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2013/05/06 22:31:52.540000 GMT+2

Esperanza

Siempre permanece al acecho, sigilosa, con esa media sonrisa que se burla del prójimo con pretendida superioridad. Es la reina de las sombras, la ilustre liberal de los recovecos. Es la incoherencia personificada, pero también aplaudida y vitoreada en faenas públicas de aliño. Es el naipe con la dama de picas  por un lado, y la  reina de bastos por el otro.  

 

Es la profesora que llega y le dice a sus muchachos: chicos, hoy toca dictado. Y ahí está siempre la prensa, para pincelar sus aforismos gallináceos, para repartir ventosidades liberaloides de un  manual con encuadernación rústica, carcomido por el desprecio y a cuyas hojas ningún lector prestó atención.

 

Ella es la embaucadora más cercana a la contundente efectividad del  felipismo, siquiera sea en las artes marciales de la  demagogia. Aunque en defensa de Felipe, cabría decir que él no necesitaba bailotear chotis ni sevillanas para ganar unas elecciones.

 

Aristócrata vestida en Zara, su prenda más recordada serán para siempre unos calcetines, lucidos con esmero y alevosía mientras se despojaba de un chorro de glamour y de un título nobiliario de ensueño, pues se le cayó de golpe la aspiración de ser la condesa descalza. Ella es condesa consorte, y con suerte, pues deja atrás a los gatos con sus heptagonales vivencias. Ella es una política poliédrica, con muchas caras, desparpajo, osadía y enigmas que resoplan a su paso por los despachos, como una especie de viento que silba para atemorizar, como un referente de dominio territorial.

 

Hábil e insaciable; mastica maquiavelos cada mañana antes de dar sus primeros pasos, todavía al alba, cuando su “enemiguérrimo y antagonérimo” Rajoy aún balbucea sueños paradisíacos en jardines repletos de televisores de plasma.

 

Ella es así. Políticamente perversa, la personificación de la propaganda, la lideresa tenaz que huye a trompicones de un liberalismo que no se atrevió a anunciar más que con ropa electoral de camuflaje.

 

Es la jugadora de mus que abruma con su eterno descaro a la mano aún llevando ésta  31. Es la hechicera que desconcierta a todos los jugadores de la mesa,  con su postura de garza, haciendo dudar de si en medio de la partida, y como sin quererlo, se han pasado al póquer, y ahora la acción se desarrolla en el reservado de un Eurovegas anacrónico que ya ilumina de decadencia el Madrid oscuro y famélico de los peores augurios.

 

Ella es la esprínter que encara la meta sacando a codazos a sus gregarios. Es la mujer que hechiza con los megáfonos dispuestos a conciencia en los puntos estratégicos. Es centrífuga y centrípeta; ella tira el penalti y ella lo para; ella hace la foto y corre a toda prisa para posar en la escena.

 

Ella logra, después de todo, imantar la atención de escribanos dóciles, frailes del entreguismo que redactan sus loas y alabanzas, calculadora en mano.

 

Pero la belleza, incluso en política,  es otra cosa. Y la verdad, en este terreno, no entiende de derrotas, ni de falsas lideresas.        

Escrito por: Jean.2013/05/06 22:31:52.540000 GMT+2
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