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2007/07/28 07:00:00 GMT+2

Van como motos

De modo que en el Tour de este año ya han expulsado también a Rasmussen, porque sospechan que el chico se ha drogado.

Aplican una justicia estupenda: primero cortan el cuello al acusado y luego incoan el sumario.

Yo no sé si el danés es culpable o es inocente (ni siquiera sé de qué), pero ellos tampoco, porque no hay sentencia que haya establecido nada de manera fehaciente.

Volvemos a la lógica del feudalismo: «Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos».

En este asunto hay diversos subasuntos latentes que no tengo nada claros, y que expongo a la consideración general, por si mis dudas pueden valer para algo.

Resumo:

1º) En la historia de todas las formas de excelencia humana, especialmente las artísticas, está presente la droga. Han sido muchos los genios que han buscado en tal o cual sustancia estimulante la mejora de sus prestaciones, por decirlo en lenguaje ciclista. ¿Deberíamos desposeer de todos sus muy ensalzados títulos a Freud, a Rimbaud, a Mallarmé, a Shakespeare y a tantos otros drogotas?

2º) El consumo de determinadas sustancias estimulantes, psíquicas o físicas (en realidad, y en último término, todas físicas), acorta la vida de quien las utiliza y le produce trastornos de salud más o menos graves. Bien. Pero, ¿en qué medida tal práctica forma parte de las opciones particulares de cada persona y en qué medida ha de serle impedida, por motivos de interés general?

3º) Los individuos que forman parte de los organismos oficiales que determinan que tal o cual sustancia es una droga prohibida, ¿pasan por test médicos que certifican que ellos, supremos censores, no consumen drogas prohibidas? Si es así, ¿dónde se exhiben los resultados de esos test?

4º (y como extensión de lo anterior): ¿por qué los ciclistas han de ser sometidos a exámenes tan continuos y exhaustivos, mientras tantos otros profesionales, de cuyo equilibrio psicológico dependemos todos, y en materias mucho más graves, pueden realizar sus funciones sin que nadie les haga un mal análisis?

Hace unos días defendí en un debate televisivo que tal vez no fuera mala idea que se hagan test médicos a los líderes políticos a la entrada y salida del Congreso de los Diputados. Por ejemplo, en esos días en los que las sesiones empiezan a las 10 de la mañana y acaban a las 12 de la noche.

Quizá es que me paso de suspicaz, porque soy muy flojo y me pierde la envidia por los fuertes, pero la verdad es que me resulta chocante que haya gente capaz de estar más fresca que una lechuga durante 14 horas seguidas. 

Tengo entendido que la cocaína ayuda a producir efectos de ese género. Y, como resulta que he estado en reuniones de gente de alto copete que se metía cocaína sin parar, pues voy y sospecho.

Dejémonos de bromas: aquí hay demasiados que no son ciclistas, pero van como motos.

Javier Ortiz. El Mundo (28 de julio de 2007). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de junio de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2007/07/28 07:00:00 GMT+2
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2007/07/23 07:00:00 GMT+2

Las cosas de palacio

Creen los de El Jueves que el secuestro judicial del último número de su revista ha venido provocado por la insistencia con la que un programa de televisión volvió una y otra vez sobre el dibujo en el príncipe Felipe y Letizia Ortiz resultaron caricaturizados en una actitud laboral un tanto equívoca. Seguro que tienen razón. Lo exhibido en una gran televisión generalista en prime time tiene un efecto social infinitamente mayor que un dibujo visto por un público adicto a la sátira y propicio a tomársela con espíritu burlesco.

No les tomo en serio, en cambio, cuando sostienen que el verdadero objetivo de su broma era  la propuesta de Zapatero de subvencionar la natalidad. Si el asunto ha tenido la repercusión que ha alcanzado –han de saberlo: son listos–, es porque la caricatura de Guillermo planteaba, con su tanto de sal gruesa, un asunto que muchos ciudadanos consideran altamente problemático: el de la vida regalada que proporcionamos entre todos a unos señores y señoras cuyo único mérito es o bien haber nacido en una cama de alta alcurnia o bien haber conseguido meterse en ella con el paso de los años. El dibujo hace sangre con ese asunto de fondo, y lo hace prescindiendo del bochornoso mimo con el que la prensa española ha venido tratando desde la Transición a la Monarquía juancarlista y a todos sus integrantes, lo que se ha manifestado tanto en la exageración ditirámbica de sus presuntas virtudes como en el implícito pacto de silencio con el que se han encubierto sus abusos y sus pifias.

