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1998/10/14 07:00:00 GMT+2

Una cierta idea de España

El ideario autonomista apenas tiene seguidores en España. No digo que no haya partidarios de la organización autonómica. Los hay, pero casi todos funcionales. Ocurre como con la Monarquía: goza de considerable aceptación práctica, pero casi nadie la defiende como modelo.

Mediados los 70, la política española se tiñó de autonomismo, cuando no de federalismo. La izquierda española, históricamente centralista, tomó pie local: sus organizaciones territoriales pasaron a llamarse federales, lo mismo que sus órganos rectores. La derecha, aunque más reticente, no se libró tampoco de su chapado en autonomismo: tenía que tomar distancias con respecto al antecedente franquista.

Entre ambas promovieron el Estado de las autonomías. Se suponía que era el modo de evitar que los nacionalismos periféricos fueran a más, de un lado, y, de otro, que eso provocara las iras de unas Fuerzas Armadas en las que el mito de la Una, Grande y Libre estaba aún demasiado presente.

Veinte años después, el híbrido que montaron entonces -un Estado centralista superpuesto por otro semi-federal: doble ración de burocracia- sigue sin calar en los sentimientos populares. Así que se rasca un poco la pátina autonomista -y a veces sin necesidad siquiera de rascar-, vuelven a aparecer las dos viejas visceralidades enfrentadas: la centrífuga y la centrípeta; la nacionalista española y las nacionalistas no españolas: catalana, vasca, gallega.

Los nacionalistas periféricos no han cambiado gran cosa en este par de decenios. Los nacionalistas españoles, en cambio, sí: ahora ya no se sienten coartados por la incómoda proximidad ideológica del franquismo. Vuelven a mostrarse como tales, a derecha e izquierda.

«Franco no inventó España», se defienden. Y tienen razón, en la medida en que una obviedad pueda darse por razonable: España no es un invento de Franco. Lo que deberían demostrar es que Franco no fue un invento de España. El espíritu nacional de Franco fue resultado de la exacerbación de una cierta idea de España, que le precedió y que le sobrevive.

IU trata de mantenerse en la tradición internacionalista de la izquierda. Sus disgustos le cuesta. Pero del federalismo del PSOE ya sólo queda la cáscara. Basta con escuchar las exaltadas soflamas de Ibarra, Bono y Chaves a favor «de España». O al propio Borrell, que critica al PP por no tener «un proyecto para España». Como si pudieran trazarse proyectos nacionales carentes de ideología.

Las autonomías han cambiado la mécanica del Estado, sí, pero las piezas siguen chirriando.

Javier Ortiz. El Mundo (14 de octubre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de octubre de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/10/14 07:00:00 GMT+2
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