Este lunes Ylenia Benito nos dejó una mala noticia sobre la librería Brontë. Anunció que echará la persiana el 29 de agosto.
[¡Libros!, ¡libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’] Son algunas de las bonitas palabras que utilizó Federico García Lorca para inaugurar la biblioteca de su pueblo y que robo para, tristemente, deciros que el 29 de agosto cerraré @BronteLibreria.
¡Qué queréis que os diga! Irun tiene una población de 60.000 habitantes. Dejando a un lado los kioscos y las papelerías, quedan ahora mismo dos librerías: Elkar y Tinta Cómics. Repito: 60.000 habitantes.
La librería ha tenido muchos problemas para tirar hacia adelante y uno de los últimos obstáculos ha sido la imposibilidad de celebrar el Día del Libro el 23 de julio en las calles del pueblo.
Se acerca, para mí, el segundo Día del Libro de este año. El 23 de abril, el confinamiento suspendió todas las Ferias del Libro. El 23 de julio llega el segundo intento, pero tampoco habrá Feria del Libro en #Irun y no hay estado de alarma al que cargarle la culpa. Abro hilo.
— Brontë Liburu-denda (@BronteLibreria) July 14, 2020
Y es que los ayuntamientos son muy hábiles a la hora de poner trabas y más aún luego a la hora de hacer pucheros porque cierra una librería. Pero saben mejor que nadie que una librería pequeña sin presentaciones de libros (debido a la pandemia) y sin salir a la calle a venderlos el día del mismo lo tiene muy jodido. Y si no lo saben, deberían saberlo.
Pero la responsabilidad no es solo de las instituciones: nosotros también debemos dejar de mirarnos el ombligo y saber lo que estamos dispuestos a hacer. Porque es momento de hacer política. Qué más político que decidir dónde vas a comprar tus libros: en tu librería de confianza o por Amazon. Tiene consecuencias.
Y no nos olvidemos que lo que puede ser bueno para el consumidor es malísimo para el ciudadano que todos llevamos dentro.
Voy poco a Irun. Visito a mi madre una vez por semana y poco más.
El martes la convencí y alargamos el paseo para visitar a Ylenia.
Me encontré con Jurdan. Me dijo, entre otras cosas, que había perdido un punto de encuentro tranquilo. Es decir, el típico sitio al que acercarte, pillar un libro y echarle un ojo en el sofá del fondo a la derecha o charlar más o menos animadamente con amigos y conocidos.
Me acordé de la tienda de discos Bertso-Hop. A mí me pilló a comienzos de los 90, con poco más de 20 tacos, y pasé bastantes tardes allí: escuchando música, dando la lata, charlando o escuchando a las y los músicos y musiqueros que se pasaban por el lugar... Lo que es un punto de encuentro en toda regla.
No sabía qué decirle a Ylenia. Qué le dices a una persona cuando sus sueños se topan de bruces con el maldito dinero. Ella me pidió perdón. ¡Ella! Por cerrar la librería.
Le dije que nones: que éramos nosotros los que debíamos pedirle perdón.
¡Mecagüendiez!
Pongamos un poco de música antes de llorar.
Lo haré sin salir de Irun. Y es que Jabier Muguruza ha hecho un disco de versiones titulado Geltokiak izarretara en el que recoge quince canciones que le han marcado. Esta semana escuché, por cierto, el programa que Jose Luis Padron le dedicó en «Lizardiren Baratza» el pasado mes de junio.
El jueves por la mañana se inauguró en el Museo San Telmo una exposición sobre Fernando Postigo. El reportero donostiarra trabajó entre los años 1977 y 2003 para El Diario Vasco y el museo muestra al público hasta el 1 de noviembre unas 300 fotografías de aquella época, seleccionadas por el propio fotógrafo y la comisaria Elisa Querejeta.
Nerea Azurmendi recogió en el mismo DV estas palabras de Postigo, recuerdo de los analógicos años de plomo:
«Teníamos que hacer de todo. Pasar en el mismo día de una rueda de prensa de economía a un coche bomba y por la tarde a un desafío de segalaris. Era terrible. Ese era el pan nuestro de cada día. No se cómo conseguíamos cerrar el cerebro y cambiar el chip».
