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2014/05/22 21:04:23.321083 GMT+2

Votar o no votar

Votar o no votar, esa no es la cuestión.

O, al menos, no es la única cuestión política.

La discusión sobre la utilidad de votar o no en unas elecciones parlamentarias en régimen partitocrático suele encallarse en torno a dos posiciones absolutas, supuestamente aplicables por principio en todo momento: o bien el voto es imprescindible para lograr cualquier cambio político reseñable (y la abstención es vista entonces poco menos que como una traición), o bien el voto no sirve para nada salvo para legitimar a las burocracias partidistas o a los privilegiados que consigan escaño (y el voto se presenta entonces como colaboracionismo). Al plantearlo en estos términos, tanto unos como otros coinciden en considerar el voto como un acto trascendental y decisivo que marca a uno de manera indeleble frente a la sociedad a quien lo lleva a cabo. Pero ni tanto, ni tan poco. 

La conveniencia o no del voto en un juego desigual y dominado por tramposos depende de diversos factores, entre los que destacan el contexto político del momento, las fuerzas políticas que se presentan, y las oportunidades que se abren para quienes promovemos una transformación democrática de la sociedad. En este sentido, el voto debe contemplarse como una acción más, dentro del repertorio de acciones políticas posibles, como hacer huelga, manifestarse o difundir ideas. Su utilidad depende de la estrategia en la que se enmarca.

La necesaria crítica a la representación no es incompatible con ejercer el voto en determinados momentos o implicarse en la política de las instituciones existentes. De hecho, el dilema descrito arriba (voto imprescindible o digna abstención) es propio del representado que anhela un representante con el que poder identificarse -una búsqueda identitaria cuya frustración puede conducir justamente a la abstención. Más bien, el "no nos representan" debería implicar su desacralización, desde una perspectiva no estatocéntrica. En realidad, el llamado voto útil, terror de moralistas y terreno fértil para la teoría de juegos y los asesores de márketing, ya supone un reconocimiento -no necesariamente bien orientado- de la realidad del voto único. Presupone un pensamiento estratégico y cierto cuestionamiento, individualista eso sí, del significado del mandato representativo.

La ruptura con la lógica representante-representado exige por tanto concebir el voto como una herramienta, que puede ser importante, pero que no es menos relevante que la actividad política colectiva que se requiere después de unas elecciones. El ritual electoral parlamentario (campaña, recuento, celebración) presenta la votación como el final de la actividad política del representado y el inicio de la actividad política del representante en quien aquél delega. La propia intensidad de las campañas electorales, con su reiteración hasta el aburrimiento de eslóganes y mensajes proselitistas, contribuye a la resaca y desmovilización posteriores, justo cuando es más necesaria la participación, el debate, la presión para exigir el cumplimiento de las demandas populares y el control de las personas que resultan elegidas para ocupar cargos políticos. El vacío que deja nuestra retirada es ocupado luego, progresivamente, por los grupos de presión (corporativos, financieros... u oenegeros) y por el aparato burocrático de los partidos que privilegia la interacción con aquéllos.

Como he sostenido en este blog, prefiero "conseguir un entorno institucional más favorable al despliegue de la sociedad en movimiento" que resignarme a acoger los golpes con quejas o mediante repertorios exclusivamente expresivos. Afortunadamente, en este ciclo electoral que se abre el 25 de mayo con las elecciones al Parlamento Europeo y que continuará, querámoslo o no, hasta finales del 2015 con las elecciones municipales y generales, contamos con algo novedoso: las experimentaciones políticas que ha generado el clima 15M (o post15M) y que tienen la potencialidad de articular otro tipo de relación entre electores y elegidos, entre las instituciones existentes y las posibles instituciones democráticas por venir. En la medida en que se alejen de la forma-partido, será posible y deseable la participación transversal -en distinto grado- en varias o en todas estas iniciativas sin necesidad de convertirse en militante de carné y banderín, y la principal limitación es el tiempo disponible que tenemos para ello. En cuanto a las candidaturas que se presentan a las próximas elecciones, el Partido X ha entendido este aspecto y durante la campaña ha tendido puentes -bien es verdad que de manera algo improvisada y desde posiciones de debilidad- a Podemos, que deberían replantearse con más sosiego tras la campaña. Pero en unas elecciones solo se puede votar una lista.

