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2003/02/16 06:00:00 GMT+1

¡Qué poder de convocatoria!

Cuando las tropas del III Reich entraron en París, el mando alemán dio seguridades a Pablo Ruiz Picasso de que podría seguir trabajando en la capital francesa sin ser molestado. Picasso aceptó la promesa. Y, en efecto, no tuvo problemas para continuar pintando en su mítico estudio de Grands Agustins, escenario de tantas glorias artísticas de Francia.

Corrieron por entonces rumores bastante desagradables para el malagueño, al que se le reprochaba mantener sospechosas relaciones de amistad con algunos integrantes del alto mando ocupante. Lo cierto es que el pintor contaba con varios rendidos admiradores entre los oficiales alemanes de mayor rango, algunos de los cuales lo visitaban de vez en cuando para contemplar sus obras. Tal vez fue para cortar de raíz con esas murmuraciones por lo que, nada más producirse la liberación de París, Picasso anunció su adscripción al Partido Comunista.

Se cuenta que, en una de sus visitas al enorme estudio de Picasso, un alto oficial alemán reparó en el Guernica, que el glorioso calvo había pintado por encargo del Gobierno de la República Española en 1937 y que, hundida la República, se había quedado sin hogar ni dueño. Impresionado por el tremendo y angustioso vigor de la obra, el alemán, que sabía que Pablo Ruiz guardaba allí también obras de otros autores, le preguntó: «Dígame, señor Picasso: ¿este cuadro es también obra suya?». A lo que el autor de Les demoiselles d'Avignon respondió secamente: «No. Éste es obra de ustedes».

Recordé la anécdota ayer, tras la manifestación de Madrid, cuando un amigo que iba escuchando la radio me dijo que Arenas estaba declarando que el PP se sentía «totalmente» identificado con las multitudes que abarrotaban las calles, pero que no se había sumado «formalmente» a la convocatoria para no hacer el juego a «los oportunistas». No pude evitar la respuesta: «¿Que dice que no han convocado? ¡Qué falsario! ¡Por supuesto que han convocado! ¡Son ellos los que han conseguido que esta manifestación sea la mayor de la historia de esta ciudad!»*.

Las impresionantes manifestaciones que ayer cubrieron el conjunto de nuestra geografía peninsular e insular hubieran sido imposibles sin ellos. Sin sus muestras de pleitesía ridículamente babosas hacia el belicismo de Bush, rematadas con el discurso penoso, de una estupidez verdaderamente supina, que perpetró Ana Palacio ante el Consejo de Seguridad. Sin las patochadas de Aznar que, informado de que el electorado católico del PP simpatiza más con el Vaticano que con la Moncloa, trata ahora de ejercer de exégeta del Papa. Sin las salidas de tono del propio Arenas, que perdió sus nervios hace semanas y deambula por la escena política cual Diógenes con su lámpara, a ver si se topa con su extraviado equilibrio emocional en alguna emisora de radio o en algún plató de televisión.

Su poder de convocatoria no se limita al peligro de guerra. Abarca también a Mayor Oreja hablando del «proceso de batasunización» de Nunca Mais, a Fraga justificando la retirada del apoyo de la Xunta a los premios de teatro diciendo que él no subvenciona a nadie para que le critique -como si las subvenciones a la cultura que otorga el Estado (no él: él no pone ni un euro) llevaran aparejadas una obligación de pleitesía política-, a Rato apuntándose cualquier brizna de mejoría económica y llamándose andana en cuanto aparece un dato negativo, de esa pareja intercambiable que son los ministros de Interior y Justicia, imposibles de distinguir...

Las manifestaciones de ayer las convocó el PP. Vaya que sí. Y arrasó.

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(*) El País hace un cálculo bastante ajustado -más retraído que generoso- y fija la cantidad de asistentes a la manifestación de Madrid en casi un millón de personas. Los comentaristas oficiales aseguran que fue de tamaño «semejante» a las celebradas tras el 23-F y el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Están obligados a decir eso, porque en ambas ocasiones ellos mismos hablaron de un millón de manifestantes.

A lo que se ve, hay millones y millones, y algunos millones son más millones que otros. Porque en las otras dos manifestaciones de referencia no se produjo en absoluto la saturación que ayer registró el centro de la capital del Estado. Aquellas fueron manifestaciones enormes, pero con su cabecera y su cortejo, al modo tradicional. Quien quería podía bordearlas, ir de arriba abajo, moverse a través de ellas, cruzarlas de acerca a acera... Lo de ayer fue de género totalmente distinto: era una masa compacta, sin comienzo ni fin definidos, casi imposible de bordear. Las apreturas llegaron a ser tan grandes en algunos puntos que empecé a temer que se produjeran avalanchas. Los padres que acudieron con niños estaban asustados (y con razón). Si en las otras manifestaciones hubiera habido realmente un millón de personas, ayer habríamos acudido dos millones. Pero no: aquellos millones fueron interesados; el de ayer, de cajón.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (16 de febrero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de febrero de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/02/16 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2003 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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