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2013/05/13 15:25:27.166000 GMT+2

Las encuestas

La primavera hace brotar encuestas de cazuela, horno y picadillo. “Precocinadas”, jalean algunos desde el rubor y el delirio; es la batalla ideológica que baila al son de la propaganda. Los encuestados son, a menudo, seres imaginarios, que merodean los pensamientos de antaño de Tolkien. El frenesí deductivo sacude su pelusa ante el asombro de los observadores. Los encuestadores replican los lienzos del encargo con mimo, esmero y pleitesía: el presunto racionalismo no es más que  el esperpento masoquista de una población anonadada, sumisa y contemplativa en su eterna mayoría. Las encuestas revolotean atolondradas, caprichosas, estériles, desplazando con sus alas el rubor de lo inverosímil. La realidad es inverosímil. Ése es su reinado, el de la incredulidad que vence a la luz de la luna, cuando el silencio ampara la mirada de los enamorados.

 

El encuestador es un señor serio, adaptable, cumplidor y entregado a la causa: siempre logrará que su cliente salga satisfecho de las fechorías y los cuestionarios. Uno sabe que si encarga la encuesta es para ganarla, siquiera sea grabando a fuego en la retina de los encuestados que el caballo blanco de Santiago era absoluta e irresistiblemente negro. El encuestador es un prestidigitador de los datos y los antojos; un faquir trompetero pinchando música en una fiesta hippy; un creador de ensoñaciones; un repartidor a domicilio de deseos y otras piltrafas de lo imposible.

 

“Precocinadas”, ruge el personal escéptico que basa su escepticismo en la modulación y alteración de una encuesta rival. “Precocinadas”, reparte el eco engullido en sus propias huellas. “Precocinadas”, espetan enfurecidos y los ojos entregados a la  sangre de la violencia los que ya preparan cuestionarios prêt-à-porter. La sonrisa ya no va por barrios; ahora lo hace en alfombras mágicas que sobrevuelan las mentiras, lanzando encuestas sobre las trincheras enemigas, buscando la desmoralización de sus extáticos moradores.

 

“Precocinadas”, “precocinadas”, se desgañitan revolviéndose con virulencia los fantasmas de las portadas y editoriales de encargo. Y cuando te acercas y les preguntas por qué se alteran, te miran con desprecio y se ahogan en su propio “No sabe/No contesta”

 

Escrito por: Jean.2013/05/13 15:25:27.166000 GMT+2
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2013/05/06 22:31:52.540000 GMT+2

Esperanza

Siempre permanece al acecho, sigilosa, con esa media sonrisa que se burla del prójimo con pretendida superioridad. Es la reina de las sombras, la ilustre liberal de los recovecos. Es la incoherencia personificada, pero también aplaudida y vitoreada en faenas públicas de aliño. Es el naipe con la dama de picas  por un lado, y la  reina de bastos por el otro.  

 

Es la profesora que llega y le dice a sus muchachos: chicos, hoy toca dictado. Y ahí está siempre la prensa, para pincelar sus aforismos gallináceos, para repartir ventosidades liberaloides de un  manual con encuadernación rústica, carcomido por el desprecio y a cuyas hojas ningún lector prestó atención.

 

Ella es la embaucadora más cercana a la contundente efectividad del  felipismo, siquiera sea en las artes marciales de la  demagogia. Aunque en defensa de Felipe, cabría decir que él no necesitaba bailotear chotis ni sevillanas para ganar unas elecciones.

 

Aristócrata vestida en Zara, su prenda más recordada serán para siempre unos calcetines, lucidos con esmero y alevosía mientras se despojaba de un chorro de glamour y de un título nobiliario de ensueño, pues se le cayó de golpe la aspiración de ser la condesa descalza. Ella es condesa consorte, y con suerte, pues deja atrás a los gatos con sus heptagonales vivencias. Ella es una política poliédrica, con muchas caras, desparpajo, osadía y enigmas que resoplan a su paso por los despachos, como una especie de viento que silba para atemorizar, como un referente de dominio territorial.

 

Hábil e insaciable; mastica maquiavelos cada mañana antes de dar sus primeros pasos, todavía al alba, cuando su “enemiguérrimo y antagonérimo” Rajoy aún balbucea sueños paradisíacos en jardines repletos de televisores de plasma.