Al día siguiente, comentaba esta frase con otro fotógrafo. Este tenía una tienda en un pueblo de los alrededores y se le había quedado fijada en la retina una imagen de hace casi tres décadas. Una tarde escuchó una explosión, agarró la cámara, paró a un amigo que tenía una moto, se subió a ella y se fueron a la búsqueda del lugar del atentado. No quedaba lejos, el drama tampoco. Un anciano muriéndose en la calle mientras apenas podía sujetar erguida su cabeza.
Dolor, el pan nuestro de cada día hace unos años en nuestra tierra.
Aunque mirando con los ojos de hoy pueda parecer extraño e incomprensible, la vida seguía su curso. Por ejemplo, recuerdo dónde y con quién comí el día que mataron a Jauregi. Si no recuerdo mal, era sábado: comí con un amigo del instituto en un restaurante de Hondarribia.
Hoy ha fallecido Joan Mari Torrealdai. Conviene no olvidar que fue injustamente detenido en el Caso Egunkaria. Aquí su testimonio traducido por @luistxo. Gugan bego. DEP. https://t.co/eaRKJGGTKu
El viernes por la tarde se extendió con rapidez por la red la muerte de Joan Mari Torrealdai. En febrero de 2003, una orden del juez Juan Del Olmo permitió que fuera detenido por la Guardia Civil. Una de las operaciones más injustas y perversas del Estado español en nuestra tierra. Amén de cerrar el único periódico en euskera, detuvieron y enviaron a prisión a un buen número de personas. Varias denunciaron malos tratos y torturas. El propio Torrealdai fue uno de ellos.
Joan Mari Torrealdai fue un trabajador incansable en pro de la cultura vasca. Ninguna persona de bien entendería que nadie fuera detenido, maltratado y torturado a manos de las fuerzas policiales. Mucho menos si es un intelectual respetado en la comunidad. Se hubiera montando la de dios en España si hubiera sido Buero Vallejo, por ejemplo. En cambio, al ser vasco y abertzale, pelillos a la mar. «Algo habrá hecho».
Tras varios años pendientes de la guillotina del Estado Español, fueron absueltos en el 2010 y la causa económica fue archivada en el 2014. Vete tú ahora a pedir una compensación por algo que no se paga con dinero. ¿Y la europea?, que diría Rajoy. Martxelo Otamendi, director del periódico, tiene una sentencia en Europa.
Afortunadamente no estamos en las mismas que hace veinticinco, veinte o quince años, pero aún hay situaciones pendientes de solucionarse. Avanzamos a trancas y barrancas.
Juanito cumple (o cumplirá) 80 castañas este año, pero casi siempre está dispuesto a tomarte el pelo. Muy buen cocinero, ha corrido un buen número de aventuras, entre otras cosas porque también estuvo peleando políticamente contra Franco.
Ahora mismo lo que más le pirra es la pelota. Ha visto la tira de partidos en directo por todos los rincones de Euskal Herria y sabe mucho del juego.
Apuesta un par de zuritos todos los fines de semana con unos cuantos colegas y la pasada semana fui yo quien caí en sus redes.
-Tú con tus pelotaris (le encantan Olaizola y Bengoetxea) y yo con los contrarios, le dije.
El sábado jugaron en el Labrit pamplonica Olaizola y Zabaleta contra Altuna e Imaz. Ganó Juanito 22-19.
La vuelta era el domingo, en Arbizu. Bengoetxea y Martija contra Ezkurdia y Aranguren. Nueva victoria de Juanito, esta vez 22-16, a pesar de que Ezkurdia jugaba en casa.
No gané y le debo dos zuritos. Se los tendré que pagar hoy o mañana.
Además de beber alguna que otra cerveza, también me gusta comer algo de vez en cuando.
