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2001/02/05 06:00:00 GMT+1

Huelga de hambre

Oí ayer en la radio -no certifico la veracidad de la información- que ninguna de las fuerzas sociales que han respaldado a los inmigrantes encerrados en iglesias de Barcelona apoyó su decisión inicial de ponerse en huelga de hambre. Según la noticia, todas las organizaciones solidarias entendieron que era una actitud «excesiva».

La noticia me trajo a la memoria algo que viví de cerca en París, allá por 1974.

Un amplio grupo de inmigrantes pakistaníes a los que la Administración francesa había negado el permiso de residencia se encerró, ya no recuerdo dónde. Los pakistaníes proclamaron que se irían suicidando uno tras otro, hasta que sus reivindicaciones fueran satisfechas.

Al principio, las autoridades de París no se tomaron en serio la amenaza.

La cosa cambió radicalmente cuando se suicidó el primero.

Hubo una reacción colectiva de horror en la opinión pública.

El debate fue intensísimo también en el movimiento de solidaridad con los encerrados, en el que yo participaba. Casi todo el mundo sostenía que el medio de lucha elegido por los pakistaníes era inaceptable y que debíamos presionarles para que lo abandonaran.

Yo defendí que tenían derecho a disponer de sus vidas a voluntad. Argumenté que, además, estábamos hablando de «la vida» como si esa palabra significara lo mismo para todo el mundo. Para nosotros, vivir era disfrutar de muchas posibilidades; para ellos, una larga cadena de padecimientos. Había que considerar igualmente las diferencias de cultura: estábamos discutiendo sobre «la vida» como si el papel que esa idea juega en el universo mental judeocristiano fuera el único posible, y no es así.

Me temo que mis razones no convencieron a casi nadie. Tanto dio, porque los argumentos de quienes no estaban de acuerdo conmigo tampoco convencieron a los pakistaníes, que continuaron suicidándose.

Así que se autoinmolaron cuatro o cinco, la presión de la opinión pública se hizo intolerable para las autoridades. Concedieron el permiso de residencia a los supervivientes y suavizaron las normas legales para la acogida de inmigrantes, en general.

Supongo que es un ejemplo extremo, pero ilustra bien un principio que es fundamental en todo proceso reivindicativo: lo primero que hace falta para que se tomen en serio lo que reclamas es que te lo tomes en serio tú mismo.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (5 de febrero de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de abril de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/02/05 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: diario 2001 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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