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2007/10/27 18:16:48.742000 GMT+2

¿Termidor en Venezuela?

"Lo que tratamos de asegurar es que nuestro anhelo de libertad no recaiga de nuevo en otra forma de soberanía, y nuestro sueño de democracia en la pesadilla de la tiranía. Los revolucionarios hace tiempo que son conscientes de que todas las revoluciones, hasta la fecha, sólo han servido para perfeccionar la forma del Estado, no para destruirlo. La revolución de la multitud no debe sufrir la maldición de Termidor *." Antonio Negri & Michael Hardt, Multitud (2004)

La Asamblea Nacional de Venezuela aprobó anteayer una reforma de 69 artículos de la Constitución aprobada en referéndum en diciembre de 1999. Los opositores al gobierno de Hugo Chávez, incluyendo nuestros medios de comunicación, denuncian que la reforma convierte al presidente Hugo Chávez en un dictador, al instaurar la reelección sin límites y la extensión del mandato presidencial a períodos de siete años. También claman contra la limitación de la libertad de información prevista para los estados de excepción. Por cierto,el artículo 55 de la venerada Constitución Española prevé exactamente lo mismo. Lo preocupante del caso venezolano es que la declaración del estado de excepción es una prerrogativa presidencial, sin control parlamentario. Además, entre los derechos que pueden ser suspendidos figura el del derecho a un debido proceso.

Por su parte, los intelectuales y medios afines al chavismo, tanto de allá como de acá, al tiempo que alaban las garantías sociales que establece la Constitución (propiedad social, prohibición del latifundio, reconocimientos de derechos sociales para los trabajadores por cuenta propia, reducción de la jornada laboral, etc.), suelen equiparar todo cuestionamiento de la misma y del poder político vigente a una connivencia con los sectores que protagonizaron o apoyaron el golpe de estado de abril de 2002 o el paro petrolero de 2002/2003 (que provocó una severa recesión económica en el país).

¿Es posible analizar la política venezolana con espíritu crítico, y en particular las iniciativas gubernamentales, sin caer en esta polarización simplista? Será posible, pero desde luego nada fácil. Para ello, hay que alejarse de la dialéctica que nos proponen los propagandistas.

Alejado el fantasma del golpe de estado, y con la oposición derrotada y dividida después del referéndum revocatorio y sobre todo tras el triunfo electoral de diciembre de 2006, el presidente Hugo Chávez anunció un nuevo impulso a lo que denomina el "socialismo del siglo XXI", sin precisar su contenido. Para Chávez, la reforma constitucional y la controvertida creación de un Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) son pasos fundamentales en la construcción de una nueva sociedad. ¿Pero qué puede deducirse del contenido real de estos procesos?

En cuanto a la reforma constitucional, por lo pronto no parece que se haya producido un debate en profundidad sobre el significado de este "socialismo", sobre todo a la hora de diferenciarlo del socialismo burocrático y productivista del siglo XX. Esta palabra, que aparece continuamente en el extenso y farragoso texto constitucional, se emplea tanto para describir un modelo de desarrollo, una forma de Estado, o un tipo de propiedad, como algo dado por sentado.

Aunque no hay que caer en el fetichismo constitucional, pues un cambio formal no tiene por qué reflejar una transformación de la cultura política (de la constitución material), la mencionada reforma sí que supone un cambio de orientación importante con respecto a la Constitución aprobada en 1999: ahora se prevé explícitamente una transición al socialismo. Sin embargo, esta reforma ha salido adelante por la vía ordinaria en unos pocos meses, sin pasar por la aprobación más ardua en una nueva Asamblea Constituyente, y la discusión se ha limitado a aceptar o rechazar en bloque un proyecto presidencial (aunque finalmente se hayan añadido artículos a la propuesta inicial), con lo que de nuevo, parece que todo se reduce a un plebiscito sobre el presidente Hugo Chávez, a pesar de que ahora no esté en juego su liderazgo.

En el texto resultante, parece clara la tendencia a un reforzamiento del poder ejecutivo, y significativamente de la figura presidencial. A pesar de la proclamación de la república bolivariana como un Estado federal descentralizado, la reorganización territorial que se prevé reserva importantes competencias al poder público nacional.  La otra cara del espejo podría ser el progresivo control o cooptación de los movimientos sociales.

La creación de un Partido Socialista Unido de Venezuela, que reúna a todos las organizaciones populares y partidos que han apoyado hasta ahora al presidente, podría facilitar este proceso de control. La participación en el PSUV ya provocó algunas fracturas en el seno de las organizaciones sociales. Resulta significativo que la primera estructura que se ha implantado dentro del partido sea un Comité Disciplinario Provisional (creado directamente por Hugo Chávez). A esto hay que añadir la instrumentalización del empleo público y el intervencionismo estatal en todo tipo de organizaciones sociales.