Este sábado hicimos plan de cenar algo por ahí con un par de amigos. Mientras esperábamos a pillar sitio en una terraza del barrio, ella nos dijo que a ver si no la habíamos visto en el periódico. «¿En el periódico?», pregunté para ver si había entendido bien. Que sí, que había participado la víspera en una protesta contra las mascarillas en el Boulevard donostiarra.
De piedra, como el blog. Así me quedé. No me lo esperaba.
No me había fijado demasiado en la convocatoria, pero sí que me di cuenta de que mezclando ética con estética allí había poco bueno que echarse al coleto.
Al principio me cabreé (pillo los 100 kilómetros a la hora en pocos segundos), pero luego traté de controlarme, porque así se logra poco con los amigos.
Es más, tampoco creo que valga demasiado lo que tantas veces se ve en las redes: ridiculizar a la gente que acude a esas convocatorias. Me da que se consigue justo lo contrario, que quienes dudan se reafirmen en sus creencias.
Hace un mes, más o menos, tuve una pequeña charleta con un compañero de currelo. Me decía que solo se pondría la vacuna obligado. «A saber qué mierdas nos van a meter».
No sé si había alguien preparado para hacerle frente a una pandemia como la que ha provocado el COVID-19, pero ya podemos comprobar que la cosa no ha mejorado mucho.
Había un buen número de bases sociales colgando y la crisis lo único que hará es acelerar algunos procesos. A ver cómo salimos del túnel.
Se ven pocos selfies últimamente. Quicir: que tenemos preparada la cámara apuntado a los demás. Hemos bajado del balcón y ahora somo polis callejeros. Los demás son los que lo hacen todo mal y nosotros siempre tenemos una excusa a punto.
Me voy a callar. A ver si aparece Juanito y le pago un par de potes.
¡Cuídense!
La música la pone hoy El Largo Adiós. Estarán el 5 de septiembre en el festival Basoka en el anfiteatro de Miramon.
-Sí, en la plaza, después del pilón tiren a la izquierda.
Tiramos para la izquierda y nos topamos con un bar. No está nada claro que esté abierto o cerrado. Pero nuestras dudas se disipan rápidamente, porque la señora abre la puerta enseguida.
-¡Para adentro!
-Buenos días. Dos cortados, por favor. ¿Dónde está el baño?
El baño está donde siempre. Al fondo a la derecha.
La señora se queja. Hay más moscas y mosquitos de lo habitual, porque está prohibido poner cortinas en la puerta. Con esto del COVID-19, debe de ser un foco de infección.
-Dentro tengo chismes electrónicos de esos, pero no es lo mismo.
Me deja los cafés en la barra. De repente, suena algo parecido a una estampida de búfalos. Alguien viene escaleras abajo quejándose a voz en grito. Entra en el bar como si no hubiera clientes, pero estamos nosotros. Bueno, estoy yo, porque S ha ido al baño. Demasiado tarde para cambiar de actitud de manera natural. Cruza un par de frases con su madre y vuelve por donde ha venido.
-¡Estos hijos!
Añade que les falta un poco de paciencia.
A continuación charlamos del turismo. Que hay poca gente, vamos.
La familia, incluido el hijo, están trabajando en el campo. Me dice que el confinamiento ha atrasado las faenas y ahora se han juntado todas de golpe. Que no llegan y ese es también motivo de nerviosismo.
Nos dice que podemos tomar los cafés en las mesas de la terraza.
Mientras tomamos tranquilamente café, se acerca un trío de mujeres que rozan los setenta. Una de ellas les enseña un lunar a las demás. Tiene dudas de que no sea una garrapata. Las otras le dicen que no.
Viene una cuarta y saluda a una. Esta le presenta a las otras dos. Son dos enfermeras jubiladas. Hablan de cosas del trabajo.
Luego cambian de conversación y se ponen algo más serias. Una de ellas superó un cáncer hace cinco o seis años y las otras dos alaban su entereza. Le dicen que fue muy valiente. Ella lo niega. Dice que no fue así para nada. Están contentas de estar juntas, vivas y coleando, y lo proclaman en alto.
