. Estaría bueno que en Subte y en Metro aprendieran los unos de los otros. Dejo un mensaje de uno de los delegados del Subte porteño, Claudio Dellecarbonara, dirigido a los trabajadores del Subte.
El pasado mes de mayo el ministro del interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba, participó en Varsovia en una curiosa celebración, la del Día Europeo de los Guardias de Fronteras. No hay colectivo o causa que se precie que no cuente con su día europeo o internacional, y cuatrocientos mil guardias fronterizos no van a ser menos. En aquella ocasión, Rubalcaba afirmó con orgullo que gracias a la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las
Fronteras Exteriores (Frontex), entre 2006 y 2009 se había reducido hasta en un 92 % la llegada de pateras a las Islas Canarias y un 32 %
el flujo de inmigrantes en situación ilegal en la Península. Cada cual es muy libre de establecer las relaciones de causalidad que quiera, pero me da que la contribución de los trabajadores de la citada agencia a esta reducción es más bien anecdótica. Sobre todo si lo comparamos con, por poner un ejemplo, la crisis económica que afecta al continente europeo desde 2008.
El regocijo de Rubalcaba expresaba, de manera oficial, la falta de hospitalidad convertida en política de Estado. El alivio por la llegada de menos personas de fuera (¿qué mejor síntoma de xenofobia?) sólo es equiparable a la angustia que provoca la llegada de menos capitales foráneos. Gobiernos como el que representa Rubalcaba crearon mediante leyes de extranjería un falso problema (una categoría, en realidad), la inmigración "ilegal", para luego vendernos falsos remedios como el de Frontex. Como ya he comentado en este blog, los dispositivos de control de fronteras no buscan impedir la llegada de algunos colectivos de migrantes, sino canalizarlos hacia diferentes mercados de trabajo en cantidades y costes aceptables para satisfacer la demanda empresarial. Lo que es real es la situación de desamparo y exclusión en la que quedan miles de seres humanos por la aplicación de estas políticas migratorias discriminatorias.
Este año las organizaciones que integran la red Migreurop han hecho balance de esta política europea de fronteras y los resultados distan de ser tan positivos como quiere hacernos creer Rubalcaba. Una de estas organizaciones, la francesa Cimade, ha publicado esta semana un informe titulado "Visa
rechazada". Después de haber investigado durante meses la práctica de los consulados franceses en seis países (Argelia, Malí, Marruecos, Senegal, Turquía y Ucrania), la Cimade denuncia el calvario kafkiano por el que deben pasar los nacionales de dichos países, especialmente los de origen africano. El procedimiento de obtención de un visado -incluso de corta duración- puede durar meses y varía enormemente según el consulado o la nacionalidad del solicitante (como varía también el porcentaje de rechazo: Argelia, Guinea Conakry, República Democrática del Congo o Haití superan el 30 %). La discrecionalidad administrativa es muy elevada y los solicitantes de visado se ven obligados a pasar por el consulado numerosas veces antes de que se inicie el expediente (sin ninguna garantía) y a pagar tasas disuasorias de carácter confiscatorio sin que esté prevista su devolución en caso de resultar denegada la
solicitud. Las tasas para un visado de corta duración Schengen se eleva a 60 euros, mientras que el coste de los
visados de larga duración lo fija en cambio cada Estado: Francia cobra 99 euros y España, 60 euros. Además, en muchos consulados una parte importante del procedimiento se ha externalizado, con empresas privadas que se financian a expensas de los solicitantes de visado. A lo que hay que añadir la contratación de un seguro médico y otros costes. La Cimade calcula que el coste medio del procedimiento -sin garantía de obtención del visado- para un maliense se eleva a 220 euros, cuando el salario medio mensual en aquel país es de 61 euros. En este contexto, el reclamo de una "entrada legal" constituye una burla.
