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2012/11/27 15:48:40.645000 GMT+1

Sobre el éxito (o de Vencedores y vencidos)

El éxito es una falacia, una mentira, un engaño, un juego de azar que se practica con las cartas marcadas. El éxito es una balanza descompensada, amañada de antemano. El éxito es una tara. El éxito está sobrevalorado.  Si pretendiese jugar a ser Sostres, diría que el éxito es una imbecilidad colectiva, con el fin de ver si así provoco al personal. Pero creo disponer de otras armas.

 

Llegar el primero a la meta se ha convertido en una obsesión en una sociedad extremada e indecentemente competitiva. Tanto, que en una carrera con 100.000 participantes, al segundo lo llamamos perdedor. Hace solo unos días, al tenista español Almagro le llovían toda clase de improperios de algunos aficionados españoles por no haber vencido a su rival checo en la final de la Copa Davis. No vale acariciar el triunfo; exigimos que nos lo traigan, al precio que sea. Por eso, algunos se ponen los testículos aún calientes, aún sangrientos, sobre sus cabezas, para simbolizar el éxito en un ritual con más necedad y folclore que rigor cinegético. Queremos que nos entreguen en mano la victoria  para poder luego exhibirla en nuestras vitrinas de triunfos colectivos,   asociados, en el fondo,  a eso que Aznar llama nacionalismo, aun sin saberlo. Si quieres granjearte enemistades estos días, intenta razonar con un alonsista, intenta convencerlo de que eso que llama mala suerte no es más que una subjetividad inexistente asociada al etnocentrismo y a la identificación con alguien que supuestamente es de los tuyos. Digo supuestamente, porque, de cuando en cuando, a algunos deportistas españoles –muy españoles ellos- les da por tributar en Mónaco, Andorra…o en la Polinesia.

 

El tricampeón del mundo, Sebastian Vettel, es un advenedizo, un tipo con suerte, que se ha encaramado  injustamente  al podio en los últimos años. El mejor piloto es, indiscutiblemente, Fernando Alonso. Y en semejante deducción empírica nada tiene que ver el hecho de que, curiosa y circunstancialmente, Alonso sea español. Con tanto mareo y desconcierto lógico-deductivo, ya no sé ni dónde he dejado la ironía. El también asturiano Melendi aseguraba en su cuenta de Twitter que Alonso era el verdadero ganadordel campeonato, y que los Red Bull (la escudería de Vettel) no habían merecido nada. Supongo que lo mismo podría decir un norcoreano de los Beatles, de Picasso y de Tolstoi, privilegiando sobre éstos el buen hacer de los artistas autóctonos.

 

Todos jugamos en la victoria, pero dejamos en la soledad a los derrotados. Pertenezco a una generación que cantaba inocentemente aquello  de “Hemos ganao, hemos ganao el equipo colorao”. Pero si perdíamos, o buscábamos el refugio de la mala suerte –tan nuestra, tan ligada a nuestro sino-, o callábamos mientras el reloj nos empujaba hacia la eterna indiferencia.

 

Durante muchos años, ocupé un asiento privilegiado en el estadio Santiago Bernabeu, junto al palco. Hasta allí subía, al encuentro de los dirigentes y de los políticos de turno, los jugadores cuando ganaban un título. Siempre me llamó la atención la variedad de tocamientos y golpes que sufrían los futbolistas al subir las escaleras de la grada desde el terreno de juego. Hoy, ya sé que ese contacto físico estaba basado en el deseo de pertenencia al clan vencedor, en el mero intento del aficionado de ser parte integrante del éxito mediante el tacto con el  guerrero. A veces creo que cuanto más alabamos a los triunfadores más nos convertimos en crónicos perdedores.

 

En un mundo cada vez más competitivo, el brillo del éxito resulta cada vez más hipnótico. Ya no recordamos a Coubertain y aquello de “lo importante es participar”. Hoy, sobre la pared reposan otros lemas, diferentes aspiraciones. Hoy, más que nunca, el fin justifica los medios. Hoy, a muchos niños se los educa en el “Vencer o morir”, y cuando te quieres dar cuenta,  te han salido ranas y se pirran por ser como Mourinho.

  

Después de tantas derrotas, he llegado a la conclusión de que el éxito, en sí mismo, no es más que un verdadero fracaso...de la mayoría. 

 

 

 

Escrito por: Jean.2012/11/27 15:48:40.645000 GMT+1
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Comentarios

Yo a eso del éxito lo definiria,una vuelta a los principios ideológicos de Maquiavelo:el buen gobernante debe hacerse temer,respetar,todo vale porque el fin justifica los medios.

Escrito por: Sergio.2012/11/28 10:45:46.176000 GMT+1

Al fin y al cabo, El Príncipe lo dedicó a un español q tambor se llamaba Fernando

Escrito por: Jean.2012/11/28 17:19:9.983000 GMT+1

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