Hoy compiten los muertos. Los muertos de la nación inacabada. Los muertos del socialismo que nunca fue. Los muertos del imperio que desaparece. Maldito baile de muertos, que decía un bardo. En su nombre también compiten poderes moribundos que se reservan el derecho de admisión en el panteón de la memoria.
Que descansen y nos dejen en paz. Sobre sus cenizas los más vivos inventan nuevas formas de vida, a las que les sientan mal las viejas mortajas. De sus antepasados prefieren recordar lo que vivieron y amaron, sus aciertos y sus errores, antes que regodearse en el acto fatal que los fulminó. Al fin y al cabo, siempre fue más decisivo, y más conflictivo, construir el día después.
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...según el Informe dirigido al Secretario General de Naciones Unidas, realizado por una comisión de investigación, dirigida por Sir Geoffrey Palmer y el ex presidente de Colombia Álvaro Uribe.
Este vídeo de 2008, rodado por un grupo de activistas, entre los que se encontraba el fallecido Vittorio Arrigoni, muestra cómo la armada israelí aplica cotidianamente el bloqueo naval de Gaza: respondiendo con fuego real y cañones de agua a los pescadores palestinos que intentan ganarse la vida pescando a menos de tres millas de la franja de Gaza. Para hacerse una idea de la desigualdad de poder, hay que tener en cuenta que los pescadores españoles pueden pescar a miles de kilómetros de sus costas con protección de la armada española, como sucede frenta a las costas de Somalia.
La excusa oficial que expresa el informe filtrado por The New York Times es que "Israel se enfrenta a una amenaza real a su seguridad por parte de grupos militantes de Gaza. El bloqueo naval fue impuesto como una medida legítima de seguridad con el fin de evitar el tráfico de armas a Gaza por mar, y su aplicación respetó los requerimientos del derecho internacional." Pero lo cierto es que la armada israelí interviene regularmente no tanto para evitar que otros barcos alcancen las costas de Gaza -territorio ocupado- desde el exterior, como ha sucedido con las dos ediciones de la "flotilla de la libertad", como para evitar que los propios habitantes de Gaza puedan sobrevivir al duro embargo económico obteniendo fuentes de proteínas de los fondos marinos adyacentes a sus costas.
No satisfecha con el Informe Palmer, Turquía anunció que cuestionará la legalidad del bloqueo naval -que justificó el año pasado el asesinato de nueve personas a bordo del buque turco Mavi Marmara- ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Pese a los iniciales movimientos dirigidos a restablecer relaciones con Israel, al final Turquía se ha decantado por una posición de fuerza frente al gobierno de Netanyahu. Lejos de representar la defensa de elevados principios morales -hace poco Turquía volvió a bombardear presuntas posiciones del PKK kurdo en el norte de Iraq- semejante movimiento frente a su antiguo aliado responde a una constatación: la debilidad geopolítica de Israel y sobre todo de su patrón Estados Unidos. Es decir, de quienes hasta ahora definían qué era legal y qué no.
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La propuesta de reforma de la Constitución Española que han negociado el PSOE y el PP, y que impondrá constitucionalmente un límite al gasto público de las
administraciones públicas, pretende reforzar un discutible principio que
ya estaba presente en nuestro ordenamiento desde 1993, aunque no fuera
respetado por exigencias de la realidad. El artículo 126 del Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea (que introdujo por primera vez el
Tratado de Maastricht) establece que "los Estados miembros evitarán déficits públicos excesivos". Se entiende por tal cuando el déficit público previsto o real sobrepasa el 3 % del Producto Interior Bruto ("a
menos que la proporción haya descendido sustancial y continuadamente y
llegado a un nivel que se aproxime al valor de referencia; que el valor de referencia se sobrepase sólo excepcional y
temporalmente, y la proporción se mantenga cercana al valor de
referencia). Cuando existe un déficit excesivo"la Comisión (...) examinará la observancia de la disciplina presupuestaria" siguiendo elProtocolo sobre el procedimiento aplicable en caso de déficit excesivo, anejo a los Tratados.
La
regla del 3% forma parte de los criterios de convergencia del fallido Pacto de Estabilidad y Crecimiento, ahora reciclado en "Pacto del Euro
plus". Hasta ahora en España el objetivo de estabilidad presupuestaria y
del control del
déficit se fijaba por ley. La Ley General de Estabilidad Presupuestaria
(texto refundido de 2007) establece que si el crecimiento es bajo "el déficit en que podrán incurrir en el cómputo total no podrá superar
el 1 % del PIB nacional, con el límite del 0,20 %
del PIB nacional para el Estado, del 0,75 % del PIB nacional para el conjunto de las comunidades
autónomas y del 0,05 % del PIB nacional para las
entidades locales".
Pero para los halcones del déficit parece que ni estos porcentajes, ni el procedimiento
previsto para remediar los déficits excesivos, ni las garantías legales bastan para "tranquilizar
a los inversores", pues los Estados siempre pueden tomar una decisión
política diferente, cambiar las leyes y asumir posibles reprimendas,
sobre cuando la presión social es elevada. Esta última eventualidad es
la que se pretende cortar de raíz. Angela Merkel y Nicolas Sarkozy acordaron recientemente, con el beneplácito del Banco Central Europeo,
una propuesta para que los Estados de la zona euro introdujesen la
limitación el déficit público como dogma inamovible en las respectivas
constituciones estatales. En España el presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero no tardó ni
una semana en proponer una reforma de la Constitución que debería ser
aprobada sin discusión antes de un mes, tiempo durante el cual se prohibirán las ventas de títulos en corto al descubierto, para evitar ataques especulativos.
Los términos de la reforma parece que van en la línea de la vigente Ley General de Estabilidad (aunque las cifras precisas de déficit se establecerán por Ley Orgánica, ya no por ley), pero es obvio que la constitucionalización de un objetivo determinado de estabilidad presupuestaria pretende impedir que en el futuro puedan debatirse o plantearse otros diferentes, en función de las circunstancias y lo que voten los ciudadanos. El límite máximo de "déficit estructural" (apenas un 0,40%) comenzará a aplicarse en 2020, es decir, después de dos legislaturas que serán especialmente conflictivas. Desde luego, no por la batalla que pueda dar la oposición (previsiblemente el PSOE), sino por la que se producirá en sus márgenes, ya sea en las instituciones o en la calle. Los inversores, que buscan una alta rentabilidad en sus inversiones en deuda española (y en los nichos de negocio que se abren con la reducción del gasto social), tienen claro que Mariano Rajoy aprobará "reformas" que según la élite política europea forman parte de su peculiar "sentido común". Lo que no tenían tan claro era si el objetivo de reducción del déficit se pondría realmente en práctica o no, si en las diferentes administraciones públicas se cedería en algún momento a las presiones sociales o si en las siguientes elecciones (las de noviembre de 2015 si es que acaba la legislatura) acaban irrumpiendo fuerzas o políticos considerados "populistas", que puedan poner en cuestión dicho objetivo. Como sucede con el crédito, que supone una anticipación en el futuro que condiciona fuertemente el presente, esta modificación constitucional con vistas al futuro tiene también un impacto sobre el actual gobierno y los que vengan después.