Si la cuestión fuera que en España la Justicia vela escrupulosamente por el honor de todo hijo de vecino, lo sea de La Zarzuela o de Entrevías, estaríamos ante un debate muy distinto. Pero éste en un país en los que los asuntos más íntimos de cualquiera son materia de mercadeo y debate en cualquier lugar público a cualquier otra. Hace años, una revista satírica publicó una caricatura de Francisco Álvarez Cascos entregado a un ataque de furor carnal con quien era a la sazón su pareja, y ningún juez se dio por enterado.

Lo nuevo no es el tipo de sátira, sino la personalidad del satirizado. Y lo nuevo es también que bastantes medios de amplia difusión hayan recogido muchas críticas a la decisión del juez Del Olmo, optado por boicotearla en la práctica reproduciendo la portada prohibida. ¿Asistimos tal vez al ocaso de un tabú absurdo y anacrónico? Así lo creen algunos. 

Yo, de natural realista –o sea, pesimista– no puedo sino reparar en la naturalidad con la que casi todos los publicistas han asumido que el Rey haya recibido de una empresa privada y a modo de dádiva otro barco más, considerado el top de entre los de su clase. Una fruslería de más de un millón de euros. ¿No merece eso ningún comentario?

Se ve que todas las cosas de Palacio van despacio.

Javier Ortiz. El Mundo (23 de julio de 2007). Hay también un apunte que trata el mismo asunto: Unos más iguales que otros. Subido a "Desde Jamaica" el 26 de junio de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2007/07/23 07:00:00 GMT+2
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2007/07/21 07:00:00 GMT+2

La ley de Rajoy

Hay problemas de la sociedad cuya resolución exige el estudio y aprobación de nuevas leyes. Hay otros que tienen tratamiento, pero no legislativo. Y hay otros, en fin, que no tienen remedio.

En España hay tendencia a encarar todos los problemas reclamando reformas legislativas. Y si las que se realizan no producen el deseado efecto taumatúrgico, se demanda de inmediato que se reforme lo reformado.

No se tienen en cuenta algunas consideraciones por lo demás elementales. Por ejemplo: que no basta con sacar una ley que penaliza determinados comportamientos antisociales para que ese género de actos, si están anclados en sustratos culturales profundos, dejen de producirse. La violencia machista es un caso. La lucha contra la esencia opresora del sistema patriarcal es mucho más compleja y se dirime en muchos más frentes que el legislativo. Sin embargo, cada vez que un hombre agrede a una mujer aparece alguna voz preclara que afirma que eso demuestra que la ley es inadecuada.

El llamado «conflicto vasco» aporta un terreno también muy propicio para los que creen que todo es cosa de leyes y tribunales. De modo que, si la Ley de Partidos  («de Partido», habría que decir, porque se fabricó para uno solo) no funciona como estaba previsto, o es que hay que endurecerla o es que hay una mano negra que no quiere aplicarla. Queda descartado que el problema desborde el universo leguleyo.

Otro tanto habría que decir de la Ley de Extranjería. Se ha producido otra espantosa tragedia cerca de Canarias y ya tenemos de nuevo al coro de siempre clamando por la reforma de la Ley. No quieren ni plantearse que quizá el drama no reclame más leyes restrictivas, que ya lo son hasta extremos abochornantes, sino una política global de restitución al Tercer Mundo de sus posibilidades cercenadas, para que sus habitantes tengan futuro en su propia tierra y se olviden de venirse para aquí a aprender idiomas, como cantaba con brutal sarcasmo Carlos Cano en los tiempos en los que a nosotros nos tocaba ir a Alemania, a Suiza o a Francia.

Siguiendo en esa misma onda, Rajoy se ha topado con la evidencia de que está a un tiro de piedra de las próximas elecciones generales y de que su política de alianzas tiene un sorprendente parecido con la estepa siberiana, y, en vez de plantearse la posibilidad de convencer a Acebes –ya que hemos pasado por Siberia– de que deje de emular a Stalin, que decía aquello de que «el partido se fortalece depurándose», ha optado por dedicarse a especular con una posible reforma de la Ley Electoral, tratando de resolver el problema de su aislamiento político… propugnando que los demás tengan prohibido entenderse.

