"Sustrai: ¿Por qué vives en el pueblo prototipo que tanto criticas?"
"Pako: Porque ver a los mayores hijos de puta del pueblo acudiendo a misa desarrolla el pensamiento".
En un principio, me pareció que Pako empleaba claramente hijo de puta como insulto, tal y como hacemos otros muchos. Ahora, tras una nueva lectura, me entran dudas.
He buscado "putakume o putaseme" como insulto en Google y ha reaparecido lo escrito por Marijo Deogracias hace un par de años tras acudir a un partido de Primera División: Putaseme mordoa San Mamesen (hijo de puta en boca del público en el campo hasta hartarse).
Luego, he buscado "hijo de puta" y me ha aparecido el texto del mismo título de Jaime Richart: Hijo de puta. Y otro de Carlos Martínez, Elogio del hijo de puta. También Carlo Frabetti diciendo que Todos somos putas.
Hijo de la crápula le llamó José Antonio Barroso, alcalde de Puerto Real, al Rey de España. Lo hizo en puertas de la campaña para las elecciones municipales y todo olía demasiado a que lo hacía, aunque suene raro, para seguir siendo alcalde.
La RAE señala tres significados de crápula:
1.- Embriaguez o borrachera.
2.- Disipación, libertinaje.
3.- Hombre de vida licenciosa.
Y así me ha venido a la cabeza la entrevista escuchada recientemente, en una de esas largas noches de hospital, en el programa La Noche Despierta de Radio Euskadi con el dueño del Géminis. Más que como local de intercambio de parejas, el interlocutor lo definía como local de ambiente liberal.
Que cada cual haga lo que quiera, pero puta arriba, puta abajo, mejor no utilizar esto como insulto.
Hoy quiero citar tres cosas básicas que las personas que estamos al lado de los enfermos (familiares, amigos, incluso sanitarios) olvidamos con suma facilidad:
1.- Nada de mentiras
De buena fe, muchos visitantes metemos la pata de pleno, porque hay una tendencia a decir a la persona enferma cosas que sabemos que no van a pasar. Por ejemplo, "pronto estarás en casa", cuando el recién (o no tan recién) llegado sabe perfectamente que no va a suceder.
2.- Nada de gestos
¿Por qué tenemos esa mala costumbre de hablar entre nosotros con gestos delante de la persona enferma? Esto es, como si ella no se enterara. Y digo como porque generalmente es lo primero que pillan.
3.- Nada de cuchicheos
Unido a lo señalado en el punto anterior. Una práctica lamentable.
Estas tres cosas me ponen del hígado (y soy consciente de que yo también incurro en este tipo de errores: no me quiero situar por encima del bien y del mal).
Las tres se resumen en una: no hagas a los demás, lo que no quieres que te hagan a ti.
Ya sé que mis últimos escritos tienen un aire pesimista que echa para atrás. Si estás en pleno síndrome post-vacacional, pasa de leerlos. Mi síndrome, no obstante, es un síndrome negativo en plenas vacaciones de verano.
Sí, estoy cansado, pero no queda más remedio que echar para adelante. El médico de familia de mi madre (lo que antes se decía de cabecera) tuvo unas sabias palabras para ella esta semana: "viendo cuál es la situación de tu marido, no le cuidan mejor quienes más le quieren, sino quienes más saben".
Esta misma semana ha muerto una persona en la habitación de enfrente. No es la primera que muere desde que estamos en el hospital, pero su caso me ha tocado especialmente. Me enteré de su muerte cuando hacía el cambio de turno a mi hermano. El hijo de la fallecida caminaba, nervioso, teléfono en mano por el pasillo.
Esa tarde mi madre habló con el marido de la mujer que luego moriría. Nos dijo que llevaba 16 años conviviendo con el Alzheimer.
Sus últimos siete años los ha pasado en una residencia. Imagino que la enferma y su familia descansarían verdaderamente en paz.
El jueves también se hicieron los funerales por la madre de mi amigo Alberto. Creo que se ha pasado 8 años al menos luchando contra el cáncer. Descanse en paz.
También ha muerto un reciente miembro de la lista de correo Eibartarrak. El finado se llamaba Jorge Kruzeta. Tenía ya sus añitos y había dejado todo preparado. Entre otras cosas, un e-mail que daba cuenta de su muerte a amigos y familiares.
Y los medios de comunicación se han enterado esta semana de que un hombre de 77 años puso fin a su vida el pasado 24 de junio. Leeros, si queréis, la noticia. Debía de ser vecino mío. Mucho respeto para él y buen viaje.
