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2021/01/17 08:45:00 GMT+1

Los Rodríguez: Txani y Yeyo

El viernes por la mañana escuché un par de entrevistas en el programa «Ispilu Beltza» de DK Irratia: conocía a la escritora Txani, pero no tenía noticias del músico Yeyo.

Txani Rodríguez

A finales de agosto de 2020 cerró sus puertas la Librería Brönte (Irun). En el enlace podréis leer unas líneas escritas tras la última visita a Ylenia Benito, la librera.

Entonces no lo dije, pero el último libro que compré fue «Los últimos románticos» de Txani Rodríguez.

Me leí el libro el mismo mes de agosto. Porque es un libro que se lee rápido, entre otras cosas porque no es largo.

Una cosa es que se lea rápido y otra muy distinta que no se te quede en la cabeza el eco de lo leído. Y este es de esos: se queda.

Y lo digo a pesar de que soy de los que olvida bastante fácil lo que lee. Desgraciadamente...

El mismo viernes, 15 de enero, Txani Rodríguez e Ylenia Benito estuvieron en el Centro Cultural Okendo hablando sobre Los últimos románticos. Salió a la calle en junio, pero la autora apenas ha podido presentarlo en público (creo que el único acto, con aforo muy reducido, fue en Bilbao).

Uno de mis objetivos en este inicio de año (también) pandémico es acudir a un acto cultural presencial una vez por semana. Si la situación lo permite.

El acto del viernes se prolongó algo más de la hora (75 minutos) y la cosa estuvo entretenida. Alimento para el espíritu.

Ylenia se refirió al comienzo a las dedicatorias del libro. Traigo aquí la segunda:

Y a todas las personas que fueron amables conmigo alguna vez.

Personas amables. Y sitios amables, añado. Se agradecen, sobre todo las personas en sitios desagradables.

Txani e Ylenia nos introdujeron en el mundo de Irune, la protagonista, tan perdida como cualquiera de nosotros. Una mujer que roza los 40 y que vive en un pueblo que tiene cosas de Llodio, el pueblo natal de la escritora. Con una industria que va perdiendo pie poco a poco, con las condiciones de trabajo en la papelera (fábrica) también en entredicho. Vive sola, pero no tan aislada como parece: se preocupa de su vecina, una señora mayor con un hijo inútil y maltratador. Planifica y reserva viajes en trenes de largo recorrido que nunca hace, porque busca la compañía de una voz amiga al otro lado de la línea telefónica.

Escuchad aquí la entrevista de Cristina Tapia a Txani Rodríguez (es en castellano, a partir del minuto 57).

Yeyo Rodríguez

Pero en el programa conocí a otro Rodríguez, un músico que solo comparte apellido con Txani.

Sergio Rodríguez Vitta (aka Yeyodrummer) es un batería nacido en Bogotá (Colombia) que ronda los 40. Hijo de madre bogotana y de padre donostiarra, tiene desde su nacimiento las nacionalidades de ambos progenitores.

Comenzó su andadura en La Severa Matecera de Bogotá (un combo que se mueve en los sonidos jamaicanos) y ya lleva 23 años dándole a las baquetas. Rock, funk, reggae, soul... pero ahora más enfocado a la improvisación, al jazz. Tiene un currículum majo.

Ha vivido en Colombia, Reino Unido, Países Bajos... y ahora en San Sebastián. Está haciendo una residencia en Musikagela, un servicio de Donostia Kultura gestionado por Buenawista Prolleckzioms.

Aparte de su trabajo como músico de estudio y productor, el proyecto más personal de Yeyo se llama DOS Musika (ahora con el acompañamiento del saxofonista Ibon Irijoa). En agosto ofreció un concierto en Tabakalera (las noches de Kutxa Kultur) y este próximo 31 de enero tienen previsto actuar en el ¡Be! Club.

Abajo os dejo su tema In, dedicado a su padre ya fallecido.

Podéis escuchar la entrevista de Oier Aranzabal (a partir del minuto 7). Hace un buen repaso de su carrera y se ve que es buena persona, amable que diría Txani.

Rodrigueztarrak: Txani eta Yeyo, apunte hau euskaraz.

Escrito por: iturri.2021/01/17 08:45:00 GMT+1
Etiquetas: yeyo_rodríguez yeyo_drummer ylenia_benito literatura donostia ispilu_beltza donostia_kultura oier_aranzabal música cristina_tapia txani_rodríguez | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (1)

2021/01/08 19:00:00 GMT+1

Ramona y Joakina, mis abuelas

El primer sábado de este año estuve en casa de mi madre y se empeñó (lo cual agradecí) en ver las fotos familiares. Puse especial atención en las fotos de su madre (Joakina) y de la madre de mi padre (Ramona).

Amona Ramona

Nacida en Irun en 1899, tuvo su primera hija en 1920. El padre era un hombre de Oiartzun, su novio de entonces. No sé el motivo por el cual tuvo que cruzar la frontera. En la familia se cuenta que la abuela enseñaba la criatura al padre en un punto de la muga donde el hombre podía verla.

Así las cosas, Ramona comenzó una relación con un viudo que tenía tres hijos. Mi bisabuela le debió de decir: «Errukituko haiz» («Te arrepentirás»).

Se casó y tuvieron cuatro hijos más. El último fue mi padre, nacido en abril de 1932. A los quince días murió mi abuelo.

Ramona se quedó con ocho críos. Cinco suyos, tres de su pareja.

Estos tres se fueron con la familia del muerto. Hay quien dice que fue mi abuela quien los llevó, otros dicen que fue la familia quien dio el paso porque no estaba muy a gusto de cómo los trataba mi abuela (comida, etc).

Mi padre y el resto de hermanos y hermanas no tuvieron relación con aquellos tres hermanastros, aunque algunos vivían en el mismo pueblo.

Llegó la Guerra Civil e Irun cayó a comienzos de septiembre en manos de Franco.

Sé muy poco sobre su vida aquellos años, pero mi madre me contó que le raparon la cabeza a la abuela.

Se volvió a casar: con un hombre que trabajaba de criado en un caserío cercano. Si mis datos y mis cálculos no son erróneos, este hombre era diez años más joven que ella. Debió de quedarse embarazada, pero perdió la criatura.

Y volvió a enviudar. Su pareja murió en 1951 a los 41 años. La abuela tenía 51-52.

Sé que Ramona se dedicó al estraperlo (contrabando), porque en el caserío almacenaban café, por ejemplo. Uno de mis tíos, algo menos mi padre, se dedicó a eso que llamaban trabajo nocturno (gaulana, en euskera).

No he dicho que la abuela tenía un puesto en la plaza de Irun. Imagino que llevaría allí los productos de la huerta del caserío. Debió de ser bastante conocida.

Murió en agosto de 1971, cuando yo tenía tres años. Se debió de enfadar con una nuera y cuando esta vino a hacer las paces, Ramona se emocionó... y murió.

Tengo guardada una única polaroid en mi cabeza. Estoy de pie en una fregadera de la cocina, ella me sujeta para que no me caiga. Miro por la ventana como mis padres entran en un coche. Les digo adiós.

Cuenta mi madre que de crío no dormía de noche (lo hacía de día) y ellos descansaban entre poco y nada. Cuando mi madre se levantaba para hacer las faenas caseras, me llevaba a la cama de la abuela. Su saludo era este: «Akabo nire loak! Ume puta hau!!!» («¡Se acabó el dormir con este puto crío!»).

Ja, ja, ja. ¡Qué personaje!

Amona Joakina

En las fotos que revisé con mi madre, la abuela Ramona aparece siempre haciendo el gamberro en las bodas de la familia: enseñando una copa o una botella de cava, agarrando un cigarro o un paquete de tabaco, besando o arrimándose bien a alguien.

Mi abuela materna, sin embargo, apenas aparece en los álbumes de casa. Le pregunté a mi madre el motivo y me dijo que no fue a ninguna de las bodas de sus hijos. Y claro, en aquella época, las bodas eran el photocall familiar.

Ya he dicho que me gustaba la juerga nocturna cuando era muy crío. A medida que ganaba autonomía, me facturaban al caserío materno. Todos a gusto (era el primer nieto) y yo más que nadie.

Una polaroid en mi cabeza. En la parte de abajo del caserío había un anexo para lavar la ropa. Un día que la abuela estaba lavando, me entró un apretón y planté el pino allí mismo. Al rato apareció por allí una tía mía y le dije que la autora era mi abuela, aprovechando que ella no estaba presente.

El abuelo murió en 1973 (yo tenía cinco año) y solo tengo un recuerdo suyo: yo mirando cómo araba la tierra con una pareja de bueyes (¿o eran vacas?).

Con la abuela vivía su hermana Joxepa, así como sus dos hijos mayores (solteros). Las dos hermanas no se separaron nunca. Pasaban demasiado tiempo solas en un caserío que estaba demasiado alejado del pueblo y los cuatro se trasladaron a mi barrio a finales de la década de 1970.

Hasta 8º de EGB (creo que ahora es 2º de ESO) mi escuela estaba pegada a la casa de mi abuela y yo pasaba mucho tiempo allí. Muchas veces incluso dormía con ella. Cuando acabé la EGB, me fui al Instituto de Irun y me alejé de mi abuela.

A mediados de la década de 1980, su hijo más joven (el primer día de este 2021 ha cumplido 80 años) se fue con su mujer y sus tres hijos a vivir con ella. Tocaba que alguien la cuidara.

Joakina murió en junio de 1991, la víspera de San Juan. Yo estaba metido de lleno en los exámenes finales de 5º de Derecho. Tenía 85 años.

Siempre la conocí trabajando, entregada a los demás.

Ahora se me pasa por la cabeza qué sentiría cuando dejó el caserío y se trasladó a pasar los últimos diez-quince años de su vida en un bloque de pisos de cuatro alturas, ocho viviendas en total.

Dedico a mis abuelas Ramona y Joakina, así como a mujeres como ellas, la canción que Ruper dedicó a sus abuelos, «Aspaldian».

Amona Ramona eta amona Joakina, apunte hau euskaraz

Escrito por: iturri.2021/01/08 19:00:00 GMT+1
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2021/01/02 08:45:00 GMT+1

Antoni Batista i nosaltres: 50 años escribiendo sobre el País Vasco

Antoni Batista ha publicado su décimo libro sobre el País Vasco: «ETA i nosaltres». Lleva 50 años escribiendo sobre nosotros y es una referencia obligada a la hora de hablar del conflicto vasco.

Antoni Batista

Crédito de la fotografía: archivo de Antoni Batista.

Periodista, escritor y profesor

Sus primeros pasos los dio en la prensa clandestina y así tuvo la oportunidad de seguir el Proceso de Burgos y el encierro de los intelectuales en Montserrat.

Como periodista cubrió los "años de plomo" para los diarios Avui y La Vanguardia. En 2003 abandonó este periódico y se metió en el mundo de la comunicación institucional en el tripartito liderado por Maragall. Fue entonces cuando lo conocí personalmente, pero no tuve mucho tiempo de hablar con él: pasaron por el Centro Cultural Ernest Lluch de San Sebastián en un viaje oficial a Euskadi del conseller primer Josep Bargalló. Dice que fue el 5 de febrero de 2005 en las páginas 174-175 del libro. La Generalitat donó varios libros al Ayuntamiento y estos quedaron en manos del centro dando inicio a la Colección Catalunya. «Un fons bibliogràfic català per a bascos catalanòfils», escribió Batista en su dietario.

Pasados ya los años de la comunicación institucional, Batista se fue a la Universidad: Universitat de Barcelona y URV. Actualmente mantiene dos colaboraciones en la prensa: Ara y Diari de Tarragona.