No hay razones económicas que obliguen a fijar un objetivo muy reducido de déficit público con carácter permanente, sobre todo si tenemos en cuenta que históricamente las economías desarrolladas han mantenido períodos prolongados de déficit. En Estados Unidos ha sido la regla desde 1945, y en Europa occidental (Reino Unido , Francia e incluso Alemania) desde 1975, esto es, desde lo que en una perspectiva de sistema-mundo corresponde al inicio de una prolongada fase Kondratieff-B de bajo crecimiento y que coincide con la progresiva implantación de las políticas neoliberales. El Estado moderno capitalista siempre ha recurrido además a los mercados financieros para gastar más de lo que ingresa, como hacen las familias (por mucho que insista Rajoy) y las empresas, aunque su papel sea radicalmente diferente. Y ha recurrido cada vez más desde que renunció a tasar fiscalmente las rentas del capital y las transacciones financieras, aunque la presión fiscal no haya dejado de aumentar por las necesidades de gasto público (sanidad, educación, pensiones, infraestructuras) que demanda una población cada vez más productiva. Por más que insistan con una propaganda machacona, el déficit no ha sido tampoco la causa de la crisis financiera, sino su consecuencia. El objetivo de déficit cero (o casi cero), sin una exigencia paralela de cobertura obligatoria de los servicios públicos, y en un período de depresión como en el que nos encontramos, obedece por tanto a motivaciones políticas: el reembolso de la deuda y el pago de sus intereses y el desmantelamiento de las políticas sociales que constituyen el grueso del gasto público.
Resulta significativo que después de las movilizaciones ciudadanas más amplias y radicales que ha conocido España desde la transición , y que han supuesto una crisis constitucional del sistema político vigente desde entonces, la élite política española responda con una reforma apresurada de la Constitución, sin debate público y a puerta cerrada. Frente a la potencia de las multitudes, frente al poder constituyente, el poder constituido responde atrincherándose, usurpando el monopolio de la decisión sobre los ingresos y gastos públicos, que quedan al margen de la política. Lo que se ha venido en llamar "movimiento 15-M" no es otra cosa que el descubrimiento de que la política es poder constituyente, es la definición cotidiana y colectiva de lo que es la comunidad. En este contexto, la Constitución de 1978 no garantiza la democracia sino que la bloquea y la anula, como bien comprendieron los islandeses con su respectiva norma fundamental.
Los dirigentes del PSOE y del PP (y los de otros partidos) han dejado bien claro que ya no tiene sentido reclamar la aplicación de los principios del Estado social que recoge la Constitución en el capítulo III del Título I. No vale la pena, pues, insistir en la aplicación de este u otro artículo, como hacía Julio Anguita en los años noventa del pasado siglo. Queda claro que en una democracia real la
igualdad no puede consistir en la declaración abstracta de un derecho inalienable o un objetivo lejano sino que es la condición misma del proceso
constitutivo, la premisa de toda política posible. En su arrogancia, los beneficiarios de las políticas de ajuste nos están diciendo que no somos sus iguales, sino sus subalternos. La petición de un referéndum, por justa y legítima que sea, llega tarde. La reforma de la Constitución no será sometida a la votación de los ciudadanos, a menos que treinta y cinco diputados mantengan algo de dignidad. A menos, también, que la ciudadanía responda y, después de haber tomado las plazas de todo el país, decida reapropiarse las Cortes Generales e impedir que los servidores de la banca consumen su golpe.
Actualización (27/08/2011): este artículo fue redactado antes de que se registrara el texto definitivo de la propuesta de reforma. @hugomabarcame recuerda, con razón, que además del límite de déficit, la reforma establece que el pago de los intereses y el capital de la deuda pública "gozará de prioridad absoluta". Es decir, por encima del gasto en educación, sanidad y otros servicios públicos esenciales.
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"Mobs rule", tituló The Times tras la insurrección británica de hace unos días. "Rule of the mob", según The Daily Telegraph. La turba gobierna. Cuenta el historiador Peter Linebaugh en "The London hangued" (1993) que la palabra inglesa "mob" proviene de un neologismo en latín, mobile vulgus, que las clases pudientes acuñaron en el siglo XVIII para describir al proletariado pobre. La abreviación "mob" preserva la idea de movimiento, que también se plasmará luego en expresiones como la de "movimiento obrero" o "movimientos sociales". El movimiento incontrolado -sobre todo si es masivo- de las clases subalternas siempre ha representado la pesadilla de las clases dominantes en el capitalismo. Primero, por la fuga de los intentos de proletarización forzosa, que dieron lugar a formas esclavistas (el sistema de plantación) o semiserviles de trabajo. Segundo, por las revueltas violentas que ponían en cuestión el régimen articulado en torno a la propiedad privada (Linebaugh muestra cómo durante el siglo XVIII la mayoría de los ajusticiados en Londres con la pena capital lo fueron por delitos contra la propiedad). En fecha tan temprana como 1714 el Parlamento británico aprobó la Riot Act, que permitía a las autoridades dispersar cualquier reunión pública "tumultuosa" de más de doce personas y acusarles de un delito grave (penado a veces con la horca), ley que permanecería en vigor hasta 1973.
Los disturbios que se sucedieron tras la muerte a manos de la policía del joven negro Mark Duggan, conectan por tanto no solo con las revueltas de las comunidades de origen afrocaribeño en Brixton en 1981 y 1985, sino con la historia de la fundación de "un gran imperio con el solo propósito de crear un pueblo de consumidores", "apto para una nación gobernada por tenderos o comerciantes" (La riqueza de las naciones, Adam Smith, 1776). Semejante concepción de la nación bloquea el desarrollo de un sentido positivo de comunidad, y quienes ahora invocan más la palabra civismo y piden más mano dura suelen ser quienes más se identifican con aquella frase de Margaret Thatcher, continuamente desmentida por la realidad: "la sociedad no existe". La violencia de la insurrección juvenil, la destrucción de mobiliario
urbano, vehículos y el saqueo de determinados comercios y bancos, volvió a desatar la ira
de los defensores del orden y pronto hizo olvidar el asesinato que dio origen al tumulto. El discurso de David Cameron, que tuvo que interrumpir sus vacaciones en una lujosa villa de la Toscana, rezuma odio de clase y moralismo a raudales:
"Hemos visto lo peor de la
Gran Bretaña" (...) "hay bolsas de nuestra sociedad que no solo están
rotas sino francamente enfermas."
"Para mí, la raíz de este egoísmo sin sentido es la misma de la que he venido hablando desde hace años. Es una completa falta de responsabilidad en algunas partes de nuestra sociedad, con gente que se permite sentir que el mundo les debe algo, que sus derechos son más importantes que sus responsabilidades y que sus acciones no tienen consecuencias."
David Cameron no se refiere a la corrupta elite británica, sino a los que según gente como él merecen su suerte y su posición social porque no se esfuerzan lo suficiente o no disponen de las capacidades intelectuales necesarias. Pero el Reino Unido es uno de los países industrializados con los mayores índices de desigualdad , agravados después de tres décadas de neoliberalismo. Dentro del selecto grupo de países ricos, también posee los mayores índices de pobreza infantil:
el 30 % de los niños británicos viven bajo el umbral de pobreza, cuando
en 1979 el índice era del 10%. Obviamente, el término de pobreza, sobre
todo cuando no alude a la miseria extrema, es relativo y se concibe
dependiendo de cómo se estructura una determinada sociedad. Se es pobre
en función de las expectativas que se generan y la asignación social de
estatus que se realiza. La británica mantiene fuertes divisiones de
clase que son encubiertas con una ideología liberal individualista y
meritocrática que se ha vuelto "sentido común" para la mayoría: la
posición de uno en la sociedad es exclusivamente responsabilidad suya, y
solo "trabajando duro" es como se puede adquirir mayores ingresos y
oportunidades, mejorar su situación social, pagar impuestos (pocos, a
ser posible) y tener derecho a exigir servicios al Estado. Sin embargo, el Reino Unido es el país de
la OCDE con menor movilidad social,
pues la concentración de riqueza obedece a otras lógicas. Muchos de los que trabajan duro -y sus hijos- saben que nunca saldrán de la pobreza o la marginación social. Esta
flagrante contradicción suele resolverse responsabilizando a
determinadas categorías sociales (inmigrantes, parados, madres solteras,
jóvenes, etc.) por no trabajar lo suficiente y vivir del Estado. Se
entra así en una dinámica de culpabilizaciones mutuas en el que cuesta
encontrar la "comunidad" que de pronto se añora.