 

Ella es así. Políticamente perversa, la personificación de la propaganda, la lideresa tenaz que huye a trompicones de un liberalismo que no se atrevió a anunciar más que con ropa electoral de camuflaje.

 

Es la jugadora de mus que abruma con su eterno descaro a la mano aún llevando ésta  31. Es la hechicera que desconcierta a todos los jugadores de la mesa,  con su postura de garza, haciendo dudar de si en medio de la partida, y como sin quererlo, se han pasado al póquer, y ahora la acción se desarrolla en el reservado de un Eurovegas anacrónico que ya ilumina de decadencia el Madrid oscuro y famélico de los peores augurios.

 

Ella es la esprínter que encara la meta sacando a codazos a sus gregarios. Es la mujer que hechiza con los megáfonos dispuestos a conciencia en los puntos estratégicos. Es centrífuga y centrípeta; ella tira el penalti y ella lo para; ella hace la foto y corre a toda prisa para posar en la escena.

 

Ella logra, después de todo, imantar la atención de escribanos dóciles, frailes del entreguismo que redactan sus loas y alabanzas, calculadora en mano.

 

Pero la belleza, incluso en política,  es otra cosa. Y la verdad, en este terreno, no entiende de derrotas, ni de falsas lideresas.        

Escrito por: Jean.2013/05/06 22:31:52.540000 GMT+2
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2012/12/13 15:16:30.861000 GMT+1

Fátima Báñez y la poda

"La verdad no es nada más que una brújula loca que no funciona en este caos de cosas desconocidas".
Pío Baroja.
El árbol de la vida

 

No deja de ser todo un símbolo que nuestra ministra de Trabajo no presente en su currículum ni una sola actividad laboral al margen de las desempeñadas, en distintos cargos, en el seno del Partido Popular. Detrás del drama del paro se esconde, en buena medida, la reforma laboral firmada por la risueña Fátima Báñez, que compite con Wert y Gallardón en necedades políticas, desaciertos y meteduras de pata. Su chirriante voz resuena en el Congreso convirtiéndolo en una lonja de la política.  “Llevo pescaíto fresco”, viene a decir Báñez, responsable irresponsable de una sangrante reforma concebida para saciar las expectativas de los grandes empresarios, dispuestos a mantener los márgenes a costa del sacrificio de los parias. Lo que la ministra perseguía, está claro, era facilitar el despido al máximo. Ella ha servido la cabeza del trabajador sobre una bandeja de plata. Las guillotinas no siempre fueron revolucionarias.

 

Báñez ha servido calentito el catering a la clase empresarial, el manjar de la ambición, el exquisito ágape de quienes acumulan fortunas y acallan las voces discrepantes con mediáticos ofertorios caritativos. Báñez no es solo una pésima ministra de Trabajo; la andaluza es también una ministra insensible, incapaz de adivinar siquiera que con su vergonzante actitud política ocasionará un marco de depresión absoluta en miles de familias españolas. Ella es, en primer término, la instigadora de una ley que generará paro y dolor.

 

La crisis que atraviesa España no es solo económica, sino ética. Un Gobierno falaz y embustero se ha instalado en el poder incumpliendo prácticamente todos los puntos de su programa electoral. Pero los contestatarios siguen siendo una exigua minoría, deslumbrada aún por un traicionero eco endogámico. La mayoría del país asiste a la función inerte…e inerme. Ése es el valor que aprovecha un Gobierno que está aplicando la cara B de su programa. Si alguien accede a un cargo, a un puesto de responsabilidad, con la promesa de llevar a cabo unas tareas, y después percibe que no puede aplicar ninguna de ellas –sino todo lo contrario-,  lo lógico, lo  natural, lo sano, lo ético y lo exigible es que se marche, que abandone y ceda el paso a otro. Es pura coherencia. Sin embargo, lo que prima para esta acomodada elite es el firme propósito de mantenerse en el poder, perpetuarse en el magma político para llevar a cabo la remodelación que dictan los cánones ideológicos que se tallan en FAES. El árbol genealógico del PP estrangula ya con sus ramas el cuello de un país que se queda sin oxígeno. No hay reacción, salvo la marginal o la corporativa.