Se han terminado los cafés. Es hora de volver los pasos hacia el pueblo en el que estamos. Ahora toca bajar.
Les decimos adiós y nos vamos.
P.S. Este apunte se lo voy a dedicar a A. Mejor si no se entera. El lunes comienza una dura batalla. Espero que lo lleve como hasta ahora y le deseo que todo termine como se merece.
El miércoles pasado fui a votar a Correos. No he hecho apenas caso de la campaña electoral, ¡una turrada de campeonato! Eso sí, me he entretenido con otras cosas. Por ejemplo, con Amorante.
Amorante (Iban Urizar) publicó este pasado mes de junio el single «Ama hil zaigu» (Se nos ha muerto la madre). Tal y como recoge el portal Badok, ha "reinventado" la canción aparecida en el el disco Bat-Hiru (1974) de Mikel Laboa, teniendo la canción original en el retrovisor, pero sin estar pendiente de ella continuamente.
Aprovechando esta publicación, y el anuncio de que su primer trabajo de larga duración estará listo para septiembre, Oier Aranzabal lo entrevistó en el programa Ispilu Beltza hace unos días. Es en euskera y se puede escuchar a partir de los 28 minutos 50 segundos de la grabación.
Además, esta semana ha vuelto a cruzarse por tercera vez en mi camino. En este caso, porque ha puesto música al proyecto «La mosca» de Leyre Ruiz de Alegría. En concreto, la canción que se escucha aquí abajo es Otoi (mi padre).
Iban Urizar es bastante salsero y también está metido en el proyecto Sinuöse de Elgoibar.
En los tiempos del encierro (no sanferminero) primaveral, encargaron cuatro vídeos a otros tantos artistas para la serie Alarma sessions: Cabezafuego, Joseba Irazoki, Joseba B Lenoir y Hatxe. No he tenido tiempo de ver ninguno aún, pero si tenéis tiempo y ganas, aquí tenéis una buena oportunidad.
Miento: mientras escribía y traducía este texto me he visto casi toda la majarada de Cabezafuego que dejo aquí abajo.
P.S. No voy a arriesgar demasiado si digo que el domingo gana el PNV. Y que Urkullu seguirá en Ajuria-Enea. ¿La próxima semana todos con máscara?
Abro paréntesis. Me gusta mucho la sensibilidad de este periodista a la hora de tratar estos temas. Cierro paréntesis.
Hace ya más de un año escribí algo sobre este tema: Desahucios en San Sebastián. Entonces estaban en medio del fregado Txomin, Bea y sus dos hijos.
Nota. La fotografía la he pillado de la web de Stop Desahucios.
No conozco a la protagonista de hoy, Victoria Noriega, pero también es del barrio.
Napal dice que es una mujer de 63 años que vive sola desde que fallecieron sus dos gatos. Recibe mensualmente 992 euros, de los cuales destina casi 800 al pago de la renta. La deuda que le puede llevar al desahucio corresponde a cuatro meses del año 2019, en total 3.190 euros. Solicita un apartamento más pequeño que pueda pagar y en ello parece que están el Gobierno Vasco y el Ayuntamiento de San Sebastián, negociando un acuerdo con Blackstone (aka Testa Socimi).
Traigo aquí este párrafo de la entrevista:
«La primera vez que tuve que hacer pública mi situación creía que me moría. Estaba como aturdida. Me había quedado en estado de shock y no tenía el desparpajo ni el bagaje que tengo ahora (...) En la primera rueda de prensa sentí mucha vergüenza. Estaba contando mi vida: lo que ganaba, lo que debía, un montón de detalles a personas que no conocía. Todo eso, yo, que siempre procuro pasar desapercibida».
Tras superar la vergüenza, llegó el empoderamiento. En el juzgado le dijeron que se pusiera en contacto con Rosa García (Stop Desahucios de Gipuzkoa). Le dieron cobertura y le aconsejaron que, a su vez, se pusiera en contacto con Txomin (Alokairu Benta Berri). Sí, es el mismo Txomin que he citado más arriba.