«ETA i nosaltres»

El libro de Antoni Batista salió en otoño y aún sigue de promoción dando entrevistas. Una de las últimas se la he leído esta misma semana: Antoni Batista: “El procés de pau conclourà quan la societat basca passi pàgina amb una reconciliació sòlida de respecte per a tothom”.

«ETA i nosaltres» es una especie de cierre de ciclo sobre Euskal Herria, un libro donde quedan negro sobre blanco algunos momentos y personas importantes de nuestra conflictiva historia reciente, aunque también es cierto que otros muchos no aparecen y seguramente así seguirán, entre otras razones, porque no puede hacerlos público. 

La lectura me ha servido para saber varias cuestiones que desconocía y también para recordar otras cuantas.

Está muy bien conectado con nuestra realidad y tiene/ha tenido muchas fuentes, especialmente buenas en el mundo abertzale: Julen Madariaga, Angel Rekalde, Miguel Castells, Eva Forest, Izaskun Rekalde, Gorka Knörr, Robert Manrique (gravemente herido en el atentado de Hipercor; aparece su testimonio tras entrevistarse con Rafael Caride, uno de los miembros del comando), Jon Idigoras (mantuvo muy buena relacion con él y, entre otras cosas, eso le permitió conseguir algún scoop), Arnaldo Otegi (escribió un libro sobre él), Carod-Rovira (tras entrevistarse con Josu Urrutikoetxea y Mikel Albisu, y aunque Maragall lo apoyó en enero de 2004, fueron sus compañeros de partido quienes pidieron su dimisión), Martxelo Otamendi, Juan Mari Ollora...

Algunos pasajes significativos

En la página 124 habla de cómo consiguió gracias al jefe de prensa del Gobierno Civil de Barcelona, Josep Antoni Rossel, y a un inspector llamado Alfredo papeles para desentrañar la rama catalana de los GAL. Dice del policía:

«(...) li van embrutar l'expedient, el van desterrar a una comissaria de poble sense ni pressupost per pintar-la i, quan lá afer ja havia enmmudit als mitjans de comunicació, va morir sobtadament en un àpat amb uns companys. L'ultim cop que li va trucar, el telefonista em va dir lacònicament: "Ha fallecido". La seva família no agafava el telèfon».

En las páginas 216-217 cuenta que llegó a la jueza francesa Laurence Le Vert aprovechando la vía institucional (2007). Habían detenido a Madariaga por orden del juez Grande-Marlaska. Había participado en una captación de fondos voluntaria entre el empresariado para pagar la costosa infraestructura de la paz, pero la Audiencia Nacional entendió que aquello era un «impuesto revolucionario» más. Fue absuelto. Batista acababa de terminar en aquel momento el libro sobre Madariaga.

En las páginas 218-220 cita el encuentro del sacerdote Joseba Segura Etxezarreta con el president Maragall a finales de 2005. Uno de los hombres mejor situados en las quinielas para ser elegido obispo de Bilbao tuvo un papel muy importante en el proceso de paz 2005-2006 por encargo de Juan María Uriarte.

En las páginas 221-222 narra su último encuentro, en la distancia y a través de las ondas, con Alfredo Pérez-Rubalcaba en Catalunya Ràdio. Destaca su papel especialmente positivo en el camino hacia la paz y remata con las palabras del político español contestando a una pregunta del propio Batista: «¿Hemos hecho mucho? Sí. ¿Lo hemos dicho mucho? No».

En las páginas 229-230 aparece José Aguilar. Tras perder una pierna en el atentado del 23 de diciembre de 1988 contra el cuartel de la Guardia Civil de Alsasua, estudió Derecho, trabajó como abogado en la AVT y abrió un despacho de prestigio en Pamplona. Dos párrafos recogen una intervención de Aguilar. Pongo aquí un extracto:

«Yo no odio, no (...) me plantée desde el principio que el odio era una carga muy pesada, y que necesitaba salir de aquello sin arrastrar ninguna mochila. Y fui tirando lastre sin pensar en la gente que había preparado el atentado, ni mucho menos. Yo dije en ese momento que los perdonaba, en el mismo momento del atentado, y concretamente a las personas que prepararon mi atentado. Yo no puedo perdonar genéricamente a ningún terrorista, pero a la gente que preparó aquel atentado sí».

A partir de la página 233 habla de Parlem d'Euskadi, las jornadas de la Universitat de Barcelona coordinadas junto con Antoni Segura. Ernest Lluch siempre en el recuerdo, así como su hija Rosa Lluch.

Fue en ese ámbito universitario, allá por noviembre de 2013, cuando Pernando Barrena reconoció explícitamente en nombre de Sortu y de la izquierda abertzale el daño causado por ETA. Cuenta brevemente la cocina de aquel acto y cita, de pasada, un encuentro de Arnaldo con Rosa.

Con Vázquez Montalbán en el País Vasco

Vazquez Montalban kalea

En el primer paseo del año, ayer me dí cuenta de que tengo cerca de casa una calle con el nombre del escritor barcelonés. Es en el epílogo donde Batista cuenta un viaje con Vázquez Montalbán meses antes de su muerte. Un tour político y gastronómico que aparece a partir de la página 253.

En lo gastrónomico, el viaje fue de primer nivel: Penalti de Ondarroa (in memoriam), Urrejola de Bilbao, Julián de Tolosa, la Hermandad de Pescadores de Hondarribia, Zuberoa de Oiartzun, Akelarre de Igeldo, Arzak de Donostia...

Fue Ramon Etxezarreta el cicerone en un día donostiarra que acabó de madrugada: Dickens, Museo del Whisky, Naútico...

Batista es un gran melómano, además de profesor de música, y sube regularmente vídeos cortos a Twitter donde aparece tocando piezas conocidas en el piano de casa. A tenor de los comentarios y de las visitas, tiene también un público a quien le gusta eso. Dejo abajo uno de los últimos.

Antes de terminar, Antoni, una cosa: dices que el número 10 es un bonito número para poner fin a tus libros sobre el País Vasco, pero te advierto que nosotros contamos por docenas. ¡Te faltan dos!

¿Editará alguien el libro en castellano? Espero que sí.

Gracias por el trabajo realizado, señor Batista.

Antoni Batista i nosaltres, 50 urte Euskal Herriaz idazten, apunte hau euskaraz.

Escrito por: iturri.2021/01/02 08:45:00 GMT+1
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2020/12/30 08:45:00 GMT+1

Habla Karlos Gorrindo, ex miembro de ETA

Cuando publiqué la traducción de la entrevista que Enekoitz Esnaola hizo a Josu Urrutikoetxea, Jon Pagola me dejó un comentario en Twitter con un enlace a otra entrevista: «Asko ginen ETA V.eko erromantikoak, Txomin zaleak, ez Artapalorenak» («Éramos muchos los románticos de ETA-V Asamblea, seguidores de Txomin, no de Artapalo»).

Me he leído con calma la entrevista de Xabier Letona publicada en la revista Argia y, como me ha parecido de interés, he decidido traducirla y ponerla por aquí.

Karlos Gorrindo estuvo dieciseis años preso, desde 1980 a 1996, y es ese periodo el que debe de contar en primera persona en un libro que se titula Funambulistaren beldurra («El miedo del funambulista»).

Karlos Gorrindo: «Éramos muchos los románticos de ETA-V Asamblea, seguidores de Txomin, no de Artapalo»

Gorrindo (Gernika-Lumo, Bizkaia, 1958) ha escrito el libro Funanbulistaren beldurra (Erein), un testimonio de los dieciséis años (1980-1996) que pasó en la cárcel. Y no es habitual que entre los expresos se escriba así. Quizá porque fue expulsado de ETA. Quizá porque ya ha pasado mucho tiempo. Quizá porque él es así. Es un relato agrio, uno más sobre el conflicto, como él dice. Joseba Sarrionandia, que le ha hecho el prólogo, asegura que «si queremos entender el pasado no se puede imponer un relato, hay que escuchar otras visiones».

Xabier Letona: Salió de la cárcel en 1996. ¿Por qué el libro se ha publicado 25 años después?

Karlos Gorrindo: Porque he querido ahora. Pero hay también otras razones por medio: vivimos otra situación, no está la organización [ETA], desde España se quiere consolidar un relato único... y, en este contexto, yo también quería hacer mi relato. ¿Por qué no contar las cosas tal y como las viví?

Hace 25 años no me veía como para escribir un libro así. La salida de prisión fue bastante traumática –para mí, para mi familia y para mis amigos–, porque nosotros fuimos expulsados de la organización. En la primera mitad de los 90, nuestro grupo de cinco o seis personas hizo pública su disconformidad con la estrategia que llevaba ETA: básicamente [dijimos] que había que acabar con la lucha armada y que teníamos que utilizar otras vías para conseguir nuestros objetivos. Este proceso también se dio en Herri Batasuna, entre las ponencias Oldartzen e Iratzar. Nos expulsaron y a mí me llevaron a la cárcel de Palencia, solo. De allí me trajeron a Basauri y de aquí salí a la calle.

También es un libro escrito para mucha gente valiosa marginada, insultada y dejada a un lado durante muchos años por la izquierda abertzale, por ETA. A nosotros nos dijeron: «Estáis expulsados, y si habláis, ya sabéis lo que tenéis». Hemos pasado 25 años en silencio, sin poner obstáculos, siendo «unos hijos de puta» para muchos en el pueblo... es también un libro escrito para todos ellos. Y, en general, para todo aquel que vivió aquellos tiempos convulsos.

X.L.: Los nombres de los presos que utiliza, ¿son todos ellos verdaderos?

K.G.: Menos cinco, todos son verdaderos. Y en el caso de esos cinco, he actuado así para que lo que pueda decir de ellos no les perjudique. Si hay una segunda edición, sus nombres también serán verdaderos: Juan Lorenzo Lasa Txikierdi (Lauterdi en el libro), Iñaki De Juana (La Luna), Isidro Etxabe (Kublai), José Mari Sagardui Gatza (Mamia) y José Miguel Latasa Getaria (Lakasa).

Karlos Gorrindo. Foto de Iñigo Azkona para Argia

Karlos Gorrindo. Foto de Iñigo Azkona para Argia.

X.L.: Ahora vivía en paz, tranquilo. ¿Esto no le ha traído problemas otra vez? Aquellos tiempos duros, la mención pública de varios nombres, muchos momentos crudos...

K.G.: No, en la calle no me ha traído problemas; al contrario, muchos me han dicho que el libro está muy bien. Pero personalmente me ha llevado a épocas muy duras. Yo entré en ETA a los 17-18 años, movido más por las emociones y el amor que por la ideología, como la mayoría de la gente. Entonces quería una Euskal Herria euskaldun e independiente, y hoy también. Todo ello lo vivimos de una manera en la cárcel, hubo una evolución, y como consecuencia de ello vivimos situaciones duras. He vuelto a esas situaciones duras a la hora de escribir el libro y a veces ha sido muy doloroso para mí. ¡Cuánto he llorado escribiendo el libro! En aquella época no tomé ningún apunte y he escrito las vivencias de la cárcel con lo que ahora tengo en la cabeza. Se me quedó todo clavado, ¡y cómo!

X.L.: Vayamos a 1980. Fue torturado, ingresó en prisión... ¿Con qué ánimo entró en la cárcel?

K.G.: Estaba orgulloso y contento, estaba peleando por Euskal Herria y dispuesto a dar mi vida por ella. Que te llevaran de comisaría a Carabanchel era como entrar en el cielo. Cuando entré, habría como unas 300 personas allí, de ETA militar, de ETA político-militar... La acogida fue calurosa, pero no saber nada del futuro, de la cárcel... era inquietante. De todas maneras, aquello era una gran cuadrilla, había una gran alegría, la cárcel era permisiva... Nosotros mismos organizábamos el día a día, por ejemplo las comidas, la entrada y la salida de las celdas era bastante libre...