 

No pretendo apoyar las teorías rajoynianas acerca de quienes no se manifiestan, pero no podemos decir que España entera se esté echando a la calle para protestar por este asalto a sus bienes colectivos y a sus derechos más elementales. El Gobierno del Partido Popular ha ido superando hasta ahora las protestas y las movilizaciones, una a una, incluyendo una huelga general. Todo responde a una secuenciación de lo previsto. Lo próximo serán las pensiones, presuntamente intocables. A estas alturas, el clamor de la calle debería resultar incesante. Bastaría con que los parados saliesen a reclamar ese derecho que recoge una famélica Constitución, desnutrida, violentada y puramente decorativa en cumplimientos y lealtades a la realidad.

 

Sin concienciación, todo está perdido. Nos toman por el pito del sereno. Pero tienen motivos. Están crecidos. Y es comprensible. El eco de sus carcajadas resuena por toda la geografía de esta España sin tradiciones reivindicativas.

 

Y es que el otro árbol genealógico, el de los que soñaban con la libertad y dieron su vida  por ella, fue podado durante décadas.

 

Es tiempo de intentar que  sus ramas vuelvan a florecer.

 

 

 

 

 

 

 

Escrito por: Jean.2012/12/13 15:16:30.861000 GMT+1
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2012/12/04 17:35:34.346000 GMT+1

La Constitución, en el geriátrico

La Constitución española de 1978 está a punto de celebrar su 34 aniversario. Hoy mismo, el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González,  aseguraba que para reformar la Carta Magna todos los españoles “debemos estar de acuerdo”, evidenciando una frágil memoria, cuando no un vulgar e inapropiado desconocimiento procedimental y normativo.

 

Sea como fuere, esta Constitución lleva años en el geriátrico. Pero no es eso lo más humillante para quienes deben contemplarla con respeto, adecuándose ineludiblemente a sus artículos; lo realmente preocupante es que quienes debían garantizar su estricto cumplimiento –esto es los diferente gobiernos- se han instalado sucesivamente en una indecente pasividad y han hecho oídos sordos a la más elemental ética política y, naturalmente, constitucional.

 

No hay nada nuevo cuando uno señala que nuestra Constitución no se cumple. Hace años que algunos ex políticos lo denuncian ante el sordo muro de las lamentaciones en que hemos convertido el Congreso.

 

Si a alguien le quedan dudas de tan flagrante incumplimiento, que se detenga por unos minutos en la lectura de algunos de los artículos que se han convertido, con el paso de los años, en una utopía. He ahí la peor de las tristezas cuando hablamos de una ley.

 

Artículo 9.2

Libertad e Igualdad

 

Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.

 

Artículo 14

Igualdad ante la ley

Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

 

Artículo 35.1

El trabajo, derecho y deber

 

Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.

 

Artículo 39.1

Protección a la familia y a la infancia

 

Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia.

 

 

Artículo 40.1

Redistribución de la renta. Pleno empleo

 

Los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa, en el marco de una política de estabilidad económica. De manera especial, realizarán una política orientada al pleno empleo.

 

 

Artículo 41

Seguridad Social

 

Los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente, en caso de desempleo. La asistencia y prestaciones complementarias serán libres.

 

Artículo 43

Protección de la salud

 

Se reconoce el derecho a la protección de la salud.

Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios. La ley establecerá los derechos y deberes de todos al respecto.

 

Artículo 47

Derecho a la vivienda. Utilización del suelo

 

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación

 

 

Artículo 49

Atención a los disminuidos físicos

 

Los poderes públicos realizarán una política de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a los que prestarán la atención especializada que requieran y los ampararán especialmente para el disfrute de los derechos que este Título otorga a todos los ciudadanos.

 

Artículo 50

Tercera edad

 

Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad. Asimismo, y con independencia de las obligaciones familiares, promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio.

 

Escrito por: Jean.2012/12/04 17:35:34.346000 GMT+1
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2012/11/27 15:48:40.645000 GMT+1

Sobre el éxito (o de Vencedores y vencidos)

El éxito es una falacia, una mentira, un engaño, un juego de azar que se practica con las cartas marcadas. El éxito es una balanza descompensada, amañada de antemano. El éxito es una tara. El éxito está sobrevalorado.  Si pretendiese jugar a ser Sostres, diría que el éxito es una imbecilidad colectiva, con el fin de ver si así provoco al personal. Pero creo disponer de otras armas.