En el mapa de Londres que
muestro a continuación se solapa el registro de incidentes con una
visualización de los distritos según los niveles de ingresos. Llama la
atención que la mayor parte de la superficie metropolitana se acerque al
rojo, es decir, a los deciles de menores ingresos, en una de las capitales financieras del capitalismo global. En los grandes
territorios metropolitanos la mayor parte de la población ya vive en lo que en el imaginario colectivo se considera un
suburbio, aunque las calles "malas" convivan esquina con esquina con las "buenas". La mayoría social es periférica, en diferentes grados, y teme ser excluida de lo que se considera una vida exitosa, definida por determinados patrones de consumo.
En esta situación, las críticas que se dirigen a la policía tienen que ver principalmente con una supuesta benevolencia hacia los revoltosos y por no haber estado presente para proteger los comercios y vehículos privados. El gobierno promete aplicar métodos represivos (cañones de agua, gases lacrimógenos) que sólo se habían practicado en territorios coloniales (Irlanda del Norte). Pero antes de los recientes disturbios y del escándalo News of the world, la policía ya había perdido toda su legitimidad para una amplia franja de la videovigilada población, especialmente entre los más jóvenes y entre las comunidades negras y algunas que se identifican como "musulmanas". En Inglaterra y Gales un negro tenía 26 veces más posibilidades de ser "parado y registrado" (stop and search)
que un blanco, en virtud de una legislación prevista para controlar en
determinadas áreas los "comportamientos antisociales" y "prevenir
delitos". Además, la sección 44 de la Ley Antiterrorista (2000) permitía
a la policía emplear estas facultades aunque no tuviera ni siquiera una
"sospecha razonable" de que fuera a cometerse un delito. Y eso que
"sospechoso" puede ser casi cualquier cosa. El año pasado, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó al Reino Unido por considerar que dicha norma violaba
el Convenio de Roma, pero la policía británica continúa realizando esta
práctica en virtud de otras normas y, según parece, con la misma arbitrariedad. La policía adquirió además la costumbre de detener a gente en los barrios "complicados" simplemente para obtener su ADN y elaborar una base de datos genéticos que llegó a incluir hasta un millón de personas, lo que también ha sido contestado por los tribunales.
En
uno de estos controles, Mark Duggan, un joven negro de 29 años, murió
tras recibir un disparo de la policía, que luego trató de encubrir lo
sucedido. Ninguna cámara de circuito cerrado, de las cuatro millones que
filman de forma continua cada esquina de las ciudades británicas,
registró el asesinato. Otros mueren a escondidas, bajo custodia policial o en dependencias policiales.
Cuatrocientas personas desde 1990, aunque la inmensa mayoría de las
muertes se hayan producido desde que Tony Blair llegara al poder: 333 entre 1998 y 2010. Son muchas. Ningún oficial de policía ha sido condenado jamás por tales hechos.
La mayor parte de los que participaron en los disturbios eran muy jóvenes, algunos prácticamente niños. Participaron hombres negros de origen caribeño o africano, pero también árabes, paquistaníes, blancos ingleses. Y mujeres. Estudiantes con un pie fuera del sistema educativo, parados, precarios. A todos ellos les une el odio a la policía. Algunos se organizan en pandillas, otros no. Muchos de los adolescentes que en los distritos londinenses de Tottenham, Enfield, Walthamstow, Hackney, Croydon o Ealing, y luego en ciudades como Birmingham o Manchester, se enfrentaron a la policía o la esquivaron para asaltar los comercios habían participado en las protestas estudiantiles de 2010 en protesta contra los recortes en educación o el incremento de las matrículas. En estas protestas aprendieron cómo sortear las técnicas policiales de contención de masas (kettle) y desbordarla. La periodista Laurie Penny resumió muy bien cómo se habrán sentido:
"Las personas provocan disturbios porque les hacen sentirse poderosos, aunque sea por una noche. Se amotinan porque han pasado su vida escuchando que no son buenos para nada, y se dan cuenta que juntos pueden hacer cualquier cosa: literalmente, cualquier cosa."
Es también la lección principal que habrán extraído de la primavera árabe, de las revueltas griegas, de la movilización española. Aunque no se quiera reconocer, aunque ellos y ellas no expresen reivindicaciones políticas directas, y aunque repudiemos las formas del hooliganismo, la insurrección británica se inserta en esta onda expansiva. A diferencia del extraordinario movimiento integrador del 15-M, la violencia de estos jóvenes les aísla de otros movimientos u organizaciones, pero paradójicamente les conecta también con el resto de la sociedad. Les aísla porque el saqueo de tiendas y la quema de edificios incomoda o perjudica a estudiantes de clases medias, trabajadores y pequeños propietarios, que tienden a desolidarizarse o, peor aún, a formar patrullas ciudadanas con criterios racistas. Pero puesto que ya partían de una situación de exclusión y olvido, es la violencia la que ha puesto sobre la mesa sus problemáticas, que no forman parte del debate mediático y político cotidiano. Algo parecido sucedió en Francia -donde las insurrecciones duran semanas y no días- en 2005. Entonces Yann Moulier-Boutang escribió algunas cosas que considero pertinente recordar. Tras declarar que "rara vez un tumulto entusiasma", afirmaba:
"Hay que defender la sociedad contra el orden. Es necesario defender a los agitadores contra una concepción del orden extremadamente limitada, por no decir primaria. Y la necedad de los revoltosos no es la mayor en todo este asunto. Nuestros gobiernos (...) desplegaron estas últimas semanas una dosis de ceguera social, de terca obstinación, de perseverancia en el error, de consenso absurdo y vacío, verdaderamente inquietantes.
(...)
Debemos recordar que solo formamos una sociedad humana -y no una termitera- en la medida en que nosotros -y digo bien "nosotros"- somos capaces de cólera -dicho de otro modo, de cierta locura- y de insurrecciones. Sí, de insurrecciones. En la medida en que somos capaces, primero, de engendrarlas por una larga y reiterada ceguera, y por tanto en reconocer en ellas a nuestros propios hijos (y no a aquellos, expiatorios, de los "excluidos", de "los otros", de los "extranjeros" que devolvemos en avión). En la medida en que somos capaces, luego, de respetar el dolor de todo ser que comparte el mismo pequeño trozo de planeta que nosotros, capaces de rabia contra el culpable absurdo de los encadenamientos que fabrican penas de muerte en frío en una Europa que las ha prohibido como instrumento de Estado. Capaces, también, de dominar un pequeño pánico frente a este futuro helado que ya es su presente y del que estos agitadores nos muestran un espejo cruel. Capaces, finalmente, de tener reacciones inteligentes frente a este acontecimiento brutal."