X.L.: La situación se hizo más cruda: Soria, Puerto de Santa María, Herrera de la Mancha… Según dice en el libro, es mejor no hablar sobre esos lugares.

K.G.: Soria era una verdadera cárcel, mucho más dura, y Puerto aún más. Esta última era militarista y sufrimos mucho física y psicológicamente. En tres años hicimos tres largas huelgas de hambre. La tortura psicológica era tremenda. Luego nos trasladaron a Herrera, y yendo de Puerto, no era tan dura. Allí también libramos largas luchas, sobre todo de comunicación –estuvimos casi dos años sin salir de la celda–, huelgas de hambre... y hubo graves enfrentamientos entre presos. Desde fuera nos decían que debíamos alargar las huelgas de hambre, algunos de nosotros que no, otros que sí, «sois unos traidores»... empezamos a pegarnos.

X.L.: Hasta entonces, la tensión venía por la parte carcelaria, pero a partir de determinado momento los enfrentamientos entre ustedes añadieron también mucha tensión, según cuenta en el libro.

K.G.: Para unos el objetivo de la lucha de ETA era la independencia y el marxismo, para otros no. Algunos defensores del marxismo-leninismo luego no tenían esa praxis en el día a día... Cómo iba a conseguir ETA en solitario sus objetivos, la necesidad de colaborar con el PNV para [lograr] la independencia, los caminos para conseguir la soberanía... entre nosotros se hablaba un poco de todo. Yo, y muchos como yo, queríamos la independencia, y luego ya decidiría el pueblo cuál sería su forma de gobierno. Luego vino el atentado de Hipercor y otras muchas acciones, que aumentaron la división entre nosotros; la kale borroka, la ampliación de la petición del impuesto revolucionario a más gente... A De Juana le dije: «Tu ETA y la mía no son iguales». ETA se convirtió en objetivo y no un medio para alcanzar el objetivo.

X.L.: Después de todo tipo de momentos difíciles, en un momento dado dice: «Yo moriré en la cárcel». ¿Es cierto que pensó eso?

K.G.: Sí, totalmente. Tenía muchos años de cárcel por delante, aunque luego todo quedara en 30 años. Además, mis amigos también estaban muriendo: Kirruli [Joseba Asensio], Krakas [Juan Carlos Alberdi]... En algunos momentos bajos, sentía que había nacido en prisión, que formaba parte de ella. Cuando estuve en Valencia se me pasó por la cabeza suicidarme: despertarme por la mañana, mirar a la ventana de arriba y a los barrotes y... «no, no, no, soy muy cobarde para eso». Pero sí que me pasó por la cabeza.

X.L.: El tiempo pasa, las desavenencias son profundas, enfrentamientos... Y llega un momento en el que ETA le expulsa de la organización, con todo lo que ello significa: quedar fuera del colectivo de presos... Usted lo describe como el momento más duro vivido en prisión cuando le comunican esa decisión.

K.G.: Sí, porque fue muy injusta. En el exterior había grandes discrepancias en la izquierda abertzale, había varias corrientes, varias propuestas. En la cárcel también sucedió lo mismo entre los presos. Nosotros enviamos nuestro análisis a la dirección de ETA, confiando en que fuera secreto, pero Latasa Getaria -este era el topo- entregó el informe al director y al día siguiente apareció en El Mundo. El mundo se nos cayó encima. Básicamente decíamos que había que aparcar la lucha armada y abordar otras vías.

No buscábamos nuestra salida; queríamos extender la reflexión a todo el colectivo. Para entonces algunos ya habían abandonado el colectivo y labrado su propio camino, lo cual era muy respetable, pero no era esa nuestra intención. Seguíamos siendo de ETA, hasta la médula. Entonces aún no nos expulsaron. Escribimos otro artículo en Euskaldunon Egunkaria diciendo que nos sumábamos a la visión de Patxi Zabaleta, etc. Y entonces sí, nos expulsaron. Nos dijeron que nos habían expulsado «por no seguir la línea oficial, por ser insolidarios y por hacer pública nuestra opinión». No nos consideraron traidores, pero eso fue lo que se extendió en los pueblos del País Vasco.

X.L.: Fueron expulsados en Nanclares, y luego a usted [en solitario] lo enviaron a Palencia. Cuando estaba allí, ETA le propuso volver a integrarse en el colectivo.

K.G.: Cuando me expulsaron, les envié un escrito defendiendo mi dignidad. Les dije de todo. Recibí la propuesta estando en Palencia, en un vis a vis con mi familia, y me dio tanta rabia que ni les contesté. Para entonces ya había cumplido las tres cuartas partes de la condena -con los beneficios penitenciarios ordinarios, estudios, libros... - y había pensado pedir la libertad condicional. En el colectivo de presos no se podía hacer algo así, estaba prohibido, pero a mí me expulsaron y decidí salir [de la cárcel]. Para ello quería estar con Iñaki Esnaola, ya expulsado de la izquierda abertzale, pero no lo conseguí y tramité la salida con Txema Montero. No responder a la propuesta enrabietó a la organización y, ya en la calle, hubo gente del aparato que me dijo varias veces: «Para arreglar tu situación, ya sabes que tienes que tirar hacia arriba». Y mi respuesta era: «Yo no debo explicaciones a nadie, me hicisteis lo que me hicisteis y, al igual que entonces, ahora también soy [auto]suficiente para caminar solo».

X.L.: ¿Usted salió aprovechando las vías fijadas por el Gobierno de España? ¿Qué condiciones le pidieron?

K.G.: No, a mí no me pidieron nada. Firmé la libertad condicional a la que tenía derecho todo preso. Durante mes y medio, acudí cada quince días a firmar a la comisaría de la Ertzaintza y punto. Posteriormente fueron endureciendo las medidas para salir en libertad condicional, y ninguna persona decente aceptaría las condiciones impuestas a los presos actualmente.

X.L.: ¿Qué pensaba cuando en Gernika le llamaban arrepentido?

K.G.: A mí, cara a cara, nadie me ha llamado eso en Gernika. Nadie. Aunque ya sé que se decía eso. Pasar al lado del Arrano [herriko taberna] y... «¿ese hijoputa qué hace aquí?» [en castellano en el original]. Hace cuatro años fui a un mitin de EH Bildu y una persona le dijo a un amigo mío: «¿Ese hijoputa qué hace aquí?» [en castellano en el original].

X.L.: Dice que en la cárcel el caso de Yoyes tuvo una gran influencia en ustedes, que no se entendió... ¿Ha tenido usted alguna vez miedo de ETA?

K.G.: No, nunca, sobre todo porque estando en la cárcel la propia ETA me pidió que volviera al colectivo. Pero otros sí, iban por la calle y miraban hacia atrás.

X.L.: También habla muchas veces de la figura de los abogados. ¿Qué eran para usted?

K.G.: Visto desde hoy, comisarios políticos, y en los últimos años, militantes de ETA. En la década de los 80 nuestros abogados fueron Iñaki Esnaola, Txema Montero, Iñigo Iruin y Kepa Landa. Luego vinieron los jóvenes, para hacer de puente, tomaban información y se la transmitían a ETA.

X.L.: ¿Cómo ve desde hoy su militancia en ETA?

K.G.: Yo siempre he estado orgulloso de la ETA de una época -más o menos hasta 1990-, pero con la de después no. También orgulloso de Herri Batasuna. Cuando en la década de 1980 sacó seis diputados en el Congreso español, algunos lloramos de alegría, porque creíamos que ese era el camino y que por ahí vendría la negociación.

X.L.: En el libro da la impresión de que usted entró en una ETA idílica, pero para entonces había ya muchos rifirrafes y mucho alboroto, y había provocado ya muchos muertos.

K.G.: Idílica no, pero romántica sí. Ahora bien, no aceptaba la mitificación de ETA porque los mitos son seres superiores a las personas, y nosotros no éramos más que los de fuera por estar en la cárcel. Éramos muchos los románticos de ETA-V Asamblea, seguidores de Txomin [Iturbe], no de Artapalo [nota de traducción: aunque hoy en día se considera que Artapalo era un reducido colectivo dirigente de ETA, Gorrindo se refiere a Francisco Mujika Garmendia]. Fue este último quien nos expulsó de ETA, y diez años después ETA le expulsó a él por las mismas razones que nos atribuyó a nosotros.

X.L.: ¿Qué les diría ahora a las víctimas de ETA? ¿A las víctimas que usted ha causado?

K.G.: Que matar para hacer política es denigrante, inaceptable, inhumano. Siento dolor por el daño causado, pero perdón... no, hay que contextualizar necesariamente aquellos años para saber lo que ocurrió, para llegar a entender aquellos tiempos, para saber por qué se hizo lo que se hizo. Los años posteriores a la transición y los años 80 fueron los años de la utopía; una época convulsa en todos los sentidos: ETA, antimilitaristas, ecologistas, feministas, antinucleares. Nos veíamos capaces de construir una nueva sociedad a través de ETA.

X.L.: A la Izquierda Abertzale se le pide que haga autocrítica, que diga que «matar estuvo mal»... Debería decir algo más.

K.G.: Ya ha reconocido el daño causado. Es más, ahora ha aprobado los presupuestos de España. Eso es lo que no entiendo, que por pedir nuevas vías me consideraran traidor y ellos ahora hagan eso. Y, dicho esto, si sirviera para traer a presos y exiliados, o para dar pasos en nuestra soberanía, ¡bienvenido sea!

X.L.: Todavía hay cientos de personas presas o en el exilio. ¿Qué le dice eso?

K.G.: Que la izquierda abertzale las ha abandonado sin piedad, sin pedir nada a cambio. Han tratado peor a quienes más han dado. Los polimilis (ETA pm), que eran nuestros enemigos naturales entonces, salieron de prisión con mucha más dignidad.

Escrito por: iturri.2020/12/30 08:45:00 GMT+1
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2020/12/27 09:00:00 GMT+1

«Naparra»: la bicicleta 1611

Las bicicletas de Traverso

«En la ciudad argentina de Rosario debe de haber 350 bicicletas pintadas en otros tantos lugares de la ciudad. Todas son iguales y cada una debe de tener un número, en rojo, del 1 al 350, entre las ruedas. Deben de estar pintadas con aerosol negro, con una plantilla».

(...)

«Fernando Traverso es el autor. Pintó la primera en 2001, [al cumplirse] el 25 aniversario del inicio de la dictadura argentina».

Pochobici.jpg

Autor: Pruxo (licencia CC BY-SA 4.0).

«Cuenta Traverso que en cierta ocasión, en la época de la dictadura, estando en la calle, vio pasar caminando a un amigo con la bicicleta de la mano. Sin embargo, su amigo no lo saludó. Ni siquiera lo miró. Tras hacer como que no lo veía, el amigo ató la bicicleta a un árbol, una farola o algo parecido, y se marchó».

«Eso le sorprendió a Traverso».

«Volvió al día siguiente y la bicicleta todavía seguía allí. Al tercer día, lo mismo. Y al siguiente y al otro. Entonces, Traverso entendió que la dictadura había hecho desaparecer a su amigo».

«Y debió de suceder esto: Traverso y su amigo ciclista tenían una cita. El amigo, cuando pasó al lado de Traverso con la bicicleta de la mano, ya sabía que le estaban siguiendo. Se hizo el despistado al pasar al lado de Traverso para que los policías, los milicos o quienes fueran no supieran que ambos se conocían y para que Traverso salvara el pellejo».

«Cada bicicleta vacía es el reflejo de un cuerpo que falta. ¿Por qué 350? Porque ese es el número de los desaparecidos en Rosario».