 

Llegar el primero a la meta se ha convertido en una obsesión en una sociedad extremada e indecentemente competitiva. Tanto, que en una carrera con 100.000 participantes, al segundo lo llamamos perdedor. Hace solo unos días, al tenista español Almagro le llovían toda clase de improperios de algunos aficionados españoles por no haber vencido a su rival checo en la final de la Copa Davis. No vale acariciar el triunfo; exigimos que nos lo traigan, al precio que sea. Por eso, algunos se ponen los testículos aún calientes, aún sangrientos, sobre sus cabezas, para simbolizar el éxito en un ritual con más necedad y folclore que rigor cinegético. Queremos que nos entreguen en mano la victoria  para poder luego exhibirla en nuestras vitrinas de triunfos colectivos,   asociados, en el fondo,  a eso que Aznar llama nacionalismo, aun sin saberlo. Si quieres granjearte enemistades estos días, intenta razonar con un alonsista, intenta convencerlo de que eso que llama mala suerte no es más que una subjetividad inexistente asociada al etnocentrismo y a la identificación con alguien que supuestamente es de los tuyos. Digo supuestamente, porque, de cuando en cuando, a algunos deportistas españoles –muy españoles ellos- les da por tributar en Mónaco, Andorra…o en la Polinesia.

 

El tricampeón del mundo, Sebastian Vettel, es un advenedizo, un tipo con suerte, que se ha encaramado  injustamente  al podio en los últimos años. El mejor piloto es, indiscutiblemente, Fernando Alonso. Y en semejante deducción empírica nada tiene que ver el hecho de que, curiosa y circunstancialmente, Alonso sea español. Con tanto mareo y desconcierto lógico-deductivo, ya no sé ni dónde he dejado la ironía. El también asturiano Melendi aseguraba en su cuenta de Twitter que Alonso era el verdadero ganadordel campeonato, y que los Red Bull (la escudería de Vettel) no habían merecido nada. Supongo que lo mismo podría decir un norcoreano de los Beatles, de Picasso y de Tolstoi, privilegiando sobre éstos el buen hacer de los artistas autóctonos.

 

Todos jugamos en la victoria, pero dejamos en la soledad a los derrotados. Pertenezco a una generación que cantaba inocentemente aquello  de “Hemos ganao, hemos ganao el equipo colorao”. Pero si perdíamos, o buscábamos el refugio de la mala suerte –tan nuestra, tan ligada a nuestro sino-, o callábamos mientras el reloj nos empujaba hacia la eterna indiferencia.

 

Durante muchos años, ocupé un asiento privilegiado en el estadio Santiago Bernabeu, junto al palco. Hasta allí subía, al encuentro de los dirigentes y de los políticos de turno, los jugadores cuando ganaban un título. Siempre me llamó la atención la variedad de tocamientos y golpes que sufrían los futbolistas al subir las escaleras de la grada desde el terreno de juego. Hoy, ya sé que ese contacto físico estaba basado en el deseo de pertenencia al clan vencedor, en el mero intento del aficionado de ser parte integrante del éxito mediante el tacto con el  guerrero. A veces creo que cuanto más alabamos a los triunfadores más nos convertimos en crónicos perdedores.

 

En un mundo cada vez más competitivo, el brillo del éxito resulta cada vez más hipnótico. Ya no recordamos a Coubertain y aquello de “lo importante es participar”. Hoy, sobre la pared reposan otros lemas, diferentes aspiraciones. Hoy, más que nunca, el fin justifica los medios. Hoy, a muchos niños se los educa en el “Vencer o morir”, y cuando te quieres dar cuenta,  te han salido ranas y se pirran por ser como Mourinho.

  

Después de tantas derrotas, he llegado a la conclusión de que el éxito, en sí mismo, no es más que un verdadero fracaso...de la mayoría. 

 

 

 

Escrito por: Jean.2012/11/27 15:48:40.645000 GMT+1
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2012/11/22 15:41:58.780000 GMT+1

De caudillos, bigotes y elefantes

 

¡Quieto todo el mundo! Bueno, pueden ustedes hacer lo que les venga en gana. Ni siquiera llevo tricornio. Era una manera de llamar su atención. Un golpe de efecto. Un recurso literario. Y también un plagio, porque la autoría  intelectual de aquella expresión, aderezada con un tono mitad marcial mitad zarzuelero,  pertenece a  un ex teniente coronel de la Guardia Civil. No hará falta ni nombrarle. Su imagen burda y algarrobera dio la vuelta al mundo un veintitrés de febrero. Hoy conocemos que su paso por la cárcel no ha conllevado rehabilitación alguna, y que su doctrinario e ideario patrios siguen invocando la testosterona reaccionaria como alimento intelectual. El golpista del bigote parlante entró en el Congreso con una pistola en la mano, casi como elefante en cacharrería. Paradójicamente, fue el elefante –blanco, para más señas- quien lo dejó con el culo al aire, dando con su gozo en el pozo de una celda. Aquel  hombre escondido tras un uniforme y un bigote no quería, al fin y al cabo,  más que convertir aquella España de democracia imberbe y confiada en una celda con barrotes, una letrina y un camastro donde conciliar el sueño en noches repletas de dudas.