Irónicamente, el documento que simboliza la sujeción a derecho por parte de funcionarios y solicitantes fomenta al mismo tiempo situaciones de ambigüedad legal y las "zonas grises". Como se sabe, la falta de información y las exigencias abusivas han permitido el desarrollo de redes de intermediarios que, previo pago, consiguen informaciones, formularios, piezas justificativas e incluso el mismo visado. En África Occidental francófona se les conoce como "coxeurs" y se agolpan a la entrada de los consulados. Quienes logran aportaciones familiares suficientes pueden llegar a pagar hasta seis mil euros, una cantidad disparatada pero que al menos se supone que garantiza una conclusión exitosa del procedimiento, aunque no falten los estafadores. Otros prefieren recurrir directamente a los "passeurs", los que en Europa llaman traficantes de seres humanos. Otra consecuencia no menos relevante de la arbitrariedad administrativa es el intercambio de favores con altos cargos de la administración del país donde se encuentra acreditado el consulado, y que pueden obtener ventajas que van desde la aceleración del procedimiento a la exención de determinados requisitos.
Sería interesante que se llevara a cabo un estudio similar comparativo sobre las prácticas de los consulados españoles en África. Probablemente extraeríamos algunas conclusiones parecidas. Una de ellas es que la práctica imposibilidad, para la mayoría de los nacionales de países
africanos, de obtener un visado en regla que les permita desplazarse
al continente europeo en avión (como los europeos que
viajan a sus países como turistas o expatriados, y es que la desigualdad se fabrica desde el mismo lenguaje), ha obligado a muchos de ellos a tomar vías de
transporte clandestinas, costosas y muy arriesgadas, a menudo por mar. En consecuencia, nos encontramos con unas tasas de mortalidad elevadísimas.
En junio de este año Le Monde Diplomatique publicó la versión más actualizada hasta la fecha del mapa de los centros de detención para inmigrantes que había elaborado en su día la red Migreurop. En internet aparece además, como novedad, una representación gráfica de la estimación de muertes de inmigrantes entre 1993 y 2009, estadísticas que incluyen los fallecimientos por naufragio entre la costa africana occidental y Canarias, y entre Mayotte y el resto de las islas del archipiélago de las Comores. La inmensa mayoría de las muertes se produjeron en el mar. Los colores indican la causa del fallecimiento: ahogamiento (naranja claro), muerte por hambre o frío (naranja oscuro), accidente o envenenamiento (rojo), etc.
Para reducir el número de pateras y la entrada "ilegal" de inmigrantes no hacía falta crear una agencia especializada ni destinar agentes policiales con sueldos golosos y hormonas alteradas. Siempre fue posible una alternativa más sencilla: una simplificación sustancial de los requisitos para la concesión de visado o, mejor, la derogación del régimen que vincula la obtención de un permiso de residencia temporal (y, por tanto, el ejercicio de determinados derechos) a la posesión de un visado. Luego se sorprenden de que los ciudadanos, como los representantes de las instituciones, prefieran que tanta gente se hunda en el fondo de mar a tenerlos vivos y libres entre nosotros.
* * *
Coda: con motivo de la Copa Mundial de Fútbol, Sudáfrica endureció los requisitos de entrada de los habitantes del reino de Lesotho, país enclavado y rodeado de territorio sudafricano. Más conocidas son las restricciones fronterizas con el vecino Zimbabwe. Muchos alegan que entre africanos no hacen cosas muy diferentes a lo que hacen los europeos con ellos. Pero el problema no es meramente cultural, sino el resultado de un determinado modelo de acumulación de capital, basado en el control del movimiento de los trabajadores. Para que Sudáfrica pudiera convertirse en el principal centro de acumulación del África negra hizo falta establecer fuertes dispositivos de control desde el principio de la colonización europea. Ese país los ha experimentado todos: la esclavitud, la migración internacional bajo contrato forzoso (culis o indentured), el apartheid y el actual régimen migratorio restrictivo.
El día en que concluía la cumbre del G-20 en Canadá, el economista Paul
Krugmanmentaba
la bicha en el New York Times (traducción al castellano en
El País). Después de haber hablado de "gran
recesión", Krugman nos cuenta ahora que nos encontramos en realidad
en las etapas iniciales de la tercera depresión, después de las
que sucedieron a los cracks financieros de 1873 y 1929. Que haya
momentos de repunte económico no significa que luego no vuelva a haber
recaídas (double-dip recession), o que en un período largo el
balance sea el de un estancamiento o crecimiento económico ralentizado.
Krugman denuncia que es el retorno a la ortodoxia
económica, con su obsesión por la inflación y el déficit, lo que
más está contribuyendo al agravamiento de la crisis económica, y que
"decenas de millones de trabajadores desempleados" continuarán en paro
durante años, "algunos de los cuales probablemente nunca vuelvan a
trabajar de nuevo." Sólo aquellos países que, como
Islandia (que ha adoptado medidas muy diferentes a las que se están
aplicando en Letonia, Grecia o España), se alejen de la ortodoxia
neoliberal podrán evitar -o paliar- el saqueo de sus ciudadanos.