«Allá por el 2007, más o menos, Traverso visitó Sartaguda (Navarra). Entonces tuvo la oportunidad de conocer a Eneko Etxeberria y, gracias a él, de conocer el caso de José Miguel [Etxeberria Álvarez]. Debieron de estar juntos en Sartaguda. Y fue entonces cuando Traverso decidió dar la oportunidad de pintar la bicicleta 1611, en homenaje al hermano. Eneko la pintó y hoy está en el caserío famliar Igarolabekoa».

Celes Alvarez eta Eneko Etxeberria: 1611 bizikleta

Naparra. Kasu irekia, libro de Jon Alonso. Páginas 217-218.

Diego Fidalgo hizo el documental "Trescientoscincuenta" para contar la historia de Traverso y se puede ver en internet.

Naparra

Hace unos días he terminado la lectura del libro. Mientras lo leía, también leí el apunte Kasu irekia que Eneko Barberena publicó en su blog Sagasti Etxea.

Jon Alonso le ha dedicado cuatro años a la historia de Naparra, desaparecido hace 40 años. La familia (ya murieron el padre y la madre) lleva 40 años pidiendo justicia y no ha conseguido superar los obstáculos de los estados español y francés. ¿Aparecerán algún día los restos de Naparra?

Apunta Alonso que Eneko Etxeberria ve muy necesaria la modificación de la Ley de Secretos Oficiales española, la cual data de 1968. Muchas ONGs y un buen número de expertos han pedido reiteradamente eso, pero el estado español no parece muy por la labor, aunque recientemente la minista de Defensa, Margarita Robles, ha dicho que lo harán. Ya lo veremos. Eso sí, al menos han recibido el reconocimiento de la ONU como víctima de desaparición forzada.

En la página 320, el autor cuenta que, mientras escribía el libro, viajó a Argentina y visitó la ESMA: es decir, la Escuela Mécanica de la Armada, núcleo principal de la tortura y desaparición forzosa de unas 30.000 personas durante la dictadura argentina (1976-1983).

Al salir del lugar, se subieron a un taxi y el taxista les preguntó si venían de allí. Al contrario de lo sucedido en otros trayectos, tras la respuesta afirmativa de los viajeros, el taxista no abrió la boca.

En el año 2013 (agosto y septiembre) estuve en Buenos Aires y tengo muy vivo el recuerdo de lo sucedido cuando pregunté en el hotel dónde estaba la ESMA. La recepcionista nos dijo que no sabía y se calló. No debía de estar muy cómoda con aquella conversación. Luego cambiamos los planes y no visitamos el lugar.

Alonso remata su comentario con esta frase: «¿Cómo hablar de las personas hechas desaparecer por sus ideas? No lo saben ni los argentinos más parlanchines. Es tan... es tanto como quedarse mirando el abismo más absoluto...»

Recuerdo que solamente en San Sebastián, desde 1960, son unas 100 las personas muertas, asesinadas, por la violencia política de todo tipo. He buscado la cifra en algún informe del Ayuntamiento, pero no lo he encontrado. Esas personas eran donostiarras o personas que fueron asesinadas en la ciudad.

Acabo con el teaser del documental que Iñaki Alforja e Iban Toledo están haciendo sobre el caso de Jose Miguel Etxeberria: Historia de un volante.

«Naparra»: 1611. bizikleta, apunte hau euskaraz.

Escrito por: iturri.2020/12/27 09:00:00 GMT+1
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2020/12/19 08:55:00 GMT+1

Habla Josu Urrutikoetxea

Si escribo Josu Urrutikoetxea, mucha gente no sabrá de quién hablo. Si añado, en cambio, Josu Ternera, habrá muchísima más gente que lo identifique.

El periodista Enekoitz Esnaola estuvo este pasado lunes en París charlando durante tres horas con él y el resultado es una larga entrevista publicada en Berria («Delitu terrorista al da bakea negoziatzea? Ez du zentzurik»), además de un video elaborado por Lara Madinabeitia para BerriaTB.

Por su interés, traduzco (con la ayuda de Itzultzaile neuronala y de un amigo) la entrevista al castellano y la dejo aquí abajo haciendo crecer el número de traducciones del euskera que he ido subiendo a esta web.

Actualización del 2 de enero: Enekoitz ha recogido en su blog diversas traducciones de la entrevista (inglés, francés, catalán...). Además, el día 24 Naiz publicó otra entrevista, esta de Goizalde Taberna e Iñaki Altuna: «Orrialde handi bat itxi genuen, baina ez da ezeren bukaera». Naiz ha recogido diverso material en francés y el día 28 de diciembre publicó la versión en castellano: «Cerramos una gran página, pero no es el final de nada».

Josu Urrutikoetxea: «¿Es un delito terrorista negociar la paz? No tiene sentido»

El encuentro con Josu Urrutikoetxea (Ugao, Bizkaia, 1950), exrepresentante de ETA, tuvo lugar en un hotel de París el lunes por la tarde. Tiene labia, habla con pasión, informa y reflexiona. Fue un diálogo de tres horas.

Enekoitz Esnaola: Fue detenido el 16 de mayo del pasado año. Estaba en los Alpes franceses.

Josu Urrutikoetxea: En esos parajes que son tan mágicos para mí. Siempre he amado la montaña. Gracias a la solidaridad que encontré no tuve ningún problema para integrarme en el día a día. Tenía suerte: me levantaba por la mañana y lo primero que veía era el pico del Mont Blanc.

E.E.: ¿Iba a ser operado aquel día?

J.U.: Sí. Unos días antes acudí al médico porque tenía un problema de salud. Él mandó que me hicieran unas pruebas y fui a hacerlas dos días antes de mi detención. Enseguida me dijo que era un problema grave y que debía ir al hospital. Fui a Urgencias y me atendieron bastante rápido. Volví a los dos días. Eran las 7 de la mañana: tenía cita un cuarto de hora después para los preparativos de la operación. Me detuvieron delante de la puerta del hospital.

E.E.: Los hospitales están obligados a dar el nombre de los pacientes por el protocolo yihadista. 

J.U.: Yo di otro nombre. El que utilizaba era Bruno Marti. No tenía papeles a mano y [en el hospital me preguntaron] por qué no. [Respondí] lo de siempre: que fui a Urgencias y que quien acude a Urgencias a veces se olvida de todo.

E.E.: ¿Qué pasó en el momento de su detención?

J.U.: No fue algo violento.

E.E.: ¿Sólo había policías franceses? 

J.U.: Sí. Media docena, no más.

E.E.: La Guardia Civil dice que ellos también estaban presentes, que una mujer guardia se dirigió a usted.

J.U.: Eso es una tontería. La persona que me llevó [al hospital], Gerard, es un guía de alta montaña. En aquella época yo estaba en una cabaña en la montaña. Fui al hospital con Gerard, en coche; me dejó, salió, luego yo, y los policías aparecieron de repente saliendo de varios rincones, pero no deprisa, sino despacio. Se identificaron como policías. Uno dijo «Tranquilo, tranquilo»; añadió «Josu». 

E.E.: Entonces sabían que era usted.

J.U.: Sí. Quizás se dieran cuentan al verme.

E.E.: ¿Antes no?

J.U.: Me extrañaría que fuera antes. Cuando tienen datos, una pista o algo referente a alguien, el sistema utilizado hasta ahora por la Policía francesa -y la española- es el siguiente: se sacan fotografías previamente, se toman imágenes de los sitios... Siempre hacen un montaje. Sin embargo, por aquel entonces no había nada sobre mí.

E.E.: ¿Fue una operación policial?

J.U.: Sí, pero de ese momento.

E.E.: Ya habían intentado detenerle anteriormente: en 2011, en 2013...

J.U.: Cuando detienen a alguien, siempre aparecen fotografías más pronto que tarde...

E.E.: …y se publicaron fotografías suyas en el 2013.

J.U.: Sé dónde las tomaron, porque me di cuenta. Unos días antes ya sabía que andaban por allí. Me di cuenta enseguida.

E.E.: Y se fugó. Dos años antes, en los alrededores del Mont Blanc, huyó con otra persona. Hay una historia al respecto: dicen que recibió una llamada telefónica desde Kenya.

J.U.: Saben bien que es un circo. Esa llamada tiene otra historia y la supe más tarde por casualidad: le debieron de llamar a un amigo mío que se dedicaba al contrabando y le dijeron «cancelamos esta cita». El hilo del montaje viene de ahí. Un circo. También intentaron detenerme en el 2004, en el Norte de Euskal Herria. También en 1987, en Senpere.

Fotografía: Berria.

Un símbolo para el Estado español

E.E.: Se nota que Madrid le considera un símbolo en la trayectoria de ETA.

J.U.: Es algo que ellos hacen de mí. Me escapé por vez primera en 1971, cuando rodearon Sollube. Puede que la historia venga de ahí. Con la ayuda del poder mediático, nuestra lucha está repleta de montajes realizados por ellos. «Hemos detenido al responsable». A los dos meses lo mismo. Parece que deberíamos remontarnos a los tiempos de los visigodos, cuando escribían aquello de Domuit Vascones. Es una copia de aquello. Así siguen.

E.E.: España le quiere a su merced y el año pasado envió a París dos euroórdenes y dos peticiones de extradición. ¿Qué prevé?

J.U.: A decir verdad, un futuro negro. La actitud del estado español respecto a mí es la misma que tuvo con otros muchos. Hay dos euroórdenes y otras tantas peticiones de extradición, porque no han inventado o montado más. Cuando estuve en la cárcel entre los años 1996 y 2000, intentaron incriminarme por lo de Zaragoza [1987]. La cuestión es que no había nada. Pasé varias veces antes el juez [Baltasar] Garzón... Y no sólo por ese caso; aquellos años abrieron veinte o no sé cuántas causas contra mí. 

E.E.: La Guardia Civil dice que era miembro de la dirección de ETA en aquella época y que, por tanto, el ataque contra el cuartel de Zaragoza tenía también su visto bueno.

J.U.: Con ese argumento, ¿por qué no me encausaron entre los años 1996 a 2000? Estaba en sus manos, en prisión. Eso indica que hay algo más. Entonces tuve un cara a cara con [Juan Manuel Soares] Gamboa en la Audiencia Nacional; Garzón le preguntó por qué tenía conocimiento de mi implicación y aquel le respondió que no lo sabía directamente, pero que así se decía en el entorno. No aportó una sola prueba.

E.E.: En aquella época, ¿estaba en el «grupo internacional» de ETA?

J.U.: Así es.

E.E.: Alain Ortega, jefe de operaciones de los Servicios de Información franceses, dice que fue el Comando Argala quien hizo lo de Zaragoza y que únicamente el jefe militar de ETA sabía de ellos.

J.U.: Desde siempre, en la organización [ETA], y eso era una medida de seguridad, eran muy pocos los que sabían quiénes eran los miembros de los comandos, qué hacían y dónde estaban.

E.E.: En aquel atentado de diciembre de 1987, ETA asesinó a 11 personas; cinco de ellas niños. ¿Qué le provoca eso? ¿Se ve ahora diferente?

J.U.: Desde la distancia las cosas se ven siempre de otra manera. La violencia nunca ha sido para mí un objetivo de la organización ETA, porque era una organización política, que utilizaba la lucha armada como instrumento político. Utilizar la violencia nunca ha sido un objetivo. El que la utiliza, ya sabe —también el enemigo— que puede provocar daños, y la organización desde siempre ha intentado evitar esos daños colaterales. Y eso es muy díficil. Los daños irreversibles son graves para todos. A mí siempre me ha preocupado eso, y lo he sentido muy dentro de mí. Y en segundo lugar, ya que hablamos de cuarteles, la organización dijo claramente más de una vez en la década de 1980 que no sólo les tomaría a ellos [los guardias civiles] como objetivo, sino que también a los cuarteles, con todo lo que ello suponía. Pasó lo que pasó, lo que nadie quería.