Esta dinámica hay que situarla en el contexto de la crisis del sistema partitocrático venezolano. Fueron las masas de pobres las que en el Caracazo de 1989 ** protagonizaron la primera gran revuelta contra el modelo neoliberal en América Latina. Sin embargo, los movimientos sociales que se fueron desarrollando en Venezuela al tiempo que se hundían las viejas estructuras partidarias y sindicales, no llegaron a articularse como en otros países (juntas vecinales y cocaleros en Bolivia, zapatismo en Chiapas, piqueteros en Argentina, etc.) ni a crear estructuras centralizadas (Conaie en Ecuador). Esta característica ha favorecido un alto grado de autonomía, un inédito protagonismo político de los pobres, y un gran éxito a la hora desbaratar el golpe de 2002 y el paro petrolero, pero también, paradójicamente, la progresiva preeminencia del liderazgo carismático de Hugo Chávez.

¿Se está profundizando la democratización de la sociedad venezolana (y no pueden negarse los avances que se han dado en este punto), o en realidad estamos asistiendo al termidor de la revolución bolivariana?. De momento no es fácil aportar una respuesta, aunque me inclino a pensar que es la segunda alternativa la que podría estar consolidándose, en un escenario no exento de contradicciones.

Las principales iniciativas políticas provienen del Estado y son financiadas con divisas provenientes de la explotación de hidrocarburos, de los que Venezuela es tan dependiente. Esto ha permitido mejorar la salud, alimentación y educación en comunidades que nunca habían accedido a servicios públicos básicos (el gasto social pasó de representar el 8,2 % del PIB en 1998 al 13,2 % en 2006), crear redes comunitarias de comunicación, romper el monopolio de las agencias internacionales de comunicación con iniciativas como Telesur, o apoyar financieramente proyectos de integración regional. El índice de pobreza se ha reducido bastante, pasando del 55,1 % en 2003, al término de la huelga petrolera, al 30,4 % de finales de 2006 ***. Las estadísticas las carga el diablo, y estos porcentajes no reflejan las mejoras en salud y educación. Hacen referencia, además, a la definición convencional de pobreza según el Banco Mundial (vivir con menos de 2 US$ ppp al día). En fin, la alta dependencia de la explotación de recursos naturales para su exportación debería llevarnos a cuestionar la sostenibilidad del modelo y su impacto en diversas comunidades.

Sigue vigente, pues, la encrucijada que planteara a principios de 2006 el periodista Raúl Zibechi:

"En Venezuela, el socialismo tiene dos caminos. O se asienta en las miles de iniciativas de los de abajo, en los más de 6 mil comités de tierra urbana o en las 2 mil mesas técnicas de agua, por poner apenas dos ejemplos, donde millones de personas se hacen cargo de sus vidas; o se asienta en el aparato estatal. En este caso, el Estado toma a su cargo la producción, la salud y la educación, y con el tiempo todos los aspectos de la vida. Será un Estado cada vez más fuerte, más poderoso, más centralizado, que formará una sociedad a su imagen y semejanza: homogénea, idéntica a sí misma, sin espacios para la diferencia y la disidencia. Es un camino conocido. Con toda seguridad conduce a la mejora de los estándares de vida de la población, pero no tiene nada que ver con el socialismo ni con la emancipación. La relación mando-obediencia, uno de los ejes del sistema capitalista y del Estado, seguirá ocupando un lugar dominante."

* Termidor es el nombre del undécimo mes del calendario republicano francés. La convención "termidoriana" es la convención que sucede a la caída de Robespierre. Para despejar equívocos, no pretendo comparar a Chávez con Robespierre, ni mucho menos. Políticamente, este concepto puede tener  diversas significaciones: a mí me interesa el Termidor como símbolo del momento de crisis del proceso revolucionario, como la neutralización del poder constituyente o del movimiento de las multitudes.
** Como curiosidad, resaltar que uno de los responsables del programa económico neoliberal que empobreció a buena parte de la población es Moisés Naím, reciente fichaje del remozado El País. Una evidencia más del tipo de alianzas e intereses que mueven al grupo PRISA en el continente americano.
*** Datos extraídos del informe La economía venezolana en tiempos de Chávez, de Mark Weisbrot y Luis Sandoval. CEPR, julio de 2007).

Escrito por: Samuel.2007/10/27 18:16:48.742000 GMT+2
Etiquetas: termidor venezuela zibechi hugo-chávez | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

Suele ocurrir... una vez eliminado el enemigo mayor, aparecen nuevos enemigos (que antes eran aliados estratégicos)... lo bueno es saber si se ha eliminado al enemigo mayor de una manera democrática o violenta, porque será la manera en que se combata a los nuevos enemigos... a menos que al enemigo mayor no se le haya eliminado del todo y esté agazapado esperando la menor oportunidad para meter cizaña y que de la violencia resultante, se justifique la necesidad de su vuelta "salvadora".

No sólo ocurre en grandes estructuras sociopolíticas (la película QUEMADO POR EL SOL de Nikita Mikhalkov es buena muestra de ello), sino en la vida cotidiana de los grupos en los que he trabajado. El más peligroso suele ser el policía que todos llevamos dentro.

Escrito por: .2007/10/31 09:55:42.042000 GMT+1

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