En Londres la rabia alternó con un desafío lúdico que ha desquiciado aún más al poder, que en su elitista estupidez anuncia más policía (más combustible para el fuego), más recortes sociales (recortes de subsidios a la vivienda o al desempleo para las familias vinculadas con los jóvenes "vándalos") y métodos más represivos. La consecuencia de todo ello podría ser la contraria de la que se pretende: la tendencia de los jóvenes pobres a formar bandas y grupos cerrados en sí mismos se incrementará si se les acorrala y se acentúa su aislamiento. Desde abajo harán falta menos condenas estériles y más comunicación por parte de aquellos movimientos políticamente más activos y organizados. Más circulación de ideas y afectos, más mobile vulgus.
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Los vecinos de la barriada de Bois des Pins, empotrado en el elitista distrito de Hydra en Argel, no tendrían muchas cosas, pero al menos compartían el bosque de pinos centenarios que daba nombre al lugar. Sin embargo, un buen día el gobernador de la wilaya de Argel decidió que había llegado el momento de construir un párking de varios pisos para, dice, descargar el centro urbano de vehículos. Como a los habitantes del lugar no les gustó nada la iniciativa -que nunca fue consultada o notificada-, las obras de deforestación solo pudieron comenzar con ayuda de un fuerte dispositivo policial. Los buldócers arrasaron el terreno y, para añadir aún más humillación a la destrucción, tras su paso dejaron al descubierto desagües y aguas fecales.
Desde hace varias semanas, los vecinos de Bois des pins se encuentran en revuelta permanente. Pero en los últimos días los enfrentamientos con la policía se volvieron más violentos. El pasado 4 de agosto la policía se desplegó en la zona, irrumpiendo en las viviendas a las cinco de la mañana y llegando a agredir a sus moradores. Esta fue la respuesta:
Uno de los vecinos declaró a la prensa: las autoridades locales "quieren que todo empeore, es un hecho. Pero de ninguna manera cederemos nuestros derechos. Este jardín es un bien común que depende de la ciudadela". Anteayer volvieron a repetirse escenas similares. Mientras, otros suburbios ardían, en otros países, con razones y colores diferentes pero con la misma gente, el mismo abuso acumulado y la misma gota que colma el vaso.
"La verdad es que lo importante nunca han sido los asesinatos, ni el
asesino, ni sus víctimas. Sino nosotros. Nuestras mentes y cómo bailan.
Jack refleja nuestras histerias. Es un receptáculo sin rostro de cada
nuevo pánico social" Alan Moore (Apéndice II, 22, From Hell)
Trastornado o no, Anders Behring Breivik cometió el atentado para defender la
"Cristiandad europea" frente al "marxismo cultural" y el
"multiculturalismo", considerado como el caballo de Troya del Islam. Se ha discutido mucho sobre los parecidos y diferencias que tienen las ideas que copia y las que expresa en el manifiesto "2083, Una Declaración Europea de Independencia" con
las tesis que sostienen grupos y partidos políticos de la extrema
derecha. Su admiración por Israel y el sionismo llevó a algunos a afirmar que por esa razón Breivik no podía ser calificado como neonazi. Argumento que cuenta con el apoyo de los servicios secretos alemanes. Lo cual es cierto si nos atenemos a una visión anticuada de la extrema derecha, demasiado deudora de la reductio ad hitlerum. Pero del mismo modo que desde hace un par de décadas las "nuevas derechas" en Europa poco tienen que ver con la democracia cristiana de la posguerra (menos aún en España, heredera de la experiencia franquista), tampoco podemos identificar las "nuevas extremas derechas" con pintorescos y minoritarios grupos neonazis. Sobre todo cuando todo el espectro ideológico de los partidos políticos dominantes se ha movido en esa dirección. Habrá, pues, que analizar el batiburrillo ideológico que encarna Breivik y que comparte con muchas otras personas.
De hecho, en su manifiesto Anders Breivik arremete contra el nazismo histórico y dedica bastantes páginas a desmarcarse del mismo. En muchas de ellas los artículos son escritos por el bloguero llamado Fjordman, recientemente identificado como Peder Jensen. Frente al carácter "revolucionario" del nazismo y del fascismo del siglo pasado, Breivik se califica a sí mismo como un "conservador cultural". El siguiente párrafo resume la operación ideológica que Fjordman/Jensen y Breivik llevan a cabo:
"NO queremos copiar las dictaduras totalitarias fascistas y fracasadas como la Alemania nazi, todo lo contrario. Odiamos todo lo que apoyaba la Alemania nazi, de hecho consideramos los actuales regímenes UERSS [combinación de UE y URSS]/Multiculturalistas de Europa occidental como regímenes totalitarios nazis. Condenamos el pensamiento imperialista y condenamos el genocidio y la violencia en general. Nuestra lucha actual se basa en una lucha preventiva (autodefensa)."
Este victimismo pretende movilizar el miedo, en una descabellada reinvención de papeles. El imperialismo es el del Otro, que sería violento, totalitario y genocida. Es el fremmedfrykt, miedo al extranjero. Breivik y sus "caballeros templarios" se ven a sí mismos como la "resistencia". La influencia de las tesis del neoconservadurismo estadounidense y el fundamentalismo evangélico es obvia, y de ahí el apoyo al sionismo y al Estado de Israel, supuesta avanzadilla occidental frente al mundo musulmán. Esto es lo que determina la división entre judíos "leales" y "desleales":
"Los judíos que apoyan el multiculturalismo hoy representan tanto una amenaza contra Israel y el sionismo (nacionalismo israelí) como contra nosotros. Así que luchemos juntos con Israel, con nuestros hermanos sionistas contra todos los anti-sionistas, contra todos los marxistas/multiculturalistas."
Para Breivik, Israel es el aliado principal de Europa en esa lucha. Esta es la razón por la que resulta difícil realizar alianzas estratégicas con los grupos neonazis clásicos:
“Será extremadamente duro cooperar con cualquiera que vea a nuestro principal aliado (los judíos/Israel) como su principal enemigo.”
El conflicto se plantea, pues, entre civilizaciones. Y estas son construcciones ideológicas que se apoyan en un revisionismo histórico, con unos objetivos políticos evidentes: externos, por lo que respecta a Estados Unidos (intervenciones militares en el Medio Oriente) e internos, por lo que respecta a Europa (nuevas formas de segmentación y control social). En Europa la influencia neoconservadora de la "guerra contra el terror" contribuyó a desvincular determinados planteamientos racistas o supremacistas del pasado nazi, sacándolos del gueto. No hay que olvidar que "El choque de civilizaciones", el panfleto de Samuel Huntington, fue y sigue siendo libro de referencia en las facultades de ciencias políticas y en las escuelas diplomáticas. Dichas ideas volvieron a ser defendidas "sin complejos" por todo el espectro de las derechas (desde las más conservadoras hasta las más liberales) y respaldadas por algunas de las izquierdas gobernantes, abiertamente por el laborismo de Tony Blair, de manera inconfesada por los gobiernos socialistas que participan en la ocupación de Afganistán. En España reformuló viejos prejuicios contra el "moro", y en los pueblos germánicos y eslavos, contra "el turco" (el 2083 del título evoca el cuatrocientos aniversario del Segundo Sitio de Viena). Precisamente Breivik asegura que uno de sus mentores fue un serbio nacionalista, un criminal de guerra que le inculcó que las guerras balcánicas de Bosnia y Kosovo representaron frentes contra la invasión islámica.