Krugman
es de los pocos economistas influyentes que emplean un término tan
pesimista, si bien la crítica a las políticas equivocadas es una de las
explicaciones habituales de la crisis. El geógrafo y teórico social David
Harvey, en una de sus conferencias
(parte de la cual se ha adaptado en una curiosa animación, que muestro
más abajo) enumera esta y otras argumentaciones y las clasifica en
cuatro grupos: las que aluden a la "naturaleza" humana (la avaricia, los
instintos de dominación, el gusto irracional por el riesgo excesivo);
las que denuncian los fallos institucionales; las que insisten en la
persistencia de teorías económicas erróneas (keynesianos vs
ultraliberales); las que se refieren a razones culturales (la dominación
anglosajona u occidental, según la perspectiva); y quienes critican la
aplicación de políticas fallidas. Harvey admite que todas ellas contienen
una parte de razón pero resultan insuficientes para entender
correctamente lo que está sucediendo. Por su parte, Harvey recurre a la
crítica de la economía política de Karl Marx para hablar de lo que a su
juicio falta en todas estas explicaciones: el riesgo sistémico y las
contradicciones internas de la acumulación capitalista y cómo el
capitalismo suele resolver sus crisis internas mediante desplazamientos
geográficos. Lo cual supone dar un paso atrás y contemplar la crisis
desde una perspectiva histórica.
Quienes
estudian el capitalismo desde una perspectiva sistémica y de tiempo
largo llevan años hablando de crisis, incluso en los momentos de la
última bonanza económica, antes de la depresión. Immanuel Wallerstein
hace tiempo que explica que nos encontramos en una fase caótica, de
transición, que conducirá de aquí a algunas décadas a una nueva
configuración sistémica global que difícilmente podrá calificarse como
capitalismo (que finalmente sea un nuevo sistema-mundo más justo y
democrático está por ver). Así que cuando se produjo la debacle
financiera de verano de 2008, en octubre de ese año Wallerstein no dudó
por un momento en calificar
la situación económica mundial de depresión.
Antes, en 2007, el
recientemente fallecido Giovanni Arrighi había investigado en su
Adam
Smith en Pekín en qué podría consistir ahora el desplazamiento
geográfico al que se refiere Harvey y la transición sistémica de
Wallerstein. Para Arrighi la crisis significaba fundamentalmente todo
una crisis de hegemonía.
"Hablaremos de crisis de hegemonía
para designar una situación en la que el Estado hegemónico vigente
carece de los medios o de la voluntad para seguir impulsando el sistema
interestatal en una dirección que sea ampliamente percibida como
favorable, no sólo para su propio poder, sino para el poder colectivo de
los grupos dominantes del sistema. Las crisis no dan lugar
necesariamente al fin de las hegemonías; especialmente relevante para
nuestras preocupaciones es la distinción entre crisis de hegemonía que
señalan problemas para los que cabe empero una solución relativamente
prolongada - lo que llamaremos "crisis-señal"-, y crisis que por el
contrario se exacerban hasta dar lugar al fin de la hegemonía vigente,
que denominaremos "crisis terminales". Como se deduce de nuestra
definición de hegemonía, un Estado puede seguir siendo dominante incluso
después de la crisis terminal de su hegemonía, situación en la que,
siguiendo a [Ranajit] Guha, hablaremos de dominación sin hegemonías."
