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2006/02/02 07:00:00 GMT+1

Zapatero en la encrucijada

Entre las virtudes que adornan la personalidad política de José Blanco –que seguro que son muchas, aunque las disimule, probablemente por modestia–, no parece que destaque la sutileza.

Su reflexión sobre lo incoherente que resultaría que ERC se mantuviera en el Gobierno de la Generalitat si no vota a favor del Estatut pactado entre Mas y Rodríguez Zapatero es un ejemplo casi perfecto de lo que no debería hacer en tanto que secretario de Organización del PSOE. Lo suyo sería ocuparse de la coherencia de su propio partido y de la organización de su desorganización, poniendo cuidado en no meterse donde no le llaman. La presencia de ERC en el Gobierno de la Generalitat es cosa de ERC y del president de la Generalitat. Y si el PSOE tiene algo que decir, más vale que se lo susurre discretamente a Maragall, en lugar de dejarlo en posición tan desairada marcándole el paso desde Madrid.

Hay quienes se dicen convencidos de que, si Blanco soltó esa pata de banco, tuvo que ser por indicación del propio Zapatero. Según ellos, esa declaración formaría parte de los preparativos de un cambio importante en la política de alianzas del presidente de Gobierno, que se dispondría a abandonar sus presuntas veleidades izquierdistas para presentarse a las elecciones siguientes con una imagen de centro. Una maniobra que le exigiría, entre otras muchas cosas, torpedear el tripartito y convertir a CiU en su aliado preferente.

Yo no sé qué va a hacer Zapatero, si es que alguien –incluido él– lo sabe. Lo que sí sé es que, llegadas las cosas al punto en el que están, la única imagen que ofrecería si diera un golpe de timón de ese estilo sería la de un capitán de navío que ha perdido por completo el norte y navega a la deriva. Mucho peor que alguien que pretende algo problemático es alguien que no se sabe ni lo que quiere.

Desde su llegada a La Moncloa, Zapatero se marcó –y marcó públicamente– dos prioridades clave. Una, otorgar nuevo y firme asiento a la organización territorial del Estado. En esa vía, el Estatut de Cataluña ha venido a hacer las veces de piedra de toque. La otra, propiciar el fin de ETA por la vía del diálogo. Ahí es la Ley de Partidos la que se ha erigido en obstáculo prioritario.

Imagino que fue consciente desde el principio de que ninguna de esas dos propuestas iba a merecer la ovación de la derecha.

Ahora mismo está en un punto crucial para el impulso de ambas. Por eso mismo se exasperan las tensiones.

Si contemporiza y retrocede, está perdido. De hacerlo, buena parte de la ciudadanía lo catalogará como un pobre chiquilicuatre superado por la misión que le otorgaron las urnas. La célebre boutade de Groucho Marx: «Éstos son mis principios. Pero, si a usted no le gustan, tengo otros» vale como chiste. Como norma de Gobierno es directamente impresentable.

Javier Ortiz. El Mundo (2 de febrero de 2006).

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/02/02 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: mas estatut maragall cataluña psc zapaterismo pepe_blanco zapatero psoe 2006 ciu erc el_mundo españa | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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