Por mi parte, votaré por Podemos. Es el proyecto electoral con el que he colaborado más de cerca (donde vivo muy pronto se formó un "círculo", no un nodo X) y el que siempre he pensado que podía ganar más fuerza e incorporar un espectro más amplio de personas (especialmente a las menos activistas), algo necesario en unas elecciones. El peso de la figura de Pablo Iglesias no debería hacernos olvidar la heterogeneidad de las personas que participan en los círculos y la de sus electores. La iniciativa presenta defectos, riesgos y en su corto período de vida se han cometido errores que deberán abordarse democráticamente tras el 25 de mayo. Algunos de esos defectos son producto del electoralismo y de una centralización en la toma de algunas decisiones que se ha justificado por la urgencia electoral. Otros son errores comunes con los de otras candidaturas, especialmente por lo que respecta a la falta de politización de lo europeo (que tampoco ha logrado el Partido X con la adaptación de su programa a lo que existe en la UE). Discrepo en asuntos no menores, como la innecesaria retórica patriotera de Pablo, que dudo mucho que sea lo que al final movilice a la mayoría de sus votantes, sobre todo en determinados territorios del Estado. Pero Podemos ha reactivado mecanismos colaborativos y tiene una fuerza antagonista de la que carece por ahora el Partido X, con su lenguaje tecnocrático y procedimental. Y en estos tiempos necesitamos más antagonismo que competencias de gestión, más ilusión que eficacia técnica, no solo frente a la "casta", sino frente a los otros "patriotas", los que sí ganan adeptos por la reivindicación reaccionaria de comunidades nacionales que se reservan el derecho de admisión. 

Porque el citado ciclo electoral se produce en un contexto global y europeo turbulento, con fuerzas reaccionarias que han ido recuperando el terreno que habían perdido tras la crisis financiera de 2008 y tras el ciclo de protestas iniciado en 2011, promoviendo una agenda aún más regresiva que la que ganó impulso tras los atentados del 11S. Este es un proceso que no podemos ignorar, pensando que pasará o que no tendrá impacto alguno en un régimen constitucional español en estado avanzado de putrefacción. Tenemos que interrumpir el proceso de recomposición en curso de las elites de la España y de la Europa neoliberales (en última instancia intergubernamental) evitando al mismo tiempo su recambio autoritario.

Después del 25 de mayo habrá que evitar cerrarse sobre lo nuevo que hayamos creado, especialmente en el caso de las propuestas que tengan éxito y accedan a las instituciones. Necesitamos un cambio de régimen y esto supone un cambio constitucional (también a nivel europeo) sobre la base de una agenda propia, no una adaptada a los requerimientos del poder constituido. Deberíamos seguir empujando en esa dirección desde posiciones y perspectivas diversas. Llevará tiempo. El debate en el que deberíamos estar embarcándonos ya va bastante más lejos que la confección de un programa electoral y desborda cualquier plataforma electoral. No hace falta renunciar a estas, siempre que sigan evolucionando de manera abierta, democrática y conversen entre ellas regularmente, no solo cuando te convoque un canal de televisión. En este sentido, entre estas elecciones y las siguientes tenemos citas que aprovechar: la consulta por la democracia o lo que pueda desarrollarse tras el multireferèndum en el ámbito catalán. Porque si bien la representación parlamentaria reclama un matrimonio monógamo santificado con el voto, la democracia no podrá ser sino pura promiscuidad.

 

Escrito por: Samuel.2014/05/22 21:04:23.321083 GMT+2
Etiquetas: representación elecciones parlamento-europeo partido-x democracia podemos 15m | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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