E.E.: ETA dio un salto cualitativo en la década de 1980: los coches-bomba. Para provocar daños colaterales, un mayor riesgo...

J.U.: Así es. Cuando utilizas este tipo de material el riesgo se duplica o se triplica. Es difícil controlarlo.

E.E.: Hay gente que dice que fue entonces cuando se empezó a acelerar la pérdida de apoyo social a ETA, porque los muertos eran también civiles.

J.U.: Más que la gente, este es uno de los argumentos que se utiliza en los medios de comunicación. La organización hace tiempo que habría desaparecido si no hubiera tenido solidaridad, apoyo e implicación en el País Vasco y en el exterior. Enseguida sacan todas las baterías contra lo que llaman terrorismo. La palabra terrorismo es un gran saco en el que se puede meter cualquier cosa. Nadie lo ha utilizado tanto como el estado.

E.E.: Intentaron matarle en 1975, con un atentado.

J.U.: Antes de eso colocaron explosivos en los lugares donde se movían los fugitivos, delante de unas casas... Antes del GAL, éramos nosotros mismos los que nos ocupábamos de la seguridad de los fugitivos. Lo mío ocurrió el 5 de junio de 1975, en un barrio de Biarritz [Lapurdi, País Vasco norte]. Un amigo me dejó el coche. [El hijo] Egoitz tenía un año y [la hija] Irati acababa de nacer, y teníamos que ir al médico. Mientras escribía una carta a un preso en casa, estalló aquel coche.

E.E.: En 2002 volvió a la clandestinidad, por el caso de Zaragoza.

J.U.: Todo el montaje se realizó en 2001: llevaron el tema al Tribunal Supremo y me implicaron. Me gustaría ver cuántas páginas se escribieron aquel año. También tuve que vivir ciertos momentos en el Parlamento de Vitoria, porque a veces no me dejaban hablar. Había una gran polvareda, y no tenía ninguna garantía. Decidí no presentarme en el Supremo, y volver a la clandestinidad.

E.E.: Al pasar a la clandestinidad, ¿cuál era el objetivo?

J.U.: Tenía mis dudas sobre Lizarra-Garazi [Pacto de Estella, 1998]: «¿Qué hostia ha pasado aquí?». La cuestión era cómo le dábamos la vuelta a eso. Tuve la suerte de que los militantes de la organización que encontré y otros que se movían alrededor de la misma tenían esa perspectiva: cómo emprender un camino que acabara en una negociación. La organización dio pasos y paralelamente -yo me enteré después- Arnaldo [Otegi] tenía una relación de años con Jesús Eguiguren. La gota, aunque caiga sobre la piedra, hace un agujero.

E.E.: ¿Qué sucedió en Lizarra-Garazi?

J.U.: No viví directamente lo de Lizarra-Garazi; estaba en la cárcel. La verdad es que no entendí por qué se rompió, quizá porque no había seguido nada antes. Pero, para mí, el paso era grandísimo: fuimos a la búsqueda de un frente popular, lo conseguimos... Luego parece que el PNV no cumple y rompemos... Pero ya sabemos desde siempre cómo es el PNV. Siempre he pensado, en el mundo de la diplomacia, que si te sientas con alguien y ese alguien es un Estado o una fuerza política como el PNV, tienes que saber que al día siguiente de firmar algo, ese que está enfrente no va a cumplir lo firmado. Tienes que preparar al pueblo para eso. Tienes que decirle al pueblo: pasará esto, y el testigo lo tenéis que tomar vosotros. Eso es lo que no se hizo en Lizarra-Garazi, ni en 2005.

El proceso 2005-2006

E.E.: ¿Qué labor desarrolló usted para llegar al proceso 2005-2006 y también durante el proceso mismo?

J.U.: El primer trabajo hay que hacerlo en casa. A menudo Gerry Adams suele decir que cuesta más resolver los problemas internos que los externos. En 2005 me encontré con estos problemas, porque esa lógica de 2005 no era la de 2002, 2003 o 2004. Es un enorme paso atrás en la confrontación con el Estado. El trabajo es en muchos sentidos; por un lado, la trayectoria que llevaban en Txillarre [Elgoibar, Gipuzkoa] (nota: las conversaciones lideradas por Otegi y Eguiguren) y, por nuestra parte, igual. Al decir nuestra, no me refiero sólo a la organización; es más amplio que eso: la sociedad civil.

E.E.: Antes de aquel proceso, ETA se puso en contacto con el centro suizo Henri Dunant.

J.U.: Recuerdo que un compañero me comentó que un miembro de [HD] Henri Dunant se había puesto en contacto con la izquierda abertzale en Bizkaia diciendo que estarían dispuestos a hacer una labor facilitadora. Siempre había tomado cierta distancia con este tipo de instituciones, porque se mueven en función de determinados intereses de algunos estados. Viven por y de ello. Poco a poco nos relacionamos con ellos, hablamos claramente, nos enseñaron qué era, cómo surgió, qué gente había, dónde han estado, con quiénes, cómo... Las cosas se fueron concretando en 2004. En este contexto se produjeron los atentados y las elecciones de Madrid [marzo de 2004]. Los atentados que se produjeron en Madrid demuestran lo que es el terrorismo o lo que han hecho los estados: masacres sin mirar a ninguna parte.

E.E.: Hubo una libertad de movimientos en aquel proceso. Se dice que ustedes tenían algunos teléfonos.

J.U.: Llegamos a Ginebra en junio de 2005; los de Henri Dunant nos llevaron del Estado francés a Suiza. El Gobierno suizo es federal y el encargado de ello es el Ministerio de Justicia. El centro Henri Dunant mantenía contactos con algunos responsables del gobierno. Ellos sabían lo que estaban haciendo los de HD, aunque el gobierno no lo supiera oficialmente. Había gente del gobierno que sabía a qué íbamos y que dependíamos de HD. Días más tarde, los del centro dijeron que teníamos una cita la semana siguiente, con Jesús Eguiguren. Les dije que lo conocía del Parlamento. Nos reunimos por primera vez en un hotel junto al lago de Ginebra.

E.E.: En el hotel President Wilson.

J.U.: También otras veces posteriormente. Así como fuera de Ginebra, en muchos lugares: en la montaña... La primera reunión fue para definir cosas simples, pero son los primeros pasos a dar en todas las conversaciones: cómo llevábamos las conversaciones iniciales. Antes de eso había una cosa básica: ¿cómo se garantizaba nuestra seguridad? Para ello, los del centro nos decían que en Suiza no había problema, pero nosotros decíamos que si queríamos ir al Estado francés no podíamos; que Eguiguren podía llamar a [Alfredo Pérez] Rubalcaba [el entonces ministro del Interior español], pero que nosotros no podíamos hacer llamadas. Necesitábamos unas garantías, y Eguiguren se las pediría a Rubalcaba, éste a los servicios españoles, estos a los franceses, y nos dieron dos números de teléfono en la siguiente reunión.

E.E.: De Víctor García Hidalgo, director general de la Policía Nacional española, y Christian Lambert, miembro de confianza de Nicolas Sarkozy, ¿no?

J.U.: Así es. Pero entonces no sabíamos de quiénes eran. Eso se supo cuando Ion Iurrebaso fue detenido en 2006, en marzo: los policías empezaron a mirar y se dieron cuenta de que esos teléfonos eran de ellos. Nos los facilitaron en caso de tener problemas con la Policía francesa para llamar a uno; y en caso de tener problemas con la española, para llamar al otro.

E.E.: ¿Cómo se movieron con esas garantías?

J.U.: Yo no tuve que usar esos teléfonos. La gente que nos movía era de HD. Había cierto apoyo porque Suiza, Francia y España lo sabían.

E.E.: El 21 de junio de 2005 tuvo lugar la primera reunión ETA-Madrid, en Ginebra. ¿De qué manera participó usted?

J.U.: Como representante elegido por la organización ETA para hablar con el representante del Gobierno español.

E.E.: Y luego las decisiones las tomaba la dirección de ETA.

J.U.: Sí, claro. Había un objetivo general, dentro del cual debían moverse las declaraciones consensuadas.

E.E.: ¿Usted era miembro de la dirección de ETA?

J.U.: No, no, no.

E.E.: Tampoco un informe confidencial de la Policía francesa le considera miembro de ETA; sino representante.

J.U.: Así lo dice claramente.

E.E.: En entrevistas que concedió el pasado mes de octubre a algunos medios franceses, dijo que habían mantenido muchos contactos también con agentes del País Vasco.

J.U.: Con diferentes agentes. También con gente de fuera. La primera persona con la que nos reunimos fue el embajador noruego, que vivía en Ginebra y nos invitó a su casa a tomar el aperitivo. Sabíamos que Noruega estaba detrás del proceso. Semanas después, la propia Noruega pidió que el acuerdo, las formalidades, se hicieran en Noruega.

E.E.: ¿Qué tenía en mente?

J.U.: Me había montado en la cabeza cómo debía ser todo. Recuerdo que en el hotel donde celebramos la primera reunión había unas grandes hojas y le dije a Jesús -en castellano, porque había una persona del centro que se encargaba de apuntarlo todo-: «Te contaré cuáles son nuestras opiniones». Se lo expliqué en una de esas páginas, y Jesús se quedó sorprendido: «Habéis hecho un gran trabajo, me parece bien dar esos pasos». Hizo algunas apreciaciones, pero en general nos basamos en eso. En alguna parte estará guardada también aquella hoja. Así empezamos, paso a paso, y cuando estaba casi a punto de terminar, que ya estaba bastante definido, nos llevaron a Noruega. Nosotros no sabíamos adónde íbamos; sí que íbamos a Noruega, pero no justo adónde. Allí, en el aeropuerto salimos por la puerta de atrás, sin mostrar ningún documento; había una docena de coches de policía. Nos llevaron a un hotel.

E.E.: ¿Había buena relación entre las delegaciones de Madrid y de ETA?

J.U.: El objetivo de nuestro grupo era trabajar las consecuencias del conflicto, resolverlo, con lo que eso significaba. Presos, víctimas, arsenales, fugados... Es un mundo muy complejo. Para llegar ahí, había que obtener un consenso: cuál iba a ser la declaración que iba a hacer la organización y cuál [José Luis Rodríguez] Zapatero [el presidente del Gobierno español]. Todo eso había que debatirlo: quién lo iba a hacer antes, en qué términos, cómo, cuándo lo iba a hacer Zapatero, en qué contexto... Todo, punto por punto. Y se debatió.

E.E.: La primera ronda de reuniones finalizó el 14 de julio de 2005. ¿Salió usted contento?

J.U.: Me lo creía, veía que había una oportunidad. Esa creencia quedó hecha trizas con algo que un miembro de la dirección de la organización me dijo antes de ir allí; me di cuenta de que la idea que tenía esa persona sobre la negociación y la que yo tenía estaban muy alejadas la una de la otra. Entonces me di cuenta de que había pasado algo en la organización.

E.E.: ¿Cuándo fue esa reunión?

J.U.: Un día de junio tomamos el coche para ir a Ginebra; pues, la víspera de ir, en una reunión con la dirección. El caso es que yo participé en esos debates de la primera fase, porque precisamente tenía interiorizada una visión sobre la negociación: una ruta interiorizada por la dirección de la organización. ¿Qué pasa? Que en ese intervalo de tiempo cayeron poco a poco los militantes de la organización que tomaron esas decisiones. Luego hemos sabido que la dirección estaba controlada de arriba abajo. No se trataba sólo de evitar un proceso, sino provocar una implosión dentro de la organización. Ese era el objetivo de la Policía.

