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2001/12/15 06:00:00 GMT+1

Esclavos modernos

Un corte en el suministro eléctrico dejó ayer al centro de Barcelona y a media Cataluña a dos velas.

Sostiene el libro del Génesis que dijo Dios: «Fiat lux» («Hágase la luz»), pero se ve que la Naturaleza andaba tirando a indolente y le hizo caso sólo a medias: puso luz al día, pero mantuvo la noche en tinieblas y dejó el asunto de la electricidad supletoria en manos de Edison y otros inventores ambiciosos, que son los malditos responsables de que existan FECSA, FENOSA, Iberdrola, EDF y demás traficantes de fluido. Por culpa de lo imperfecto de la voluntad divina, en suma, la vida pública de la capital catalana se vio sumida ayer en el caos: ni alumbrado público, ni comercio, ni bares, ni nada.

Como quiera que, además, hacía un frío de mil pares, la gracia dejó al personal con la sonrisa helada. Doblemente helada, porque ya había comenzado a congelársele la víspera, cuando FECSA anunció su intención de subir las tarifas.

La ciudadanía barceloní tuvo ayer la oportunidad de experimentar lo que yo, como sufrido habitante ocasional de una casa perdida en el quinto pino de la montaña alicantina, vivo cada dos por tres: adiós electricidad, adiós todo. Adiós electricidad, ergo adiós ordenador, ergo adiós trabajo. Adiós electricidad, ergo adiós televisión, adiós parabólicas. Adiós electricidad, ergo adiós música. Adiós electricidad, ergo adiós comida acumulada en el frigorífico para una semana entera de retiro. Adiós electricidad, ergo adiós radiadores de calefacción o adiós aire acondicionado, según la estación del año.

¿Que se puede prescindir de todo ello? ¿Que sin nada de todo eso ha vivido la Humanidad durante siglos? ¿Que también existe el butano, y existen las pilas, y los generadores autógenos, y las velas, y la leña para la chimenea? Ya lo sé. Vaya que sí lo sé: echo mano de ello demasiado a menudo -todos los días- como para no saberlo. Estoy lejos de pretender que sin electricidad uno se muera necesariamente de asco. Pero es un asco.

Yo soy esclavo de la electricidad. No sólo lo admito, sino que además me proclamo encantado de serlo. Odio la costumbre que tienen las compañías eléctricas -Iberdrola, en mi caso- de manumitirme de vez en cuando sin dejar de cobrarme el precio de la esclavitud.

Pero mucho más odio al Estado que permite a estos nuevos esclavistas hacer lo que se les pone en un sector que es estratégico como pocos. Un Estado así, incapaz de defender a los contribuyentes que lo mantenemos, merece ser condenado... a la silla eléctrica.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (15 de diciembre de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de junio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/12/15 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: diario 2001 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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