Imagino que primero tendrá que conseguir la aprobación de otra ley, que le permita cambiar la Ley Electoral estando en minoría.

Javier Ortiz. El Mundo (21 de julio de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: La ley de Rajoy. Subido a "Desde Jamaica" el 26 de junio de 2018.

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2007/07/16 07:00:00 GMT+2

El perdón está de sobra

Contó la prensa española del sábado que la Corte Suprema de Argentina ha dictaminado, en esencia, que los crímenes contra la Humanidad ni prescriben ni pueden ser materia de amnistía o indulto, razón por la que los responsables de la dictadura que los atenazó durante años deberán ir a la cárcel.

Me ha extrañado que ninguna autoridad española haya criticado esa sentencia. Es raro. Porque, de aceptarse que los crímenes de las dictaduras no pueden ser materia de amnistía, nuestros dignatarios deberían repudiar lo que ellos mismos –hablo de los cargos, no de las personas, aunque a veces dé lo mismo– hicieron durante nuestra venerada Transición.

¿En qué punto falla mi razonamiento? ¿Quizá es que no he comprendido que el principio universal establecido por la Corte Suprema argentina no es realmente universal, sino tan sólo nacional, o regional, o subcontinental? ¿O será que me he hecho una idea equivocada de lo que significan los conceptos de «dictadura» y «guerra sucia», que habría que aplicar inexorablemente a la barbarie que causó la desaparición de 30.000 personas allí, pero no al exterminio de cientos de miles de personas aquí, perpetrado no en el curso de una confrontación armada, sino cuando las hostilidades supuestamente ya habían cesado?

Hace algunos días escribí un texto citando a varias personas que fueron asesinadas en mi proximidad allá por los setenta. Algunos lectores me han escrito preguntándome quiénes eran los citados y cómo murieron. ¿Cómo lo van a saber, si su recuerdo está enterrado mucho más hondo que sus cuerpos? ¿Quién alienta la memoria de Jesús Mari Ripalda, que fue asesinado por la Policía de Franco a tres calles de mi casa, en San Sebastián, por manifestarse en contra de la pena de muerte? ¿Cuántos guardamos el recuerdo de Miquel Grau, al que un falangista aplastó la cabeza en la Plaza de los Luceros de Alicante porque estaba pegando un cartel en favor del Estatut? Diríjanse a Su Majestad el Rey de España, que acaba de perorar muy solemnemente sobre «asesinatos cobardes». Que él les enseñe a distinguir entre asesinatos valientes y cobardes, y les cuente por qué de unos vale la pena hablar y de los otros –si lo sabrá él– resulta mejor olvidarse.

Me lo plantean cada vez que recuerdo las andanzas de alguna gente que todavía aparece por las tribunas presumiendo de su pasado, tipo Manuel Fraga o Rodolfo Martín Villa: «Pero, hombre, ¿es que tú no perdonas?». Me resulta hasta cómico. Pero, ¿cómo se puede perdonar a alguien que se enorgullece de lo que hizo? ¡Si, tal como están las cosas, se diría que quienes deben pedir perdón son los que lucharon contra ellos!

Las madres de la Plaza de Mayo popularizaron una consigna: «Ni olvido ni perdón». Aquí, la mitad resulta superflua. Habiendo olvido, el perdón está de sobra.

Javier Ortiz. El Mundo (16 de julio de 2007). Hay también un apunte que trata el mismo asunto: El perdón está de más. Subido a "Desde Jamaica" el 26 de junio de 2018.

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2007/07/14 07:00:00 GMT+2

Los milagros de Rajoy

Dice Mariano Rajoy que los últimos éxitos que ha tenido la Policía en su esfuerzo por prevenir los atentados de ETA han sido «milagrosos». Se entiende que apele al papel benefactor de la Divina Providencia, tan poco activa en Yemen y tan pluriempleada, según él, por estos pagos. No puede admitir que tales aciertos procedan de ningún factor humano, porque, de hacerlo, estaría mostrando la inconsistencia del componente principal de su actual artillería propagandística, a saber: que ETA se encuentra hoy más fuerte que nunca y sus enemigos más indefensos que jamás, por culpa de Zapatero.

El PP tenía ya un grave problema con la realidad. Ahora se le añade otro.