La
crisis-señal de la hegemonía estadounidense se habría producido en
1968-1971, cuando Estados Unidos abandona el patrón oro y pone término
al sistema de Bretton Woods. A aquélla habría seguido -tras la
contrarrevolución monetarista de finales de los setenta- un período de belle
époque similar al período eduardiano que sucedió a la gran
depresión de 1873-1896. "Esta respuesta [a la crisis de rentabilidad]
consiste en una tendencia de todo el sistema, centrada en la principal
economía capitalista de la época, a la "financiarización" del proceso de
acumulación de capital. Esta tendencia, que acompaña a la
transformación de la competencia intercapitalista de un juego de suma
positiva en otro de suma negativa, actúa también como mecanismo clave
para restaurar la rentabilidad, al menos temporalmente, en los centros
declinantes pero todavía hegemónicos del capitalismo mundial. Desde este
punto de vista podemos detectar similitudes, no sólo entre la belle
époque eduardiana y el resurgimiento económico y la gran euforia
estadounidense a finales de la década de 1990." Ya en 1995, Arrighi
había afirmado que otra similitud entre ambos períodos era la falta de
conciencia de sus beneficiarios acerca de la naturaleza real de dicha
prosperidad coyuntural. Hasta ahí puede llegar la comparación. La
historia nunca se repite. Como admite el propio Giovanni Arrighi a David
Harvey en su
última entrevista, publicada originalmente en la revista New Left
Review: "uno de los mayores problemas, tanto para la izquierda como
para la derecha, consiste en pensar que sólo ha habido un tipo de
capitalismo que se reproduce a sí mismo históricamente, cuando el
capitalismo se ha transformado sustancialmente -en particular a escala
global- en modos inesperados."
Para Arrighi, "los intentos
estadounidenses de revertir el aumento
del poder del sur [con el proyecto neoconservador de un nuevo siglo
americano] han tenido un efecto bumerán. Han precipitado lo que
[denomina] la "crisis terminal" de la hegemonía estadounidense."
El fin de esta hegemonía supone el fin también de la existencia de un
sistema interestatal centrado en una agencia política o estatal
dominante pero no el de la necesidad del capital de contar con una forma
global de gobierno o de gobernanza.
Este enfoque sistémico y de
tiempo largo nos ayuda a entender mejor el funcionamiento del
capitalismo, "a situar la crisis en su verdadero nivel y a pensar en
la bifurcación del sistema mundo", como afirma Yann Moulier
Boutang, quien en su último libro analiza la crisis financiera como
una encrucijada política, social y ecológica ("L'abeille
et l'économiste", éd. Carnets Nord, 2010) que podría desembocar en un capitalismo transformado o en su superación. Dicho enfoque
permite superar una interpretación reduccionista basada en lo meramente
coyuntural (por ejemplo, la publicación de las cifras mensuales de paro)
o en la política partidista al interior de cada Estado. Pero a pesar de
sus pretensiones totalizadoras, nunca deja de ser parcialmente
descriptivo (a menos que, como Moulier Boutang, se intente conectar el
nivel macro -ecológico- con el micro para proponer una nueva economía
política).
Sin embargo, el esquema sistémico tiende a privilegiar
una perspectiva macro, desde arriba, que puede llegar a abrumar y
paralizar la acción política. La palabra depresión contiene
inhibidores similares. Frente al sistema podemos sentirnos tan pequeños y
prescindibles como el astrónomo que contempla la inmensidad del
universo. Si todos, querámoslo o no,estamos dentro del
sistema (por más dinámico y no lineal que sea), ¿qué significado
tiene cambiar de sistema, superarlo o luchar contra
el mismo? Aquello que nos permite comprender, por sí solo no nos ayuda a
actuar. No existen recetas científicas. Wallerstein reconoce que una
salida del capitalismo, incierta, será paulatina y "el resultado de
infinidad de presiones individuales" en sentidos contradictorios.
Aquí es donde entra la ética y la política. ¿Cuál es el sentido que
queremos construir nosotros?
"La independencia del Congo constituye la culminación de la obra concebida por el Rey Leopoldo II, realizada por él con un coraje tenaz y continuada con perseverancia por Bélgica (...) El Congo fue dotado de vías ferroviarias, autopistas, líneas marítimas y aéreas que, al conectar vuestras poblaciones, favorecieron su unidad y ampliaron el país a las dimensiones del mundo." Discurso del Rey Balduino I de Bélgica, pronunciado el 30 de junio de 1960 ante Patrice Lumumba durante la ceremonia de independencia.
Ayer la República Democrática del Congocelebraba el cincuenta aniversario de su independencia política. Asistieron diversas personalidades y jefes de Estado, incluyendo los reyes de Bélgica, la antigua metrópolis colonial. Esta celebración llega después de la de otros tantos pueblos africanos que conmemoran la apropiación, en el año 1960, del aparato institucional creado por los colonizadores. Como ocurre con los aniversarios, se hace un balance, que para África suele presentarse como negativo, sin margen para matices. Unos, decepcionados y pesimistas, denuncian los sueños rotos por los sucesivos gobiernos postcoloniales o neocoloniales. Por lo que respecta al Congo: asesinato de Lumumba, dictadura de Mobutu Sesé Seko, las cruentas guerras de los Grandes Lagos, la interferencia extranjera (de los países occidentales y de vecinos como Ruanda), la miseria que se asienta sobre el "escándalo geológico" del gigantesco territorio, y un largo etcétera que incluye el reciente asesinato del activista Floribert Chebeya.