E.E.: ¿En ETA asumió la dirección gente de otra línea?

J.U.: Sí, como se vio luego. Me di cuenta de que había pasado algo, no sabía qué, pero algo, y decía: «Me equivoco; ahí la comunicación se ha interrumpido». Pensaba que tenía la espada de Damocles [encima].

E.E.: ¿Veía al Gobierno de España con voluntad de acuerdo?

J.U.: Si aquello se fue al carajo, no era solo por la actitud de Madrid. Si no tienes ganas de entrar en una negociación y no crees, ¿qué vas a hacer? Y si aún piensas que con esa clase de lucha vas a vencer al enemigo que tienes delante, mal andas.

E.E.: A principios de diciembre de 2005 ustedes lograron el preacuerdo de Oslo. ¿Usted se quedó a gusto?

J.U.: Claro que sí. Pienso que la dirección no creía que nosotros [los representantes] obtuviéramos algo. Esa fue la primera sorpresa. Cuando yo llegué con el papel, dijeron: «hostias, ¿se ha conseguido esto?».

E.E.: Pero en febrero de 2006 ETA introdujo algunas modificaciones en el acuerdo de Oslo. ¿Importantes?

J.U.: Hubo algunas precisiones.

E.E.: ¿Usted no era optimista en aquel momento?

J.U.: No, pero internamente me decía que a ver si le dábamos la vuelta a aquella atmósfera.

E.E.: ETA declaró un alto el fuego a finales de marzo.

J.U.: Porque estaba metida en una dinámica.

E.E.: Zapatero dijo en su declaración de junio de 2006 que respetaría la decisión de los vascos. ¿Acordaron eso en Oslo?

J.U.: Sí. También el comunicado de tregua de la organización. De lo otro, es cierto que la declaración que se acordó no fue la que hizo Zapatero. Lo que nosotros acordamos era claro. Sencillamente, el objetivo era decir que el Estado español aceptaría lo que democráticamente decidieran los vascos sobre su futuro. Y esa era la primera fase. La segunda empezaría después: entre agentes y la [mesa] técnica, de conclusiones.

E.E.: Cuando hablaban con los agentes vascos, ¿qué percibía?

J.U.: Que lo estaban esperando. También los de la izquierda abertzale, porque se dieron algunos pasos. Se planteaba un esquema de dos mesas y cada una tendría su desarrollo.

E.E.: La propuesta de Batasuna en Anoeta debe situarse ahí (14-11-2004).

J.U.: Tuvo su trascendencia, pero no sólo en Euskal Herria, tambien en el exterior. Los agentes foráneos lo veían muy claro. Vieron que esa vía era factible.

E.E.: ETA hizo una valoración sobre la declaración de Zapatero, y Batasuna otra, más optimista.

J.U.: Así es.

E.E.: ¿Se dio en 1995 el primer paso para ese esquema en el conjunto de la izquierda abertzale, tras publicar ETA la Alternativa Democrática?

J.U.: Fue entonces cuando la organización comenzó a trazar ese camino. Sin embargo, ya en la época de KAS, yo les decía a sus responsables que las castañas debía sacarlas del fuego el pueblo, y que la consecución de objetivos políticos no sería gracias a la lucha armada, sino al trabajo y la presión del pueblo. Pero este cambio de mentalidad comenzó a darse posteriormente. De todas formas, yo diría que eso está aún por conseguir, pero lo estoy diciendo desde la distancia, porque ahora no estoy en el País Vasco.

E.E.: Si ETA tenía que participar en el carril técnico, ¿por qué negoció la declaración de Zapatero?

J.U.: Porque la declaración era clave a la hora de abrir dos procesos, dos mesas. La primera fase de las conversaciones consistió en concretar eso. En la segunda fase se ponen sobre la mesa cuestiones concretas.

E.E.: Sus últimas reuniones, ¿fueron en septiembre de 2006?

J.U.: Yo salí de Oslo en verano.

E.E.: José Manuel Gómez Benítez, uno de los representantes de España, declaró en 2017 en Berria que sus primeras reuniones fueron los días 26, 27 y 28 de septiembre de 2006, y que usted lo dejó entonces, que fueron sus últimas.

J.U.: Así será. He olvidado algunas cosas, a propósito o algo así.

E.E.: La Guardia Civil dice que su última reunión fue el 15 de diciembre.

J.U.: No, seguro que no.

E.E.: ¿Usted dejó la mesa por su cuenta?

J.U.: Sí.

E.E.: ¿Se lo comunicó a los representantes de Madrid?

J.U.: Yo no les dije nada a ellos.

E.E.: ¿A quién se lo dijo?

J.U.: A los del centro Henri Dunant. Les dije que tenía problemas personales. No lo creerían, pero...

E.E.: ¿Fue en aquellas reuniones cuando Xabier López Peña se unió por vez primera a la delegación de ETA?

J.U.: Sí.

E.E.: ¿Aquello era también una señal de cambio en la mesa?

J.U.: Sí, él no creía en el proceso.

E.E.: En septiembre de 2006, el día 20, comenzaron a hablar Batasuna, PSE-EE y PNV en Loiola [Azpeitia]. ¿Se enteró de esas reuniones?

J.U.: No. Corté con todo.

E.E.: Antes, a mediados de agosto, ETA decía en un comunicado que, si continuaban los «ataques» de Madrid, «respondería». Cometió el atentado en diciembre, en Madrid, en la T4. Dos muertos, civiles.

J.U.: Yo pensaba que se iba a romper la tregua, pero no con una acción con la tregua vigente. Porque si una organización está en tregua, hacer una acción no tiene ni pies ni cabeza. En Euskal Herria se le ha dado una importancia enorme a la palabra de la organización. Con la T4, se rompió algo entre la ciudadanía vasca, y la gente no lo entendió.

E.E.: El proceso de 2005-2006, ¿fue el último tren de una solución integral?

J.U.: En aquellos momentos no se podía decir. Ahora que han pasado ya varios años, sí se puede decir.

E.E.: ¿Por qué no continuó el proceso?

J.U.: La organización entró como un toro al trapo puesto por el Estado, y eso es lo que tienes que evitar en una negociación. Si uno cree en una negociación, debe saber que el Estado hará miles de trampas. Uno, para llegar al pueblo, tiene que trabajar los cuadros y las bases de la izquierda abertzale, para que sean conscientes de cómo va a actuar el Estado; y, por otro lado, había que transmitir que la organización iba a disolverse y que había que pelear las bases. Si no se transmite eso, surge la desilusión, porque no hay comunicación de arriba hacia abajo.

E.E.: La izquierda abertzale no lo tenía fácil entonces, al estar ilegalizada.

J.U.: Dificultaba ese trabajo, pero al igual que se hicieron otras cosas, también podían hacer eso. En aquel momento, la prioridad era la supervivencia de la izquierda abertzale, pero también tenía que ver con esa situación.

Argel (1989)

E.E.: ¿Usted estuvo preparando el proceso de diálogo de Argel (1989), no?

J.U.: Sí.

E.E.: ¿Fue usted a Argelia?

J.U.: Muchas veces.

E.E.: Como miembro del grupo internacional de ETA?

J.U.: Sí.

E.E.: Aquella fue la primera mesa de diálogo oficial entre ETA y Madrid.

J.U.: Ese era un paso tremendo, no para la organización, sino para la lucha que llevaba a cabo Euskal Herria. Argelia acogió a ETA como representante de Euskal Herria y enfrente estaba la representación de un Estado: el de España.

E.E.: Aquel proceso también fracasó.

J.U.: La organización acudió con la alternativa KAS: el sur de Euskal Herria decidía su futuro, autonomía a cuatro [provincias]... Fue un mínimo táctico. Pero el proceso entró en un impasse. Madrid quiso poner un termómetro para ver hasta dónde queríamos llegar.

E.E.: ETA, en marzo de 1989, le nombró a usted para unirse a la mesa de diálogo.

J.U.: Me enteré cuando estaba en la cárcel en Francia. Me acuerdo que Julen Madariaga estaba en prisión con nosotros y me dijo que me sacarían pronto. Madariaga decía eso porque se enteró de que ETA me quería en la mesa de diálogo, pero yo no lo sabía... En 1999 también me ocurrió algo parecido: estaba en la cárcel de Alcalá-Meco, y leí la noticia en el periódico, que había sido elegido para la segunda reunión de la mesa...

E.E.: Hablando de Argel, ¿cuál era la diferencia respecto al proceso de 2005-2006?

J.U.: En la mesa de Argel se quería discutir todo. En 2005 la organización no se presentó como en Argel como representante del pueblo, y quiso dejar el futuro en manos de los representantes políticos de nuestro país.

Pirineos (2007)

E.E.: ¿Qué hizo a partir de 2007?

J.U.: Mi vida. En un pueblo de los Pirineos, en Francia: Durban-sur-Arize. Estaba integrado. Casi todos los días a primera hora de la mañana iba a hacer deporte, luego desayunaba, después ayudada a los caseros del barrio, iba al monte a hacer leña, a la huerta... ¡Trabajo de caserío! Me llevaba bien con ellos.

E.E.: ¿Qué sabían de usted?

J.U.: Nada. 

E.E.: Usted allí era...

J.U.Daniel Martin. De origen español, que había residido en Francia y había estudiado en París.

E.E.: ¿No tenía relación con la izquierda abertzale?

J.U.: No. Ni siquiera me conectaba a Internet. La única relación que tenía era con mi familia, muy esporádicamente.

E.E.: ¿Sentía a la policía cerca?

J.U.: Entonces no.

E.E.: Tras la ruptura de las conversaciones en mayo de 2007, la izquierda abertzale abordó de forma más rápida el camino para cambiar de estrategia.

J.U.: Lo supe después, porque al recibir las visitas me pasaban información de todo un año en un USB: artículos de periódicos, informes de la izquierda abertzale... Lo sabía, pero sin más.

E.E.: ¿El cambio era necesario?

J.U.: Sí, claro.

E.E.: ¿Le pidieron alguna aportación?

J.U.: No, aunque me la hubieran pedido, no la habría hecho.

Oslo (2011-2013)

E.E.: En 2011-2013 estuvo en Oslo, tras el cese de la actividad armada de ETA, en su equipo de representantes.

J.U.: Al principio no me apetecía nada.

E.E.: Entonces, ¿por qué fue?

J.U.: Las organizaciones no gubernamentales extranjeras pedían que yo estuviera en Oslo, porque era una especie de garantía para ellos. Los gobiernos implicados también querían que fuera alguien con una cierta trayectoria. Por eso me convencieron. Desde el principio mi preocupación era si los representantes de la organización que iba a encontrar allí tenían el chip cambiado o seguían todavía con un esquema militarista. Entonces me dijeron que eran militantes que habían estado dando el giro de 2009 [cambio de estrategia], etc. De acuerdo.

E.E.: ETA anunció el 20 de octubre de 2011 el cese definitivo de su actividad armada. ¿Cuándo le pidieron que fuera a Oslo?

J.U.: Dos o tres meses antes. Me dijeron que estaban en contacto con Madrid, a través de Henri Dunant, que estaban trabajando una hoja de ruta sobre las consecuencias del conflicto, y que se haría la conferencia de Aiete... Vi que estaba tomando cuerpo.

E.E.: ¿Cómo fue usted a Oslo?

J.U.: Me citaron en una aldea de Ariège [Francia]. Vino a buscarme un miembro de Henri Dunant y nos montamos en un coche diplomático [de Noruega]; hasta París. Allí nos metieron en la embajada [de Noruega], dormimos, y al día siguiente cogimos el mismo coche y viajamos 22-23 horas para llegar a un hotel en el que estaban David [Pla] e Iratxe [Sorzabal]. Conocía ese hotel, porque era donde habíamos alcanzado el acuerdo; está a una hora y pico de Oslo, en un pequeño pueblo.