La retórica civilizatoria de la "guerra contra el terror" permite, pues, superar el nazismo y abrazar la narrativa sionista que vincula aquel con el Islam. De esta manera trasciende las barreras nacionalistas que hasta ahora dificultaron la unión de las fuerzas de extrema derecha y favorece el establecimiento de alianzas con posiciones consideradas por el poder más centristas. Anders Breivik defiende nacionalismos fuertes y promueve el desmantelamiento de la Unión Europea (a la que por cierto no pertenece su país), pero también hace gala de un ambivalente y extraño europeísmo. El campo de batalla es Europa, no cada nación concebida de manera individual. Ahora bien, su Europa es una Europa esencialista y patriarcal, de valores masculinos judeocristianos que estarían siendo amenazados por el Islam, con la complicidad del "marxismo cultural" (que en 1968 habría consolidado su hegemonía política) y del "feminismo radical". En la visión misógina de Breivik,
la mujer "occidental" carga con una gran responsabilidad: su mismo
deseo de emancipación conduce a la larga al sometimiento frente al
invasor. El igualitarismo social y de género, muy arraigado en los países escandinavos, habría afeminado a los hombres europeos, rebajado su autoestima y debilitado frente al supuesto empuje demográfico musulmán. Se trata de un auténtico "crash de valores masculinos", por usar la expresión que empleó la primera ministra islandesa a propósito de la crisis económica que vivió su país. Sin embargo, Breivik insiste en reiteradas ocasiones en que no es racista, recordando que pasó su adolescencia inmerso en el movimiento hip hop de Oslo, supuestamente con bandas de paquistaníes. Simplemente resiste frente al "genocidio cultural y demográfico de Europa". En este sentido, Remi Nilsen, redactor de la edición noruega de Le Monde Diplomatique, sostiene que
"El principal enemigo de Breivik – y otros "conservadores culturales" – no son los musulmanes, cuyos fuertes sentimientos de identidad respeta, sino los débiles y "femeninos" "marxistas culturales", los proponentes del multiculturalismo. Esto explica por qué Breivik eligió atacar el Partido Laborista y no una mezquita o cualquier otro sitio o símbolo islámico. El argumento no es nuevo y puede encontrarse por toda Europa: por su insistencia en el pasado imperialista del hombre blanco, denigrándolo, la izquierda aplicaría un racismo a la inversa. De ahí que Breivik
insista en que él es antiracista."
Y es que el nuevo fascismo comparte con el viejo su odio por el comunismo, entendido en sentido amplio como "hipótesis comunista". Con el término "marxismo cultural" Breivik incluye desde el estalinismo a la socialdemocracia del Partido Laborista noruego. En realidad, detesta "lo común del comunismo" (Michael Hardt), es decir, el comunismo que "se define no sólo por la abolición de la propiedad sino también por la
afirmación del común -la afirmación de la producción biopolítica abierta
y autónoma, la continua creación de autogobierno de la nueva humanidad". Breivik está por ello obsesionado con la construcción de una identidad predefinida, cerrada y exclusivista que exige el sacrificio o exterminio de todo aquello que no se ajuste u obstaculice la misma. La negación del común.
Con respecto a la cuestión de la organización, Anders Breivik rechaza los partidos políticos y, en su lugar, reclama una estructura en la línea de las órdenes militares cristianas, con su disciplina y sus rituales. De ellas destaca sobre todo sus códigos de honor y en general su militarismo, aspecto en el que difiere de la francmasonería, movimiento al que perteneció y que está muy presente en la genealogía histórica de las elites burguesas de Noruega, Dinamarca y Suecia. Curiosamente, el antiguo ayuntamiento de la entonces llamada Christiania (actual Oslo) albergó la sede de la logia de San Olaus. Y no hace mucho Lars Von Trier nos mostraba en su serie de televisión Riget (1994-1997) un hospital de Copenhague gobernado por una extravagante logia masónica.
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En el principio fueron los medios de comunicación. Son ellos los que transmitieron y dieron forma a la noticia del atentado de Oslo y luego de la matanza en la isla de Utøya. Lejos de informar sobre lo que realmente se sabía, los periodistas incorporaron sin recato alguno todo tipo de especulaciones sobre la autoría, reflejo de una agenda política que lleva elaborándose desde hace años. Cuando no se dispone de datos, las hipótesis posibles son infinitas, pero en esta ocasión sólo una se repitió invariablemente: "probablemente" se trataba de Al Qaeda, o un grupo islamista afín al mismo en respuesta a la publicación de las caricaturas de Mahoma o a la participación de Noruega en la ocupación de Afganistán, que tanto da. No hace falta un José María Aznar que llame a los directores de los diarios. El mecanismo se ha interiorizado de tal modo y se ha vuelto tan rutinario que la redacción se vuelve un acto reflejo.
2
No es preciso apoyar la información con datos contrastados. Basta la opinión de los expertos en la construcción ideológica del enemigo. De nuevo su papel fue fundamental a la hora de difundir lo que luego se demostró que era falso. Por lo que toca a España, no hay atentado o suceso atribuido a los islamistas que no motive la publicación inmediata en El País de una pieza de opinión del "investigador principal de terrorismo en el Real Instituto Elcano y catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos", Fernando Reinares. Pues bien, tras las masacres de Oslo y Utøya El País digital no tardó en publicar un artículo suyo que vinculaba "la amenaza terrorista contra Noruega" con "los procesos de radicalización yihadista que se observan en algunos segmentos de las comunidades musulmanas del país". Aunque la columna concluía admitiendo que "Esta es una hipótesis plausible sobre lo ocurrido ayer en Noruega, pero no la única", lo cierto es que Reinares se centraba exclusivamente en la tesis Al Qaeda. De ahí que ya no sea posible encontrar el texto: El País lo retiró de la edición digital a petición del propio autor y nunca llegó a ser publicado en la versión impresa*, aunque de momento Google lo mantiene en caché.
Captura de pantalla del artículo "¿Para qué en Noruega?", escrito por Fernando Reinares, publicado por El País el 23 de julio de 2011 y luego retirado a petición del propio autor.
Como cuenta Fernando Reinares en respuesta a lo escrito en un blog, el artículo fue redactado "de urgencia" y publicado tras conocerse el atentado en Oslo, pero antes de que tuviera conocimiento de la matanza en la isla. Y antes de que se pudiera confirmar cómo fue cometido el propio atentado de Oslo. Reinares no necesitaba nada más para preparar un cóctail con las palabras "radicalización", "yihadismo global" y "comunidades musulmanas". Si el autor o autores del atentado se hubiera(n) limitado a poner una bomba en Oslo y Anders Behring Breivik no se hubiera dejado ver ametrallando a los jóvenes laboristas congregados en Utøya, el artículo se hubiera mantenido. Tales son los criterios éticos y profesionales que se manejan en los estudios sobre "terrorismo", que fundamentalmente sirven para legitimar la mirada policial frente a la política y para articular "redes" -por usar un término recurrente- que unen a determinados centros de investigación, los gobiernos que los financian, los analistas que trabajan para ambos y los medios que amplifican sus voces.