No tengo ni idea de cómo va a terminar todo esto, espero que bien, pero Napal afirma que a Blackstone le disgusta la imagen que tiene en Euskal Herria.
Antes de pegar el código del vídeo de Bomba Estéreo aquí debajo, habrá que decirlo otra vez: Blackstone es un fondo buitre.
Salimos en bici hacia el Mediterráneo, luego a Cerdeña, luego deambularemos verano adelante. Recupero el blog, aquí va la primera nota del viaje. Pasad y poneos cómodos, será un viaje ligero y sin etiqueta (se las hemos cortado hasta a los calzoncillos): https://t.co/596m1FoNrVpic.twitter.com/Lwth26RaeX
El pasado fin de semana Ander Izagirre y eSe se subieron en sus respectivas bicicletas y partieron rumbo al Mediterráneo. Tiraron para Navarra primero y andan ya por tierras de Aragón, acompañando el cauce del Ebro hasta el mar. Desde Tarragona seguirán a Barcelona y allí tomarán un ferry hacia Cerdeña. Su idea es deambular por Italia en verano y si queréis saber al detalle por dónde andan, seguid, a ser posible vía RSS, el blog de Ander Izagirre. Os dejo como aperitivo lo del gato Covid.
La excusa era un viaje que Iñigo Garcés hizo el pasado verano. Se subió a una vieja furgoneta en Pamplona en plenos sanfermines de 2019. Destino: la capital de Armenia, Erevan. Objetivo: pasarse el mes de septiembre en una residencia artística. Se llevó a su perro Pachuco como liante y compañero de viaje. Cuenta que hizo una media de 40 kilómetros a la hora y que eso le permitió ahorrar un montón de combustible. Me creo lo de la media porque nosotros hicimos una parecida a través de Rumania durante el verano del 2016.
Ayer sábado por la tarde pasé un buen rato leyendo el blog de Iñigo. Cuenta ahí lo acontecido durante el viaje y la despedida, pero todavía no ha contado qué hizo exactamente en Armenia. Creo que pronto tendremos más noticias, porque grabó un porrón de ruidos y los utilizará para crear canciones o vaya usted a saber qué artefactos sonoros.
Esta perla de la entrevista:
«Me ha cambiado muchísimo. Llegué a casa en octubre, y sigo sin tener ningún acceso de ira, frustración, tristeza... y antes los tenía a paladas».
A partir de ahí, entrad en el blog, tomároslo con calma y leed, porque creo que merece la pena. Podéis utilizar el último disco que tiene disponible en Bandcamp («Somos droga») como banda sonora. Os dejo abajo la canción «Caramelos 6 de julio».
Esta semana el primer álbum de Negu Gorriak ha cumplido 30 años.
Kaguensos fue lo primero que se me vino a la cabeza. Bueno, algo más soez, pero no son horas para ponerlo por aquí.
Lo peor no fue eso: lo peor fue que ya tenía uso de razón para seguir la corta (cuatro años y pico es poco) y acelerada carrera de Kortatu. Y eso comenzó en el verano de 1984.
A las puertas de aquel verano, mi querido Tio Josetxo se estaba muriendo. Falleció tal día como ayer, 13 de junio, con 59 tacos. Era el hermano mayor de mi padre y se había pasado toda la vida currando en la fábrica hasta que le invitaron a prejubilarse. Pero, la mentalidad de aquellos hombretones era la que era, fue algo que no aceptó. Se deprimió y enfermó.
Antes de todo aquello, cuando todavía vestíamos pantalón corto por obligación, mi tío venía cada viernes al caserío a traer el pan viejo acumulado durante la semana. A los críos de los alrededores nos gustaba horrores que viniera. Nos juntábamos cinco o seis y nos llevaba por los campos, caminos y riachuelos cercanos. Nos lo pasábamos bomba. En verano solían venir también un par de nietos de una cuñada suya, porque los padres regentaban un bar en la Parte Vieja donostiarra.
Lo queríamos mucho, pero recuerdo que cuando enfermó (cáncer), me costó ir a visitarlo. No sé porqué. Quizá porque no quería ver su decadencia.