Finalmente, parece que dentro de unos días ingresaremos a mi padre en una residencia. Él no sabe nada aún y no sé cómo se tomará la noticia. Es lo mejor para él y para nosotros.
El colega Jukebox me contó
que creía haber leído a la escritora austriaca Elfriede Jelinek que el Estado debería gastar el dinero en servicios sociales y no en cultura. No
está mal el planteamiento, pero quizás sea este un pensamiento de Elfriedek
ahora que es mayor. ¿Decía lo mismo cuando era joven?
A pesar de todo, antes que detraer pasta del presupuesto cultural, me gustaría más que
lo hicieran de la partida correspondiente a esos jóvenes que llevan con insignias por ahí. No hablo sólo del deporte de elite, sino de la guerra. Aunque una vez contemplados los Juegos Olímpicos, muchas de las equitaciones de los atletas
olímpicos me recuerdan al Ejército.
Al lío, tras pasar un fin de semana de aquella manera, la situación de mi padre
ha mejorado, aunque todavía se rebela contra algunas cosas y dice las
de dios contra algunas personas por vete tú a saber qué.
El domingo por la noche estuve leyendo unos textos escritos por un amigo a la muerte de su padre. Comencé a leerlos por la tarde y me costó seguir con ellos al lado del viejo. De todas maneras, ahora veo más lejos esa idea. Me da
que ha salvado el match-ball, pero sí que he comenzado a sentir el aliento del lobo en el cogote.
Esta mañana teníamos hora con una trabajadora social del Ayuntamiento de Irun. Nos
ha contado cuáles son los recursos
que tenemos a mano: centros de día, centros gerontológicos, plazas concertadas,
plazas privadas, valoraciones…
Mi padre dormía cuando he llegado (las pastis es lo que tienen). Ahora que el hombre ha comenzado a darle la vuelta a la situación, he hablado con mi madre de qué vamos a hacer nosotros. Se ha cumplido el miedo que teníamos mi hermano y yo: mi madre lo quiere en casa. Da igual
que le digas lo que sea. Tendrá en algún lado guardado lo mal que lo ha pasado
últimamente, pero ahora parece que no desea recordarlo.
Lo
peor comenzará cuando nosotros empecemos con las rutinas diarias.
Sin olvidar a Michael Phelps, la otra estrella de esta edición de los Juegos Olímpicos es el atleta jamaicano Usain Bolt. Como la mayoría ya sabréis, además de ganar la medalla de oro en las pruebas de 100, 200 y 4 x 100 metros, ha batido las marcas mundiales en las tres.
Mientras lo veía en la televisión, me he acordado de los Juegos celebrados en Seul en 1988. Además de celebrarse en el mismo continente, entonces también mi padre estaba enfermo, nuevos récords mundiales en 100 metros, dos atletas jamaicanos por medio…
Entonces, la carrera se corrió a eso de las 5:00 de la mañana de aquí. El atleta canadiense, de origen jamaicano, Ben Johnson corrió los 100 metros en 9 segundos 79 centésimas y dejó atrás a Carl Lewis, un tipo que no me caía nada bien. Luego vino el doping y mandó parar: Johnson se quedó sin oro y sin récord.
Aquella tira se me quedó grabada en la memoria y decía así, más o menos.
"Bette Davis, Bette Davis… eta Davis joan" (Bette Davis, Bette Davis… y Davis se fue).
"Ben Johnson, Ben Johnson… eta Johnson etorri" (Ben Johnson, Ben Johnson… y Johnson vino).
Como véis, nada del otro mundo, pero me hizo gracia. No he seguido muy de cerca las últimas tiras de Zakilixut, pero me da que todavía no ha hecho nada con Usain Bolt. Estoy a la espera.
Mi padre va mejorando. Hoy ha paseado por la habitación y no ha hecho el menor intento por largarse. Estamos a la espera de los resultados todavía.
Estos días me he quedado con una abuelita que estaba en la habitación de al lado. Es una mujer que ya habrá rebasado los ochenta, menudita. Lo que más me ha llamado la atención es que no recibe visitas. Se la suele oír por la noche, también de día, diciendo "Señorita" para llamar al personal sanitario. Una vez la oí pidiendo que llamaran a su hijo, pero le respondieron que no podían (será el protocolo, pensé). Según parece, la familia está al corriente de la hospitalización de la señora.
El lunes por la mañana, mientras limpiaban su cuarto, la mujer arrastraba sus zapatillas por el pasillo aferrada al carrito del suero intra-venoso. En una de éstas, vi cómo metía la mano en un carro de la basura. Sacó varios guantes usados y pañuelos sucios y se los metió en el bolsillo. Avisé a la enfermera y le llamaron la atención. Se defendió diciendo que eran para su nuera. Costó un poco que soltara aquel foco infeccioso y lo dejara en su sitio, pero a la buena señora le importaba un comino el peligro del género. La jefa de enfermeras le regaló una bolsa con guantes y pañuelos nuevecitos.