3
Tras la confirmación de que los atentados fueron obra de un individuo -tal vez asociado con otros- de nacionalidad noruega, blanco y de ultraderecha, la prensa osciló entre la consideración de su acción como el acto aislado de un perturbado (sobre todo en Estados Unidos) y una poco disimulada incomodidad a la hora de seguir calificándola como "terrorista" (sobre todo en Europa). Haciendo de la necesidad virtud, ahora se trata de insistir en el mismo mensaje pero de otra manera. El editorialista de El País brilla en retórica y estilo:
"los hechos habrían confirmado (...) que la
prevención de los ataques terroristas no puede ni debe orientarse
solamente hacia el frente yihadista. Hay patologías sociales, quizá con
un componente religioso más impreciso, pero recargadas de la fiebre
racista, la soledad y la frustración, que pueden aterrorizar a las
sociedades más avanzadas. Parte de estas patologías, por su carácter
narcisista, se exhiben en las redes sociales. Una vez más, las amenazas
latentes en las páginas web no se han tenido en cuenta o, sencillamente,
no se disponía de los medios necesarios para controlarlas."
Esta vez el editorial del periódico procura no mencionar en su condena de los hechos la religión cristiana de Anders Behring Breivik, sus ideas fascistas, el hecho de que su "fiebre racista" se inspire nada menos que en John Stuart Mill, su admiración por expertos neoconservadores como Daniel Pipes o gobiernos como el de Israel, su inspiración en políticos como Geert Wilders, o sus vínculos con partidos europeos de extrema derecha. La referencia vaga a las "patologías sociales" permite alertar, de otra manera, sobre los peligros de la radicalización, e insistir en la necesidad de controlar internet y la sociedad en general, con carácter "preventivo". Son frecuentes los comentarios acerca de la "candidez" e "inocencia" de
las autoridades noruegas, incapaces de haber previsto lo que por lo
general resulta imposible de prever.
4
Si la literatura sobre el "yihadismo global" permite estigmatizar a comunidades enteras en Europa, las variantes sobre el "extremismo" o la "radicalización" permite recrear a voluntad otras figuras del enemigo y establecer dispositivos de control adecuadas a las mismas. Pero si echamos un vistazo a la lista de "ataques realizados, fallados y abortados" en 2010, por Estado miembro y por afiliación ideológica, que elabora anualmente Europol, nos encontramos con lo siguiente:
Fuente: TE-SAT 2011 EU Terrorism situation and trend report, Europol.
En primer lugar, llama la atención la escasa incidencia de acciones calificadas como "terroristas" y vinculadas al islamismo. Cifras que más o menos coinciden con las de años anteriores. En segundo lugar, la inmensa mayoría de los "ataques" aluden a una única organización, ETA, de ahí que Francia y España concentren el grueso de las cifras. Y ello a pesar de que en 2010 el único incidente destacable fuera el tiroteo del 16 de marzo que provocó la muerte de un gendarme francés. En realidad, en la mayor parte de los casos se trata de supuestas acciones abortadas por la policía o hechos que tienen más que ver con el mal llamado "entorno" que con la organización armada en sí. En tercer lugar, después de ETA los ataques más reseñados son los atribuidos a la "extrema izquierda" en los países del sur de Europa, y especialmente en Grecia. Finalmente, a la extrema derecha no se le atribuye ni una sola acción, ni realizada, ni fallida, ni frustrada por la policía. ¿Acaso ultraderechistas, neonazis, fascistas y demás se dedicaron en 2010 únicamente a escribir en foros y blogs y a ejercer de trolls en internet? Por supuesto que no.
En realidad, las acciones violentas de personas o grupos de extrema derecha suelen ser calificados como acciones "vandálicas" o "ataques racistas", pero casi nunca como "terroristas". Lo cual tiene importantes consecuencias: por las mismas acciones las personas calificadas como "separatistas" o de "extrema izquierda" se enfrentan a penas muy superiores a los considerados como de "extrema derecha", que por otra parte son objeto de un celo policial mucho menor, cuando no coinciden abiertamente en ambientes, foros y objetivos.
5
Políticamente, Noruega no escapa al viraje conservador y racista del resto de Europa, al igual que otros países escandinavos. El Partido del Progreso, con un discurso neoliberal y antiinmigrante, y al que perteneció Breivik, es ya el segundo partido político del país, con un 22,9 % de los votos en las últimas elecciones legislativas. Pero en Noruega, cuya tasa de desempleo es la más baja de todo el continente europeo (3,4%), el nuevo discurso nativista y antiinmigrante permea incluso el gobernante (en coalición) Partido Laborista, que apuesta por endurecer las leyes migratorias, y se apoya no tanto en razones económicas como en argumentos culturales, al tiempo que adopta un individualismo marcadamente hostil contra el Estado del Bienestar. En esta síntesis la educación, la cultura, los valores comunes, la religión, se vuelven criterios de selección y (re)segmentación de las multitudes en el mercado laboral, mientras la promoción de la "guerra de todos contra todos" (contra los bárbaros, pero también contra los que permiten la "invasión") convierte las multitudes en una turba de de depredadores que se despedazan entre ellos.
Frente a los Anders Behring Breivik de Europa, o a los que creemos que pueden acabar como él, no caben soluciones policiales. Constituye una inmensa hipocresía, bien explotada por la extrema derecha islamófoba, espantarse por la deriva criminal y racista de algunos mientras los gobiernos "populares" o "progresistas" refuerzan regímenes de semi-servidumbre laboral, niegan derechos ciudadanos a determinados "extranjeros" y consolidan legislaciones antiterroristas incompatibles con las libertades fundamentales. Frente a las opciones genocidas, la única alternativa es política, y se expresa en la construcción de una fuerza democrática arrolladora como la que hoy se ha producido en Madrid.
* Actualización: Me comentan que el artículo finalmente sí fue publicado en la edición impresa de El País.
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Un joven naath cuida de las vacas con ayuda de su AK-47. Fotografía: Pete Muller / Saferworld
Existen diversas tradiciones orales sobre el origen de los nuer -o naath, como se denominan a sí mismos, aunque aquí me refiera a uno u otro de manera indistinta- y en todas ellas se hace referencia a una ascendencia común con los dinka o jieng (y, en ocasiones, con los atuot). Ambos se descomponen en diferentes tribus y constituyen los dos principales pueblos nilóticos del recién independizado Sudán del Sur, país con una enorme diversidad étnica. En un principio habrían compartido un territorio común, pero hace siglos que se separaron por disputas sobre la propiedad del ganado bovino. Tras un siglo de descolonización y guerras, y pese a la urbanización, el ganado continúa siendo el centro de la vida social de ambas comunidades (y de otras como los citados atuot o los mundari) en un país en el que la población rural representa aproximadamente el 80 % del total. De la vaca los naath aprovechan prácticamente todo: carne, leche, pieles, sangre, excrementos. La entrega de vacas permite a la familia del novio pagar la dote de la novia y estrechar así las relaciones familiares y clánicas. Y resuelve conflictos civiles como el adulterio. En fin, no es de extrañar que en Sudán del Sur haya
más bóvidos que seres humanos, se calcula que unas 12 millones de cabezas de ganado
frente a 8-10 millones de habitantes, aunque en realidad nadie sepa muy
bien cuántos suman unos y otros.