Hoy, un diario meillense publica una misiva -sin bigote, parece ser- del señor del tricornio. Quiere darnos a conocer que el pasado veinte de noviembre -no podía ser otra fecha- denunció ante la Fiscalía General del Estado al presidente catalán Artur Mas como autor de un presunto delito de "provocación, conspiración y sedición".

Parece que fue ayer, pero han pasado treinta años desde que aquel señor del tricornio puso en jaque a media España. Recalco lo de media España, para aclarar que no es una licencia de este torpe juntaletras, sino una constatación o interpretación tan subjetiva como caprichosa. Pero es que el dolor me hace escribir y decir lo que pienso, y aquel general pequeño, de voz débil y fajín perpetuo se nos murió de viejo, aun siendo en vida un fósil intelectual, dañino para media España, la del silencio y el refugio, la de la huida y el sofoco, la de los sueños y los lloros, la de los pensadores y los artistas, la España desafiante y emprendedora, la del progreso y la razón. El caudillo por la gracia de dios –sin una sola mayúscula- pereció en la agonía de un sueño profundo que anunciaba la libertad, toda una pesadilla para quien había puesto todo su empeño en inculcar el sometimiento, el miedo y el terror en la sociedad española.

En pocos días, aquel matarife será homenajeado en Madrid. Aún quedan monedas en casi todos los hogares españoles cuyas caras certifican el homenaje imborrable al tirano. La cruz fue la libertad, tapada por un águila que aún anida en el callejero de muchas ciudades. Pocas palabras han sido más manipuladas en la historia de España que la de “terrorismo”. Si no se hubiese manoseado tanto, a pocos les ofrecería hoy dudas calificar el homenaje al dictadorzuelo de exaltación del terrorismo. Hoy aún quedan secuelas de aquel terror. Están grabadas en nuestra genética política, en nuestro conformismo, en nuestros miedos y en el árbol genealógico de una España dominada por familias de alta alcurnia. De aquel terror nos quedan aún muchas cosas presentes. Algunas tan representativas y admiradas que no me atrevo ni a nombrarlas. Ustedes perdonen, pero siento verdadero miedo al terror.

 

Escrito por: Jean.2012/11/22 15:41:58.780000 GMT+1
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2012/11/21 15:09:50.210000 GMT+1

Gallardón y el terrón de azúcar

Gallardón ya no es aquel político jovial y danzarín de antaño, aquel encantador repartidor de sonrisas artificiales. Ya no es aquel mozalbete de pobladas y ariscas cejas que se abalanzaba sobre su enemiga madrileña predilecta en las treguas que exigía el protocolo. Alberto ya no sonríe a cámara, ya no es el paradigma de lobo con piel de cordero. El arroz político se le pasa y el ministro anda que no cabe en su disgusto. Rajoy le ha salido rana. A él, precisamente, que estaba convencido de que Mariano tenía la fecha de caducidad de un yogur.

Su salida del ayuntamiento madrileño fue más fría que la ropa interior de Turandot, ninguneando a muchos de sus más habituales colaboradores. Gallardón se desayuna a diario una ración de maquiavelismo teórico. Él no conoce las taquicardias. Y como el fin justifica los medios, Iceman ha decidido plantar un iceberg de tasas absolutamente discriminatorias que ponen en tela de juicio la igualdad de los españoles ante la ley. Con este tasazo, los pobres son menos iguales, correspondiéndole el mérito a un ministro de Justicia que ha logrado algo insólito: poner de acuerdo y en pie de guerra a  todas las asociaciones de jueces y fiscales.  Urge un recurso de inconstitucionalidad que dé al traste con esta pretensión gallardoniana que mañana empobrecerá aún más nuestra democracia. Vale que la Justicia sea ciega, pero el ministro no puede ser un lazarillo caprichoso y clasista, oscuro y fantasmagórico. Lo que Gallardón necesita es una biografía. Yo, de momento,  sugiero el título: “El licántropo del terrón de azúcar entre los dientes”.