Recuerdo el último día que lo vi. Era un fin de semana de mayo, domingo seguramente, porque estaba delante de la tele viendo el desfile del Día de las Fuerzas Armadas. Ya sabéis que entonces sólo había dos cadenas y las opciones eran escasas.
Entré en su casa y no sé si fui capaz de darle un beso siquiera. El recuerdo que tengo es que justo-justo me asomé, agarrado al marco de la puerta del salón. No era un crío (ya tenía 16 años). ¿Por qué aquella reacción? Un hombre con el vientre hinchado, demacrado, la tez amarillenta, en pijama y bata caseros, la mirada perdida en la pantalla de la televisión. Me da que lo que más pesó fue el miedo.
Me he acordado de ello cuando la cabeza se ha ido al verano de 1984. Cómo son las cosas de puñeteras.
Y todo esto me vale también para traer aquí una sentencia que leí la semana pasada en el diario de Miguel Torga.
«Poco es lo que sabemos de nosotros mismos. Y nada lo que sabemos de los demás. Y por esto es por lo que cada vez evito más ser juez en causa propia o ajena. Vivo y dejo vivir». #migueltorgapic.twitter.com/Luaeqg0uXv
Estamos (me incluyo) poniendo continuamente el foco en los demás y creo que ha llegado la hora de girarlo hacia nosotros. Porque tenemos una capacidad de la hostia para ver los errores y las deficiencias ajenas, pero los nuestros pasan como si nada.
Estoy acabando el Diario (1932-1987) de Miguel Torga, escritor portugués nacido en São Martinho de Anta, Trás-os-Montes, en agosto de 1907 y fallecido en enero de 1995 en Coimbra.
Poeta y médico, pasó la mayor parte de su vida en Portugal, salvo un breve periodo brasileño en sus años mozos. Conoció la cárcel durante la dictadura de Salazar y vivió mucho tiempo sin tener permiso para salir del país (lo cual conllevó que viviera una especie de exilio interior). Amaba Iberia, un continente con varias naciones según sus propias palabras. Y le gustaba tanto lo que había más allá de la raya que el Miguel de su apodo (a efectos registrales era Adolfo Correia da Rocha) era un homenaje a Unamuno y Cervantes.
Me ha llamado la atención la frase que aparece en este tuit. «Le he robado a la pluma los mejores momentos». Su vocación era la de escribir, pero dedicaba a esa faceta las últimas horas del día, «las de mayor cansancio».
He leído esas líneas de Torga por la tarde, pero al mediodía he leído el reportaje que Joni Ubeda publica hoy en Zazpika sobre la música en directo en el sur de Euskal Herria (Iragan loriatsuko sektorearen eraisketa).
Grupos a los que se les han congelado los discos y las giras (Liher eta Skakeitan), responsables de las salas Jimmy Jazz y Kafe Antzoa, Ritxi Aizpuru (Baga-Biga), el técnico de los estudios Elkar Víctor Sánchez... Dibujan un panorama sombrío.
Si ya el sector funcionaba de manera muy precaria, puede que ahora la música quede en tercer o cuarto lugar para muchos. Si es que queda en algo.
Me ha venido a la cabeza una idea que le escuché a Harkaitz Cano allá por el 2003. Un acto cultural. Cuatro pelagatos. Alguien puso sobre la mesa una visión descarnada del asunto. Remató Cano diciendo que quizá había llegado el momento de parar seis meses. Es decir, dejar de organizar actividades culturales durante ese periodo sin decir nada a nadie. Una vez pasado el medio año, ver cómo estaba el panorama. Si nadie pedía nada, dejar las cosas como estaban.
En lo que a la música en vivo se refiere, estamos más cerca de lo que parece. Han pasado ya casi tres meses.
Mikel Lizarralde ha citado a The Saxophones en Berria: Nostalgiaren aldarria. En marzo de 2020 han publicado el álbum Eternity Bay.