Luego están los cínicos, las hienas que ven en el Congo el ejemplo más acabado del fracaso del África negra, en lugar de certificar el fracaso de la modernización capitalista, aquí y -especialmente- allá. En los últimos tiempos hemos asistido a declaraciones que evocan o plagian el ofensivo discurso del rey Balduino I pronunciado el 30 de junio de 1960. Hace unos días, Louis Michel, ex Ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica (1999-2004), ex Comisario Europeo de Desarrollo y actualmente eurodiputado liberal, realizó en la revista P-Magazine una defensa a ultranza del rey Leopoldo II, que habría sido un "auténtico visionario para su época, un héroe". Según Michel, "emplear la palabra 'genocidio' en relación con el Congo es absolutamente inaceptable e inapropiado. Y sí, tal vez la colonización consistió en dominar y adquirir más poder, pero en un determinado momento también trajo consigo la civilización." Como Balduino I, Michel afirma que "los belgas construyeron líneas ferroviarias, escuelas y hospitales e impulsaron el crecimiento económico. ¿Que Leopoldo convirtió el Congo en un inmenso campo de concentración? De ningún modo. En aquel tiempo era así como se hacían las cosas." No hay contradicción entre colonización y desarrollo. Antes las cosas se hacían de una manera, ahora de otra.
Si Michel es un eminente representante de los "desarrollistas", los hay también que echan pestes de la "ayuda al desarrollo", pero sólo para criticar su ineficacia a la hora de "culminar la obra" del colonizador. Denuncian, por así decirlo, cómo se hacen ahora las cosas. Un ejemplo es el del economista Glenn Hubbard, decano de la Universidad de
Columbia y reciclado consultor. En agosto de 2009 publicó un penoso artículo en la
revista Foreign Policy en el que reivindicaba un "Plan Marshall para
África". Glenn Hubbard fue uno de los inspiradores de la política
económica de Bush, aunque conociera sus más altas cotas de popularidad con
una parodia colgada en Youtube por sus estudiantes, cuando
Bush designó a Bernanke, y no al decano, presidente de la Reserva
Federal de los Estados Unidos.
Según Hubbard, como la ayuda al
desarrollo no ha podido sacar al África negra de la pobreza, resulta
imprescindible reactivar el sector privado mediante préstamos a las
empresas africanas. Hubbard no detalla cómo poner en práctica semejante
plan, sino que se limita a contradecir las potenciales (e hipotéticas) objeciones que
recibiría desde los partidarios de la
"ayuda al desarrollo". Resumiendo, Hubbard alega que nunca se ha dado
una oportunidad "al mercado" en África, que el apoyo a la empresa debe ser
previo a la inversión en infraestructuras, que la democracia sólo es
posible si se crea una clase media africana, que las microfinanzas no
bastan para aquellos empresarios que desean crecer, y que lo importante
no es la corrupción sino si el sistema económico favorece el mercado o
no. Un cúmulo de simplezas neoliberales muy poco originales, que ignora
completamente la realidad africana y hasta su historia reciente, con la
aplicación de planes de ajuste estructural destinados precisamente a
liberalizar la economía africana.
Pero
el argumento que ayuda a entender mejor su propuesta es su explícita
defensa del colonialismo. Frente a la frase "las empresas fuertes en
África se convertirán en nuevos colonizadores" responde que esto sería
algo positivo.