Escrito por: Jean.2012/11/21 15:09:50.210000 GMT+1
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2012/11/20 15:48:31.336000 GMT+1

El peor año de nuestra democracia

Se cumple un año de “marianismo”, y la celebración nos sale depre, convulsa, como una especie de musa erótica y maliciosa del derrotismo. Rajoy ha vapuleado las esperanzas de una nación, colapsando los clichés del patriotismo más simple. Ya ni siquiera ganamos la Davis, y este año no toca la breva de un mundial de fútbol o de una Eurocopa de esas que  resultan como fervientes samaritanos del poder. Rajoy echa de menos los iniestazos y los viajes por Europa con jamón del bueno, café, copa y puro, a la salud de los españolitos.

 

Un año desde aquel  20-N, en que parte de la izquierda dudaba entre la regeneración y la degeneración, para quedarse irremediablemente enmarañada en la segunda. Aquel veinte de noviembre constatábamos que muchos millones de españoles estaban regañados, por desesperanza,  con eso de llevar un papel a las urnas. Ahora ya sabemos lo que pensaba hacer derecha del Estado del Bienestar: tirar de la cadena.

 

El Gobierno de Rajoy  ha incumplido la práctica totalidad de  sus promesas públicas, las que iban en su programa electoral, ese que entregan a los pardillos, a los fieles, a los crédulos y a otras víctimas propiciatorias. Queda por ver si el  PP, finalmente,  ha subestimado a los españoles. Eso dependerá de la hora a la que suene el despertador.  Lo que pocos pueden discutir a estas alturas es que Rajoy tenía un programa oculto. El disco marianista puesto al revés escupe un mensaje distinto, cuasi satánico,  exclusivo para aquellos a quienes Rajoy debe rendir cuentas. Reconfortados en el calor de la especulación, los mandamases exprimen la simpleza y docilidad del político gallego.  Mariano se ha sumergido en la bañera de la disyuntiva. Detrás de esa apariencia de hombre sin luces, perdido, se esconde un político obstinado, ejecutor y fiel cumplidor. ¿Es el actual presidente del Gobierno algo más que un copista de la doctrina que impone la FAES? Quizá. Tardaremos en averiguarlo. El gobierno del PP no ha hecho sino repartir la tristeza con latigazos de sectarismo, dejando cenizas y lodo en la clase obrera y mimando a los defraudadores, a las grandes empresas, a la banca, a las eléctricas y otros sostenedores y familiares del engranaje que constituye las tripas de nuestra democracia contable.

 

Diferentes sectores del pueblo español comienzan ahora a huir de la pereza reivindicativa. Pero la solidaridad no resultado tradicionalmente tan apabullante. Los que protestaban al inicio eran tachados de inconformistas, pesimistas y críticos, siempre señalados por dedos acusadores. Muchos ciudadanos han salido a las calles solo cuando han limado con saña su bolsillo. “Su” bolsillo.  No hicieron caso previamente  a la sabiduría del refranero español, que lo advertía clara y gratuitamente: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar…”. No bastó la Reforma laboral más traicionera y brutal de nuestra democracia para alertar a todos los sectores. Era el prólogo de una acción despiadada, los primeros compases de una partitura de horror, tragedia y menosprecio por los logros obtenidos sobre la sangre y las vidas de los viejos libertarios. Otro gallo hubiera cantado si la sociedad española hubiese sido más contestataria con un retroceso salvaje que ponía en bandeja los despidos a los empresarios empeñados en mantener sus beneficios a cualquier precio. La España reivindicativa sigue resultando escasa si tenemos en cuenta el tamaño de la afectación, el grosor de la cicatriz que ahora diferentes ministros arrancan a mordiscos de un enfermo quejicoso. Y ahora, se les ha ido de las manos el asunto, y el cinturón no es que apriete, es que ahoga puesto sobre el cuello de los más pobres. Y la pobreza es hoy un precipicio que te visita.