Cuando regresé de noche al hospital, la habitación de la abuela estaba vacía. Están pintando la unidad y creo que la vaciaron por eso. Me pregunté que donde andaría la abuelita. ¿Estará en casa? ¿Seguirá en el hospital?
Todos los presos anhelan la
libertad y lo mismo la persona enferma postrada en la cama de algún hospital.
Tras una larga e infructuosa intentona (atado como estaba) por abandonar el centro, pensé que el viejo se quedaba allí mismo ayer por la tarde. Con dos bolsas de algún tranquilizante metidas por vía intravenosa, agarrado a su mano comprobé que tenía el pulso aceleradísimo. Tenía los ojos abiertos y la cabeza vete a saber
dónde, pero no nos soltaba la mano.
Llamé a las enfermeras y les pedí que le tomaran la tensión arterial y la temperatura. El pulso disparado, pero lo más preocupante era que la fiebre hizo que la temperatura superara con
creces los 39. Encima, la vía se jodió y tuvieron que abrir otra para el antibiótico en la mano izquierda.
Superada la crisis, hoy ha estado sopa toda la mañana. Difícilmente se le podía entender lo que pretendía comunicarnos. Aún y todo, ha luchado contra viento y marea por comer solo, ante la desesperación de mi madre porque se le cayera la comida.
Ya véis que no tengo buenas noticias que contar. Sólo dignidad. Y
hacedle caso al viejo patrón Ortiz, visitad más a vuestros
viejos. No os arrepentiréis.
Ya
dije el otro día que no estaba para muchos fuegos de artificio y la cosa ha
empeorado desde entonces: el carrusel ha cogido más velocidad. He comprobado,
además, que en los momentos críticos aumenta el riesgo de tomar decisiones
erróneas. Menos mal que alguien nos quitó el pañuelo de los ojos (gracias,
doctor Gil) y no tomamos una decisión que nos hubiera llevado a darnos
cabezazos contra la pared durante algún tiempo.
Además,
en uno de los momentos más álgidos de la cosa, la Ertzaintza paró mi coche, conducido
en aquel momento por mi hermano, en un rutinario control de documentación y me ha clavado (con toda la razón) 70 euros
por no haber pasado la ITV. ¡Alegría!
Aún hay más: hemos
tenido que anular las vacaciones a Marruecos que teníamos previstas el próximo día 25. Hemos avisado a la agencia once días antes, pero aún y todo hemos
tenido que abonar más de la mitad de su precio. No tengo ahora los datos
concretos encima. Me parece razonable que tengamos que pagar un 20 % del coste
del circuito, pero la compañía aérea (Iberia) nos clava el importe íntegro de
los billetes “porque ya están emitidos”. ¿Y quién los ha mandado emitir?
Mi
padre está teniendo crisis severas (delirios) y estamos haciendo lo que podemos
con él. Uno puede pensar que está preparado para aguantar, pero llegado el
momento la realidad supera la ficción (la imaginación, en este caso).
Y
gracias a todas las personas que me habéis llamado, escrito o dejado algún
mensaje en el blog.
¡Ah!
Entre tanta noticia mala, una buena: mientras mi padre ingresaba en el
hospital, mi cuñada supo el sexo de la criatura que espera. El abuelo tendrá una nieta. ¿Llegará a conocerla?
El día de ayer fue liado, sobre todo la tarde, y hasta hoy no he podido echarle un vistazo al vídeo de marras. Aparecen los tres citados cantantes en un estudio cantando este tema tradicional vasco.
"Ya tienes cuarenta años. Ya te puedes morir de cualquier cosa, sin que a nadie le extrañe demasiado. Ya has vivido -aunque no te lo parezca-, lo mejor. Se finí para ti el baile, amigo. Ya has firmado. Visto está para sentencia. Ya no te salva ni Dios".
Pues eso. En este caso, aún no soy el elegido, pero tengo al viejo que ya ha empezado a no reconocer a su mujer y está mi madre sufriendo como una bestia. He comenzado a escribir algún que otro apunte en euskara sobre la enfermedad de mi padre, pero no lo voy a poner en castellano porque el hombre todavía lee los periódicos, escucha la radio y sigue la televisión y no sea que este tipo de apuntes terminen donde no deben.
Fuegos artificiales en Odonostia, pero yo tengo el cuerpo triste. Tristón.