El anterior procedía del creciente convencimiento colectivo de que en los últimos años se ha producido una notable reducción de los recursos sociales de ETA. Es mucha la gente, y no sólo del Ebro para arriba, que aprecia que el peso de la organización armada en la sociedad vasca es cada vez menor. No hablo del peso del independentismo, ni siquiera de la influencia del ideario de la izquierda abertzale radical, sino, en concreto, del peso de ETA. Sencillamente: es evidente que el grupo terrorista, lejos de estar más fuerte, pasa por su peor momento.

Ese debilitamiento social le acarrea una creciente fragilidad organizativa. No podía ser de otro modo. ¿Que tiene cantera, gente, dinero y armas? Es posible. Carezco de la información necesaria para emitir un dictamen propio. A cambio, veo cómo se le empequeñece el caldo de cultivo, la simpatía ambiental, la complicidad social. Lo cual la vuelve cada vez más vulnerable a la represión policial.

Tal cosa no constituye ningún mérito que quepa atribuir a los aciertos del Gobierno de Zapatero, que ha hecho mucho menos de lo que sus rivales le atribuyen. Lo que sí cabe afirmar taxativamente es que se trata de algo que ha llegado a pesar de los esfuerzos del Partido Popular y de sus agentes propagandísticos y judiciales, que han empujado erre que erre en la dirección contraria.

Reclamar a ETA que negocie, mostrarle la viabilidad de un acuerdo razonable para su desaparición del mapa y hacer ver a quienes viven en su vecindad político-social que les es más rentable, a todos los efectos, concentrar sus aspiraciones en el campo de la contienda política, no sólo no ha debilitado la lucha para acabar con el terrorismo, sino que la ha fortalecido. En el plano social, desde luego, pero también, según todas las trazas, en el terreno policial.

Ésa es la realidad esencial. A partir de ella, lo de menos es que tal o cual caída se deba a esta o la otra colaboración policial, al dato proporcionado por el vecino tal o a la avería que sufrió la furgoneta cual.

Nada de milagros. Las casualidades formales son tan sólo las grietas por las que se abre paso la necesidad de fondo.

Javier Ortiz. El Mundo (14 de julio de 2007). Hay también un apunte que trata el mismo asunto: El milagro de Rajoy. Subido a "Desde Jamaica" el 26 de junio de 2018.

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2007/07/09 07:00:00 GMT+2

Nemo es vuestro nombre

Yo no sé quién ganó el debate parlamentario llamado «del estado de la nación». Si me toca determinar quién resulta vencedor en una justa, la primera condición que pongo –me parece elemental– es que todos los participantes jueguen a lo mismo. Pero, si uno sale para vencer en una competición de 100 metros libres, otro para correr una maratón olímpica y  un tercero para coger en la estación de Austerlitz el expreso de las 14:20, entonces me rindo. Son empeños de distinto orden y, en consecuencia, incomparables.

Acabo de leer a un comentarista de ésos que dan por hecho que todo el mundo juzga la vida con sus mismos criterios. Su análisis del enfrentamiento de la pasada semana entre Zapatero y Rajoy zozobra en una marejada de absolutos: «Todo el mundo se dio cuenta…», «Cualquiera pudo entender…», «A nadie se le escapó…» Su perorata incluye la afirmación predilecta de Rajoy: «Zapatero volvió a hablar de asuntos que a nadie importan». A esta gente le da igual –digo, por poner un ejemplo– que le coloques delante de sus morros, uno tras otro, a varios cientos de miles de ciudadanos que exigen justicia para las víctimas de la dictadura. Ellos lo tienen clarísimo: es un asunto que a nadie importa, y sanseacabó.

Puede que me equivoque, pero para mí que a Zapatero le hicieron sus expertos un análisis muy semejante al que hicimos más de uno y más de dos, a ojo de mal cubero, tras las últimas municipales y autonómicas.

No crea a quienes le dicen que le ha perjudicado lo de ETA, el proceso de paz y la patria en peligro. Esa literatura rescatada del discurso de la Comedia –haga las cuentas, región por región– apenas pintó nada el 27-M. Lo que desmovilizó hace mes y medio al electorado de 2004 fue la visión deprimente de su gobierno romo, tontamente abrumado por los embates de la derecha bancaria y del percal cardenalicio, incapaz de hacer nada, no vaya a ser que.