 

Esta España es hoy más triste, más depresiva, más apagada y vulnerable. Fueron mayoría los que decidieron sumarse a un cambio. Hoy, siguen siendo mayoría los que creen que el daño es irremediable, y mayoría los que volverían a confiar en estos cirujanos de hojalata. En el otro extremo, pero en las mismas arenas movedizas, en la misma trampa,  millones de españoles salieron a la calle hace unos días para decirle a Rajoy que son necesarias otras medidas. Es inútil. El presidente sabe bien que no puede defraudar a quienes sostienen los pilares de su éxito.

 

Durante los doce últimos meses este Gobierno ha manoseado vil y despiadadamente las garantías de protección a los más necesitados, ha desplomado las opciones de los dependientes y rebanado el futuro de cientos de miles de estudiantes. Rajoy se ha ocultado en las sombras, enviando a sus ministros predadores a masacrar las esperanzas de los investigadores, a poner la zancadilla a los pequeños comerciantes, a minar la Justicia con tasas inquisitoriales del todo mezquinas, a sumergir en la ruina a la industria cultural. Los marianistas, envalentonados por el aliento de la FAES han enseñado sus colmillos sin complejos. Los parados cobran menos, los salarios continúan a la baja. Y han jaleado y auspiciado los desahucios, porque donde hay patrón, no manda marinero… ni Rajoy.

 

España ha vivido el peor año de su democracia. Falta por ver si el año que viene repetiremos esta frase amarga y dolorosa. Pero en este feroz aniversario no todo iban a ser malas noticias. Familiares de María Dolores de Cospedal, Esperanza Aguirre, Soraya Sáenz de Santamaría y Luis de Guindos, por citar solo unos casos,  han encontrado trabajos excelentemente remunerados. Ellos sí que han sabido sumarse al cambio.

 

 

 

Escrito por: Jean.2012/11/20 15:48:31.336000 GMT+1
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2012/11/13 15:44:17.347000 GMT+1

Esperanza y la huelga

Huelga decir que la asesora Esperanza Aguirre no es nueva en el peregrinaje político. Lleva prácticamente toda una vida auspiciando el liberalismo de manual que le enseñó Pedro Schwartz, pero mezclándolo con esas dosis de incontinencia, inconsistencia y contradicciones marca de la casa. Pertenece doña Esperanza Fuencisla a ese grupo omnipotente que reclama la anulación de la intervención del Estado, amamantándose de éste como una especie de Rómulo y Remo hispanos, ahí, enganchados a la ubre y dándole todo el día a la teta. La lideresa es irreprimible e incontenible. Bien lo sabe el, por un día, hugoliano Rajoy, echando mano de una cita del francés para salir al paso de una huelga general que mañana pondrá a prueba el eco de las protestas en un país que siempre ha sido muy de insonorizar sus problemas. Bien lo atestigua también Ruiz-Gallardón, que parece estar abandonando definitivamente las máscaras, la prestidigitación política y otros malabares de un espíritu siempre excesivamente maquillado. Y bien lo sabe, ahora, Ana Botella, más perdida que una ídem con un mensaje en el océano. Aguirre se ha ido, pero está; se bajó del barco, pero va detrás, divirtiéndose, haciendo filigranas de esquí náutico, mientras los demás reman al ritmo de un Ben-Hur sudoroso y cariacontecido.

 

Algunos funcionarios envidian el carácter fantasmal de la  condesa de Murillo: han oído hablar de que ocupa un despacho, pero por más que pegan la oreja a su puerta, no escuchan nada. Será que entre el golf, los mítines, las monsergas, los exabruptos liberaloides y otras cantinelas populares, doña Espe no encuentra sosiego para acudir a su nuevo puesto de trabajo, y se ve obligada a asesorar a la señora de Martínez Pujalte a través del Guasap. Ay, de la oposición que no se opone más que a sí misma, si tuviera a bien preguntar por esta peculiar situación…llamémosle laboral. Ay, si alguien se decidiese a investigar desde alguna tribuna independiente (ahórrense las risas) los placeres de la señá Aguirre, a medio camino entre Galicia y Cataluña, entre los foros de empresarios y las orquestaciones intestinas pidiendo la cabeza de la Botella, la señora de los spas.