"Primero, África era pobre antes del
colonialismo, y para muchos países, el colonialismo hizo a África más
rica. Hubo algunas excepciones, como el Congo Belga a principios del
siglo XX, donde el trabajo forzado para la extracción de caucho hizo a
la gente más pobre. Pero en general, los africanos en 1960 eran más
sanos, vivían más y tenían mayores ingresos que en 1900. El economista
ghanés George Ayittey denomina la era colonial la "era dorada de la
prosperidad campesina" en África, cuando amplias masas de campesinos
africanos se unieron a la economía mundial por primera vez. En 1960,
esto fue así incluso en el Congo Belga. Los hospitales, puertos, líneas
ferroviarias, y carreteras de África datan de la era colonial. Algunos
europeos se beneficiaron injustamente del colonialismo, pero para los
africanos el resultado supuso una mejora con respecto a su pobreza
anterior. Lo que no ha hecho a los africanos más ricos, sin embargo,
son sus propios gobiernos, que han minado esa prosperidad en favor de
asistencia a los gobiernos, a las ONGs, y a la inversión extranjera que
sólo ha beneficiado a la elite."
Del mismo
modo que el Plan Marshall europeo simboliza la reconstrucción de lo que
la guerra destruyó, el Plan Hubbard pretende reconstruir las
relaciones coloniales que en su día conectaron a África al mercado mundial. Para ello emplea un discurso sobre la pobreza precolonial muy tramposo, como si la
pobreza no fuera un concepto relacional cuyo contenido está determinado
históricamente. En las sociedades africanas precoloniales no existía el concepto occidental de pobreza de finales del siglo XX. En cuanto
al mercado, en África siempre hubo mercados muy dinámicos y rutas
comerciales que conectaron el golfo de Guinea con el Mediterráneo, o el
África oriental con los mercados árabes y asiáticos. La trata
esclavista impuso desde el exterior una dimensión atlántica que ante
todo implicó subordinación en el marco de una nueva división
internacional del trabajo. La prosperidad colonial de la que habla
Hubbard es un espejismo que oculta la rebelión africana contra la lógica
productivista y de dominación.
Hoy
en África existen mercados muy vivos pero que escapan a una lógica de acumulación
capitalista, para desesperación de misioneros como Hubbard. Y es que si en algún sitio no terminaron de arraigar ni el homo oeconomicus
liberal (el ideal del individuo desapegado que busca maximizar racionalmente un determinado
interés económico) ni el Estado capitalista de tipo occidental es en África. Por lo que respecta al mercado, el intercambio no siempre es estrictamente monetario, sino
que intervienen con inusitada fuerza otras lógicas, colectivas, afectivas y de donación.
Por lo visto, al continente africano exportamos no sólo medicinas caducadas, automóviles de cuarta mano o
residuos tóxicos. También tiene que soportar nuestra basura ideológica. Mejor sería que los africanos hicieran oídos sordos a los Michel, los Hubbard, los Blair y, como sus abuelos, volvieran a bailar un soukous o rumba por una renovada independencia.
"Indépendance, cha, cha - El día después". Fantástica versión de Baloji del famoso himno independentista escrito en 1960 por Joseph "Grand Kallé" Kabasele y Nicolas "Dr. Nico" Kassanda. El vídeo fue rodado en el barrio Barumbu de Kinshasa.
En las fábricas en las que se han convertido las ciudades, las expresiones más fuertes del antagonismo social incluyen a menudo el bloqueo de la circulación de personas y mercancías, el flujo sanguíneo que alimenta el tejido metropolitano. Así sucedió con las grandes protestas urbanas acaecidas en Francia en aquel otoño de 1995, con los piquetes de los desocupados argentinos en torno al cambio de siglo, o con el bloqueo de La Paz durante el conflicto boliviano de 2003. De ahí el interés del poder en canalizar y domesticar la protesta mediante la autorización de recorridos bien delimitados, la imposición de servicios obligatorios (denominados "mínimos" aunque supongan el 50%) o -cuando conviene- el aislamiento de un amplio perímetro urbano (como durante las grandes cumbres internacionales). Cuando la rebelión se sale de los cauces establecidos, entonces procede la demonización y la criminalización.
Por su impacto y radicalidad, dicho sea en el mejor sentido de la palabra, la huelga indefinida de los trabajadores y trabajadoras del Metro de Madrid probablemente constituya la primera gran movilización del Estado español desde el inicio de la recesión y desde los ajustes acordados por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y el conjunto de las administraciones autonómicas. Su inicio ayer coincidió además con la sexta huelga general llevada a cabo en Grecia y con la huelga general realizada en el País Vasco y Navarra.