El 27 de mayo Zapatero perdió no poco respaldo de la izquierda social, que hoy es en gran medida joven y rupturista, aunque no a la manera de hace medio siglo, sino a su modo de hoy, que ya apunta, con ganas y con rabia. Una izquierda social dispuesta a abstenerse, a nada que se vea burlada y dejada sin voz en la contienda.

«¿Me quieres creer que mi hijo ha colocado en su cuarto una bandera republicana, sin decirnos a cuento de qué?», me comentó hace poco un amigo, obrero y sindicalista «de toda la vida». Claro que quiero creerle.

El miércoles y el jueves pasados, Zapatero quiso conectar con ese millón y pico que votó el 14-M y se abstuvo el 27-M.

Relamiéndose las heridas, Rajoy y los suyos imitan ahora al peor Ulises, al Ulises tramposo. «A nadie le importa…»  ¿A nadie?  No nos toméis por Polifemo. Sabemos que vuestro nombre es Nadie.

Javier Ortiz. El Mundo (9 de julio de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: Nemo es vuestro nombre. Subido a "Desde Jamaica" el 26 de junio de 2018.

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2007/07/07 07:00:00 GMT+2

Oído al parche

Llevo muy mal la desidia. Mucho peor que la estupidez. Si alguien se esfuerza por hacer bien lo que le corresponde y no lo consigue, pobrecillo: qué culpa tiene. Al que no trago es al que ni siquiera lo intenta. Al que practica la chapuza porque le importamos una higa los receptores de sus patas de banco.

Me topo con gente así a todas horas, cuando escucho los boletines informativos de las radios. Anteayer hice en cosa de nada una breve antología de dislates radiofónicos, puestos en circulación con total naturalidad, ya que no alegría.

Me encontré, para empezar, con varios «falsos avisos de bomba». Respondí en voz alta al locutor: «No, hombre, no. Los avisos no han sido falsos. Se han producido. Otra cosa es que avisaran de algo inexistente».

Algo antes (o después, ya no me acuerdo) otro supuesto informador me soltó: «Ha sido detenido en Ayamonte un automóvil cargado de explosivos». «¡La mar de automóvil -me dije-, si viajaba sin conductor!».

En un momento dado –que, como decía Lázaro Carreter, es cuando sucede todo–, una locutriz me dio a conocer que el ministro español de Exteriores había aludido al atentado «cometido en Líbano por un vehículo suicida». ¿Un vehículo suicida? Jodó, cada vez los fabrican con más prestaciones.

Un corresponsal en la capital francesa me informó minutos después de la detención de «tres nuevos miembros de ETA». Tendí a suponer que lo novedoso había sido su detención, no su pertenencia a ETA.

No quisiera eternizarme con chorradas de este género, aunque a fe que podría. Anoté también que un vehículo había sido «cargado con 50 explosivos» (¿no sería con 50 kilos de explosivo?) y que la Policía había realizado «tres explosiones controladas» en el mismo coche, Dios sabe con qué intenciones. Me dio tiempo asimismo para preguntarme por qué Moratinos habla siempre de «aeronaves», pudiendo expresarse como la gente normal y decir «aviones».

Pero el momento cumbre de mi tiempo dedicado al hastío informativo-radiofónico llegó cuando me pusieron a la nueva ministra del Interior del Reino Unido quien, a la vista del lío que se le había montado a base de médicos suicidas y tal y cual, se presentó ante el mundo mundial y dijo: «Tenemos que enviar un mensaje claro de rechazo al terrorismo».

Admito que eso me conmovió hasta lo más íntimo. Se disiparon de golpe todas las dudas que tenía sobre la posible complacencia de la señora Smith con el terrorismo. Se desvanecieron mis sospechas sobre la indeterminación del Gobierno de Su Graciosa Majestad a la hora de enviar mensajes, en general, y de lanzar urbi et orbi mensajes de rechazo al terrorismo, en particular.

¡Qué certero torpedo en la línea de flotación de la verborrea insustancial de los políticos!

Gracias, señora Smith. Me ha devuelto usted mi fe en la radio como fuente de profundización gnoseológica.

Javier Ortiz. El Mundo (7 de julio de 2007). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de junio de 2018.

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2007/07/02 07:00:00 GMT+2

Navarra, campo de batalla

El alto mando del PP se refiere a los integrantes de Nafarroa Bai (NaBai) sirviéndose de una curiosa perífrasis: «Los que quieren que Navarra deje de ser Navarra».

