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2001/10/10 06:00:00 GMT+2

Los «mentirosos necesarios»

Planteo hoy en mi columna de El Mundo un razonamiento que ya desarrollé de manera más extensa la pasada semana en este Diario: si está establecido -y lo está- que la CIA tiene cientos de funcionarios, agentes y colaboradores a sueldo que se dedican a desinformar y a expandir mentiras all around the world, en aplicación de su propia doctrina sobre la «mentira necesaria», ¿cómo no dar por hecho que una parte de las presuntas noticias que se están difundiendo en relación a la crisis actual tienen que proceder de esa fuente y, en consecuencia, ser pura invención?

Pero demos una vuelta de tuerca más al asunto.

En el libro de investigación de Frances Stomor Saunders en el que baso mi razonamiento*, se da cuenta del modus operandi de la CIA: a) en el terreno estrictamente cultural, literario y artístico; b) en los principales países de la Europa democrática, y c) durante los años de la guerra fría, esto es, antes de la caída del Muro. Es decir, que apenas habla de los medios de comunicación de masas, no se refiere prácticamente para nada a España ** y no proporciona datos actualizados ***. Lo que yo hago es extraer de la investigación de F.S. Saunders el modelo de actuación de la CIA y presuponer: a) que la agencia norteamericana sigue siendo fiel, en lo esencial, a ese modelo, constante desde su fundación; b) que ese modelo lo aplica también al mundo periodístico, y c) que lo aplica también en la España de hoy.

Creo que son suposiciones muy razonables, pero conviene dejar constancia de que se trata de deducciones lógicas, no de hechos empíricamente constatados.

Dicho lo cual, empecemos por aclarar que, en contra de lo que alguna gente cree, la CIA no va repartiendo carnés de espías a gogó por esos mundos de Dios. Según cuenta -y documenta- F.S. Saunders, la agencia apenas suele tener en cada país agentes propiamente dichos dedicados a estas tareas. Ni siquiera en los europeos. Lo que hace es tejer una amplia red de complicidades en la que atrapa a bastantes profesionales, muchos de los cuales ni siquiera saben a ciencia cierta que están trabajando para la CIA. Se ven impelidos a servir a sus designios sencillamente porque cobran, en metálico o en especie, de plataformas formalmente asépticas especializadas en la concesión de favores: ignotas publicaciones que pagan a precio de oro artículos que poco importa si alguien lee, fundaciones y asociaciones que subvencionan actividades de alto standing (cursillos, conferencias, debates, viajes de lujo, etc.), premios, honores y prebendas de origen más o menos oscuro... A veces ni siquiera necesita crear nada de eso ad hoc: se aprovecha de lo ya existente, proporcionando los fondos necesarios para las tareas de presunto mecenazgo.

Sus agentes explotan también mucho el lado tripero de los profesionales: las sobremesas relajadas en restaurantes de muchos tenedores configuran un excelente escenario para el establecimiento de lazos de complicidad.

Esto en lo que hace al trato directo con la gente más o menos influyente. Pero hay que contar también con las posibilidades que tiene la agencia de intervenir por la vía empresarial: nunca ha carecido de medios, directos e indirectos, para persuadir a tal o cual grupo empresarial o financiero de la conveniencia de invertir -o de no invertir- aquí o allá. Y no hace falta decir qué formidable capacidad de convicción otorga el poder accionarial.

No me resulta nada difícil trasladar ese esquema de funcionamiento al mundo de los medios de comunicación de masas de la España de hoy (o de la Francia de hoy, o de la Alemania de hoy: tanto da). Conozco a un buen puñado de periodistas que tienen chollos rarísimos, sé de fundaciones y asociaciones que financian actividades de nulo valor intrínseco, me consta que se producen viajes de lujo de justificación prácticamente imposible, hay premios y becas genuinamente inexplicables... y ya casi mejor ni hablo de las comidas opíparas con sobremesas propicias a las confidencias. En ocasiones, incluso, me ha tocado participar a mí en alguna historia de ese estilo, más o menos de rebote. ¿Está la CIA detrás de todo ello? De todo, no; seguro. Pero es fácil que sí esté detrás de algo. Ignoro de qué. No sé a través de quién. Pero, insisto: es fácil que lo esté.

La siguiente pregunta es inevitable: en tal caso, ¿qué profesionales españoles de la comunicación serán los que trabajan para la CIA? No me refiero a gente que lo esté haciendo sin conciencia de ello -que de ésos puede haber varias toneladas-, sino a los que lo hacen a sabiendas, porque les consta que están en nómina.

Admito que nunca había pensado en esa posibilidad. Pero, ahora que me le ha planteado, se me han venido a la cabeza sin demasiada dificultad cinco o seis nombres. Y me da que no debo de andar muy errado.

Claro que no los daré. No sin pruebas.

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* La CIA y la guerra fría cultural, Ed. Debate, 2001. La obra será presentada por la autora y por mí mismo el próximo lunes, día 15, a las 19:00 horas, en la librería Fuentetaja (Fuentetaja, 46. Madrid).

** Hace reiteradas referencias, eso sí, a Salvador de Madariaga, intelectual español afincado en Londres y reputado políglota del que sus enemigos decían que era «capaz de decir estupideces en media docena de lenguas». Madariaga, como se sabe, es ilustre ancestro de los hermanos Luis y Javier Solana Madariaga.

*** Por razones obvias: algunos viejos agentes, ya retirados, están dispuestos a hablar o a escribir de lo que hicieron hace muchas décadas. Los que se encuentran en servicio activo no sólo no se avienen a hablar de sus actividades; es que ni siquiera reconocen que son agentes.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (10 de octubre de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 14 de junio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/10/10 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: diario 2001 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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