Esta mañana he subido andando por la carretera desde casa a Igeldo. No era muy temprano, pero no había demasiada gente por el camino. Buen tiempo y mejores vistas.
Mientras subía charlaba por teléfono con un amigo. Bueno, él hablaba más que yo, sobre todo a medida que el esfuerzo hacía mella en la respiración.
En una de estas, se acabó la cobertura y se finiquitó la charla.
He seguido con la compañía de un par de podcasts que tenía en el móvil.
Si todo hubiera ido según lo previsto, y no se hubiera torcido allá por el mes de marzo, a estas alturas del año andaría por el Mediterráneo. Habría visitado a Manolo en la Casa-museo de Chirbes, habría ido a comer al restaurante Un cuiner a l'escoleta. Entre otras cosas.
Como no he podido hacerlo, esta tarde he releído, casi como tradición, la entrevista que Alfonso Armada le hizo en el 2013 para el diario ABC: «No hay riqueza inocente».
Abro paréntesis. Urko Azpitarte Zubizarreta me apunta en Twitter otra entrevista muy buena: «Sin historia no hay novela». Cierro paréntesis.
Sé que Chirbes decía que para conocer a un escritor hay que leer su obra y no sus entrevistas, porque el mejor reflejo de su trabajo está en los libros. Pero también es verdad que daba unas entrevistas estupendas.
Para abrir boca, he pegado aquí abajo varios fragmentos.
«Yo no soy un novelista profesional, no tengo plano de mis novelas... (...) No sé qué va a pasar. En ese sentido yo siempre digo que soy proustiano: aprendes de lo que escribes al tiempo que lo escribes. La propia escritura es el aprendizaje de lo que estás escribiendo, y esto yo creo que hace que cuando termines una novela no has contado una historia ajena a ti, sino que de alguna manera te has exprimido tú mismo».
(...)
«Yo no me entiendo a mí mismo si no entiendo que parte de mi generación acabó como yonkis, que parte de mi generación gestionó el poder, se lió a tiros, que vivimos un momento en el cual cuando yo entré en la universidad apenas había hijos de obreros, y diez años después estaba repleta, y treinta años después los hijos de obreros protestan porque les piden un seis para tener una beca. Son universitarios y parados, esa es otra contradicción. ¿Para qué quieres ir a la universidad si luego te vas a ir al paro? Eres el nudo de contradicciones de tu época. Como historiador yo no puedo entender esto si no lo tengo en cuenta...»
(...)
«Decir que Galdós es un escritor castizo cuando justamente es un escritor cosmopolita que se está enfrentando a la España conservadora por tierra, mar y aire. Tú te coges los últimos Episodios nacionales y se los puedes leer en la Puerta del Sol a los indignados y se rebelan los indignados. Yo tengo un amigo que se está leyendo ahora los Episodios y está deslumbrado. "¡Pero si está todo lo que está pasando ahora!", me dice.»
(...)
«Hay un personaje en La larga marcha que dice que el mal triunfa siempre, y entre los malos los peores. Si viene uno después será peor que el que había antes. Pero claro, el mal absoluto es la muerte, y esa sí que triunfa siempre».
(...)
«Si tú a los pocos meses de llegar haces el peinado del Barrio de Pilar, que hizo Barrionuevo, cuando el secuestro de Villaescusa y Suñén, peinas sin orden judicial las casas de 120.000 personas, entras, patada en la puerta cuando no te abren, a partir de ahí has dado barra libre para justificar lo injustificable, y de ahí lo "gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones", "la codicia no es mala"... Pues hasta hoy».
(...)
«Por qué hemos decidido que los escritores son la cultura, que hemos decidido que es estupenda, y ser un fontanero es una mierda. Pues no, mire, usted, sin El Quijote puede usted vivir, pero sin un fontanero que le arregle la casa cuando se le escape la tubería, no. Estos son códigos que vienen desde los bisontes de Altamira y que año tras año repetimos. Nosotros somos los que sabemos explicarlo bien, pues seguimos manteniendo esos códigos. Uno de los temas de mi novela es el respeto al trabajo».