Se proclaman defensores de la identidad de Navarra pero, en la práctica, la tienen por muy poco. La encorsetan en una simple contingencia institucional, desproveyéndola de sus hondas raíces históricas y de su fuerte personalidad cultural y social.

¿Navarra es y será Navarra sólo en la medida en que mantenga su estatus político-administrativo presente? Si así fuera, habríamos de deducir que Navarra no fue Navarra hasta agosto de 1982, cuando se aprobó la vigente Ley de Amejoramiento. Lo cual es tan absurdo como vaticinar que dejaría de ser Navarra si alcanzara acuerdos de coordinación administrativa con otros territorios que participan de su misma tradición foral, como son Alava, Guipúzcoa y Vizcaya.

Manejan el espantajo de la asociación de Navarra a las tres provincias de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) haciendo como si desconocieran dos realidades clave. La primera es que NaBai se ha comprometido por activa y por pasiva a no plantear ningún posible cambio en el estatuto jurídico de la Comunidad Foral a lo largo de la legislatura que ahora empieza. La segunda es que NaBai (esto es, los diversos partidos y personalidades independientes que la integran) defiende que para llevar a la práctica cualquier cambio de ese género, en el caso de que llegara a plantearse en un futuro, se precisaría el respaldo de la mayoría del pueblo de Navarra, que debería otorgarlo (o negarlo) en un referéndum convocado al efecto. Lo cual excluye por principio cualquier iniciativa de género impositivo.

No olvidemos en este punto que las imposiciones, en una situación como la navarra, pueden ser de dos tipos, y no sólo del que tanto abomina el PP. También constituiría una imposición inaceptable que una autoridad, fuera del tipo que fuere, pretendiera vedar a los navarros la posibilidad de avanzar por la vía de su progresiva coordinación cultural, económica y político-administrativa con los territorios de la CAV. Una eventualidad que -no lo olvidemos- está prevista en la propia Constitución Española y que es hondamente sentida por buena parte de la sociedad navarra.

El PP y su franquicia local, UPN, son perfectamente capaces de decir que se tomarían como un casus belli que un nacionalista fuera elegido para presidir una institución foral y, a la vez, pretender que son los máximos defensores de posiciones integradoras del conjunto de la población navarra. Quieren marginar a la segunda fuerza política del territorio... ¡en nombre de la convivencia y el entendimiento!

Pero todo eso da igual. Contemos con que se trata de gente a la que le importa un bledo no ser razonable. Se conforma con resultar contundente.

Javier Ortiz. El Mundo (2 de julio de 2007). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de junio de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2007/07/02 07:00:00 GMT+2
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2007/06/30 07:00:00 GMT+2

Los lunes a la sombra

Dos sindicalistas de Naval Gijón, Cándido González Carnero y Juan Manuel Martínez Morala, están recluidos en la prisión asturiana de Villabona desde el pasado 16 de junio. Han sido encarcelados para que cumplan una pena de tres años de cárcel que les fue impuesta al ser considerados responsables de la rotura de una cámara de videovigilancia, destrozo que se produjo en el transcurso de una manifestación obrera que tuvo lugar en marzo de 2005 en defensa de la continuidad del astillero, por entonces amenazado de desmantelamiento.

La muy severa sentencia condenatoria se basó únicamente en el testimonio de varios policías, que señalaron a Cándido y a Morala -así los llaman sus compañeros: al uno por el nombre de pila y al otro por su segundo apellido- como autores del hecho. El tribunal que los condenó se negó a tener en cuenta las imágenes de un vídeo grabado por la propia Policía en el que se constata claramente que ninguno de los dos procesados estaba entre quienes lanzaron el petardo que impactó contra la cámara. Tampoco quiso considerar el hecho de que uno de los testigos de la acusación fue un policía que había estado infiltrado en los ambientes sindicales y de la izquierda de Gijón, en los que hizo cuanto pudo por incitar a la comisión de actos de vandalismo, protagonizándolos a veces él mismo. En fin, rechazó las declaraciones exculpatorias de varios testigos de lo sucedido, entre ellos algunos periodistas.