En el campo, el ciclo vital de los naath sigue el movimiento trashumante de vacas y bueyes en función de la estación, húmeda o seca. Durante la estación seca, entre mediados de diciembre y mediados de marzo (período que llaman mai), los naath se trasladan desde la aldea (cieng) a los campamentos temporales de ganado (wec) en busca de agua, cerca de los ríos. Allí montan hermosos establos (luak) en los que caben hasta una docena de vacas. Una sociedad móvil. Desde el siglo XIX los naath fueron migrando a otros territorios y enfrentándose a otras tribus, especialmente dinka, a las que atacaban regularmente para obtener bóvidos con los que amplíaban los rebaños. En su expansión hacia el este del Nilo Blanco, integraron a miles de dinkas mediante sucesivos matrimonios mixtos y adopciones, por lo que el tópico del enfrentamiento secular entre pueblos con identidades claramente definidas debe ser matizado seriamente. De hecho, nuer es una palabra de origen dinka. De nuevo el intercambio de ganado consolidó lealtades y forjó parentescos, y muchos de quienes se consideran naath o nuer llegaron a fundamentar su identidad más por el comportamiento cultural -en el que destaca la especial relación con el ganado, al que adoran- que por las relaciones de sangre (como sucede, en cambio, con los dinka).
Entre los rasgos que persisten en la sociedad naath se encuentran la ausencia de fuertes jerarquías políticas (a diferencia, por ejemplo, de los azande), su autonomía y el rechazo a toda
autoridad estatal centralizada, llámese
Imperio Británico (que prácticamente dejó Sudán del Sur en manos de
misioneros protestantes) o gobierno de Jartum. Precisamente fue el
empeño de los sucesivos gobiernos de Sudán por imponer una identidad
nacional basada en la arabidad y en el Islam -a lo que se añaden agravios por el pasado esclavista árabe- el principal compustible
del conflicto que comenzó desde la independencia y que se prolongó
durante décadas. Pero su compleja identidad se vio afectada por la militarización de las relaciones sociales durante la guerra, cuya naturaleza fue transformándose además durante la segunda mitad del siglo XX. La guerrilla del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (ELPS) exigió lealtades más férreas y disciplina en una cadena de mando vertical, sobre todo tras la escisión sufrida en 1991, lo que implicaba una redefinición cerrada de la identidad tribal. Antiguamente los guerreros naath o dinka no mataban
intencionadamente mujeres, niños o ancianos de la tribu contraria en sus recurrentes
enfrentamientos. Ahora podían verse animados a hacerlo. El ganado se convirtió en objetivo militar del gobierno sudanés, primero, de la facción guerrillera contraria, después. El incremento de la violencia, junto con el recurso a armas como el AK-47, hacen que hoy las razias ganaderas sean especialmente mortíferas. Desde entonces, el acceso al agua y al pasto constituye en una de las fuentes primordiales de conflicto social.
Los naath fascinan a los antropólogos desde que Edward Evans-Pritchard los estudiara en los años 1930 para el gobierno británico. Llamaba la atención la ausencia de "Estado" en la sociedad nuer y una espiritualidad que Evans-Pritchard, fervoroso creyente, equiparó demasiado alegremente al monoteísmo cristiano. Mucho más tarde la antropóloga estadounidense Sharon Hutchinson estudió la citada militarización y las consecuencias de la generalización del dinero en la sociabilidad nuer durante la segunda mitad del siglo XX. Hutchinson se percató de que el dinero que ganaban los jóvenes que emigraban a las ciudades (Jartum, Dubai, Addis Abeba) y se asalariaron no trajo consigo una lógica capitalista de acumulación."Más bien, los Nuer incorporaron el dinero en un pesado sistema de intercambio en el cual el ganado continuaba siendo la metáfora dominante del valor." No obstante, sí ha tenido otras consecuencias sociales: "El rol del ganado en la creación y mantenimiento de este sentido de sí mismo enriquecido socialmente, ha sido subsecuentemente debilitado, tal como hemos observado, debido a las emergentes oportunidades para adquirir y poseer individualmente ganado gracias a "la forma dinero" del intercambio de mercancías." Otro antropólogo que ha dedicado una especial atención a la historia reciente de los nuer es Douglas H. Johnson, que ha estado por cierto muy implicado en el proceso de paz iniciado en 2005. Desgraciadamente, el conocimiento sobre las sociedades sudanesas nos llega fundamentalmente a través de expertos occidentales, con frecuencia vinculados a agendas políticas no necesariamente coincidentes con la de aquellos que son estudiados.
Estado, dios, tierras, dinero. Probablemente ninguno de estos conceptos cristalicen del modo con el que sueñan funcionarios internacionales, misioneros e inversores. La construcción de un Estado en Sudán del Sur, con ayuda del petróleo y la cooperación internacional, se enfrentará a la autonomía de sus habitantes, que difícilmente aceptarán que Juba se convierta en un nuevo Jartum. Al nuevo Estado rentista le costará tener una presencia efectiva en todo el país -no hay registros ni estadísticas fiables y apenas existen infraestructuras de comunicación- y probablemente será patrimonializado o fagocitado por redes clientelares en torno a líneas étnicas o tribales, lo que generará nuevos conflictos por la apropiación de la renta petrolera. Nuevas generaciones de misioneros continuarán evangelizando -y estableciendo de paso vínculos con Washington-, pero pueblos como los naath continuarán produciendo su propio sincretismo. Ni arraigará una ética protestante ni la monetarización de los circuitos económicos generará por sí sola acumulación de capital. No parece que los naath o los dinka estén por la labor de sacrificar sus vacas a una lógica de exportación con el objeto de conseguir divisas, pero en su competencia por las buenas tierras se enfrentarán con nuevos intrusos agrofinancieros. Un nuevo país exigirá una nueva relación interétnica con los bienes comunes y una reformulación de la idea de frontera con el vecino Sudán, más adaptada a la movilidad de sus gentes y al pasado compartido, si se quieren resolver callejones sin salida como el de Kordofán del Sur o el de Abyei sin limpiezas étnicas de por medio.
Los periodistas de la prensa internacional partieron tras los fastos del 9 de julio, día de la independencia. Irán pasando observadores, sacerdotes, ingenieros de la industria petrolífera, asesores de todo tipo. Mientras, las vacas seguirán pastando a orillas del Nilo, como llevan haciendo desde hace miles de años.
Ganado pastando el 21 de junio en las praderas húmedas del Sudd, en Sudán del Sur. Fotografía: Phil Moore/AFP/Getty Images.
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Tras una década de guerras y ocupaciones militares, en Estados Unidos algunos hacen balance y se preguntan por el coste que ha tenido esta reacción imperial. Hace unos días el Instituto Watson de Estudios Internacionales de la Universidad de Brown publicó un informe sobre los costes de la guerra, cuyos hallazgos se detallan en el sitio web costsofwar.org. En este proyecto han colaborado economistas, politólogos, médicos, asesores legales y periodistas como Dahr Jamail. Lo interesante es que por primera vez se sistematiza en una misma base de datos el coste monetario, en vidas humanas (incluyendo iraquíes y afganos), pero también político, social y medioambiental, de las tres principales intervenciones militares estadounidenses de los últimos años: las guerras en Afganistán, Iraq y Paquistán. Un acierto, pues todas ellas se enmarcan en una misma lógica, aunque luego se pretenda distinguir entre guerras buenas y malas. Sería deseable que la web pudiera continuar actualizándose, completando las informaciones que en ella se publican. Sin embargo, el desarrollo completo de las distintas secciones se publican en archivo pdf, aunque mantienen cuentas en Twitter y Facebook.