Los usuarios y usuarias solidarias con la huelga del Metro entendemos
que:
1. En la huelga del Metro nos sentimos reflejados todos los
trabajadores y trabajadoras que hemos sido afectados por las medidas
tomadas con la excusa de la crisis (bajada de salarios, merma de
nuestros derechos, subida edad de jubilación, precariedad)
2. Nos sentimos solidarios porque estas medidas, que ahora afectan a
los trabajadores del Metro, se nos imponen con la excusa de la escasez,
cuando en estos años nunca han faltado miles de millones de euros para
rescatar a los bancos, entidades financieras y grandes empresarios.
3. Porque los trabajadores del Metro están encarnando el lema
“nosotros no pagaremos la crisis” en el que nos sentimos identificados.
4. Que el Metro ha sido la pieza fundamental para poner en valor el
territorio de Madrid (el Metro nunca ha vivido de vender billetes, sino
de recalificar suelo, donde llega una parada se construye un nuevo
barrio) y que eso ha hecho multimillonarios a promotores inmobiliarios y
constructoras.
5. Que al igual que esos grandes beneficios nunca se repartieron y se
acumularon en grandes cuentas bancarias, patrimonios desmesurados y
paraísos fiscales, tampoco hoy se puede pedir que los que menos tenemos
seamos solidarios para salvar un sistema que nunca repartió sus riquezas
a lo largo y ancho del mundo.
6. Que bajar los salarios en tiempos en el que las grandes fortunas
no sólo no decaen sino que crecen, con la coartada de la crisis es un
insulto a la inteligencia.
7. Que los trabajadores y trabajadoras del Metro tienen todo el
derecho a ponerse en huelga general y que muchos trabajadores precarios
miramos con envidia esta capacidad de lucha ¡ojalá todos y todas
pudiésemos plantarnos ante el jefe y decirle no, ya basta, no me bajarás
el salario!
8. Que animamos a todos y todas los trabajadores precarios, a las
trabajadoras domésticas, a los trabajadores de todas las partes del
mundo que habitan Madrid y a los que menos tienen a que piensen en cómo
unirse y luchar para que no nos quiten lo que es nuestro al grito
:¡Nosotros no pagaremos vuestra crisis!
9. Que queremos apoyar esta huelga porque es una huelga que defiende
los derechos de los trabajadores de Metro y defiende la dignidad de
todos y todas.
10. Que esperamos que la fuerza, el coraje y la solidaridad que
demuestran los trabajadores del Metro sea contagiosa, si es así…las
recibiremos con una sonrisa."
Este fin de semana se celebran en Canadá sendas cumbres del G-8 (en Muskoka) y del G-20 (en Toronto). En el marco de las negociaciones sobre la reforma del sistema financiero internacional, en esta ocasión la Unión Europea desea promover el debate fiscal, tras los duros ajustes que se han aprobado en la región para contentar a los inversores. Las arcas estatales de Estados Unidos pero sobre todo las de la UE han quedado afectadas por la reducción de ingresos debido a la menor actividad económica, una estructura fiscal obsoleta y la aplicación de planes nacionales de apoyo al
sistema financiero y de estímulo económico. Pero el recurso al endeudamiento, como consecuencia de las fuertes necesidades de financiación de los Estados, combinado con la ausencia de voluntad política, ha allanado el terreno para que los neoliberales más recalcitrantes (los "halcones del déficit", en la definición de Paul Krugman, que son legión en Europa) hagan bueno aquello de que "la mejor defensa es un ataque", materializado en forma de fuerte ajuste presupuestario. ¿Defensa de qué? De privilegios de clase, de estatus político y social. El miedo que impregna el ambiente también viene de arriba. Si el problema se limitara a unos pocos especuladores todo sería mucho más sencillo.
Con este panorama, en el comunicado final de la reunión de ministros de finanzas y los gobernadores de los bancos centrales de los países miembros del G-20 celebrada en Busan (Corea del Sur), se acordó de pasada que: "el sector financiero debe hacer una contribución justa y sustancial
dirigida al pago de la carga asociada a las intervenciones de los
gobiernos, allí donde se produzcan, para reparar el sistema bancario o para aportar fondos. (...) El FMI entregará su informe final en la Cumbre de Toronto." Tanto el FMI como la Comisión Europea han elaborado documentos de trabajo para explorar en qué puede consistir esta "contribución justa y sustancial" del sector financiero, aunque ni el país anfitrión ni los Estados Unidos deseen profundizar mucho en la cuestión.