Resulta inicialmente sorprendente el empeño policial-judicial en endosar a Cándido y a Morala la responsabilidad de ese suceso, cuando todo el mundo sabe que fueron cientos los trabajadores de Naval Gijón los que, indignados por los planes de cierre que se cernían sobre su empresa, participaron en aquellas muy crispadas manifestaciones. Otras zonas «reindustrializadas» han vivido protestas semejantes y nadie ha ido a la cárcel por ello.

¿Qué tiene de especial el caso de Cándido y Morala? Algunos formulan una sospecha digna de consideración. Recuerdan que la Naval Gijón tiene sus instalaciones en un terreno industrial de 300.000 metros cuadrados situados en una zona costera que podría convertirse en suelo muy valioso para el gremio del ladrillo. Son muchos los que piensan que el astillero sobra, aunque se haya demostrado que es viable como empresa.

Fernando León de Aranoa ha comparado a Cándido y a Morala con los protagonistas de Los lunes al sol, Santa y José. Tienen mucho en común, sin duda, pero también importantes diferencias. Como el propio León de Aranoa recuerda, a Santa, el protagonista de su película, le piden una pena casi simbólica por haber roto una farola. En el caso de los dos sindicalistas de Gijón, la pena no tiene nada de simbólica. Y, además, nadie ha probado que hayan roto nada.

Una vez más, la realidad se empeña en superar a la ficción.

Javier Ortiz. El Mundo (30 de junio de 2007). Hay también un apunte que trata el mismo asunto: Cándido y Morala. Subido a "Desde Jamaica" el 25 de junio de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2007/06/30 07:00:00 GMT+2
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2007/06/25 07:00:00 GMT+2

Ambivalencia «made in USA»

La próxima semana verá la luz pública un amplio documento oficial en el que se reconocen numerosas actividades delictivas protagonizadas por la CIA y otros organismos de la Administración de EE.UU. entre 1953 y 1973. Entre ellas figuran numerosas acciones criminales llevadas a cabo más allá de sus fronteras, incluidos varios intentos de magnicidio y unos cuantos golpes de Estado.

La noticia me sugiere dos comentarios de apariencia contradictoria.

El primero, y muy obvio, se refiere a la demostrada capacidad de los sucesivos gobiernos de Washington para saltarse a la torera cualquier restricción legal con tal de imponer soluciones acordes con sus intereses. Desde matanzas en masa a asesinatos selectivos, desde el patrocinio de dictaduras a la organización de escuadrones de la muerte, desde actos de terrorismo atribuidos a terceros a la compra sistemática de oligarquías venales... La fuerza bruta norteamericana, uniformada o vestida de civil, ha venido actuando en constante aplicación del manido principio jesuítico que pretende que el fin justifica los medios, lo que en su caso resulta doblemente inaceptable, porque no sólo sus medios son repulsivos: también lo son sus objetivos de dominación mundial.

Pero, si lo anterior es cierto, no lo es menos -y aquí viene la aparente contradicción a la que me refería más arriba- que el sistema norteamericano, a diferencia de los que conocemos en otras latitudes, prevé el acceso público a los secretos oficiales una vez que tales secretos dejan de ser directamente operativos. Los historiadores y los estudiosos tienen acceso a numerosos documentos que fueron clasificados como secretos en el momento de su elaboración y que resultan de un interés extraordinario, no sólo por la luz que arrojan sobre el pasado, sino también por las pistas que dan para imaginar el presente.

No hace falta decir, supongo, que no todos esos documentos acaban conociéndose. Unos se mantienen ocultos, mientras otros afloran tras haber sido expurgados a conciencia, en nombre de la Seguridad Nacional. Pero, con todo y con eso, la parte desclasificada aporta una información valiosísima, sin parangón en otros países. Tan es así que hay episodios no muy edificantes de la Historia de España -de la Transición, sin ir más lejos- sobre los que hoy en día sabemos más gracias a los documentos desclasificados del Pentágono que por lo que está a nuestra disposición en el propio escenario de los acontecimientos.

Esa capacidad del sistema político norteamericano para hacer lo peor y, acto seguido, reconocerlo al menos en parte, ilustra no poco sobre la complejidad de una sociedad con la que muchos españoles tienen relaciones neuróticas: pretenden que la desprecian, pero no paran de mirar hacia ella y de imitarla. Casi siempre en lo que tiene de peor, por desgracia.

Javier Ortiz. El Mundo (25 de junio de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: Ambivalencia «made in USA». Subido a "Desde Jamaica" el 25 de junio de 2018.

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