Menciono algunos datos relevantes. El gasto público total de las tres intervenciones militares se elevaría a 3,7 billones de dólares. 4,4 billones si contamos las asignaciones previstas para los próximos años. Una cifra tan estratosférica que a primera vista no nos dice nada, pero que equivale al PIB de una potencia industrial como Alemania en 2008, justo antes de que impactara la crisis financiera. Recordemos que Joseph Stiglitz había calculado 3 billones de dólares solo para la invasión y ocupación de Iraq, conflicto que se lleva la parte del león. En un desglose parcial podemos mencionar, en primer lugar, que desde 2001 el Congreso aprobó créditos presupuestarios destinados a las mencionadas intervenciones militares por valor de casi 1,3 billones de dólares, cifra que coincide con la estimación del propio Congreso y que supera los créditos presupuestarios de la Unión Europea durante el período 2007-2013 (1,2 billones de dólares).
Este gasto aumenta notablemente si añadimos otras partidas, dispersas en el complejo entramado presupuestario estadounidense:
- Los incrementos del presupuesto asignados al Pentágono (entre 362 y 652 mil millones de dólares);
- Intereses por valor de 185 mil millones de dólares (que equivale al presupuesto de la Unión Europea para 2011);
- Atención médica prevista para los veteranos hasta el 2050 (589-934 mil millones de dólares);
- Prestaciones sociales hasta la fecha (295-400 mil millones de dólares);
- Seguridad interior (Homeland Security) (401 mil millones de dólares).
Y muchos otros más que no cito. No se incluyen partidas de gasto importantes, como el programa de vehículos aéreos no tripulados (drones) Predator, que gestiona la CIA y que funciona en Afganistán, Pakistán, Yemen y Somalia.
En cuanto al coste en vidas humanas, aquí entramos en un terreno más resbaladizo, como explica la profesora Neta C. Crawford, la profesora que coordina este apartado y que comenta acertadamente cuestiones polémicas como la distinción entre combatientes y civiles *, ya expuesta en este blog. El Instituto Watson prefiere quedarse corto y aporta estimaciones conservadoras: en total, al menos 224.475 víctimas directas (es decir, directamente relacionadas con una acción armada o un hecho bélico), de las cuales: 151.471 (125.000 civiles) muertos en Iraq; 33.877 muertos (11.700 civiles) en Afganistán y más de 35.000 muertos en Pakistán. En la ecuación AfPak, domina Pakistán. La cifra de muertos en este último país es superior a la de Afganistán, y en ella se mezclan las muertes por bombardeos estadounidenses (mediante drones) con las múltiples intervenciones militares paquistaníes (financiadas por Estados Unidos) contra los llamados "militantes" (Waziristán, valle de Swat, Baluchistán) y los atentados cometidos por éstos. En cuanto a las bajas estadounidenses suele reconocerse el número de fallecidos (6.051 soldados muertos), mientras es más difícil calcular las muertes de contratistas / mercenarios (aproximadamente 2.300) y se oculta la cifra de veteranos heridos o enfermos: hasta la fecha son más de 550.000 los soldados estadounidenses heridos, lo que explica el abultado gasto social, de todas formas insuficiente.
Más números: las guerras han provocado el desplazamiento forzado de unos 7.800.000 de refugiados, cifra superior a la población de toda Cataluña. Se calcula que más de 100.000 iraquíes han estado en algún momento encerrados en prisiones gestionadas directamente por el ejército estadounidense, donde la tortura era habitual. En Afganistán, durante los primeros tres años más de 50.000 personas pasaron por las 25 prisiones dirigidas por el ejército estadounidense. 3000 prisioneros pasaron solamente por el temible centro de detención de Bagram. En fin, el informe aborda también el "frente interno" (vigilancia, vulneración de derechos y libertades) y los costes medioambientales (contaminación del agua y del aire, despilfarro de combustible).
En el otro plato de la balanza, cuesta encontrar los supuestos beneficios, a menos que uno sea directivo de alguna de las grandes corporaciones petroleras, armamentísticas o tecnológicas. El supuesto objetivo último de la democratización se ha revelado, al igual que otras mentiras, como una farsa. 400 mil millones de dólares es el valor estimado de los contratos militares con compañías privadas, un tercio del cual se concentra en apenas cinco grandes empresas y sus subcontratas: Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon y General Dynamics. El informe no profundiza en esto, pero lo cierto es que el complejo militar-industrial dejó de cumplir el papel estimulador de la demanda interna estadounidense que había desempeñado durante la Guerra Fría, contribuyendo, en cambio, el descalabro del pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Al término de la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos fue fundamentalmente el ejército el que hizo las veces de Estado beveridgiano o del bienestar. El Estado planificaba la política industrial (vía el Pentágono y agencias estatales como la Nasa), financiaba e impulsaba la demanda en tecnología e innovación, en una socialización sui generis de la producción capitalista. Las últimas aventuras bélicas, en cambio, no implicaron un incremento de la carga fiscal, sino su reducción, fueron financiadas en gran parte desde el extranjero (China) y subcontratadas en gran medida, siguiendo una tendencia privatizadora.
Con todo, hay otros costes que no se pueden mostrar con números. Un enorme coste emocional, afectivo, de vidas rotas o marcadas por la violencia extrema y la humillación cotidianas. Y un inmenso coste ético y moral, una terrible deshumanización.
* En Afganistán, para 2010 se contabilizan las siguientes cifras de civiles muertos por ataques "terroristas": según EEUU son 3.202, según la ONU 2.080 y según el Afghanistan Rights Monitor 1.531. La razón de estas diferencias se debe principalmente a que los dos primeros incluyen a policías, agentes armados y otras funcionarios públicos en la categoría "civil".
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Comando griego sobre la cubierta del barco estadounidense Audacity of Hope, el 1 de julio de 2011. Fotografía: Institute for Middle East.
Querían navegar rumbo a Gaza para mostrar su solidaridad y entregar ayuda humanitaria, pero acabaron bloqueados en otro territorio ocupado, sitiado, cuyos habitantes también pagan con intereses el precio de la rebelión: Grecia. "Los organizadores de la flotilla no tuvieron en cuenta que la Grecia de julio de 2011 no es la Grecia de mayo de 2010", declaró ayer al diario Haaretz
un alto funcionario israelí que pasó los últimos meses negociando con
el gobierno griego la manera de impedir que la segunda flotilla de la libertad partiera.
Tiene razón. El Estado griego, al ponerse al frente del saqueo del país, perdió la
poca legitimidad que le quedaba y su policía se comporta ahora con la misma brutalidad que el ejército israelí en ciudades como Nabi Saleh, con sus gases lacrimógenos y sus granadas aturdidoras. Ya no se ensañan solo con los inmigrantes o con los sospechosos habituales del barrio de Exarchia. Bajo el asedio financiero, la intifada forma ya parte de la vida cotidiana de los helenos, como
hace tiempo que forma parte de la de los palestinos. Y la hoja de ruta de la troika es tan tramposa como la de la del Cuarteto. Los gobiernos europeos jalearon el bombardeo israelí de la población de Gaza, comprendieron el ataque a la primera flotilla de la libertad y continuaron estrechando relaciones con el Estado de Israel, aprendiendo del mismo. La razón es obvia: comparten el mismo miedo a la democracia, término que en Israel adopta la forma de amenaza demográfica y en Europa la de la disrupción del sistema representativo. Devenir-Israel o devenir-Syntagma, esa parece ser la cuestión.
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