E.E.: Madrid no se presentó en la mesa de Oslo.

J.U.: No.

E.E.: ¿No hizo ningún gesto para ir?

J.U.: A finales de 2012, un alto cargo del Vaticano se presentó en una reunión diciendo que el ministro del Interior español, [Jorge] Fernández Díaz, le había llamado y que había ido a Oslo con una pregunta. La pregunta era si nosotros estábamos dispuestos a hablar. Nosotros que sí, cómo no, que llevábamos un año esperando a España. Recibió nuestra respuesta y nos dijo que se la transmitiría a Madrid. Después no hubo ninguna otra respuesta. No sé qué pasó. En el gobierno del PP quien lo controlaba todo era [Jorge] Moragas, y quizá le llegase que el ministro del Interior estaba haciendo algo y cortó todo intento. Pero no lo sé.

E.E.: En marzo de 2012, iban a celebrarse las elecciones a las Cortes españolas, pero Zapatero las adelantó en verano a noviembre de 2011.

J.U.: Medio año hubiera dado juego. Yo creo que la mesa de Oslo habría salido adelante.

E.E.: Además, el PP obtuvo la mayoría absoluta.

J.U.: Sí, pero hay que analizar también el carácter del presidente [Mariano] Rajoy. No ha sido de tomar muchas decisiones. En diciembre de 2012, Rajoy se presentó en Noruega con motivo del premio Nobel concedido a la Unión Europea, y estuvo con los del Gobierno noruego, pero no les dijo ni una palabra de nuestro asunto.

E.E.: ¿Qué se respiraba en la mesa de Oslo?

J.U.: Nadie entendía la actitud de los españoles. Decían que habían estado en un buen número de conflictos y que no habían conocido una actitud semejante.

E.E.: ¿No tuvo la comunidad internacional suficiente fuerza o voluntad para presionar a España?

J.U.: Todas las cuestiones internacionales se mueven en función de unos intereses; generalmente económicos, sea Yemen, Siria, Irak o el conflicto colombiano. Nunca se da nada gratis. ¿Y qué es Euskal Herria en este mundo globalizado?

E.E.: ¿Vuestra representación estuvo de forma permanente en Noruega de octubre de 2011 a principios de 2013?

J.U.: Sí, allí estuvimos, en Oslo y demás.

E.E.: ¿Hasta cuándo?

J.U.: Yo hasta febrero de 2013. Los otros dos miembros salieron un poco antes, no sé justo cuándo.

E.E.: ¿De qué manera salisteis?

J.U.: Han dicho que fuimos expulsados, así lo han vendido algunos. Yo salí de Noruega en avión con pasaporte diplomático y me llevaron al lugar que yo había pedido. Una forma extraña de ser expulsado, ¿no?

E.E.: ¿Adónde se marchó usted, a Francia?

J.U.: A Durban-sur-Arize de nuevo. Llegué una noche. Nevaba. La gente me esperaba en torno a una mesa para cenar. Les dije que había estado un año en París, estudiando. Ellos no consumían medios, y no tenía peligro.

E.E.: ¿Y otra vez a trabajar como casero?

J.U.: Sí.

París (2021)

E.E.: París le volverá a juzgar el año que viene por los procesos 2005-2006 y 2011-2013.

J.U.: Me considera el jefe del aparato de banda de ETA y dice que me reunía con gente para preparar las negociaciones de paz. ¿Eso qué significa? ¿Negociar la paz es un delito terrorista? No tiene sentido la acusación. Además, están cambiando algunas pruebas, sin dar detalles.

E.E.: ¿Está París a lo que dicta Madrid?

J.U.: Sí.

E.E.: En Ipar Euskal Herria han trabajado para influir en París.

J.U.: Ha sido un gran trabajo, pero no se ha hecho sólo en el proceso de desarme. Iparralde (Norte de Euskal Herria) es pequeño, sólo tiene 300.000 habitantes, pero puede ser un ejemplo para cualquier conflicto mundial en esta materia. Hay que seguir trabajando en el día a día, y hay que seguir tocando las puertas de París, tejiendo redes... Es un trabajo continuo. Es algo que tenemos pendiente en el Estado español.

Disolución de ETA (2018)

E.E.: 3 de mayo de 2018: día de la disolución de ETA. ¿Por qué leyó usted la declaración?

J.U.: Porque me lo pidieron. Cuando miro alrededor, veo que desgraciadamente no hay muchos miembros antiguos: porque los mataron o porque murieron. Ellos tenían un recorrido más profundo y más amplio que yo. Di mi consentimiento, porque pensaba que se cerraría como se cerró. Si para eso fue válida mi participación, bienvenida sea.

E.E.: ¿Sabía que alguien más leería la declaración?

J.U.: Sí. Y que había varias posibilidades.

E.E.: ¿Le pidieron que leyera mucho antes?

J.U.: No.

E.E.: ¿Es cierto que usted grabó un vídeo?

J.U.: Sí.

E.E.: ¿Para quién era?

J.U.: No sé cuál era el formato, pero creo que lo vieron algunos miembros de la comunidad internacional. De cara al exterior, sólo quedó la voz de la grabación.

E.E.: ¿Qué sensación tuvo al leer la declaración? Era el final de la trayectoria de ETA...

J.U.: Aquel fue un momento importante en esta lucha por el derecho de nuestro pueblo. Pero no era el final de nada. Se vio que las cosas están por hacer y que nos corresponde a todos hacerlas. El sujeto es el pueblo.

«A todos nos corresponde construir el futuro para que no se vuelva a repetir lo que hemos vivido»

Víctimas, presos vascos, convivencia... Son temas que están en la agenda política, casi diez años después del cese de la actividad armada de ETA. Josu Urrutikoetxea ha abogado porque no vuelva a haber situaciones de violencia.

E.E.: ETA asesinó a 774 personas, según reconoció la organización en 2018.

J.U.: La utilización de la violencia como instrumento, como instrumento político para la consecución de objetivos políticos, trae consigo consecuencias desgraciadamente irreversibles. Una vez que iba de la cárcel de Nanclares al parlamento [de la CAV] en un coche de la Ertzaintza, le dije a un ertzaina (policía vasco): «¿Qué crees, que quien aprieta el gatillo siente placer?». Si piensa eso, se equivoca. El caso es que al usar la violencia, aunque el objetivo sea claro, la consecuencia es dura, y eso lo he sentido así desde siempre.

E.E.: Poco antes de su disolución, ETA emitió un comunicado sobre el dolor causado: el 8 de abril de 2018. Pidió «perdón» a las víctimas que «no habían tenido una participación directa en el conflicto». No fue bien recibido en la sociedad vasca.

J.U.: La organización hizo una distinción, porque algunos tuvieron responsabilidades directas en la situación general, en esa situación de opresión, y fue lo que dijo en aquel comunicado. No se trata tanto de pedir perdón o no; no se trata de mirar atrás y quedarse a vivir ahí, sino de sacar las lecciones correspondientes, y de poner entre todos los medios para que no vuelva a ocurrir. Algo que no se resuelve puede traer consecuencias en cualquier lado. Una minoría basa su postura en el odio y la venganza. No creo que así se pueda construir nada. Sin embargo, desde el respeto a esa minoría, entre todos debemos construir nuestro futuro. A la busca de ese futuro, yo nunca me he basado en el odio y la venganza.

E.E.: Le piden a la izquierda abertzale que haga un análisis crítico de la actividad de ETA.

J.U.: Estamos jugando con las palabras. Todos los días tenemos que construir el futuro, con actitud positiva, y esa labor nos corresponde a todos, para que no vuelva a repetirse lo que hemos vivido. ¿Es mágico decir una palabra? ¿Y mañana todo estará resuelto? Se trata de poner el chip, la lógica, en la construcción en común.

E.E.: Todavía hay unos 225 presos vascos. ¿París y Madrid se están moviendo en pos de la solución?

J.U.: El colectivo de presos [EPPK] dio el paso, anunciando que cumpliría la normativa penitenciaria de los estados español y francés. ¿Pero qué sucede? Que, excepto en algunos casos, los otros no están cumpliendo su propia legalidad. ¿Cuándo se atreverán, no ya a hacer algo especial, sino a cumplir su propia ley?

E.E.: ¿Deberían los gobiernos dar otros pasos?

J.U.: En primer lugar, que ellos cumplan su legislación. En la práctica hay sitio en las cárceles del País Vasco. En el Pacto de Ajuria Enea [1988] hay algo escrito pero no publicado: si la organización [ETA] cesara la lucha armada, ¡habría que excarcelar a los presos! ¡Excarcelar! Qué retroceso se ha dado...

E.E.: ¿Cómo se podría obligar a los estados a poner en vías de solución la cuestión de los presos vascos?

J.U.: Pondría sobre la mesa la medicina de siempre: el trabajo diario, en todos los ámbitos, cada uno en el suyo.

Construir la nación «es una práctica»

E.E.: ¿Cómo ve Euskal Herria?

J.U.: Desde la distancia. En primer lugar, tenemos que ver que no es un oasis. Y, por desgracia, esta situación sanitaria facilita la individualización que impulsa el neoliberalismo, y el sistema lo aprovecha para tomar aún medidas más profundas.

E.E.: ¿Hay suficiente conciencia nacional?

J.U. Construiremos nuestro futuro poco a poco, eso no me preocupa. Lo que me preocupa es la situación del euskera, el uso del euskera. Es responsabilidad de todos, pero sobre todo de los jóvenes, que son los que vienen por detrás. En Zeberio [Bizkaia], durante el franquismo, los que venían de fuera también aprendían euskera, pero cuando en 2002 fui a una reunión, vi que los niños que salieron de la escuela a jugar empezaron a hablar en castellano. Claro que se ve un entusiasmo por construir la nación, pero construir es una práctica.

E.E.: ¿Está el País Vasco preparado para un proceso soberanista?

J.U.: Hay condiciones, en diferentes ámbitos. Hay un gran potencial.

E.E.: ¿Ve usted alguna vía los próximos años hacia la independencia, hacia la república vasca?

J.U.: ¿Por qué no una república vasca? Tenemos todas las condiciones. Veo que las nuevas generaciones tienen ganas de luchar en ese sentido. Estamos en otro siglo, tienen otros instrumentos que nosotros no hemos conocido, pero también otros enemigos, que traen el neoliberalismo y el mundo globalizado, pero con confianza y trabajando día a día, la situación es irreversible con las herramientas que tenemos nosotros.

Escrito por: iturri.2020/12/19 08:55:00 GMT+1
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2020/12/13 22:05:00 GMT+1

En busca de la paz interior

Ramon Zabalegi presenta Etxeko uzta / Pandemoniyua en Naiz Irratia, un programa o podcast donde se cita con artistas y gente del mundo de la cultura. No he escuchado todos los que me gustaría, porque la vida no da de sí.

Una de las preguntas habituales es sobre los sentimientos que les ha generado y les genera el encierro y la pandemia.

Cuando escucho la pregunta, pongo especial atención para conocer qué contestan los entrevistados. Me interesa.

Esta mañana me he hecho yo la pregunta y la respuesta ha sido clara: enfado camino de la ira. Comiendo cerillas, que dice un amigo.

Abro paréntesis.

El sábado por la mañana bajé a la farmacia de al lado de casa. Mientras esperaba escuché una conversación que, más o menos, iba por aquí.

-¿Qué es esa medicina?, pregunta un hombre de unos sesenta años.

-Un tranquilizante, responde una boticaria.

-Sí, es que la gente que trabajáis en el mundo sanitario necesitáis muchos tranquilizantes. Mi hija trabaja en un geriátrico. Está mal, porque están mal. Poca gente trabajando y no sé por qué no contratan más personal. Igual no hay disponibibilidad. No lo sé.