 

Aguirre pasa de las burbujas; ella es más de dar palos y meter cosas en los hoyos, como cualquier buena golfista. La reina del green vive permanentemente en la palestra, sin necesidad de saltos ni carantoñas. Sus maniobras de arácnido han logrado tejer una red de “contactos” periodísticos envidiable por parte de cualquier compañero de partido, y no digamos ya en la acera de Rubalcaba, que dispara con balas y medios de fogueo. Esperanza escupe titulares con la misma facilidad con que Rajoy los elude agazapado y a la carrera. Hoy, Espe, ya recibe sabrosos apoyos y  multitudinarias críticas por decir que las “huelgas generales deberían estar prohibidas”. Y todos entramos al trapo, para embestir sus opiniones reaccionarias, sin darnos cuenta de que, en menos que canta un gallo, nos ha plantado las banderillas en todo lo alto y ya está cambiando el tercio. Quizá persiga la alcaldía madrileña. Puede que esté esperando velar el cadáver político de Mariano. Nadie más que ella lo sabe. Pero nunca descarten a la lideresa. Es más lista que el hambre. Tan lista como prescindible en una sociedad que persigue la justicia, la solidaridad, la fraternidad, el reparto de la riqueza y la honestidad.

 

A fin de cuentas, más vale una huelga sin Esperanza, que una Esperanza sin huelga.

Escrito por: Jean.2012/11/13 15:44:17.347000 GMT+1
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2012/11/08 15:44:3.358000 GMT+1

Los españoles y el ruido

 Nunca he entendido la necesidad de dar jipíos en una cafetería. Es como si se tratase de celebrar el culto al dios Decibelio. España es un país ruidoso. Así nos han descrito viajeros y turistas durante siglos. La cosa viene de largo, como un do de pecho recargado de angustia, exaltación y destreza. Pero lo triste es que,  al final, acaba desafinado y lastimando los oídos y nuestro paladar auditivo.

 

Los bares retratan nuestro hábito sonoro, esa manía de vociferar, de pregonar, de competir en la barra para hacerse oír, mientras un camarero se ocupa de procurarte una percusión chirriante lanzando como un poseso las cucharillas sobre los pequeños platos del desayuno. Es la ley de la selva: todos queremos emular a Tarzán. Y de eso no se libran ni en el Congreso de los Diputados, donde una tal Fátima Báñez vende brotes verdes como antes otros vendían sardinas: “Mis sardinitas, qué ricas son, son de Santurce, las traigo yo”.

 

Pero la majestuosa querencia por la bulla no se limita a los espacios de recreo, tapas, escaños y otros deportes nacionales, no; las salas de espera de los hospitales se convierten en desquiciados altavoces de nuestra incontinencia sonora. Ahora en los hospitales no se puede fumar. Algo es algo. En cambio, se puede seguir berreando o imitando a la reina de la noche mozartiana, pero sin magia ni flauta alguna. La resonancia se tapa los oídos en las consultas médicas, donde se acumulan entusiasmados jóvenes barítonos compitiendo con sopranos de la tercera edad. A veces tengo la sensación de que nos han anunciado el Apocalipsis, garantizando la salvación solo a aquellos que rompan la barrera del sonido a golpe de diafragma.

 

Hasta en misa se monta en seguida el guirigay, y en más de una ocasión he podido ver al señor del alzacuellos enfurecido por tamaña afrenta. He asistido a bautizos con más ruido que en un afterhours; y  he presenciado ritos y comuniones en suelo sagrado en las que se podría haber puesto una denuncia por contaminación acústica, habitat natural más propio de aventuras satánicas.

 

España es un país ruidoso. La frase es tan fidedigna ahora como hace dos siglos. El susurro está proscrito; nos gusta compartir nuestro último fin de semana en aquella casa rural, o el último gol de Messi. Saludamos al que entra por la puerta de la tasca con un largo al factotum, nos constituimos en altavoces andantes, en cajas de resonancia  y alboroto. Y juro que no miento al afirmar que he sentido sonrojo en algunos tanatorios, en los que al entrar el camarero con el tentempié –una americanada más- se ha producido tal eclosión bullanguera que he llegado a pensar que el objetivo final era despertar a gritos al muerto.

 

Después de todo, no deja de ser curioso que, con lo bullangueros que somos, sean tan pocos los que estos días están levantando la voz. Pensemos en porcentajes, en representatividad, y en la triste constatación del dominio de una mayoría silenciosa e inopinante.  Precisamente ahora, que es cuando más falta hace gritar. Y las cadenas nos las están colocando en los tobillos y en las muñecas, no en la boca. Que no sirva como excusa. Ahora es cuando deberíamos amortizar haber sido ruidosos in saecula saeculorum .

Escrito por: Jean.2012/11/08 15:44:3.358000 GMT+1
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