El FMI se puso manos a la obra y, como se filtró en abril de este año, estudió dos tipos de impuestos, sobre los que a veces reina cierta confusión. El principio es el de que los bancos contribuyan a la "solución" de las crisis financieras, sin que se distorsione demasiado el funcionamiento de los mercados financieros.
En primer lugar, nos presentan un tributo que se aplicaría a las entidades financieras, que el FMI basa en los pasivos de dichas entidades, y al que denomina contribución financiera a la estabilidad (FSC en sus siglas en inglés). La Comisión Europea emplea por su parte el término "fondo de resolución bancaria", mientras que Suecia ya aprobó un tributo nacional bancario con el nombre de "fondo de estabilidad". Estados Unidos acaba de aprobar una reforma del sistema financiero, pero la idea de un fondo equivalente se ha quedado por el camino, lo que dificultarála negociación en el G-20. En todos estos casos, los ingresos obtenidos se destinarían a cubrir el coste de futuros rescates o reestructuraciones de instituciones financieras. Su alcance es, pues, muy limitado y supeditado a una regulación más amplia del sistema financiero. Según la Comisión, "los fondos de resolución bancaria deberían
mantenerse al margen del presupuesto nacional [lo que Francia discute] y destinarse solo a
sufragar los costes de resolución." En la propuesta del FMI, se aplicaría un tipo único (flat rate) aunque más tarde podría ajustarse para reflejar el riesgo institucional o la contribución al riesgo sistémico. Esta idea de una exacción bancaria con el único objetivo de salvar las instituciones financieras es la que reúne un mayor consenso, y podría ser aprobado por la Unión Europea con independencia de lo que se decida en el G-20.
El segundo tributo que analiza el FMI es un impuesto a las actividades financieras (FAT, en inglés), de nuevo para cubrir solamente los costes asociados a las crisis bancarias. Este tributo se aplicaría a los beneficios brutos y las remuneraciones de los bancos y entidades financieras, y probablemente se añadiría al anterior tipo de impuestos con el fin de obtener fondos suficientes. Por su concepción, equivale a una especie de IVA para los productos financieros.Los liberal demócratas ingleses propusieron un impuesto de este tipo en su manifiesto electoral.
Ni el FAT ni el FSC tienen nada que ver con un impuesto a las transacciones financieras (FTT, en inglés), cuyas versiones más conocidas son la Tasa Tobin (que sólo se aplicaría a las operaciones de intercambio de divisas) y la Tasa Robin Hood (aplicable a un conjunto de operaciones financieras más amplio que la Tasa Tobin). Hay también quien aboga por un impuesto que se aplique a todas las transacciones. A diferencia de los impuestos citados, un FTT:
a) se aplica no a los activos o pasivos de la entidad bancaria, sino a las transacciones financieras que se realicen (a una clase determinada o a diversos tipos de transacciones); b) generaría ingresos mucho mayores (una tasa de 0,5 % permitiría recaudar cientos de miles de millones de euros), mientras que los impuestos bancarios sólo recaudan fondos suficientes, y de mucha menor cuantía, en aquellos países con importantes sectores financieros; y c) está vinculado a la realización de políticas públicas de manera estable y no coyuntural (es decir, no a reflotar bancos en caso de crisis).
Este último aspecto es decisivo, y pone de manifiesto cómo el problema del déficit y del ajuste es principalmente político, no económico. El propio FMI admite en el informe intermedio que ha preparado para el G-20 que no existen razones prácticas que impidan instaurar un impuesto global sobre las transacciones financieras. De hecho, a escala nacional ya existen impuestos sobre transacciones específicas, aunque tal y como están concebidos recaudan pequeños montos en comparación con un FTT.Significativamente, el país del G-20 con una mayor cobertura en este tipo de tributos es Argentina, país que acabó escarmentado tras aplicar políticas de ajuste como las que continúa recomendando el FMI.No obstante, acto seguido el FMI se dedica a criticar el FTT, entre otras cosas porque según sus expertos "no se centra en las principales fuentes de la inestabilidad financiera" y porque "se distorsionan las decisiones empresariales, reduciendo el rendimiento total".Esta opinión la comparten gobiernos como los de Estados Unidos, Suecia o el Reino Unido. Una lectura cargada de ideología y que ilustra muy bien una interpretación de la crisis según la cual el crack financiero de 2007-2008 es la causa y no la consecuencia de males más profundos.