Cierro el paréntesis.

No me puedo quejar de mi situación. De acuerdo. Hay un montón de personas bastante peor que yo. Así es.

Pero que esté mejor que otros no supone tener que tragar todo con resignación cristiana y beata.

Me ha venido a la cabeza otro podcast que escuché el sábado mientras paseaba. Mª del Carmen Lozano, un personaje de Juan Carlos Ortega, se fue a la India en busca de la paz interior y se lió a hostias con todos los monjes que trataron de calmarla.

La fuerza de la ficción para reconducir tus enfados.

Barruko bakearen bila, apunte hau euskaraz.

Escrito por: iturri.2020/12/13 22:05:00 GMT+1
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2020/12/04 21:30:00 GMT+1

¿Quién acabó con el caserío Txanpuene?

Una de las pocas cosas buenas que nos ha traído la Covid-19 es que, a fuerza de pasear, estamos metiendo el morro en sitios más o menos escondidos de nuestros alrededores. Hace algo más de un mes, un día domingo, di una vuelta con Gorka Julio por Donostia.

Gorka me enseñó dónde estaba la entrada a la finca Arbaizenea de la familia de la Duquesa de Alba. Al lado está (lamentablemente tendremos que comenzar a decir ya estaba) el caserío Txanpuene. Sabía, más o menos, por dónde caían ambas, pero por una u otra razón no me había acercado nunca.

Esta misma semana se encendió el piloto nuevamente. En concreto, la luz roja. El periodista Mikel Elkoreberezibar fue uno de los que puso el foco. Este viernes por la tarde vino la mala nueva: estaban derruyendo el caserío. Porlanak 300 urteko historia estaliko du dice la noticia firmada por Elkoroberezibar. En castellano, el cemento enterrará una historia de 300 años.

Allá por mayo de 2016 Nerea Lizarralde entrevistó al arrendatario Iñigo Etxabe y a la vecina del barrio Mireia Mochales. La familia Etxabe lleva 150 años siendo arrendataria, pero eso no da derecho a seguir siéndolo.

Me ha venido a la cabeza la edición correspondiente al año 2010 del Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián, la última dirigida por José Luis Rebordinos. Proyectaron entonces la película «Bil'in My Love». Si entráis en el enlace, veréis que me cabrée bastante con la reacción de algunas personas del público. Pero eso no es lo que hoy pretendo destacar.

Shai Carmeli-Pollak es un activista israelí que el año 2005 se fue al pueblo de Bil´in (Cisjordania) a filmar lo que estaba sucediendo mientras el Estado israelí construía el Muro. Como en muchos otros sitios, los lugareños se organizaron para luchar contra esa injusticia que hacía que pueblos y familias quedaran divididos e incomunicados.

Lo que hoy quiero destacar es la escena con la que arranca la película: un agricultor palestino se vuelve loco mientras ve cómo se llevan por delante sus olivos.

Ese dolor se me hace muy cercano. Hace unos veinte años echaron abajo el caserío natal de mi viejo. A mí me pilló más joven y despreocupado, pero mi madre siempre dice que aquel hecho cambió el carácter de mi padre. Y que eso hizo que enfermara.

En la entrevista de 2016, Iñigo Etxabe dice que los primeros tambores sonaron allá por el 2005. Es decir, llevan 15 años peleando. Hay una sentencia de Rafael Chirbes que dice que toda persona tiene la obligación de mantener el mal a la puerta de casa, aunque sólo sea durante cinco minutos. La familia Etxabe ha aguantado años al pie del cañón. Mi reconocimiento y mi solidaridad desde aquí. Si tienen personas mayores en casa, que las cuiden con especial mimo. Porque les costará recuperarse.

Y esto nos interpela a nosotros como sociedad, pueblo o lo que seamos: ¿quién acabó con el caserío Txanpuene?

Hay una canción de Bob Dylan de 1963 que Javier Ortiz citó en una columna publicada en El Mundo en 1997 (¿Quién mató a Diana Moore?). La canción se llama Who Killed Davey Moore? (¿Quién mató a Davey Moore?) y Dylan la compuso tras la muerte de un boxeador en un combate.

Siguiendo el esquema dyaniano, todos tenemos excusa: el árbitro, el público, el representante, la prensa deportiva, el otro boxeador (Sugar Ramos)...

Pero la cosa es que Davey Moore murió.

Cuando la gente poderosa se agarra al clavo ardiendo de que «algo es legal», normalmente obedece a que se le ha terminado la panoplia argumental.

Quiero dedicar este apunte al periodista Alfredo Grimaldos, quien ha fallecido hoy.

Nork akabatu du Txanpuene baserria?, apunte hau euskaraz?

 

Escrito por: iturri.2020/12/04 21:30:00 GMT+1
Etiquetas: iñigo_etxabe txanpuene mikel_elkoroberezibar chirbes donostia gorka_julio grimaldos bob_dylan irutxulo shai_carmeli_polak palestina mireia_mochales nerea_lizarralde | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (1)

2020/12/01 20:20:00 GMT+1

El arte de Markos Gimeno Vesga

El noticiero Sustatu venía con la nueva: Markos Gimeno, dokumental labur hunkigarria (Markos Gimeno, un documental corto y emocionante). Se lo leí a Leire el lunes al mediodía (creo).

Al anochecer estuve viendo el corto de doce minutos elaborado por Dapa.

La base del mismo es 404 egun Markus barik (404 días sin Markus), muestra que estuvo en Ermua (su pueblo) a comienzos de 2020.

Por esa época, un amigo y yo nos encontramos un día por Egia con el artista Luisillo Zavala. Acababa de estar en Ermua y nos repitió por activa y por pasiva que no nos la podíamos perder. Además nos puso deberes: había que hacer todo lo posible para traerla a Donostia.

No pude visitar la exposición.

Y en cuanto a traerla a San Sebastián, pues no está en mi mano, pero habrá que tocar alguna puerta, porque las imágenes te abren el apetito.

El comisariado es obra de sus amigas y amigos y una de ellas (no sé quién es, lo siento) dice que han entrado en su ordenador y que lo que se pudo ver en Ermua es un 5% de lo que hay todavía oculto.

Recuerdo haber estado una vez con Markos: fue una cena de la asociación eibar.org, pero ya no recuerdo ni la época ni el motivo.

Markos era bipolar (no lo escondía); se suicidó a finales de 2018 (y su familia tampoco ha escondido este hecho).

Además de eso era un volcán creativo bilingüe: palindromista (zerorajasoa.com), músico (Puto Amoak Matematiketan aka PAM), cabaretero (por ejemplo, con el espectáculo SkizopozikS), escritor de graffitis... Y muchas cosas más.

Mientras el video corría, he apuntado algunas frases: leer es iracurrar; gizartea da gaixo dagoena (su hermana); el estigma; beti kontatzen zituen bere gorabeherak (un miembro de PAM); por exceso de imaginación me veo obligado a vender ideas; método gutiérrez: egin guti, egin errez; hasta la victoria, siembre...

En febrero de 2017 estuvo en Igeldo, dentro del Festival de Teatro de Bolsillo, con su SkizopozikS. Termino el apunte con las mejores jugadas del mismo (aunque el propio autor decía que no estaba acabado por aquel entonces).

Markos Gimeno Vesgaren artea, apunte hau euskaraz

Escrito por: iturri.2020/12/01 20:20:00 GMT+1
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2020/11/29 08:55:00 GMT+1

Contradicciones andantes

Radar Covid

El viernes al atardecer coincidí con un vecino en el ascensor. Resumidamente: me contó que dio positivo el pasado día 9. Le pregunté si tenía instalada la aplicación #RadarCovid y me contestó que sí. Ahí está resuelto el misterio del contacto de riesgo que tuve. La aplicación sólo tiene en cuenta los dos metros de distancia, independientemente de las paredes que nos separan.

El cuartel de Loiola

Hace cinco años escribí un apunte sobre cómo vivía yo en 1985.

Pero ahí no hablo del cuartel de Ventas (Irun). Puede que un día lo haga. Quién sabe.

Porque los terrenos de nuestro caserío lindaban con el citado acuartelamiento. Para nosotros era normal ver a soldados vestidos de kaki con el fusil (cetme) a vueltas. Por eso todavía no me extraño cuando la gente se escandaliza ante cualquier maniobra del Ejército en tierras vascas. Mi anormalidad la tiene asumida.

Con 24 años me fui de casa (1992). Luego la derribaron, así como el cuartel de marras.

Esta semana ha sido noticia que el Ejército abandonará el Cuartel de Loiola. Negociaciones del PNV por medio, aunque el alcade Eneko Goia ha hablado de un trabajo en común de varias corporaciones municipals. Una buena noticia, sin duda. Pero todas y todos sabíamos que no se irían muy lejos: porque el Ejército español no se irá de Gipuzkoa mientras esto siga siendo Estado español.

Lo dicho: buena noticia.

Maradona

Cumplió 60 años el pasado 30 de octubre y nadie sabe cómo lo hizo (ya hace 20 años estuvo más para allá que para acá).

Murió el Día Internacional contra la violencia machista, día 25 (el mismo día, cuatro años atrás, falleció Fidel Castro). Y todos sabemos que la vida de Maradona ha sido un exceso se mire desde y por dónde se mire.

Sólo lo vi una vez en directo. En el campo de Atotxa en 1992. Vino con el Sevilla, cuando su carrera ya estaba cuesta abajo.

No hay más que ver las redes y los medios para saber que ha muerto un mito. ¡Vaya polvareda ha levantado!

En Euskal Herria Izaro Andres utilizó la recogida de un premio Gaztea (radio-fórmula de EITB) para mostrar su decepción ante algunas reacciones.

¿Ha sido diferente en Latinoamérica? El viernes a la noche puse tres artículos en una pequeña cadena de tuits.

Si tenéis ganas, le echáis un ojo.

Quiero añadir que he entrado en el perfil de la cantante Ana Tijoux. La rapera chilena puso tres fotos de Maradona. Aquí la primera. ¡Vaya comentarios!

Dos cosas más antes de cerrar este tema:

1.- Hago mía la frase que Hibai Arbide tiene en su perfil tuitero: «Menos de cinco contradicciones es dogmatismo».

2.- Y pillo también este párrafo de los diarios de Miguel Torga.

Miguel Torga

Más música

Esta semana han entrado dos discos en casa.

El primero es el de Rafa Rueda y se titula «Rueda» a secas.

El viernes al anochecher estuve en el Victoria Eugenia viendo a Mikel Azpiroz en formato trío (con Fernando Lutxo Neira y Karlos Arancegui). Ha elaborado un calmante llamado Islak, muy necesario en estos tiempos.

Por la noche descubrí a Ianire Aranzabe (Esanezin) porque Jon Basaguren puso una canción en el programa Zidorrean de Euskadi Irratia. Tenía concierto hoy domingo en Kutxa Kultur, pero se ha suspendido. Por ahora sólo hay dos temas disponibles en Spotify, pero anuncia disco pronto.

El sábado por la mañana Ibon RG citaba esta entrevista a Xabier Bastida Abaunz.

No la he leído con detenimiento, pero apunta cosas interesantes. Por ejemplo, esta de que las músicas urbanas actuales más interesantes en el País Vasco (trap, etc.) las hacen hijas e hijos de inmigrantes. Gente de 18-20 años como Nickzzy y The Poing.

La banda sonora elegida es el vídeo que Oier Aranzabal ha hecho con la canción Ihes puntua de Rafa Rueda. La letra es de Elena Olave.

Ez baikara izatez garbiak, apunte hau euskaraz.

 

Escrito por: iturri.2020/11/29 08:55:00 GMT+1
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